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La estrecha (2)

en Sadomaso

Regresé a casa descalza y cogida de la mano de mi extraño amante. El suelo era frío y duro, y sentía clavarse en mi cada piedra del camino, pero a su parecer mis zapatos eran demasiado buenos para una puta perra peluda.

-Quiero entrar... Quiero entrar en tu casa y follarte en tu habitación, en tu cama. - El corazón se me pusó a mil. - ¿Crees que tu amo me dejaría?

Yo no dije nada y él se limpió la nariz con la manga de su abrigo.

-Aunque realmente no hay que preguntar... Tú estás aquí y él. Entremos.

-Están mis padres... Mi hermana...- protesté en un susurró

-Están dormidos... Es lo que hace la gente decente y no las putas perras peludas.

Metió su mano por debajo de la bata que me cubría y me agarró de los pelos del coño tirando con fuerza de ellos. Deseaba gemir del gusto, entregarme a él sin ninguna reserva.

Le abrí la puerta y nos dirigimos a mi habitación. Nunca un viaje tan corto se me había hecho tan largo y no me sentí a salvó hasta que no cerré la puerta tras de mí.

Se sentó en la silla y comenzó a teclear. Eche un vistazo al móvil y vi que estaba preguntando que podía y que no podía hacer conmigo...

“Haz lo que quieras con esa perra. Las perras sirven para eso. Disfruta”

“¿Puedo romperla el culo?”

“Claro, sin problema”

Dejé de cotillear que pensaba hacer conmigo y me acerqué al radiador para calentarme un poco. Si había un momento en que sentía una puta de verdad era ahora, y mi valor era nulo.

En cuanto terminó, se pusó cómodo en seguida. Comenzó a quitarse la mugrienta ropa que llevaba encima hasta que se quedo totalmente desnudo. Era mayor, grande, algo obeso y apestaba, tenía una barba muy tupida y descuidada y su cabello era un desastré. Tenía una polla gorda y grande que daba gusto verla.

Se metió en mi cama.

-Entra, debes estar muerta de frío.

Me quite la bata y no tarde mucho en estar entre sus brazos. Estaba muerta de frío y sueño.

Él me agarró el culo y me ví en un momento debajo de él y con la boca tapada por su enorme mano.

Me ensartó sin mediar palabra y me folló con tanta furía que el polvo anterior pareció un simple aperitivo. Me encantaba recibirle dentro de mi una y otra vez, sentirle dentro, sentir que por una vez en mi vida servía para algo.

Comenzó a trabajarme los pechos con las manos, magreándolos y sobándolos, golpeando con fuerza mis pezones, mordisqueándolos, retorciéndolos y tirando de ellos con los dientes cuando estaban bien duros.

Aún no entiendo como ni grité de dolor.

La salida de mis padres y hermana me pilló de rodillas en el suelo con toda su polla dentro de mi boca, con todo su vello púbico aplastado contra mi cara y conteniendo como podía las arcadas.

Me partió la cara.

-Eso por no comerme el culo... Ya oíste a tu amo, puedo hacer lo que me de la gana contigo. La verdad es que no imaginaba que fueras tan perra. Demonios, hasta el puto perro de la casa va a disfrutar contigo.

Sí, me había negado a comerle el culo cuando vi los restos de mierda pegados que tenía en él hasta que por lo menos se lo limpiase...

Él se pusó a rebuscar entre sus cosas hasta encontrar el pasamontañas, un collar de perro viejo que traía con él, un puto bozal y una jodida fusta. Su aspecto me dio escalofríos.

Se tomó su tiempo para vestirse de nuevo con sus harapos mientras yo no dejaba de tiritar de miedo.

-Y ahora levántate y abre las piernas.

Sí, me tocaba levantarme pues había estado todo ese tiempo de rodillas sin poder hacer otra cosa que mirar a una figura que me aterrorizaba y me atraía a partes iguales.

Me ató las manos a la espalda con un par de medias, me amordazó y ajustó el collar a mi cuello. Era un jodido collar de adiestramiento.

Me miró de arriba abajo como quien mira un trozo de carne. Me sentí más como una cosa que como una chica. Una cosa con un único propósito.

Encendió la cámara web y se regodeo en mi cuerpo. Me tiritaron las rodillas cuando caí en la cuenta de que estaba en una red pública al acceso de cualquiera que quisiera entrar.

La fusta acarició mi piel por primera vez con toda la fuerza de la que era capaz. Todo mi cuerpo se estremeció a causa del dolor. No estaba ni remotamente preparada para recibir semejante golpe en mi culo.

