-Una sabrosa pasta de galleta masticada mezclada con leche caliente rellena mi boca cuando, bien por la mañana, en nuestro almorzar comunitario, escuchamos semi-atentas el programa de hoy sábado para hacer en nuestro sexto día de excursión.

-Prof.Heriberto: tratad de recordar el día de hoy para el resto de vuestras vidas. Hoy visitaremos la catedral de Santiago de Compostela.

-bien-viva-fabuloso-siempre había sido mi sueño-lo recordaremos sí.

-Heriberto: entonces el plan del día va a ser el siguiente. Llegaremos a Santiago entre 10 y 11. Por la mañana los profesores os ofreceremos una visita guiada al templo, incluyendo la catedral y sus múltiples adjuntos. Al mediodía comeremos en un restaurante y por la tarde tendréis 4 horas libres para recorrerla a vuestro antojo. A las 7 nos volveremos a reunir y después de hacer juntos un pequeño resumen de lo que ha significado la catedral para todos nosotros emprenderemos el camino de regreso a Vigo. ¿Tenéis alguna pregunta?

-Paciana: yo, esto... ¿no nos dejarán la tarde libre en Vigo como ayer o anteayer?

El profesor se la mira extrañado pues vamos a tener la tarde libre, en Santiago pero libre.

-Heriberto: os acabo de decir Paciana que dispondréis de 4 horas para recorrer la catedral y sus adjuntos durante la tarde. Veréis como en Santiago conocéis cosas tanto o más hermosas que aquí en Vigo.

-Paciana: ya.. pero.. bueno, en fin. Es igual.

El profesor desecha el extraño comportamiento de Paciana y prosigue su explicación.

-Heriberto: las que queráis de vosotras podéis acercaros a la cocina y os será entregado un tentenpié para consumir en el momento que queráis del día, pues lo pasaremos practicamente entero fuera. Si no hay ninguna otra pregunta, el profesor Teocracio y yo os esperamos subidos en el bus, en la entrada del colegio, dentro de 30 minutos.

Los profesores se retiran y terminamos el desayuno en no más tiempo. Sólo algunas de nosotras nos dirijimos a la cocina para recibir el adicional tentenpié del que nos habló el profesor, yo entre ellas. Llego a la cocina que no hay nadie y veo al mestizo con quien me relacioné el día de mi llegada aquí.

-Rosanna: hola, esto, quisiera mi bocadillo.

-Mestizo: aquí tienes, ¿no quieres nada más bonita?

-Rosanna: pues sí majo, pero ahora mismo ni tú ni yo tenemos tiempo para ello. ¿Duermes en algún sitio del colegio, donde pueda acercarme esta noche?

-Mestizo: sí, mi habitación está en ...

La explicación del mestizo me es dada a la velocidad del sonido, pues de lejos veo un par más de alumnas que se acercan a recoger su comida.

-Rosanna: perfectamente entendido, señor cocinero. Mi toque en la puerta será toc-toc-toc  to-toc  toc hasta luego.

-Mestizo: hasta luego señorita.

Me creo una verdadera agente secreta cuando me cruzo con Cecilia y Ronalda; las chicas que también vienen a recoger su bocadillo, y aparento con tremenda profesionalidad no estar escondiendo nada.

-Cecilia: buenas, querríamos nuestro boc...

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En media horita de preparaciones volvemos a estar las 4 amigas sentadas en el bus en marcha.

-Fabiola: qué mal te ha sentado Paciana el que no nos den la tarde libre.

-Paciana: ¿y a ti te parece bien? Después de las fantásticas tardes que hemos pasado con Fidel y sus amigos?

-Fabiola: por supuesto que no, pero casi que el profesor Heriberto se ha olido algo con tu extraña plática.

-Rosanna: dios no lo quiera. Si se enteran de nuestros encuentros, o quizá tendría que decir vuestros encuentros con esos nativos gallegos, quizá nos prohiben las tardes libres el resto de la excursión.

-Paciana: ¡hay que impedirlo como sea!

-Perpetua: tú eres la primera que debe impedirlo. Cuando le has preguntado eso al profesor "se t'ha vist el llautó".

