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La aprendiz de perra sumisa (5)

en Sadomaso

-Pero que mal lo haces. No me extraña que tarde tanto.

Cerdita ignoró el comentario. A estas alturas nadie la iba a dar lecciones de como mamarsela a un sucio chucho. Sabía por experiencia propia que Brutus estaba a puntito de... Por fin se había venido en su boca.

Tras retener todo el semen que pudo, camino por la habitación con la lefa en su boca y lo escupió en la jarra de cristal que estaba sobre la mesa. Finalmente estaba llena. Era una jarra grande, de dos litros y medio, llenada hasta arriba de semen canino que había tenido que extraer a base de mamadas.

No quería saber cuantas habían hecho falta para llenar la maldita jarra. Entre el asco que le daba las primeras veces en las que apenas había logrado retener algo, el semen que se había tragado, el semen que había derramado y que los chuchos cada vez se corrían menos, estaba segura de al menos unas treinta... tirando por lo bajo.

Esmeralda cogió la jarra y derramó un poco de su contenido sobre su pie y sobre su zapato.

-Mira lo que has hecho, ¿Cómo piensas arreglarlo?

Cerdita se arrodilló y comenzó a lamer el sucio zapato de su ama. No solo estaba manchado de restos de corrida canina, era el zapato que habitualmente llevaba puesto.

La descalzó y comenzó a lamer sus medias hasta que no quedo nada de lefa canina en ellas.

Esmeralda derramó un poco del contenido de la jarra sobre sel pelo de su esclava y su zapato.

-Mira que eres descuidada, Cerdita.

Esta cogió el zapato y se pusó a lamer el interior del mismo, a beberse su contenido. Estaba tremendamente caliente.

Su ama pasó su pie por su cabeza, se lo colocó en la boca y lo metió dentro, lo sacó y volvió a meterlo.

-Puedes quitarme la media.

Cerdita retiró con sumo cuidado y suavidad la media de su ama y... y... y...

-En la boca, Cerdita, sostenla con la boca.

Se la metió en la boca.

-Sientate.

Posición elemental de obediencia canina, como la perra que era. Allí, totalmente desnuda en la perrera, era como se sentía.

-Que no se te caiga.

Su ama conectó los dos vibradores que llevaba puestos en ambos agujeros. Sabía que un brutal orgasmo estaba a nada de sacudir su cuerpo, pero no pensaba decepcionar aún más a su ama.

Pero no pudo mantener la boca cerrada.

-Perra mala.

Recogió la prenda del suelo con la boca. Deseaba volver a intentarlo otra vez.

Su ama la pasó el pie por el coño. Era un pie increíblemente suave, delicado, una gozada... Volvió a correrse y abrir la boca.

-Pero que voy a hacer contigo.

Se lo pusó en la cara, en la boca, Cerdita lo lamía con ganas...

-Masturbate. Tócate para mi.

Se llevó la mano a su coño y comenzó a tocarse. Lo notó raro. Era la primera vez que se tocaba desde que era una esclava y parecía distinto en todo. Oleadas de puro placer inundaron su cerebro.

-Avisame cuando estés a punto. Y manten la boca abierta.

Cerdita se concentró en la masturbación. Su ama retiró el pie y cogió la jarra.

Cuando su esclava dio al fin la señal, derramó parte de su contenido dentro de ella y la cerró la boca.

-Lo que se te escape, lo lameras del suelo.

No, no, eso era asqueroso, repulsivo, no sabía si iba a poder obedecer en eso. Pero estaba a punto y no sabía si iba a poder mantener la boca cerrada y... y... se lo tragó y tuvo un orgasmo muy placentero.

-Perra mala.

-No me has dicho que no pudiera tragármelo. -se disculpó Cerdita a modo de niña mala.

-Eso se da por supuesto.

-Puedo compensarte. Déjame comerte el coño.

Esmeralda miró a su esclava. Allí sucia de lefa, desnuda, en la perrera, en posición de obediencia y ahora mismo parecía la dominante.

-¿Crees que te lo has ganado?

-Creo que me he ganado hasta un beso.- respondió divertida y rebelde Cerdita.

Esmeralda miró la jarra. Echó un tragó, se llenó la boca de semen perruno, acercó su boca a la de Cerdita y escupió todo su contenido dentro de ella.

Esta se lo tragó sin problemas.

La besó. Y la tumbó.

Agarró uno de los juguetes, una polla de plástico que tenía en uno de sus cajones, se lo colocó y se tumbó encima de ella.

La hizo el amor.

Con besos, caricias y todo el repertorio.

Cerdita apenas podía distinguir la polla de plástico de una real.

Acabaron ambas exhaustas.

Esmeralda se quitó el falo falso y se lo llevó a la boca.

A Cerdita casi le da un infarto. No se sentía digna de que Esmeralda probará su... su... su... Bueno, su esencia, o lo que sea.

