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Por fin... La verdadera Eugenia

en Sexo con maduras

Llego el día señalado y ya estaba yo con mi equipaje a la puerta de la parroquia. Como siempre había llegado el primero. Pero poco a poco fueron llegando los chicos y chicas que irían de convivencias. Iban acompañados de sus padres. Oyendo las típicas recomendaciones, de porta bien, obedece, que no me entere que das problemas, etc.

          También llegaron Mariví, Mª Jesús, Eugenia fue la última que llego con su marido, el cual me saludo muy efusivamente. Estuvimos hablando un rato, hasta que llego el párroco y nos dijo que antes de salir quería hablar con nosotros, me despedí del marido de Eugenia y entramos al despacho.

          El párroco, nos dio una pequeña charla de moral. Para decirnos a continuación, que teníamos una responsabilidad muy grande con las 21 chicas y los 14 chicos que llevábamos. Que eran todos jóvenes de 16 años y por eso nuestra responsabilidad sería mucho más grande. Para finalizar el “discursito”, el párroco nos dijo acordaros de que… “El hombre es fuego; la mujer, estopa; llega el diablo y sopla” contestándole Eugenia… “Ni estopa con tizones, ni la mujer sola con varones”, muy bien dicho Eugenia dijo el párroco.

          Ante todo eso, mi cara era de perplejidad. Pero Eugenia interpreto que no lo había entendido y ella muy amablemente delante de todos me explico que eso alude al riesgo existente en la demasiada familiaridad o el trato frecuente entre hombres y mujeres, por la fragilidad humana. En resumen, Carlos, que hay que evitar que los jóvenes que llevamos “familiaricen” demasiado o más de lo debido. Asentí con la cabeza, porque si llego a tratar de pronunciar alguna palabra, me hubiera reído a carcajadas.

          Cuando subí al autobús, que fui el ultimo, por tener que cargar unos paquetes del párroco, me di cuenta de que estaban separados los chicos de las chicas. Y nada más subir Mariví me indico que me sentara con ella. Como se quiso unir Mª Jesús con nosotros, nos fuimos al fondo del autobús.

          Eugenia iba sentada sola y el párroco en el primer asiento junto al conductor. No sé porque, pero creo que Eugenia pensaba que me sentaría con ella. Nosotros tres íbamos detrás e íbamos riéndonos bastante, el viaje se presentaba entretenido, esperaba que en Madrid fuera todo mucho mejor.

          Lo que pude observar, era que las chicas parecían mucho más maduras que los chicos, los cuales iban jugando con sus Nintendo, pasaban de las chicas, bueno no todos, pero si la mayoría. Entre las chicas había una que iba mucho con Bárbara y Paola, de vez en cuando se giraba disimuladamente y miraba, diciéndole luego algo a la amiga que llevaba.

          Se las veía majas, pero seguro que hubieran preferido no llevar el uniforme del colegio, lo que no sabían ellas o no se daban cuenta que esos las hacía más morbosas.

          Paramos en un pueblo de Albacete y allí hicimos un descanso, lo que aprovecho Eugenia para hablar conmigo.

-Parece que ahí atrás os lo pasáis muy bien.

-Tratamos de que el viaje se haga menos pesado.

-Como veo que no quieres hablar conmigo.

-Eugenia, sabes que eso no es así, me siento muy cortado.

-Esperemos que podamos hablar en otro momento.

-Seguro que sí.

          Luego nos unimos al resto de la gente. Desayunamos y continuamos el camino. Algunas chicas trataron de “vacilarme” un poco y yo lo cierto que me deje querer. Me quedé dormido sin proponérmelo y cuando me di cuenta, vi que habíamos pasado Madrid e íbamos por la carretera de La Coruña.

          Pregunté a mis acompañantes y ellas no tenían ni idea, así que me fui a la parte delantera del autobús y vi que el párroco iba dormido, le desperté para preguntarle a dónde íbamos. Él me dijo que, al Escorial, yo asombrado le pregunte” ¿Pero no íbamos a Madrid?” y el totalmente tranquilo me contesto… “Claro, esto es Madrid”. Lo dejé por imposible y me fui para mi asiento. Como Eugenia me vio contrariado me pregunto qué me pasaba y se lo conté.