-Fabiola: venga va, que no se cae el mundo. Han sido entretenidas las tardes que hemos pasado con los gallegos, pero existen chicos por todas las partes del mundo.

-Perpetua: y tú Rosanna, ¿no vas a cazar ninguna pieza en estas vacaciones?

-Rosanna: pues, alguien caerá, ya os lo contaré, pero de momento no tengo a nadie en mi punto de mira.

Nuestro viaje prosigue apacible durante la horita que nos lleva llegar hasta Santiago. La hermosa ciudad parece rezumar la santidad de su catedral en todas sus calles. En diversas de las que recorremos se ven elegantes edificios de quien sabe qué siglo, con artísticas estructuras del olvidado diseño arquitectónico del renacimiento.

-Prof.Teocracio: mirad esa fuente, es la llamada de san Aniceto.

-Fabiola: ... uy, Aniceto! igual le pusieron ese nombre porque a sus padres les gustaba mucho la fuente esta ...

-Perpetua: ya le preguntaremos.

-Paciana: sí ¿cuando?

-Rosanna: pues si no en Vigo podrías hacerte amiga suya por carta, como Perpetua con la de Negreira.

-Perpetua: ja ja ja.

-Paciana: muy graciosa... por carta no podremos darnos besos.

-Perpetua: ¿cómo que no? yo y Eleuteria a veces nos hemos mandado besos; dibujando unos labios como la insignia de los Rolling Stones.

-Rosanna: ja ja, si no unos labios os podéis dibujar... otras cosas...

-ja-ja-ja-ja-ja-

En unas cuantas cuadras más el camión se acaba deteniendo. Cuando bajamos vemos que nos hemos detenido justo ante la catedral, digamos que entraremos a Santiago por la puerta grande.

Los profesores nos hacen ipso facto la visita guiada de la que nos han informado. Pero tanto yo como el resto de mis compañeras nos tomamos muy a la ligera las explicaciones, pues como dijeron al principio del viaje: esto no es un viaje de estudios sino de placer, y nuestra atención no está obligada con la exigencia habitual.

-Teocracio: este ala de la derecha quedó destruída en la guerra civil, y fue reconstruída por el arquitecto Segismundo Crota...

-Perpetua: Rosi, has recogido tu bocadillo adicional de la cocina del colegio ¿verdad?

-Rosanna: sí, ¿tú no?

-Perpetua: no, pensaba hacerlo pero se me ha ido de la cabeza. Y he pensado en comprártelo, no por dinero sino por un favor a débito.

-Rosanna: no me debes nada paya, yo casi que lo he tomado por inercia. Te lo doy y puedes comértelo pues no me hace ninguna falta.

Me saco el bocadillo de la bolsa y se lo entrego a la comilona Perpetua.

-Perpetua: gracias, ñac, ñam, ñam, te debo un favorcillo, ñam, ñam, pequeño pero te lo debo.

-Rosanna: je je, igual te pido que acarrees con mi maleta el día de nuestra partida.

Nuestra visita guiada se alarga comodamente. Cuando queremos escuchar al profesor lo escuchamos y cuando queremos admirar los diferentes efectos de la catedral nos recreamos en ella a nuestro antojo. Recorremos la nave principal, un par de laterales, otros departamentos denominados claustro, escriptorium, presbiterio, sacus no sé qué, y en esto que Cecilia tiene una curiosa duda.

-Cecilia: y la azotea, ¿no la visitaremos?

-Heriberto: ¿la azotea? madre inpoluta, la azotea no es un lugar de visita al público. Es como las alcantarillas de la catedral, está llena de suciedad y palomas y ..

-Cecilia: pero yo he visto películas en que las azoteas de las catedrales están llenas de esculturas, gárgolas y un largo etcétera de cosas.

-Heriberto: a ese largo etcétera lo puedes encontrar también en un vertedero de basura. No, no visitaremos la azotea.

-Cecilia: uy... que desilusión..

Cecilia queda como dice decepcionada. Pero a Perpetua parece venirle una idea de insubmisión. Y nos dice en voz baja.

