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Mobbing sexual (10: la operaria de correos)

en Hetero: Infidelidad

Gisela ordena adecuadamente el montón de cartas y paquetes de que ha sido encargada en el día de hoy. Su cometido es meterlas en el cajón de los apartados postales correspondientes y los que no dispongan de ese apartado, entregarlos a los diferentes carteros responsabilizados de los distintos barrios. Toma ahora Gisela un poco más de tiempo del recomendado a la revisión de un paquete. Este está envuelto en un plástico papel de color negro que impide toda visión acerca de su contenido, haciéndole ello mismo sospechoso pues no es habitual que sea envuelto un paquete con tanta discrección.

-Gisela: una muñeca inchable o algo así.

Dice Gisela para sus adentros. Tiene la muchacha 28 años y por ello en los casi 5 que lleva trabajando en las instalaciones postales de su localidad, ha aprendido a ver diversas cosas sin por ello verlas. Desde; cuales cartas son de amor, por la simple caligrafía con que ha sido escrita en el exterior de la carta la dirección y el rémite. Desde cuales cartas son puramente publicitarias/comerciales porque tiene catalogados ella los "spamers" del correo ordinario. Hasta cuales son procedentes de cada cual país por los simple dibujitos de los sellos.

Y en esta ocasión, Gisela, cree probado que en la negra caja se esconde una muñeca inchable o algo similar. Mira la muchacha el rémite del paquete y ello parece confirmar sus sospechas. Pone en él como rémite de empresa "MAE" un nombre muy genérico para que se sepa su procedencia. Lo normal sería que incluso viniera publicitado en el exterior del paquete. Pero pone simplemente el nombre de la empresa y no a qué se dedica.

-Gisela: en fin...

Dándolo Gisela por resuelto introduce el paquete en el cajón del apartado de correos correspondiente. Se dispone ahora la chica a, olvidando el tema del sexshop con un chiscar de dedos, proseguir su cometido pues para eso cobra. En media horita más tiene Gisela cada carta en su apartado correspondiente, por lo que puede dedicarse ahora a atender los usuarios que de una operaria piden ayuda en el mostrador de entrega. El primero que atiende es un mozo guapo, ve en su cara tal ilusión al entregar él un carta para certificar a alemania que de nuevo, ve Gisela una cosa sin verla. Esa carta es para una persona, chica o chico, pero que es sin duda de vital importancia su entrega para el mozo.

-Gisela: por supuesto, llegará en unos díez días.

-Mozo: gracias, ¿algo más?

-Gisela: no guapo, puedes irte.

Dice la muchacha esbozándole al chaval la misma tierna sonrisa que lleva él pegada en la cara desde que entró. Con la misma sonrisa contempla Gisela el alegre caminar con largos pasos con que transita el mozo abandonando las dependencias de correos. Se queda unos instantes enajenada, Gisela, pensando con nostalgia quien sabe qué. Cuando es el siguiente cliente que la sonsaca de ello.

-Cliente: disculpe.

-Gisela: ¿uh? oh sí, perdone, dígame usted.

-Cliente: mire que, querría enviar un paquete a México y quisiera saber de las tarifas correspondientes.

-Gisela: pues vera, eso se mide por peso, y si quisiera usted también por urgencia o carencia de ella.

-Cliente: uhmm, no es urgente, pero si que tiene que llegar como si fueran mis huevos en él, pues es de vital importancia.

-Gisela: ja ja ja.

Ríe Gisela agradecida del jocoso discurso del hombre. Mientras ríe le da un pequeño examen al hombre que le acaba de hacer reír dando la nota siguiente; es un hombre grande, con numerosas batallas que han encorvado su espalda y una voz rota que le recuerda la de los payasos de la tele, Morancos.

-Gisela: ja ja, si tanta importancia lleva le sugiero que lo lleve usted mismo, sin sacárselos, ja ja.

-Cliente: no chica, tranquila que no son mis huevos lo que lleva, por eso lo envío por correo. No está en juego la vida de una persona como si fuera un corazón para trasplante pero sí tiene más importancia que una maldita postal de la costa brava.

-Gisela: vale, pues entonces haremos el envío no urgente pero ultracertificado y con nota de entrega. ¿De cuantos quilos tratamos?

-Cliente: unos diez quilos.

-Gisela: pues a ver, déjeme calcular.

