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Viaje de final de curso (2: nouvelle cuisine)

en Interracial

Después de entrar en el autobús, de nuevo se vuelve a adueñar de la estáncia el barullo que la ha llenado desde madiados de mañana. Todas las chicas hablan y gritan como cotorras contándose mil y una cosas de valor.. más bien intrínseco. Que si Carlota ha conseguido un autógrafo dedicado del -ídolo de la adolescencia- de turno, o que si Regina va a dejar el colegio porque sus padres se van a Dinamarca, que si... en fin, la verdad es que no me interesa mucho la plática que se evapora en medio del autobús. Y es que no oigo a nadie que diga cosas como; la Dionisia ha hecho el amor con este hombre o la Clotilda con este otro, que serían los comentarios que me llamarían la atención. Y más ahora mismo, aún no hace ni 4 horas que he hecho el amor por primera vez, o quizá tendría que decir "me han hecho" el amor, porque en teoría, he sido violada. O al menos eso se propuso ese hombre de goma, pero la verdad es que yo me sentí en el cielo con Jesús al lado, o... detrás.

-Fabiola: ¡Rosanna! ¿Por qué estás tan callada?

-Rosanna: ¿uh? ¿eh?

-Fabiola: que estás embobada, llevas desde que salimos de la segunda parada enajenada mirando por la ventana. ¿Qué pasa? que ya no te gusta la excursión?

-Rosanna: uy no, perdona Fabi, pero es que estaba pensando en... que mis padres quieren hacerme estudiar este verano también, y yo me inventaba un excusa para que no lo hagan. Pero claro, tiene que ser una excusa muy buena para librarse de tres meses de libros.

-Fabiola: y tanto que debe de ser buena, piensa piensa que no me gustaría para nada perderte este verano.

Así, después de decir media mentira más otra media mentira a Fabiola, retomo mis pensares, como dice "embobada" mirando hacia la ventana. El hombre que me lo ha hecho por primera vez en mi vida, me ha dado mi primer beso, me ha comido los pechos por primera vez, me ha comido "otras" cosas también, y finalmente me la ha metido hasta el fondo por.. mmmm.. ha sido una sabrosa primera vez, estoy por repetirla ja ja, pero entonces ya no sería primera, sino segunda o tercera .. je je, la verdad es que me apetece mucho hacerlo por segunda vez en mi vida, y tercera y todas las que vengan.

Mientras yo planeo unos 100 metros por encima del nivel de la carretera por donde trasita el autobús, el viaje sin duda va progresando, nos acercamos a Galicia kilómetro a kilómetro y el verde paisaje que se nos presenta da prueba inequívoca de que entramos en la selva verde.

Todo es verde; lo valles, las montañas, los caminos, incluso captan mi atención diversos caminos aparentemente de cabras pero que están asfaltados, de ahí mi masa gris extrae la teoría de que; tienen que asfaltarlo por cojines, porque sinó se llena de maleza.

-Profesor.Teófilo: (voz metálica/habla por el micrófono del autobús) chicas, ya hace un rato que entramos en Galicia. Como me habéis dicho algunas de vosotras ya lo sabíais, y ahora os lo certifíco, estamos en la provincia de Lugo, la del noreste de la comunidad, pero nuestro destino está en Pontevedra. Visitaremos durante estos 10 días toda Galicia pero nos hospedaremos en las residencias de un colegio hermano de nuestra santísima trinidad en la ciudad de Vigo.

-Paciana: y, señor Teófilo, ¿vamos a ir a ver la costa da morte?

-Teófilo: sí claro, uno no puede visitar Galicia sin dar un paseo por la costa da morte, así como muchas más cosas que conoceréis. Pero, je je, recordar chicas, que este es un viaje de placer y no tendréis que tomar apuntes de nada.

-Todo.el.autobús: Jajajajajajajajajajaja.

El mensaje nacional del profesor termina y todas volvemos a nuestras habladurías. Digo volvemos porque yo misma me desentumezco y me uno a hablar con mis 4 amigas, para disfrutar del viaje de placer que nos ofrece el profesor Teófilo.