La daba una vergüenza terrible, y al mismo tiempo, la estaba poniendo cachonda perdida.

-¿Quieres que pare?

Cerdita no sabía que contestar ni que decir... Pero... Pero...

-Quiero que lo metas en la jarra y lo sigas chupando, perra.

Esmeralda se lo sacó de la jarra, lo metió en la jarra y volvió a metérselo en la boca.

A Cerdita le parecía increíble que estuviera obedeciendo, pero lo que la resultaba aún más increíble era la idea que se le pasó por la cabeza.

Quería follarsela, como un hombre.

Así que agarró el falo de la mano de Esmeralda, se lo pusó y la tumbó.

La besó.

Y comenzó a follarsela.

Como si fuera un hombre...

Y la estaba encantando. Estaba usando unos cuantos de los trucos que habían utilizado en ella durante toda la semana para lograr que Esmeralda se retorciera de placer.

Y la chupó y mordisqueó los pechos, la besaba, la tocaba suavemente y la soltaba alguna cachetada de vez en cuando.

La estaba encantado tanto que se corrió antes que Esmeralda.

Pero eso no iba a terminar así, ni mucho menos. Siguió trabajando con su cuerpo hasta que Esmeralda se corrió.

Cerdita no entendía lo que estaba pasando. No entendía porque Esmeralda se había ofrecido a ella o porque habían intercambiado los roles. Pero sí sabía lo que quería hacer.

Se fue a por sus propios zapatos de tacón, se los pusó y se acercó despacio a su esclava.

-Abre las piernas para tu ama.

Esmeralda obedeció y Cerdita colocó su pie en su vientre, metiendola el tacón en el coño.

Como toda una ama.

Empezó a follarla con esa cosa mientras Esmeralda se retorcía de placer. Alargó su brazo para coger la jarra que todavía contenía una buena porción de semen canino.

-Avísame cuando te vayas a correr.

Cuando Esmeralda la avisó, Cerdita derramó todo el contenido sobre su cara y su pelo pelirrojo... Y luego la besó y lamió la cara para quitar todo el resto de semen de ella.

-Será mejor que vayamos a lavarmos – dijó Esmeralda al cabo de un rato.

-¿Se estropa mucho el pelo y la piel con estas cosas? Porque con tanta corrida y tanta meada encima...

Esmeralda la besó.

-No te preocupes, cuidaremos muy bien de ti.

Cerdita y Esmeralda salieron juntas agarradas de la mano. El amo las vio. Iban sucias, desnudas, despeinadas y muy contentas.

-¿Celoso? - preguntó Esmeralda.

-No, sorprendido. Es la primera vez que te veo implicarte tanto con alguien.

-Cerdita tiene mucho potencial, algún día será una ama estupenda.

Se pusó roja. En su vida se había imaginado a ella misma como ama de nadie, pero no podía negar que la había encantado la experiencia.

-Incluso me ha obligado a tragarme su meada.

Cerdita no podía creer lo que acababa de oír. Pero ni corta ni perezosa Esmeralda colocó su cabeza en su entrepierna y Cerdita comenzó a orinarse.

Se decía que lo estaba haciendo para complacer a su ama, de alguna forma extraña y retorcida, pero la puñetera verdad es que tenía otro tipo de sentimiento dentro de ella. La agarró la cabeza como si fuera un tío mientras su amo la miraba con cara de circunstancias.

-Bien – dijó Esmeralda tras levantarse – Os dejo.

Cerdita fue la primera en abrir la boca...

-Ella nunca...

-Ni lo menciones. Esmeralda hace lo que le da la gana con quien le da la gana. No tengo poder alguno sobre ella.

-¿Entonces no está molesto?

-Ni molesto ni humillado, Cerdita. Pero sí que voy a ir a tomarme un buen lingotazo después de lo que he visto.

Estaba humillado. Esmeralda acababa de humillar a su amo delante de ella rebajándose a ser el simple retrete, y sin embargo ahí seguía, inalcanzable.

Suspiró y subió para arriba. Tenía que limpiarse. Había algo importante que debía hacer y no podía esperar más tiempo.

Ya en la ducha, sintiendo el agua caliente sobre su piel, se preguntó que pasaría se tocaba.

Como esclava, no podía hacerlo sin permiso. Como ama, o como mujer, podía hacerlo.

Bajó despacio sus deditos a su coño. Era como si estuviera haciendo algo prohibido y sentía el mismo placer que cuando pilló un cigarrillo sin que sus padres se enteraran...

Se tocó al fin y empezó a frotarse.

Joder, era un gustazo...

Se imaginó a si misma como ama. No de hombres. Había visto vídeos de sumimos para saber que no le interesaban en absoluto. Lo que no sabía era que se interesaría verse como ama, pues siempre se había imaginado en el papel de sumisa, desde los catorce años que empezó a fantasear con esas cosas.

