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La lámpara mágica (06: mi abuelo)

en Amor filial

-sssssshhhhhhhhh (el agua cae sobre mi con higiénico efecto, me estoy duchando)

Viernes por la mañana y me estoy tomando una cálida ducha. Como cálidas fueron las casi 4 horas de ayer, mientras el padre Bernardo me follaba cogida del altar de la iglesia de san Eduardo. Mmmm este era uno de los caprichos que he arrastrado desde hace mucho tiempo, que me cogiera un cura. Y esta semana en que tengo este delicioso cuerpo de chavala, concedido por el genio de una lámpara mágica el domingo pasado, no se me podía escapar este capricho. Mmm tengo mucho otros caprichos pero...vamos a escogerlos con cautela, porque me quedan apenas 3 días para el domingo, en que de forma otra vez mágica, recuperaré mi masculino cuerpo de siempre. Entonces voy a pasar lista; un balcón de rascacielos, un autobus, un yate, un desgraciado, un cura...¿qué me queda? Uy, muchas cosas, pero vamos a ser selectivas pues no hay tiempo que perder.

Otra de mi más sugerentes fantasías es el incesto. Hacerlo con un familiar. Mi padre está muerto, mi hermano está casado/fiel y mi primo es gay, entonces es mi abuelo la presa. Está en un asilo pues está bastante quemado de la vida. Jeje, es como si estuviera en una tienda, solo tengo que ir allí y recogerlo como quien recoge una pizza y pacasa. Les diré a las enfermeras que me lo llevo a dar un paseo, ellas me reconocerán como la nieta Sombrera de siempre, pues ya me lo dijo el genio que la gente que me conociese antes del conjuro, también están afectados de una especie de encantamiento, y me ven como la Sombrera de siempre. Por lo tanto mi abuelo verá en mi su nieta preferida y eso trataré de ser je je.

Después de sacar el perro me visto guapa, con el mismo vestido largo que me puse ayer, y emprendo el camino. El asilo cae más o menos a la misma distancia de mi casa que la iglesia de san Eduardo a la que fui ayer. Por lo tanto puedo recrearme un ratito caminando con mi nuevo cuerpo por la calle. Las miradas que pegaba antes de hombre, a las féminas con que tropezaba por la calle, son ahora las que recibo yo, y multiplicadas. Porque no hace falta que el varón sea guapo o joven o lo que sea, sino que soy yo la que determino si vale la pena mirarme. Y de sobras que vale la pena. Soy una linda chavala de 14 años, ni muy gorda ni muy flaca, con un buen par de mamas y otro buen par de mofletes traseros. Camino con la decisión que me ha marcado siempre y eso digamos que "vende". Vende una gratificante impresión de una verdadera chica guapa que alegra el día a quien le eche un vistazo. Pues con ello cada uno de los hombres que me mira piensa "con mujeres así vale la pena vivir 10 años más".

El ocioso paseo acaba cuando llego al asilo. Nada más entrar me encuentro con la dichosa recepción, a la que tengo que hacer el pedido de mi abuelo.

-enfermera: ¿señorita Sombrera? ¿que quiere llevar a su abuelo a dar un paseo? sí, por supuesto, espérese un instante aquí por favor.

Al cabo de un par de minutos aparece otra enfermera con mi abuelito cogido del brazo.

-abuelo: que tal...sombrerita...cuanto tiempo...ya nunca vienes a ver al abuelo Issac.

-Sombrera: uy abuelito, es que tengo mucha faena, pero hoy que tenía el día libre del todo me he permitido venir a verte. ¿Quieres que nos vayamos a dar un paseo?¿Y pasamos por todos esos sitios que te gustan tanto?

-Issac: sí claro querida, vamos a tomar el sol un poco, que aquí en esta despensa me están secando como a un jamón.

Con esta frase se le suelta una pequeña palmada al muslo de la enfermera que tiene al lado.

-enfermera: je je je, vaya uno que está echo usted don Issac, muchos chavales querrían tener la energía que tiene usted.

Con esta pequeña broma, cojo a mi abuelo del brazo y nos encaminamos hacia ese paseo.

-Sombrera: que tal aguelo, ¿te tratan bien en este club?

-Issac: pues mira, no es el cielo que me espera, pero yo creo que las enfermeras lo hacen lo mejor que pueden, y pedirles más sería abusar.

-Sombrera: claro aguelo, tienes tus años pero no eres el típico cascarabias, ¿tenéis algún cascarabias en el asilo?

-Issac: ya ves si los tenemos, y unos cuantos, entre madame Clodobea, y el señor Baldomero y media dozena más, hacen del purgatorio del asilo, un verdadero infierno, pero para las enfermeras y no para ellos.

-Sombrera: ja ja ja ja.

Entre una y otras conversaciones, y bromas y risas, voy dirigiendo nuestro paseo hacia mi casa. Una vez allí le digo.

-Sombrera: vamos a entrar aguelo, ¿te apetece jugar una de esas partidas a cartas que jugábamos cuando yo era una niña?

-Issac: mm sí, porque no, será delicioso recordar todas esas tardes de verano que nos pasamos a la fresca de la terraza, jugando a la butifarra.