-Perpetua: .. pues no es tan mala la idea de Cecilia .. ¿qué os parece chicas si en las 4 horas que tenemos libres nos las arreglamos para llegar a esas azoteas?

-Fabiola: sí, por qué no?

-Paciana: ¡ay! que si nos pillan, igual nos mandan de regreso a casa en un paquete.

-Rosanna: a mi también me parece atrayente la idea. Si no decimos nada a nadie y no nos pillan, conoceremos mejor la catedral que ninguno de sus más atentos visitantes.

-Perpetua: pues el plan está en marcha a partir de ya, vayámosnos fijando en la estructura de la catedral para descubrir por donde "se sube". En las 4 horas que tendremos libres vamos a hacer historia.

-Paciana: ¡uy cuando se lo cuente a Fidel!

-Perpetua: eso si lo llegas a ver nunca más. Quizá en las azoteas se nos despierta una de las gárgolas y nos come.

-Fabiola: o otra cosa.

-ja-ja-ja-

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Nuestra clase se alarga el tiempo que se le ha establecido llegándose a hacer un poco aburrida al final, y perdiéndose totalmente las explicaciones del profesor en los anchos espacios que los hacen convertirse en ecos.

-Teocracio: bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla.

Milagrosamente, peró, esta se acaba y somos conminadas a dirigirnos a un cercano a la catedral restaurante. A diferencia de la marisquería del miércoles este no se trata de un comedero de lujo, sino de algo más bien apropiado a aquel que lo que quiere es comer, sin por ello recibir la bendición de la cocina gallega. Comemos la mayoría un plato combinado de patatas fritas con guarnición, y cuando cada una se lo ha terminado nos damos por enteramente satisfechas. El profesor Heriberto se levanta para entregarnos la papeleta de libertad de la tarde.

-P.Heriberto: ya lo sabéis, a partir de ahora os damos 4 horas libres para que recorráis la catedral tanto como queráis. Los profesores os citamos a las 7 de la tarde en frente la puerta principal, donde está aparcado nuestro bus. Recordad la norma que os es estregada cada vez que os dejamos campar a vuestras anchas, y sed respetuosas con lo que no es vuestro o no conocéis. Que lo paséis bien, y hasta las 7!

La trope se sale del restaurante y después de regresar al interior de la catedral cada cual se separa por su lado. Las 4 amigas nos reunimos en un ala a la secreta e ultimamos planes.

-Perpetua: ahora es la nuestra, ¿quien de vosotras se ha fijado por donde se sube?

-Fabiola: yo me he fijado en que las escaleras no están a la vista, de hecho parece evidente. Tiene que estar el acceso a la azotea o como se llame escondido y sólo se podrá acceder a él desde zonas restringidas al tránsito turista.

-Rosanna: yo también pienso lo mismo. Entonces lo que tenemos que hacer ahora es localizar ese acceso. Propongo que nos dividamos entre 4 y nos dediquemos todas a encontrar esas escaleras, por ello accediendo con cautela a los distintos puntos restringidos al tránsito. Nos encontramos en este ala dentro de 20 minutos, ¿os parece bien?

-sí-sí-sí-

-Rosanna: vale pues entonces sincronicemos relojes, ahora son las...

Las 4 intrusas nos separamos cada cual por su lado a buscar esas escaleras. Yo reviso diversos sitios como unos servicios situados en un costado del templo, pero no veo por ellos ninguna puerta adicional que dé a zonas más restringidas, por lo que continuo mi búsqueda. Inspecciono también disimuladamente una parecida a recepción que hay en la entrada de la catedral, pero esta tiene también una sola puerta de entrada dentro de la cual hay sólo una mujer, sentada ante una computadora que no repara en mi excesiva curiosidad. Miro el reloj y este está a falta de un minuto para la hora fijada para nuestro encuentro. Falta de éxito regreso al ala al mismo tiempo que llegan ellas.

-Rosanna: nada, no he encontrado nada valioso. He revisado unos servicios y una recepción, pero ninguno de ellos disponía ni de segunda puerta ni de escaleras.

-Paciana: yo tampoco he encontrado nada mejor.

-Perpetua: pues yo tampoco pero, si tú Fabiola no has encontrado nada?

