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Viaje de final de curso (8: jorobado de Santiago)

en Fantasías Eróticas

(continuación del capítulo anterior)

-Fabiola: ja ja ja ja ja, ¡qué has hecho Rosanna!

Las 4 estamos subiendo los escalones de tres en tres dirigiéndonos suponemos a las azoteas de la catedral de Santiago de Compostela.

-Rosanna: ¡calla ja ja! bof bof, cuando lleguemos arriba os lo cuento!

Resultan ser las escaleras que buscábamos, porque son largas como las de un rascacielos. Un poco antes de llegar arriba, nuestra anaeróbica huida se ha calmado bastante y subimos las escaleras con un respetuoso aliento cansado.

-Paciana: bof, boof, nos lo tienes, boof, que contar, boof, boof, cuando lleguemos.

-Rosanna: boof, creo que ya estamos, boof.

Detiene nuestra subida una recia puerta construída a la antigua, pero por fortuna está cerrada tan sólo con un pestillo por dentro, por lo que lo abro y salimos a las espectaculares azoteas de la enorme catedral.

-Perpetua: me recuerda una película, ahora no sé cual.

-Fabiola: a mi también, la que echaron hace poco por la televisión de Mery Popins.

-Perpetua: sí, esa. El querido de Mery es deshollinador y hay un par de escenas que están en el tejado de los edificios, cantando.

-Rosanna: yo también la vi, pero con la diferencia de que en la película esas construcciones alargadas son chimeneas, y aquí son sacras cúpulas.

-Paciana: mirala ella, aún nos lo tienes que contar. ¿Cómo has conseguido que el sacerdote nos deje subir?

-Rosanna: me le he confesado. Le he soltado una larga tira de pecados inventados y toda una serie de teatro que le he hecho; le he contado que me arrepentía de muchas malas acciones y que iba a ser buena y tal, y he acabado pidiéndole que me dejara subir a la terraza de la catedral para dialogar con dios, acerca de mi perdón y mi misión a partir de ahora.

-Paciana: y, ¿te ha creído?

-Rosanna: ya ves si me ha creído, como que nos ha dejado subir sin oponer inpedimento.

-Paciana: uy, a ver si le parece que somos demasiadas y envía a alguien que nos haga bajar.

-Rosanna: no, tranquila, no enviará a nadie.

Después de la obligada explicación y cruzándome un par de miradas con Perpetua, la única que sabe como entré en la puerta y puede sospechar cómo logré que nos fuera concedido el paso hacia la azotea. Contemplamos el fruto de nuestro éxito, estamos en la azotea de la catedral. Hemos hecho, como queríamos, más historia que cualquier manada de estudiantes de las que visitan la catedral diariamente. El sector está verdaderamente sucio, las superficies del suelo, las cornisas, las cúpulas, y las Gárgolas que tanto habíamos buscado, están enegrecidas por el paso no de los años, sino de los siglos. Lo único blanco que se ve por aquí son las miriadas de palomas, y sus defecaciones que pintan el suelo y las paredes cual si fueran firmas de grafiteros.

-Fabiola: vamos a circundar la azotea, a recorrerla toda.

En todo momento mostrando recelo y cautela reconocemos la zona. La recorremos siempre caminando al borde de la baranda, para no perdernos porque la verdad es que es inmensa. Hay una enorme maquinaria metálica que no tiene pinta de ser muy antigua, más bien parecen las instalaciones de un aire acondicionado, igualmente gigantescas. Asomándonos un poco vemos las cercanías de la catedral mismamente como si estuviéramos en un avión, pues la abundante gente que pasea por los alrededores se ve pequeñísima e insignificante.

-Fabiola: vamos a inspeccionar el centro.

Nos dedicamos ahora a inspeccionar el corazón de la azotea y resulta ser esta mucho más estimulante. Monumentales picos se elevan cual avetos, dando con su negro y centenario tono sensación de película de miedo o pesadilla nocturna. De pronto algo parece espantar a Paciana.

