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Mundo Paralelo 11 Parte: 3 B

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Mundo Paralelo 11      Parte: 3-B

 

            Entre la merienda y la cena Sindy pudo tomar un pequeño descanso, para poder hacer algo que tenía pendiente hacer; desde esta mañana. Desde que habló con Ryoko sabía que tendría que hablar con Fernando a solas, pero Carlos aún la tenía nerviosa pérdida con lo de la pelea y más aun con la conversación de después; No sabía como habían llegado a esto pero sabía perfectamente, que esta noche pasaría algo entre ambos.

Con la respiración agitada nada más recordar lo que pasó momentos antes, el corazón acelerado y un poco de calor; iba caminando hacia el despacho de Fernando. Por el camino se encontró con Pérez, sin embargo este miro a un lado y se hizo el tonto; Sindy se mordió los labios sufriendo por dentro…se había pasado con el chaval, si quería seguir conciliando el sueño tan tranquila; esta noche debería hablar con él.

Muchos otros la contemplaban en silencio, pero hacía años que eso no la incomodaba; otros varios le agradecían sus entregados cuidados de enfermera y por último, estaban los que intentaban ligar con ella, fútilmente desde luego. No tenían posibilidad alguna, quitando a dos o tres hombres de este lugar, los demás eran una mancha de pusilánimes que vivían porque tenían que hacerlo y a Sindy, lo que le hacía volverse loca de verdad, es el valor desmesurado; así como el de Carlos.

Llego al despacho de Fernando y no pudo evitar sonreír al ver que tenía a dos guardias en la puerta de su despacho, seguro que se le ocurrió la idea después de su último encontronazo; rio para ella misma aun le dolerían los huevos. Si estaba celoso de Carlos había elegido mal camino para demostrarlo, en lugar de cargar contra el pobre chaval que estaba perdido en este mundo; debería haber demostrado el valor que hacía años, no aparecía por ningún sitio.

Como se lo imagino al ponerse frente a la puerta, Tanto Lázaro como Manuel; se pusieron tensos.

—      ¿Sindy? – pregunto Lázaro confundido

—      ¡¿Sindy?! – grito Manuel, alarmado; quizá para que le oyera Fernando.

—      Así me llamo – sonreí con cara de mala; la verdad es que me gustaba hacerme temer por los pardillos.

—      ¿Qué quieres? – quiso saber Lázaro

—      Eso, ¿que buscas? – imito a su compañero Manuel.

—      Vaya, ¿para todo necesitáis ser dos? – pregunta provocativa, haciendo más fuerte mi provocación; paseando dos dedos por el pecho de cada uno.

—      …Esto…Sindy… - dijo Manuel tragando saliva fuerte, mirándome el escote con los ojos desorbitados.

—      No te dejes engatusar, te esta vacilando – golpeo Lázaro a su amigo, para despertarlo del trance.

—      Vaya, ¿tanto se me nota? – rio Sindy

—      Eres cruel – negó con la cabeza Manuel

—      Ah sido divertido, no seas llorón; nos estábamos divirtiendo. – guiño el ojo Sindy

—      Ejem – tosió para pasar la vergüenza Manuel

—      Bueno, ¿Qué quieres Sindy? – miro mal Lázaro a Sindy

—      ¿Está Fernando? – intento pasar, pero fue frenada por la mano de Manuel; en su barriga y Sindy la quito de malos modos.

—      Obvio ¿y qué quieres de él? – pregunto Lázaro, igual de incomodo que Manuel o más.

—      Necesito hablar con el… - comento Sindy controlándose.

—      ¿De qué? – exigió saber, Manuel.

—      Estoy perdiendo la paciencia, chicos. – confeso Sindy, mirando mal a la nada; evitando mirarles directamente.

—      … Espera un momento Sindy. – trago saliva Lázaro, llamo a la puerta de Fernando y dejo solo a Manuel con Sindy; que la miro con cara de circunstancias.

Ambos se miraron durante unos segundos, con gesto incomodo; pero antes de que pasara nada…salió Manuel, para darle pasó a Sindy, al despacho de Fernando.

Mientras tanto…Fernando se estaba destrozando la cabeza de darse golpes contra la pared y la mesa, tratando de elegir a los mejores según su criterio; para la misión. Eso sí, sin dejar tampoco el refugio desprotegido; pues no le extrañaría que los monstruos aprovecharan esta maniobra, para atacar.

