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La aprendiz de perra sumisa (6)

en Sadomaso

Se sentía bien, realmente bien. La ropa la quedaba de escándalo. Zapatos de tacón, medias negras, vaqueros cortos y ajustados, una camiseta blanca. Todo muy normal, y sin embargo... No, la diferencia consistía en ella. Estaba reluciente.

-¿Estás lista ya, Marta? Tengo que presentarte a alguien.

-¿A quién, amo?

-A la nueva sumisa que he captado. Se llama Retrete. Y va a estar a tu cargo.

-Es un gran honor, amo. Pero con el debido respeto, creo que es un poco pronto para que asuma esa responsabilidad.

-Si la cagas recuerda hacerlo en su boca.

Marta no pudo contener la risa. Se había quitado la presión de encima. De acuerdo, no le daban a la sumisa para que la adiestrara o la entrenara, se la daban para que jugará con ella, para divertirse con ella. No, espera, eso estaba mal. Se suponía que quien fuera sería una mujer, una persona, con sus sentimientos y demás, no un mero objeto para su uso y disfrute. Y aún así...

La sumisa esperaba en el salón.

Era preciosa. Rubia natural, ojos verdes, gran culo, mejores tetas, piernas largas, una belleza ya madurada, con un vestido azul maravilloso y zapatillas de tela... Marta la odio con toda su alma.

-Hola, amo.

-Buenas, Retrete. Ella es Marta. A partir de ahora serás suya hasta que ordene otra cosa.

-Sus deseos son ordenes para mi.

“Y encima repipi, no me jodas” pensó Marta. “Tiene pinta de que no ha dicho un taco en toda su puta vida”.

-Esta bien, Retrete, Marta, os dejo a solas.

Ya a solas ambas mujeres se estudiaron.

Marta llegó a la inmediata conclusión de que esa chica se iba a dejar hacer lo que fuera, sin quejas ni lamentos.

Retrete llegó a la inmediata conclusión de que la joven que tenía delante iba a devorarla viva y que tiraría sus restos a algún arroyo para alimentar a los perros.

Ninguna de la dos se equivocaba.

-Vayamos a la perrera.

-Sí, mi ama.

La resultaba extraño sentirse cómoda en ese lugar, como había pasado del miedo de la primera vez a estar realmente a gusto ahí.

Retrete en cambio estaba hecha un manojo de nervios. Veía los perros, veía los instrumentos de tortura, veía los diferentes juguetes sexuales que había por la habitación y el olor era realmente insoportable para ella.

-Respira por la nariz, te acostumbras.

-Sí, mi ama.

Marta cogió la silla que había en la perrera y se sentó. El sentimiento de que estaba al mando era increíble, hacía que su coño palpitase de placer... Pero no quería cagarla, entre otras cosas porque aún no tenía ganas.

-Cuéntame tu historia.

-¿Por dónde empiezó, ama?

-Dime tu edad.

-Tengo 25 años, camino de los 26, ama.

-¿Estudios?

-Soy licenciada en periodismo, ama.

-¿Y por qué una joven tan guapa y con estudios está plantada delante de mi esperando mis ordenes?

Se quedó mirando al vacío sin saber que contestar... Bueno, la razón no era importante, saltaba a la vista.

-¿Has hecho esto antes?

-Sí, una vez. Con mi novio, ama.

-¿Y qué pasó?

-No funcionó, ama.

-Puedes dejar de llamarme todo el tiempo ama. Ya sé que soy tu ama, tu ya sabes que soy tu ama, no hace falta que lo digas más.

-Sí a...

-Entonces, ¿Te entregó a sus amigos?

-Sí, ama. Y a su perro.

Iba a recriminarla por su falta, pero la salió tal naturalidad que lo dejó pasar.

-¿Cuántas veces?

-Solo una.

-¿Y a sus amigos?

-Eso fueron más veces. Me usaban cuando...

-No encontraban a ninguna otra estúpida a la que meterle la polla.

-Sí, así es, ama.

-¿Qué más te hizo?

-Me meó, ama. En la boca.

-Ya, ¿Y cómo dices que se llama la chica por la que te dejó?

-Raquel...

