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El regalo (3)

en Sadomaso

Amo, perro y esclava salieron a pasear juntos. La agarraron del hombro. No era extraño que deseará tratarla como si fuera su novia. Era joven, bonita, elegante y él un anciano. Clara se dio cuenta de que desconocía su edad. En realidad, no sabía nada de él salvo su nombre, Lucas, y porque lo leyó en la puerta. Y ahora estaban paseando como si fueran una pareja.

Ese pensamiento la ruborizó. No podía seguir así, no en público, no delante de la gente...

-¿Podemos... Podemos volver? Te lo compesaré – añadió de forma inmediata.

-No es bueno que te quedes todo el día encerrada en el piso, Retrete.

Una pareja de verdad se cruzó en su camino. Eran treintañeros, tenían un perro y un bebé. Un bebé. Clara recordó de golpe que no se tomaba nada para prevenir el embarazo. Pero lo peor no fue eso, fue notar la mirada de asco que le dedicó la mujer.

-¿Podemos volver? - preguntó ansiosa.

Su amo la echó un vistazo. Llevaba la mirada baja y las manos entrelazadas delante de ella. Pensó que llevaba razón, que era demasiado pronto para algo así, que lo mejor era regresar al piso donde estaba a su merced y seguir pervirtiéndola. Ya era todo un logró en realidad que quisiera volver en lugar de salir corriendo. O quizás el problema era que la estaba tratando como una persona y no como una perra.

La agarró del culo con fuerza y seguridad. Retrete no se quejó. Otra pareja se cruzó con ellos. Notó como se moría de la vergüenza, pero que extrañamente, esta vez no abrió la boca.

No era difícil entenderla. La exposición pública de lo que en realidad era la gustaba. La avergonzaba hasta morir, pero la gustaba.

Decidió que debía atacar por ahí.

-Entra ahí dentro y deshazte de la ropa interior.

Era un bareto lleno de hombres. Vestida como estaba vestida, con su uniforme escolar, sintió pánico.

-No así...

-De eso se trata. Entra y obedece, Retrete.

Se mordió los labios. Quería hacerlo, deseaba hacerlo, pero lo que estaba a punto de hacer iba en contra de todas sus normas. Se dijó a si misma que nadie se iba a dar cuenta. Solo era entrar, desnudarse, vestirse y salir.

-No puedo – susurró.

Volvieron sobre sus pasos. Clara pudo ver que su amo estaba enfadado, enfadado de verdad por su primera desobediencia, por la primera gran decepción que le había producido. Apenas si podía mantener su paso.

-Lo siento.

-Era una orden muy sencilla. -Aseguró mientras rebuscaba en los cajones cinta de embalar y una máscara muy especial. – Muy muy sencilla – Luego la miró - ¿Confías en mi?

El hombre al que prácticamante había entregado su vida y su cuerpo la ató de nuevo en la cama y la privó tanto de la vista, como del oído y de la voz.

Clara no entendió lo que su amo pretendía hacer con ella hasta que no pudo oler el pestazo a alcohol del hombre la penetró salvajemente.

Los borrachos disfrutaron de su cuerpo. Disfrutaron de su coño y disfrutaron de sus pechos. Su boca y su culo estaban prohibidos.

No les importaba. Tenían delante de si un cuerpo joven, vivo, caliente y expuesto por el que habían pagado y que se retorcía y vibraba antes sus brutales embestidas por uno u otro agujero.

Retrete no sabía cuantas pares de manos recorrían su cuerpo en cada momento. Se estaban centrando en sus pechos, tan manoseados y sobados que creía que se los iban a erosionar.

Sintió un gran dolor. La estaban apretando ambos pezones con alicates, apretando y tirando de ellos como bestias. Estaba segura de que se los iban a arrancar.

Comenzaron también a trabajarse el coño. La tiraron de los labios superiores y la pinzaron los inferiores... Retrete convulsionó debido al inmenso dolor que sintió en ese momento.

Quería gritar con toda su alma.

Luego llegó la traca final, el mastín. Retrete se imaginó la cara de todos ellos riéndose, relamiendose ante la escena que tenían delante de ellos, viendo como el enorme perro la reventaba el culo.

Quedaba la guinda. Retrete debía hacer honor a su nombre. Su amo la apartó la máscara lo suficiente para meter su polla dentro de la boca y se pusó a mear.

Todos los presentes estaban convencidos de que la chica estaba teniendo el orgasmo de su vida...

-Tengo que contarte algo.

-¿Qué?

-No me tomó nada... Para el embarazo, digo.

-Oh.

Acababan de hacer el amor, dulce y suavemente, y ambos se encontraban abrazados como si fueran una pareja.

-¿No te tomas nada? ¿Ni la pildora ni...?

-No.

-¿Ni tienes...?