Gisela se ocupa con su ordenador de hacer el cálculo pertinente con el peso, el destino y el certificado. En unos segundos tiene la tarea hecha.

-Gisela: pues sube bastante, diez quilos a México y en certificado serían uno 170€.

-Cliente: ¡ay va! vaya pastón. Casi que me sale más barato llevarlo yo mismo.

-Gisela: es lo único que puedo ofrecerle. Yo no me rijo por simpatías sino por números. Y todos esos números están en el ordenador y no puedo cambiarlos.

-Cliente: y muchas otras cosas que no deberían ser cambiadas.

El cliente alarga la mano y sin temor que le azeche acaricia la barbilla de Gisela.

-Gisela: gracias por el detalle, pero una no es una adolescente y lo que ve delante de mi cabeza ya ha sufrido algunos cambios, con los años.

-Cliente: no han sido muchos aseguro.

-Gisela: a ver sinó... ¿cuantos años me echa usted?

-Cliente: a ver déjame pensar... no más de 15.

-Gisela: ja ja ja ja ja ja.

La carcajada de Gisela no es ahora tan de situación como las de antes sino que realmente ha estallado a reír con la broma del cliente.

-Gisela: ¡ándese usted! 15 añitos! ¡cual Dios me los pudiera volver a dar esos 15 años!

-Cliente: no lo veo tan difícil. Yo que soy hombre de experiencia te informo que la juventud es una cosa que a veces se pierde con los años, pero a veces incluso se gana. Y no son los años que harán la juventud perder sino las ganas que tenga o no tenga una de soltarla.

-Gisela: oiga, usted habla muy bien. Pero esto no es un teatro ni un congreso de los diputados sino una estación de correos. Si me comunica o entrega el paquete que quiere mandar a América haré lo oportuno.

-Cliente: tienes razón, ahora te estoy estorbando en tu faena. Pero, ¿te gustaría moza que siguiéramos dialogando en la mesa de un pomposo restaurante, esta noche?

Gisela se queda petrificada ante la frescura con que un desconocido la invita a cenar. Es una mujer casada y lo último que esperaba es que un cliente digno de excursiones con el Inserso le ofreciese una mesa en un restaurante. Es por ello que no reacciona con la debida reacción de  mujer honrada que es y no da a tiempo esa respuesta que habría levantado la línea de clavos en el trayecto del carro de combate del cliente.

-Cliente: sé más de ti de lo que inmaginas. Sé que estás casada con un llamado Santiago y que tenéis un niño y una niña. Pero ello no me ha amedrentado y mi intención de compartir contigo esa mesa en el restaurante Toscanelli sigue tan en pie como los cerros de Ubeda.

-Gisela: pero, pero,

-Cliente: no me digas peros que eso ya lo sé decir yo. Te lo repito, una mesa doble en el restaurante Toscanelli esta noche con calmada música y un noble camarero que nos servirá lo mejor de lo mejor de la toscana italiana. Tú, yo, la música y.. todo lo que venga.

-Gisela: ¡de ninguna manera! qué se cree usted, ¿que soy una fresca?

-Cliente: no maja, no quería decir eso, te estoy proponiendo una agradable velada sin por ello tomarte por una desvergonzada.

-Gisela: ¡nunca! ni que fuera usted el último hombre del mundo. ¡Lárgese! ¡Lárgese!

Gisela estalla a gritos y diferentes personas presentes en la estación de correos se giran a ellos llamados a la contemplación de un espectáculo.

-Gisela: ¡fuera! ¡fuera de aquí o llamaré a la policía!

El avezado cliente se convierte de pronto en un asustado cliente que tratando de hacerse invisible se dirije a la puerta y después de salir de ella desear que sea su cara olvidada de la memoria fotográfica de los presentes. Gisela está aún agitada cuando los presentes desvían su mirada desde la puerta que se cierra hacia ella misma, que con los puños cerrados trata de calmarse. Consigue tal propósito rapidamente y de forma inmediata da turno al siguiente cliente, en esta ocasión una tetuda mujer que primero de todo da un pequeño consuelo a la operaria.

-Tetuda: son todos iguales chica, más vale olvidar tales agresiones. Aún tú aquí tienes suerte porque no te pueden violar.

-Gisela: . . . más vale pensar en eso, porque si no es que no lo soportaría.