-Sombrera: sí sí, jugaremos a la butifarra, pero te enseñaré una nueva variante que he aprendido.

Una vez dentro de casa, Issac saluda con furia al furioso Rata, que ruge de alegría después de tanto tiempo sin verlo. Mientras él juega con el perro, yo preparo la mesa retirando la tostadora y limpiando un poco las migas de pan que hay esparcidas. Cojo el juego de cartas y le digo que ya está todo listo. Nos sentamos uno ante el otro y nos disponemos a empezar la partida.

-Issac: ¿y en qué consiste esa nueva variante de la butifarra que me has dicho antes?

-Sombrera: tranquilo, todo llegará, el juego empieza como siempre pero ya te diré cuando hay que obedecer las reglas nuevas.

Issac y yo empezamos a jugar con juvenil ilusión, como hace más de 10 años en la terraza de la casa de verano. En eso que Issac pierde una mano y yo le digo.

-Sombrera: aquí está la nueva regla, cada vez que pierdas una mano, te tienes que sacar una prenda de ropa. Y si soy yo que pierdo, me la tengo que sacar yo.

-Issac: ja ja ja ja ja, ¿pero qué juego es este?¿y a estas cosas jugáis los jóvenes de hoy en día?

-Sombrera: sí aguelo, hazme caso y verás como nos divertimos un montón.

-Issac: bueno hija, voy a hacerte caso, pero no tendrás una cámara escondida ¿no? para después enseñar las fotos a mis amigos del asilo ¿no? ja ja ja.

-Sombrera: no, tranquilo aguelo, que verás como nos lo pasamos muy bien.

Siguiendo mis reglas mi aguelo se saca un calcetín. El juego continúa y el no parece haber perdido la táctica de la butifarra, porque consigue quitarme lo que cubre mis pies primero, después sacarme el vestido le cuesta 4 manos ganadas, y acabamos los dos en ropa interior jugando. A él se lo ve con la misma alegría que ha tenido siempre, haciéndome bromas con las cosas más simples del mundo, pero a las que quizá la gente no damos la importancia debida. Un par de manos más y estamos los dos desnudos. Él se ríe constantemente del juego al que lo he arrastrado. De jugar a cartas con una linda chavita, y acabar desnudo con ella jugándo aún.

-Issac: bien, y ahora que los dos estamos desnudos, ¿si gano yo, qué te sacarás tú? y ¿si ganas tú, qué me sacaré yo?

-Sombrera: pues tranquilo que también hay reglas para eso. Si gano yo, te podré decir que hagas lo que yo quiera. Y si ganas tú, me podrás decir que haga lo que tu quieras.

-Issac: ja ja ja, vaya juegos de cartas más raros a los que juega la gente hoy día.

Reanudando el juego, esta vez presto atención y me dejo ganar.

-Sombrera: ahora te toca a ti aguelo. ¿Qué quieres que haga?

-Issac: uy pues, déjame pensar, a ver, qué podrías hacer. ¡Ya lo sé! date la vuelta y camina con las manos como cuando eras chiquita.

-Sombrera: uy abuelo, no sé si podré. Hacía eso que quizá tenía 6 u 7 años. Los años pasan y una cambia, y soy quizá el doble de larga que en esos tiempos. No me aguantaré derecha.

-Issac: mmmm eso vamos a solucionarlo de una manera. Yo te aguantaré las piernas y tú solo tendras que aguantarte derecha y caminar con los brazos.

-Sombrera: vale, pero solo tres pasos, y después seguimos jugando.

Desnudos los dos en la cocina/salita nos acercamos y yo pongo las manos en el suelo.

-Sombrera: vale abuelo, ahora yo levantaré la piernas, y tú cógelas porque sino me caeré.

Hacemos lo dicho y al segundo o tercer intento lo conseguimos. Él me sostiene derecha al revés, conmigo mirando hacia sus pies, por lo tanto mostrándole yo un espectacular panorama de mi raja, y mostrándome él otro no tan espectacular panorama con la pija apenas morcillona.

-Sombrera: vale abuelo, ahora vamos a dar los tres pasos, y aguántame porque si no me caeré.

Caminando él hacia adelante y yo hacia atrás con mis manos, y con alguna que otra dificultad, al final lo conseguimos y doy los tres pasos.

-Sombrera: uffff, por fin.

Con su ayuda reposo los pies en el suelo y nos volvemos a sentar. Yo de vez en cuando le echo un vistazo al ciruelo. Y una morcilla que le colgaba al principio de la prueba, ahora ha tomado forma más de verdadera butifarra. Gorda pero sin llegar a estar erecta.

Otra vez reanudamos el juego y esta vez (como pretendía) gano yo.

-Sombrera: pues ahora yo te voy a poner una prueba también. Pero para que veas que no te guardo rencor, no va a ser tan difícil. Tienes que hacerme cosquillas durante un minuto.

-Issac: ja ja ja, nunca tendrás bastantes de cosquillas. Te recuerdo de niña que siempre me pedías que te las hiciera. Pues voy a hacértelas y te mataré de risa, ja ja.

