Jenara se llama, la joven pero aún bella mujer que se acerca a su nueva amiga compañera de trabajo, Angula. Con la que esta tarde mismo ha tenido una densa conversación en que ella le ha confesado diversas cosas, pero ella, escuchándola sin escandalizarse, ha confesádole también algo.
Jenara se acerca a su amiga, que ahora mismo se encuentra fregando platos después de la cena, y le susurra algo a tocar de cara.
-Jenara: me ha parecido que te ha venido a ver a la cocina.
-Angula: sí.
Responde la muchachil empleada doméstica sin retirar su mirada de los platos que adereza.
-Angula: me ha pellizcado el trasero pero no me he asustado porque ya he creído que era él.
-Jenara: ¿y qué te ha dicho?
-Angula: nada, bueno sí, me ha dicho una gansada "te voy a comer con fresas".
-Jenara: je je, qué imbécil que es.
-Angula: qué dices.. a mi me ha hecho gracia.
-Jenara: bueno y qué, ¿no te ha dicho nada más?
-Angula: no, pero bueno, con la mirada me lo ha dicho todo..
-Jenara: con la mirada, te ha dicho que te vendría a ver, esta noche..
-Angula: casi seguro, si no viene es porque no puede, pero eso sí me lo ha dicho.
-Jenara: je je.
La amistosa empleada gasta una pequeña broma a su amiga y le hace una leve cosquilla en la barriga.
-Angula: ¡ay! ja ja ja!
-Jenara: ja ja ja. ¿Estás ilusionada?
-Angula: sí, me hace mucha ilusión, porque será mi primera vez y con quien quiero. He pensado mucho en el momento y el vivirlo puede ser increíble, increíble de bonito, ya me entiendes.
-Jenara: claro, claro que te entiendo. Todas hemos tenido una primera vez y la recordamos con memoria fotográfica. Me gustaría ser tú esta noche, pero ya tengo suficiente recordando la mía.
-Angula: ¿cómo fue? con quien?
-Jenara: ya te lo contaré otro día, esta noche tienes que estar preparada.
-Angula: claro. .. .... . . Jenara..
-Jenara: dime.
-Angula: te quiero mucho, he tenido muchas amigas a lo largo de mi vida, pero todas eran bobas crías. Tú tienes más años que las que han sídolo pero eres muy buena, tienes algo que muy pocas tienen.
-Jenara: gracias, se agradece Angula.
Dicho esto las dos mujeres se abrazan con una de las más gran intensidades con que pueden abrazarse dos seres humanos. Pocos, muy pocos impulsos neuronales nostálgicos faltan para que tanto Jenara como Angula se pongan a llorar. Pero afortunadamente, para el tierno rostro de las muchachas, este no se ve manchado por fundentes lágrimas que habrían dejado su marca, sinó para el resto de la noche, para el resto de su vida. Unas pocas más palabras se dicen ambas amigas para despedirse finalmente con el "buenas noches". Angula se queda a terminar la limpieza de los platos y seguramente Jenara se irá a ayudar a encamar a la prole de la casa. Descendientes tanto de la familia Astorga como del personal de servicio. Pero han despedídose hasta el día siguiente y Angula no dispondrá de más ayuda para prepararse esta noche. Sigue la joven abrillantando la vajilla pero se nota sometida a tan tenaz inquietud, que en el momento menos esperado uno de los platos que seca, le salta de las manos y va a parar al suelo.
-CRASHHH-
-Angula: ¡uyy!
La muchacha recoge los pedazos del plato tratando de no dejar pruebas del delito pues la rotura de sea cual sea pertrecho del hogar es penada con retirada de permisos o incentivos.
-Angula: maldita sea.. esto me pasa por los nervios. No sé si podré terminar la colada.
Con alguna que otra dificultad pero consigue terminar la colada de los platos. Cuando ello ha, da los últimos toques al día y despidiéndose únicamente de quien debe, se retira a su recámara. A descansar del arduo trabajo del día o quizá, todo lo contrario.
Una vez en su habitación sus nervios resultan más fáciles de controlar. Coqueta como toda mujer que espera una conquista, se atavía con el que cree más hermoso camisón nocturno que tiene. Este, aún humilde, es lo mejor que tiene, por lo tanto cumplirá su cometido al dar a la visita que espera esta noche, su mejor ofrenda.
No se pone Angula a leer esta noche, como acostumbra. Su lectura es algo que necesita calma y ganas de evadirse de la realidad, y esta noche la realidad es lo que más le llama a unirse con ella. No cree necesario la muchacha, mirar la hora que es antes de apagar la luz. Sabe que permanecerá despierta hasta que él venga, si viene a la 1, las 2 o las tres, poco importa y no servirá tampoco de nada mirar el reloj para ver si "hace tarde" o "dejemos de esperarlo" porque sea la hora que sea de esta noche, no le será posible cerrar los ojos, o como mínimo desconectar su mente de ellos.
