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La tutora (1)

en Sadomaso

Estaba nerviosa. Se había arreglado como si fuera a una jodida cita y no a dar clases partículares a un alumno. A su primer alumno, para ser exactos. Sus rodillas no dejaban de temblar.

El trabajo se lo había logrado su madre, pues el chaval en cuestión no era otro que el hijo de una de sus empleadas, un pobrecito que había suspendido hasta el recreo.

Respiró hondo, se volvió a mirar una vez más en el espejo y salió decidida a cambiar su vida...

-Dios. Pero mírate, si eres un puto bombón.

Lo primero que la sorprendio fue su altura. Era más alta que ella y eso que ella ya era alta. Lo segundo, su actitud.

-Soy... - Comenzó tratando de sonar indiferente

-Ya sé quien eres. -Cortó el adolescente. - Si mi madre me hubiera dicho que estabas tan buena, no hubiera regañado con ella.

-Tu madre y yo no nos conocemos... ¿Has dicho que has regañado con ella?

-No necesito un tutor privado.

-Has suspendido todo.

-Así es. Y tú estás aquí para enseñarmelo todo.

-Solo cosas relacionadas con los estudios – aseguró tras ser incapaz de buscar otra salida a una referencia sexual tan obvia.

El chico la contempló de arriba abajo, incapaz de ocultar su alegría.

-Mentirosa– mencionó con una sonrisa en la boca. – Puedes pasar.

El chico se apartó dejando todo el camino libre. Ella dudo en un primer momento. Tenía la extraña sensación de que no debía entrar. Un hombre, un vecino, los vio.

-¡Apuestas deportivas! 600 euros que vale la putita.

No se lo podía creer. En un simple momento la había degradado a prostituta de lujo. Pero lo peor es que en cierto sentido se sentía halagada.

-Así no hará preguntas. Si no te importa voy a hacerte una foto. No todos los días tengo a una modelo en casa.

La gustó el halago y se dejó hacer con una sonrisa en la boca. Al fin y al cabo, era muy coqueta.

-Quítate los tacones y cuelga el abrigo ahí.

Se sintió estúpida. Tanto tiempo gastado en escoger los zapatos para terminar descalza. Porque le estaba haciendo caso y no sabía exactamente el porqué. O quizá si lo sabía...

Se fijó en el chico. Un malote de libro que no la quitaba ojo de encima. En su adolescencia había estado locamente enamorada de uno de ellos aunque jamás logró que le hiciera caso alguno. Por lo que supó más tarde, se había tirado a todas sus amigas. A todas y cada una de ellas menos a ella.

Pero ahora era diferente. Era una mujer adulta y el chico... Maldita sea, era la tutora de ese chico. Este le toma otra foto, esta vez sin su consentimiento.

-Creo que alguien debería enseñarte como tratar a una dama.

-No veo a ninguna dama presente – afirmó el chico con naturalidad.

-¿Qué te crees que soy?

-Una pija muy necesitada de conocer un buen rabo.

-¿El tuyo?

-¿Quieres verlo? ¿Has venido aquí para eso?

No, no había venido aquí para eso...

-¿Dónde sueles estudiar?

-En ninguna parte. - comentó el chico- Pero si te refieres a donde hago como estudio, es en mi cuarto. Es al final del pasillo.

La tendieron la mano. No sabía si comportarse como la mujer adulta que era o la adolescente calentorra que estaba cumpliendo su sueño.

Cedió. No pasaba nada por poder experimentar de primera mano lo que todas sus amigas habían probado ya.

Aceptó la mano tendida y dejó que la llevaran al matadero.

Trasmitía seguridad, fortaleza, mucho más de lo que ella era capaz de sentir es ese momento.

La habitación era mucho más cómoda y espaciosa de lo que había esperado, aunque seguía siendo la habitación de un chico. En la pantalla del ordenador una chica atada con una cadena de perro no paraba de masturbarse.

-Mierda, creí que lo había apagado.

-¿Es... eso lo qué te gusta? - preguntó mientras se sentaba en la cama.

-Bueno, no me desagrada. Pero ninguna de las chicas con las que estoy saliendo harían una cosa así. Aún son unas crías.

Y ella no. Era una mujer madura y adulta. El chico la sacó otra foto...