-Que me acaba de decir el párroco, que vamos al Escorial, no a Madrid.

- ¿Y qué más da?

-Mujer, porque yo tenía pensado salir algún día por la noche.

-Hombre Carlos, vamos a pasar unos días de recogimiento, para encontrarnos a nosotros mismos… (La corte y levantándome dije)

-Bueno Eugenia cuando te encuentres me lo dices, porque yo no me he perdido.

          Me fui otra vez para atrás, les expliqué a Mariví y Mª Jesús lo que sucedía, ellas también se quedaron algo desilusionadas porque pensaban salir algún día por Madrid. Para tratar de alegrarnos, lo único que ya pedíamos es que el hotel, estuviera bien.

          Pero cuando ya creía que la cosa no podía ir a peor, el autobús se paró junto a lo que parecía como una residencia o un medio monasterio. Efectivamente ese era el lugar donde pasaríamos la semana. Eso sí era en plena sierra y el paisaje era muy bonito, algo espectacular.

          Todo estaba muy estudiado, en una parte de la planta irían las mujeres y en otra los hombres. Ya no quise hacer ni un comentario más. Como había muchas habitaciones libres, yo escogí sin consultárselo a nadie una con unas vistas espectaculares y alejada de las demás habitaciones. Nadie dijo nada ni nadie puso pegas.

          Una vez en mi austera habitación, abrí el balcón y me asome, en ese momento entro una bocanada de aire que me alegro un poco. Me vino a la cabeza la contestación que le di a Eugenia y pensé que me había pasado un poco.

          Después me baje a la planta baja y allí estaban solo los más jóvenes. Varias chicas volvieron a tantearme, yo las dejaba, me alegraba. Me venían protestando que ellas tenían que dormir de dos en dos. Yo las conteste que se lo dijeran al párroco, es más llegue a decirlas que, no tenía muy claro ni lo que hacía yo allí. Se pusieron a reírse.

          Sali fuera y pille a cinco chicas fumando. Se quedaron cortadas y vinieron muy asustadas a pedirme que no dijera nada. Yo en un principio me hice el duro. Y la que yo había visto con Bárbara y Paola, se dirigió a mí con su amiga, diciéndome que ellas eran muy amigas de Paola, Bárbara y su prima. El brillo de sus ojos al decirme eso, denotaban que sabía lo de ellas conmigo. Pero reaccione rápido y la dije… “¿Y?”

          No sé, si porque había más gente o porque no se esperaba mi contestación, no dijo nada más, a continuación, dije que se metieran dentro con las demás. Cuando se iban las pare a las dos y lo primero que hice fue preguntarlas el nombre.

          La que yo había visto con Bárbara y Paola se llamaba Mili y la otra se llamaba Laura. Ahora yo el que las miraba desafiantes y las pregunte…

YO-Ahora decirme, que querías decir con ese tonillo desafiante.

LAURA-Nada, nada.

YO- ¿Cómo que nada? ¿Algo querías decir?

MILI-No, no era nada. Una broma.

YO-Pues contarme la broma, que me ría yo también. O si lo preferís cuento lo del “fumeteo” vosotras mismas.

MILI-Si seguro que es mentira, por eso no decimos nada.

YO- ¿Qué es lo que es mentira?

LAURA-Yo no me atrevo.

MILI-Que Paola, Bárbara y su prima, dicen que te conocen bien.

YO-YAAAAAA. Explícate.

MILI-Es un corte y si luego no es verdad. (Se pusieron las dos súper coloradas)

YO-Es fácil, os ayudare. ¿Qué dicen que se han acostado conmigo? (Verlas así me ponían a mil, estaban muy buenas las dos, eran totalmente distintas físicamente, una con poco pecho y la otra abundante)

MILI, LAURA-Si, eso.

YO- ¿Vosotras las creéis?

LAURA-No sé. (Mili se quedó callada)

YO-La pregunta del millón o de mi silencio, si me la contestáis francamente, mi boca no dirá nada del tabaco. ¿OK?

