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El regalo (2)

en Sadomaso

Se encontraba a punto de hacer sus necesidades matutinas cuando recordó que no necesitaba hacerlo en el cuarto de baño. Su esclava estaba en la habitación de al lado, esperándole atada y expuesta para satisfacer cualquier capricho.

Entró despacio y en silencio en la que había sido la habitación de su hija. Ya solo por esto, su polla palpitaba. Siempre había deseado hacerlo pero nunca logró reunir valor suficiente. Dormía placidamente, como un ángel. Su pecho subía y bajaba al tranquilo ritmo de su respiración

Con la linterna del móvil inspeccionó las ataduras de sus tobillos y las de sus muñecas. Eran fuertes y seguras. También comprobó el RETRETE pintado en su cuerpo. Le gustó ver intacto semejante aberración en un cuerpo prácticamante virgen porque eso solo significaba una única cosa.

Clara despertó aterrorizada, incapaz de entender o comprender lo que la estaba pasando. Luchó contra sus ataduras de tal forma que estás se clavaron en su carne e intentó morder la mano que tapaba su boca.

Según su mente iba recordando los sucesos del día anterior, se fue calmando. Su amo había decidido usarla de la forma más cruel e inimaginable posible. No podía ser más Clara, nunca más, nunca jamás, debía ser Retrete...

-Se Retrete, se Retrete, se Retrete... - se repitió para si misma.

Lucas terminó de violar la maravillosa vagina que tenía a su entera disposición y retiró la mano de su boca.

-Ya sabes lo que toca, Retrete.

Abrió la boca y pronto se llenó de orina. Su cara, su pelo, su cuerpo, su placer, su salud, no la importaban en realidad. Solo complacer a su amo.

Lucas no pudó resistirse a la tentación de acariciar y manosear su entrepierna, de masturbar a su juguete mirándola a la cara, de ver como la vergüenza se apoderaba de ella según el placer iba aumentando. También quería comprobar hasta donde podía llegar. Había comenzado con dos dedos y ahora tenía cuatro. No estaba seguro de si podría meterla la mano entera dentro del coño en este primer intentó, pero desde luego no sería por no intentarlo.

Contorsionó la mano formando una cuña con ella y empujaba cada vez más y más hacía dentro, poquito a poquito, hasta que finalmente Retrete soltó un grito entre el dolor y el placer.

Lo había logrado.

No hacía falta fijarse en ella para saber que había tenido un gran orgasmo justo en ese momento. Estaba agotada y sudada, como si acabará de parir.

Lucas retorció su mano y apareció en ella un visible gesto de dolor. Nada importante. Volvió a hacerlo una y otra vez, cada vez más deprisa, con más violencia.

Comemierda gemía y se retorcía de dolor. Solo las ataduras de manos y tobillos la impedían salir corriendo.

Pero no gritaba.

Lucas sabía de sobra porque no lo hacía. Lo había descubierto al reventarla el culo. La humillación, el dolor, la volvían loca. Por es no gritaba ni se quejaba, no deseaba que se parase.

Torció y retorció la mano un rato más, luego la sacó y la volvió a meter como si se la estuviera follando.

Retrete estaba literalmente enloqueciendo, gimiendo como una loca por el enorme placer y el dolor que la invadía.

Lucas se detuvó en cuanto notó que la cerda se había vuelto a correr. Sacó de ella la mano completamente empapada de flujos vaginales y sangre y la acercó a la boca de Retrete. Esta comenzó a lamerlo y chuparle los dedos con ansia.

Decidió que Thor se merecía un buen revolcón. Salió de la habitación y volvió con él.

-Vas a chupársela. Y vas a tragarte todo lo que salga de ella.

Le colocó la polla del mastín en la cara y para su sorpresa, Clara ni si quiera rechistó. Comenzó a lamerle la punta y a meterse en la boca una polla grande, gorda y roja que crecía a ojos vista. Grandes borbotones de semen comenzaron a salir de ella colapsando su boca, bañando su cara y su pelo.

Alguien llamó a la puerta. Instintivamente Retrete supó que era alguien que venía a follársela, a mearla, quizás a ambas cosas a la vez. Ese pensamiento la excitó sobremanera.

Un hombre con el pecho canoso, obeso y encapuchado al que no reconoció entró en la habitación acompañado de un enorme perro negro.

Poseía una polla gigantesca, la mayor que se había visto jamás antes. Lo primero que hizo fue meterla a empujones un vibrador largo y grueso con aspecto de polla en el culo y ponerlo a vibrar.

Tras tumbarse encima de ella y apretarla pechos con sus enormes manos, la penetró con un golpe seco y brutal hasta el jodido fondo de sus entrañas.

