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Mobbing sexual (5: en el parque acuático)

en Erotismo y Amor

-Marcela: cogeros todos con la mano derecha del niño que tenéis delante y con la izquierda del de detrás. Que no se pierda nadie porque si lo hace se va a perder muchas cosas ¿estáis preparados?

-Tropa: sííííííííííííííííííííí.

Marcela, la monitora infantil en el parque acuático Moby Dick Aquatic Park, da las debidas instrucciones a la veintena de niños con que ha sido encargada hoy. Este verano ha aprovechado las vacaciones del colegio para hacer 4 €uros trabajando de algo. Y el parque acuático de su ciudad le ha ido de perilla pues sólo tuvo que acercarse a él, con la debida ilusión, y toparse con un pequeño cartel que ponía: SE BUSCA CHICA JOVEN PARA TEMPORADA DE VERANO. No le fue necesario saber idiomas, porque su tarea para este verano será dedicarse a la niñería de que diariamente el parque se encarga. El vestuario "laboral" con que tiene que prepararse la chavala tampoco es muy digamos "serio". Pues hace Marcela la visita al parque con los niños, vestida o quizá digamos desvestida con un fresco bikini.

Marcela es ahora mismo la cabecera de la larga fila de criaturas que, obedientemente han seguido sus instrucciones y no se separan ni del de delante ni del de atrás.

-Marcela: ahora pasaremos por el barco pirata. Una vez entremos os podréis separar y correrlo todo, que yo os esperaré en la salida y a medida que salgáis nos iremos reagrupando.

-Tropa: vale, sí, ok, vale.

Marcela se dispone en la entrada de la infantil atracción y vigila que todos acaben entrando sin escaparse ni uno. Una vez han entrado y la entrada ha quedado vallada, Marcela se traslada a la puertecita de salida y espera paciente a que el ejército de traviesos niños y niñas vaya saliendo. Para ello dispone de unos entre 10 y 15 minutos por lo que se medio relaja en la puerta y se pone a meditar un poco. El trabajo en el parque es fabuloso, y tan fabuloso que sería trabajar en una atracción como esta toda la vida, pero comprende ella que eso no es posible y está pasando un verano laboral en el parque gracias a algo que no perdurará siempre; su belleza y juventud. Para trabajar de cosas que sí perduren para siempre estudia ella duro durante el invierno, para llegar a ser algo en la vida que no sea su cara y piernas bonitas el valor del trabajo, sino su astucia e inteligencia. Pero por el momento, se sonríe Marcela a si misma mientras espera que salgan los niños, esa belleza y piernas bonitas las tiene y, la inteligencia... todo se trata de jugar con ella para que se conserve.

El primer niño sale por la portezuela de salida del barco pirata.

-Marcela: ¡hola guapo! eres el primero,¿te lo has pasado bien?

-Niño: síííííí, es muy divertido, y muy grande.

-Marcela: ¿muy grande? a ver si no lo has conocido todo!

-Niño: euh,no sé.

-Marcela: has salido demasiado temprano. ¡Anda! vuelve a meterme para adentro y conócelo todo.

Marcela le da la vuelta al niño y dándole una palmada en el culete lo vuelve a meter para adentro.

Se redispone ella a meditar de nuevo. ¿Y ese novio que deben tener las chicas grandes? piensa Marcelina concentrada de nuevo en sus asuntos personales. Muchas de sus amigas tienen ya novio pero ella ni tan sólo se ha dado nunca un beso con un chico. Bueno, quizá uno sí que se dio, pero fue este tan rápido, con su primo un día jugando a las escondidas en casa de sus abuelos. Los dos se metieron en el mismo armario y estaba su hermana (la que le tocaba parar) husmeando en la misma habitación del armario que, su primo en plena oscuridad, se le acercó a la boca y le dio un rápido beso, sin lengua. Un pico le han dicho que se llama sus amigas. Pero un beso de verdad, con larga lengua como se los dan en las películas no recomendadas a menores de 13 años, ese no se lo han dado nunca.

El primero que ahora sí parece salir del barco pirata parece ser una niña.

-Marcela: ¿te ha gustado?

-Niña: sííííííííííí.

-Marcela: pues eres la primera, debes haber corrido mucho.

-Niña: es que, yo quiero ir al tobogan enrollado.

-Marcela: la espiral, sí, es muy divertida, ahora cuando salgan todos vamos a ir a ella. Ponte aquí delante y el primero que salga te cogerá de la mano y das un paso hacia adelante, hasta que salgan todos.

