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Criadita - el patrón se le encama (9)

en Hetero: Primera vez

|Alcoba privada del Dr Policarpo|

|02:00AM|

-Angula: no pasa nada Poli, no le des tanta importancia.

-Policarpo: ¡pero que ya es la segunda vez, es la segunda noche que intentamos hacer el amor y malo sería que me hubiera interrumpido una urgencia veterinaria, pero no es eso lo que hánoslo. No he tenido fuerzas, no he tenido fuerzas para romper y eso es 100 veces peor!

-blam-

En gesto de impotencia Policarpo da un puñetazo en la mesita de noche, que aunque flojo, expresa su tremenda ira. Angula se abraza a su hombro tratando de consolar primero con cariño y luego con sabias palabras.

-Angula: no lo des por perdido querido, eres médico y sabes que hay muchas maneras de hacer las cosas, quiero ser tu mujer y por mis senos que voy a serlo.

Después de decir estas palabras de apoyo Angula empieza a besar el cuello de su esposo. La ira de Policarpo ya había sido vencida y gracias a los nuevos estímulos la sonrisa vuelve a ver puerta abierta hacia el alma de veterano veterinario. Policarpo goza como hízolo tantos años atrás cuando la primera mujer le besó el cuello, retoza de recordar que tan bien lo han hecho todas las mujeres que ha tenido en su vida. Desde Martina; la empleada doméstica de su casa paterna hace más de 60 años, hasta Ágata; su fallecida mujer que conoció en la universidad donde estudió la veterinaria.

Todas estas mujeres movían bien la lengua cuando le cuidaban el cuello, pero ninguna se puede comparar, quizá es porque lo está haciendo ahora mismo, a Angula, la enérgica muchacha que muerde al punto justo el cuello de Policarpo para proporcionarle la más intensa sensación sin dejar marca. Policarpo se vuelve a excitar y nota que la verga se le está parando, vuelve a pensar en cosas como las que pensaría cualquier hombre de estar siendo mordido por una bella mujer y se encontrase en su propia alcoba. Pero de pronto recuerda que hay unas cuantas cosas más a recordar.

-Policarpo: para, para. Que se me está volviendo a parar y no servirá de nada, no consigo metértela.

-Angula: Poli, no te apenes, he pensado algo.

-Policarpo: ¿algo?

Pregunta sorprendido el Dr Policarpo totalmente desconocedor de esa que parece tener Angula idea inconfesa.

-Angula: va a ser otro.

-Policarpo: ¿otro?

-Angula: sí, no te sulfures por favor, antes de decir nada piensa en lo que te digo. Me entenderé con otro hombre para que me desvirgue, mi vagina es muy prieta para que tú consigas hacerme abrir la sangre. Pero después de que ese hombre me haga el amor, tú y yo lo volveremos a hacerlo 100'tos de veces, porque ya no tendrás problema en entrar dentro de mi.

Policarpo resta callado estoicamente asombrado. Lo que le dice su mujer es una locura pero, sigue ese que le ha dicho de pensar antes de responder y parece ver en ello algo de sentido.

-Policarpo: ¿quien va a ser?

-Angula: me hizo pensar en ello una cosa tonta que me pasó esta mañana. Una bobada relacionada con un ciego que me vendió unos cupones de lotería, y Marcelino, el panadero. Podría ser uno de ellos u otro, tampoco importa mucho.

-Policarpo: Marcelino no puede ser, no me atrevería a volver a mirarlo a la cara sabiendo que...

-Angula: pues el ciego de los cupones. ¿Le ves algún problema?

-Policarpo: en absoluto, de hecho créolo ideal. Nunca me cruzaré la mirada con él e ni tan sólo sabe quien soy yo, ni tú.

-Angula: pues por mi ningún problema. Ese hombre puede solucionárnoslo y nunca nadie sabrá como fue nuestra noche de bodas.

-Policarpo: de acuerdo, estoy de acuerdo. Me sabrá duro pero...

Dice el veterinario abrazando con amor la cabeza de su mujer, alumna, protegida.

-Angula: vale Poli, trato hecho, verás como nos va a sacar del atasco.

Angula y su marido se vuelven a besar con amor viendo su corazón descargado del terrible inconveniente. El cariñoso beso se prolonga formidablemente hasta que ambos se ven satisfechos del que esperaban intenso amor de esta noche, y se duermen abrazados.