Las sensaciones eran raras, confusas. Se sentía llena, saturada. Sentía más placer proveniendo de atrás que de su coño.

El hombre estaba mucho más dispuesto a abusar de sus pechos y mantener de dentro de ella su enorme polla que a otra cosa. Los sobó, manoseo, azotó con las manos, pellizcó sus pezones y los mordió.

Retrete movió sus caderas de forma insconciente e incontrolable. De verdad deseaba follarse esa cosa que tenía dentro por más daño que la hiciera

-Yo torturaré tus tetas - declaró mientras se corría dentro de ella.

A continuación, comenzó a mearse.

Retrete sintió el escozor de la orina entrando en contacto con sus heridas internas. Sintió el pinchazo en su amor propio al notar que a buena parte de ella misma la estaba encantando que la usaran de esta manera.

Se la colocó delante de la boca de Retrete y terminó de mear empapándola la cara, el pelo y la boca. Luego comenzó a larmerla y chupársela. No era eso lo que deseaba. La agarró de la cabeza y empezó a follarse su boca con fuerza.

El perro no tardó en saltar a la cama y la penetró iniciando una brutal follada. Era su primera doble (o triple, no estaba muy segura) penetración y ni si quiera conocía a los participantes.

Las sensaciones la abrumaron. Su mente apenas era capaz de poner orden en la cantidad de estímulos que estaba recibiendo al mismo tiempo. El dolor y el placer se mezclaban y se intesicaban. Contra más dolor, más placer. Contra más placer, más dolor.

No quería que el perro acabará nunca. Dentro de sus limitaciones, forzó su cuerpo para que las repetidas embestidas de la bestia fueran aún salvajes mientras no paraba de meterse esa cosa en la boca.

-Algún día te la temerás entera

El amo detuvó en seco a un Brutus excitadísimo y colocó sus genitales al alcancé de la boca abierta de retrete. Este comenzó inmeditamente a follarse la boca como lo estaba haciendo con el coño hasta que se corrió en un estallido de semen que desbordó la boca de Retrete.

Y para sorpresa de ambos, Brutus se meó encima de ella.

La colocaron sus primeras pinzas en los pezones y tras soltarla de la cama aunque seguía con las manos atadas, su amo la condujó hasta el baño.

Allí, en el espejo, pudo ver reflejada en lo que se estaba convirtiendo. Vio a una chica despeinada, meada, brillando por el semen que chorreaba por su cara y su pecho, con su nuevo nombre, RETRETE pintado en su vientre, con los pezones pinzados y con el consolador apagado y metido en el culo. (nota de la autora, por petición popular, la dejó con este nombre)

Otro encapuchado la quitó los pendientes, lo último que quedaba de su vida, la arrancó el consolador, la agarró del pelo y la comenzó a dar por el culo tras inclinarla sobre el labavo. De lo que se trataba era de que se viera la cara mientras duraba el acto.

No, no quería verse. De todas las humillaciones que había sufrido, esta era la peor de todas. Intentó bajar la cabeza, pero no la dejaron. Intentó cerrar los ojos, pero recibió una hostia.

Al final el placer del dolor pudo con ella. Era humillante y degradante verse en ese estado, notar como las manos de dos desconocidos (o quizá no tanto, la noche anterior la habían usado tres y había visto a un cuarto) la magreaban los pechos mientras un tercero la daba por culo.

Y eso la encantaba.

Su coño parecía una fuente. Uno de ellos le palpó los muslos empapados y le restregó los jugos por el pelo a modo de peine.

Los hombres comenzaron a rotar, pero todos y cada uno de ellos se centraron en su culo, en sus pechos y en sus muslos.

No sabía cuanto tiempo llevaba dentro del baño cuando entró su amo con un collar de perro, pero si sabía cuantos habían sido: 10.

Tras colocárselo en su cuello, y aún con las manos atadas y los pezones pinzados, la llevó al salón. Allí esperaban los demás y los animales. Situó a Retrete de rodillas en el centro del salón, la dio un par de azotes con una fusta en el culo para que abriera la piernas, y se sentó.

Delante de ella habían dejado un platillo con un líquido blanco y viscoso. No era leche. Eran las corridas de los presentes.

Estuvo a nada de vomitar del asco.

Su amo volvió a azotarla para recordarla cual era su posición.

Por supuesto, sabía de sobra lo que esperaban de Retrete. Inclinó el tronco hasta apretar sus tetas contra el suelo, acercó su bello rostro al platillo y comenzó a lamer. No resultaba tan desagradable como había previstó en un primer momento.