-Niña: ¡vale!

La niña parece ser obediente y a medida que va saliendo el resto, la cola va adquiriendo más eslabones y se alarga. Cuando por cuentas aritméticas Marcela ve que no falta ninguno, el grupo va hacia su nuevo punto, la aquaespiral.

Llegan a esta rapidamente y Marcela vuelve a hacer lo mismo, encargando al primero y al último lo que deben hacer, para que el resto los imite. La espiral cae al lado de la tienda de souvenirs y, mientras la chiquillería sube y baja de la espiral, Marcela se acerca a la tienda pues es esta como una estación de control del parque, desde donde puede comunicarse con la central. Entra Marcela en la tiendecita y se topa con el señor Bonifacio, encargado de esta tienda.

-Marcela: hola señor Bonifacio, voy a comunicarme con la central.

-Bonifacio: claro bonita, todo tuyo.

Marcela toma el teléfono de encima de la mesa y marca el número de 3 cifras para comunicarse con el centro de control situado en la entrada del parque.

-Marcela: . . . hola, soy Marcela, ponme con Marisa por favor . . . . . . .Hola Marisa, mira que ya estoy en la espiral . . . . . . . ahora me voy al volcán, sí . . . . . . .

Mientras Marcela habla por el teléfono, el señor Bonifacio no se ha olvidado de la salada presencia de la chavala. Es por eso y que aprovechando que ella está distraída se le acerca y posándole una mano en la cintura le dice distraído;

-Bonifacio: dile que me manden tickets de parking.

-Marcela: sí, por supuesto, . . . no, nada Marisa, hablaba con Bonifacio . . . sí . . . . . vale . . . . .

Mientras Marcela continúa su conversación con la llamada Marisa, el señor Bonifacio no parece advertir que ella ya se ha encargado del aviso y no le retira la mano de la cintura. Por lo que sigue con su mano en dicho sensible lugar a la vez que se hace el tonto observando la conversación de la chica. Ella, atareados el hemisferio derecho de su cerebro en la tropa de niños de la espiral y, el hemisferio izquierdo en la conversación con Marisa, no tiene tiempo de reaccionar como es debido ante esa mano que lleva demasiado rato en su cintura, por lo que la siente hasta que cuelga la llamada. Cuando cuelga, lleva tanto rato con esa mano ahí que no se atreve a retirarla bruscamente.

-Marcela: me han dicho que les lleves cuando puedas las postales antiguas de febrero.

-Bonifacio: vale, de acuerdo.

-Marcela: bueno pues.

Dice Marcela retirando esa mano de su cintura.

-Marcela: yo voy a seguir, adiós.

-Bonifacio: adiós guapa.

Marcela recoge toda la tropa de criaturas que practicamente habían salido todos de la espiral y continúa su recorrido. Mientras se aleja de la tienda de souvenirs Marcela siente un pinchazo en el estómago y se gira a mirar hacia ella. Ve ante la tienda el señor Bonifacio que también la mira alejarse. No da la chavala importancia alguna al hecho y se gira de nuevo para proseguir el programa infantil con la 20ª de niños.

La visita al parque sigue sin ningún contratiempo más. Los niños se lo pasan de fábula y acaba Marcela conociendo y haciéndose amiga de unos cuantos. Pero llegan las 15:00, hora que tiene asignada Marcela para presentarse en la entrada con los niños. Esta entrada está llena de padres y madres que esperan ansiosos por su juventud. Torrentes de felicidad en su esencia más pura saltan a un lado y a otro cuando los niños y niñas se encuentran con sus progenitores. Marcela contempla encantada el espectáculo de familiaridad y en parte siente envidia por no tener, ese marido, esos hijos, esa felicidad que tienen los presentes. Pero olvidando o, tratando de olvidar el tema, abandona la chiquillería y se dirije al comedor comunitario de los trabajadores del parque para alimentarse un poco. No encuentra a su mejor amiga Paola por lo que decide sentarse en una mesa sola, y seguir pensando esas cosas en que ha sido interrumpida de diferente forma esta mañana. Está pensando Marcela en lo guapo que va a ser de grande ese niño que ha conocido que se llamaba Igor cuando el señor Bonifacio, salido del mismo aire, se sienta a su lado.

-Bonifacio: ¿puedo sentarme?

