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La aprendiz de perra sumisa (3)

en Sadomaso

Un picardías. Un picardías negro que había comprado hacía un año para una ocasión especial y que había traído consigo. La quedaba de muerte y por fin podía estrenarlo.

Su amo le había dado a elegir entre descansar o pasar la noche con él.

Y había decidido.

Su coño le ardía por el usó y abusó al que había sido sometido. Las heridas de su espalda, su reventado culo le indicaban que nada de lo que había sufrido en ese día era normal...

Y sin embargo, ahí estaba, lista y dispuesta, para ser usada otra vez. Algo definitivamente no estaba bien dentro de su cabeza.

Se sentía toda una mujer mientras esperaba en la cama. Se sentía como una recién casada, en realidad.

No podía evitarlo. La ropa, el escenario... Era como si fuera la primera vez que iban a hacer el amor.

Su amo se situyó al pie de la cama y subió lentamente la prenda de ropa que llevaba puesta dejando su entrepierna al aire.

Sintió vergüenza. No era la primera vez que se la mostraba, pero nunca tan cerca ni tan íntimamente.

Colocó sus piernas en forma de M.

-Hasta ahora solo te he humillado y forzado algún límite al que pronto te acostumbrarás. El estar aquí así lo demuestra. -Dios, no, no quería, no quería acostumbrarse a ser tomada por sucios chuchos... Su amo sacó una fusta para caballos del armario y se la mostró. -Eres una esclava, Cerdita, y tu cuerpo y tu mente solo sirven para mi diversión.

Su cuerpo tembló de puro miedo. Sabía de sobra donde iban a ir dirigidos los golpes de esa maldita cosa.

Tenía ganas de salir corriendo. A su habitación, a su casa, a su vida, incluso a probar salir con ese chico que le ponía ojistos... ¿Cómo se llamaba?

El primer golpe que se recibe en el coño siempre es especial. Doloroso, humillante, placentero... Una mezcla de sensaciones muy difíciles de describir.

Un segundo golpe impactó en la misma zona. Y un tercero, y un cuarto... Al principio lo entendía, pero terminó por comprender. Se la estaban follando a base de golpes.

Y sí, se corrió de puro guarra que era.

Su amo terminó de desnudarla rajando el picardías que llevaba encima.

La azotó con saña, hasta que se le cansó el brazo. No solo en su zona genital, también en sus pechos, en la cara interna de de sus muslos, incluso en la planta de los pies.

Su cuerpo chillaba de dolor cuando su amo dejó la habitación.

Dios, tenía que terminar con todo esto, era una jodida locura. No podía pasar ni un minuto más en esa casa...

No tardó en volver. Llevaba a uno de esos asquerosos chuchos con él.

-No, por favor, en la cama no – suplicó.

El chucho se subió inmediatamente a la misma y comenzó a lamerla el coño.

Su lengua, aunque áspera, era lo más maravilloso que había sentido en toda su vida.

Un fuerte orgasmo no tardó en sacudir todo su cuerpo, pero eso al chucho no le importó.

Se relajó. Un segundo orgasmo, intensó pero mucho más placentero volvió a llenarla.

El chucho dejó de lamer.

Estaba lista, preparada para ser montada. No la importaba que fuera en la cama o en la posición del misionero, viendo al chucho cara a cara, siendo plenamente consciente de lo que estaba haciendo. Deseaba ser follada.

-Vamos, vamos, Brutus, que ya has terminado aquí. La señorita no desea tener sexo contigo hoy.

¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Pero qué cojones estaba pasando...? Su amo estaba saliendo por la puerta...

-¡Eres un puto cabronazo!

Su amo se descojono.

Lo oía reirse mientras caminaba por el pasillo.

Pero no pasaba nada. Porque volvería. Tenía que volver. Solo estaba jugando con ella y... ¿De verdad estaba ansiosa por follar con un puto chucho en la cama?

Intentó ponerse en pie, levantarse. Tenía que cerrar la puerta para que no volvieran. Al menos su habitación tenía pestillo.

Su cuerpo chillaba de dolor pero hizo caso omiso mientras se acercaba paso a paso a la puerta.

Su amo estaba ahí.

-Si de verdad quieres que te folle, solo me lo tienes que pedir por favor.