MILI, LAURA-Vale

YO- ¿Quiénes sois más cachondas ellas o vosotras? (Hubo un silencio, pero Mili lo rompió)

MILI-Yo, segura que más que ellas. (Dijo con cara desafiante y orgullosa)

LAURA-Yo según el chico.

          Mire para todos los lados y cuando nadie miraba, le di un azote a cada una en el culo diciéndolas que fueran para adentro que ya hablaríamos, pero lo que me sorprendió fue lo descarada que fue Mili, que se quedó con el culo en pompa para que le diera otra palmada, pero esta vez metí mi mano por debajo de la falda y la di suavemente tocándola el culo.

          Como las asignaciones de habitaciones venían ya desde Alicante y sobre todo las chicas protestaron, el párroco me dejo el despacho que tenía y me dijo que eso lo arreglara yo, vinieron varias chicas y chicos para cambiar de acompañante. Las ultimas en entrar eran Mili y Laura, que como era lógico querían estar juntas. Hice el cambio y les dije que de lo otro nada de contarlo por a nadie, ellas al unísono me dijeron que todos eran unos muermos. Que ellas estaban allí porque sus padres las obligaron. Las asigne la habitación más cercana a la mía, pero aun así quedaba distante.

          Luego más tarde, el párroco reunió a todos los jóvenes en una sala que era como de reuniones, bastante grande. Nos avisó de que serían unas dos horas lo que estaría con ellos. Mariví y Mª Jesús aprovecharon que un sacerdote bajaba al pueblo para ir comprar unas cosas.

          Yo me fui hacia una zona que había visto desde mi habitación, que parecía como una rosaleda. Una vez que llegue allí había bancos para descansar y unas vistas muy bonitas, estaba ensimismado con mis pensamientos, cuando llego Eugenia y me hablo.

-Es una preciosidad de sitio.

-Sí, desde luego que si (Me sorprendió porque no la oí llegar)

- ¿Qué te parece si nos sentamos y aprovechamos para hablar?

-Bueno no sé, bueno tal vez… vale si (Me hice el nervioso. El cortado)

-Para que no te sea violento, te diré que lo que paso es lo más normal del mundo, no digo que estuviera bien, primero porque soy una mujer casada y segundo por la diferencia de edad. Pero es normal que, en un chico joven, en momentos concretos tenga “confusiones” y seguro que ahora estarás más que arrepentido, pero ya te dije que, por mi todo olvidado, nunca ocurrió. (Sonriendo en esta última afirmación, seguro que para darme confianza)

-Vale si tú lo dices… (Ya estaba preparado para arriesgarme a conquistarla del todo)

- ¿Si yo digo que? Se claro y no te preocupes.

-Yo contigo siempre he sido claro. No como tú. Pero a lo que me refiero es que tal vez pueda ser que me confundí un poco, pero lo que es seguro que no me arrepiento, me gusto.

-Ves cómo estas confuso, no te pudo gustar. Cuando lo pienses bien y lo medites ya verás cómo tengo la razón. Fue un simple impulso.

-No fue un impulso.

- ¿Cómo qué no? (Dijo con cara medio asustada o sorprendida)

-Durante toda la cena vi cómo te trataba tu marido, como te dominaba, pero lo que más me sorprendió fue tu sumisión, con los fuerte y directa que eres en las reuniones.

-Eres muy joven no lo entenderías. Y una cosa es como alguien viva de cara al exterior y otra muy distinta de puertas para adentro de su casa.

-Ves este tipo de contestaciones son las que no me gustan. Ni que la juventud hiciera que uno fuera tonto o estúpido. Yo entiendo las cosas de sobra.

-No quería que ofenderte. Lo he dicho porque no vives en pareja y con respecto a las mujeres estas muy verde todavía.

-Estaré verde, rojo o gris, pero puedo entender.

-Pues tratare de explicártelo, aunque no sé si me entenderás. En las parejas, se pueden adquirir muchos roles. Pues en mi pareja sucede igual, cada uno tiene el suyo.

- ¿Qué roles son esos?

-Los que sean. No es una cosa fija en cada pareja, son los que de mutuo acuerdo establezcan cada uno.