-Paciana: ¡uy! he visto algo moverse allí! Escondeos...

Obedecemos al gesto el señal de alerta de Paciana y nos lanzamos al suelo.

-Fabiola: ..¿qué has visto?..

-Paciana: ..no lo sé, he visto una cosa moverse y no era una paloma..

-Perpetua: ..sería una persona ¿no?..

-Paciana: ..sí, creo haberlo visto el pie, porque se ha metido enseguida en ese agujero..

Paciana señala una especie de puertecilla del tamaño de la de una estufa de leña, seguramente alojamiento de instrumentos relacionados con el suministro eléctrico.

-Rosanna: ..quizá también escondiéndose..

-Paciana: ..no sé pero yo estoy temblando .. debemos descubrir si tenemos que huir o podemos proseguir nuestra visita..

-Rosanna: ..¿descubrir?.. je je creo que se aceptan voluntarias..

-Paciana: ..olvidaros de mi .. yo no soy capaz ni de poner un pie tras el otro..

-Perpetua: ..yo de voluntaria nada, hazlo tú Fabi..

-Fabiola: ..hagámoslo a suertes .. o a mala suerte .. mira, aquí crecen unos hierbajos..

Fabiola corta tres hierbájos que crecían en un rincón y los prepara para jugar a la pajita más corta.

-Fabiola: ..hay uno de corto .. tomad rápido .. que no quiero que se me pegue de por vida el hablar en voz baja..

Perpetua y yo tomamos una pajita y Fabi se queda la que no ha elegido ninguna de nosotras. Cuando tenemos elegida la pajita las comparamos, y la corta resulta ser la mía.

-Rosanna: ..no es justo, yo he conseguido el acceso a la terraza .. bueno va, que no se me diga cobarde..

Me levanto y sigilosamente me acerco a la puertecilla en cuestión. A medida que me acerco trato de parar mi oído a la escucha, pero el viento parece traer las hablas de la gente de la plaza, que aún estando a centenares de metros oigo como si estuvieran en la misma terraza, por lo que me es imposible verificar si hay algo moviéndose dentro la portezuela. Esta está entreabierta por lo que sigo conservando mi sígilo cuando introduzco mi mirada dentro y descubro algo que no ven mis amigas. Dentro hay una persona, o quizá tendría que decir una personita. Es pequeño como un niño pero sin duda no es un niño, pues tiene la tez de la cara ruda como la de un pescador gallego. Y la rudeza de su tez no es la única particularidad en la diminuta persona, pues esta cara, o como pueda llamarsele a eso que tiene en la parte delantera de su cabeza, está horriblemente deformada sin duda de forma congénita. Este bicho está recluido en esta azotea escondiéndose del menosprecio que le debe profesar la sociedad, pues a decir verdad nuestra "honorable" sociedad rechaza todo aquello que no es bello.

Lo primero que me ha llamado la atención del engendro es su particular cara, por lo que no ha sido enseguida que he reparado en lo que está haciendo el ente. Cuando lo reconozco me asombro de no haver sido lo primero que he visto, y es que se está masturbando. El bicho tiene la verga cogida con las dos manos y se la está descapullando y plegando a un relajado ritmo.

-zum-zum-zum-zum-

Con un dedo en la boca hago una señal a mis amigas, dándoles a entender que se acerquen despacio  y silenciosamente. Se acercan como dicho y tengo que tapar la boca a Paciana cuando ante la sorpresa de la visión se le iba a escapar un grito. Una vez contenplado y "admirado" el curioso especimen nos retiramos de la portezuela y vamos a un lugar un poco más apartado para hablar de ello.

-Paciana: ..ha ha habéis visto .. ese se se bicho se est est estaba .. mast mast mast.

-Perpetua: ..masturbando, dilo ya..

-Fabiola: ..pero como habrá llegado ese bicho ahí .. ¿debe vivir en la catedral?..

-Rosanna: ..seguramente .. lo deben tener escondido los monges para que la gente no se ría de él..

