Melinda, la hija del dueño del taller mecánico Cacho, se entretiene y malgasta sin remedio alguno el tiempo observando la labor de Pío, el único ayudante en el garaje de, su padre. Está ahora mismo Pío bajo la barriga de un elegante coche para el cual han pasado sus días de furia. Se trata de un antiguo turismo posesión de un conocido coleccionista de la villa que tiene este y otros más.
Y que le dio este turismo en la última reunión comunitaria de la asociación de vehículos antiguos, un pequeño susto al no querer arrancarse a la hora del retorno. Villalbo, que es el nombre del propietario del coche, tiene extensas dotes de mecánica. Pero el problema que posiblemente afecta al turismo en cuestión los supera o quizá es que, como les sucede a los médicos, no ha tenido la suerte de averiguar qué tiene el paciente.
El contemplo de Melinda no es ahora mismo puramente de carácter mecánico tratando de adivinar qué tendrá el coche, sino que se fija la muchacha en algo bastante más corpóreo que en concreto está dentro del buzo*1
*1(traje de faena usado por mecánicos, pintores y similares que cubre con una pieza todo el cuerpo y lo protege de manchas y rasguños)
que asoma por donde Pío saca las piernas.
-Melinda: ¿ya sabes qué tiene?
-Pío: si fuera médico, le diría a este coche lo siguiente: lo que pasa es que tiene usted muchos años, pero ninguna enfermedad concreta.
-Melinda: ¿entonces no tiene nada?
-Pío: chica.. tanto como nada, quizá sí tiene alguna cosa, pero se debe mirar entre tantas que es difícil.
-Melinda: te deseo suerte, y que puedas arreglarlo rápido.
-Pío: yo también me deseo la misma suerte, a ver si . . . (Pío calla un momento mientras maneja un duro hierro bajo el coche) . . . entre la suerte de los dos lo arreglamos.
-Melinda: que así sea.
La chavala calla y deja manejar en silencio un rato a su "niñero". Pero no se aburre ni mucho menos pues a falta del televisión en el taller, hay dos piernas vestidas de mecánico que la entretienen mucho más. Pío es un hombre hecho y derecho que sabe muchas cosas de la vida, entre otras que se ha convertido en una especie de hermano mayor para la hija del taller. No cree que haya en ello nada malo si se transita con juicio y raciocincio. Si no se le escapa nunca ningún inoportuno comportamiento humano natural, no va a provocar en la chavala ni un oscuro desengaño ni otro aún más oscuro verdadero engaño.
La tenue temperatura de un otoño temprano puede convertirse bajo la barriga de un coche y su cuidado, en un més más temprano aún como julio y agosto. Pío está bastante sucio de grasa y polvo a razón profesional, pero le resbalan también algunas gotas de ardiente sudor que encharcan su precedente suelo de una substancia que está también condenada a evaporarse; hace un calor de cojones.
-Pío: ¿Melinda, estás aún ahí?
Dice el mecánico sin salir de debajo el coche.
-Melinda: sí, claro que estoy.
-Pío: este, porque no me haces un favor y me vas a buscar una lata de cerveza al bar. Pero que sea la más fría que tenga, incluso congelada. ¡Buf! que calor.
-Melinda: de inmediato.
Pío oye complacido primero el asentimiento de la chavala, y después más complacido aún los ligeros pasos de esta que se alejan dirigiéndose sin duda a buscarle esa cerveza. Pío vuelve a concentrarse en la terapia revitalizadora del automóvil y los cinco minutos que tarda Melinda en volver le pasan como 5 segundos.
-Melinda: ya la tengo, me ha costado un poco porque soy pequeña y no me la querían dar. Pero le he dicho que era para ti, Pío, y al final me han creído. ¡Faltaría más, cómo iba a querer yo beberme una cerveza!
-Pío: gracias moza.
Con alguna que otra dificultad Pío sale de debajo del auto y después de limpiarse un poco con un sucio trapo toma la cerveza de la limpia mano de la moza.
-Melinda: nunca la he probado, ¿a qué sabe?
-Pío: ¡a diablos! ¡¡UUUUUUUUHHHH!!
Aulla Pío levantando los brazos haciendo una pequeña broma a la chica simulando un infernal monstruo que la quiere comer.
-Melinda: ja ja ja ja ja ja ja.
-Pío: ¡¡¡que te como que te como!!!
-Melinda: ay quita, cómo me vas a comer tú, ja ja.
Pío calla un instante admirando la dulzura de la inocencia de la chica. "cómo me vas a comer tú"; mensaje que pasa repetidas veces a gran velocidad por la mente del mecánico. A punto está de decirle "pues es más fácil de lo que te crees" pero prefiere conservar el acaramelado sabor de su inocencia y no explicarle el método de ingerir una niña.
