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Criadita rechoncha

en Sexo con maduros

-la-la-la-

-la-la-la-

-Bertina: ¡qué limpios! ¡qué transparentes! ¡cual gota de lluvia! la, la la.

Bertina, la neumática chavala, se siente gozar de su humilde trabajo. Ahora mismo limpia unos toscos cristales de ventana de madera pero para ella parece ello representar un victorioso triunfo sobre su eterno enemigo; la suciedad. Bertina sopla un momento hacia el recién limpiado cristal para que se pegue su aliento a él y comprobar con ello que no trasluce ninguna marca dando prueba de que está totalmente limpio.

-Bertina: ¡bravísimo! ¡bravísimo bambina! je je je.

Bertina contempla un instante más el limpio cristal pero no para comprobar que haya quedado limpio pues esto lo ha comprobado ya, sino para congratularse de su obra y que se haga su eterna sonrisa aún más larga de lo que suele estar pegada en su rostro.

-Bambina: -suspiro-

La muchacha se queda más segundos de los necesarios admirando su tarea, y es que tan agradables pensamientos de la chica han desembocado en otros agradables pensamientos no estrechamente relacionados con la pulcritud, sino con lo igualmente agradable que le parece la contemplación de los diversos reclutas que pasean ahora mismo por la plaza a la que da visión su ventana.

-Bertina: . . quien pillara uno . . je je.

Contempla un segundo más los guapos reclutas que ve fuera pero no tarda en desechar tan pueril pensamiento y retorna a su tarea.

-Bertina: vafanculo...

Oyó esta palabra Bertina hace mucho tiempo, de niña, de la boca de una francesa. No sabe qué significa ni si es un piropo o un insulto, pero ha adoptado la palabra en la mente de la chica, el suavizado significado del feo "a tomar por el culo". La chica toma el paño prieto en sus dedos de nuevo y prosigue su limpieza de la antigua estantería de libros que precisa más cuidado que un maldito cristal o un maldito recluta.

-Bertina: mm, mmm, mm, mmm.

Bertina vuelve a tararear, como prácticamente siempre, una de las canciones que recuerda de cuando vivía en la villa, y que se escuchaban en las ferias.

-blam-

Un lejano portazo interrumpe peró, el canturrear de Bertina. "Será el señor Eugenio" piensa la muchacha, "que regresa del bar". El señor Eugenio es quien le ofreció trabajo y casa cuando llegó ella de la villa sin conocer nada ni a nadie en la capital. Ha sido muy bueno desde el primer día y le ha ofrecido además de trabajo, su propia vivienda que se encuentra en la misma residencia del señor Eugenio. No es que sea este señor uno de €uros en un bolsillo y en otro, pero para lo poco que necesita Bertina, un lugar donde vivir y unas pocas perras con las que salir los domingos con su amiga Mercuria, es suficiente. Otra puerta se acaba abriendo ahora en la misma estancia donde se encuentra la chavala. Ella se gira un instante, sin abandonar su tarea, e habiendo descubierto de quien se trata lo saluda amablemente.

-Bertina: hola señor Eugenio, ¿qué tal lo pasó en el bar?

-Eugenio: bien, muchacha, bien. ¿Sabes a quien me he encontrado?

-Bertina: dígame, ¿a quien?

-Eugenio: a Tomás, chica, un amigo que hacía siglos que no veía. Incluso me creía que estaba criando malvas.

-Bertima: ja ja, lo habrá sorprendido.

-Eugenio: ya ves si me sorprendió. Es un amigo que conocí hace mucho tiempo, cuando tuvimos que bajar a Marruecos a pelear contra los moros.

-Bertina: ¿guerra contra Marruecos? debe de hacer mucho tiempo de eso, porque yo no me acuerdo que tuviéramos nunca una guerra contra allá abajo.

-Eugenio: y tanto que hace tiempo, no siglos como te he exagerado antes pero sí un puñado de lustros.

-Bertina: ¿uhmm? lustros? y eso cuanto tiempo es?

-Eugenio: ja ja, que poco que os enseñan en la escuela hoy día. Un lustro, muchacha, son 5 años. Si lo calculas tú tienes entre 4 y no llegas a 5 lustros.

-Bertina: a ver, 5x4 y por 5, mmm, sí, tiene razón señor Eugenio, no llego a 5 lustros, ja ja, no soy aún una lustrera como la guerra contra los moros.

