El segundo lunes encontrándonos en Galicia amanece con todas nosotras muy cansadas. Esta noche hemos tenido juerga y después de llegar pasadas las 4 de la mañana a nuestra habitación, no hemos dormido las horas recomendadas por el consejo nacional de salud pública. Aunque consejos nacionales aparte, nos lo hemos pasado muy bien, Fabiola en concreto más que nadie. El timbre del colegio nos despierta con todas nosotras más amigas que nunca, y es que durante la noche de sábado domingo, y el día domingo, y esta noche pasada aún humeante, mis tres amigas han sido desvirgadas por tan sólo dos amigos. El mestizo cocinero del colegio se ha llevado a Paciana y Fabiola, y el padre de nuestro amigo Fidel, Augusto, ha estrenado la panocha de mi amiga Perpetua. Amanece, repito, el primer lunes en Galicia, con no tres niñas dormilentas en la habitación, sino tres mujeres, muy jóvenes mujeres, pero mujeres con todas las de la regla.
-riiiiiiiiiiiiiiiiinggggggg-
-Perpetua: .. oh maldita sea .. por qué no nos dejan la mañana libre .. en vez de la tarde ..
Yo no me hago tanto la remolona, soy de las 4 la que duermo menos, pero trato de ayudar a mis amigas a seguirme. Ya vestida ayudo a despertarlas, Paciana es la que necesita más achuchones.
-Rosanna: venga va, que tenemos que presentarnos al almuerzo.
Fabiola y Perpetua me ayudan y conseguimos llegar a la mesa del almuerzo "no muy tarde".
-Prof.Teocracio: buenos días pandilla, venga tomad asiento mientras os explico el programa de hoy. La xunta de Galicia, el órgano governativo autonómico, tiene organizado un proyecto dedicado a estudiantes, como vosotras. Nos ha invitado a acompañar un pesquero en su faena del día. Que consiste en aproximarse a un caladero situado a unas 30 millas de la costa, para allí lanzar redes y capturar pescado diverso.
-oh qué bien- -qué bonito-
-Perpetua: este, señor Teocracio, ¿y vamos a poder comprar pescado como el sabroso centollo con que me hize el pasado día en la subasta?
-Teocracio: no te lo puedo segurar Perpetua, pero casi seguro porque el mismo barco de pesca es el lugar más barato del mundo en que poder comprar pescado.
-Perpetua: je je, vamos a ver qué ceno hoy.
Una vez el profesor Heriberto ha terminado su explicación el almuerzo no se alarga mucho, y en 5 minutos están todos los cuencos vacíos y todas las galletas; no están. Recogemos los bocadillos pertinentes de la cocina; vamos las 4 juntas y cogidas de la mano en actitud coqueta se los pedimos a Braulio.
-Braulio: tomen ustedes señoritas, espero que les gusten como me gustaron a mi, je je.
-ja-ja-ja-
Nuestro pequeño intercambio de palabras es sólo entendido por nosotras, ni Macarena ni Azuzena que están también esperando el rancho comprenden que detrás de las palabras se esconden tres polvos.
-Perpetua: hasta luego señor cocinero.
-Braulio: hasta luego majas.
Subimos al camión y en 30 minutos volvemos a estar en la misma zona portuaria del último día que conocí al "señor pulpo". Dejamos el bus en el mismo sitio pero ahora no nos dirijimos a la zona de subasta, sino a la zona verdaderamente portuaria desde donde se tiene acceso a las centenares de enormes barcas de pesca. En nuestra ciudad también hay un pequeño puerto pesquero, pero compararlo con esto es como comparar mi pequeña cámara de fotos con un completo estudio cinematográfico. Si en la zona de la subasta vimos mozos arrastrando blancas bandejas de pescado, aquí vemos grandes toros (transporte motorizado de palés de mercancías) cargando con altas columnas de cajas del más fresco pescado que existe; aún con el frío de la mar. Admirando la gran fábrica de pescado no nos damos cuenta, pero somos detenidas por nuestros profesores ante nuestra barca escojida después de caminar un par de kilómetros de muelle.