-Pío: ¡te freiré, te freiré, rebozaré y te meteré en un bocata para merendar!
-Melinda: ja ja ja, venga, toma tu cerveza y que se te pase el hambre.
Melinda entrega la lata a su virtual hermano mayor y este la abre de inmediato para que pase el mínimo tiempo posible entre que haya salido de la nevera y entre en su cuerpo. Un agradable escalofrío recorre su cuerpo entero cuando el gélido y burbujeante primer sorbo entra con las puertas abiertas por su garganta.
-Pío: mmm, no podría el hombre vivir en el planeta tierra sin dos cosas muy importantes; la cerveza y las mujeres.
-Melinda: mmm, estoy de acuerdo en lo segundo, y haciéndole un pequeño cambio; no podría vivir la mujer en el planeta sin una cosa: los hombres. Y los hombres tampoco podrían vivir sin las mujeres o sea que nadie tiene ventaja respecto al otro.
-Pío: claro que no, pero te olvidas la cerveza, y en eso sí que gana ella. Porque la cerveza puede vivir sin el hombre.
-Melinda: ja ja ja ja, ¡no, no puede! ja ja ja.
Diciendo esto Melinda le toma la cerveza de la mano y aprieta a correr alrededor del coche enfermo. Ha tenido la chavala un comportamiento de lo más natural que hay, jugar a pilla pilla con un hombre con que se siente cómoda. Pío sabe como otras muchas cosas el desarrollo que tiene el juego; él corre tras de ella, la pilla, se forcejean y se acaban besando. Pero prefiere prescindir de tan conocido juego porque no se siente bien otorgando una experiencia repetida tantos millones de veces en la historia de la humanidad.
-Pío: anda, Melinda, no seas golfa que la necesito para vivir.
-Melinda: ¡me tienes que coger! ja ja.
-Pío: pues ahora voy a volver a arreglar el coche, ándate.
Melinda detiene instantaneamente su huída por el garaje para salvar el que hasta el momento conversaba con ella.
-Melinda: espera, ya te la doy.
Dica la chavala acercándose al mecánico y entregándole la aún fría birra.
-Pío: así me gusta, me has perdonado la vida.
Dice Pío antes de dar un largo sorbo a la resfrescante bebida. Mientras bebe Melinda se lo mira envidiosa, mira envidiosa a la cerveza que se puede besar con Pío.
-Melinda: ahora dímelo de verdad, ¿a qué sabe?
-Pío: a diablesas, como tú.
Responde Pío dando una simpática palmada en el costado de la chavala.
-Melinda: uhmmm, y por eso te gusta tanto ¿eh... pues a mi no me das los mismos sorbos que le das a la birra.
Melinda acaba de atacarle con artillería pesada y antes de contestar tiene que pensarse bien Pío la respuesta.
-Pío: en estos momentos lo que necesitaba es un refresco, y tú no eres exactamente un refresco sino todo lo contrario.
Melinda pone morritos de enfado y dice;
-Melinda: ¡feo..
Instantáneamente se acerca rebelde a los morros del mecánico y le da un veloz pico.
-muac-
Para tras ello volverse a poner a correr.
-Melinda: ja ja ja ja ja.
Pío se relame durante unos instantes no sabe ciertamente si el pico o la cerveza, pero cuando tiene los morros limpios tira la lata al suelo y emprende la persecución de la chavala.
-Pío: ¡ahora verás!
-Melinda: ¡corre corre! que ahora no me dejaré coger! ja ja ja.
La persecución transita repetidamente el completo garaje en que se enfrentan unas jóvenes y bien entrenadas piernas con unas no tan jóvenes pero fuertes piernas varoniles. Pío va ganando ventaja a casi cada paso y teniendo en cuenta la excelente condición física de la chavala hubiera quien aventurara que la chava se está dejando atrapar. Por fin los guerreros brazos atrapan a su presa.
-Melinda: ¡ja ja ja! pero si ya no tengo tu cerveza! ¿¡qué quieres!? ja ja ja!
El mecánico responde a la ridiculizante afrenta tomando con fuerza a la chavala de los brazos y respondiendo al pico que le diera hace un par de minutos, pero ahora con un jugoso y rojo beso francés, con lengua.
La persecución y la mofa terminan instantánea y totalmente en el momento que se juntan los labios del mecánico y de la hija del taller. Las manos de Pío siguen negramente manchadas de grasa, por lo tanto manchan del mismo color las fibras del vivamente coloreado vestido que lleva Melinda, cuando se desplazan por él acariciándola una que lo estaba provocando. Pío y Melinda se besan tiernamente un largo minuto, en que ella se agradece complacida el triunfo de su estrategia de calentamiento que ha tenido en el mecánico, y él descarga con mesura el centenar de grados de tensión que ha provocado la chavala en él. Cuando ha pasado la fiereza del primer contacto las cabezas se separan y ambas personas se atreven a decir algo.