-Perpetua: pues yo tengo una amiga en un pueblo que se llama Negreira. Nos conocimos hace mucho y mucho tiempo por una tarea que nos fue encomendada en el colegio de tener una amiga por correo. Pero nos seguimos escribiendo después de acabar el curso y hemos seguido siendo amigas de siempre, desde que éramos pequeñas.

-Fabiola: uy sí, pequeñas, como que eres muy grande tú, abuelita.

-Perpetua: mira que te doy.

-Paciana: déjala déjala, que a ver si nos echan del camión y tenemos que volver a casa a pata.

-Rosanna: ja ja, mucho cuidadín Fabiola y Perpetua con vuestras rencillas, que no queremos pagarlo todas por vuestra culpa.

-Perpetua: pero si es ella que siempre me busca las cosquillas, y yo que un día...

-Fabiola: va cállate, que sólo haría falta echarte una cerilla para que te encendieses cual barril de gasolina.

-Perpetua: ¡mira que..

-Paciana: ¡basta! Mirad por la ventana, es precioso, un rebaño de vacas. Quizá son las que dan la leche que bebemos para almorzar.

-Fabiola: sí, es verdad. Tienen la misma pinta que las del anuncio de la televisión, igual son ellas.

-Perpetua: la leche que bebemos en el internado es de una marca gallega. Es seguro que las vacas viven por aquí cerca, pero que sean estas mismas.. lo veo difícil.

-Rosanna: pues bien podría ser. Inmagínate que meten toda la leche que dan las vacas gallegas en un enorme depósito, entonces toda la leche se mezcla y en los tetabriks que bebemos nosotras recae algún que otro átomo procedente de una de estas vacas. Entonces así es.

-Paciana: ja ja, mucho para leches estás tú y tus teorías científicas.

-Perpetua: pues bien podría ser y...

Curiosamente abandono un lado de mi cerebro a la símil de golosina conversación que jugamos entre nuestras amigas, pero el otro emisferio de mi cabeza se dedica a pensar, o más bien seguir pensado en lo de antes, en lo de unas 2 o 3 horas antes. Cualquier petarda de las diversas que hay en el autobús ya lo estaría contando a derecha, izquierda, hacia delante y hacia atrás. Pero yo no, yo prefiero mantenerlo en secreto. Si lo contara tan sólo a una persona, ya me estaría arriesgando a que esa persona lo contara a dos personas más, por dos, por cuatro, por ocho.. y no. Yo quiero ser la única posesora de este tan particular secreto que me confiere unos aspectos personales inimitables respecto al resto de mis compañeras. Respecto a eso que pensaba antes de... mi segunda y tercera vez... pues la verdad es que tengo muchas ganas. Y en estos 10 días que pasamos en Galicia prometo hacer realidad mis deseos. Pero no me convertiré en un putón berbenero porque nadie se enterará de nada. Llegaré a casa que nadie tendrá pista alguna de las ocultas diversiones personales que habré tenido.. o eso espero.

-Perpetua: ¡mirad chicas! esto que atrevesamos es la ría de Pontevedra. Estas cristalinas aguas que atravesamos eran alquitrán puro, hace cuatro años con lo del prestige.

-Paciana: ¿y qué te lo contó tu amiga, la de Negreira?

-Perpetua: sí bueno, de ello hablamos en nuestras cartas, pero del desastre natural del enbarranque del petrolero me enteré como todo el mundo, por la tele.

-Fabiola: espero que no les quede alquitrán en los mejillones, porque a mi me gusta mucho comer estas cosas.

-Rosanna: dicen que no, dicen que los ecologistas liberaron una bacteria en el mar que se comió todo el negro.

-Paciana: sí, es verdad...

Nuestra conversación se alarga casi una hora más al igual que mis meditaciones, hasta que por fin notamos que el autobús se detiene y somos conminadas a bajar de él.