-Heriberto: esta es nuestra chalupa, se llama Riancheira.
La barca en cuestión no es ni muy grande ni muy pequeña. No es uno de los gigantescos barcos de guerra pesquera que hemos admirado por el camino, pero tampoco es uno de los diminutos romolcadores que también se nos han mostrado. Ordenadamente somos cursadas a subir por una estrecha pasarela, que hace erizar el vello púbico a más de una de nosotras pues se tambalea como una atracción de feria.
-Macarena: ¡aaaaaaaah! que me caigo!!
-Heriberto: no os asustéis chicas, esta paserela es segura siempre que se ande con esmero. Si no os ponéis a saltar en ella ninguna de vosotras va a tomar un baño antes de hora.
Con alguna que otra dificultad conseguimos subir todas al barco. Un pescador nos pide las mochilas para dejarlas en un lugar seguro en lo que durará el viaje. Mientras el profesor Teocracio nos hace una pequeña clase acerca de los diferentes desconocidos enseres que vemos en cubierta, los pescadores arrancan el motor, amarras y abandonamos el puerto. Miramos con la misma cara extraña tanto el barco como los pescadores. Estos se ven de aspecto despreocupado. A diferencia de: un restaurante, un colegio, un museo, una tienda; aquí la gente no tiene que practicamente cuidar su imagen, pues los únicos visitantes suelen ser peces que no se fijan mucho en el protocolo que usen sus captores. Salir del puerto es un espectáculo similar a salir del aeropuerto montada en avión; eres tripulante de una inmensa máquina que se mueve por distintas pistas llenas de más inmensas máquinas como ellas. Y una mano invisible controla el timón desde vete a saber qué tripa del aparato.
-Prof.Heriberto: ¡venir todas! que este barco dispone de un pequeño museo.
Nos reunimos junto al profesor que nos llama y por grupos de seis vamos entrando y saliendo del pequeño museo, situado en la cabina. La media dozena que formamos mi grupo son Macarena, Azuzena y mis tres mejores amigas. Salen de la cabina Rosario y tropa y por la misma puerta entramos. Dentro de la cabina, debido al reducido espacio, están las cosas dispuestas en perfecto orden. Hay unos cuantos aparejos encima de las estanterías que sobresalen de las paredes, que como no tienen el nombre escrito no sabemos qué son. De los cuales si nos preguntasen su uso, tan capaces seríamos de decir que sirven para cocer el pescado como para echar el ancla. Las paredes también están llenas de enmarcadas fotografías. Desde fotos en primer plano de la barca, fotos del puerto y, lo más curioso; fotos de extraños peces. Hay una verdaderamente sobrecogedora de un pez que parece un erizo.
Otra de un pez que parece vestido para carnaval.
-Macarena: ¡oh qué pez tan bonito!
-Azuzena: esos colores los debe tener para atraer a la pareja ¿verdad?
Pregunta Azuzena al patrón del barco, que veo que desde aquí maneja el timón del barco.
-Patrón: pues todo lo contrario. Esos colores tan vivos los tiene para dar miedo a los otros peces.
-Macarena: ¿miedo? pues que mal que se lo monta, porque con ese disfraz me encantaría darle un beso.
-Perpetua: o comértelo.
-ja-ja-ja-
También hay otra foto que más que pez es pescado, pues representa un trofeo de una persona a la que sólo se ven las manos, sosteniendo una gran pieza.
-Macarena: ¿y este pez, por qué tiene la cabeza tan rara?
-Patrón: ¿rara? nunca había pensado en ello. Esto es un salmón y estoy seguro que has comido de este más de una vez.
-Macarena: ¿un salmón? Pues sí, como a menudo pero nunca me había fijado.
-Patrón: este es un pescado de mar y de río a la vez. Una vez al año deja el océano y desde cualquier parte del mundo en que esté, regresa al río donde nació y en lo más alto deja los huevos.