-Pío: ya me tienes, es lo que querías ¿no?
-Melinda: y qué otra cosa voy a querer, ¿la cerveza?
Dice la chavala cerrando los ojos y besando al mecánico nuevamente. Sin abandonar su cometido principal Pío toma otro grisáceo trapo de los que abundan por el taller y se limpia primero una mano y después otra. Cuando las tiene las dos limpias se encarga de ir desnudando a ese que pide aire cuerpo femenino. Lo primero que ve la luz son unos evidentemente pequeños pechitos pero que si son cuidados como es debido por las manos de un hombre, cogerán el peso adecuado para amamantar gemelos. Melinda imita las iniciativas de su querido y desabrocha la parte superior de su buzo. Pasan a formar parte del campo visual de la chavala uno musculosos pechos dignos de una estrella de cine porno americano.
-Melinda: qué guapo, estás hecho un niño.
Pío no responde a tan grotesco piropo y se agacha ante la niña para mamar de sus pechos.
-Melinda: mmmmm, qué bien sabe... mmm, ¿cuando amamantas un niño gusta tanto? mmmm.
-Pío: ni lo sé ni dudo que lo llegue a saber nunca. Y de si mi santa madre gemía como tú cuando yo era un bebé, no me acuerdo.
Dice el mecánico interrumpiendo momentáneamente su crianza. Para después de soltar el chiste volver a alimentarse o como mínimo tratar de alimentarse de unos que por el momento no cumplen su vital función lechera pechos.
-Melinda: mmmm.
Los gemidos de la chavala son ahora doblemente provocados por el estímulo de sus pezones y por también el estímulo sexual que ejercitan 5 pares de dedos en su panocha. Han sido necesarias dos manos para bajarle las floreadas braguitas pero ahora con un largo y musculoso dedo hay suficiente para que la chava gima con el primer dedo, como mínimo viril, que entra entre sus piernas.
-Melinda: ooooh, oooh, que bien Pío, eres mi bebito, mmmmm.
Los gemidos de la bebita provocan en el chaval una excitación aún mayor de la que ocultamente ha ido provocando ella durante las últimas semanas. Sin haber sacado del buzo la verga del mecánico, 3ª extremidad de este limpia de negra grasa, está empalmada y dura como un neumático a 3 atmósferas de presión. Sin dejar de masturbar la chavala, Pío se desabrocha totalmente la cremallera delantera del traje para poder sacar a la luz, y más bien al aire, un aromático miembro viril que haría miedo a cualquier niño que no supiese que todos, o casi todos los hombres tienen uno así. Pío toma una mano de la chavala indicándole que es su turno y su consciencia como chica honrada la obliga a pajearle. La chavala entoma agradosa la dura verga, feliz de todas las cosas que está haciendo hoy por primera vez y las que le esperan.
-Melinda: que bonita, y está super caliente. ¿No tendrás fiebre?
-Pío: qué voy a tener fiebre yo, anda agáchate y chúpala, y verás que rica.
-Melinda: eso espero.
Dice la chica agachándose ante su niñero y chupando el capullo de la polla. Melinda no ha visto nunca una película X por lo que chupa la verga de la manera que le parece normal, besando el capullo como si fuera otra lengua. Pío le pone la mano encima la cabeza y apretando su nuca le indica que se hace de otra manera, tragando.
-Melinda: ¿me la trago?
-Pío: sí claro, se hace así.
-Melinda: ah bueno, es que yo no sé.
Melinda no sabía chupar una polla hasta el día de hoy, pero a indicaciones verbales y gestuales de Pío acaba mamándosela como una auténtica porn star.
-Pío: así... muy bien pequeña, mmm, aprendes rápido.
Dice Pío mientras observa obsequiado que la cabeza avanza desde 20 centímetros alejada de su ingle, hasta 0 centímetros besando los labios de la chavala su ingle, pero con algo entre ellos metido. El mecánico consiente durante un ratito que la niña se amamante de él, incluso le regala algún que otro esputo de leche independiente no asociado al orgasmo terminal. Pero llega un momento en que cree que la chavala se merece algo mejor que verse sometida ante un varón.
-Pío: levántate, déjala.
-Melinda: sput, ¿eh? qué pasa? no te gusta?
-Pío: sí, claro que me gusta, pero hay algo que te gustará más, y a ti.