-Teófilo: cojer todo vuestro equipaje, el de mano y las maletas. Este autobús no volverá a recojernos hasta pasado mañana.

Así entre una cosa y otra hechamos un vistazo al colegio donde vamos a hospedarnos todas, y milagrosamente las habitaciones son de 4 plazas. Por lo que somos las 4 amigas que escogemos dormir juntas en una de ellas. Los profesores nos dan el resto de la tarde libre y nos llaman sólo para cuando dé la hora de la cena, a las 21.

-Paciana: vamos a conocer el colegio, a ver que tiene.

-Perpetua: sí va.

-Fabiola: venga, ¿tú qué haces Rosanna, te vas a poner a dormir?

Me dice Fabi viéndome extrañamente aletargada tumbada en la cama.

-Rosanna: es que me ha sentado un poco mal el viaje en autobús, voy a quedarme a descansar.

-Fabiola: bueno va, nosotras nos vamos a marchar, mejórate.

-Rosanna: que así sea, adiós.

Me dejo caer tumbada en la cama y de verdad reposo un rato, pero en el fondo lo que estoy haciendo es disimulando por si alguna de ellas se olvidó de algo y vuelve a la habitación. Pero a la que creo sumamente improblable que ninguna regrese, me levanto despierta y fortalezida al máximo que me permiten las circunstancias.

Bien, bien, bien, vamos a iniciar nuestra primera jornada. Lo primero que voy a hacer es reconocer al terreno y evaluar las posibilidades que tengo de dar con caza en este pulcro recinto. Después de salir de la habitación me encuentro con diversas compañeras, pero.. ninguna de ellas sabe que estoy en la habitación descansando, o sea que no recibo ninguna pregunta inoportuna. Pero no puedo despistarme y pasear toda la tarde porque tarde o temprano me encontraría con mis amigas y mi objetivo es otro que oír; ¿ya estás bien Rosanna? Entonces pienso un instante; ¿donde puede haber un hombre? En un lugar donde se trabaje. Y¿ donde se trabaja en un internado para señoritas? En la cocina y no mucho más. Entonces hacia allí voy.

No me hace falta hacer muchas preguntas pues mi propia concupiscencia acerca de las comunidades lectivas ya me hace reconocer hacia donde me tengo que dirijir. Paso a paso, esquina a esquina, girándolas como un soldado en la selva de vietnam, me voy acercando hacia donde mi sexto sentido me indica que encontraré lo que busco. Por fin doy con la puerta que busco, una en que pone |COCINA| Miro a derecha e izquierda para que nadie me vea entrar en un lugar prohibido para las alumnas, y como veo el campo limpio abro la puerta para después de meterme dentro, cerrarla.

Dentro hay un hombre al que, por el color de su piel y las facetas de su rostro lo reconozco inmigrante latinoamericano. Un mestizo que se le llama.

Está absorto en la manipulación del contenido de una gran olla, me pregunto si de verdad es necesario que remueva el interior de ese puchero, acabo por desechar su valor e interrumpo el mestizo.

-Rosanna: hola, perdonemé.

-Mestizo: uh, hola, buenos días, esto es la cocina, no puede estar usted aquí.

-Rosanna: sí, ya sé que esto es la cocina y que están reservados los permisos para mi estancia aquí, pero el caso que le voy a contar es urgente.

-Mestizo: digamé.

-Rosanna: pues verá, se trata de que sufro una enfermedad crónica. Soy diabética y en ocasiones necesito comer cosas dulces porque hay un desequilibrio en mi sangre.

-Mestizo: sí ya, creo haber oído hablar de esa enfermedad.

-Rosanna: ahora mismo estoy en una de esas situaciones, necesito comer algo que tenga muchas calorías para nivelar el grado de azucar en mi sangre.

-Mestizo: vale, yo puedo proporcionárselo, ¿quiere algo concreto?

-Rosanna: fruta, la fruta es una de las mejores cosas.

-Mestizo: oh, tengo muchas frutas, ¿cuala le apeteze a usted? Tengo naranjas, manzanas, fresas, plátanos, peras y algún aguacate.