Abrió la boca y la cerró. No, no pensaba hacer eso.

-Me voy. Mañana, a mi casa.

-Ya sabía yo que no ibas a aguantar ni dos días.

La hirió en su orgullo, pero eso no importaba ahora. Solo que ya había tomado su decisión.

Su amo la cogió en brazos y la devolvió suavemente a la cama.

-Entonces, ¿No quieres? Sólo por esta noche. Mañana todo se habrá acabado y ya nunca más importará.

-¿Sólo por esta noche? - Preguntó Cerdita.

-Sólo por esta noche.

Miró al chucho.

-Por favor, déjame hacerlo. - susurró

Ni cortó ni perezoso Brutus se montó en la cama y la montó.

Sabía lo que estaba haciendo. Era plenamente consciente de ello. Porque no cerró los ojos. Lo estaba mirando. A los ojos, al hocico del chucho.

Mientras la follaba.

Mientras se abría de piernas para él, porque para su vergüenza había descubierto que la gustaba que se la follaran duro y con dolor.

Y que demonios, deseaba disfrutar de su última noche, hasta dejar seco al puto chucho.

-¿Deseas que te traiga otro?

No lo preguntaba con malicia, estaba realmente sorprendido del comportamientode Cerdita. Era la primera vez en su vida que veía a Brutus exhausto.

-Te quiero a ti – Replicó Cerdita. - Si esta va a mi última noche aquí, te quiero a ti, dentro de mi.

-Esto...

-Cierra la puta boca y métemela de una puta vez

¿Pero quién coño se creía que era la perra para darle ordenes a él? La dio la vuelta y se la metió por detrás mientras Cerdita se moría del gusto...

Camisa blanca, falda vaquera, zapatillas, bolso a juego. Un look muy urbajo y juvenil para un pueblo perdido de la mano de Dios.

Se iba. Lo había decidido, tenía que hacerlo antes de perder completamente la razón. En la casa estaban Esmeralda y Su amo.

-Entonces es verdad que te vas. - Comentó Esmeralda cuando la vio con las maletas

Cerdita asintió.

-Esta vida no es para mi. -Cogió la maleta y se dirigió a la puerta. Solo cuando la abrió, se le vino a la mente cierta cosa que aún la ataba a este lugar... -¿Qué hay de la foto?

-Nada. Una esclava debe entregarse voluntariamente. Forzarte a quedarte conmigo es de perdedores.

-Entonces, ¿No la usaras?

-Tienes mi palabra. Si quieres irte, vete, sin miedo.

Hablaba en serio. En el fondo era un buen... hombre.

-¿Puedes llamar a un taxi?

-Puedo pero no lo haré. Coje el autobús hasta la capital, y luego vuelve a Madrid. No hay perdida.

Cerdita salió de la casa sin mirar atrás. Preguntó a un viejo que se encontró donde quedaba la parada del autobús.

Notó como se la comía con los ojos.

-¿Y dónde puedo encontrar una farmacia?

-¿Una farmacia? ¿Y qué problema tiene una chica tan joven que requiera una farmacia?

-Tengo que comprar cierta cosa...

Tenía que procurar no quedar embarazada. No estaba segura si la píldora del día después funcionaba más allá de las primeras 24 horas. Si por un casual se había quedado embarazada no sabía como se lo iba a explicar a sus padres.

-Si, claro. Él nunca usa preservativo.

-¿Él?

-Tu amo, ¿Quién si no?

Se la subieron los colores a la cara. ¿Cómo había podido traicionarla de esa manera?

-Ya no lo soy. Lo dejó.

-Si, eso nos comentó, que ibas a abandonar a los dos días. ¿Te gustó el regalo? Pusimos mucho esfuerzo en hacerlo.

Saber que se había tragado su semen y sin rechistar casi la hizo vomitar.

-¿Tú y quienes?

-Los del bar, todos aportamos. Te gustó, ¿Cerdita?

-Ya no soy esa. -respondió de forma automática.

-Hay cierta foto que dice que sí.

No podría creer que la hubieran traicionado de esa manera.

-Por favor, ya no soy esa. Solo quiero irme.

-Y nosotros follarte y que comas nuestra lefa. Y no tenemos tantos escrupulos como tu amo

Se sentía acorralada. El viejo la pasó la mano por la cintura.