-Melinda: yo no sé casi nada de sexo, puedes enseñármelo todo.
-Pío: no te lo enseñaré todo porque hay muchísimas cosas, que irás aprendiendo a medida que crezcas. Pero, te daré la lección... quizá la más importante, a partir de la cual viene todo el resto.
-Melinda: uhmmm, ¿hacérmelo? eso que nos ha explicado la profesora? Nos separó un día en clase sólo a las chicas y nos explico muchas cosas sobre hacer, hacerlo. Que duele un poco la primera vez y las maneras de asumirlo y . . .
-Pío: tranquila, no me lo cuentes que yo no necesito saberlo. Como mínimo ya sé como hacértelo sin hacerte mucho daño.
-Melinda: ah pues estaría encantada. La verdad es que ya estoy mediánamente preparada para lo que haya que soportar, pero si además me lo haces sin que me duela pues encantada.
-Pío: pues vamos a acomodarnos, ven.
Pío toma a la hija del taller de la mano y la lleva hasta la grúa de arrastre de vehículos. Se suben en ella y en el depósito posterior, donde suelen ir los coches averiados, Pío extiende un gran cartón y después una manta encima.
-Pío: así estará bien.
Después de desnudar totalmente la medianamente nudista Melinda le indica que se estire en la manta. Ella lo hace obediente pero sintiendo en todo momento un poco de temor por las decenas de leyendas urbanas que ha oído sobre el tema. Melinda mira a los ojos de su amante suplicando lo que ya le ha pedido en palabras que se lo haga lo mejor posible. Pío desecha también totalmente su buzo y se estira encima la niña. Los abiertos ojos de Melinda declaran que sigue asustada mientras nota que su hermano mayor maneja entre sus piernas algo que queda encajado en esa que ha gozado tanto, hace un rato con un dedo, grieta cárnica. Pío toma la promesa de mujer de los hombros y avanza su cintura introduciendo un trozo de verga.
-Melinda: ooooh.
-Pío: ¿te ha dolido?
-Melinda: sí, un poco.
-Pío: creo que te va a doler un poco más, o quizá no. Tanto da, tú estate preparada.
-Melinda: de acuerdo.
Pío vuelve a avanzar la cadera arrancando ahora a la chavala un triplemente más elevado de volumen grito evidenciando que le ha dolido un poco más.
-Melinda: ¡aaaaaaaaaaah!
Ahora Pío se detiene y no hace ninguna pregunta a la chavala pues ha visto evidente que ha pasado ella por ese punto en que pasan las mujeres una vez en la vida.
-Melinda: ooh, oh, h, .... mmm me ha dolido mucho ahora.
-Pío: tranquila, ahora relájate porque lo más difícil ha pasado. Relájate y dentro de un momento me empezaré a mover y verás como te gustará mucho.
La pareja resta abrazada y penetrada unos tres minutos durante los cuales Pío va besando los labios y cuello de ella para que se relajen tanto sus neuronas como sus paredes vaginales. Cuando observa Pío que es ella misma la que besa activamente su boca, reconoce que ha llegado el momento. Retrocede un par de centímetros su cadera para volverse a meter hacia adentro.
-Melinda: oooh.
-Pío: así, muy bien bonita, vas cogiendo el ritmo.
Pío retrocede de nuevo y después de avanzar comprende que no debe detenerse más y proseguir su misión lectiva. Follando a la chavala con un ritmo pausado, sin entablar un ritmo de folleteo hardcore que tanto gusta a alguna de sus experimentadas amigas.
-Melinda: ooh, ooh, ooh, Pío, mmm, ooh, ooh, mmm.
-Pío: así, muy bien, mm, abrázate a tu enemigo y este no te hará daño, mmmf, mmf.
Pío folla a su virtual hermana menor no mucho rato pues está en peligro su propia vida, si regresa el padre de esta y los encuentra a él descuidando su trabajo y ella su honra. Cuando cree que la ha follado el tiempo suficiente para que recuerde ella esta experiencia dulcemente toda su vida se la saca y la apunta hacia la cara.
-Melinda: oooh, ooh, oooh, uuh, ¿qué haces? (dice ella cuando se ve sacada la verga de la vagina y que él se ierge para ponerse a la altura de su cara).
-Pío: voy a echarte un poco de maquillaje a la cara, verás que bien le sienta a tu piel.
-Melinda: ah, que bien, tira tira.
Pío descarga diversas cucharadas de leche en la cara de la chavala y le toma la mano para indicarle que se la debe esparcir. Ella compréndelo y se maquilla concienzúdamente toda la cara con la a 38º leche masculina. Cuando han acabado Pío se agacha y le da un último beso en los sucios labios.