-Eugenio: ja ja.

Acompañando su sonrisa el señor Eugenio le da una amigable palmada en el panorámico pandero de la muchacha.

-Bertina: ja ja, pero espero poder llegarlo a ser, señor Eugenio, como usted.

Después de esta breve conversación, Bertina prosigue su higiénica tarea y el señor Eugenio se sienta en su propio sillón para después de ponerse unas feas gafas leer el periódico que ha entrado junto a él.

-Eugenio: . . rogamos que el señor tenga piedad de Juan Pablo Gonceslao, fallecido hoy día 1 de septiembre a la edad de 88 años . . ¡Oh Dios! me ha abandonado otro amigo! Ahora se ha muerto Pablo! Quien lo iba a decir... con lo vital que se le vio siempre.

Mientras la chica friega el salón continua la conversación abandonada hace unos minutos cuando el señor tomó el periódico.

-Bertina: lo siento señor Eugenio ¿qué era? un viejo amigo?

-Eugenio: y tan viejo, y tan amigo. Era precisamente uno con los que fui a Marruecos. Junto a Tomás y a muchos otros. Hacía mucho tiempo que no le veía el pelo y ya me figuraba que iba para mal y estaría encerrado en casa o en el hospital. Y ahora me llega la noticia de que este sí está criando malvas... ¡oh Dios! qué día tan desdichado el de hoy. Primero una buena noticia al encontrar a un perdido Tomás, pero la mala noticia me llega después de la buena y eso lo tira todo para abajo. Mi querido Pablo, tan buen chico que era.. Me estará, nos estará mirando desde el cielo a mi y a todo el batallón del almorávide.. Algunos del batallón también estarán junto a él en el cielo, y algunos otros lo esperamos desde aquí, para unirnos tarde o temprano a ellos.. oh Dios...

Bertina nota maternal cómo su patrón se está deprimiendo y soltando la fregona al suelo acude a su lado para ayudarle no en la higiene de la casa sino en el mantenimiento de su maltratada moral.

-Bertina: no se deprima por favor, señor Eugenio, a todos nos llega la hora tarde o temprano. A mi también me va a llegar la hora un día y no por eso me deprimo. ¡Ande! alce esa cara, hombre..

-Eugenio: a ti te tiene que llegar la hora un día... sí... pero ¿cuanto queda para eso? 40 años? 50, 60, ¿más?

-Bertina: sí, falta espero mucho tiempo, pero, no conoce ese dicho que dice; no hay quien te quite lo bailado. Todas las cosas que ha hecho usted en la vida, que si ir a Marruecos en guerra, casarse con su difunta esposa, tener todos esos hijos de los que me ha hablado en ocasiones. ¿Y yo? yo no he hecho nada de eso, y quizá no llegue a tener nunca la que ha tenido usted tan provechosa vida. Imagínese que ni me caso, ni tengo hijos, ni voy a ninguna guerra en los 50 años que me quedan de vida... Preferiría haberlo hecho ya y morirme... no se lo tome a mal, dentro de 3 años.

Eugenio se mira a su criada y la plática de esta parece haberle encendido una chispa de gracia e ilusión en esa que ha recibido tan deprimente noticia hoy.

-Eugenio: qué bonita eres, has conseguido lo imposible, sacarme de mis historias. Algo que me pasa a menudo y necesito un par o tres de días para olvidarlas. Y ese par o tres de días me pasan como un par o tres de años que son restados a mi vida restante. Gracias Bertina, eres un cielo.

-Bertina: usted es un cielo para mi.

Bertina se acerca maternal a la carita de su patrón y le da un besico en los labios.

-muac-

-Eugenio: eres divina.. además de animarme me das un beso... como me los daba mi querida Gonzala, que en paz descanse.

El señor Eugenio tiene sentada a su criada al lado del sillón desde el momento en que esta acudió en su ayuda, y no se ha dado cuenta del momento exacto en que la ha abrazado.. quizá cuando ella le ha dado un besico o quizá .. no le importa mucho cuando, el hecho es que le encanta estar abrazado junto a su criada; él sentado en el sillón y ella en el brazo de este abrazándole igualmente con los suyos brazos.

A Bertina le encanta recibir amor de bebés, amigas, perritos o sea cual sea el ser que se lo dé. Y ahora siente tiernas ondas de rosado amor procedentes de su patrón que se le meten entre los pechos mientras ella lo tiene abrazado.