-Y dale… si no quieres contarlo no lo cuentes, pero no me marees, no trates de liarme. (Se lo dije para tratar de picarla)

-No te molestes es que eres muy joven e inexperto, seguro que no lo entiendes. Pero lo peor que lo mismo te llevarías una mala impresión. (Lo dijo muy nerviosa)

- ¿Solo has estado con tu marido, con ningún otro hombre?

-Solo, desde que yo era una cría.

- ¿Nunca te hubiera gustado haber conocido a otro hombre’

-No te entiendo. (Poniéndose toda colorada, por lo que si me había entendido)

-Pues mujer es muy sencillo. Pues en estos años, si no sentiste la curiosidad de “conocer” a otro hombre.

-NO, de verdad que no. Porque nadie me conoce mejor que mi marido.

-Bueno, eso lo dices tú.

-SI, lo digo yo. Y cambiando de tema, que ya he contado yo mucho. Me contaste que no te duraban las chicas, pero recuerdo, porque tengo buena memoria, que te daba vergüenza y no me contaste el motivo.

-Por algo muy íntimo de mi anatomía.

-Ya me imagino, pero… bueno no le des importancia.

-No te lo puedes imaginar.

-Si es por el “tamaño”, no le des importancia. A todos los chavales os ocurre lo mismo, la veis más “menuda” y os gustaría más grande. Es la gran preocupación de los hombres, empezando por mi marido, pero luego lo iras viendo más normal. (Todo esto lo dijo, como sin darle importancia, como si fuera espontaneo. Pero se le notaba el nerviosismo por hacer que parecieran naturales sus palabras. Pero ahora estaba mi respuesta y observar bien su cara)

-Ves como sabía que no tenías ni idea. Bueno no del todo para ser justos.

- ¿Cómo no del todo? (Con cara intrigante)

-Pues mira seré claro. No es por tenerla pequeña, por lo que se ve es muy grande y se asustan. Ya está dicho. (Con falso nerviosismo lo dije)

-No será para tanto, hombre. (La verdad que su cara vario poco)

-Como yo tengo buena memoria también, recuerdo que ese día tú me dijiste que tu marido era muy abierto y liberal, además recuerdo también que cuando te pregunte que era para ti abierto y liberal, te pusiste muy nerviosa.

-Nada de verdad, que no fue nada. Fue en una época que él tenía muchos “pajaritos” metidos en su cabeza, muchas fantasías. Pero cuando llego a la política se le pasaron.

-Me imagino que se le pasaron, lo mismo seria por guardar las apariencias. ¿Verdad?

-Pude que sí, posiblemente.

-Pero ya veo que no me quieres contestar.

-No, no es eso, es que… ya es demasiado personal. Y creo que ya he hablado demasiado. Además, hay que saber hasta dónde preguntar. ¿Tú no has visto que con lo de tu “medida” yo no he insistido más y lo he dejado por no forzar tu intimidad? Y te diré por qué. Hay algunas veces que hay que saber leer entrelineas y centímetro arriba, centímetro abajo, más o menos todas igual.

          Cuando yo estaba ya más que dispuesto a replicar y a intentar otra vez besarla, ella se levantó y diciendo que había refrescado, se fue en dirección al edificio. Me quede con un palmo de narices. No salió como yo quería, pero ahora tendría que analizar bien todo lo que habíamos hablado.

          Los tres primeros días para mi fueron un auténtico rollo, a excepción de las caminatas que me di por los alrededores. Eugenia seguía cercana, pero a la vez distante, lo que yo creía que había avanzado fue un espejismo. Mariví, se torció el tobillo, se hizo un esguince importante y andaba con muletas, además de estar quejándose todo el día y Mª Jesús de paño de lágrimas de Mariví.

          La cosa no podía pintar peor. Solo quedaba Mili y Laura, pero era demasiado peligroso. Yo todo el día más salido que el pico de una plancha y ellas dos en continua provocación, menudas dos zorritas.