---------------------------------------------------------------------------

Al día siguiente Angula se despierta sola, como no es la primera vez siendo la mujer de un atareado esposo. Se viste con la calma de una muchacha que no tiene ninguna prisa y cuando se ve lista toma las llaves. No se ha vestido especialmente guapa pues, sí lo que se dispone es a conquistar un hombre. Pero de poco serviría con ese hombre una falda de vivo color rojo o un peinado francés, pues lo único que puede tentar a ese hombre sin tomar contacto con él, es su voz, y eso recuerda ya que tuvo su efecto.

Angula sale de casa de su esposo y se plantea la difícil tarea. Encontrar un hombre que puede estar ahora mismo en cualquier calle o plaza de la villa. Recuerda la calle en que se lo encontró ayer por la mañana y examina cuales pudieron ser los movimientos de su presa.

La central de la Once está situada hacia levante del sitio en que tuvieron el encuentro. Y ese hombre procedía de esa misma dirección, de en la que se sitúa su central de operaciones. Entonces cabe bien la posibilidad de que vuelva a pasar por aquí y . ..

-Angula: ¡oh no!

Piensa decebida la muchacha. Tratándolo con sentido común no hay nada que pueda decir donde se encuentra ese hombre. Puede haber hecho el mismo camino de la misma manera que puede haber hecho cualquier otro. Porque está claro que nunca va a recorrer el mismo para encontrarse las mismas personas.

Angula se lo toma con calma y va recorriendo diversas calles. Además de buscando a su príncipe, reconociendo y conociendo mejor su nueva población. Descubre el asentamiento de una preciosa pollería donde parece que son los mismos pollos que llaman a su compra.

-co co- -co co- cocock- co co- co cock cock cock co- co cock-

La muchacha mira extasiada el ávil ganado pensando en próntamente volver al sitio para adquirir el que más sabroso parezca después de ser tostado al horno.

-Angula: hola, hola, ¿estás bueno?

Dice la juguetona acariciando el pico de un reciamente crestudo macho aviar.

-Gallo: co cock, co ck.

-Angula: ¿qué me dices? que sí? bueno, ya volveré a por ti. Si mañana estás aquí te vendrás conmigo.

-Gallo: co cock, cooooock, coooooock coc coc, coooooock cock cock.

-Angula: uy que contento se ha puesto, rico. Así quedamos, no te dejes comprar por nadie y mañana, ¡serás mío! ja ja ja ja.

-Gallo: cooooock, cock, cock, cock, cock, cooooooock.

Dejando al feliz gallo cacareando simpáticamente, Angula da la vuelta y sigue investigando a ver si por suerte encuentra al cuponero hoy.

-Angula: bueno... y si no, siempre quedará mañana... o pasado mañana pero...

De pronto la muchacha logra inesperado consuelo al ver a lo lejos un hombre con caminar tanteante que empuña un blanco bastón.

-Angula: ¡ahí está!

La muchacha corre hacia el hallazgo y mientras se acerca va divisando a ver si es el chistoso del otro día. Cuando llega a él, peró, ve que no es él. Es un cuponero con la tira de cupones pegada a la levita. Y las gafas oscuras y el cantar anunciante. Pero no es el cachondo cuponero que inspirole los planes que lleva en mente.

-Ciego: ¡cupones! ¡cupones!

Es otro cuponero que sin duda conoce al pasado, pero ni sabrá los mismo chistes ni quizá tendrá el mismo oído para reconocer mozas.

-Ciego: ¡cupones de millonario! 100.000 €uros al año durante 25 años al que más suerte tenga. ¡Es usted señora, o es usted señor esa persona! Cómpreme cupón y sabrá la respuesta! Cupones, cupones!

Angula se está aún resignando al equívoco mientras escucha al ciego cantar, cuando tiene una idea nueva.

-Angula: oiga, señor cuponero.

-Ciego: sí, dígame señora. ¿Quiere usted ser rica para el resto de su vida? Con 100.0000 €uros al año va a poder olvidarse de todo trabajo y vivir del cuento hasta la segunda o tercera re-encarnación siguientes.

-Angula: oh, estaría bien ser rica. Pero pasa que sería una desmerecida fortuna porque no tendría con quien compartirla. A mis 20 años y no he encontrado mi príncipe azul.

Camela al cuponero la aprendiz de veterinaria mientras va mirando a un lado y a otro para controlar que nadie la esté escuchando y perciba su falta de vergüenza.