-Ya te he dicho que no – repitió Clara visiblemente avergonzada de tratar estos temas prácticamante con un desconocido – No lo necesitaba, Javi siempre me lo hacía con condón.

-Espera, entonces la primera vez que te lo hicieron a pelo fue... Oh, si lo hubiera sabido no le hubiera cobrado solo 5 euros.

Lejos de molestarla, Clara se agarró a él aún con más fuerza.

-¿Y cómo fue?

-¿El qué?

-¿Cómo te conquistó?

-Es un hombre muy guapo.

-Y casado. Era profesor tuyo, ¿No? ¿Te matabas a pajas pensando en él?

-Desde los catorce – confesó Clara abochornada – Nos volvía locas a todas, pero fui yo quien se lo llevó a la cama.

-Jaime se tira a todas, o por lo menos, a las que valen la pena. Luego pone voz seductora, os dice que es vuestro secreto y pasa a la siguiente.

-No seas malo. Si eso pasará, algunas, bueno... -Hizo la señal de un bombo

-Tiene realizada la vasectomía – Aclaró Lucas – Le conozco desde hace muchos más años que tú. Hemos...

-¿Qué...?

-... Compartido muchas copas y... muchas chicas.

-¿Compartido?

-Trios – Contestó secamente Lucas.

Clara guardó silencio. No podía creer lo que estaba escuchando. Era imposible. Jaime... La había regalado, la había convertido en Retrete.

-¿A qué edad te desvirgó? ¿Y dónde?

-A los 15, en su despacho – respondió de forma automática.

-¿Y luego?

-Lo estuvimos haciendo durante dos años más y luego nada. Luego salí del internado y no le volví a ver... Hasta ayer. Creía que estaba enamorada. Dios, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por él solo para poder estar a su lado...

Lucas la acarició el pelo.

-¿Dónde creen tus padres que estás?

-En la universidad.

-¿Sabes que no vas a volver a ver, verdad? - Lo sabía, y no la importaba. -No pienses mucho más en ello. Ahora de lo que nos tenemos que preocupar es de lo tuyo. - dijó tocándola el vientre.

-¿Quieres que te de un hijo? ¿O una hija?

Lucas miró por un momento a su esclava, no lo decía en broma.

-O podríamos dar el bebé en adopción y mamar tú de mis pechos.

Eso tampoco lo decía en broma.

-Con la mierda que te tragas, a saber como te sabrá la leche... Bueno, ya está bien, vete a tu cama.

-Nunca he dormido con un hombre. Con Jaime no podía, porque bueno, está casado.

-Pero que voy a hacer contigo, Retrete

-Lo que tú desees, amo mío, lo que tú desees...

Empezó a recorrer el cuerpo de su amo hasta llegar a la polla. Estaba flacida. Se la metió en la boca y comenzó a chupar hasta que se pusó grande y dura y pasó a follarsela con la boca hasta que su amo explotó.

Luego, se retiró a su habitación.

El traje de sirvienta no podía sentarla mejor. Faldita corta, escote, medias con liga. Lo único que había cambiado era los zapatos de tacón por una zapatillas porque se iba a dedicar a limpiar la casa.

Se esmeró en ello. No estaba especialmente sucia, pero se notaba que vivía un hombre solo.

Su amo volvió sobre el mediodía. No venía solo, pues le acompañaban otros cuatro hombres. La resultó muy fácil desnudarse para ellos.

-Menuda esclava te has echado, si hasta te limpia la casa y todo.

-Pero es una guarra que ni si quiera ha limpiado el suelo.

El hombre sacó un bote con algo blanco y lo derramó sobre el suelo.

-Con la lengua, Retrete, con la lengua.

Se colocó de rodillas y comenzó a caminar. Era un charco enorme. No pudo ni imaginar cuantos hombres o perros se habían corrido en ese bote. Esa maldita cosa apestaba

Sacó la lengua y comenzó a lamer el piso. Nunca antes se había sentido a la vez tan humillada ni tan excitada.

Derramaron sobre su pelo otro bote entero lleno de semen.

-Abre la boca, mirando hacía arriba, y no te lo tragues.

La llenaron la boca de semen y luego escupieron dentro. Un cuarto bote fue derramado sobre su cara y sus tetas.

La enseñaron en la tele el vídeo que habían grabado en el móvil. Se vio con la boca abierta y llena de semen y escupijatos, con el pelo blanquecino por el semen derramado en él, con toda la cara bañada. Nunca antes se había visto tan denigrada en su vida. Si alguna vez se había sentido un retrete de verdad, era ahora.

La dieron permiso para que empezará a tragar para acto seguido seguir lamiendo el suelo.

Allí la dejaron, a cuatro patas, con las manos y los pies atados juntos y con dos vibradores metidos en los agujeros de su cuerpo.

Retrete comenzó a encadenar orgasmo tras orgasmo...