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Ordeñando al abuelo

en Parodias

Heidi contempla con asombro como su abuelo ordeña la vaca Eloisia, haciendo con extremo automatismo algo que a la niña le parece complicadísimo.

-Heidi: nunca lo entenderé, ¿cómo lo haces para que le salga leche de las ubres sin meterla antes?

-Abuelo: es super fácil. Ya verás como cuando seas grande lo podrás hacer tú, e incluso de las que tienen que crecer tuyas ubres, je je, también saldrá leche.

-Heidi: ¿de mis ubres? ¿quieres decir que a mi me va a crecer algo tan grande como lo que tienes entre los dedos?

-Abuelo: bueno, tan tan grande quizá no. Pero si creces de una forma sana y abundante te crecerán unos buenos pechos. Pero, no en la barriga como a la vaca, sino aquí (dice el abuelo palpándole a la niña el lugar donde le van a crecer las ubres) en el sitio de los pechos humanos, o tetas o mil nombres tienen.

-Heidi: mmm, que curioso. Y entonces ¿yo estaré en la granja y, un hombre me ordeñará como ordeñas tú a la vaca?

-Abuelo: ¡ja ja ja ja ja! no Heidi no. Bueno, ahora que lo pienso... no del todo. Quizá tú de grande estés en una granja, quizá esta, y quizá un hombre te ordeñará los pechos. Pero no con propósito de sacar leche y que la beban los niños. Sino con otro propósito... más bien falta de propósito que aprenderás de grande. Muchas cosas que tienes que aprender.

-Heidi: ¡oooh! abuelo! yo quiero aprender muchas cosas. Para poder darme de lista en la escuela. Me gusta mucho cuando la profesora pregunta algo y sólo contesto yo.

-Abuelo: pero . . . bueno va, te enseñaré alguna cosa. ¿Quieres que te enseñe a ordeñar la vaca?

-Heidi: ¡sí abuelo! me gustaría mucho saber hacer lo que tú haces.

-Abuelo: pues bien.

Dice el abuelo levantándose del taburete en que estaba sentado ante las ubres de la vaca.

-Abuelo: siéntate aquí.

Heidi se sienta en el taburete excitada por la ansiedad de la sabiduría que se le ofrece.

-Abuelo: ahora, toma... ¿ves estas protuberancias que le salen? se llaman pezones y es lo que tienes que tomar.

La niña toma con abismal inexperiencia uno de los pezones que tiene ante ella y, dudando si ni tan sólo ha terminado la clase, dice;

-Heidi: ¿y ahora, qué?

-Abuelo: ahora tienes que apretar el pezón con toda la mano. Ya verás, trata de apretarlo.

La niña aprieta con esa débil fuerza que se tiene a esa edad y evidentemente no consigue nada.

-Heidi: ¿así?

-Abuelo: uhmmm, algo así, más o menos. Pero a ver, toma el pezón con más fuerza y, justo en el momento de apretar el puño, baja la mano hacia abajo.

La niña simula un sucedáneo de ordeño de vaca y una solitaria gota de leche sale de la punta del pezón que empuña.

-Heidi: ¡uuuhh! ¿eso era la leche?

-Abuelo: sí, lo has conseguido. Poca pero has conseguido sacarle leche.

-Heidi: ¡que bien! ahora podré fanfarronear en la escuela de que he ordeñado una vaca. Nadie más lo ha hecho.

-Abuelo: que rica eres.

Dice el abuelo acariciando la que tiene ante la vaca sentada cabecita de la niña. Heidi continúa o, trata de continuar ordeñando la vaca pero pocas gotas más le salen. Parece que la gota que cayó antes debía estar ya a punto de caer y la manipulación de la chava sólo le ha dado el empujón final.

-Heidi: uhmmm, no sale más leche abuelo... ¿por qué ahora no sale?

-Abuelo: ntchs, creo que.. tendrás que crecer un par más de palmos para poder ordeñar a Eloisia.

-Heidi: uuh, ¿no podré ordeñarla? snif, yo que creía que lo había conseguido.. buuuuh.

