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Caprichos: Otras plumas (9)

en Textos educativos

Acerca de la literatura gay
por Alfredo Fressia *



¿Existen estéticas gays? Denomino "literatura gay" a la obra producida por una especie de hipergeneración que vivió el homoerotismo en condiciones que tienden a desaparecer (o atenuarse) desde hace algunos años. Agregaré la idea de literatura "postgay", un nombre que considero apropiado porque también relativiza la palabra gay.

Parece incuestionable la idea foucaultiana de la creación del personaje homosexual hacia mediados del siglo XIX. Lo que no pasaba de prácticas eróticas que no definían especialmente a un individuo, se torna, a partir de entonces, en "síntoma" externo de ese nuevo "enfermo" que es el "homosexual", un personaje que la ciencia pasa a estudiar, analizar, disecar. Casos patológicos, pero también depravados morales o criaturas endemoniadas, los homosexuales sufrieron desde entonces una persecución tanto más implacable cuanto más numerosa era la mano de obra consumidora de que la prosperidad burguesa dependía. El dispositivo ideológico justificó el crimen del que los "homosexuales" (con ese nombre "científico" desde 1869) fueron objeto(1). La historia de ese crimen merece un espacio que excede el de esta nota. Sin embargo, se debe destacar la colaboración que el psicoanálisis prestó con demasiada frecuencia a la demonización homosexual y también el genocidio practicado desde los años ‘30 por Hitler y Stalin. Hasta hoy, los homosexuales estigmatizados por la estrella rosada, deportados y asesinados en los campos nazistas de concentración, como los gitanos, son a menudo olvidados en la historia de los genocidios del siglo XX. La traición stalinista a los ideales de libertad sexual practicados por la revolución soviética durante los años ‘20 se concretó en el asesinato y el confinamiento de homosexuales en asilos psiquiátricos, emblemática alianza de la represión y la psiquiatría(2).

Dominique Fernandez(3) toma las fechas de 1869 (invención de la palabra "homosexual") y 1968 ("liberalización" de costumbres) como las que encierran el peor período de persecución contra los homosexuales(4). En una nota periodística(5), denominé este período "el siglo oscuro". Aclaraba allí que "En lo literario no se trata obviamente de tomar la inmensa producción del tema homosexual previa al siglo XIX como un bloque monolítico e idílico. Es más bien un modo metafórico y sin duda práctico de deslindar el siglo en que esa literatura conoció la peor represión." La represión literaria adquirió por lo menos dos formas. La primera de ellas fue la prohibición, la manipulación y la mutilación de obras de tema homoerótico. En aquella nota citaba el verso de Miguel Angel "Resto prigionier d’un cavaliere armato" deformado en "Soy prisionero de un corazón armado de virtud" (6). Las traducciones decimonónicas de la lírica griega y latina mutilaron sistemáticamente nombres y pronombres reveladores. En las primeras traducciones francesas de Walt Whitman el poeta se dirigía a una destinatario femenino, manipulación que sólo acabaría debido a las denuncias de André Gide.

El segundo modo de represión literaria fue la censura y la autocensura, frente a la cual Marcel Proust transforma a Alberto en Albertina (el cambio del género de la segunda persona se volvería una práctica frecuentemente revisitada), Jean Cocteau publica Le livre blanc (1928) sin el nombre del autor, Edward-Morgan Forster no osa publicar en vida su libro Maurice (escrito sin embargo desde 1913), Herman Melville vuelve las alusiones tan sutiles en Billy Budd (comenzado en 1888, publicado por sus herederos sólo en 1924) que el lector descuidado se despista fácilmente.

D. Fernandez señala que los autores de esta literatura gay nacieron todos hacia mediados del siglo: "Les fondateurs de cette culture sont tous nés -ce n’est pas un hasard- entre 1844 et 1880: Verlaine en 1844, Loti en 1850, Eekhoud, Rimbaud et Wilde en 1854, Gide en 1869, Proust en 1871, Thomas Mann en 1875, Montherlant en 1876, Forster en 1879, Martin du Gard et Zweig en 1881. Tous liés entre eux par la solidarité secrète des parias, tous errant une ‘lumière à la main’ dans les catacombes de la civilisation industrielle, à la recherche d’un impossible salut".