-Rosanna: pues me parecería ideal un plátano, si puede usted proporcionármelo..

-Mestizo: claro claro, ahora se lo doy.

El mestizo abre uno de los armarios que cubren las paredes y de él saca un manojo de bananas. Arranca uno y solícito en todo momento, me lo da.

-Rosanna: gracias señor.. ¿cómo le llamo?

-Mestizo: Braulio señorita, soy junto a madame Adriana el encargado de la cocina. Sé hacer muchos platos y estoy seguro que tanto usted como sus compañeras conocerán y apreciarán la cocina gallega de la misma manera que la conocí y aprecié yo hace años.

-Rosanna: estoy segura de ello, pero ahora mismo lo que necesito es esta fruta, gracias de nuevo.

Digo mientras pelo el plátano con lo que inicio mi estrategema para conquistarlo, o que me conquiste él a mi. Una vez tengo despellejado el fruto la visión no podría ser más sugerente, al menos para una persona que sepa lo que corre por mi mente. Al tiempo que de vez en cuando le voy haciendo algún ligero comentario para que el mozo no retire su vista de mi, empiezo a comer el plátano utilizando el que de momento tengo poco desarrollado arte de seducción. Los bocados son lentos e insinuantes mientras le miro fijamente y trato de despertar el que seguramente tiene escondido espíritu viril. Tiene este maloliente mozo de cocina una jóven púber comiéndose una banana en su desierta cocina, no puede tardar.

En un momento dado nuestra conversación se detiene totalmente, ni él ni yo musitamos palabra y yo creo tenerlo embrujado pues está boquiabierto mirándome comer la fruta. A la vez que recorro con la mirada su oronda figura de arriba a abajo, mantengo el alargado manjar en mi mano mientras, con la boca cerrada eso sí, mastico uno que de verdad parece en su punto de madurez fruto. Por fin el ratón cae en la trampa; Braulio abandona la olla a la que quizá tiene que prestar atención y se acerca a mi amenazador. Toma el plátano de mi mano y lo deposita en la mesa.

-Braulio: yo te voy a dar algo mejor a comer mozuela.

Me abraza de una forma bastante ruda y vuelve a hacerme algo muy parecido a lo que hizo mi primer amante; me come el cuello. Mientras siento agradable la boquita del mestizo que me devora el pescuezo, retomo la media comida banana abandonada en la mesa y ahora me lo como toda de un bocado.

-Rosanna: oooooooh.

Suelto mi primer gemido abriendo maleducadamente la boca llena de comida triturada. Pero la buena educación es una de las últimas cosas en que pienso, aquí escondida en la cocina de un internado para señoritas y amada por un grosero mozo. Dicho mozo tiene los mismos impulsos que tenía mi cariñoso desvirgador, me desabrocha la blusa, me saca los sostenes y me chupa los pezonzitos. No sé si los hombres esperan sacar leche cuando chupan de los pechos de las mujeres, pero con los pechitos que de momento tengo dudo que salga nada. Mientras me chupa las tetillas yo ya he masticado completamente mi merienda y tengo la boca limpia, apta para un romántico beso. Le acaricio la cabeza al ritmo de las maravillosas sensaciones que, a través de su boca y a través de la punta de mis tetillas, llegan a mi cabeza y vuelven a hacerme suspirar de ese que empiezo a tener conocido placer.

Llega un momento en que mis manos no le están acariciando la cabeza sino tiro de ella porque quiero besarme con él. Bondadoso lo hace, me abraza amoroso y me mete su lengua hondamente. Soy traviesa y no me he limpiado los dientes después de comer, por lo que por nuestras bocas aún flotan algunas motas de banana. Pero sigo siendo una adolescente rebelde y lo último que me importa es que mi comportamiento sea modelo de admiración en mi comunidad. El beso del mestizo sabe un poco diferente al del primero que me lo dio. Los movimientos de los labios y la lengua son muy similares pero el sabor es diferente. Supongo que en estos 10 días conoceré porque unos tienen un sabor u otro, pero ahora lo único que noto es que son diferentes.

