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La lámpara mágica 2ªT (6: de cazería)

en Zoofilia

Domingo dominguero ¿qué me tienes preparada? Ayer después de mi aventura en el centro comercial pensé en ti, y dedicí guardarme las fuerzas que me sobraban para el regalo que me tengas hoy.

Hablo sola conmigo misma, lo hago a menudo y ahora mismo lo hago ante el tazón de colacao que me almuerza. Si no me equivoco hoy es mi sexto día convertida en mujer, y si me equivoco tanto da, porque dispongo de 15 días en total para poner en práctica todas, o casi todas mis fantasías.

En el conjuro de hace medio año, en que me convertí en una chavala de 14 años, me pasó por la cabeza que un día me cogieran en el bosque. Pero traté de pensar quien podría ser mi amante y sólo se me ocurrió un cazador perdido, pero al ser entonces verano había veda en la campiña. Pero ahora falta apenas dos semanas para que empieze el invierno. El bosque, y más hoy domingo, estará repleto de cazadores ansiosos de presa. ¿Y si fuese yo esa presa? y en vez del típico jabalí o perdiz, que se dé un cazador con un trofeo nunca visto hasta ahora. Mmmm... muy interesante la idea. ¿Pero como lo atraigo? porque no me va a cazar con sólo verme pasear por la jungla. Y no voy a pegarme un cartel de "fóllame" en la frente porque eso le quitaría toda la gracia. ¿Y si me disfrazo de cierva? no, no, lo único que conseguiría con eso es un puñado de perdigones en mi redondo trasero.

¿Y si.... me disfrazo de hada del bosque? de nínfula encantada? Sí, No sería tan raro pues el martes yo misma me encontré un duende mágico. ¡Sí, sí! me pondré una túnica llena de brillantina, una corona celestial en la cabeza, y el desanparado cazador se creerá que ha topado con una aparición. Una extremadamente sugerente aparición encarnada por la bella mujer de 20 años que soy ahora mismo, que despertará los más bajos instintos del cazador, que se me tirará encima preso del sabor del pecado, que degustará de las manos, o más bien de las piernas de la encantadorá hada del bosque que se encontrará. Mmmm, mi plan parece perfecto, digno del equipo A. ¡Pues vamos a ello!

Una vez tengo el plan en la cabeza el siguiente paso es realizarlo. El disfraz de hada lo encuentro en el desván de la tienda. Un viejo disfraz que se usó en el carnaval de vete a saber qué año. Entonces con él en la mochila, vestida informal, y con Rata (mi perro) al lado, me dirijo a marcha ligera hacia el monte. Tardo un par de horas en llegar a una alejada zona apropiada. En el mismo corazón del monte, y hubiendo oído algún que otro disparo por el camino, indicador de que "la caza" está cerca.

-Sombrera: este es un buen sitio Rata. Je je, ahora te voy a dar una sorpresa.

Le digo a la vez que saco el disfraz de la mochila. Me visto con el brillante traje, me coloco la corona y le digo a Rata.

-Sombrera: ¿qué te parece?

Él me dirije su inexpresiva mirada y sigue con sus movidas de oler rastros.

-Sombrera: bien, me encantan tus opiniones.

Yo escondo la mochila tras un árbol y me despreocupo del perro. Cuando se canse volverá aquí o a casa. Entonces es plan de pasar al ataque. Me quedo inmóvil unos minutos parando la oreja a ver qué oigo, al final oigo la llamada que espero.

-b.o.o.u.u.m- -b.o.o.u.u.m-

Ese tiene que ser un cazador, lo he oído en esa dirección. Emprendo mi búsqueda en la dirección de los disparos, con paso ligero pero todo lo silencioso que puedo y me permiten las hojas del suelo. Por el camino oigo un par de disparos más, que se oyen cada vez más fuertes, señal inequívoca de que no se me escapa. Por fin oigo un disparo como si estuviera al lado.