-Perpetua: ..la cámara, ¿llevas la cámara Rosi?..

-Rosanna: ..no maldita sea .. está en el autobús..

-Fabiola: ..pero yo no creo que sea para reírse .. el pobre personaje debe estar escondido aquí precisamente para que la gente no le eche fotos..

-Paciana: ..sin mala intención .. pero si le echáramos fotos podríamos enseñárselas a Fidel y Tiberio y..

-Rosanna: ..desechad lo de las fotos .. no tengo la cámara .. pero, ¿no creeríais más valioso que echarle una foto, ¿conocerlo? ..

-Perpetua: .. ¿pero no va a ser peligroso? .. tan feo..

-Rosanna: ..no, creo que más que peligroso va a ser todo lo contrario, amistoso..

-Fabiola: ..pues adelante .. vete allí y pídele donde está el ascensor .. ja ja.

-Rosanna: ..pues capaz soy..

-Paciana: ..no digas bobadas Rosi, a ver si te ataca y después nos coge a todas .. porque debe conocer mejor la terraza que cualquier otra paloma..

-Rosanna: ..no digo bobadas .. tengo ese capricho de conocerlo .. voy a hacer una cosa .. vosotras os quedáis aquí .. escondidas .. y yo me acercaré a la puerta y me meteré dentro a hablar con él .. en un ratito venid y lo conoceremos todas..

-Perpetua: ..si te ataca lo lanzo por la borda hasta la plaza..

-Rosanna: ..tranquila que no se lo ve peligroso .. bueno, voy hacia allí .. en 10 minutos venid..

..vale .. vale .. vale..

Me levanto y sigilosamente de nuevo me acerco a la portezuela. Meto la cabeza dentro y redescubro al enano masturbándose placenteramente. Ahora ya no lo contemplo en secreto sino que me presento.

-Rosanna: hola.

-Muñeco: ¡uuuuuh!

Al muñeco se les escapa un grito de espanto, se debía creer en el lugar más inaccesible del mundo, pero alguien le ha interrumpido en pleno solitario entretenimiento.

-Muñeco: ¡quien eres!

-Rosanna: tranquilízate, no soy ninguna enemiga. Me llamo Rosanna y he venido a visitar la catedral, y al verte aquí me ha picado la curiosidad conocerte. ¿Como te llamas?

-Muñeco: esto... me llamo Quasimodo.

-Rosanna: pues yo he venido junto a mi clase de excursión de final de curso aquí Galicia. Hoy nos ha tocado visitar la catedral y he querido subir aquí la azotea. No esperaba encontrarte, ¿vives aquí?

La primera violenta impresión parece haberse suavizado, el enano comprende que no tiene que temer nada de mi y su consciencia adquiere confianza en mi.

-Quasimodo: vivo aquí desde que nací. Fui entregado por nunca sabré quien al padre Abelardo, antiguo gerente de la catedral.

-Rosanna: ¿por tus padres?

-Quasimodo: no, mis padres según tengo entendido murieron a resultas de un ajuste de cuentas entre familias. Y quien me entregó a la catedral sólo pretendía deshacerse de mi... Cosa por otra parte comprensible.

-Rosanna: si te he de decir la verdad no lo comprendo. No creo de ninguna manera humano deshacerse de un bebé por ningún motivo.

-Quasimodo: pero yo no, era, un bebé normal. Supongo que aún a media luz reconoces que tengo una grave deformidad no en el rostro, sino en todo el cuerpo.

A media luz hace rato que le he reconocido al desdichado el monstuoso castigo por dios inflingido. Pues en el vientre de la propia madre sólo puede uno recibir castigo de mano divina. Además de la deforme cara el sujeto carga con una pesada joroba, que desde su nuca vigila todo lo que hace su amo. Y los nudillos y articulaciones de sus dedos están hinchados como nueces, dando al conjunto de persona poder para trabajar en toda regla en una casa del terror de feria.