-Ciego: ¿no ha encontrado usted esposo? Uhmm, Dios no me otorgó el don de la mirada pero más o menos sé reconocer a las personas. Usted me parece una mujer guapa y entonces me extraña que no háyanla casado.

-Angula: pues sí, desde pequeña que siempre mis padres me han llevado con la soga corta y nunca he tenido oportunidad de conocer un hombre. Ahora vivo sola y podría tener la ocasión pero soy muy tímida y no sé como atreveríame a conocer uno.

-Ciego: no es tan difícil señora. Si fuesen todos los hombres ciegos como yo sí tendría alguna dificultad. Pero como que guapa debe ser muchos hombres la verán y sentirán impulso de conocerla.

-Angula: uhmmmm, sí, muchos hombres me miran. Pero ninguno me dice nada y ninguno me invita a comer en su casa, y por eso no me atrevo a decirles nada.

-Ciego: oh cuanto lo siento señora. Confíe en la suerte porque le cae a uno cuando menos se lo espera. ¿Quiere un cupón señora?

Angula mira estupefacta al bobo ciego que no sabe captar el gigantesco guiño. Está a punto de responder que no, que no quiere cupón y marcharse pero piensa diez segundos antes de responder.

-Angula: uhmm, ¿un cupón? cuanto vale?

-Ciego: 3 €uros, 3 €uros señora que pueden convertirse en 100.000 al año durante 25.

-Angula: uhmm, pero es que sólo tengo 3 €uros. Los tenía para comprar una barra de pan y unos gramos de queso para comer hoy, pero si me compro el cupón no podré comer nada.

-Ciego: uy, que poco dinero que tiene señora . . .

Angula retarda la respuesta para no dar opción al ciego.

-Ciego: . . y, pues si tan vacío está su monedero yo podría darle de comer hoy en mi casa. Podría invitarla a comer y así podría comprarme el cupón.

-Angula: ¡oh! sería maravilloso. Porque quizá me tocan esos 100.000 y no pase problemas económicos nunca más.

-Ciego: pues está invitada. Podemos ir a mi casa y en un santiamén tendré un poco de gusa con la que matar el hambre.

-Angula: fantástico, es usted muy amable. Nunca lo hubiera dicho que invitaríame a comer un cuponero.

-Ciego: me es fácil. Vender números de lotería otorga más dinero del que parece. Los que hace 200 años eran pobres sin casa ni sustento ciegos ahora gozamos de la formidable ayuda de la Once. No nos permite vivir cual si tuviéramos los ojos pero nos ofrece un apoyo insustituible.

-Angula: que bueno es todo. ¿Y qué acostumbra a comer usted en su casa?

-Ciego: oh, nada complejo. Porque me lo cocino yo mismo y claro, no puede ser un plato digno de restaurante. Pero está muy bueno, ya lo verá.

-Angula: gracias de nuevo, es usted muy bondadoso. ¿Y cuando iremos a comer?

-Ciego: pues... aún me queda un rato de cuponeo, pero si usted tiene hambre podemos ir ya.

-Angula: oh sí, tengo mucha hambre. Si pudiéramos ir a comer...

-Ciego: pues vamos, siga mi tanteo que en un par de minutos habremos llegado.

El ciego se pone a caminar tanteante divisando la claridad de su camino con el bastón, mientras Angula lo sigue adaptada su velocidad. En 5 minutos de, por el ciego laborioso camino, llegan a la que parece ser su casa.

-Angula: oiga, dígame cómo se llama usted.

Dice la muchacha mientras el impedido abre la puerta.

-Ciego: Hermenegildo, puede llamarme Hermes, como me llaman todos mis amigos.

-Angula: vale, yo me llamo Angula.

-Hermenegildo: uhm, encantado.

Dice Hermenegildo consiguiendo abrir la puerta. El dicho Hermenegildo parece vivir en un segundo piso. Pero conocedor como es de la escalera de su casa, no tiene problema alguno en saber donde está cada escalón y cada esquina para subir, cual lúcido, hasta su piso. Cuando por fin entran en el apartamento Angula queda sorprendida de la facilidad con que Hermenegildo se mueve en ella, sabiendo de memoria donde está cada pared, cada esquina y la disposición de cada baldosa del suelo. Hermenegildo deja su equipo lotero en su sitio, toda la casa está perfectamente ordenada, y como buen anfitrión la invita a sentarse.