-¡Boouumm!-

Inmediatamente se pone mi atención al máximo, lo tengo a tiro. Voy escudriñando entre las hojas a ver si lo diviso, y por fin lo veo. Es un hombre de complexión fuerte, cargado con una gruesa escopeta y a la vez con el zurrón a la cintura. Ha pillado ya una pieza, se le ve un manojo de plumas sobresaliendo del zurrón. Es el momento "me digo". Saco mi arma secreta del escote, una bonita flauta que iba incluída con el disfraz de hada. Tratando de hacerme visible y audible, salgo de la espesura acercándome a la posición en que está el cazador. El ojo avizor soldado montañés repara en mi a la primera.

Conmigo tocando la flauta y saltando como gilipollas, atrapo su atención de forma ineludible. Yo sigo haciéndome la película sola a la vez que me acerco a él. Él peró no parece tener la reacción que esperaba y se me lanza encima, sino que sigue observándome como aquel que mira un mimo de la calle. Cuando llego al punto en que estoy más cercano a él por fin tiene una reacción.

-Cazador: donde vas loca?

-Sombrera: ¿euh?... lo-lo-lo-ri-lo-lo-ri-lo-ri-lo-lo.

-Cazador: óyeme ternera, no tengo nada en contra de los enfermos de la cabeza. Pero será mejor que te largues de aquí porque este no es un sitio seguro, y menos para ti. ¿Necesitas ayuda, que te lleve hasta casa?

-Sombrera: ¡no!

Decepcionada como nunca he estado en mi vida, aprieto a correr y me alejo del dominguero a más rapido no poder. Mi mente también ha sufrido unos cuantos cambios morfológicos en mi conjuro de cambio de sexo, y estoy llorando cuando me detengo en la cima de un peñasco ya lejos del cazador.

-Sombrera: ¡buuuuuuh, buuuuuuuh! maldito capullo, con lo fácil que tenías meterla en caliente! buuuuuuuuh!

Lloro encima del altozano con la mitad de la montaña y todo el valle a mis pies. La visión es bellísima y eso ayuda al cabo de un rato a secar mis ojos. Cuando me he recuperado vuelvo a meditar un poco sobre como cambian mis planes después del despecho inflingido por el cazador. Estoy muy cabreada, creo que no volveré a sonreir a un cazador nunca más, almenos siendo Sombrera. En fin, voy a volver a casa y ya me lo pensaré mejor allí como acabar el día. Así es que, me re-escondo la flauta en el escote y emprendo mi camino de vuelta hacia el punto de encuentro de Rata y yo.

Voy marchando entre triste y meditabunda, ni el mejor chiste del mundo sería ahora capaz de hacerme reír. En esta marcha también he perdido la atención a mi entorno y me encierro en mi misma, usando preferentemente los pies para tantear el terreno. De pronto un fuerte pero lejano rugido me saca de los sueños.

-G.r.o.a.r.r.r.r.r.r-

Uy, uy, uy, a ver si con el jueguecito me acaban comiendo. El rugido proviene de la misma dirección en que se va hacia mi punto de encuentro. Por lo que, con miedo a perderme, sigo mi camino recto pero silencioso. Oigo un par de rugidos más a medida que avanzo, pero me da más miedo perderme en medio de la montaña, que ver de lejos el bicho que ruge, o sea que continuo. Al final tengo el inevitable encuentro con el tenor de los rugidos. Es un enorme oso, que si mis conocimientos sobre el tema no fallan, se trata de un oso pardo, especie en peligro de extinción aquí en la península ibérica.

Está derecho en sus dos patas traseras ante una que parece cueva. Y de vez en cuando echa uno de sus rugidos. Quizá es que está en celo y llama a una hembra. Sé que es un macho porque, en fin, la cosa es evidente.

Paralizada por el impresionante espectáculo que tan solo había tenido ocasión de ver por la tele, resto contemplativa un rato. No ceso ni un momento de observar el oso y sus progresiones. Todo el rato hace lo mismo; cada dos o tres minutos se levanta sobre ambas patas traseras y pega un rugido que dura unos 5 segundos. La contenplación se adueña de mi y mi mente, y va dando saltos por diferentes de mis lóbulos cerebrales, uno de ellos el sexual.