La niñita empieza a llorar ante el que se siente impotente abuelo. Sería capaz de dar por su nieta un dedo pulgar de la mano derecha. Pero ahora llora esta sin haber a simple vista algo que le pueda curar la deslusión.

-Heidi: buuuuh, por qué tengo que esperar a hacerme grande por todo, buuuuuh.

-Abuelo: no te apenes Heidi, cariño. Te aseguro que yo a tu edad tampoco podía ordeñarla.

Dice el abuelo acariciando comprensivamente la cabeza de la que llora en su falda niña.

-Heidi: buuuuh, yo quería hacerlooo, buuuuh.

El abuelo calla y trata de subsanar con cariños la desilusión que ha sufrido la niña. Le acaricia los delgados cabellos impolutos que caen a ambos lados de esa carita que también acaricia el abuelo, quedándose impregnadas sus manos por las más inocentes lágrimas que soltará Heidi a lo largo de su vida.

-Abuelo: no te apenes cielo, te puedo enseñar muchas más cosas. ¿Quieres que te enseñe a recoger los huevos de las gallinas?

-Heidi: ¿las gallinas? ¡pero si eso ya lo sé! buuuuuuh! yo quería aprender a ordeñar! buuuuh!

Mientras la niña sigue llorando en su falda el abuelo va pensando diferentes cosas que pueda enseñarle a la pequeña. ¿A mandar el perro? ; imposible, para ello hay que tener tanta maña como la que tiene un pastor de montaña. ¿A arar el campo con los bueyes? Una sonrisa visita la curtida cara del abuelo haciéndole incluso gracia la bobada que se le ha ocurrido. Una niña que apenas tiene fuerza para ordeñar una vaca y va a arar el campo con los bueyes.

-Heidi: ¡buuuuuh! yo quiero aprender a ordeñar! buuuuuh!

Mientras piensa, el abuelo sigue acariciando la llorosa cabeza que tiene apoyada en los riñones cuando de pronto, una fugaz visión traspasa su cabeza para dejar en ella una idea.

-Abuelo: ¡Heidi!

La niña saca la cabeza de la falda de su abuelo y grandemente afeada por su llorosa cara lo mira pidiéndo un mensaje.

-Heidi: qué.

-Abuelo: te voy a enseñar a ordeñar.

-Heidi: ¡oh qué bien! ¿cómo cómo se hace?

-Abuelo: pero no a la vaca porque aún no tienes fuerza para ello. Me vas a ordeñar a mi, conmigo sí podrás, espero.

-Heidi: ¿a tí? pero tú también tienes ubres como Eloisia?

-Abuelo: no. A mi no me vas a ordeñar las ubres sino, otra cosa. Ven, ven.

Dice el abuelo tomando a la niña de la mano y dirigiéndose al montón de paja que cubre el fondo del establo.

El abuelo se estira en la paja e invita a Heidi a hacer lo mismo.

-Abuelo: ahora verás.

Dice mientras se baja los pantalones y descubre una morcillona y veterana verga.

-Heidi: te tengo que ordeñar. . ¿el carallo?

-Abuelo: sí, también se puede ordeñar el carallo. Ya verás, tómalo con la mano y haz el mismo movimiento que te enseñé con Eloisia.

Heidi toma la poronga de su abuelo con la duda entre ceja y ceja de que eso pueda dar leche. El abuelo toma con su mano la de su nieta e inicia un pausado movimiento de arriba y abajo, con el que la verga acaba tomando las dimensiones naturales.

-Heidi: ¡uy, crece!

-Abuelo: sí, crece, sí, cielo. Lo haces muy bien, ahora te soltaré la mano y lo debes seguir haciendo sóla.

El abuelo suelta la mano de su discípula y esta continúa masturbando esa que se le ha entregado verga, adquiriendo, a medida que se calienta lo que tiene entre manos, maña que conservará en su tarea de granjera durante toda la vida.

-Heidi: qué guapo. Me gusta mucho ordeñarte, abuelo.

-Abuelo: y más que me gusta a mi, querida.

La niña masturba un rato más a su abuelo hasta que este decide que hay que darle la siguiente lección.