-Azuzena: ¿se deja los huevos? ¿Qué quiere decir, que le cuesta mucho?
-Patrón: ¿como? no, hija no. Quiero decir que deja sus huevos para que de ellos salgan más salmones y vuelvan al mar.
-Azuzena: ah sí, qué curioso.
Como tenemos que entrar por turnos al museíto, el tiempo de que disponemos es más bien corto. Pero salimos de la cabina hubiendo adquirido una buena fotografía mental. Una vez fuera la atmósfera se relaja y no somos requeridas para ninguna explicación o visita. La clase nos repartimos por la cubierta entera por grupos, como siempre.
-Fabiola: Perpe, ¿has preguntado si vamos a poder conseguir pescado?
-Perpetua: sí, el patrón me ha dicho que van a lanzar las redes dentro de un rato, y de lo que pesquen cada una podrá escoger un elemento.
Nos tomamos una deliciosa mañana de ocio en la cubierta de la barca, pero ninguna de nosotras se atreve a sacarse ropa y parar el sol, porque hemos sido advertidas de su imposibilidad por respeto a los pescadores. Un rato después de comer los bocadillos la barca se detiene y hay mucho movimiento pues los pescadores se disponen a echar las redes. Fascinadas contemplamos la curiosa maniobra de la barca, que deja una boya en donde ha empezado a soltar red, y desde ahí dibuja un amplio círculo hasta volver a llegar al mismo punto. Pero hubiendo desplegado esa barrera que apresará cientos de peces. Cuando llegamos a la boya del principio los pescadores cierran el círculo, una gran polea situada tras la barca empieza a recoger una cuerda, que como nos explica Teocracio cierra el círculo primero por debajo y después lo contrae por arriba. El círculo de la red está dibujado en el mar con la linea de boyas que asoma por la superficie. Esta se va estrechando a medida que tiran de la cuerda, hasta que el círculo llega a tener un área no mayor que la de la barca. Nos fijamos y dentro del círculo está a rebosar de peces que saltan por su superficie, que han visto reducir su lugar de existencia para quedar apresados en una cárcel que continuamente se hace más pequeña. En la cubierta se oyen tantas exclamaciones de asombro nuestras, como gritos de los pescadores, que están ahora sin duda en el punto más importante de la faena.
-eeehh- -tiraaaa- -arríaaaa- -calaaaa-
Al final la captura apresada es izada hasta la cubierta en la transparente bolsa de red llena de desdichados marinos. Todas nuestras bocas están abiertas cuando la bolsa es abierta en un ancho compartimento en el centro de la cubierta. No sé si decir cientos o miles, pero muchos especímenes oceánicos, desde pescadito a pescadote se rebaten en el contenedor, del que siguen haciendo saltos más altos que cualquiera de nosotras, los peces, con sólo la fuerza de doblar su cuerpo hacia ambos lados a tremenda velocidad. Diversos peces consiguen su objetivo y se fugan de un salto hasta la mar, otros no dan el salto suficientemente fuerte y caen en cubierta. Algunos pescadores se encargan de cegar el pequeño destello de suerte que tuvieron y los retornan al compartimento central. A mi lado caen un par, los tomo y salvándoles la vida los retorno al mar. Es una bobada pero, en el fondo soy una niña y aún tengo mis salidas. En esto que tomo un tercer pez, un salmón como reconozco de la foto de antes. Me dispongo a lanzarlo al mar pero veo que un pescador me está mirando.
-Rosanna: este... este lo quiero para mi.
-Pescador: es tuyo, todas tenéis derecho a escoger un pescado.
El pescado se sigue debatiendo entre mis brazos de su desgraciado destino. Yo me siento su salvadora pero al mismo tiempo su verduga pues el pescador no me pierde de vista. Quería darle a este pobre marino un destino mejor que el mostrador de una pescadería, pero ahora en mis manos su futuro está condenado a la mesa de un internado para señoritas. Me siento apenada, quiero darle a este salmón algo más que eso y sólo se me ocurre una manera de hacerlo inmortal, unir su vida a la mía. Si quiero hacerlo tengo que actuar rápido, porque las branquias de este animal no dan para respirar muchos minutos al aire libre. Me escondo el pescado entre mis ropas y pido a un marinero que por allí faena.