Pero la luz es extinguida, un ligero aroma a cera derretida es captado por la muchacha mientras silente e inmóvil en la cama intenta, no dormirse, sino hacer cuanto menos incómoda posible su ilusionada espera.
Pasan... quien sabe si pasan horas... seguro, casi seguro que algún minuto completo ha pasado, pero de lo único que está completamente segura la muchacha, es de que han pasado segundos enteros, porque el tiempo ha perdido su valor e importancia, ha perdídolo esta noche sobre todo, sobre todo cuando oye Angula que su puerta se abre silenciosamente.
-cr .. . . .th-
Por muy silencioso que se intente ser, nada puede pasar inadvertido a una muchacha de ±20 años con su atención al máximo estimulada. Alguna otra persona que esperara la visita nocturna de diferente manera quizá sentiría pánico al abrírsele la puerta, pero Angula ansiaba ser visitada esta noche y cuando oye la puerta abrirse, y cerrarse, aulla victoria. Dicha visita no parece ser conocedora o quizá simula ignorancia de la ansiedad que derrite las más frágiles conexiones interneuronales de Angula, pero después de entrar sigue cuidando el reposo de la cámara y se desplaza con quietud. Angula siente que su cobertura es destapada por un lado pero no le hace falta al desconocido intruso seguir simulando secreto, porque nota que el cuerpo, el tierno cuerpo que ocupa el lecho se desplaza a un lado para dejarle sitio.
-Adauco: Angula, pequeño bombón. ¿Me esperabas?
-Angula: claro que lo esperaba señor Adauco. Desde que me ha visitado en la cocina a últimas que lo esperaba.
La respuesta de Adauco se hace innecesaria porque tanto sus labios como su cuerpo se unen al de su antojada. Adauco se carga encima de la titular de la cama y mientras la besa le acaricia esas graciosas curvas que mucho más graciosas son en realidad pues están ofreciéndosele. Una mano de Adauco mide con justas prestaciones la redonda cadera de la muchacha. Le mete la mano por la falda del camisón y consigue palpar la calidez de una suave carne a 38º grados. Su otra mano juega con el fino escote de la muchacha y le palpa ese también fino pliegue que forma un pecho el estar al lado del otro. Ella se limita a abrazar al pesado cuerpo que se ha puesto encima de ella y sentirase mujer al 100% permitiendo a tal lo que guste.
El señor Adauco desplaza su boca y desde besarla pasa a chuparle el cuello, arma secreta que sabe tiene importante efecto en las mujeres indoctas.
-Angula: hmmm.
El señor Adauco da por exitosa su estrategia y no se apiada de su víctima sino que sigue su ofensiva.
-Angula: ooooh, mmmm, señor Adauco.
-Adauco: lap, lap, lap.
Mientras el señor Adauco le chupa el cuello, le va también tanteando carnes más bajas y entre otras aplica sus primeros palpos a una peluda región.
Que recibe los 5 dedos como aquella prometida abandonada que ve retornar a su amado de la guerra.
-Angula: ooooooh, ¡señor! ooooh.
-Adauco: tranquila, no te sobrepases cielo, uhmm, muac, muac.
-Angula: oooh, pero señor, hmmm.
A la muchacha le es difícil conservar cierta calma, con un pesado hombre chupando de su cuello y diez ágiles dedos recorriendo los más sensibles puntos de su cuerpo. El señor Adauco, peró, concede cierta clemencia a su amada y subiéndole el camisón da cierta pausa chupándole sus pechos.
-Angula: uhmm, hmm señor Adauco, hmm.
Angula se re-siente ahora de maravilla, en su justa medida nota la boca del señor como chupa de sus pezones y eso le retorna su juvenil calma. El señor tiene grandes planes para la rosa piel de su empleada y después de chupar como es debido sus pezones y dejarlos enrojecidos, va rebajando su altura y humedeciendo todo el camino se dirige al oscuro monte de Venus. Cuando ha llegado a él, Angula no se lo esperaba como sorpresa y recibe cálidamente esa lengua que le entra por los labios.
-Angula: mmmm, señor, mmm.
El señor Adauco parece ver demasiado humilde el resultado de su estímulo oral por lo que vigoriza su musculosa lengua y labios para obtener de la muchacha los gemidos y peticiones de piedad que busca.
-Angula: oooooh, señorrrr, ooooh, sííííí, sííííí, aaaaah.
-Adauco: brrrrrr, brrrrr, brrrrrrrr.
Angula aulla desesperada un buen rato con ese infierno quemándole entrepiernas, pero al final el señor Adauco la perdona y vuelve a elevarse para situar los labios a la altura de sus mismos. El señor la vuelve a besar mientras va soltándole alternativamente distintas palabras de sosiego.
-Adauco: cálmate, vale, muac, muac, ahora viene, pero tú tranquila, muac, muac.
-Angula: vale, muac, muac, sí, muac.