-Fabiola: no, nada.

-Perpetua: entonces lo hemos revisado todo, el acceso a las benditas escaleras debe estar situado en el exterior. Quizá una puerta perdida en el exterior da acceso a esas ocultas dependencias en las que hay situadas esas tan buscadas escaleras, no puede ser otra cosa.

-Rosanna: tienes razón, salgamos afuera.

Salimos las 4 fuera del templo y lo rodeamos juntas, sin hacer falta a separarse. No tardamos en encontrar una puerta, pero esta está cerrada y no dispone tan sólo de timbre.

-Paciana: pifiada, quizá es aquí, pero no podemos entrar.

-Rosanna: mmm, a ver, tú Paciana y Fabiola seguir recorriendo el perímetro de la catedral. Yo y Perpetua nos quedaremos aquí y estudiaremos mejor la zona.

-Paciana: de acuerdo, hasta ahora.

Perpetua y yo nos quedamos ante la misteriosa puerta y contemplándola tratamos de extraer una estrategia.

-Perpetua: ¿tirarla abajo? no, nos cazarían las autoridades. ¿Esperar a que alguien entre y secuestrarlo a él y a su llave? mmm, parece práctico, pero si nos pillan...

-Rosanna: de práctico tiene poco, pero la idea tiene algún fragmento válido. Podemos esperar a que venga alguien y cuando llegue... a ver, Perpetua, voy a intentar una cosa, pero tú no puedes decir nada a nadie. Ni a Fabi ni a Paci les puedes decir lo que haré.

-Perpetua: ¿pero, qué vas a hacer?

-Rosanna: no importa qué, quizá ni lo consigo. Pero prométeme eso, que quedará en secreto.

-Perpetua: esto... prometido.

-Rosanna: vale, entonces esperemos nuestra oportunidad.

Las dos restamos firmes a 4 metros de la puerta esperando eso que sólo yo sé, la oportunidad. Esta se presenta más presto de lo que esperaba. Un hombre ataviado con una elegante sotana blanca con cenefas doradas en los pliegues se acerca a la puerta y cuando no tengo duda de que va a abrirla me acerco a él a pasos rápidos. El hombre ve que me le acerco y se gira hacia mi esperando que le diga algo. Pero lo que hago es plantar mis labios en los suyos y propinarle un jugoso beso francés, que recibe con la misma húmeda lengua que yo. El hombre se debe haber quedado tan sorprendido como Perpetua, pero abraza mi beso con sus brazos en mi cintura y su lengua en mi boca. Me doy ese libidinoso morreo con un hombre con sotana durante no más de 10 segundos, al cabo de estos el hombre se me separa y me dice escandalizado y excitado a la vez.

-Sotana: mmm, nunca me había sucedido algo así. Puedo preguntarte hermana ¿a qué se debe esto? si necesitas algún tipo de ayuda personal estoy dispuesto a darte confesión.

-Rosanna: necesito ayuda de mano de nuestro señor padre. He cometido muy horribles pecados y necesito de la bendición de un hombre santo como vos para que sean perdonadas mis fechorías.

-Sotana: cuéntame hermana, soy el ilustre arzobispo de Santiago y no encontrarás hombre más santo en esta casa.

-Rosanna: pues verá, necesitaría un poco más de intimidad para que se atrevan a salir esos ignominiosos secretos que quiero echar de mi.

-Arzobispo: claro hija, entremos aquí dentro que en la discrección de la catedral te daré tu perdón.

Entramos los dos por la ansiada puerta supongo que seguidos por los ojos abiertos como naranjas de Perpetua. Nada más entrar veo que la puerta da acceso a precisamente las escaleras que buscábamos que suben hacia arriba, y mirando por el hueco veo que hasta el final.

-Rosanna: este es un buen sitio padre.

Me arrodillo ante él y simulando ingenuidad pego mi cara a su entrepierna, a la vez que murmuro palabras sueltas dándoles el significado de esos pecados inconfesables que tenía.

-Arzobispo: cuéntame hija, soy todo oídos y tu alma se verá reconpensada por tu confesión con el perdón de nuestro señor.