-Marcela: sí . . claro.

-Bonifacio: que bonito es el verano en el parque. ¿Te gusta trabajar aquí?

-Marcela: sí, mucho pero, creo que no trabajaré de esto siempre. Ahora estoy aquí porque soy joven y .. bonita .. (dice Marcela sonriéndose a si misma y al señor Bonifacio).

Pero si me hiciera grande el parque no tardaría en no darme trabajo y para eso estudio mucho en invierno.

-Bonifacio: bien hecho, aunque creo que te equivocas un poco refiriéndote que de grande no serás bonita. Hay mucha gente que de grande no lo es, pero es porque ha perdido una cosa que todos tenemos de joven. Se trata de saber conservarla y retener la belleza in eternum.

-Marcela: sí, ya sé. Que si cremas reparadoras y complementos dietéticos y todas esas cosas, pero yo no me veo tomándome o poniéndome todas esas cosas.

-Bonifacio: ni hablar de eso. Esas potingues sirven para intentar recuperarla cuando se ha perdido, la belleza. Para no perderla hay que vivir de una manera sana, natural y luchadora.

-Marcela: habla usted muy bien, ¿sabe? Cómo es que acabó trabajando en la tienducha de souvenires y no de profesor de universidad?

-Bonifacio: ¿profesor de universidad? ja ja ja. El saber hablar no es una cosa que te den los libros, sino la vida, las buenas y malas experiencias te enseñan lo que debes decir y lo que no.

-Marcela: pues si es así yo no aprenderé a hablar nunca. Porque de malas experiencias tengo pocas, espero que, afortunadamente.

-Bonifacio: yo también lo espero así. Las malas experiencias, ay... ojalá que no existieran.. pero tú piensa que.. es todo igual... sin malas experiencias no existirían las buenas, sin chistes malos no existirían los buenos y, sin gente fea no existiría la... (dice el señor Bonifacio pellizcando el moflete de la cara de Marcela) la guapa.

-Marcela: je je.

Dice Marcela ruborizándose y bajando la vergonzosa mirada hacia el plato.

La pareja sigue comiendo en silencio unos segundos hasta que es ella que lo rompe.

-Marcela: ¿y usted? se casó?

-Bonifacio: sí, hace mucho tiempo. Casi era tan joven como tú, porque antes la gente se casaba mucho más temprano.

-Marcela: ¿era muy guapa?

-Bonifacio: claro que lo era.. al menos para mi, por que la gente, cuando se casa, algunas personas sí lo hacen porque la pareja es guapa, pero las verdaderas personas lo hacen por amor, porque la quieren.

-Marcela: a mi me gustaría mucho casarme, con una persona que me quiera no por la carita de 15 años que tengo sino por lo que soy de verdad, y el futuro que pudiéramos tener juntos.

-Bonifacio: vas a conseguir sin duda esa persona. Te quiera por la carita de 15 años o lo que hay detrás de ella, vas a conseguir una persona formidable.

-Marcela: bien, (dice Marcela poniendo el tenedor encima del plato) yo ya estoy, ¿se viene conmigo a descansar en el banco al sol?

-Bonifacio: por supuesto.

Las dos personas salen del comedor comunitario y se sientan en uno de los soleados bancos que encuentran ante la salida. Marcela se vistió un fresco vestido de verano antes de salir del comedor para no ofrecer un aspecto tan provocativo y, sentada al sol junto al señor Bonifacio se siente de maravilla.

-Marcela: señor Bonifacio.

-Bonifacio: dime.

-Marcela: ¿le puedo preguntar más cosas?

-Bonifacio: por supuesto.

-Marcela: dígame usted, si no le provoca ninguna molestia. ¿Tuvieron hijos usted y su mujer?

-Bonifacio: sí, una niña, que si no me fallan los cálculos ahora debe tener tu edad.

-Marcela: ¿cómo se llamaba?

-Bonifacio: Concepción. No la veo desde hace... no sé cuantos años, desde que mi esposa me dejó.

-Marcela: ¿y no le gustaría a usted, volver a verla?

-Bonifacio: por supuesto que sí, sería la mayor alegría de mi vida, volver a ver a mi hija.

-Marcela: ¿están peleados con su esposa?

-Bonifacio: más que peleados, tengo una sentencia que me prohibe aproximarme a menos de 50 metros de mi mujer, y por supuesto de mi hija.

-Marcela: ¿la pegaba?