Eligio dos cazadores de los mejores: Javier Reyes y Alberto Tirado, estos eran los dos que mas cazaban del refugio; era una locura sacarlos pero les mantendría alimentados y rastrearían cualquier cosa…a un kilometro a la redonda. Luego eligió tres defensores que aunque no acostumbrados a salir, eran los que no solían salir heridos y eso es porque mantenían la calma; durante el conflicto. Luisa Docena, María Dapena y Miguel Troncoso, su record eran unas diez misiones sin salir heridos. Por último, los dos recolectores que después de él americano y González; eran los mejores. Eran un negrito muy gracioso que le decían Black Stone porque nunca moría…Aunque en realidad se llamaba: Keita Andalux. Y por último, Jet Lee; apodado así por ser fanático de las películas de este. Incluso de las malas que ves y luego tiras a la basura, pues él las ve una y otra vez; según dicen se mueve como él, pero se llama en realidad: Samuche Hyama.

Con estos Fernando tenía el grupo principal completo, pero de repente entro Lázaro en su despacho con cara de circunstancia; cerró tras él y ya podía imaginarse que es lo que pasaba.

—      ¿Qué pasa Acebero? – pregunto Fernando, con su manía de hablar por los apellidos a los demás.

—      Sindy está aquí y quiere pasar – trasmitió las malas noticias

—      … - lo pensó un segundo Fernando

—      ¿Qué le decimos? Está empezando a mosquearse, señor – metió prisa Lázaro.

—      Está bien, déjala pasar – se resigno Fernando

—      Pero… - quiso protestar, pero fue interrumpido.

—      Déjala, pasar. Si pasa algo, pulsare el botón de la luz exterior. – ordeno Fernando

—      Está bien, señor. – se rindió también, asintió con su cabeza y salió cabizbajo.

Fernando escondió los papeles que no debería ver Sindy, pues sabía que esta era muy observadora y lo veía todo; los metió incluso bajo llave. Río para el mismo, como si fuera a ver  a través del mueble; lo escrito en ellos. Sindy apareció en su despacho.

—      Toc, toc. – hizo el amago de llamar a la puerta con el nudillo

—      Muy graciosa, si ya estas dentro. – dijo irónico Fernando, se notaba que estaba molesto.

—      ¿No nos podemos llevar bien huraño? – pedí con amabilidad

—      Si, está bien; ¿Qué quieres Sindy? – asintió con su cabeza, pero sin fiarse demasiado.

—      Bueno…esta mañana hablando con Carlos y sus amigos – empecé a decir

—      ¿No me digas que al final vas a dejarle salir? – levanto una ceja molesto

—      ¡No! Tranquilo, no. – grite molesta, mas porque me interrumpiera que por otra cosa.

—      ¿Entonces? – levante una ceja sin entender nada

—      Ryoko, va con vosotros; Ryoko – termine de decir al fin.

—      ¡¿Qué?! ¿estás loca o qué? – grito fuera de sí.

—      No, ella va a ir; para asegurar que volváis con vida. – me cruce de brazos convencida.

—      ¿tanto confías en ella? – pregunto dudando

—      Si – asentí sin fiarme demasiado, después de todo; nunca la había visto en acción.

—      ¿Más que en Carlos? – me tentó

—      No es eso – negué con la cabeza

—      ¿Explícate? – volvió a levantar su ceja

—      Es fácil, ella ya está al máximo de sus posibilidades; Carlos no. – explique sin explayarme demasiado

—      Entiendo ¿y si me niego? – me puso a prueba.

—      Dejare y animare a Carlos a ir con vosotros – amenace sutilmente a Fernando

—      Tsch, después quieres que nos llevemos bien – me miro mal

—      Es que no eres razonable – lo mire con una suave sonrisa

—      Tu tampoco – él solo se enfado

—      Bueno, Ryoko va – dije sin amilanarme

—      Está bien. ¿Algo más? – miro hacia el mapa, trazando la ruta; que seguirían.

—      No, sigue con tu trabajo – permití mientras me levantaba

—      Gracias – me dijo sarcástico

—      De nada – agradecí, ganándome una mirada de reproche de su parte.