-Hermenegildo: toma asiento Angula, en la mesa que verás a la derecha del fregadero. ¿La ves?

-Angula: sí, de color verde?

-Hermenegildo: je je, curiosa pregunta. Nunca lo he sabido la verdad, sí sé que tiene forma elíptica y tres sillas al lado, pero el color, comprenderás que nunca lo haya sabido cierto.

-Angula: claro, claro. No había caído en ello.

Angula se sienta en una de las sillas y observa impaciente el desenvolver de Hermenegildo. Este enciende un pequeño horno de leña con un puñado de vegetal seco que saca de un saco y en un minuto el pequeño horno desprende tanto calor como olor a hierba quemada. El ciego vuelve a tomar con gran soltura un par de vasos de un armario y los introduce dentro del compartimento de cocción del horno.

-Hermenegildo: es algo sencillo, se meten estos vasitos llenos de arroz precocinado en el horno y en un minuto estará lista nuestra comida.

-Angula: oh que bien, estoy hambrienta.

Hermenegildo mide el tiempo con un pequeño reloj de bolsillo que le avisa con un pequeño chasquido que el minuto ha pasado. Cuando esto saca los dos recipientes del horno y después de vaciar su contenido en dos platos, lo adereza con unos cuantos dados de queso que también preparaba.

-Hermenegildo: nos vamos a chupar los dedos.

-Angula: puede bien ser cierto. La simplicidad de su preparación no tiene por qué enfrentarse a su calidad nutritiva. No digo calidad culinaria porque ello suele ser representado por la dificultad que implica su preparación, pero sabroso y nutritivo sin duda será este arroz con queso.

-Hermenegildo: je je je.

Ríe Hermenegildo sentándose en la mesa con ambos platos y obviando la complejidad de la conversación de su invitada. Angula imita el gesto de mezclado de arroz con los dados de queso que efectúa Hermenegildo y la apariencia del plato de "batalla" es cada vez más apetecible. No es simple arroz seco sino que también está aderezado con una justa cuantía de buen aceite y sin duda los chinos que han diseñado tal plato precocinado hanle añadido alguna de sus especies secretas.

-Hermenegildo: venga va, pégale bocado.

-Angula: uhmm, ¿y tú cómo sabes que aún no he empezado a comer?

-Hermenegildo: uy, los ciegos vemos muchas cosas sin necesidad de los ojos. Prefiero no escandalizarte con las cosas que he visto y que veo ahora mismo pero... en fin, comamos, comamos.

La muchacha se huele gato encerrado con esta última cita del ciego acerca de cosas que ve ahora mismo, pero se percata que está sola comiendo en casa de un desconocido que ha conocido aún no hace ni dos horas y le saca importancia a la leve impresión.

-Angula: vale.

La muchacha carga su cuchara de una pequeña carga de arroz con un dadito de queso justo en medio y después de tragarlo ofrece su favorable opinión.

-Angula: mmmm, está buenísimo.

-Hermenegildo: ya te lo he dicho. El único defecto que tiene este plato es que no podría ser servido en la mesa de un restaurante debido a su sencilla preparación. Pero la cocina prepreparada china supera en multitud de ocasiones a los más complejos platos de la nouvelle cuisine.

-Angula: je je je.

Ríe agradosa Angula iniciando un abierto y receptivo comportamiento.

-Angula: y, Hermenegildo, tú conoces más ciegos, claro. Pero ¿conoces a otras ciegas?

-Hermenegildo: sí, alguna que otra. No hay tantas como ciegos porque a menudo no efectúan su tarea con la Once sino que viven con sus familiares, pero alguna he conocido. Ahora mismo no hay ninguna en la plantilla lotera de la villa.

-Angula: uhmm, ñam, ñam. ¿Y has tenido nunca novia?

-Hermenegildo: ñam, ñam. Hace mucho tiempo, cuando era niño tenía una amiga que se llamaba Aitala con la que fuimos muy buenos amigos. Pero ella no era ciega y a la larga nos separamos porque yo me fui a una escuela especialmente dedicada a nosotros y ella a una normal. Ñam, ñam.

-Angula: oh que pena. ¿Os queríais mucho?

-Hermenegildo: no... éramos niños. Ni tan sólo hicimos nunca el amor, sólo nos dábamos besos.

-Angula: uhm, ñam, ñam. Pero nunca lo has hecho entonces?