Estos autores constituyen la verdadera literatura gay, una literatura creada sobre el doble juego de la culpa y la justificación, que teje una red infinita de alusiones, que trabaja sobre la máscara y el travestimiento, que se complace en remisiones al universo mítico, con frecuencia greco-romano, que "milita" explícita o implícitamente y oscurece (y a veces alegoriza) el significado para burlar a la censura pero también se sabe y se quiere decodificada por la parte del público dispuesta a entenderla. Balzac no necesitaba recurrir a estos juegos del estilo y de la sensibilidad cuando crea a Vautrin y a Lucien de Rubempré. En principio, los autores que hoy día crean literatura de tema homoerótico tampoco. Las feroces condiciones de la represión en el siglo oscuro dieron a esos productos culturales un conjunto de características que nos permite considerarlos como un corpus bastante coherente. Constituyen lo que denomino la literatura gay (y sigo con esto parte de los criterios de D. Fernandez).

En el caso uruguayo, más que un conjunto de obras el período gay produjo más bien el silenciamiento. Con la sola, pero ambigua excepción de Armonía Somers, el homoerotismo es un tema casi siempre ausente, o mencionado desde la perspectiva homofóbica de la ideología dominante(7).

Con el nombre de "literatura postgay" designo a los productos literarios de tema homoerótico ulteriores al siglo oscuro. Con una aclaración poco sorprendente: el siglo oscuro no está totalmente cerrado en casi ningún ámbito social. Queremos imaginar que todas las formas de represión se acaben. En América Latina queremos creer en el fin de las persecuciones contra los homosexuales en Cuba, el fin de las leyes represivas contra relaciones entre adultos en Chile, la aprobación de la hoy postergada "unión civil" entre personas del mismo sexo en Brasil (y en el resto del Continente). Desgraciadamente, la práctica demuestra que estamos bastante lejos de la realidad deseada, tanto en el nivel jurídico como en el plano socio-simbólico más vasto, lo que determina que por el momento la estética postgay oscile entre el goce de las libertades adquiridas y la reivindicación. Si por un lado esta literatura ya no necesita burlar a la censura oficial, hereda de la etapa gay la necesidad de afirmación y, con frecuencia, de militancia. Es la encrucijada exacta en la que se encuentran -para dar un ejemplo uruguayo- los relatos de El ojo en el espejo de Alvaro Fernández Pagliano (1997). Y es probable que, después del siglo oscuro, todos los productos estéticos gays lleven consigo la memoria de los crímenes sufridos. La cultura gay también es memoria de la persecución(8).

Por otro lado, no todos los actores culturales vivencian del mismo modo esta etapa que debería tender a la libertad expresiva, y esto se refleja en los productos culturales. En la literatura postgay uruguaya, se debe constatar su parquedad en la narrativa, en contraste con una cierta exuberancia en la lírica. En los últimos quince años la literatura uruguaya cuenta con por lo menos una docena de poetas que abordan el tema homoerótico, mientras los relatos que tratan el tema no pasan de tres libros y sólo dos ensayos lo abordan. ¿Cómo explicarlo? ¿Adjudicarlo a una especie de oscura polisemia intrínseca de la lírica, donde los creadores se sentirían con más libertad para expresarse sin sufrir las sanciones ordinarias en una sociedad homofóbica? ¿O sería el propio carácter de gueto que tal vez caracterice la producción y el consumo de poesía en nuestras condiciones, con ediciones limitadas y destinadas a un público que con frecuencia los poetas conocen casi personalmente?

Si alguna de estas hipótesis se revela adecuada, o si ambas lo son, quedará aún más patente que la literatura postgay no significa en absoluto una ruptura con los productos del siglo oscuro. El peso de la tradición gay se revela también en algunas características de la estética neobarroca -definida por Sarduy como kitsch, camp y gay- que exacerba procedimientos estéticos ya presentes en muchos productos de la etapa gay. Uruguay Cortazzo, quien ha consagrado un esfuerzo teórico considerable a este tema, resume bien el lado gay del neobarroco: "…la revuelta homosexual (es) en gran parte un ataque a esta trascendencia que la niega en su especificidad, en su inmanencia y (…) su cultura (es) de una provocante superficialidad: una irrisión de roles y actitudes, una pérdida de seriedad, una revolución carnavalesca que altera el orden de la razón social, una disolución en un ritual gratuito de máscaras y apariencias. En el neobarroco esto se traduce como un ataque a la razón poética patriarcalista. Al minimizar el significado y reducirlo a puro significante, se está justamente invirtiendo el sistema: la carne lingüística no está al servicio de un concepto superior: la razón está en el propio cuerpo, en la piel fónica"(9).