-Abuelo: ahora, te enseñaré a ordeñar con la boca. Ya verás, abre la boca y métete el carallo dentro. Pero, sin morder. Chúpalo como si fuera una paleta y verás que bien sabe.

-Heidi: vale.. a ver... gorbl.

La niña chupa un rato de la verga de su abuelo con evidente inexperiencia. Al principio la chupa sólo la puntita como si fuera la cuchara de la sopa, pero a consecutivas indicaciones de su abuelo aprende que está mejor hecho abrir bien la boca y tragar cuanto más sea posible.

-Abuelo: uhmmmm, muy bien Heidi, lo haces muy bien... uhmmm.

En esto que la niña se saca la verga de la boca y dice;

-Heidi: me siento super extraña abuelo.

-Abuelo: ¿uhm? a qué te refieres?

-Heidi: pues que noto una cosa, entrepiernas, como si se me calentara entre las piernas.

-Abuelo: uhmm, creo que eso significa que te has excitado.

-Heidi: ¿excitado? qué es eso?

-Abuelo: excitado, como mujer. Que sientes ganas de hacer el amor.

-Heidi: ¿hacer el amor? como lo que quiero a mamá? abrazarla y besarla?

-Abuelo: uhmmm, algo así, pero no exactamente. Coger, como cogen los animales en el campo.

-Heidi: ¿eso que se monta uno encima del otro? Y para qué querría yo montarte abuelo? como si montara un asno?

-Abuelo: no exactamente como si montaras un asno. Sino como monta papá a mamá en su cama.

-Heidi: ¿papá y mamá hacen esto? y como se hace?

-Abuelo: uy Heidi, que hoy ya te he enseñado a ordeñar la vaca y a ordeñarme a mi, no te voy a enseñar ahora a montarme!

-Heidi: ¿y por qué no abuelo? si a mi me gusta mucho aprender.

-Abuelo: aún eres demasiado pequeña, eso lo aprenderás de grande.

-Heidi: ¿también tengo que esperar? snif.

-Abuelo: eh Heidi, no llores.

Dice el abuelo tomando la a punto de estallar carita de la niña y mirandola fija y cercanamente a los ojos.

-Abuelo: no llores querida, que te vuelves muy fea.

-Heidi: pero yo . . . bueno vale . . no lloraré . . pero . . ¿por qué no puedes enseñarme?

-Abuelo: porque eres muy chica y tienes una cosa aquí (dice el abuelo palpándole la panocha por encima de la falda) que quizá es muy pequeña y te podría hacer daño, cogiéndote.

-Heidi: ¿hacerme daño? yo no te veo capaz, abuelo, de hacerme daño. Porque yo te quiero mucho y tú también a mi verdad?

Dice la niña lanzándose a abrazar a su supraprogenitor y a pegar su cara en el hombro para que no vea que llora, aunque esto se oiga.

-Abuelo: claro que te quiero Heidi, más que a Eloisia o a Rufián, el asno.

El abuelo vuelve a arropar la niña mientras esta llora en su hombro, es la tristeza de la niña tanta que su abuelo se acaba dando por vencido.

-Abuelo: Heidi.

-Heidi: ¿sí?

Dice la niña separando la cara de su hombro y mirándo con sus mojados ojos los de su abuelo. El abuelo le da un beso en los labios antes de decirle la concesión que le hace.

-Abuelo: está bien, cogeremos. Pero tienes que prometerme que esto será un secreto entre tú y yo y no se lo dirás a nadie, ni a Rufián.

-Heidi: prometido.

-Abuelo: bien pues, sácate la ropa.

La niña super ilusionada se desnuda y atenta sigue las progresiones que hace su abuelo, como montar una pequeña cama extendiendo sus ropas en el esparcido de paja del suelo.

-Heidi: ¿qué hago?

-Abuelo: uhmmm, ponte encima de las ropas a 4 patas, que te montaré.

-Heidi: vale.

La niña se sitúa encima del preparado de ropas y se iergue a 4 patas, como las vacas o los burros. El abuelo, también desnudo, se sitúa tras ella y maneja la punta de su verga en la encharcada desde hace rato panocha.