-Hermenegildo: sí, sí lo he hecho. La mayoría de ciegos de la plantilla somos solteros y de vez en cuando vamos juntos a hacer una visita al burdel.

-Angula: ya, ñam, ñam. No le veo nada malo, en la sociedad actual esta profesión está descategorizada pero es una tan noble como cualquier otra.

-Hermenegildo: sí, pero dime ¿qué puede luchar contra los medios de comunicación que extienden sus ideales por todo el mundo? Luchar contra una cosa que puede extender su mensaje de tan fácil manera como apretar un botón es totalmente imposible para el más potente fusil, ñam, ñam.

-Angula: ya... maldita sea su suerte... y esto.. dejemos el tema por favor, que me incomoda. ¿No te gustaría ahora tener novia?

-Hermenegildo: ñam, ñam. Sí, estaría bien, no creo poder ofrecerle lo mismo que ofreceríale un capitán de las fuerzas armadas pero sin duda amor entregado procuraríale.

-Angula: uhmm, bffffff (Angula bebe agua de su vaso) pues yo también estoy buscando novio. Aún no he encontrado un hombre que me guste pero no quiero quedarme en solterona dentro de un tiempo. Lo que más me gustaría sería encontrar un hombre que me quiera y me haga feliz.

-Hermenegildo: uhmm, interesante, de verdad interesante. ¿Querrías que fuésemos novios tú y yo?

-Angula: pues podría ser, por qué no.. ¿me querrías y me harías feliz?

-Hermenegildo: pondría todo mi empeño en ello. Ya te digo que no soy un capitán ni un playboy, pero pondría mucho más interés que cualquiera de ellos.

-Angula: pues fantástico, ya somos novios. A ver, ¿quieres darme un beso?

-Hermenegildo: sí, claro.

Hermenegildo se levanta y sin fallar un paso toma a Angula de un hombro y le planta un beso en los labios. Por supuesto este primer beso entre los dos sujetos tiene un sabor especial y aún el ciego derecho ante la sentada Angula se recrea espectacularmente moviendo la lengua dentro de la boca de su nueva novia. La muchacha no siente un digamos grandioso conquiste pues ha incluso costádole que el ciego se decida a ir a por ella, pero su plan se desarrolla casi al reflejo del que trazó. La muchacha se entrega al descuidado cuponero y no pone especial rechazo a su basto manejar amatorio. El ciego la hace levantar y parece un niño no sabiendo exactamente qué hacer cuando lo que de verdad quiere es ir a la habitación. Derechos ambos se besan junto a la ventana, contra la pared, en algún otro lugar que sin duda conoce Hermenegildo aún con los ojos cerrados, pero Angula se siente perdida en una casa desconocida, con los ojos cerrados y con un hombre que se mueve como Pedro por su casa con etiqueta de estúpido.

El contacto va evolucionando y adquiriendo sus eventuales episodios mientras Hermenegildo va pasando de tantear los suaves senos de la muchacha a chuparle el cuello. Angula parece poner más raciocinio que su enamorado y entre gemido y gemido propone.

-Angula: mmmm, . . .. . . .. y si nos vamos a tu habitación? . ..

-Hermenegildo: sí claro, vamos.

Curiosamente es el ciego el que, con la mano de la muchacha en la suya, guíalos a su recámara. Cuando han entrado el ciego no tiene la costumbre de encender la luz, por lo que la humilde iluminación natural que los alumbró durante la comida pierde su expresión en la oscura estancia. Angula se deja sentar en la cama y sigue sin exigir depurado tacto al inexperto cuponero. La legendaria relación con su amiga de la infancia y las posteriores con prostitutas no le han enseñado lo que un cuerpo de mujer agradece con veracidad. Angula trata de darle unas pequeñas señales del que debe seguir comportamiento pero tampoco se extiende mucho en su educación pues este contacto será, seguramente, el primero y último.

La blusa de la muchacha es desabrochada y por muy novato que sea un hombre hay una cosa que prácticamente siempre hará bien; mamar.

-Hermenegildo: hmm, hmmmm, hmmm.

-Angula: uhmmm, uhmmm, ooh sí, uhmmm.