-Bertina: yo también le quiero mucho señor Eugenio. ¡Oh perdón! le he dicho también cuando usted ni tan siquiera me lo ha dicho, je je.

-Eugenio: algunas cosas no hace falta decirlas para comunicarlas.

El señor Eugenio realmente no le ha dicho a su criada que la quiere, entendiéndolo esta por telepatía o quien sabe qué método. Y por si no fuera suficiente ese desconocido método el señor Eugenio usa otra más clara manera para decírselo; toma a la muchacha de la carita y le da un expresivo beso en la boca a diferencia del primer besico que le dio esta en la boca, ahora diríase le besote o así diría le la poco entendida en besos Bertina. Diría le así al notar que la lengua de su patrón se le mete en la boca y a ella le encanta entregarle su misma lengua entregando ese que le gusta tanto entregar y que se lo entreguen cariño.

-Bertina.Eugenio: lap, lap, lap, lap, lap.

Bertina no sabe ya si sentirse maternal, esponsal, o hijal, porque en cualquier de los aspectos tiene semejanzas pero en ninguno de ellos podría plantearse, al menos de forma real. Bertina separa un momento la boca de su patrón y le dice.

-Bertina: quien lo iba a decir, hace un momento se apenaba usted viendo finalizada su vida y yo le animé contándole que no había hecho ni la mitad de cosas que hecho ha usted. Usted me ha afirmado diciéndome que aún me queda mucho tiempo y quizá ese tiempo mío y suyo acaban siendo de la misma persona; nosotros.

-Eugenio: no digas bobadas, como iba a casarme con una bella mozalbeta como eres tú. No haré ni la mitad de la mitad de la mitad de los años que harás tú. Sería para ti tan sólo un recuerdo de tus aún primeros años de juventud.

-Bertina: es posible, aún así me gustará recordarle, aunque sólo sea en mis primeros años de juventud.

Diciendo esto Bertina se vuelve a lanzar a la boca de su patrón pero en esta nueva etapa en plan activo; activa Bertina se desabrocha el batín para mostrarle esos que quiere darle como primer plato a su patrón. Como primer plato a su patrón y como primer plato a ella, pues aún no ha mantenido con un chico unas relaciones que pasen de vaporosos besicos en infantiles juegos corriendo por el bosque con sus primos. El señor Eugenio queda boquiabierto al ver los enormes pechos de su criada. Es este señor uno criado a la vieja escuela que aprecia el tamaño de los senos sabiendo que sólo una mujer de peso puede gozar de tales ubres. Ignorando que es el primero en mamar leche de ellos, toma el izquierdo y le da una ruidosa chupada.

-Eugenio: chrrrrrrrrp.

-Bertina: mmm, señor Eugenio, mmmm, nunca nadie me había chupado la mama.

Eugenio saca la boca del pecho de su criada con una latente sorpresa y alarma.

-Eugenio: ¿que nunca?... entonces tampoco...

-Bertina: ¿tampoco? oh, creo que ya sé usted a qué se refiere... y no... tampoco...

-Eugenio: no hay problema.

Eugenio sintiendo resurgir en sus arterias una fuerza que creía olvidada, abraza de nuevo a su criada para besarla con renovada pasión. Ella como mujer nota el efecto que han tenido sus comentarios en el vigor de su patrón, y se ve satisfecha de haber obrado de la más femenina forma que existe, excitando. Se siente la muchacha recompensada cuando nota la mano de su patrón que invasora le baja los calzones mientras sigue esta mamando de su teta. No puede reprimir Bertina un inexperto gemido que se le escapa cuando la mano, los cinco dedos del señor Eugenio, se apropian de su negro triángulo que no ha notado nunca otros dedos que los suyos al responsable-mente limpiarse casi a diario.

-Bertina: ooh, señor Eugenio.

Eugenio: así me gusta, que un leve resbalo de mis dedos cumpla en ti el efecto que tendría una morena verga en el experto chocho de una... una experta mujer.

-Bertina: oh sí, me gusta mucho que me haga usted eso, mm.