-Abuelo: uy, déjame hacer una cosa antes.

El abuelo se levanta de nuevo y con un trapo sucio que encuentra amordaza la boca de la niña.

-Heidi: ¿o qué e afes eszo?

-Abuelo: para que no grites, porque esto te hará un poco de daño. Tú intenta no gritar mucho y... resiste.

-Heidi: fae.

El abuelo vuelve a situar su verga en el arduo camino que se le prepara y, bajo diversos mudos quejares de la niña va introduciendo.

-Heidi: fm, fmm.

En esto que el abuelo ve que no hay otra opción que tirar para alante y romper lo que se presente. Por lo que tomando las pequeñas caderas de la niña las junta, con las suyas.

-Heidi: fmmmmmmmmm.

Heidi llora a lágrima viva y un chorrete de líquido rojizo resbala por sus piernas, pero valiente mantiene su postura a 4 patas y sigue preparada a lo que sea. El abuelo se ha quedado inmóvil unos segundos hasta que el mudo quejarse de la niña ha terminado.

-Heidi: fmm, eo e a fuu.

Él le saca el pañuelo de la boca.

-Heidi: ooh, abuelo, me ha dolido mucho. Pero me gusta mucho sentir que estás dentro de mi.

-Abuelo: bien, lo difícil ya está hecho.

Es estonces que inicia el varón un lento entrar y salir de la niña. Es la misma voz de esta la que le indica lo que puede hacer y lo que aún no.

-Heidi: aah, abuelo, uhmm, gusta mucho, sí, uhmmm, ay, ay, vale, así, sí, uhmm.

El abuelo continua cogiendo la niña con la seguridad que le otorgan tantas mujeres y cabras amadas. El temor a que venga su hijo y lo enganche cogiéndose a su nieta está presente, cosa que hace elevar aún más el perverso placer con que mete y saca la verga de la pucha de su nieta.

-Heidi: ahhh, aaaahh, abuelo, me gusta mucho lo que me haces, síí, sí.

-Abuelo: umf, umf, recuerda no decírselo a nadie, porque.. umh, si se lo dices a alguien.. umf, no te crecerán las ubres.

-Heidi: sí, aah, ya me sé ese refrán, uhmm, aaah, aaah, que dice, aaah, a la vaca que no se cubre, aaah, aaah, se le secan las ubres.

-Abuelo: je je, umf, sí, exacto, a ese me refería, umf, umf.

El abuelo coge a su niña golosamente hasta que nota que se va a correr, en ese momento y sabedor de la ilusión que le hacía a su nieta aprender a ordeñar, le saca la verga y le dice;

-Abuelo: ¡Heidi, ordéñame como te enseñé antes.

Heidi se gira y toma con la boca la gruesa verga que hace un momento luchaba entre sus prietas paredes vaginales. El abuelo empieza a gemir señal de que su masculina ubre está echando leche dentro de la boca de su nieta.

-Abuelo: uuuummf, uummmff.

-Heidi: gorbl, lo oto, aguelo, metas exado leshe, glup, glup, glup.

Heidi se bebe la abundante leche que hace un momento estaba en los cojones de su abuelo, saboreando un infantil alimento hasta entonces desconocido. En acabado de tragarla toda saca la boca.

-Heidi: qué sabor más raro que tiene tu leche abuelo. Está salada.

-Abuelo: puede ser, es que todas las leches tienen un sabor diferente. Cuando de mayor saques leche por tus ubres también saberá diferente a la de Eloisia.

-Heidi: pero ¿es nutritiva y lleva calcio para los huesos igual que la de tetabrik?

-Abuelo: claro, y lleva un nutriente que la de vaca no lleva que se llaman espermatozoides. Y ese nutriente te hará, de grande, crecer la barriga y.. bueno, ya lo conocerás.

-Heidi: ¿me tengo que esperar igual? mira que me pongo a llorar, je je.

-Abuelo: tranquila Heidi, te prometo que cuando puedas, te lo enseñaré.

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