¿Y quién sería su esclava? Esmeralda era demasiado obvio, no valía. No, ella no. Estaba en su fantasía. Cerró los ojos y se dejó llevar.

A su mente vinó Clara, una de sus mejores amigas, un putón.

Se imaginó con el falo puesto dándola por culo contra la pared... Se corrió de puro gusto.

Se vistió. Ropa interior, baqueros, camisa, gafas de sol. Tenía que salir y tenía que ir acompañada.

-Esmeralda, ¿Puedes hacerme un favor? Necesito ir a la farmacia.

-No te tomas nada, ¿Verdad?

Cerdita negó con la cabeza...

Esmeralda se había puesto un vestido que la sentaba de maravilla, a juego con su pelo. Su caminar era elegante y firme. En cambio Marta iba encogida.

-Animate, Marta. No pasa nada.

-Es la primera vez que voy a cosa de estas sin mi madre. ¿Tú que te tomas?

-Nada, soy esteril. -La naturalidad con la que lo dijo dejó impresionada a Marta. - No es el fin del mundo, pero si que es cierto que me hundí cuando me lo supé por primera vez.

-¿Cómo...?

-Una enfermedad que pille siendo adolescente. Me llegó a los ovarios y ahí se acabó para mi. Pero no estamos hablando de mi, estamos hablando de ti. ¿Qué quieres hacer?

-Yo... Creo que lo que el amo decida.

Esmeralda soltó una carcajada.

-No estoy hablando con Cerdita, estoy hablando con Marta. ¿Qué quiere hacer Marta con su cuerpo?

-¿Hay alguna diferencia? Hasta ahora solo he sido una esclava.

-Sí, y muy buena además. Pero si quisieras convertirte en un objeto, en un mero animal, te hubieras quedado con el viejo.

-Como si hubiera tenido opción.

Esmeralda se partió de risa.

-Jorge hubiera discutido con su hijo por ti a poco que hubieras insistido, Marta. Miguel lo sabe, Jorge lo sabe, yo lo sé y tú lo sabes también.

-No quería... La verdad es que no sabía lo que quería.

-Que te volvieran a tratar con el mismo desprecio con el que te trató, pero eso solo era posible si renunciabas a él.

-Cada vez lo entiendo menos.

-Él te ve como una persona y tu amo también. Sí, hablan de comprarte, venderte, compartirte. Y sí, yo he visto esclavas reducidas a nada, a meros objetos o animales. Tú no eres ninguna de las dos cosas y nunca lo serás.

Marta trató de asimilar lo que le estaba contando Esmeralda...

-¿Y qué diferencia hay entre yo y cualquiera de ellas?

-¿Aparte de qué todo el pueblo quiere follarte? No sé, dejame pensar...

Marta se dio cuenta de que estaban en mitad del pueblo, de que llevaba un tiempo hablando con toda naturalidad de cosas rarísimas. Bajó la cabeza y siguió caminando.

-Cuando piensas en un objeto sexual o un simple animal, ¿Quién se te viene a la cabeza? - preguntó Esmeralda

De nuevo Clara se le vinó a la cabeza.

-Ahí tienes tu respuesta.

-¿Y por qué se me vienen solo chicas a la cabeza? Siempre he pensado en mi como hetero.

-Y lo eres.

-¿Pero no sería normal que se me viera un hombre?

-Eso es porque te he pervertido. Pero tengo un perrito, si algún día quieres usarlo, te lo prestó.

-No sabría que hacer con él.

-Pues conmigo has estado increíble. Y ahora, vamos.

Esmeralda sacó un collar de perro del bolso y se arrodilló.

-¿A qué esperas? Ponmelo

-¿Qué? ¿Aquí? Te vas a destrozar las manos... Nos va a ver todo el mundo.

-Vamos, vamos...

Marta suspiró, le colocó el collar... y Esmeralda se pusó a pasear a cuatro patas, como un perra.

No se lo podía creer lo que estaba pasando. ¿Y la gente? ¿Pero es qué no la daba vergüenza? Pues no, la única que iba roja como un tomate era ella. Tenía la cara del color de la perra que estaba paseando.

Y la gente la miraba a ella.

Si Esmeralda decidía ir a cuatro patas caminando por el pueblo, era problema de Esmeralda. Y nadie se metía con Esmeralda.

Llegaron así a la farmacia.

-Me gustaría comprar un... predictor, por favor.

El famaceutico sacó uno de debajo de la estanteria.

-Debería ligarse las trompas. Los pequeños no tienen la culpa de nada.

Se lo tomó como un consejo profesional. En cierto modo tenía razón, y era cierto que si estaba embarazada, la culpa sería únicamente suya.

-Vamos Esmeralda, vamos a llevarte al parque para que puedas mear.

El farmaceutico las vio marchar, colgó el cartel de volvemos en cinco minutos, y se hizo la mejor paja de toda su vida.