-Bonifacio: no, no la pegué nunca. Pero en alguna de las peleas que tuvimos se me fue la lengua y la amenacé, y por ello el juez me prohibió.

-Marcela: qué lástima. Perder una cosa que tanto se quiere... por una absurda ley... cuando podría usted verla... y abrazarla.. besarla.. y un juez se lo prohibe.

-Bonifacio: sí, maldita sea, pero así es el progreso social. Tiene cosas buenas pero a veces malas, y no podemos sino consentirlas.

En esto que Marcela como por descuido echa una ojeada a su reloj.

-Marcela: ¡uyyyyyy! qué hora es!

El señor Bonifacio también se lo mira y obtiene similar sorpresa.

-Bonifacio: ¡ostia! es verdad! qué tarde se nos ha hecho.

-Marcela: bueno, voy a recoger al siguiente grupo de niños, ¡hasta luego!

-Bonifacio: ¡espera!

-Marcela: ¿qué, qué pasa?

-Bonifacio: ¿te gustaría, esta noche, venirte al cine del parque conmigo?

-Marcela: esto . . pues.

Dice la chavala con tantas dudas en la cabeza que no puede sino dar la respuesta que le sale sola, sin pensárselo, cuando abre la boca

-Marcela: . . . de acuerdo. . . ¿quedamos ante el cine a la sesión de las 11?

-Bonifacio: ahí estaré, hasta luego.

-Marcela: ¡hasta luego!

El día prosigue de muy ociosa manera en el parque acuático. Pero tanto Marcela como Bonifacio no cesan de pensar en un muy concreto plan que tienen para esta noche, asistir al cine con el otro. Con un cúmulo de nervios e impaciencias las 11 acaban llegando y Marcela y Bonifacio se encuentran ante la puerta del cine.

-Marcela: me gustaría ver esta, la del planeta de los simios, nueva.

-Bonifacio: sí, estaría bien. Yo vi hace mucho tiempo la antigua, que hizo ese actor... cómo se llamaba.. ¡ah sí, Charlton Heston,

que ahora está retirado. De acuerdo, vamos a ver esta.

El señor Bonifacio y la chavala entran en el cine entre las decenas de personas que se proponen ver la misma película. Se sientan Marcela a la izquierda y su acompañante a la derecha. Y prefieren en vez de hablar, como tanto han hecho durante el día de hoy, prestar atención a la película que empieza. Esta empieza y, para los que no la hayáis visto verla, la pareja dedica un hemisferio cerebral a seguir la película y otro al asiento del lado. La mano del señor Bonifacio no tarda muchas escenas en tomar la de la chavala, y esta la recibe previsora, con la mano caliente. Ambas manos se estrechan y ven la película juntos, este dedo juega a acariciarte y este otro permanece quieto, esperando que tú lo acaricies. Las manos estrechadas dan paso a un brazo que se prolonga a descansar encima del hombro de Marcela, y esta no puede más que sentir el verdadero amor con que la abraza esa larga extremidad. Las escenas de la película se van sucediendo de la misma manera que se suceden los humores vitales que se evaporán de las dos personas, hasta que se ve en la pantalla la escena clave, uno de los humanos que cayeron perdidos en el planeta supuestamente extraterrestre se besa con una homínida simiesca. Bonifacio gira la cabeza hacia Marcela preguntándose si presta ella atención a la película. Parece que sí estaba atenta pues se gira hacia él quedándose su mirada inmóvil. Bonifacio acerca temeroso la cara a la de su acompañante y mentalmente grita victoria cuando llega a meta, los labios de la chavala se abren concediéndole tan ansiado trofeo.

La pareja se da un que a Marcela le representa el primer verdadero beso y a Bonifacio algo de no idéntica pero equivalente importancia. Se besan con el mismo profundo amor con que se besarían minutos antes el humano y la simia de la película. Con la diferencia de que en la peli la economía de escenas impuso que este beso durase tan sólo 5 segundos y en la realidad, entre los dos espectadores dura este el resto de la película. La película termina y se encienden las luces, Marcela y Bonifacio restan peró, abrazados en sus butacas besándose si pudieran el resto de la noche. Es el acomodador al cabo de un rato que revisando que no quede nadie, contempla que la pareja está aún besándose. El acomodador se llama Patricio y siendo trabajador del parque conoce a ambas personas. Por lo que haciendo una divina concesión, apaga las luces y, cierra la puerta.

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