-¿Puedo preguntarte qué estudias, cuántos años tienes...? Demonios, por no saber ni si quiera se tu nombre.

Se había situado delante de ella, sentado en la silla del ordenador.

-Marta. Y estudio, bueno... Doble grado de física y mates -soltó con cierta vergüenza.

-Guay. Hacen falta notas perfectas para ello.

-Y tengo veinte años. - De repente ya no se sentía ni tan madura ni tan adulta como pretendía.

-¿Y tienes novio? ¿Novia?

Iba responder que eso no le importaba en absoluto, pero tampoco había razón alguna para ocultarle la verdad.

-No.

-¿Y amo?

-¿Amo?

-Ya sabes, alguien que te domine y te haga sacar la guarra que llevas dentro.

-No.

No acertaba a saber porque había contestado.

-Mejor para mi, no me gusta tocar la posesión de otra persona. ¿Quieres algo para beber? ¿Un refresco?

Tras aceptar y dejarla sola, comenzó a sentirse incómoda. Nunca antes había estado en la habitación de un chico. Ni a solas con un chico... Toda su vida se la había pasado estudiando.

-Pero en que estás pensando, Marta. ¿En qué coño estás pensando? -mencionó en voz alta.

-Sabes, se me ha ocurrido una idea. Como ya te he dicho no necesito un tutor, tutora o lo que sea. -Marta abrió la cerveza que la ofrecían y echó un trago. - Así que, hagamos esto. Me haces preguntas. Si acierto, te quitas una prenda de ropa que previamente te hayas apostado.

-¿Y si fallas? - preguntó Marta echando otro trago.

-No voy a fallar, no te preocupes por eso. Llevas 6 piezas de ropa: Dos medias, camisa, falda, sujetador y bragas. Aquí tengo un dado, dejaremos que la suerte decida.

Colocaron el dado en su mano. La simple idea de que al lanzarlo se estaba jugando quedarse medio desnuda delante de él la excitaba sobremanera.

-Las medias serán el uno y el seis - explicó su alumno - la camisa el dos, la falda el cinco, el sujetador el tres y las bragas el cuatro.

Lanzó el dado y salió un uno.

-Una media.

Se sintió decepcionada. En el fondo deseaba que hubiera salido un cinco, un cuatro, o por lo menos un dos.

-¿Y bien?

No le hizo una pregunta difícil, solo se jugaba una media. Su alumno acertó sin ninguna dificultad.

Marta fue fiel a la palabra dada. Se levantó, puso un pie en la cama y comenzó a bajarsela. De hecho, creía estaba siendo excesivamente sexy. Una vez fuera, se la arrojó al adolecente.

-Si vuelve a salir el uno, te acaricio el muslo.

-Eso no me lo habías dicho, tramposo.

-Es en lo que consiste el juego. Te juegas prendas de ropa o que te acaricien la piel que queda al descubierto. Y se juega hasta el final.

-¿Hasta que uno de los dos quede desnudo?

-Hasta que los dos queden desnudos. Y mientras tanto te vas jugando cosas. La ropa, que te soben, que te metan cosas, que te pincen...

-¿Es a esto a lo que juegas con tus chicas?

-No, son una crías.

Y ella no, era una mujer adulta y madura. Iba a protestar, pero era una tontería. Por el momento solo tenía una pierna al aire.

Marta cogió el dado decidida y volvió a lanzar. Salió un cuatro.

Volvió a acertar. A pesar de que esta vez había preguntado algo realmente difícil, su alumno había vuelto a acertar.

Se levantó y se metió ambas manos hasta sus caderas. No se creía lo que estaba a punto de hacer. Sus bragas comenzaron a deslizarse por sus piernas lentamente hasta sus tobillos. No eran bonitas, eran blancas con flores, pero tampoco esperaba mostrarlas.

-Si vas a convertirte en mi esclava será mejor que tires eso.

No dijo nada, pero se sintió herida. Cogió el dado y...

-¿Y si sale un cuatro?

-Te sobo el coño, te lo acabó de explicar.

Lo llevaba sin depilar. Y si salía el cinco tampoco era bueno, ya que se lo tendría que enseñar. Se moría de la vergüenza.