Para evitar golpes nos sentamos en el sofá y él se prepara al ataque.

-Issac: ¿quien es el hombre más malo del mundoooo?

-Sombrera: túúúúúúúú.

-Issac: ¿quien va a castigar a la niña más mala del mundoooo?

-Sombrera: túúúúúúúú.

Acto seguido sus manos pasan al ataque y empiezan su fiero cosquilleo.

-Sombrera: ja ja ja ja ja ja ja, ja ja ja ja ja ja, ja ja ja ja ja ja ja.

Las manos de mi abuelo corren con velocidad por mi cuerpo. A cualquier otra persona le daría como tabú de hacerme cosquillas en según qué sitio. Pero mi abuelo me ha tocado todos los sitios de mi cuerpo alguna que otra vez en la vida. Y no se corta en jugar con mis tetas, o hacerme cosquillas en esa zona tan sensible del lado interior del muslo.

Como hacía yo de pequeña, respondo también al ataque de las cosquillas, y lo manoseo con furia. Acabamos los dos haciéndonos cosquillas a la vez. Yo no soy tonta y le ataco su punto débil, le hago cosquillas entrepierna.

-Issac: ¡eeeeeeh, qué tocas cochinaaaaa! ja ja ja ja ja.

-Sombrera: que te he pillado aguelo, ahí te tengo dominado.

Entre palabra y palabra y risa, me encuentro masturbando un ya erecto miembro.

-Issac: je je, qué haces Sombrera, esto no lo hacías de pequeña.

-Sombrera: ya te he dicho que he aprendido nuevos juegos. Tranquiloo...verás como te gustará.

Diciendo esto aproximo mi cara a él y lo beso en la boca, siguiendo mi masturbación, lo beso con la lengua y deposito sus manos en mis pechos. Poco a poco, ambos vamos cogiendo el ritmo de relación íntima. Yo le suelto el cimbrel y lo abrazo. Él me come los pezones mientras me mete el dedillo.

-Sombrera: ooh, ooh, abueloo, hacía años que deseaba esto.

-Issac: pues me has echo esperar mucho hijita, un poco más y llegas tarde.

Entre juego y juego, yo le como el cimbrel y él me haze una paja a la cubana, o así es como entiendo yo a meter la verga entre los senos.

Seguimos jugando otro largo rato todos los juegos que nos olvidamos de jugar cuando yo era chica. Y acaba llegando el momento en que los juegos no pueden imitar lo que de verdad queremos, juntarnos de la manera más próxima que se pueden juntar un hombre y una mujer, con la penetración.

-Sombrera: déjame montarte abuelo.

-Issac: soy tuyo.

Mirándole a los ojos con más amor del que le he mirado nunca, me siento encima de él. Tomo su pene y lo hago jugar un rato con mi panocha, siente delicioso el contacto de ese pene que hace tantos años que me conoce. Me pregunto si nunca antes mi abuelo había había sentido excitación conmigo. Acabo segura de ello, pues el contacto con él, conmigo siendo niña, estuvo marcado de una intensidad que a veces yo no entendía bien. Entre sueños y fantasías la cabeza acaba ensartada en mi. Primero de forma suave, me lo trago lentamente hasta el final. Noto que mi abuelo se encuentra bien, y voy subiendo la velocidad a medida que veo que no le causaré ningún problema. Acabamos unidos con un delicioso ritmo de amor, en que lo cabalgo sin prisas pero sin pausas.

Tanto yo como él gemimos, ninguno de los hombres que he amado esta semana gemía, pero mi abuelo me quiere como quiere su corazón, y la relación que estamos teniendo le hará vivir eternarmente, como las gotas de agua.

Lo follo durante practicamente todo el día, teniendo en todo momento medida y precaución, para no forzarlo. El primer polvo que pegamos lo hazemos conmigo cabalgándolo en el sofa. Pero echamos también conmigo siendo cogida como perra y conmigo en la posición del peregrino.

Lo dicho, el día que pasamos juntos se hace inmortal.

Acabamos la relación sexual por allí a las 5, a esa hora Issac me alarma que tiene que tomarse una pastilla que le dan en el asilo. Nos vestimos y arreglamos en un momento y volvemos a emprender el paseo pero esta vez de vuelta. Una vez llegamos al asilo, las enfermeras me dicen.

-enfermeras: que tal don Issac, ¿se lo ha pasado bien?

-Issac: de fábula chicas, donde está una buena nieta que se quiten todas las enfermeras.

-enfermeras: ja ja ja ja ja ja ja ja ja.

En ese momento me viene una idea loca a la cabeza. Quiero hacer una cosa y la haré. Cojo a Issac y delante todos le doy un largo beso francés. Él tampoco se corta un pelo y durante el beso me palpa los senos y me mete la mano entrepiernas. En acabado nos separamos y contemplamos satisfechos como todas las enfermeras nos miran con ojos como platos estupefactas. Ni una de ellas se atreve a articular una sola palabra, o quizá es que no lo consiguen. Nos separamos con un último pico y nos decimos.

-ambos: ¡hasta otra!

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