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Perversa obsesión

en Sadomaso

Él pensaba que no enteraba como me miraba, pero resultaba imposible esquivarla. Para mi desgracia, me aterraba y me excitaba a partes iguales, hasta el punto de que la primera vez que me metí los deditos fue su imagen la que se me vino a la cabeza.

Durante años no paso nada entre nosotros. Nuestra relación se basaba simplemente en un hola y adiós cada vez que nos encontrábamos en la calle. Lo peor es que durante ese tiempo había decidido seguirlo a escondidas y descubrí su gusto por follarse a la prostituta de la esquina por todos los agujeros de su asqueroso cuerpo.

Asegurar que la odiaba con toda mi alma es quedarse corto. Sabía que estaba mal, que la relación que ambos tenían no podía ser sana, y que el modo en que él la utilizaba a ella no era ni medio normal, pero no podía evitar imaginarme por las noches siendo ella y atendiendo a sus asquerosas peticiones con mi cuerpo.

Pero todo quedaba en eso, un sueño.

Todo cambió el día que mi padre cayó enfermo. Mi madre no quería por nada del mundo que me pudiese quedar fuera de casa simplemente por olvidarme las llaves dentro mientras ella estaba en el hospital. Yo me quejé de que me tratará como a una niña, pero mi madre se terminó poniendo seria.

¿De todos nuestros vecinos por qué a él? Recibió las llaves con una sonrisa en la cara y una mirada malvada en los ojos.

Esa misma noche me violo. Me acuerdo de como me quede paralizada cuando lo vi en abriendo la puerta de mi habitación y como me arrojó contra mi cama. Recuerdo como para mi desgracia como el orgasmo inundo mi cuerpo al poco de sentir su polla dentro de mí. Recuerdo como el me susurraba al oído lo puta que era.

Mi propio cuerpo me traicionó y terminé teniendo el mejor orgasmo de mi vida mientras me forzaban. Cuando él lo notó, hizo mucho más brutales y rápidas las penetraciones. Sufrí otro orgasmo mucho antes de que el se corriera dentro. Antes de marcharse, me amenazó de muerte si le contaba algo a alguien.

Llore hasta que no quedaron lagrimas dentro.

No tuve fuerzas para nada y cuando el volvió sobre el amanecer fue para encontrarme donde me dejó, medio desnuda, tirada en la cama con las piernas abiertas y los muslos y sábanas manchados con la sangre de mi primera vez.

Nada de eso le importo y volvió a meterse dentro de mi como un animal, una bestia salvaje que había luchado contra mil machos para conseguir a su hembra. Me follo en mi propia habitación a pesar del hedor a hembra que lo envolvía todo. Volví a correrme como una cerda en cuanto sentí que su polla se metía dentro de mi.

Está vez estaba siendo plenamente consciente de todos los abusos a los que estaba sometiendo mi cuerpo. Él había decidido tomárselo con calma. Tras la primera follada decidió que era el momento de jugar con mis pechos mientras se tomaba una cerveza. Ningún otro chico jamas se había tomado conmigo las licencias que se estaba tomando él. Me los sobo, lamió, mordisqueo... Y todo eso al tiempo que me masturbaba metiéndome sin compasión un par de dedos.

Me rompió el culo. Lo hizo prácticamente en seco salvo por el baño de con los restos de la cerveza que le dio a su pene. Terminó penetrándome hasta los mismísimos huevos.

Cuando se cansó me ordenó que me vistiera y me maquillará la cara de puta llorona que tenía. La verdad es que la imagen que reflejaba el espejo daba bastante pena. Tenía el pelo revuelto y esté, la cara y los pechos estaban manchados con los restos de su última corrida. Tenía los pechos marcados por sus mordidas y la entrepierna roja como si estuviera en plena menstruación. Tenía los ojos hinchados de tanto llorar.

Mi primera reacción fue coger un papel para limpiarme los pegotes de semen que adornaban mi cuerpo aquí y allá, pero en seguida me detuve. Eran la prueba de que era suya, al igual que la sangre y el fuerte olor que emanaba de mi cuerpo y que no era exactamente únicamente de corridas.