-Tetuda: bueno, envíame este paquetito a Oviedo, dime cuant...

Gisela se encarga de la nueva cliente y ello le ayuda a olvidar el pesado trángulo por el que acaba de pasar. Por fortuna sólo le queda media horita de trabajo por lo que la jornada llega, aunque aparentemente más tarde de lo acostumbrado, a su puntual hora de cierre. Una vez cerrada la puerta al público los diversos operarios de la estación empaquetan bartulos y van abandonándola por la puerta trasera. A Gisela le llega también su hora y cargada con su mochila sale por la puerta de personal. Está la joven mujer encaminándose hacia su coche ya olvidada la incómoda mañana que ha sufrido cuando el indeseable invitador a cena vuelve a aparecer.

-Cliente: ¡hola Gisela!

-Gisela: usted otra vez, pero no me ha entendido cuando le he dicho que me deje.

-Cliente: no hacía falta que te pusieras como te has puesto. Más de una persona se debe haber asustado incluso más que yo, no había necesidad de gritar.

-Gisela: pero qué quería.. quiero que le quede claro, que no quiero acompañarle a ninguna cena a un restaurante italiano ni francés.

-Cliente: está bien eso de que estés tan segura de tus decisiones, pero no creo que estén suficientemente meditadas. ¿Me dejas hablar un momento contigo?

-Gisela: ¿y me dejará en paz, si le dejo hablar?

-Cliente: sí bueno, algo así, te daré a ti el poder de decisión de si quieres que te deje en paz o no.

-Gisela: me lo inmaginaba, ¡venga! empieza.

-Cliente: pues bien, dime una cosa; ¿has sido nunca infiel a tu esposo?

-Gisela: por supuesto que no, y no necesariamente desde nuestro matrimonio sino desde nunca. Nunca he mantenido relaciones sexuales con alguien que no sea mi esposo.

-Cliente: bien, pues eso que ha ti te parece tan elogiable a mi me parece... infantil, inmaduro.

-Gisela: ¿infantil, inmaduro no haber fallado nunca a mi esposo? ¡cómo se come eso?!

-Cliente: pues que toda mujer donde se precie tiene que, como mínimo en una ocasión haberle sido infiel al ser que más quiere, sin por ello dejar de quererle e incluso avanzar en el amor eterno que siente y sentirá po él.

-Gisela: eso que me cuenta suena a mandamiento de secta fanática, no le veo ni tres pies al gato ni cuatro tan sólo. Es absurdo!

-Cliente: ¿absurdo? es muy atrevida tu calificación hacia algo que ni tan sólo conoces. No puedes hablar ni en bien ni en mal de la infidelidad si nunca has sido infiel.

-Gisela: ni he sido ni quiero serlo. Llegué virgen al matrimonio y deseo llegar honrada a la tumba. ¿Me entiende?

-Cliente: entiendo lo que me cuentas, o más bien entiendo el error en que te encuentras. Puedes llegar honrada e infantil a tu tumba o honrada y madura a ella sea cual sea la edad en que Dios te llame. En lo que puedes elegir es en ser una mujer cobarde o todo lo contrario, valiente que se atreva a traspasar las barreras por la vida impuestas ganando con ello en valor tanto mental como espiritual.

-Gisela: oh maldita sea, cállese, no quiero maldita sea, no quiero venir con usted a una absurda cena en un maldito restaurante italiano con el único objetivo de que me meta su falo entre las piernas y perder por ello mi maldita y viciosa ¡honra!

-Cliente: bien pues, si no quieres por las buenas, lo haremos por las malas. ¿Ves este bulto que me asoma por el bolsillo?

El simpático cliente señala a Gisela un bulto que asoma por su en el bolsillo mano.

-Gisela: sí, ¿qué me va a decir? lo típico, que lleva una pistola?

-Cliente: exacto, lo típico. Llevo una pistola heredada de mi abuelo de cuando estuvo en la guerra civil española y la he conservado con amor y cariño, con el mismo cariño que ahora acaricio el gatillo. Si no te resistes a seguirme la caricia no pasará de eso, una suave caricia.

Gisela resta con el más tremendo estupor que la ha asaltado nunca. Tiene ante ella un hombre que ha tratado de ligar con ella de mil maneras y ahora este mismo hombre la apunta con una pistola, invitándola a cenar aún ¿quizá?