¿Y si fuese yo cogida por este oso? Je je, la cosa sonará a chiste, pero ese cazador me ha enojado mucho y sería capaz de cualquier cosa. Está en celo y... sé por mi perro que los animales no tienen muchos reparos en la zoofilia, sexo con otros animales. Que tan sólo tiene un sér que soltar las hormonas masculinas o femeninas o lo que se quiera, para excitar al sujeto en cuestión. Podría yo excitarme un poco, para que mi panocha suelte los efluvios sexuales necesarios para excitar al oso, y en vez de comerme.... que me folle.

-Sombrera: ja ja ja.

Inconscientemente me río a boca abierta, sin reparar en que estaba siendo silenciosa cual espía. Deseando no haber sido descubierta miro hacia el oso, este estaba de pie rugiendo y su alarido ha sido bruscamente interrupido por la captación de mi risa.

-Sombrera: oh oh.

En fin, la suerte está echada. Si me pongo a correr me perseguirá y me comerá. Sólo puedo hacerme su amiga y... no puedo hacérmele amiga hablándole de grupos de música, sino mostrándomele juguetona y llena de vida como él. Vamos a ello, dios me ampare.

Salgo al pequeño clarito ante la gruta diciendo palabras en tono simpático, tratando de ganarme la confianza del oso.

-Sombrera: hola tío, que tal, como va la movida, ¿estás en celo? je je, a mi también me pasa a veces.

En este discursar me voy acercando a él y creo que me lo he ganado, pues no me ruge ni enseña los dientes sino que eleva su hocico para olerme. Al verle olerme regresa otro plan a mi cabeza, que la había visitado mientras miraba al monstruo rugir. Con la misma naturalidad con que le hablo me llevo la mano entrepiernas y me froto un poco. A la vez lo miro y trato de hacerme la idea de que me coja del pompis y me meta la polla. Ayudada por mi fogosa personalidad me pongo caliente enseguida, y hasto yo huelo los efluvios vitales que mi panocha suda. Me pongo a 4 patas y me le doy la vuelta para mostrarle mi back-panorama. Él me huele directamente el trasero y parece gustarle, pues se recrea un rato en que me roza alguna que otra vez con la nariz, o la lengua, la rajita.

-Sombrera: mmm, no me dirás que no eres capaz yoguito mío...mmm...te da verguenza con un ser humano..mmmm.

El oso me pasa por la panocha la lengua más grande que me han pasado nunca. No me lame el extrecho desplegamiento sexual posterior, sino que me lame el pompis entero con su pala. Pero no deja de ser ello dulcísimo, y si no tenía suficiente con mis efluvios vitales de celo, ahora lo llamo al apareamiento con mis rugidos.

-Sombrera: oooorrggg, groaaaarr, ooorrrrg.

Al fin el oso se lanza al ataque; me toma con sus garras de los costados, afortunadamente por la parte en que hay vestido, y empieza a dar empeñones a ver si la consigue colar.

-Sombrera: uuuoop, ¡eeeh jinete! un poco más abajo! uoooop! ahora hacia la derecha! ¡uuuuuuuuoooooooooooppppppppppp!

¡La metió! Lo noto que su pene se me mete dentro. A primer juzgar la impresión es fuertísima, pero debía de estar yo con el miedo en el cuerpo, porque cuando tomo consciencia de que realmente me está cogiendo, no noto una polla monstruosa dentro de mi, una polla grande sí, pero no monstuosa como el oso.

-Sombrera: oooooh, oooooooh, ooooooh, quien lo iba a decir, oooooh, que te atreverías, oooooooh, ooooooh.

Debo de estar mostrando la visión más pornográfica que se ha visto nunca en el mundo, porque vete a saber, quizá soy la primera mujer en la historia que hace el amor con un oso.

El oso se sigue metiendo en mi y lo hace con, faltaría más, una fuerza sobrehumana. Somos muy diferentes, pero en la parte sexual hay entre nosotros una muy buena unión. El ambiente montañés está un poco fresquito, pero teniendome unida al oso y a su abrigo como carne y uña, se me pasan todos los fríos. El oso suelta rítmicos gruñidos mientras me mete, y eso se me engancha y hago como él.

