Hace un momento me iba a sentar ante el ordenador para mirar unas cosillas. Estoy moviendo la silla para sentarme cuando oigo un ruidito que viene del suelo y extrañado echo una mirada abajo para ver de qué se trata. El primer espanto viene cuando veo que atrapada por una de las patas de la plástica silla está una de las cucarachas más grandes que vi nunca. Ante el sobresalto tardo unos segundos en reparar que el ruido que me llamó la atención es producido por la misma cucaracha que ¡juro por Dios! que aullaba de terror con un ruido parecido al que hace una lima de uñas en plena utilización. Quedo atorado por la fantasmagórica contemplación y privado de reacción observo durante un tiempo indefinido como la cucaracha mueve sus negras patas a un lado y a otro incapaz de liberar su pata pisada por la misma silla que sujeto aún. Muevo un poco la silla para asegurarme que no se escapará y veo que si la suelto queda liberada, por lo que pongo una pequeña herramienta encima la silla para no tener que sentir con mis dedos posados en esta como la cucaracha intenta liberarse. No viendo otra salida llamo a mi compañera para que contemple el espectáculo. Tarda unos segundos en bajar del primer piso en que estaba arreglando algo y su reacción ante la contemplación de la barbarie es la usual en una mujer.
- ¡aaaaaaaaaaaah!
A duras penas consigue reponerse y cuando ello le pido que me dé el spray insecticida que usó esta mañana para las hormigas de la cocina. Un llamado ZUM que se trata de un insecticida potentísimo que técnicamente sólo se tiene que aplicar una vez al año, pretende ser el ejecutor de la monstruosa cucaracha. El insecticida le es aplicado de forma directa e instantáneamente deja de chillar pero se sigue retorciendo.
Mi compañera vuelve a subir a sus quehaceres y yo resto petrificado en la contemplación del bicho que ahora en silencio sigue moviendo sus patas en el encharcado de veneno suelo. Resto otro que se me hace larguísimo rato mirando como la cucaracha no perece aún bajo el efecto directo de un veneno potentísimo hasta que decido aplicar estrategias de sacrificio alternativas. Tomo una cerilla y después de encenderla la suelto a su lado para que detenga su sufrimiento de forma terminal. Ante mi nuevo espanto la cucaracha vuelve a emitir esos aullidos mientras la cerilla reduce la llama a su lado hasta apagarse. Cuando está apagada,
-peró, sigue retorciendo las patas. Lo pruebo con una segunda cerilla y el resultado es el mismo pero mi mano está cada vez más temerosa de acercarse a ella. Lo pruebo con una tercera cerilla pero acabo desistiendo pues el bicho sigue aullando y moviendo las patas, quizá más lentamente.
Decidido a acabar con la pesadilla tomo una vara de hierro y después de envolverla con un periódico, chafo la cucaracha entre la vara y la pata de la silla que la sujetaba. Veo de refilón que la cucaracha parece haberse detenido. Tomo otra hoja de periódico y envolviendo esta misma en otras tres hojas, tomo la cucaracha con la mano. Al tomarla me es claro su volumen en un pequeño bulto que noto dentro de los papeles que sujeto. Desenvuelvo los papeles de periódico extra y echo al hogar el último papel dentro del cual está envuelta la cucaracha. Enciendo la última cerilla y aplico encendido por dos extremos del papel. A medida que este se enciende vuelvo a oír en dos o tres ocasiones los lamentos de la cucaracha. Un último lamento es precedido por una especie de diminuto estallido tras el cual, el papel sigue quemándose en silencio hasta el final.