Salí de su despacho entre risas y me dirigí a mi trabajo, para variar. Tras muchas horas trabajando y la merienda, llego la hora de la fiesta; me puse el mejor atuendo que tengo. Es un vestido rojo precioso, que deja toda mi espalda, mis brazos y mis piernas al descubierto y queda colgado de mi cuello, para que no se me vea nada. Se ajusta a mi cuerpo a la perfección, recuerdo cuando lo encontramos; tuve que gastarme la mayoría de mis créditos para comprarlo. Lo malo de este vestido es que no puedo llevar absolutamente nada debajo, porque se notaria demasiado; aunque viendo la ocasión…creo que es lo ideal. Hago lo que puedo con mi pelo, aunque no tengo muchos potingues de chica y ahora lo lamento; consigo dejar mi pelo casi sin rizos al insistir bastante. Luego me perfumo con los restos de perfume que encuentro, mientras tarareo una canción que no recuerdo donde hoy; simplemente estoy feliz y canturreo como una tonta.

Luego me pinto los labios de rojo para hacer contraste con mi vestido, y me maquillo los parpados con celeste para hacerle juego al color de mis ojos; no tengo más maquillaje así que me quedo así, me asomo al espejo de mi habitación y me siento bonita. Empiezo a bajar las escaleras caminando todo lo sensual que se, las bocas de todos los hombres se abren por doquier; las miradas de reproche de sus mujeres lo dicen todo. Algunas mujeres juraría que me miran con envidia, otras con sorpresa; mejor dicho todos me miran con sorpresa jamás me han visto así. Solo puedo sonreír como una idiota, me siento única; como si eso importara en este mundo…pero me siento tan arriba, que no lo puedo evitar. Voy expulsando feromonas todo el camino, hasta que me encuentro con Pérez justo como quería; antes de llegar a la fiesta. Nos encontramos por casualidad; pero nos chocamos porque él va distraído y también porque quiero, hacerlo.

Pérez, me mira y se sonroja; intenta no mirarme pero se le escapa; una mirada de reojo.

—      ¿Qué, estoy bonita? – doy una vuelta sobre mí misma, para que me vea bien

—      Si, Sindy, tengo que irme – hace el amago de irse

—      ¡Espera! – le pongo una mano en el pecho y evito que se vaya

—      ¿Qué, quieres Sindy? – intenta hacerse el duro, pero se le nota claramente que está asustado; esta temblando.

—      Quiero disculparme por lo que paso el otro día – la verdad para mí era más difícil hacerlo que decirlo, soy como un chico; me cuesta disculparme.

—      ¿En serio? – empezó a reírse — No sabía que pedias disculpas – volvió a reírse.

—      Bueno, no me lo hagas mas difícil y deja de reírte, ¿me perdonas o no? – dije jugando con mi pie derecho y mirando el suelo avergonzada.

—      Si, lo siento; no puedo dejar de reír…No me esperaba esto de ti. – siguió riéndose

—      Eres un idiota, al final te mereces que te pegue otra vez – amenace con mi puño

—      Vale, ya paro; no te enfades – sonrió tímidamente

—      ¿Bueno, no vienes a la fiesta? – pregunte con curiosidad de adónde iba

—      Si, es que a Fernando, a Lázaro y a Manuel. “Se les ha olvidado Carlos, casualmente” “el anfitrión de la fiesta” aparte de Ryoko y Marcos, pero vamos que ya sabes. La fiesta en realidad es por él. – vi que Sindy me miraba y se reía con mis sarcasmos, al darle énfasis.

—      Ve a por él, anda. – le guiñe un ojo

—      Voy – aun estaba embobado mirándome

Tanto que al irse corriendo fue muy gracioso, pues se comió una pared se rio el mismo y se marcho avergonzado. Mientras todo esto pasaba…

Fernando salió de su despacho en dirección al arsenal, pero antes de irse; mando a sus hombres a por dos hombres y una mujer.

—      Lázaro busca a Jack Glaiden, Manuel busca a Lestar y a Rose – ordeno a sus hombres

—      ¡Sí, señor! – contesto con emoción Lázaro

—      ¿Señor, a los sin apellidos? – pregunto asustado Manuel

—      Si, ya es hora de que me devuelvan el favor – dijo como anécdota, más que dando una explicación.