Angula alarga su mano y valiente tantea la vestida cintura de su torero. Dentro de la gruesa ropa se adivina, sí, una gruesa y dura extremidad. Los que pudieran existir miedos acerca de la validez de la elección quedan dirimidos ante el evidente acierto. Sintiendo el osado tanteo de su verga, el ciego se envalentona y posa igual su mano en el entrepierna de su muchacha. Reiterando su principiante cuidado le baja los calzones y queda el bajo-cintura de Angula tan sólo tapado por una virtual falda que a lo único que taparía es a ojos ajenos, pero no a un grueso dedo que se mete sin mucho amor en la virginal hendidura sexual de la chica.

-Angula: oooooh.

Ante tal respuesta el ciego da por próspera su acción y no cesa de meter y sacar el dedo de la húmeda panocha.

-Angula: ooooh, ooooh, oooh.

Angula toma ahora mismo la personalidad de una diablesa que lo único que quiere es sexo y sin vergüenza ni honra alguna mete también la mano dentro del pantalón del cuponero. Cuando su mano entoma el verdadero miembro del ciego, sin ropa alguna que aleje su análisis, descubre la muchacha que no fueron alejadas sus apreciaciones y gala al pobre cuponero un duro miembro tan o incluso más grande que el que recuerda primero que sostuvo su mano, el del señor Adauco. Seguramente fallecido dueño de la legendaria hacienda incendiada hace tiempo.

Aún con una lengua en la boca Angula informa al humilde cuponero de su aprecio.

-Angula: uhmm, es grande.

-Hermenegildo: sí, ya me lo han dicho algunas..

La muchacha decide otorgar su aprecio también de otra forma y se agacha ante su amante. Entre ambos bajan los pantalones del varón y ella siente dulce vicio al tragar con serias dificultades una verga grandiosa. En pos de la oscuridad no la ha visto pero reconoce su lengua y la profundidad de su garganta que sí, es más grande que la del señor Adauco.

La viciosa relación se extiende pecamitósamente mientras Angula se recrea traviesa mamando de la más grande verga que ha tenido entre manos y entre paredes bucales. Hermenegildo cala también la cabeza de su muchacha acostumbrado a relaciones prostituriles en que la mujer suele hacer lo que se le manda. Después de un rato de mamar Angula se iergue para cazar de nuevo los labios de su torero. Mientras se besan de nuevo las manos de ambos van dando los pasos que siempre han antecedido una penetración. Finalmente los dos quedan completamente desnudos. Angula estirada en la cama con el ciego besándola y una verga y una panocha chocando sin precisión necesitando de una ayuda manual. Es el ciego que usa su mano para apuntar el falo en la estrecha hendidura de la ex-criada. Amador regularmente experimentado empuja sin la enorme cautela que requeriría una panocha virgen.

-Angula: aaaaaaah.

El inesperado grito alerta al ciego, gran conocedor de los significados de cada tono de voz humano, que debe ir con más cuidado. No advertirá sin duda el particular evento en que participa si no es informado de sus aspectos. Sin duda reconocería un día este mismo gemido en otra mujer que cogiera, quizá se extrañaría de "es el mismo que oíle a Angula" o "si esta hembra es virgen y ha gemido así, Angula también lo era!". Pero aún con el segundo y un poco más cuidadoso empuje de Hermenegildo, Angula vuelve a gemir con la misma intensidad, con la misma que sin duda no gemirá nunca más en el mismo tono.

-Angula: ¡aaaaaaaaaaah!

-Hermenegildo: . .perdona, ¿te he hecho daño? .

-Angula: .. no, . .. es que es muy grande. ..

-Hermenegildo: .  .vale, ya lo sé, perdona, iré con más cuidado .. .

-Angula:  . .no, no temas por mi, la estrecha soy yo, por favor, dale. ..

Hermenegildo queda un poco asombrado por la fiera provocación, pero aceptando su valentía prosigue su movimiento y vuelve a insertar dentro de la muchacha.

-Angula: aaaaaaaaah!

Esta vez Hermenegildo no teme de su habitual gran tamaño y descarta el cuidado que ha propuéstole el especial tono del gemir de Angula en su primera y segunda penetración. Por lo que vuelve a insertar esta vez sin detenerla.

-Angula: aaaah, aaaah, aaah, aaaah, aaaah, aaaah.

La agudeza de los gemidos de Angula se diferencia notablemente de los fingidos que suele oír a sus putas parejas, no comprende Hermenegildo que está cogiendo a una mujer por primera vez y lo relaciona con su juventud y quizá su falta de "profesionalidad". Aspectos sin duda ciertos pero que matizan el verdadero inhabitual aspecto que quizá no sea nunca descubierto por el hombre.