-Rosanna: te repito que veo perfectamente que eres diferente a mi, pero no creo en absoluto que por ello se te tenga que encerrar aquí en la azotea de la catedral como si fueras un delincuente.

-Quasimodo: para ti es muy fácil decirlo. Eres joven y guapa y nadie oponería  objecciones a darte un beso.

-Rosanna: y qué pasa ¿que a ti nunca te han dado un beso?

-Quasimodo: no, de echo apenas tengo amigos, y mucho menos amigas. Incluso el padre encargado de traerme comida una vez al día, me la deja tras la puerta de la escalera, porque prefiere no verme.

Mientras se nos establece una amical conversación, el jorobado ha tenido la dignidad de subirse los pantalones y esconder la picha con que le descubrí masturbándose. Yo he pasado de la abertura de la puerta hacia dentro y ahora converso con él desde la penumbra del recinto del sistema eléctrico.

-Rosanna: el padre ese que dices y todo el conjunto de gente que te menosprecia son personas superficiales. Que no saben mirar hacia dentro y no ven que eres una persona fenomenal.

-Quasimodo: oh, oh, qué lindo lo que me dices. Ojalá todo el mundo fuera como tú. Se acabarían todos mis problemas.

-Rosanna: ¿todo el mundo? ¿Qué necesidad hay de que te aprecie todo el mundo? Con que te aprecien las personas que de verdad valen la pena hay suficiente.

-Quasimodo: disculpa mi pregunta, pero ¿tú me aprecias?

-Rosanna: sí, claro que te aprecio. Eres una persona que ha tenido mala suerte respecto a la cara que le ha sido asignada, pero no por ello deja de poseer una alma tan grande como la de cualquier ídolo de masas.

-Quasimodo: qué linda eres. Me gustaría que seamos amigos. ¿Quieres ser mi amiga?

-Rosanna: sí quiero serlo. Quiero serlo y me encantaría vivir en Santiago para venir a verte cada día. Pero dentro de 4 días el colegio emprenderemos el camino de vuelta a casa, para quizá no volver nunca más a Galicia, escepto en sueños. Pero para que me creas que quiero ser tu amiga y me recuerdes por lo años de los años, voy a hacerte un regalo.

-Quasimodo: ¿un regalo?

-Rosanna: sí, te voy a dar, si a ti te parece bien, un beso.

-Quasimodo: ¡un beso! oh santísima trinidad. ¿De verdad harías eso por mi?

-Rosanna: no lo haré por ti. Lo haré porque quiero, por mi, por darte un beso porque quiero llevarme un recuerdo tuyo a casa.

-Quasimodo: oh, gracias de todas formas, me gustará mucho.

-Rosanna: pues, cuando quieras. ¿Puedo dártelo ahora?

-Quasimodo: santa gracia, claro que sí.

-Rosanna: bien pues.

Empezamos la conversación conmigo en el ojo de la portezuela, pero a medida que nos ganábamos confianza me fui acercando y ahora estamos uno ante el otro. Cumpliendo mi promesa me le acerco totalmente y emprendo sendas maniobras de beso. Para empezar lo tomo de las manos y esperando que él haga lo mismo cierro los ojos y junto los labios en posición de beso. Me acerco lentamente a la suya posición que recuerdo de antes de cerrar los ojos y doy en el blanco.

-muac-

Le doy un casto pico. No alargo esta primera impresión con que he obsequiado al jorobado y me separo de él para abrir los ojos. Me mira con unos ojos de colosal ilusión, se acaba de dar eso por lo que seguramente se hizo tantas pajas.

-Quasimodo: je je ¡qué bonito! me ha gustado mucho!

-Rosanna: pues prepárate que esto no ha sido nada.

