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Caprichos: Otras plumas (7)

en Otros Textos

El Penani

por Roberto Fontanarrosa

 

Una inocente pregunta en una charla de café, puede cambiarnos la vida. . . según nos cuenta el rosarino Roberto Fontanarrosa.

 

El que puso el dedo en la llaga fue, sin quererlo, el "Gamuza".

--Che, Penani --le preguntó--. A vos ¿Por qué te dicen Penani?

El flaco bajó la sexta que estaba leyendo, lo miró un momento y, encogiéndose de hombros, dijo:

--Qué sé yo.

--¿Cómo no sabés, gil? --insistió el otro.

--No. No sé.

--Otario --se puso agresivo el Gamuza--. Te dicen Penani y no sabés por qué te dicen Penani. . .

El flaco dejó de prestarle atención, volvió a levantar el diario buscando la página de deportes.

--Qué sé yo, Gamuza --concluyó--. No hinchés las bolas.

El Gamuza se levantó, riéndose, mirando a los demás.

--¡Qué otario éste! --lo señaló--. Ni siquiera sabe por qué mierda le dicen así.

Pero, a pesar de la aparente indiferencia con que el Penani había tomado la pregunta, al día siguiente quedó demostrado que la cosa lo había dejado con cierta preocupación.

--Vos sabés que el rompebolas de Gamuza --arrancó, sin previo aviso, el flaco en tanto masticaba aparatosamente unos saladitos-- ayer me metió un dedo en el culo. . .

Guilloti lo miró, expectante.

--Me preguntó --siguió el flaco-- por qué a mí me dicen "Penani". ¿Y vos sabés que es una buena pregunta? Mirá vos, mirá vos cómo son las cosas. A mí nunca se me había ocurrido preguntármelo. Mirá vos. . .

--O sea. . . --empezó Guilloti-- . . .a vos te dicen Penani desde muy chico, me imagino.

--Siempre. Desde siempre --volvió a atacar los saladitos el flaco--. Y son esas cosas que vos ya las aceptás así. Que ni se te ocurre preguntarte por qué carajo son o de dónde carajo salen. Te llaman así y chau, a la lona, nadie entra a averiguar por qué. . .

--Claro --aceptó Guilloti-- . . .como a mí Cacho.

--Bueno. . . Pero en el caso tuyo. . . nadie va a pensar que Cacho puede tener algún significado especial.

--Eso es verdad --aprobó Guilloti.

--No vas a ser un cacho de algo, un pedazo de alguna cosa.

--No --casi sonrió Guilloti.

--Qué joda ¿no? --el flaco se quedó pensativo. Cacho también. Pero a poco aportó lo suyo.

--Generalmente --dijo-- esos apodos raros que vienen de muy pendejos, son por alguna palabra que decías mal, o que le llamabas así a alguna cosa, o. . . --a Guilloti se le terminaron los argumentos.

--Sí --consintió el flaco-- . . .pero "Penani". . . ¿Qué sorete es "Penani"?

--La verdad. . . --admitió su ignorancia Guilloti.

--Puta. . . se me ha despertado la curiosidad --se estiró el flaco en su asiento rascándose la entrepierna.

--¿Y por qué no le preguntás a tus viejos? --le dijo Guilloti.

--Sí. Sí. Les voy a preguntar --anunció el flaco. Y se pusieron a hablar de fútbol. Lo cierto, y para no hacerla larga, es que el flaco esa misma noche le preguntó a la madre. La madre primero lo miró con extrañeza, luego se puso algo nerviosa y, finalmente, le dijo que ella tampoco sabía.

--Vieja --se enojó el Penani--. ¡No me vas a decir que vos me conociste cuando a mí ya me decían así!

Pero la madre se mantuvo en lo suyo. Le dijo que si lo sabía se había olvidado, que debía ser por alguna tontería y que posiblemente el que tenía conocimiento del asunto era su padre.

El flaco quedó muy preocupado, no sólo porque su padre había muerto cuatro años atrás al chocar con el Rastrojero, sino porque esa noche la madre no quiso cenar y estuvo lloriqueando durante todo el tiempo que se mantuvo mirando televisión. Al día siguiente, el flaco abordó a Brígida, la abuela. La anciana sólo le brindó una información somera.

--Nene --le dijo--, si siempre te han llamado así --justificó.

--Sí, pero quiero saber por qué me llaman así.

La abuela miró hacia todos lados, se asomó a la puerta de la cocina, y después le dijo:

--No sé, querido. Me olvido de las cosas. Vos sabés que no ando muy católica de la memoria.

Penani tuvo que contenerse para no pegarle. La vieja aquella tenía una memoria prodigiosa que le permitía recordar qué vestido había usado su prima Etelvina cuando el casamiento de tío Eloy, a mediados del año 27, o el número de teléfono de su hermana Ruth, en Saladillo, de donde ésta se había mudado hacia fines del 31.

Penani tomó férreamente a la vieja por un brazo y amenazó torturarla con un tirabuzón. La abuela chilló un poco, le rogó después que no la comprometiese y, finalmente, vomitó.

Aquello ya sacó de quicio al Penani. Al día siguiente no apareció por el taller. Se tomó un ómnibus y se fue hasta el instituto psiquiátrico de Oliveros, a ver a su tío Tomás, internado allí desde hacía algo más de 25 años, año más año menos. Nunca había quedado bien en claro si Tomás estaba realmente loco en el momento de la internación, lo que produjo a través del tiempo más de una controversia airada en la familia. Pero Penani sabía que el tío había vivido sus últimos años de cordura en la casa, cuando él era chico, y podía saber algo respecto de su apodo.

El recuerdo de su tío Tomás era muy borroso para el flaco. Recordaba una escena de una Navidad cuando él mismo, el flaco, tendría cuatro o cinco años, con Tomás levantando un fuentón de barras de hielo, y otra escena, con su tío peinándose frente al espejo del baño de servicio, con un tenedor de postre.

Penani fue a ver a Tomás ese día, y volvió ya de noche.

De allí en más su conducta cambió mucho. De común alegre y dicharachero, se tornó un muchacho serio y reconcentrado.

Un día antes que los compañeros de la barra lo abordaran para preguntarle qué le pasaba, hizo las valijas y se fue del barrio.

Al tiempo, se enteraron de que se había ido a vivir a Australia, que trabajaba en una curtiembre, arreglaba artefactos eléctricos y hacía otros trabajos menores.

 

***

 

* cuento transcripto del volumen de relatos "No sé si he sido claro" (1985) de Roberto Fontanarrosa (Rosario, Argentina, 1944). El autor, conocido guionista y dibujante de historietas, ha publicado también novelas y recopilaciones de cuentos: "El mundo ha vivido equivocado", "Los trenes matan a los autos", "Nada del otro mundo", "Te digo más. . ." y "Usted no me lo va a creer", entre otros.

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