Se colocó detrás de mi y introdujó dos dedos hasta el fondo de mi coño. Inició una masturbación brutal y salvaje, un mete saca que tenía por una finalidad demostrar el dominió que tenía sobre mi y mi cuerpo y lo puta que en realidad era.

Cuando me corrí sin su permisó me azotó tan fuerte que perdí pie. Me encontré de rodillas con la cabeza pegada al suelo y el culo en alto.

Comenzó a depilarme arrancándome los pelos a tirones. Manojo a manojo que una vez arrancado mostraba a la cámara como si de un trofeo se tratará, a pura fuerza bruta y salvajes tirones, mientras mi cuerpo se retorcía de dolor, fue arrancándome todos los pelos hasta que mi coño quedó completamente limpio. O casi.

Caí en la cama como un saco de patatas, agotada y dolorida como estaba. Él me dio la vuelta dejándome con los pechos mirando al techo y completamente abierta. Estaba aprendiendo que las perras debíamos estar siempre disponibles...

El primer azote a la vagina se recuerda toda la vida. Es una mezcla entre un increíble dolor, placer y una gran humillación.

Volvió a meterme los dedos como un puto salvaje. No me quedaban fuerzas para intentar controlarme pero temía el castigo... Hice lo que pude para no correrme como una loca.

Él me ayudó azotando mis pechos alternativamente y me corrí de gusto cuando tras obtener permiso, volví a sentir el azote de la fusta en mi coño.

Me introdujo la polla y me preparé mentalmente para ser follada por una bestia, por mi bestia, pero en seguida noté el escozor. No solo se orino en el interior de mi coño, también lo hizó en mi pelo, cara y boca...

Ató el collar a un lado de la cama y me colocó tapó los ojos privándome de la visión. Y aparéntemente, se fue. No me quejé, lo necesitaba para recuperarme. No logré quedarme dormida y las horas empezaron a pasar sin saber nada de él y sin poder moverme.

Pensé que me había abandonado. Pensé en mis padres encontrándome en este estado. No sabía cuantas horas quedaban para que volvieran pues había perdido la noción del tiempo.

Eso me aterró y forcejeé inútilmente contra mis ataduras.

El verdadero miedo lo sentí cuando note que alguien abría la puerta de la habitación. No reconocí las pisadas ni las manos jóvenes y suaves, casi de niño, que tocaron mi cuerpo. Examinó mi cuerpo: muslos, pecho, coño, culo... Tampoco reconocí la polla de adulto que ferozmente entró dentro de mi sin la más mínima consideración.

No, no me había abandonado. Me había prostituido.

Sentí como si me hubieran quemado el coño con un hierro al rojo vivo. Todo mi cuerpo se doblo debido al dolor, pero no cerré las piernas. Simplemente, no podía permitírmelo.Volvió a azotarme dos y hasta diez veces más. Me estaba destrozando.

Me quitó la atadura de las manos, agarró mi correa y me hizó caminar junto a él como una perra. Tenía que andar con las piernas muy abiertas pues cada roce era una tortura. En cuanto lo notó, mandó parar solo para tocarme... Me estremecí de dolor y aún así me corrí como una guarra... No lograba entender que le pasaba a mi cuerpo.

Eso pareció gustarle, pues empezó a tocarme el coño de forma grotesca y con verdadera saña. Me pellizcaba, me retorcía, tiraba tirones... Mientras yo me mojaba y me mojaba sin parar mientras él se reía.

Seguimos avanzando. El aire fresco del patio me sentó muy bien.

-Harás tus necesidades aquí.

Lo terrorífico no fue tener que mear a la vista de un hombre, fue lo fácil que me salió.

Me quitó la venda de los ojos y al fin pude verle... No tenía ni la menor idea de quien era el negro que tenía a mi lado.

-Puedes levantarte.

Lo hice. Era más bajito que yo, y más joven que yo. También me quitó el bozal de la boca.

-Te he comprado a Carlos... El vagabundo. Voy a ser tu nuevo amo.

No entendía una mierda de lo que me estaba diciendo.

-Ahora me perteneces. ¿A qué te decidas?

-A nada – respondí sinceramente.

-¿Eres una ni-ni?

Asentí avergonzada con la cabeza.

-Vaya. ¿Qué edad tienes?

-22

-¿En serio tuviste a tu novio a pan y agua tres putos años enteros?

Asentía avergonzada con la cabeza... El me sobó el pecho con la seguridad de que no me iba a resistir.

-Va a ser un placer compartirte con mis amigos, blanquita.

Se sacó la polla y yo me arrodille para comérsela... Muy pronto noté el sabor del semen en mi boca.