La hacienda va de maravilla. Los mozos trabajan de sol a sol una tierra que da unos frutos riquísimos. Que alimentan tanto sus habitantes (humanos y animales) como las propias arcas del señor. Que dicho sea de paso, puede enorgullezerse de ser uno de los más ricos de la zona. La vida de este es quizá lo que más de uno le pediría a la lámpara mágica de los tres deseos. Su trabajo se basa en mandar a trabajar a otra gente y tiene una bella y tetuda esposa con la que ha creado una alegre chiquillería que seguramente continuará por muchos años la rústica vida de la hacienda de don Salvatore.

Lleva impuesto, esta hacienda, un ritmo de vida que solo un desastre natural podría romper. Según sea la temporada, se hacen diferentes trabajos para el campo o los animales. ¡De quien no es sabido la época en que se siega el trigo, o la época en que se suben los corderos a la montaña! Cada uno tiene asignada una tarea. Y el señor Salvatore tiene asignada la mejor de todas. ¡Mandar! Por las mañanas se acerca al campo para dar las órdenes correspondientes para todo el día. Y por la tarde se queda en la hacienda a vigilar que se haga todo también ¿y porqué no decirlo? a descansar pues para eso es el amo.

Las tareas del campo son efectuadas casi totalmente por hombres. Por el contrario, las de casa están asignadas casi en su totalidad a mujeres. En casa se limpia, se cocina y se almacena el fruto del campo. Al igual que en la vida laboral del campo; la vida laboral hogareña tiene un rodar de personal. A veces lo abandonan personas, de la misma manera que entran nuevas. Una de esas personas es Rusca.

Rusca tiene apenas 15 años. Iba al colegio hasta hace poco, cuando su padre, creyó hacer lo adecuado y la puso a trabajar en la gran hacienda de don Salvatore. En la región de la Tarantela, es costumbre poner a trabajar a los mozos y mozas cuando tienen estos suficiente fuerza para usar una escoba/subir el rebaño al monte. Y para eso no hace falta mucha fuerza, y la juventud suele empezar a trabajar muy pronto. Rusca no tiene ningún desagravio con su padre porque la ponga a trabajar sacándola de los estudios que tanto le gustaban. La costumbre es esta y lo raro sería no seguirla. Es por esto que Rusca asiste ilusionada a su primer día de trabajo. Le han encargado limpiar la zona de habitaciones, del hogar particular de la familia Salvatore. La ilusión de Rusca sube incluso más de lo inicial. Pues la vivienda particular de la familia es una de las zonas que se tiene que tratar con más cuidado. ¡Dios me libre de romper un jarrón! Piensa Rusca. Pero aún así se siente especialmente valorada. Pues otras mujeres nunca ni tan solo han olido esa zona.

La escoba de desliza higienicamente por el enlosado suelo de la vivienda de la familia. Rusca ni tan solo había visto nunca un suelo tan hermoso como este. Por lo que sin comentarios del deslumbrador efecto que tienen en Rusca, la que le parece celestial decoración, basada en cuadros, jarros y limpieza y orden por todo lado. En un instante, esta Rusca embobada contemplando un cuadro, que tan bonito le parece, que le parece estar en la catedral de la capital Tarento. Los oídos de Rusca oyen unos pasos que se acercan. Pero su embobada mente no reacciona hasta que la asalta una voz.

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-Salvatore: ¿te parece bonito Rusca?

-Rusca: ¡Oh! Perdón señor Salvatore. Me había quedado petrificada contemplando este cuadro. No se disguste por favor, pero es que nunca había estado en una casa tan bonita.

-Salvatore: no me disgusto chiquilla. Las obras de arte como esta, están echas para admirarlas. Y faltarle el respeto al pintor, sería no tomarse un instante de contemplación, cada vez que pasas por delante del cuadro.

-Rusca: Oh, gracias por no tomármelo en falta. Me llamo Rusca, hoy es mi primer día de trabajo en la hacienda y me han encargado limpiar esta zona, espero complacerle con mi trabajo señor Salvatore.

-Salvatore: ya lo sé que te llamas Rusca. Sé los nombres de todos mis trabajadores/as. Y sé también donde están a cada momento. O al menos eso intento. Sé que es tu primer día y por eso he acudido a revisar como te desenvuelves en tu trabajo.

-Rusca: Oh, espero complacerle con mi tarea. Es mi primer día de trabajo aquí. Pero como toda mujer, sé como se hacen las tareas de limpieza, que también acostumbraba a hacerlas en mi casa.

-Salvatore: bien, pues continúa con tu tarea y yo te observaré un rato. Y cuando crea que ya no necesitas mi vigilancia, te dejaré que prosigas para atender yo otros asuntos.