-Lanza de una vez.

Miró a su alumno, tan seguro de si mismo, de que iba a acertar de nuevo.

Salió el cinco...

-¿Cómo es posible que una estudiante de honor como tú lleve el coño así, como un jodido estropajo? Aunque no puedo negar que tiene su morbo correrse ahí.

Ya había sido una pesadilla tener que cumplir su promesa y quitarse la falda, pero aguantar los comentarios hirientes era aún peor.

-Bueno, si sale un cinco, me corró en el estropajo. Si sale un cuatro, te masturbas para mi.

-No quiero hacer eso... Masturbarme – No podía creerse que lo hubiera dicho – No quiero hacerlo...

-Entonces te lo depilamos. ¿Estás de acuerdo con eso?

No, no lo estaba. Pero tampoco entendía porque no podía dejar se seguir jugando.

Un cinco. Un puto cinco...

La tenía gigantesca, enorme. Era increíble que la tuviera tan grande un chaval de quince años. Y ahí estaba, dale que te pego a escasos centímetros de su peludo coño hasta que un enorme goterón de semen salió disparado manchándola completamente.

-Me he corrido en la cara de algunas chicas, pero esto es nuevo. ¿Puedo sacarte una foto? Mis colegas se moriran de la envidía cuando lo vean.

-No. No, más fotos. Y menos de mi...

-A cara o cruz. Una foto de tu coño con mi corrida o dejar que te limpies...

Escogió cara, salió cruz. Maldijo su mala suerte y se abrió de piernas para que la tomaran la foto.

-¿De verdad vas a mostrárselas a todos tus colegas?

-Esa es la idea.

-Por favor, no lo hagas...

-¿Qué me vas a dar cambio?

-Puedo comerme la polla... -mencionó sumisa y desesperada.

El chico pensó un momento.

-¿Qué te parece si tomas con un dedo el semen que te resbala por el estropajo y te lo comes?

Asqueroso, la parecía asqueroso. Y degradante. Muy degradante.

-¿No la vas a mandar?

-Tienes mi palabra.

Hizo de tripas corazón, pasó su delicado dedo por el coño y se lo llevó a la boca. El sabor no la resultó tan desagradable como había previsto... Sabía a él.

-Todo.

Marta volvió a hacerlo, esta vez con más alegría.

-Desnúdate.

La atmósfera de la habitación había cambiado radicalmente. Se quitó la media que la quedaba antes de levantarse de la cama. No sabía porque, pero deseaba hacerlo de pie.

Se desabrochó la camisa y la tiró al suelo. Se quitó el sujetador blanco y feo que traía.

Se quedó desnuda.

-Piernas abiertas, manos atrás.

Obedeció. La resultaba agradable hacerlo.

-¿Son naturales?

Afirmó con la cabeza.

-No veo que tengas verrugas, ni estrías ni defectos . ¿Con cuántos hombres has estado?

-Con ninguno. -Respondió avergonzada.

-Y mírate ahora, desnuda en el cuarto de un adolescente.

Se había situado detrás de ella y le susurraba al oído. La palpó la entrepierna y la sobó uno de sus pechos.

-¿Te espera alguien en tu casa?

Ella volvió a negar.

La sabía suya, ya no había marcha atrás para ella. Pero tampoco era cuestión de apresurarse. Primero había que adecentarla. El coño peludo tenía su morbo pero él lo prefería limpio.

El adolescente salió por la puerta dejándo a Marta desnuda y muerta de la vergüenza en su habitación. Y con las manos atadas a la espalda con una de sus medias y la boca tapada con cinta de embalar. No podía no podía creer como la estaban llendo las cosas. Ni tampoco lo mojada que estaba. Aún podía sentir el agarré del pecho o el cachete que le habían dado en el culo.

Él regresó con unas tijeras, espuma de afeitar y una maquinilla de afeitar. Seguramente la suya.

La tomó fotos. Dichosas fotos. No podía protestar para que no se las hiciera. Tampoco es que quisiera protestar para que no se las hicieran.

-Sientate en la cama, con las piernas bien abiertas.

Obedeció dócilmente. Si se la quería follar, también iba dejarse. Se sentó en la cama, encima de una toalla, con la piernas abiertas y los pies apoyados en el colchón con lo que quedaban las rodillas altas.