-Vamos, ven, te están esperando.

En la tasca habían 16 hombres jugando al mus más el camarero. Todos la miraron. Todos sabían quien era...

-Hay una habitación arriba. Vete quitando esa ropa tan bonita que llevas que iremos subiendo en cuanto decidamos el orden.

Subió las escaleras. Dios, no quería hacerlo. Entregarse a un amo era una cosa, entregarse a 18 desconocidos, otra muy distinta. ¿Pero qué alternativa la quedaba?

Se metió dentro y comenzó a quitarse la ropa.

Al poco llegó el primer hombre. La dio 20 euros.

-Toma para tu amo.

-Ya no soy su esclava.

-No, ese no. Eras el premio de la partida de ayer. Ya lo conocerás y le darás el dinero. -Un nuevo amo y ni si quiera sabía quien era... - Y ahora túmbate, quiero echarte un polvo.

Cerdita obedeció.

Algunos querían follar, algunos por detrás, otros que se la chuparan, y algún que otro quería correrse en su cara, pelo, pechos...Y todos pagaban.

El colofón final fue derramar encima de su cabello y cuerpo un cuenco llena de lefa y ver todos ellos como lamía directamente del suelo la lefa derramada en él.

Estaba echa un asco cuando el alguien llamó a la puerta.

-¿Se puede?

Era la voz de una mujer.

-Tenía que haberme imaginado que eras tú.

-Te has portado maravillosamente bien – aseguró mientras contaba el dinero - No he recibido ni una queja de los clientes.

Cerdita no replicó nada. Se había dejado hacer. Se había dejado hacer cosas que...

-¿Has disfrutado?

-¿Va a ser así el resto de mi vida?

-Eso solo depende de ti. Puedes irte si quieres. -Cerdita sonrió. Eso ya lo había escuchado antes.- Tecnicamente ya no eres mía.

-¿Cómo que no soy tuya?

-Te gane a las cartas, pero solo un día. Hoy. Sabíamos que te ibas a ir, pero el chantaje solo se puede utilizar una vez.

-Pero ese hombre dijó...

-Es el padre de tu amo. Claro que sabe de ti. ¿Es el que más duro te ha usado, no? Eres tan suya como lo eres de tu amo Los demás se lo imaginan, pero no tienen poder sobre ti.

-Ya no soy...

-No digas tonterías, Cerdita. Eres una esclava, una gran esclava. Volverás corriendo a los brazos de tu amo porque solo serás feliz a sus pies.

-Me ha traicionado...

-¿Alguna vez le has dicho que no puede utilizar tu foto? ¿O hablar de ti con sus amigos? ¿Has puesto algún tipo de límite? ¿No? Pues entonces no te puedes sentir traicionada. Cerdita, eres su esclava en cuerpo y mente.

-¿Y tú qué eres?

-Yo soy su sumisa.- Lo soltó como si fuera lo más normal del mundo. Esmeralda echó un vistazo a la hora – Sabes, estoy pensando que técnicamente eres mía hasta el amanecer. Así que vamos a hacer una cosa antes de que vuelvas a casa de tu amo.

Esmeralda se quitó la falda que llevaba puesta, revelando que no llevaba ropa interior. Tenía el coño provistó de una hermosa mata de pelos rojo brillante como el fuego salpicado de manchas blancas. Ni que decir tiene que era lefa de alguna corrida muy reciente.

-Límpiamelo, Cerdita. No quiero ver ni un rastro de semen en él.

Sumisamente, Cerdita se arrodilló y metió su lengua en el coño de su ama. Esmeralda se corrió al poco en su cara, pero Cerdita siguió lamiendo.

Regresó a casa de su amo, totalmente humillada, oliendo a lefa y corrida de Esmeralda. Y desnuda. Porque no la habían dejado vestirse.

Ni si quiera ponerse las zapatillas

El corazón de Cerdita latía a toda maquina ante la idea de que alguien la viera. Dios, estaba cachonda perdida.

Alguien si que le vio. Su amo, claro. Este la miró de arriba abajo.

-Estás hecha un asco.

-¿Puedo subir y lavarme?

-Solo si te arrodillas, abres la boca y te tragas mi meada.

Cerdita se arrodilló, abrió y pronto el dulce sabor de su amo inundó su boca...