-Rosanna: sí, padre. No pude evitarlo, el engendro infernal se apropió de mi hasta el momento casta alma y...

Mientras recito noto a través de la sotana que algo que hay dentro se ha puesto gordo y duro. Sigo recitando soeces y cuando me veo capaz empiezo a subirle la sotana, cuando le tengo esta a la altura de su cintura es él mismo que se la sujeta para que pueda yo cumplir la misión que me dicta mi conciencia. Unos blancos y clásicos calzones se presentan ante mi notablemente abultados. Los bajo y aparece ante mi una gruesa y disciplinada verga que parece haber dado ya el perdón a alguna otra devota. La tomo y antes de tragarlo enteramente susurro.

-Rosanna: dadme vuestro perdón, oh señor.

Y lo trago de cabeza a rabo provocando un perverso gemido de pecado en el incolumne verbo del arzobispo. Lo sigo mamando de punta a base esperando que me sea entregada la gracia de dios por mis buenas acciones. El padre parece encantado por mi comportamiento pues me toma de la cabeza y me va calando en él mismo hondamente.

-Arzobispo: así hija, mmm, sigue así e irás al cielo, mm.

Practico con la santa verga la mamada que conocí con el mestizo el día de mi llegada. Le tomo la piel de la base y lo descapullo bien para, después de escupir en ella, tragarla hasta el fondo. Trato de masturbarlo a la vez que lo mamo y eso parece gustar mucho a nuestro señor, pues gime de satisfacción y agradecimiento.

-Arzobispo: oooh sí, siento que te arrepientes de tus malas acciones, síí, y te serán perdonadas en su totalidad, mmmm, síí, si prometes no caer nunca más en ellas. Mmm. Aunque por el momento ... goza de tu penitencia pues te está siendo impuesta por un hombre por encima del bien y del mal.

-Rosanna: gorbl, mmm, qué bien, gorbl, mmm, gorbl, qué bien sabe el castigo a una impuesta cuando con ello está consiguiendo su perdón, gorbl.

-Arzobispo: sííí, abre bien la boca hija, pues voy a entregarte el perdón ahora mismo.

El padre me toma de la cabeza y me la cala con gran fuerza, consiguiendo que el pene que hasta el momento no había pasado del tope de la garganta, rebase ese tope y eche la leche directamente en el esófago. Yo siento unas granas tremendas de escupir, vomitar, lágrimas salen a cascadas de mis ojos. Pero el padre está gimiendo de placer y me someto a su divina voluntad.

-Arzobispo: ooooh, ooooh, sííííí, recibe tu perdón, sííííí.

-Rosanna: booorgl, booorggl, boooggg.

Como debido a la fuerza con que me tiene cogida no me puedo zafar, trato de dominar los impulsos que me están nublando la vista del estómago. Y acepto su bendición en lo más íntimo de mi estómago, recibiendo tanto su gloria como su castigo con su sabo. La leche es más abundante que un yogur de fresa entero, por lo que acaba goteando de mi barbilla encharcando en suelo. Lanzando sus últimos suspiros el padre aún me tiene cogida de la cabeza, y los decayentes esputos de leche caen en mi misma lengua. Pero yo no rechazo el cuerpo de nuestro señor y después de saborearlo y comprender su mensaje lo trago para que pase a formar parte de mi.

Terminada la penitencia o como se pueda llamar a lo que hemos hecho yo y el arzobispo. Yo me levanto y él se baja la sotana.

-Rosanna: gracias padre por concederme vuestro perdón. (le digo haciéndole una reverencia y besándole la mano) Pero me gustaría hacer una plegaria tan cerca pueda estar del cielo por una vez en mi vida. Querría subir a la azotea de la catedral y creer sólo vos podés concederme ese mérito.

-Arzobispo: puedes hacerla hija. Muchos hemos subido a tan santo lugar y creería un menosprecio a tu devoción prohibirte tan admirable antojo.

-Rosanna: gracias padre, que dios se lo pague.

Abro la puerta y ante la sorprendida y abierta boca del arzobispo, entran mis tres amigas en tropelía y corriendo como gacelas emprendemos el camino hacia arriba.