Incapaz de controlarse al verla en tan apetecible postura, uno de los perros se escapó de su amo y se montó encima de ella. Ninguno de ellos movió un dedo por separarlos.

Retrete se dejó montar con verdadero gusto. Después del extremo anal que había soportado era una delicia que algo, hombre o animal, usase de nuevo su coño.

Gimió con verdadero placer. El pastor alemán clavó sus uñas en ella y esa fue su primera herida de guerra.

La tumbaron encima de una mesa y la ataron las piernas y los brazos juntos en forma de V. Nunca en su vida se había encontrado con su vagina y su culo tan expuestos.

Abrieron y soltaron las pinzas de pezones provocando en ella un gran dolor por los sensibilizados que los tenía. Pinza derecha, pinza izquierda, derecha, izquierda de nuevo.

-Sería mejor si la amordazamos, esto duele mucho.

-Nada de mordazas. Si grita, que grite.

Se preparó para lo peor.

Llegó el primer azote con la fusta, directo al coño. Y el segundo, y el tercero y el cuarto. La zona estaba vez más irritada, más enrojecida y más sensibilizada.

Clara no había experimentado en su vida dolor semejante. Era increiblemente intenso e increiblemente dulce al mismo tiempo.

Comenzaron a follársela de nuevo. Dada la sensiblilidad de la zona, estaba a nada de correrse pero su amo se lo impidió con un nuevo azote.

Esa era la tortura. La azotaban, la hurgaban hasta casi alzancar el orgasmo, luego se lo negaban para empezar de nuevo.

La estaban matando de placer.

Retrete juró que haría lo que fuera, cualquier cosa, cualquier guarrada que la pidieran, pero que por Dios, la dejarán correrse. Lo deseaba, lo necesitaba.

La metieron el vibrador en el culo y lo ahí lo dejaron. Si Retrete quería correrse, tenía que ser de esta forma.

Tuvo un rico órgasmo al poco. Uno de los presentes explicó que en realidad no era el vibrador sino que se había corrido porque al fin tenía permiso para hacerlo.

Otro de los presentes se sacó la polla y la penetró. Comenzó a mearse dentro de ella y todos vieron como Retrete se corría de puro gusto simplemente porque podía hacerlo.

Otros tomaron su ejemplo y se mearon en su boca, en su vagina, o directamente se la follaron en dobles penetraciones salvajes tanto de vagina/boca como boca/anal.

Retrete lo aguantó todo fiel a su promesa o a la locura que empezaba a inundar su mente. Incluso aguantó como uno de ellos por pura diversión le pusó el culo en la boca mientras otro se la follaba.

-Estás hecha un desastre, Retrete. ¿Qué te parece si te limpias, te apañas, te pones un bonito vestido y salimos a ver a alguien?

Clara, o lo que quedaba de Clara en Retrete, se preguntó quien faltaba por conocer. Hacía unas pocas horas en la que todo había terminado y la habían dejado descansar, pero solo eso. Se había pasado las horas tirada en un rincón, sucia, atada, maniatada y hambrienta. Su amo la había dado de comer algo en un plato para perros que al final de puro hambre, se lo había tragado. Al menos, era comida de verdad.

Lo peor eran los recuerdos. Pasada la locura quedaban los recuerdos y no sabía como interpretarlos. Miró a su amo.

-Aceptó

Se dirigió al baño y no reconoció a la chica que el espejo reflejaba. El agua caliente, poder lavarse y apañarse el pelo, la sentó de maravilla.

Se fijó en el vestido que su amo había escogido para ella. Era el vestido de su antigua escuela, la misma ropa con la que Javi la había conocido un año antes. Este nunca la había tocado si quiera vistiendo eso. Nunca jamás se había atrevido.

Lucas la ordenó avanzar hasta él cuando salió por fin del cuarto de baño. Volvía a ser una niña asustada. Avanzó hacía él con paso vacilante.

-Las manos a la espalda. ¿No me has oído? Las manos a la espalda, Retrete.

Obedeció. Era una orden sencilla, nada compremetedora. Su amo alargó la mano y la acercó poco a poco a su mejilla. Luego a sus labios, y comenzó a bajar a su pecho hasta que se lo agarró. Soltó un pequeño grito como si en lugar de una zorra fuera una adolescente firginal.

-De rodillas.

-No, por favor.

-De rodillas.

Sabía lo vendría después, y aún así lo hizo. Se pusó de rodillas y esperó pacientemente a que su amo sacará la polla. Se la metió completamente en la boca y comenzó a follarse con ella y se tragó la corrida completa.

Luego su amo se dedicó a meterla mano con el uniforme puesto.