-Gisela: oiga, esto no es un juego, no puede hacer eso con una pistola.

-Cliente: claro que puedo, no está permitido legalmente pero estoy perfectamente capacitado para ello. Ahora, si me permites.

Dice el hombre tomando a Gisela de la cintura y encaminándose, sin sacar la mano del bolsillo, con un rumbo que sólo conoce él.

-Gisela: oiga, si no me deja gritaré, gritaré y...

El hombre pellizca con fuerza el costado de la joven mujer y ello hace realmente exalar un gritito de su garganta.

-Gisela: uyyy..

-Cliente: no te recomiendo que grites, al menos por ahora. Vamos, métete en este coche.

Dice el agresor abriéndole una puerta a la joven. Gisela empieza a estar asustada por lo que obedece sin dudar la mano que la ordena. El ex-cliente se mete también en el coche y después de arrancar y desestacionar ofrece unas cuantas palabras a la operaria de correos.

-Cliente: que bien que hayas aceptado mi invitación. Por cierto que me llamo Sebastian, llámame Sebas, entre amigos. La cena al final no va a ser en el Toscanelli sino en mi casa, será en el fondo más cómodo y evidentemente más económico. Llamaremos a pizza hood por teléfono y nos traerán un par de pizzas tan o más buenas que las que nos hubieran servido en el restaurante. Así mismo también he pensado en..

El llamado Sebas prosigue su animada charla mientras Gisela se siente apresada por un hombre y una pistola, dirigiéndose a una supuesta cena a su casa a las 2 del mediodía. Sebastian sigue moviendo sus labios y de ellos salen supuestas palabras, pero Gisela no entiende nada y lo único en que piensa es cómo huír.

-Sebastian: ni te inmaginas lo encantado que estoy por el que hayas aceptado mi invitación. Eres desde hace más tiempo del que te inmaginas un ídolo personal de belleza y virtud. Te admiro secretamente desde mucho antes que te fijaras tan sólo en que soy una persona con cabeza y orejas.

Sebastián sostiene un solitario monólogo y ello sustenta tan sólo que a Gisela no le salten las lágrimas ante el terror que le produce su primer secuestro. Su raptor sigue hablando de las paranoias que quizá llevan mucho tiempo adueñadas de su mente, pero el hecho de que tenga este una pistola, o como mínimo un bulto en su bolsillo impide a la joven currante a pedir auxilio o agredir a su secreto admirador. El coche va dando sus pertinentes tumbos por la ciudad hasta que su conductor decide aparcar supuestamente porque llegaron a casa.

-Sebastian: es aquí querida, ya verás qué bonita es mi casa. Tiene una decoración como mi mismo ser, clásica. Pero aún así el baño es totalmente nuevo pues..

Le parece sorprendente a la mujer lo rematadamente loco que está su raptor. La ha obligado a seguirle a punta de pistola pero ahora mismo le habla con la misma familiaridad con que hablaría un abuelo a su querida nieta. Y teniendo en cuenta la diferencia de edad de ambos ello puede incluso haber sido aventurado por alguna de las personas que los han visto subir al coche, viajar en él, o bajar de él cuando han, como explica Sebastian, llegado a su casa.

-Sebastian: es esta puerta, cielo. Es bonita ¿verdad? Es un trabajo de marquetería que me hizo un viejo amigo carpintero que habíase jubilado ya y estuvo encantado de inmortalizar sus expertas manos con esta obra de arte que me sirve de entrada a mi casa. ¿A que es bonita?

Gisela se ve imposibilitada de pronunciar ninguna palabra y menos decir que "sí, es bonita" por lo que resta muda ante la realmente bella puerta y su guardia que parece esperar una respuesta. Sebastian le vuelve a pasar la mano por el costado en el mismo gesto que hizo antes cuando la pellizó, pero en esta ocasión lo hace con suave tacto y mientras le acaricia los lumbares le repite esa que espera respuesta.

-Sebastian: ¿a que es bonita?

-Gisela: uhm . . sí, es bonita.

-Sebastian: la poseo con mucho orgullo porque fue una de sus últimas obras. Mi viejo amigo nos dejó pero sólo nos dejó su perecedero cuerpo cárnico. Porque su obra junto a esta puerta y los miles de trabajos que hizo en su vida no perecerán nunca, o almenos tardarán mucho más en desaparecer que . . . bueno, perdona. No quería de ninguna manera hacer nuestra conversación desagradable. Pasemos, pasemos y verás que bonita es por dentro.