Marta asintió. Ya tenía toda su historia o al menos lo que necesitaba saber de ella. Se confesó al novio, este la usó y abusó de ella, y cuando encontró a otra, seguramente una novia formal, la obligó a acostarse con su perro y la meó, para luego dejarla. Y todo ello, delante de sus amigotes.

-Así fue como ocurrió, ama.

-¿Y cuándo fue eso?

-Cuando tenía 21 años, tras sacarme la carrera.

-¿Has vuelto a tener novio o relaciones sexuales?

-No, ama. Entre en depresión. Intenté terapia, llevar una vida normal, pero...

“Mierda” pensó Marta, “error de novata, enterarte de la vida de alguien.” Ahora casi sentía pena y lástima por ella, casi.

-Desnúdate.

Retrete se llevó las manos a la espalda y se bajó la cremallera del precioso vestido azul que llevaba. Se quedó en ropa interior. Esta era blanca. Se quitó el sujetador y las bragas, quedándose solo en zapatillas.

-Todo.

Se las quitó también, aunque Marta se dio perfecta cuenta de que la daba asco quedarse descalza en un suelo tan sucio y frío.

No importaba, iba a pisar cosas peores.

Su cuerpo estaba en perfectas condiciones, era su mente la que estaba rota.

-¿En que posición te obligo a follar con su perro?

-A cuatro patas, ama.

Se levantó de la silla y fue a por el primer perro mientras Retrete se colocaba en posición sin poder apartar la mirada de ella.

Situó al perro detrás de ella.

-No cierres los ojos.

-Sí, ama.

En realidad, Marta no tenía ni puta idea de lo que estaba haciendo. Sí, su sumisa estaba disfrutando como una salvaje de su primer polvo en cuatro años. ¿Pero eso la ayudaba o la estaba hundiendo aún más? Marta no sabría decirlo.

Pero no lo hacía por eso. Quería experimentar la pura y dura maldad.

Cuando acabó con el primero, sacó al segundo. Esta vez, la iban a reventar el culo.

Hacía un tiempo que el culo de Retrete no era usado y se notaba. Gemidos de dolor se entremezclaban con auténticos gemidos de placer.

-El tercero será un misionero.

Su cuerpo tembló, se colocó, cerró los ojos... La azotaron el coño con dureza... gritó de dolor.

-No los cierres.

-Lo siento, ama.

El perro dominante de la manada se situó delante de ella y comenzó a follarsela con la brutalidad propia de su fuerza.

Retrete se en esta nueva posición se implicó al cien por cien en el acto sexual. El chucho empezó a babear en su cara.

-Abre tu boca y trágate sus babas, Retrete.

Pudo ver reflejado el asco en su cara antes de obedecer.

-Bésalo como si fuera tu chico...

El polvo terminó con un beso entre amantes.

Quitó al perro de enmedio y pasó una de sus piernas por encima suya para poder mirarla desde arriba. Sí, sabía exactamente lo que deseaba hacer con ella, Retrete haría honor a su nombre, pero este no era el sitio ni el lugar.

Viendo la cara de su ama, Julia sintió el auténtico terror.

Marta sacó del armario una correa de perro y objetos varios para atar a Retrete de tal forma que solo pudiera caminar a cuatro patas sin hacerse daño. También la colocó un vibrador en el culo que terminaba con una colita, otro discreto en su vagina y un bozal. Pusó los vibradores al máximo.

Y la sacó a pasear.

A Retrete casi le da un infarto cuando vio que su ama la estaba a nada de sacarla por la puerta principal de la casa en dirección a la calle. Pero eso no la detuvó...

Marta caminaba a paso rápido y decidido. No era como cuando paseó a Esmeralda que se moría de la vergüenza mientras ella disfrutaba de lo lindo siendo una perra.

A la rubia se la notaba que deseaba estar en cualquier parte menos ahí, a cuatro patas, desnuda, con sus tetas bamboleando al aire en mitad de la calle, con toda la gente mirándola, intentando sin éxito aguantarse los orgasmos que iban llegando uno detrás de otro...

-Bonita perra.

-Gracias.

-¿Cómo se llama?

-Lassie.

-¿Puedo sacarla a pasear algún día?

-No. -contestó divertida Marta.