No me peine ni me limpie, me maquille lo mejor que pude y me vestí con una blusa, falda de cuadros y medias.

Eso le encanto. Me obligó a sentarme como una colegiada encima de sus rodillas y comenzó a acariciarme los muslos y el coño. Volví a sentir sus dedos dentro de mí y no tarde mucho en tener los muslos completamente pringosos de fluidos vaginales y está vez le chupe los dedos con gusto.

No recuerdo cuantas veces me masturbo a lo largo del día pero si recuerdo que se las apaño para me corriera un par de veces por habitación por lo menos. Cuando decidió tomarme de nuevo desde atrás en la cocina apenas si tenía fuerzas para soportar sus fuertes embestidas.

E hizo algo que me dejó bien claro a que clase de hombre me estaba entregando en cuerpo y mente: me cosió el coño. La operación apenas duró unos segundos (¿minutos, horas?) en los que sentí la fuerte presión de su mano, unos leves pinchazos y el rocé del hilo contra mi piel. Lo peor era la humillación y saber que significaba todo eso.

Y no fue la única. Mientras intentaba aceptar que tenía esa parte de mi cuerpo atada e inaccesible, se presentó con un enorme dildo que me metió en el culo a base de hacer fuerza y empujar. Me fui a la cama machacada tras lograr mear en la bañera como una perra para no ponerlo todo perdido y si os lo estáis preguntando, efectivamente, no me quedo otra que dirigirme a mi cama a cuatro patas debido al dolor y molestias que sentía detrás.

Volvió a presentarse de nuevo al amanecer, listo y preparado para abusar de mi durante todo el día...

Mientras revisaba los hilos y que todo estuviera en su sitió, me fue contando los gloriosos planes que tenía para mí, pensados a lo largo de años.

Ese segundo día me selló el coño con un par de candados y un pequeño vibrador dentro. Esté estaba programado para que de forma aleatoria, ponerse a tope hasta que alcanzará el orgasmo y los fluidos salieran a borbotones a través de la fina cadenita que ahora llevaba. Cada vez que ese juguete decidía encenderse se me doblaban las rodillas y no podía parar de gemir de puro gusto. Al principio, con toda la vergüenza del mundo, tanto delante de él como a solas.

Quería quitármelo, coger unas tenazas y librarme para siempre de ese maldito estorbo, pero justo cuando estaba buscando entre las herramientas de mi padre, el maldito chisme como si hubiera oído mis pensamientos decidió darme otra buena descarga. Durante horas me tuvo tirada en el garaje del edificio muerta de miedo pensando que alguien me iba a encontrar mientras disfrutaba de un orgasmo tras otro. Apenas pude subir las escaleras de vuelta a mi casa.

Cuando llegué a ella me estaba esperando él, cabreado. Llevaba un buen rato esperando para poder follarse a su perra, aguantando el hedor a insoportable a hembra que había por toda la casa. Yo me disculpe como pude, pero sabía que eso no iba a ser suficiente para calmar su furia. Al final termine aceptando cualquier castigo que él me impusiese.

Se orino encima de mi.

Y sí, me folló. Descubrí que la cadena no me permitía meterme mis dedos, pero él si que podía meter su polla en una única posición, salvaje y brutal, de total entrega hacía él.

Mientras la situación de mi padre se agravaba, yo me iba degradando cada vez y más.

No tardó mucho tiempo en que me acostumbrará a correrme por cualquier esquina de mi casa o a que él se corriera y se meara encima de mi. Verme bañada en su semen le gustaba, pero era mearme lo que le provocaba un placer de lo más morboso. Lo que empezó siendo un castigo, se convirtió poco a poco en uno de sus mayores placeres. Le gustaba hacerlo sobretodo por la tarde, cuando el juguete que seguía dentro de mis entrañas le daba por matarme a orgasmos.

Me grabó para que me viese en pantalla grande: Tirada en el suelo gimiendo mientras me bañaba con su orina en el salón de mi casa. Nunca había pasado tanta vergüenza. Hasta que recordé como estaba todo.

Cuando se me ocurrió preguntarle cuando me iba a permitir limpiar la casa o bañarme, él me golpeo y terminó violandome.

Y yo me corrí como la perra que era.