Aún con su mano en el costado de la joven Sebastian acompaña el caminar de la muchacha para que entre donde quiere él que entre; en su casa. Una vez dentro, y después de cerrar él la puerta con llave y pestillo, se distancia un poco la férrea vigilancia que tratando él de hacerla etérea estaba presente ante cualquier riesgo de fuga que pudiera tener Gisela. Sebastian cuelga la chaqueta y se encarga él mismo de acomodar la bolsa y chaqueta de su rehén en las perchas correspondientes.

-Sebastian: siéntate ante la televisión, que voy a llamar a la pizzería.

Sebastian le enciende la tele que hay ante un gran sofá y se desplaza hasta un teléfono situado en la entrada del gran salón en que se encuentran. Marca unos pocos números en el teclado numérico y en un instante está pidiendo una pizza familiar.

-Sebastian: que sea una familiar brava picante, y cámbiamele el huevo duro por cebolla . . . sí, soy Sebastian, aquí os espero, -chas-

Después de colgar la llamada Sebastian se aproxima al asiento de su secuestrada y sentándose a su lado vuelve a entablar un monólogo con él mismo.

-Sebastian: ¿te gusta el picante? a mi no me gustaba pero después de probar la pizza brava picante me hice adicto a él. Bueno, quizá no del todo adicto pero . . . .

En esta ocasión y ante el temor de que su raptor vuelva a exigirle una respuesta, Gisela va diciendo tenues "sís" de vez en cuando, para que no se sienta hablar sólo.

-Sebastian: verás que bien que lo vamos a pasar. Después de la pizza tengo preparada una película, con el estómago lleno es como mejor sientan las sesiones cinematográficas.

-Gisela: . . sí . .

Sebastian continúa sosteniendo durante el rato que tarda en llegar la pizza esa particular conversación que aún pretende conquistar a una que se ha visto obligada por una pistola a aceptar el invite.

-Sebastian: ...no sabes lo mucho que quería a mi abuelo, ni tan sólo lo conocí en vida pero -NING NANG-

-Sebastian: ¡el timbre! eso debe ser el chico de la pizza.

Sebastian actúa con veloz premeditación y llevándose a Gisela de la mano la encierra en una oscura habitación que resulta tener el pestillo por fuera. Gisela ve así imposibilitadas sus opciones de pedir ayuda al pizzero y lo único que puede es esperar al Sebastian que le abre la puerta en un par de minutos con una olorosa caja de cartón en la mano.

-Sebastian: mira que bonita (dice Sebastian abriéndole la caja para mostrar su interior) parece una golosina pero verás como arde el chili que lleva.

De nuevo invita a Gisela a sentarse en el sofá y allí sirve para ambos un par de cuartos de pizza. Mientras la comen su discurso se ve apenas detenido por los masticares que lo imposibilitan. Pero su absurda estrategia conquistadora sigue al igual que con sus palabras, con su admiradora mirada que recorre el bien criado cuerpo de la operaria de correos.

Los escasos "sís" de Gisela no han tenido otra opción que alargarse y en dos ocasiones ha tenido más extensos comentarios como cuando ha dicho: pásame la lata, por favor. O cuando ha dicho: yo no sería capaz. En el momento en que Sebastian le habla de uno de sus ídolos de la cinematografía pornográfica.

Cuarto a cuarto la sabrosa pizza se termina y cuando ello Sebastian se va a buscar la película en algún sitio de la casa en que la tiene. En esta ocasión no vuelve a encerrar a Gisela en el cuarto oscuro, usando otra arriesgada estrategia de conquista. Porque se trata de que la joven se sienta a gusto a su lado y encerrándola a cada momento en una celda no lo va a conseguir. Gisela también es consciente de la estrategia de Sebastian pero se siente a gusto por el amable trato que ha tenido hasta ahora y empieza a desechar posibilidades de huída y auxilio. Está la muchacha valorando en si tan terrible tiene que ser hacer el amor con el hombre que la ha raptado cuando este regresa al salón con la película en la mano.

-Sebastian: ¿te gustan las películas basadas en hechos reales?

-Gisela: sí, gana mucho una película si sabes que lo que relata es cierto.