La verdad dudo que Quasimodo haya pillado mi indirecta, por lo que recibe otro inesperado regalo cuando salto cual felina y abrazándolo le doy otro beso, esta vez con lengua. Esta vez el beso envidentemente se alarga algo más que el inicial pico. Su lengua para loca tratando de jugar por primera vez en su vida al juego del morreo. La mía no está tampoco muy experimentada, pero 6 días de mujer enseñan mucho. A medida que nos besamos voy enseñándole también a acariciar con las manos. Le acaricio los hombros y voy estimulando mi abrazo subiendo y bajando mis manos por sus antebrazos. Él no se atreve a nada más que a imitarme, acto después de hacerlo yo lo hace él. Por lo que me decido a sugerirle cosas más sabrosas. Le desabrocho la camisa y espero a que él también me lo haya desabrochado, para tomar sus pectorales sugiriéndomele. Duda un poco, pero me acaba tomando un pecho con cada mano mientras no hemos dejado de besarnos.

-Rosanna: mm, así Quasi, vas aprendiendo...

Cuando me tiene cogidos ambos pechos lo doy como un triunfo mío y gozo un rato de su amasamiento. Desprendemos nuestro beso y apoyo mi cabeza en su hombro para que se extienda en su caricia manual en mis tetas.

-Rosanna: mmm, sí, así, Quasi, me llevaré un recuerdo delicioso de ti.

Mientras gimo pienso en mis amigas, que si han hecho lo que les dije ahora me estarán mirando desde la puerta. Giro la cabeza disimuladamente y ahí las veo, mirándome tres cabezas juntas desde la que ya no puede dejar entrar luz portezuela. Me sonrío a mi misma y también a ellas. Cuando estoy segura de que ven que las veo, abro la boca y dejo ir un par de suspiros de placer, justo al momento en que Quasimodo ha puesto valentía y está mamando de mi leche materna.

-Rosanna: aah, aah, ooh sí, mama mama y hazte grande. Mientras mama de mis pechos pongo valentía también y después de desabrocharle los pantalones tomo su engordada verga. Él no tarda mucho en hacer lo mismo e iniciamos una recíproca masturbación en que tanto doy tanto recibo. La masturbación es animada por la sangre de nuestros carallos y al igual que se la casco a un animado ritmo, él me mete un par de sus gordos dedos lo más hondo que puede.

-Rosanna: oooh, sí, síí, sííí, Quasi, me, haces, volar, síí, síí.

Nos seguimos cascando un delicioso rato más, hasta que oyendo sus suspiros adivino que está a punto de correrse. Me destapo bien de la blusa y apuntando su miembro a mi torso me baño toda.

-Quasimodo: ah, ah, ah, ah, aaaah, aaaaah, aaaaaaah.

A medida que me echa blancos chorros, me lo voy esparciendo cual crema solar por la barriga y los pechos. Quedo hecha una desgracia, pero con las manos aún hechas una sopa me las paso por toda la cara dándome un cuidado cutáneo único. Después de correrse la cosa se calma rapidamente. Me ofrece una toalla para limpiarme pero yo la rehuso y me abrocho la blusa.

-Rosanna: bueno Quasi, ¿me recordarás?

-Quasimodo: ya ves si te recordaré. Hasta después de muerto te recordaré.

Platicamos un par más de cositas como que si vuelvo a Santiago lo visitaré, y que se abrirá a conocer otras personas. Y con un último pico nos despedimos. Cuando hubimos terminado la relación me fijé tranquilizada que mis amigas ya no estaban en la puerta. Salgo a la terraza y no las encuentro por lo que bajo al centro público de la catedral. Allí me voy encontrando con diferentes compañeras que nos reunimos para regresar, entre ellas mis amigas. De regreso a Vigo hablamos de muchas cosas, una de ellas que los secretos entre nostras se han acabado, a partir de ahora nos los contaremos todo. Una de las cosas que les cuento es que tengo trazado un plan para esta noche con el mestizo, pero que no me apetece mucho.

-Paciana: esto, Rosi, ¿podría ir yo?

-Rosanna: mmm, pues no creo que haya ningún problema. Puedes ir esta noche tú y las siguientes lo echamos a suertes.

-Fabiola: entre las 4.

-Rosanna: sí claro, entre las 4.

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