Así lo hace Rusca que se dispone a proseguir su trabajo. Esmerándose pero ahora al 110% de su destreza, pues está vigilándola, ni más ni menos que don Salvatore. Las manos de Rusca se dedican ahora a pasar un paño húmedo por encima de las superficies propensas a llenarse de polvo. Como los estantes o el superior de algún que otro armario bajo. Rusca piensa que los ojos de don Salvatore vigilan sus manos, pero es otra cosa lo que vigilan estos.

Los ojos de don Salvatore vigilan el temblar de carnes que sigue a cada movimiento vigoroso del paño de Rusca. Como puede observar Don, Rusca tiene una bella silueta marcadamente femenina. Tiene unos abultados pechos adolescentes, y una rotunda cadera, con esa forma que solo una mujer tiene. Pero todas esas curevas estan cargadas de músculo, y Rusca lo demuestra en cada uno de sus movimientos.

-Salvatore: estás riquísima Rusca, ¿no te lo habían dicho nunca?

-Rusca: ¡oh! gracias señor Salvatore. Si le he de decir la verdad; alguna vez me han dicho cosas similares, pero no me ha parecido que nunca tuvieran el valor de lo que me acaba de decir usted.

-Salvatore: jaja, que tontos son los que no han sabido valorarte a tiempo. Quiero darte aquí el lugar que te mereces, porque creo que vales como tres de las otras mujeres.

-Rusca: Oh, no será tanto señor Salvatore. Este es apenas mi primer día de trabajo y quiero poder demostrarle lo que valgo durante mucho tiempo.

-Salvatore: mmm, desde luego que me lo demostrarás. A ver, acercate bonita.

-Rusca: sí, ¿digame?

Dice Rusca acercándose a su patrón, aún con el paño en la mano.

-Salvatore: tienes un bonito cuerpo, ¿te lo puedo tantear un poco?

Dice don Salvatore cogiendo con suavidad uno de los costados pélvicos de Rusca.

-Rusca: oh sí claro. Haga usted lo que guste.

-Salvatore: mmm, veo que alimentas bien estas rotundas caderas. Toda mujer hermosa tiene que tener sus correspondientes formas de mujer. Y veo que tú las alimentas tanto por abajo como por arriba.

Dice don Salvatore cogiendo ahora con las dos manos, los redondos pechos.

-Rusca: gracias por sus elogios. Creo que nunca había recibido tanto elogios. Almenos en un solo día.

-Salvatore: los mereces todos hija. Trataré de valorártelos como te mereces.

Las manos de don Salvatore no han parado de acariciar esos buenos pechos. Y Rusca nota por consiguiente los efectos de unas manos de hombre acariciando unos pechos de 15 años.

-Rusca: señor Salvatore.... me hace cosquillas.

-Salvatore: je je, vas a ver lo que son cosquillas.

Dice este, bajando el cuello de la ancha blusa de Rusca y liberando un par de hermosos frutos femeninos. Don Salvatore, con los dos pechos cogidos. Sorbe uno de ellos como sorbe un lechal la tetilla de su madre.

-Rusca: ooh, ¡señor Salvatore!

-Salvatore: mmm ¿te gusta esto que te hago?

-Rusca: oh sí mucho. Nunca nadie había mamado de mi pecho. Creía que eso solo lo hacían los recién nacidos de sus madres.

-Salvatore: sí claro. Tambíen lo hacen los recién nacidos, pero te aseguro que a los hombres tambíen les gusta mucho.

-Rusca: gracias don Salvatore. Está siendo usted fabuloso.

-Salvatore: y más fabuloso que seré, ya verás. Ven vamos a mi cámara.

-Rusca: sí, como guste.

Cuando llegan a la cámara. Don Salvatore se descamisa nada más entrar. Rusca aún con la blusa bajada y los pechos chocando uno contra otro pregunta.

-Rusca: ¿hago yo lo mismo don Salvatore?

-Salvatore: no, está bien así. Pero quítate esa caperuza. Quiero verte con la melena suelta.

Así lo hace Rusca liberando unos largos rizos que le llegan casi a la altura de sus pechos. Una vez sentados en la cama, don Salvatore se lanza otra vez a quizás mamar leche de esos hinchados pechos. Rusca gime al descubrir un placer oculto que le había parecido lo más normal del mundo, cuando veía niños mamar de sus mamás.

-Rusca: oooooh, don Salvatoreeeee, es usted fabuloso. Nunca lo había pasado tan bien.

-Salvatore: y más bien que lo pasarás.

Con esta sentencia, don Salvatore deja los pechos e infunde un fogoso beso a Rusca. Que recibe, al ser su primer beso, con toda la pasión que ha ido conteniendo en 15 años. Don Salvatore abandona un instante a la ya excitadísima Rusca. Para bajarse los pantalones. Rusca queda asombradísima al ver un falo masculino erecto. Con una cabeza gorda y roja que despide un fuerte olor que se mete en lo más hondo de su espíritu femenino.