Mientras nos besamos Braulio se encamina al que como todo hombre considera su objetivo principal, mi entrepierna. Es el segundo hombre del día que me desabrocha los pantalones de forma también cariñosa. Cuando ha hecho que estos caigan al suelo me baja también las braguitas, aunque sin prisa alguna deja que mi panocha respire aire limpio un rato antes de dedicarse a ella directamente. Lo primero que presiona es la leve peludez que asoma por el que he aprendido que se llama monte de venus. A Braulio le debe parecer gracioso jugar con los pelitos que allí asoman, y los retuerce y hace colitas con ellos un rato antes de dedicarse a la entrada del túnel construído más abajo.

Cuando por fin me estimula en ese punto yo me he subido y sentado en el encimera para no depender de mis temblequeantes piernas. Y es que el placer que me insufla con sus dedos haría tiritar las piernas de la más santa. A diferencia de la primera ocasión ahora mis manos se atreven a hacer una incursión hacia la verga de mi compañero. Noto una más recia que antes dureza que hace patente su presencia en el abultado pantalón que la aprisiona. Tímida le pido permiso antes.

-Rosanna: ¿puedo sacarla?

-Braulio: claro señorita, esta allí para usted.

Me bajo de la encimera y me arrodillo ante él. Con la ilusión de una niña que abre un regalo le desabrocho los pantalones y sale de ellos una más grande verga que la que me estrenó esta mañana. Asombrada la admiro un rato antes de tocarla. Es grande, gorda y de un color pardusco. Huele muy mal pero extrañamente parece ser ese irritable hedor lo que desea ahora mismo mi olfato. Pongo valor y la tomo con la mano, está muy caliente y mi mano entera cerrada en ella no llega a rodearla toda, por eso tengo que usar las dos manos cuando me decido a hacer el famoso movimiento de hacer una paja. Le pillo la práctica rápido, avanzo y retrocedo la prieta piel de la verga cosa que sin duda agrada a Braulio, pues entre tanto me va acariciando la carita a la vez que me mete un dedo en la boca.

Yo he captado el mensaje desde el primer momento, pero un poco temerosa me hago la desentendida hasta que la comprensión del tema es evidente, en el momento que la mano de Braulio dentro de mi boca tira de ella cual anzuelo para que haga lo establecido por las leyes de la naturaleza. Acerco mis labios a la punta de la verga para darle unos cuntos besos. Abro bien la boca pues sé que de lo que se trata es de tragarla. Lentamente empiezo a tragarla calculando en todo momento en qué punto de mi paladar se encuentra la cabeza de la verga. Llega a un punto en que hace tope, la punta da con un tope en el fondo de mi garganta en que hay algo que, a la vez que me produce una ligera sensación de malestar, detiene creo irreparablemente el avance de agentes extranjeros en mi boca. Allí tomo medidas de lo que puedo tragar y lo que no. Prosigo mi mamada avanzando y retrocediendo mi cabeza mientras la verga parece pasárselo fabulosamente haciendo el recorrido de mi lengua.

-Braulio: mmmm, muy bien chiquilla, lo hace usted fabulosamente.

Durante el rato en que voy haciendo mis experimentos de sexo oral me lo paso fabulosamente. Pero llega un momento en que, como mínimo hoy, no se me ocurre qué más probar. Entonces me levanto y vuelvo a besarme con Braulio. Nos seguimos besando y acariciando un rato mientras nuestro futuro se ve claro, vamos a hacer el amor.

-Rosanna: por favor, siéntate en el suelo, que quiero hacer eso, montarte.

-Braulio: lo que usted guste señorita.

El mestizo extiende unas cuantas hojas de periódico en el suelo antes de, tumbarse. Entonces yo me siento encima de él cuidadosamente. Hay que ir con tiento pues aunque ya no soy virgen este varón tiene una verga muy grande y doy por supuesto que me va a doler. Me voy sentando encima suyo a la vez que él mismo parece encaminar la verga a su destino. Cuando creo que está encajada trato de sentarme un poco pero.