—      Como ordene… - acepto Manuel

Hacía tiempo que Lázaro se fue a cumplir su cometido, aunque Fernando no tenia duda de que este tardaría mas en encontrar al suyo; Manuel encontraría a los sin apellidos donde siempre. Jack Glaiden era el experto en esconderse, nunca estaba en el mismo lado y no tenia rutinas. El se dirigió directo al arsenal, tenía que preparar lo que necesitaría el grupo B; para cumplir su misión. Al llegar al arsenal e identificarse como Fernando, se le abrió la puerta blindada. El guardia armado hasta los dientes y con la mejor armadura del refugio se quedo en la puerta con cara de mala leche.

—      Cuando lleguen Jack Glaiden y los sin apellidos déjalos pasar – ordeno

—      Hm – recibió un leve sonido en respuesta afirmativa.

Fernando preparo tres mochilas con los materiales necesarios, ya había hablado con ellos; así que todo seria rápido una vez que llegaran. Retrasar la fiesta había sido una gran idea, así todos estarían en la fiesta; mientras ellos trabajaban sin molestias. Luego preparo las armas de los tres que iban a la misión, para Jack Glaiden; la m-16 de arma principal. Dos 9 mm y dos puños americanos, además del plan Glaiden. Para los sin apellidos, la chica llevaba un cuchillo; un arco fabricado por ella misma y cuarenta flechas…el chico llevaba una escopeta, un par de ballestas de muñeca, cuatro hachas para lanzar y un hacha de combate. Lo más impresionante de los sin apellidos es que iban a pecho descubierto, sin embargo Jack Glaiden llevaba una armadura del tiempo de los conquistadores de América; era la primera vez que trabajaban juntos…pero por separado trabajaban bien y el líder de la expedición seria este último, el más experimentado de ellos. Fuera parte Jack Glaiden tenía alguna arma suya, que reservaba por si tenían problemas.

Poco después llegaron los sin apellidos, dos tenebrosos hermanos; que eran bastante temidos en el refugio.

—      ¿Nos llamaste Fernando? – susurro con su yerma voz Lestar

—      Si, os toca devolverme el favor – les recordó

—      ¿Devolvértelo? Como si algún día te fueras a dar por satisfecho – dejo caer Lestar

—      Bueno, ¿sabéis que tenéis que hacer? – pregunto para asegurarse

—      Sí, pero; ¿por qué no podemos ir solos? – recibió una pregunta de Rose con una voz aun mas tenebrosa que la de su hermano, pues siempre han trabajado solos.

—      Esta vez iréis con Jack Glaiden y le obedeceréis – dijo sin dudar, sabía que ellos solo respetaban el valor.

—      ¿Qué? Nosotros no obedecemos a nadie – negó Lestar con la cabeza

—      Esta vez sí y estaréis en paz; conmigo – ofreció a ambos, que lo miraron con desconfianza.

—      Júralo – pidió Rose

—      ¿Por qué quieres que lo jure? – quiso saber Fernando

—      Por tu hijo – Río con maldad Lestar

—      …Lo juro, pero no vuelvas a mencionarle – apretó los puños Fernando, no les tenía miedo; solo respeto.

—      Entendido – dijo fríamente Lestar.

—      Hermano, no seas cruel; ¿Dónde está nuestro equipo y nuestro “cargamento”? – miro Rose sin conseguir verlo.

—      Cogedlo, ahí está. – le señalo donde estaba.

Mientras ellos se armaban en silencio, llego Jack Glaiden.

—      ¿Alguna duda? – pregunto Fernando al verlo llegar jadeando

—      No, márchate a la fiesta – negó con la cabeza Jack recomponiéndose al instante

—      Suerte – ofreció Fernando a su subordinado

—      No la necesito – aseguro el americano.

—      Suerte a vosotros – ofreció a los sin apellidos

—      ¿Suerte? Eso es de humanos – se quejo Lestar

—      Suerte igual… - susurro Fernando mirándolos a los tres

Tras Jack Glaiden armarse y coger el cargamento, salieron del arsenal; mientras Fernando se dirigía preocupado hacia la fiesta que ya había empezado sin él. Antes de entrar en la misma vio pasar a hurtadillas a Jack, con los sin apellidos. Suplico que todo saliera bien y entro en la fiesta, tras un suspiro.

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