Se dirigía en primer lugar a la tasca. Estaba sedienta. Había un cartel de prohibido perros en la puerta.

-Lo siento, Lassie, pero te tienes que quedar fuera. Por lo visto estos caballeros no admiten perras.

La ató la correa a la farola. El camarero quería matarla.

-Una coca cola para mi y un cuenco de semen para mi perra, por favor.

Los hombres del bar se miraron y solo pudieron decir.

-Danos unos minutos.

Y Marta se tomó su Coca Cola tranquilamente mientras los hombres del bar hacían su trabajo y dejaban el cuenco en el suelo, junto a Lassie. Esta comenzó a lamerlo una vez retirado el bozal.

Sí, en plena calle, a la vista de todo el mundo.

(nota autora: Y si alguien se pregunta que qué pasa en el pueblo que nadie mueve un dedo, la respuesta es bien simple, el amo es el dueño del pueblo, o en terminos rurales, el que da trabajo a todo el mundo)

-Esta muy bien entrenada.

-Gracias.

Siguió paseando. La idea de verla mear se le había pasado como vacile al farmaceutico pero esta vez iba a ser de verdad.

Por allí había unos cuantos chavales jugando al futbol.

-¿Qué ocurre chicos, es qué nunca habéis visto mear a una perra?

-A una tan bonita no.

-¿Queréis pajearos encima de ella?

-Putas, que ofertón – soltó uno de los chavales ante el comentario para cachondeo general.

Joder, por supuesto que querían. Se sacaron las pollas y comenzaron a masturbarse encima de su cabello y espalda.

-¿Podemos mearnos encima de ella?

-Sí, claro. Pero no la toquéis, aún es ilegal para vosotros.

-Tío, ves a buscar agua...

-Y trae un helado para mi.

Sí, se corrieron encima, y la mearon. En su cara, en su pelo, en sus pechos, en su coño... Mientras su ama se tomaba su helado.

Ahi se quedó hasta el anochecer, viendo como Retrete se revolcaba en esa especie de pocilga que los chicos habían creado para ella.

-Vamos, es la hora.

Se dirigían al establo. Marta se dirigía a la misma cuadra donde ella había estado.

Llegó con los zapatos sucios, llenos de mierda de caballo. Se descalzó y se pusó a limpiarlos con el pelo de su esclava.

-Mierda, esto no sale. Ten, toma, limpialos con la boca.

Totalmente sumisa a la ordenes de su ama, Retrete lo hizo sin rechistar.

La colocó en el suelo, de cara hacía, tal y como estaba, y ató su collar a un palo.

Se quitó los pantalones y bragas y colocó su culo encima de la boca de la sumisa.

Se cagó.

No sabía si era parte de su entremaniento, si estaba condicionada a hacerlo desde que la dijeron su nombre o que mierdas pasaba por su cabeza.

Pero se cagó en su boca y se quedó tan a gusto.

Y la ordenó limpiarla el culo.

Tras eso agarró el látigo de doma y la azotó en el coño con toda su fuerza. Una, dos, tres, cuatro, cinco veces hizo estallar el látigo contra ella.

Tenía el coño totalmente rojo e hinchado, cuando Marta se acercó a ella con un punzón en la mano y unas anillas en la otra.

-Ahora voy a hacer lo que tuvo que hacer el estúpido de tu amo en su día

Acercó el punzón a su durísimo pezón y lo atravesó de un golpe. El derecho, luego el izquierdo, en el ombligo, en la ceja... En el coño, incluyendo su clítoris y labios tanto externos como internos.

No hay palabras para describir el inmenso y colosal dolor que la sumisa soportó mientras su ama perforaba alegremente su cuerpo.

Volvieron.

Retrete volvió desnuda, caminando detrás de su ama. No iba atada y ni falta que hacía.

Un par de cascabeles que su ama la había colocado en vagina y pechos indicaba su presencia.

Lo único que su amo mencionó cuando la vio fue...

-Ten cuidado de que no se le infecten las heridas.

Marta sonrió.

Seguramente voy a estar un tiempo sin publicar por falta de tiempo, porque, aunque parezcan cortos, exigen muchísimo. Se que la serie esta tremenda, así que intentaré continuarla cuando pueda.

Saludos a todos mis lectores.