-Rosanna: ayyyyy.

-Braulio: vaya con cuidado señorita, vaya probando de tragarla pero a tiempos. Primero un poco, después otro poco y así.

Hago lo sugerido y voy haciendo pequeñas sentadas hacia él. En una de estas sentadas noto que la verga, o como mínimo su cabeza, se ha introducido dentro de mi.

-Rosanna: aah, (me siento un poco más) aah, (me siento un más poco más) aaah.

Y así me voy calando hasta que llega un momento en que no me puedo sentar más hondo. Me quedo quieta. Sé que tengo toda la inmensa verga del mestizo dentro de mi y es cuestión de no moverse mucho para no romper ningún plato.

-Braulio: ahora, señorita, vaya moviéndose hacia los lados lentamente. Vaya haciendo como si bailara lambada encima de mi, pero con pausa.

-Rosanna: sí, vale.

Empiezo a, como dice, bailar una pausada lambada encima suyo. Siento lugares dentro de mi vientre en que la verga hace tope, y otros en que me hace esa cosquilla que quema y vuelve a hacerme gemir de perversión. Pero ahora esos gemidos ya no son unicamente de placer, sino de verdadera pasión en que una no sabe qué es lo dulce y qué lo salado.

-Rosanna: oooo, aaah, ooooh, dios mío, oooh, aaaah, sííí, por favor.

Poco a poco mi cintura se ha hecho dueña de si misma y la ligera lambada que empezó, ahora es casi la misma que vi bailar en la película que les encontré a mis padres escondida.

-Rosanna: oooh, sííí, sííí, sííí, ¡lambada, lambada!

La tonada del épico ritmo regresa a mi cabeza llamada quizá por el subconsciente. Vivo un sueño en que me veo bailar en una redonda pista pegada a un moreno mulato. El rodar y rodar de cinturas de la legendaria danza. Me siento bailar, sí, gozar de la música que sale de los instrumentos para meterse dentro de mi por la entrepierna. Me siento bailar, síííí, estoy en la película, síííí, pegada a un moreno varón, que me mete la música dentro desde la pucha y me siento arder, toda yo soy una antorcha en el centro de la pista cuyas llamaradas también bailan, síííí......oooooh...ooooh, sííí...síí...sí..

Todo va desapareciendo, desaparece la música, desaparecen los bailarines, vuelvo a sentirme que soy una persona y no una canción, estoy tumbada sobre una superficie dura. Abro los ojos, estoy en en suelo de la cocina y Braulio está densamente atareado al parecer con la olla que olvidó cociéndose.

-Rosanna: esto... Braulio, ¿qué ha pasado?

-Braulio: se lo ha pasado usted muy bien señorita. Pero yo tengo que prestar atención a la cocina porque sinó esto de derrite.

-Rosanna: ¿derrite? uh, creo que la que me he derretido soy yo. Bueno, voy a vestirme no sea que.

-Braulio: claro señorita, apuresé que no queda mucho para que dé la hora.

Me visto en un plis-plas y me despido de Braulio.

-Rosanna: vamos a pasar nuestra clase diez días aquí. Quizá vuelvo otro día si necesito... una fruta.

-Braulio: claro señorita, estoy a su disposición.

Parezco tener suerte en este primer día de secretismo pues ni me encuentro con mis amigas durante el regreso a nuestra habitación, ni me las encuentro allí preguntándose donde estoy. Me desnudo, me ducho, me cambio de ropa y espero a que lleguen todas. Cuando estas llegan me hago la víctima.

-Fabiola: ¿ya estás bien Rosi? uy no sabes lo que te has perdido. Bueno, ya tendrás tiempo durante estos 10 días para conocerlo todo.

-Rosanna: eso espero, sí, eso espero.

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Baile de disfrazes (II)

Baile de disfrazes