-Sombrera: grrrrr, grrrrr, grrrr, grrrrr.

La vez anterior que me convertí en chava, hace medio año, ya tuve mi experiencia zoofílica con Rata. Pero eso fue un jueguecito de estar por casa, sin riesgo ni emoción alguna comparada con hoy. Esto de estar en plena y fría montaña, lejos de todo signo de civilización, cogida por un oso salvaje que si quiere me arranca la cabeza de una bofetada...fuuu... habrá personas que se desmayarían tan sólo verme, pero las cosas claras; estoy loca y apuro mi cuerpo de mujer al máximo. Dios quiera que no tome daño estos 15 días que me esperan.

El oso sigue cogiéndome en la misma posición no mucho rato, en unos 10 minutos convertida en su juguete particular, se acaba corriendo. Evidentemente, como su preparación biológica se lo dispone, me coge fuerte del pompis cuando se va a correr, para que no se escape ni una gota. Noto unos potentes chorros de semilla masculina que me suelta en el interior de la vagina. En ese mismo instante tengo un orgasmo tremendo. Mi cuerpo pierde toda fuerza como si en la vida hubiese tenido nada de ella. Caigo al suelo inerte tocando con la punta de los dedos la 4ª dimensión, o quizá la 5ª vete a saber, en el estado en que me sumo no estoy en muchas condiciones de reconocer dimensiones. El caso es que todo mi cuerpo tiembla pero no de frío, sino de alegría. Y extasiada, me desmayo.

No sé cuanto tiempo pasa desde que pierdo el sentido hasta que me levanto, pero cuando lo hago ya es oscuro. Con la luz de la luna trato de aclararme un poco quien soy y donde estoy. Finalmente lo descubro, estoy ante la cueva del oso que me ha cogido esta tarde, aparte de que hace mucho frío. Me acerco a la entrada de la cueva para ver si el oso me permite dormir con él. Pero maldición (GRoaRR) el rugido que me echa me deja seca.

-Sombrera: ¡vas a echarme de tu casa después de haberme follado como nunca me ha follado nadie!?

-Yogui: GRoaaaaaarrrrrrr.

-Sombrera: bien, veo que sí. Eso te lo aseguro ¡serás el último!

La oscuridad no debe dejar ver la horrible cara de irritación que arrastro en mi vagar por la montaña. Está oscuro, hace un frío tremendo, y yo voy vestida de hada del bosque. Y lo que es más ¡estoy perdida! Llorando de rabia caigo de rodillas al suelo y viene sólo una idea a mi cabeza; Rata, si tu me abandonas deseo morirme, aquí en medio la montaña. Poniéndome dos dedos en la boca hago la llamada en que entrego la suerte a mi perro.

-Sombrera: ffiiiiiiiuuuuuuuuuiiiiiiiittttttt.

Después de silbar me dejo rodar al suelo y en posición fetal, para conservar cuanto más calor posible, me duermo. Hace rato que me he dormido cuando unos lenguetazos en la cara me despiertan. Me levanto y abrazándole con fuerza vuelvo a ponerme a llorar, pero esta vez de alegría.

-Sombrera: ¡rata, rata! te quiero! buuuuuuuuh.

Después de espavilarme y con Rata de guía emprendo el camino al que me lleva, que sólo puede ser nuestra casa. Tardamos mucho rato en llegar a la ciudad, unas dos o tres horas de marcha. Cuando llegamos estoy destrozada, de tanto caminar y tanto follar, apenas me quedan fuerzas para levantar la mirada a los transeuntes madrugadores, que hoy lunes por la mañana, miran extrañados como una mujer vestida de hada del bosque transita por la calle acompañada de un perro. Llego a casa que el cielo empieza a aclararse, aún están las luces urbanas encendidas pero dentro de poco su cometido va a ser innecesario. Entro en casa, me desnudo y lanzo mi disfraz al suelo, tengo las fuerzas justas para meterme en la cama, y con la luz encendida, me duermo.

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