-Sebastian: pues espero que esta te guste, se trata de una película que trata de la leyenda de Atila, el Huno.

-Gisela: uhm, he oído hablar de ella, estará bien verla.

-Sebastian: pues vamos.

Sebastian introduce la película en el reproductor y después de iniciarla se sienta al lado de Gisela. Ahora y asumiendo un comportamiento usual deja de hablar para que puedan contemplar ambos el desarrollo del disco. La película se va sucediendo a la misma velocidad que las aproximaciones de Sebastian a su prisionera. Es la primera mano la que se posa en el muslo de Gisela y ella se siente agradecida por el tacto con que presiente va a ser desarrollada su violación. Tal mano acaricia a una de la cual están subiendo los humores mujer y no tardan muchas escenas a que Sebastian y Gisela se besen de mutuo acuerdo olvidándo el histórico desarrollo de la leyenda de Atila el Huno.

La mano de Sebastián está metida entre las piernas de la joven y ello hace que se cierren estas pero no en modo de rechazo sino para sentirla más prieta en su centro de gravedad. Gisela no ha perdido, por el momento, la consciencia de que está siendo víctima de una acto de forzamiento sexual. Decide ignorar peró, tal condición y prefiere que el acto sexual que se prepara con su cliente no conlleve los desagradables efectos de una violenta violación y sus pésimos efectos psicológicos. Es por tanto ella misma la que lleva su mano al entrepierna de su carcelero y le abre la bragueta para que salga de ella un más bien tirando a pequeño pene, pero que ve sin duda apto para lo que se le exige a tal miembro.

-Sebastián: uhmm, desde el primer día, uhmm, que te vi, sabía que se escondía un pequeño demonio dentro de tu pecho.

-Gisela: déjate, muac, muac, de chorradas. Si quieres sexo te lo daré. Pero tienes que ponerte a mi mismo nivel, muac.

Lanzando tal desafío Gisela se pone de rodillas ante Sebastián y se le come el miembro con la verde experiencia que le han proporcionado 6 años de matrimonio. Sebastián acaricia satisfecho la cabeza de la mujer a la que ha invitado a punta de pistola a cenar, viendo reconpensados sus bien intencionados esfuerzos por compartir tan beningnos sentimientos con una que también considera admirable mujer.

-Sebastián: eres una joya, que envidia que siento por un marido que posee tan valioso enser.

-Gisela: gorbl, a mi no me posee nadie. (dice Gisela con la polla ante la boca) soy libre de hacer lo que quiero y con quien quiero.

-Sebastián: claro, claro, perdona, no quería decir eso.

Viendo satisfecha su afirmación Gisela prosigue comiendo la verga hasta que Sebastián le pide, elevando su cabeza, que le obsequie con algo más que un insípido sexo oral. Gisela se sienta a horcajadas encima del sentado en el sofá Sebastián y en un par de manipulares manuales de verga, queda encajada esta en su abertura vaginal. Gisela ve segura la penetración aún con el reducido tamaño del miembro, pues aunque pequeña retiene esta una dureza elevada cosa que compensará. Segura de su resultado Gisela se sienta vigorosamente.

-Gisela: mmmmm.

Sebastián no cesa de su asombro viendo obtenidos unos resultados superiores a lo que esperaba raptando la muchacha, pero curiosamente no puede hacer mucho con ello pues ahora mismo quien tiene el bastón de mando es Gisela, que bota y rebota con vicio su agresor.

-Gisela: mmmm, mmm, mmmm, mmm.

Al ser el hombre follado es contra la costumbre también él quien gime a cada uno de los pesados sentares de la joven. Estos caen encima de la cintura de Sebastián chafando y tragando rudamente un que está acostumbrado a más tiernos amorosos movimientos.

-Sebastián: ah, aah, ah, aah, m.

Gisela no siente piedad por un que la ha obligado a cenar con él por lo que su ternura y cariño se quedan en el lejano olvido usando con su nuevo amante la violencia que en 6 años de matrimonio no había salido y quizá nunca lo hubiera hecho de no haber tenido tan controvertida experiencia en que una mujer forzada sexualmente cabalga a un que se ve superado en vigores hombre.

-Sebastián: m, m, m, m, eresm, m, mujer de, m, m, armas tom, mar, m, m.

-Gisela: has empezado tú, ahora no te quejes.