El señor Adauco se levanta un instante y centrándose bien en el centro vital de la muchacha le inserta la cabecita en la entrada de la castaña. Empieza a insertar cuando oye..
-FUEGO- -FUEGO- -FUEGO-
-Adauco: ¡maldita sea!
-Angula: ¿qué pasa, qué es eso!
-Adauco: hay fuego, fuego en la hacienda! ¡fuego!
-Angula: oh Dios mío, ¿qué ocurre! un incendio?!
-Adauco: ¡sí!
Adauco se pone su ropa de forma herrumbrosa en un santiamén y de un salto sale de la habitación. Para dirigirse a de donde vienen los gritos o, el humo. Angula está muy asustada pero se viste también. Cuando lo ha conseguido sale de la habitación y ve gente correr hacia todos lados. Tanto del servicio como de la familia como de algún empleado del campo. Gente con grandes cubos de agua se dirigen, peró, hacia lados opuestos.
-Angula: ¿¡donde está el fuego!?
Pregunta la muchacha a un hombre que pasa llevando la cara embetunada de negro.
-Hombre: ¡por todos lados, ¡huya! huya de aquí si quiere salvarse!
-Angula: ¡oh Dios! no puede ser! Jenara, Jenara! donde está!
Angula va de un lado a otro analizando en la negra oscuridad los también negros rostros que pasan corriendo de un lado a otro.
-Angula: ¡Jenara! ¡Jenara, eres tú!
Pero la muchedumbre apocalíptica no repara en sus quejas y sigue corriendo hacia apagar el fuego o huír. Angula sigue condenándose en la letal vivienda pues el aire está cada vez más cargado. El humo que al principio se adivinaba proceder de algún sitio ahora forma parte de la misma atmósfera y cada vez es más difícil respirar. Pero Angula no parece reparar en que se está auto-sacrificando y no cesa de llamar a su ausente amiga.
-Angula: ¡Je.. n. .a! ¡.e.. ar. ! ¡. .n .a!
De pronto y casi al borde del colapso alguien parece pensar más que ella y tomándola en brazos se la lleva en vilo y carrera.
-Angula: ¡uh! quien es usted! aah! Jenara! ¡Jen. .. !
-FUOOOOOSHHHHHHHHHHH-
El catastrófico sonido de las llamas sustituye el preso del pánico aullar de la muchacha. El hombre, mujer, animal o representación divina que la lleva en brazos soporta mejor que ella el humo del ambiente. Porque Angula se desmaya a media carrera y se despierta al cabo de un rato a un tiro de piedra de la hacienda junto a otros compañeros que también han huido del incendio.
-Angula: ¿qué ha pasado? qué ha pasado?
Pregunta Angula con voz inestable aún en fase de recuperación. Una mujer por ella desconocida le responde lo obvio.
-Mujer: incendio niña, no sabes que a veces las casas se queman..
-Angula: ¿pero por qué, donde está Jenara, ? donde está madame Coleta? Donde está el señor Adauco?
La misma mujer que le respondió la primera vez vuelve ahora a responderle con la misma sequedad.
-Mujer: mira, ¡tranquilízate! esta noche hay fogata. Mañana lo sabremos, mañana habrá gente que aparecerá y gente que no, tranquilízate porque esto es castigo de Dios, no hay nada que podamos hacer.
-Angula: pero no puede ser, ¡no! ¡no! ¡no! ¡noo....
Angula estalla a llorar y resta llorando mucho tiempo, hasta que el agotamiento puede con ella y cae dormida al suelo. Al día siguiente la luz del sol madrugador despierta a la joven, rodeada peró, de gente que lleva despierta toda la noche. La hacienda está totalmente quemada. Una enorme mancha negra con alguna estructura de piedra aún humeando ocupa ahora el sitio donde se situaba esta. Diversos trabajadores de la hacienda y foráneos están recogiendo cosas del desastre y también han acudido algunas personalidades de la villa. Angula recuerda que anoche buscaba una persona y corre de un lado a otro tratando de encontrarla.
-Angula: ¿ha visto a Jenara?
-Angula: ¿está Jenara?
-Angula: una chica un poco mayor que yo, con el pelo más oscuro y con la cara cubierta de pecas.
-Angula: sí, esa.
-Angula: ¿no la ha visto?
Al cabo de un rato de preguntar sin éxito Angula se da por vencida. Retorna al provisional hospedaje que se ha situado en el mismo punto donde pasó la noche y allí re-encuentra la última mujer con que habló.
-Angula: no encuentro a Jenara ¿donde puede estar?
La mujer no responde la ingenua pregunta de la muchacha. Con gigantesca compasión se acerca a ella y la abraza fuerte, muy fuerte la tiene que abrazar para que no se suelte. Angula no quiere comprender pero su capacidad de comprensión le hace una mala jugada y entiende el fatídico sentido de ese abrazo. No quiere pero sus ojos y su garganta lo comprenden mucho, mucho antes que ella.
-Angula: ¡NOOOOOOOOOOOOO!