-Salvatore: esto va a ser lo que más vas a amar, en tu vida, de los hombres.

-Rusca: ¿puedo tocarlo?

-Salvatore: claro que puedes tocarlo. Y otra cosa vas a hacer. Ya veras, saboréalo. Métetelo en la boca y prueba el delicioso sabor que tiene.

-Rusca: ¿tan bueno está? A ver.

Rusca se mete la cabeza en la boca y está tratando de descifrar su sabor, cuando con un gesto la mano de Salvatore en su mandíbula, indica que debe tragarlo. La mano de Salvatore hace aprender a Rusca que debe seguir un ritmo de meter y sacar de su boca, tanto pene como pueda. Al cabo de un rato Salvatore saca el pene de Rusca.

-Salvatore: ¿qué, te ha gustado?

-Rusca: tiene un sabor que me ha parecido extraño al principio. Pero con el rato me ha acabado gustando mucho.

-Salvatore: celebro que te haya gustado tanto. Pero te tengo preparada una cosa que te va a gustar 10 veces más.

-Rusca: ¿10 veces más? ¡A ver si me matas de gusto!

-Salvatore: tranquila, no te mataré. Y querrás repetirlo un millar de veces.

El gesto de Rusca hacer ver a Salvatore que no comprende nada. Y este se dirige a darle una lección práctica. Salvatore levanta la falda a Rusca y la estira en la cama. Aparece ante su vista un lampiño sexo, poblado por apenas unos pocos pelos que lo definen como sexo que es. Salvatore mete un dedito en él para ir acostumbrando la zona a meter cosas.

-Rusca: ¡ooooh! ¡Me gusta mucho!

-Salvatore: ¿ ves como te he dicho que te gustaría 10 veces más?

-Rusca: ooh, ahora lo creo, ooh.

Salvatore se dedica a entrelazar la masturbación del sexo de Rusca, con sorber de nuevo sus pechos. Para así estimularla al máximo, preparándola para la penetración.

-Rusca: ooh, ooh, don Salvatoreemmm.

-Salvatore: creo que ya estás preparada.

Don Salvatore se lanza encima de Rusca, acaparando su boca con la suya. Para así quizá:¿"despistarla" de lo que manipula entrepiernas? Parece que lo consigue, pues Rusca esta jugando con la lengua de Salvatore. Mientras él apunta su pene en la entrada del conejo. Rusca está en su propio mundo, viviendo con delicia el beso de Salvatore. De pronto nota como algo grande, gordo y pesado, se introduce en su entrepierna. Un fuerte dolor se apodera de su voz y lanza un lastimero grito.

-Rusca:¡ooooooooH!¡Oh, señor Salvatore! ¡Me ha dolido!

-Salvatore: tranquila hija, es lo normal. A todas les pasa. Cálmate un poco y verás como será maravilloso.

-Rusca: oh, eso espero, confío en usted.

Don se dedica a hacer algo que sabe hacer muy bien; amar mujeres. Se vuelve a dedicar a besar a Rusca con todo el cariño que sabe. Rusca se entrega a su amante con amor pues realmente ama a don Salvatore. En el momento que cree apropiado, don Salvatore inserta de nuevo el pene que había permanecido apuntado todo el rato. Rusca lo recibe con el que le había sido prometido; 10 veces más de placer.

-Rusca: ooooh, ¡lo siento! ¡es verdad don Salvatore! ¡gusta 10 veces más!

Salvatore se sonríe por satisfacer a Rusca. Pero esto no detiene su amar. Inserta y reinserta su verga en un sexo que agradece con toda su alma, el follar de una polla. Rusca nota el mover dentro de si. Indicado por una gorda cabeza que le indica en cada momento el grado de penetración de esta. El amar de Salvatore se prolonga un largo rato. Este no parece tener límite. Y Rusca terminará el acto, deseando permanecer el resto de su vida, abrazada a don Salvatore. Estos pensamientos de deseo estan en su cabeza, cuando nota que el pene de Salvatore está echando un líquido dentro de sí. Nota que ese es el espíritu que le ayudará a permanecer a su lado. Y lo abraza con todas las fuerzas de sus brazos, piernas y sexo.

Los brazos de Rusca quedan entumecidos un rato. Sabe que tendrá que acabar dejándolo pero no quiere hacerlo. Al final es Salvatore que se libera de estos.

-Salvatore: venga chica. Esto se ha acabado.

-Rusca: Salvatore ¿puedo llamarte de tú?

-Salvatore: sí, claro que puedes.

-Rusca: quiero ser tu mujer.

-Salvatore: sí bien, veremos que se puede hacer. Haré todo lo posible te mantendré informada de mis progresos.