-Rosanna: los servicios, por favor.
-Marinero: baja esa tapa que hay en el suelo y la primera puerta a la izquierda.
Levanto la tapa que me ha indicado el pescador y allí encuentro unas estrechas escaleras que bajan a la zona, supongo, de camarotes. Tengo alguna que otra dificultad en bajar disimulando porque el salmón aún sigue moviéndose dentro de mi blusa. Entro en la puerta indicada y tras de mi la cierro, estoy en el lavabo. Dejo al pescado encima de la tapa del water y a la velocidad del sonido me desnudo. Mientras me desnudo el pescado se sigue moviendo, pero con decreciente fuerza. Una vez estoy en pelota picada levanto el pez y me siento en el wc. Me abro de piernas y meto esa cabeza tan rara que decía Macarena, en esa abertura por la que tantos gallegos han entrado esta pasada semana.
-Rosanna: ooooh, estás hecho para eso.
Me sigo automasturbando con la cabeza del pez y me parece fabuloso, no sólo por el placer sexual sino también por lo agradecida que se siente mi consciencia al darle a este bicho una vida, sinó eterna, de los años que viva yo.
-Rosanna: ooh, sí, síí, más adentro.
Cada vez me lo meto más adentro y me pregunto si el pez estará aún vivo. Obtengo respuesta a mi duda de forma afirmativa por un espasmo que sacude el cuerpo de todo el pescado.
-Rosanna: ¡oooooh! estás vivo!
El bicho me responde que sí con cariño; su cuerpo vuelve a dar una sacudida que transmite el temblequeo de su cuerpo, a mi entrepierna, pasando por mi barriga, mi torso, mi cuello, y llega a mi cabeza estallando. Siento un placer salvaje que hace tensar todos los músculos de mi cuerpo para apretar aún más cuanto sea posible la cosa que tengo metida entrepiernas. El bicho hace el mismo movimiento que hacían sus compañeros en cubierta quizá tratando de huír, pero consigue todo lo contrario y continua introduciendo en mi vagina toda la cabeza para seguir al prieto cuerpo del salmón.
-Rosanna: oooh, sííí, sigue, mmm.
El pez se sacude.
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-Rosanna: ¡ooooh! síííí!
Vivo un tremendo orgasmo en que el salmón no me da tregua y sigue sacudiéndose metiéndose más adentro.
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-Rosanna: ¡aaa.. /\/\/ a . a . a \/\/\/\/\/\
Mi mente no puede seguir el ritmo de mi cuerpo y me desmayo. Sé que mi cuerpo sigue en algún sitio del universo, que quizá lo está jodiendo un salmón o quizá está durmiendo, pero eso no puedo aclararlo porque yo estoy muy lejos, en ese sitio que no se sienten cosas.
Despierto no sé cuanto rato después y me encuentro desnuda estirada en el suelo del lavabo. Humberto, como decido llamar a un amante que recordaré siempre, está muerto en el suelo entre mis rodillas. Me visto y arreglo y vuelvo a cubierta con el salmón bajo el brazo. Pido por acceder al almacén de nuestro equipaje y meto a Humberto dentro mi mochila envuelto con una bolsa. Salgo de nuevo a cubierta y encuentro mis amigas tostándose la cara en popa.
-Paciana: eh, Rosi, ¿donde te habías metido?
-Rosanna: en los servicios, buff, tengo un terrible dolor de cabeza.
-Paciana: lo siento, espero que se te pase. Ya estamos de retorno a Vigo, dicen los marineros que llegaremos por ahí a las 7.
-Rosanna: uhm, creo que hoy no vas a tener Fidel, lo siento por ti.
-Paciana: no, la única de nosotras que va a tener relación va a ser Perpetua, ya tiene pedido turno esta noche con Braulio.