Finalmente, me parece importante destacar otra característica de la etapa postgay, menos relacionada con la creación estrictamente literaria. Si ningún fenómeno cultural es totalmente autónomo con respecto a los otros hechos socio-culturales, la estética postgay parece organizarse sobre la dinámica del diálogo y la "contaminación". La cultura postgay "contamina" los productos culturales de consumo masivo, lo que se constata con facilidad en los medios creadores de imágenes, en particular la televisión y la moda. El fenómeno es nuevo, debido sin duda a la relativa novedad de la propia inflación de informaciones a la que se asiste. Esto es, si siempre hubo gays entre los grupos formadores de opinión, en la última década su presencia se vuelve funcional en la estructura de la dinámica cultural. El fenómeno trae consigo el desarrollo del consumo de productos gays, una industria que no se limita a camisetas o a danceterías de moda sino que incluye la diseminación de una estética y de actitudes comportamentales.



NOTAS:
1. El barbarismo homosexual (que junta el griego homo y el latín sexus) fue creado por el húngaro Benkert, quien defendía la libertad de los comportamientos sexuales. A pesar de sus ulteriores connotaciones médicas el término parece hoy inevitable. La palabra gay podría designar un modo de vida, algo más amplio que el mero comportamiento sexual. En esta nota escribo el término gay en itálico cuando designo el período del "siglo oscuro", que deslindo de la etapa "postgay".
2. Todavía en 1971, la "Gran Enciclopedia Soviética" considera a la homosexualidad como una "perversión sexual" y una "atracción contra natura" penalmente castigable.
3. "1869-1968: il faut situer entre ces deux dates ce qu’on appelle la ‘culture homosexuelle’. Avant 1869, les textes qui parlent d’homosexualité relèvent plutôt de la littérature anecdotique, de la petite histoire. Aucun homosexuel ne songe à se raconter, parce qu’aucun ne se sent ‘différent’. Après 1968 la différence devient à la mode et alimente le marché de l’édition. Par culture homosexuelle, nous entendons donc la culture de ceux qui, mis au ban de la société par les nouvelles lois bourgeoises, ont essayé de se ressaisir, de se comprendre, de retrouver une identité grâce à l’oeuvre d’art. Culture clandestine par force et qui oscille entre la honte et la revendication." "Grandeur et décadence de la culture homosexuelle", Prefacio de "Les amours masculines. Anthologie de l’homosexualité dans la littérature" de Michel Larivière. Lieu Commun. Paris, 1984. (pág. 18).
4. Se debe considerar la fecha de 1968 como meramente emblemática. En cine, por ejemplo, si 1968 es el año de "Teorema" de Pasolini, lo es también de "Z", de Costa-Gavras, una película que atribuye la condición homosexual a un asesino fascista. (La misma actitud homofóbica se encontraba en "Roma, ciudad abierta", 1945, de Roberto Rosselini, que presentaba a una lesbiana torturadora. También Visconti, cuya obra revela a un homosexual angustiado por la culpa, pinta a la homosexualidad en la ascensión del nazismo en "La caída de los dioses", esto en 1969).
5. "Brecha". 2 de agosto de 1996.
6. Extraje este dato, como muchos otros, del ensayo "La rapt de Ganymède" del mismo Dominique Fernandez (Grasset, París, 1989): "Les poèmes de Michel-Ange ne sont publiés qu’après sa mort. Le plus célèbre de ses vers, ‘Resto prigionier d’un cavaliere armato’, est une allusion on ne peut plus claire à la passion du poète pour le jeune Tommaso dei Cavalieri. L’arrière-petit-neveu de Michel-Ange, qui s’est chargé de la publication posthume, dénature ce vers, qui devient: ‘Je reste prisionnier d’un coeur armé de vertu’. Il a fallu attendre jusqu’à 1897 pour qu’un érudit allemand examinât les manuscrits et restituât le jeu de mots provocant." (p. 222).
7. Existe, es verdad, el ensayo "Alexis o el significado del temperamento urano", de Alberto Nin Frías, Javier Morata editor, Madrid, 1932. El interés del ensayo reside en la estrategia con que Nin Frías negocia con la homofobia (que es allí epocal, no especialmente uruguaya) el reconocimiento del "uranismo" de varios genios del arte universal (Virgilio, los griegos, el renacimiento florentino, Shakespeare, Francia, la España moderna). El resultado es un documento más útil para entender la época de su producción que un eventual "significado del temperamento urano". Del mismo autor se debe señalar el relato La fuente envenenada (1911). También debemos versos de tema homoerótico al poeta Angel Falco (Vida que canta, 1908) que incluí en mi collage Amaores impares (1998).
8. El tema de la memoria de las persecuciones es constitutivo de casi todos los grupos de militancia gays en Brasil (la experiencia latinoamericana que conozco mejor). Varios grupos relevan y repertorian los asesinatos cometidos anualmente contra homosexuales en el país. El "Grupo Gay da Bahia" funciona como "central" de los datos que son presentados a la ONU. No es casual que su presidente, el antropólogo Luiz Mott, sea un especialista en Inquisición lusobrasileña.
9. "Jaque". 6 de mayo de 1987.