El señor Eugenio masturba experto la novata panocha de la muchacha. Una vulgar puta ya notaría la roja sabiduría sexual del señor Eugenio y, más nótalo una casta virgen que aún no ha sentido tan sólo una mediocre verga meterse le dentro. El señor Eugenio masturba a su criada un rato disfrutando del animal placer de la contra masturbación y del evolucionado placer de sentir los tiernos gemidos de la muchacha que le hacen crecer la verga incluso más de lo suficiente para su cometido. A Bertina le pasan los minutos volando y se empieza a hacer oscuro cuando el señor Eugenio se acuerda de los deberes a él impuestos por el padre creador de la naturaleza; coger a la chica. A resultado del despiste del señor Eugenio, Bertina ha sido masturbada vaginal mente durante casi una hora. Ha vivido la muchacha, aún virgen, diversos orgasmos que no le han hecho desfallecer en la entrega a su patrón sino todo lo contrario. Le han aumentado más si cabe el amor con que desea entregarle el cariño de su panocha. El señor Eugenio la despierta de su sueño y la alza del sillón diciéndole.

-Eugenio: venga moza, que se me había ido la cabeza haciéndote el dedo, es hora de pasar a palabras grandes.

-Bertina: oh sí, señor, llevo esperando esto muchos años, sea usted generoso por favor.

-Eugenio: y tan generoso que voy a ser, con este pandero.

-tap-tap-

Dice el señor Eugenio dando un par de palmadas al también generoso trasero de Bertina, que es mostrado le levantando el desabrochado batín. El señor Eugenio tiene la verga a punto de estallar después del interminable rato que llevaba esta pidiendo turno. Por eso no usa mucha de su centenaria ternura cuando le apunta la verga en la rosada panocha de Bertina.

-Bertina: con cuidado, por favor.

-Eugenio: claro, cielo, claro.

-zuuuuuuuuum-

-Bertina: ¡oooooooh!

La dura verga del señor Eugenio ha entrado del golpe en la prieta panocha de la muchacha. El señor ha aprendido con los años que una embadurnada en saliva verga entra donde quiere y, por eso la ha lubricado con unos escupitajos antes de meterla y propinar le un poco brutal desvirgamiento.

-Bertina: ooh, señor, me ha dolido mucho..

-Eugenio: es lo normal muñeca.

-zuuuuuuuum-

-Bertina: ¡oooooh!

-Bertina: por favor, pare, pare un instante por favor...

-Eugenio: tranquila, no te acobardes que es lo peor.

-zuuuuuuuum-

-Bertina: ¡oooooooh!

-Bertina: por favor señor, se lo pido por favor...

-Eugenio: te digo que tranquila.. tranquila... siente la... y todo pasará mejor.

-zuuuum-zuuuum-zuuuum-zuuuum-

-Bertina: oooh, oooooh, oooh, ooooh, ooooh, señor, aaaaah.

El señor Eugenio coge vigorosamente a su criada hasta que los gemidos de esta le indican con su tono que no se va a quejar más, como mínimo de puro dolor.

-Eugenio: y bien, muchacha... ¿cómo te supo?

-Bertina: ooh, oh, h, señor, al principio me dolió mucho, pero luego... mmm, no pare por favor, señor, que me gustaba mucho.

-zuuuum-zuuuuum-

-Bertina: ooooh, oooooh, ooooooh.

El señor Eugenio sabe que este, sino el último, será uno de los últimos polvos que pegue en su vida, y más a una virgencita. Por lo que exprime bien la relación sexual y coge a su protegida hasta avanzadas horas de la tarde en que es su misma salud la que le recomienda acabar. Sabe el señor Eugenio que correrse y liberar su leche le robará gran parte de la escasa energía que tiene y que usa para hacer latir su corazón, por lo que decide acabar sin correrse desechando el infantil deseo de hacer un hijo más en su larga vida. El señor le saca la verga de la pucha y termina el polvo sin la sabrosa traca final con que ha vivido tantos y tan lujuriosos años.

-plas-plas-

-Eugenio: se acabó lo que se daba muñeca.

-Bertina: oh, ¿no se me corre dentro?

-Eugenio: no hay ninguna necesidad, ¿qué me debe quedar? dos, tres meses de vida... ay el pobre Pablo, he vuelto a pensar en él... tan vivo que había sido siempre.. él con su pelota de trapo y...

-Bertina: oh, no se apene señor Eugenio. Que usted lleva muchos años a sus espaldas y nadie le quitará lo bailado.. y ....

--------------FIN-------------

Este relato lo dedico a José Luis Sampedro y a su obra La sonrisa etrusca. Libro que en su día puso las primeras piedras en mi personal estilo pornoliterario.

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