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De niña a perra (III)

en Sadomaso

Me desperté como si todo lo que me había ocurrido el día anterior no fuera más que un magnífico sueño. Pero en el momento en el que vi su maleta y su bolso tirados por mi habitación, en el momento en que puse mis manos en sus prendas íntimas supe que todo había sido fue real. Sólo tras ducharme y vestirme reuní fuerzas suficientes para bajar al sótano y comprobar que Perra seguía ofreciendo su cuerpo a todo aquel que quisiera tomarlo.

Lo primero que me llamó la atención fue el olor. Perra se había orinado encima, algo lógico y normal si tenemos en cuenta como la habíamos dejado, pero que ni si quiera se me había ocurrido que iba a ocurrir. Lo segundo es que no tenía manera de saber si estaba dormida o despierta ya que mi mujer había tapado su cabeza y la había amordazado.

Sólo el suave subir y bajar de sus pechos me confirmaba que al menos estaba viva.

Me saque la polla y me puse a masturbarme con la intención de correrme encima de ellos. Apenas había comenzado cuando decidí meterla los dedos hasta el fondo del coño para masturbarla. Perra dio un respingo. Estaba profundamente dormida y no la gustaba para nada este asalto en su zona íntima, pero esta reacción sólo me puso más cachondo de lo que ya estaba.

Comencé a masturbarla con fuerza mientras ella se retorcía intentando liberarse las cuerdas, pero era una mera cuestión de tiempo que terminará corriéndose. Sólo que cuando estaba a punto de alcanzarlo, cuando al fin se relajo y acepto lo que la estaba pasando, yo me detuve...

Terminé de pajearme manchando de semen sus precios pechos y escribí sobre su estómago con un rotulador negro “Mi perra” y de nuevo “Mi perra” y “Mi puta” en el interior de sus muslos. No estaba muy seguro de lo que estaba haciendo en ese momento, solo sabía que quedaba bien y pensaba que no era permanente, solo duradero...

 

*****

 

Esa mañana me levante tarde y lo primero que hice fue acercarme a ver que tal se estaba adaptando la perra que teníamos en el sótano. Observe que el imbécil de mi marido había utilizado un rotulador imborrable para escribir sus payasadas en ella. No importaba, la escribí varios “putas”, “zorras” y “perras” más y escribí lo mismo que mi marido en sus brazos y antebrazos, así como

La puse el collar de perra y la desate las piernas y los brazos, pero seguía conservando la manos atadas y la capucha puesta. La conduje hasta un espejo de cuerpo entero donde la deje observar que habíamos hecho con su cuerpo. No os podéis imaginar la cara que puso y desde luego yo no sé describirla. De alguna forma empezaba a sentir pena por ella misma.

No la di la menor importancia a lo que sintiera y la obligue a arrodillarse para frotar mi peludo coño en su cara, algo que debo reconocer, me encantó. Cuando me canse, o más bien cuando al fin me corrí en su carita, la tire del pelo para forzarla a abrir la boca y poder orinarme dentro de ella.

-Y tienes suerte de que no te eche de casa, puta.

Abofetee su cara una par de veces con la mano libre con tanta fuerza que la partí el labio. A continuación la ordene que me lamiera la planta de los pies. Desde está posición podía apreciar perfectamente su hermosa mata de pelo y su la blancura de la piel de su espalda.

No estaba muy segura de porque Perra se comportaba como lo hacía, pero se tomaba su papel complemente en serio. Me paso su dulce lengua por la planta y relamió cada uno de mis dedos como si se tratará del mejor y más selecto de los manjares.

Volví a amordazala con un bozal pues no quería escuchar ni un sólo sonido saliendo de su apestosa boca.

Sé que un arnés con polla no es como una polla de verdad, pero hacía un tiempo que me había comprado uno doble para la penetración vaginal y anal bien grande (30 cm) y ahora mismo ardía en deseos de probarlo con Perra. La guié hasta mi habitación y la apoye contra la cómoda de tal forma que pudiera verse bien en el espejo.

Una vez puesta comencé las brutales penetraciones hasta el jodido fondo de la polla de plástico al tiempo que la agarraba del pelo para que no se perdiera el espectáculo. Las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas. El plástico, de un color claro, empezaba a ponerse marrón debido a la mierda que atesoraba en su interior. No me preocupe, ya lo limpiaría con la lengua.

Termine cuando ella no podía sostenerse en pie pero eso no significaba en absoluto que hubiera terminado con ella. La arrastré al patio y tuve que ser dura porque Perra sabía más o menos lo que la esperaba. La encadene al mismo palo que usaba el perro de tal forma que tenía por obligación que quedarse a cuatro patas.

Tuve que azotarla en la planta de los pies y un par de veces en la vagina para que adoptara una posición de perra esperando ser preñada. El chucho al verla en una posición tan apetecible no se lo pensó mucho y la hizo suya dejando una buena marca de sus garras en su hasta ahora inmaculada espalda. Contemple inmutable toda la primera monta solo para recordar a Perra a base de azotes cual era su posición en la casa.

Tenía que ser una hembra dispuesta para complacer siempre a cualquier macho, así que no la deje tomar una posición defensiva y la obligue a que consiguiera que el chucho la montara de nuevo, algo que no la tomo demasiado tiempo conseguir. La deje durante horas para que se divirtiese de lo lindo. No sé cuantas veces lo hicieron, pero a juzgar por las heridas de su espalda fueron unas cuantas.

Tan agotada estaba que no puso ninguna resistencia cuando la mostré lo siguiente que tenía pensado para ella. La anille sus pechos y sus labios vaginales, tanto internos como externos, atravesando su cuerpo con agujas mientras estaba tirada en el suelo. Igualmente la anille el clítoris con el que pensaba divertirme de lo lindo. Otro en su labio, lengua, ombligo, ceja... si me preguntáis porque tantos la respuesta es sencilla: A mi me gustan y a mi marido no.

La permití que se bañara y se vistiera con la misma ropa que había traído para presentarse ante mí. Por supuesto las inscripciones en su cuerpo no se quitaron así como las anillas que se marcaban la daban un toque grotesco.

Volví a ponerle la correa.

-No te preocupes, es comida, yo con la comida nunca juego... Por favor, Perra, no pensarías que ibas a comer en la mesa. Así sólo comen las personas

Estaba hambrienta, así antes de que la pegara ella misma se arrodillo y comenzó a comer del plato.

Acerque mis dedos a su coño y ella se dejó hacer. ¿Qué era lo que me había dicho? Que le encanto como mi marido la miro las piernas, así que empecé a acariciarselas también y la frote los pies. Perra respondió muy positivamente a este nuevo juego, la encantaban las caricias y no intentaba disimular que lo estaba disfrutando. Tire un poco de las anillas de su vagina para enseñarla un nuevo significado a abrirse de piernas.

La sesión terminó con una ronda de azotes, no por nada en especial, simplemente me apetecía hacerlo.

 

*****

 

Cuando volví del trabajo no pude más que sorprenderme por lo que mi mujer había hecho con Perra. La verdad es que estaba irreconocible y me pareció una auténtica locura, pero podía ser peor, podía haberla dejado calva.

Cuando nos dejo solos en el sótano ella se desnudo completamente para que pudiera contemplar los destrozos causados en su cuerpo y cuando vi las marcas en su espalda asumí impotente que el perro había disfrutado de lo lindo con ella.

-Vamos a tener que ponerle guantes -fue lo único que se me ocurrió comentar.

Me la folle encima de una mesa y ella no paro de gemir como una guarra ni un solo segundo.