Resulta que cuando yo era una chavala tenía un amigo galego que había inmigrado a nuestra comunidad con sus padres. Su nombre poco importa y si importara me lo inventaría, o sea que nada. Fuimos amigos desde el inicio de la educación secundaria pero nunca hubo entre nosotros ningún escarceo pues éramos, verdaderos amigos. Yo empezé a trabajar en una tienda y él, ni me acuerdo.. creo que de pescador.. o soldado.. en fin que no me acuerdo. Nuestra tropa seguía yendo junta en plan adolescentismo y resultó que un día llegó del oeste otro galego con sus padres. Se llamaba Fernando... o Andrés.. fua, nunca he tenido buena memoria para los nombres, y es que este segundo amigo no fue pas una inolvidable amistad. Lo que sí fue inolvidable es, su padre. El tal Fernando o Andrés o como se llamara tenía una familia a la que enumeraré por miembros.
Tenía una madre.. más bien feucha, yo soy seguidora de eso que dicen que la cara es el espejo del alma y esa mujer debió tener gran cantidad de pecados que se la ensombrecían. Después tenía una hermana, de tal palo tal astilla, alta, flaca y con un poema de cara. Era feíta sí, pero no por ello mala. Era recuerdo buena chica, y a diferencia de su madre no estaba su belleza marcada por posibles malas acciones, sino que simplemente era así, buena moza. La hermana era como 4 o 5 años más grande que el hermano, el hermano por cierto, denía tener un par o tres años menos que yo, un verdadero adolescente en sus primeras estaciones.
Simpático, gracioso y sin astilla alguna de mal en su corazón. Y por cierto, mono. Después vamos a la madre del cordero, el padre, que por cierto no era padre sino padrastro de la familia en total. Era un hombre... grande, fuerte, con gran vigor viril y peludo y barbudo como un oso. Había pasado lista de la familia en total, en las diferentes visitas domésticas que habíamos hecho diferentes miembros y miembras de la tropa, pero nunca había intercambiado con los padres más de dos palabras importantes, o eso me pareció, dada la importancia del día que se plantó el árbol (es un decir). Ese día pues, estábamos en casa de Andrés o Fernando o como se llamara; yo, Andrés, mi primer amigo gallego, alguien más había pero, que no me acuerdo! :D. Bueno pues en eso que yo estaba enbobada con vete a saber qué y la tropa estábamos hablando con los padres de trivialidades. Y salió él y se sacó una botella de un fuerte licor galego; orujo. Creo que nos invitó a tod@s, pero yo sólo recuerdo como me invitó a mi entregándome un minúsculo vasito. Yo lo tomé valiente pensando que nada en un vaso tan pequeño podría hacerme daño, y me lo tomé de un trago. L@s que hayáis probado el orujo galego sabréis lo que sentí en ese primer trago, una ola de lava ardiente se deslizó por mi garganta para acabar en mi esófago. Me asombré por supuesto, y la broma con mis amig@s y el padrastro de mi amigo se alargó un rato con el efecto que había tenido ese beber en algunos de nosotros que no lo conocíamos. El día terminó aquí sin nada más importante. Pasaron unos días y otro día estábamos en casa de Andrés o Fernando o como se llamara y... creo que ya nos íbamos, y el padre me dijo; que me pasara un día que me iba a dar otro sorbo del orujo, pues cosa aparte yo fui la más asombrada por el elixir. Yo le respondí que sí, que ya me pasaría aunque de verdad sin ninguna intención de hacerlo. Y la verdad no lo hice, almenos de forma adrede.
Resultó que un domingo por la tarde no había ido con mis amig@s sino que estaba paseando el perro, y da la casualidad que pasé al lado de la casa de mi segundo amigo galego. No pensaba en absoluto lo que estaba a punto de suceder y observaba lo que debe observar toda dueña de perro; sus progresiones en los árboles y ruedas de coche. Y en esto que oí mi nombre y me giré para ver, el padrastro de mi amigo, en su balcón, llamándome. Me acerqué al balcón y charlamos 4 chucherías y me invitó a subir para echar un trago. Yo no tenía la menor intención de aceptar su invitación, pero la situación era una de esas que se llaman inexcusables, por lo que con Rata, mi perro, subí.
Me recibió en su piso con una sonrisa, como era habitual, de oreja a oreja. Me sacó la mítica botella y me sirvió un vasito. Sonriéndonos los dos con malovosía tomé el primer vaso y me lo bebí, como exigía la supuesta valentía, de un trago. El padre de mi amigo siguió bromeando con una cosa y otra y, en broma broma me sirvió otro vasito. Por esos momentos mi alegría orujera estaba ya retada y me lo bebí más rapida y automaticamente que el primero. El orujo galego facilitó que las cosas se hicieran más facilmente y su mano iba pasando de mi espalda a la botella, para llenarme otro vaso, y mi persona se vio totalmente confiada agradeciéndole todos esos regalos que me hacía. En una de esas que el padrastro me atacó de forma bastante directa y tomando mi mano en el momento que me daba otro vasito, me tomó toda para besarme.
La botella y el vasito cayeron al suelo pues tanto yo como él nos acupamos con atención al otro. El padre de mi amigo no tenía las timideces que acostumbraban a tener los chavales con que me había enrollado alguna vez, y sin cortarse un pelo me tenía tomada de los pechos que aún no nos habíamos sentado en el sofá. Cuando nos tumbamos en el sofá incluso a mi me vino algún que otro atisbo de miedo ante el atrevimiento del señor. Me sacó los pantalones como si yo fuera un bebé al que hubiera que cambiar el pañal. De hecho me sacó toda la otra ropa sin mucho pedir.
Todo hay que decir que en esos momentos yo ya no era virgen, en concreto lo había hecho un par de veces; la primera con un casi desconocido en flechazo de fin de año, y la segunda con un amigo al que por cierto ayudé a poner cuernos a su novia, sin ninguna mala intención por mi parte.
Bueno que, un poquitín bebida en el sofá de casa de mi amigo era sin duda propiedad de su padrastro. No sé si era ayudada por el efecto del orujo, o la particularidad de la situación, o mi evidente fogosidad juvenil, o la suma de todo ello, pero me lo pasaba cantidad de bien con las cerdadas que me hacía ese hombre grande y feo. El simple hecho de recordar como ese hombre poco fashion chupaba las tetitas de la linda muchacha que era me hace subir los humos, y creo de verdad que esa relación tuvo efecto importante en los gustos que actualmente tengo. No recuerdo del todo bien como se dio todo, pues hace de eso una eternidad, sólo tengo algún que otro recuerdo perdido, como cuando me cogía estando yo perra en el respaldo del sillón, o cuando por primera vez vi su verga y me eché a reír de lo grande que era. No me acuerdo tampoco si se me corrió dentro (lo hicimos sin preservativo) sólo me acuerdo del final del polvo en que yo lo montaba y después de una húmeda azaña de fieros botares él me pidió que me detuviera. Me vestí, me fui y volví algún otro día a beber orujo. Pa mi que su mujer sabía de nuestra relación, pero se la callaba como se callaría seguro muchas otras cosas. Tiempo después la cosa terminó como el rosario de la aurora y por eso mejor no os lo cuento, no atiar el fuego que se dice en mi tierra.