-Angula: aaah , aaaaah, aaah, aaaaaah, aaaaah.

La intensa amatoria se prolonga una media horita más en que Angula firma y sella todos los papeles de su entrada en el club de las mujeres. A los últimos tramos del evento la muchacha sabe que Hermenegildo puede venirse dentro y quizá dejarla embarazada, hijo que sin duda cuidarían entre Policarpo y ella como su propio hijo. No ve ella diferente forma de tratar la relación sexual y le saca importancia a la posibilidad de cuidar con su marido un hijo que no es de él. La práctica del adulterio ha conllevado siempre estos riesgos y son cosas que, ante las dificultados conyugales de ella y Policarpo se deben aceptar. Cuando Angula siente que Hermenegildo empieza a gemir con una remarcable intensidad sabe que el momento ha llegado. Nota entre sus piernas que una gran extremidad la sigue horadando a la vez que libera un cálido líquido. Siente gran cariño al recibir ese líquido en su vientre pues es de un hombre que la ama.

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La lámpara mágica 2ªT (8: sexo & política)

La lámpara mágica 2ªT (7: las termas)

La lámpara mágica 2ªT (6: de cazería)

La lámpara mágica 2ªT (5: el probador)

La lámpara mágica 2ªT (4: autoestopista)

La lámpara mágica 2ªT (3: violación)

La lámpara mágica 2ªT (2: el loco)

La lámpara mágica, 2ª temporada (1:desvirgamiento)

Los bribones

Un remojón en el estanque

Limpiando platos

2001 - Una odisea espacial

Dentro del laberinto (6: el castillo)

Dentro del laberinto (5: el centinela canino)

Dentro del laberinto (4: el ogro bueno)

Dentro del laberinto (3: el consejo del anciano)

Dentro del laberinto (2: enigma de los guardianes)

Dentro del laberinto (con Jennifer Connelly)

Matrimonio de convenencia

El lavabo de caballeros

La amputada

El orangután de mi mejor amiga

Vamos a escuchar habaneras

El balneario de reposo (7: la despedida)

Travestismo

El balneario de reposo (6: me debes una)

El balneario de reposo (5: la muchacha)

El balneario de reposo (4: la cueva)

El balneario de reposo (3: el jardín)

El balneario de reposo (2: la sauna)

El balneario de reposo

La empollona

Mi jefe en la tienda

Criadita en el baño

A escondidas

Tomando el sol

La lámpara mágica (08: Rata, mi perro)

La lámpara mágica (07: doble penetración)

La lámpara mágica (06: mi abuelo)

La lámpara mágica (05: el cura)

La lámpara mágica (04: el desgraciado)

La lámpara mágica (03: un paseo en yate)

La lámpara mágica (02: el viajecito en autobús)

El vendedor a domicilio (2)

El vendedor a domicilio (3)

La lámpara mágica

Lolita - de Vladimir Nabokov

Aladín (JASMINE versus JAFAR)

El mercadillo

Don Ignacio, el papá de mi amiga

El jorobado de Notre Dame

Universitaria japonesa

Tawne: ¿Papá, me has comprado algo para mi cumple?

Desvirgamiento en el confesionario

El viejo verde

Abuso de tontita

Criadita (2)

Terapia ginecológica (2)

Blancanieves y los 3 enanitos

El maestro cocinero

El vendedor a domicilio

El típico cura pederasta

Mi experiencia (6: El papá de mi amiga)

Mi experiencia (5: Mi amiga y su perro)

El baile de disfrazes - versión straight

Mi experiencia (4: Don Jesús, mi dentista)

Mi experiencia (3: El abuelo de mi amiga&compa;ñía)

Intercambio de estudios con los EEUU

San Pedro y la angelita Gabriela

El abuelo de mi amiga lety (Mi experiencia 2)

Mi experiencia

Abuso sexual en el internado

Caperucita roja

El salón de videojuegos

Eurodisney

La alumna II de La alumna por eskipi

Papá Noel

Las dos moritas

El director de mi colegio de cuando era pequeña

Criadita

Mi padrastro la tenia flaca

El violador del ascensor

Sexo con una sindrome de down

Mi vecino en el bus

Skater-girl

Plata, la niñera

El amo del cibercafé

Fiesta con mi viejo amigo y su hija

Terapia ginecológica

Sesión ciber

Santo insomnio

Violacion disfrutada

Baile de disfrazes (II)

Baile de disfrazes