-Sebastián: m, m, tranqum, ila, m, m, me lo tengo, m, merecido, m, m.

Gisela parece entender una supuesta sumisión de su violador, por lo que aumenta el ritmo de su cabalgada regalándose con el pene de Sebastián y su propia vagina con lo que no haría a un hombre al que quisiera bien.

-Gisela: mm, mm, mm, mm, mm, mm.

-Sebastián: aah, aah, aah, ahh, para, por favor, ooh, ooh, ooh, ¡para!.

-Gisela: ¡de eso nada! m, m, m, m, m, m.

-Sebastián: oh Dios, aah, aah, aah, aah, ¡auxilio! ¡auxilio!!!

-Gisela: ja ja ja ja ja, ahora eres mi presa, vas a pagar por el cañón de la pistola con que me apuntaste.

-Sebastián: uh, m, por favor, m, era mentira, oh, oh, no era una pistola, sino un encendedor.

Gisela se detiene instantaneamente y escucha la que aún se recita confesión de su violador.

-Sebastián: no llevaba ninguna pistola, era un encendedor/linterna.

Tuve de verdad un abuelo en la guerra civil, pero no me dejó más que ropa de campaña vieja y ningún arma.

-Gisela: ah bien, eso cambia las cosas. ¿Perdona, te he hecho daño?

-Sebastián: no, nada de eso, pero pasa que tengo el corazón un poco débil y un follar tan salvaje quizá me lo hace fallar.

-Gisela: bien, entonces no te lo haré tan bestia. Pero, arrepiéntete de haberme secuestrado.

-Sebastián: me arrepiento de corazón, te amenacé con un encendedor/linterna pero fue como hacerlo con una vil pistola, porque te lo supuse. No te haré nunca más nada así.

-Gisela: por supuesto que no me harás nunca más esto, ni que quisieras. Ni a mi ni a nadie, ¿entendido?

-Sebastián: entendido, no haré nunca más bromas pesadas de estas a nadie.

-Gisela: vale, entonces, si me permites, continuaré.

-Sebastián: adelante.

Gisela vuelve a adoptar su cabalgamiento esta vez a un ritmo más civilizado. Goza de ello tanto su arrepentido violador como ella que deja volar su inmaginación y recuerda el aparente engaño que le soltó Sebastián cuando trataba de conquistarla diciéndole que toda mujer debe haber sido infiel como mínimo una vez en su vida. Cree realmente la joven mujer que tal infidelidad la realizará como esposa y le enseñará a ser verdaderamente fiel; hubiendo conocido el bien y el mal y hubiendo elegido correctamente.

-Gisela: uhmm, uhmm, uhmm, uhmm.

-Sebastián: ah, ah, ah, muy bien hermosa. Te has convertido en mi instructora, seguiré tus lecciones eternamente.

-Gisela: aah, aah, eso espero, mm, mm.

Gisela se tumba ahora encima de su víctima y lo sigue botando con ese trasero que sube y baja sacándole el mejor fruto que puede ofrecer la pequeña verga. La cogida no dura mucho más pues mirando el reloj el secuestro ha durado tres horas y Gisela tiene diversos deberes conyugales que acometer. Cuando se le hace presente a la joven que es ella quien tiene las reglas y su marido posiblemente haya llamado a la policía por su desaparición, descabalga de Sebastián y toma el mismo teléfono con que llamó él para la pizza. Así desnuda en casa de un desconocido la honrada mujer le dice a su marido por teléfono.

-Gisela: . . . Santiago . . . . tranquilo, no me ha pasado nada, pero es que me he encontrado una vieja amiga del colegio y con la ilusión que me ha hecho me he olvidado de todo. . . . . . . si, vale . . . . . llegaré en media horita . . . . . . de acuerdo, hasta luego -chas-

------ FIN 1ª TEMPORADA MOBBING SEXUAL ------

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Viaje de final de curso (10: que te folle un pez)

Viaje de final de curso (9: triple desvirgamiento)

Viaje de final de curso (8: jorobado de Santiago)

Viaje de final de curso (7: hacer la comunión)

Viaje de final de curso (6: pulpo a la gallega)

Viaje de final de curso (5: friend´s daddy)

Viaje de final de curso (4: bocatto di cardinali)

Viaje de final de curso (3: tomando un té)

Viaje de final de curso (2: nouvelle cuisine)

Viaje de final de curso (1: la estación de serv..)