* Alfredo Fressia (Uruguay, 1948). Poeta y ensayista. Autor de libros como Noticias extranjeras (1984), Frontera móvil (1997) y Veloz eternidad (1999). También ha sido colaborador frecuente del suplemento El País Cultural (Uruguay) y de Banda Hispânica (Brasil).

 

*****

 

DECADENCIAS: Sobre literatura gay
por Luis Antonio de Villena **



A mí me importa menos saber si existe o no una llamada literatura gay o lésbica (objeto de estudio, sobre todo, en las universidades de Estados Unidos) cuanto el futuro o la calidad de esa literatura que, esencialmente y a falta de que se estudien los posibles estilemas de su posible y desde luego nunca unívoco estilo, hoy por hoy, es sobre todo un tema. Pero, ello sí, un tema en crecida. Y que, a mi entender, no debe aspirar sólo a un público gay o lésbico sino a cualquier público.

¿No puede un homosexual leer los poemas de amor de Pablo Neruda, porque el objeto de ese amor sea siempre la exuberancia y calidez femeninas? Sería un disparate. Igual que si una heterosexual no lee -por ejemplo- los atinados poemas de Cristina Peri Rossi porque, a menudo, desde lo femenino, asedian y requiebran a otra mujer. O no leer a Cavafis -un hetero, ahora- porque canta su deseo por los muchachos venales... La onda expansiva de la calidad literaria -de lo que se llama literaturidad- hace que todos (existiendo esa calidad) puedan y deban ser leídos por todos. El tema, siendo importantísimo, resulta a la par, intrascendente.

Sin embargo existe hoy -y España no es, por fortuna, excepción- un mercado exclusivamente gay o lésbico (más pequeño de lo que suponen algunas casas de múltiple comercio) que da más importancia al tema que a la investigación, a la fuerza o al estilo literarios. La existencia de esa literatura (quizás, ahora sí, literatura gay) tiene su transitoria razón de ser en la necesidad de ese público de ver reflejado con normalidad un modo de vida distinto, pero no menos normal que los otros. Algo lógico. Esta demanda está creando cierta literatura gay de pocos quilates (refugiada, por lo general, en editoriales que no aspiran a trasponer el gueto) pero, a mi entender desdichadamente, ha atrapado también a novelistas de más talento -novelistas sobre todo- que, en función del tema y de ese público, se han lanzado a novelas tan bien construidas cuanto planas. Entre los que he seguido, puedo citar el caso del británico Alan Hollinghurst, ampliamente traducido en España. Tras una buena primera novela, La biblioteca de la piscina (1988) y una segunda -siempre gays- no exenta de riesgo y propuestas -La estrella de la guarda (1994)-, termina por hoy con la aburridísima El hechizo, cuya única tediosa virtud -literariamente tediosa- es presentar como normal el normal vivir gay. Con mayor llaneza que Galdós (es un decir) pero muchísimos años más tarde...

Del americano David Leavitt casi puede decirse lo mismo o un poquito peor. Desde la promesa (la inquietud) de El lenguaje perdido de las grúas (1986) hasta la inanidad de Junto al pianista (que contagió, incluso, al querido cineasta Ventura Pons) hay algo más que una cuestión de éxito fácil o de demanda editorial aproblemática. ¿Dormirse en los laureles, lo llamaríamos? ¿Bajar la guardia de lo estrictamente literario? ¿Adular a aquel público?

Hace algún tiempo -desengañado de la normalidad-, el francés Dominique Fernandez avisaba sobre la diferencia cualitativa entre la literatura gay maldita (Pompas fúnebres de Genet o El bosque de la noche de Djuna Barnes) frente al tono intrascendente -decía Fernandez- de lo permitido. ¿Habría que volver, pues, a la interdicción? ¿Sufriría una sociedad por el presunto alza de su literatura? La ocurrencia no merece respuesta. Sin embargo, Fernandez (también Edmund White, que no es ningún genio, pero viene de la etapa anterior, lo ha visto) puso un dedo en la llaga. Gay o no, el escritor jamás puede olvidar la literatura. Y ésta -aunque se asiente en un tema- es palabra y magia de esa palabra. Construcción verbal y aventura en su mismo significado. O sea, literatura -gay o no gay- es saber que nunca jamás hay que quedarse aplatanados y quietos. Y en esa inconformidad late el añorado malditismo.




** Artículo de opinión de Luis Antonio de Villena para el periódico El Mundo (Madrid).
Jueves, 27 de junio de 2002.

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