El chico la sacó otra foto...

Cogió las tijeras y recortó su vello púbico. A continuación, rebozó la espuma y pasó la maquinilla hasta quedar complemente rasurada.

-Esto ya es otra cosa...

La tomó otra foto del coño, tanto cerrado como abierto para mostrar bien su himen intacto.

La colocó en el cuello un collar de sado con correa y la obligó a moverse de pie por la casa. Se dirigían al patio interior.

Una vez allí, la encadeno a una argolla que había en la pared a media altura de tal forma que quedaba con las piernas estiradas, la espalda curvada formando una preciosa L y sus agujeros complemente disponibles para su uso y abuso.

Se la metió por detrás, con toda la intención de reventarla el culo mientras las lágrimas recorrían el rostro de Marta por el dolor que sentía por las salvajes penetraciones y la humillación a la que estaba siendo sometida.

Sabía que se estaba destrozando las plantas de los pies por el roce del suelo al intentar mantenerse en pie.

Sintió como se la metieron en el coño y se preparó mentalmente para ser follada. No pasó nada de eso. En cambió notó como un liquido comenzó a correr por su pierna. Por el olor supó en seguida que había pasado.

Tras acabar introdujeron en su coño un pequeño vibrador.

No se hizo esperar el primer orgasmo que inundó todo su cuerpo. Fuerte y poderoso, a punto estuvo de hacerle perder pie.

La dejaron ahí, con el culo roto y ese juguete arrancando de su cuerpo orgasmo tras orgasmo...

-¿Qué tal la tutora, hijo?

-Espectacular, mamá, absolutamente espectacular.

-Recuerda tratarla bien.

-Por supuesto, mamá, por supuesto.

Volvió a por ella por la noche. Primero comprobó con gusto que Marta no había resistido y se había orinado encima. No pasaba nada, lo tenía grabado.

Y tras eso se la folló. Un mete saca brutal agarrándola por las caderas hasta que se corrió dentro de su recién estrando coño.

Determinó que no hacía un frío excesivo y que bien podía pasar toda la noche en el patio.

La pinzó los pezones que estaban duros como piedras y los labios genitales con un juguete conectado por cadenas.

Marta aguantó como pudo. Nunca en su vida había sentido un dolor tan intenso ni mal sano. Era perversamente excitante lo que el chico estaba haciendo su cuerpo. La estaba destrozando y estaba encantada con ello.

Su culo, su coño, sus piernas, sus pechos, sus pezones... Todo le pertenecía a él.

El sol tardó una barbaridad de tiempo en salir. Escuchó con el corazón acelerado los ruidos de una familia al despertarse. No podía aguantar ni un minuto más en esa posición.

No entraba en los planes de él liberarla tan pronto.

Lo hizo al mediodía, cuando regresó del colegio.

Tras quitarla la pinza , uno detrás de otro los colegas de su alumno disfrutaron de su coño y de su ano.

Y Marta se corrió de gusto. No pudó evitarlo. No lograba entender las reacciones de su propio cuerpo que a pesar de estar machacado se retorcía de placer ante el uso que hacían de ella.

La condujó de nuevo hasta su habitación, donde la pinzó el clítoris. Reaccionó a esta nueva tortura con un estremecimiento de dolor en todo su cuerpo mientras los muchachos una decena de manos sobaba su cuerpo.

La dieron de beber orines y estaba tan sedienta que se los bebió sin ningún pudor.

La dejaron descansar. Desnuda, atada y amordazada en la cama de su alumno, pero al menos pudo dormir.

Cuando despertó, su amo estaba con él. Al menos había respetado su sueño.

Se acostó a su lado y la explicó que iban a pasar 24h más antes de soltarla.

Y comenzó a hacerla el amor.

De todo lo que habían echo, esto la parecía de lejos lo más depravado. A su lado, dormían los padres del chico, y ella estaba ahí acostándose con él.

Esa mañana, al fin libre, al fin duchada, al fin vestida, regresó a su casa. Su alunmo le había dicho que no le contara nada a nadie, porque a nadie le importaba. Y que si quería repetir, se creara un correo y le escribiera.

Marta aguantó una semana antes de hacerlo...