Aprendiz de puta (8: epílogo)

Aprendiz de puta (7: el conde drácula)

Aprendiz de puta (6: cogida como perra)

Aprendiz de puta (5: la 1ª vez con una puta)

Aprendiz de puta (4: el escondite)

Aprendiz de puta (3: psicologoputa)

Aprendiz de puta (2: primera jornada)

Aprendiz de puta (1: Casting)

Desvirgamiento en el Palau de la Generalitat

La lámpara mágica 2ªT (16: la botella)

La lámpara mágica 2ªT (15: la tropa)

La lámpara mágica 2ªT (14: el muñeco)

La lámpara mágica 2ªT (13)

La lámpara mágica 2ªT (12: reina)

La lámpara mágica 2ªT (11: un favor)

La lámpara mágica 2ªT (10: el banco)

La lámpara mágica 2ªT (9: cine porno)

La lámpara mágica 2ªT (8: sexo & política)

La lámpara mágica 2ªT (7: las termas)

La lámpara mágica 2ªT (6: de cazería)

La lámpara mágica 2ªT (5: el probador)

La lámpara mágica 2ªT (4: autoestopista)

La lámpara mágica 2ªT (3: violación)

La lámpara mágica 2ªT (2: el loco)

La lámpara mágica, 2ª temporada (1:desvirgamiento)

Los bribones

Un remojón en el estanque

Limpiando platos

2001 - Una odisea espacial

Dentro del laberinto (6: el castillo)

Dentro del laberinto (5: el centinela canino)

Dentro del laberinto (4: el ogro bueno)

Dentro del laberinto (3: el consejo del anciano)

Dentro del laberinto (2: enigma de los guardianes)

Dentro del laberinto (con Jennifer Connelly)

Matrimonio de convenencia

El lavabo de caballeros

La amputada

El orangután de mi mejor amiga

Vamos a escuchar habaneras

El balneario de reposo (7: la despedida)

Travestismo

El balneario de reposo (6: me debes una)

El balneario de reposo (5: la muchacha)

El balneario de reposo (4: la cueva)

El balneario de reposo (3: el jardín)

El balneario de reposo (2: la sauna)

El balneario de reposo

La empollona

Mi jefe en la tienda

Criadita en el baño

A escondidas

Tomando el sol

La lámpara mágica (08: Rata, mi perro)

La lámpara mágica (07: doble penetración)

La lámpara mágica (06: mi abuelo)

La lámpara mágica (05: el cura)

La lámpara mágica (04: el desgraciado)

La lámpara mágica (03: un paseo en yate)

La lámpara mágica (02: el viajecito en autobús)

El vendedor a domicilio (2)

El vendedor a domicilio (3)

La lámpara mágica

Lolita - de Vladimir Nabokov

Aladín (JASMINE versus JAFAR)

El mercadillo

Don Ignacio, el papá de mi amiga

El jorobado de Notre Dame

Universitaria japonesa

Tawne: ¿Papá, me has comprado algo para mi cumple?

Desvirgamiento en el confesionario

El viejo verde

Abuso de tontita

Criadita (2)

Terapia ginecológica (2)

Blancanieves y los 3 enanitos

El maestro cocinero

El vendedor a domicilio

El típico cura pederasta

Mi experiencia (6: El papá de mi amiga)

Mi experiencia (5: Mi amiga y su perro)

El baile de disfrazes - versión straight

Mi experiencia (4: Don Jesús, mi dentista)

Mi experiencia (3: El abuelo de mi amiga&compa;ñía)

Intercambio de estudios con los EEUU

San Pedro y la angelita Gabriela

El abuelo de mi amiga lety (Mi experiencia 2)

Mi experiencia

Abuso sexual en el internado

Caperucita roja

El salón de videojuegos

Eurodisney

La alumna II de La alumna por eskipi

Papá Noel

Las dos moritas

El director de mi colegio de cuando era pequeña

Criadita

Mi padrastro la tenia flaca

El violador del ascensor

Sexo con una sindrome de down

Mi vecino en el bus

Skater-girl

Plata, la niñera

El amo del cibercafé

Fiesta con mi viejo amigo y su hija

Terapia ginecológica

Sesión ciber

Santo insomnio

Violacion disfrutada

Baile de disfrazes (II)

Baile de disfrazes