          La última noche, fuimos invitados a cenar y a una representación teatral amateur, el párroco, Mariví, Mª Jesús, Eugenia y yo. El párroco y Eugenia decían que era imposible porque no se podían quedar solos los chicos. Por lo que yo me ofrecí, alegando además un fuerte dolor de rodilla, por una caída que tuve en el monte, que no fue nada, pero sí muy aparatosa porque me hice sangre y pareció mucho más de lo que era.

          El caso que al final la cosa quedo así. Se fueron y yo me quede a cargo de todo. Como es lógico, los chavales pensaron que podrían hacer lo que quisieran y una vez se fueron a sus habitaciones, esperaron para que yo me fuera a la mía y liarla. Pero ahí estaba yo pendiente y cuando los primeros “listillos” salieron los pille.

          Les di varias voces, con la intención de que los demás las oyeran y les avise de que estaría paseando por ahí hasta que llegasen los demás. Causo el efecto deseado, porque ya nadie salió de las habitaciones y todo estaba en silencio.

          Me acerqué a la habitación de Mili y Laura, no abrí la puerta del todo, estaba la luz apagada y asomando mi cabeza dije en voz baja… “Si alguna zorrita quiere algo, estaré en mi habitación” y no dijeron nada no se movieron. Estaban como dormidas, pero me daba la sensación de que no era así.

          Me fui para mi habitación, me desnudé y me metí en la cama, apagando la luz. Con la que venia del exterior era más que suficiente. Oí como se abría muy despacito la puerta, eran las dos, venían como dudando. Una vez que cerraron la puerta, dije… “Os sobra ropa”

          Se desnudaron rápido y la primera en meterse en la cama fue Mili, que rápidamente nos pusimos a besarnos, lo hacía bien y con ganas. Llevo su mano a mi polla y dijo… “JOOOOO… no habían exagerado, menudo tronco”, me hizo gracia.

          Mili se fue hacia abajo y empezó a jugar con mi polla, su lengua iba por todos los sitios, se la oía como chupaba. Giré mi cabeza y vi a Laura, de pies, pegada a la cama y mirando, no sabía qué hacer. Las dos eran delgaditas, se diferenciaban en que Mili tenía unas buenas tetas y un culo espectacular. Mientras Laura tenía pocas tetas, pero un culo más espectacular que el de Mili.

          No sabía si estaba dudosa o que le pasaba, porque además con tan poca luz, no se veía bien la expresión de su cara. Estire un poco mi mano para atraerla, pero dio justamente en su pubis, no fue intencionado.

          Pero ya que llego ahí, bajé un poco la mano y la puse entre sus piernas. Ella las abrió un poco y una vez que pude meter mis dedos, comprobé que estaba cachondísima. Ahora sí, la atraje hacia mí, nos besamos y se le empezó a pasar la “timidez”, la empuje suavemente hacia donde estaba su amiga. También empezó a chupar, pero notaba como las dos tenían mucho cuidado en no coincidir.

          Mientras yo con mis manos, tocaba los coñitos de ellas, las follaba con los dedos y había una cosa que me encantaba, era la manera de contonearse. Como no teníamos toda la noche, era hora de acelerar las cosas. Las hice subir, besando primero a una y luego a otra, así varias veces, hasta que las acerqué a las dos para darnos un beso los tres.

          Ellas al principio estuvieron un poco reticentes, pero al final muestras lenguas se tocaban mutuamente sin problemas de quien era la otra lengua. Luego me aparte y las acerque a las dos, que se dieron un beso intenso.

          Las puse a las dos en posición de perrito, una al lado de la otra. Lo hice para comerlas el coñito, pasaba de una a otra y mientras se lo comía a una, a la otra le metía los dedos. Estaban las dos riquísimas.

          Me puse un condón y dije que quien quería primero, Mili dijo que ella por supuesto, yo la dije que eso tendría un precio y ella dijo que lo que quisiese. Se la fui metiendo poco a poco, costaba. Ella quería que se la metiese toda de golpe, pero yo sabía que había que ir despacio. Una que la tenía toda dentro, ella solo decía con voz caliente… “Menuda pasaaaaada”.

          Dije a Laura que se colocara delante de ella y dije a Mili, empieza a comerla, pero Mili dijo que, de eso nada, que una cosa era un muerdo y otra muy distinta eso. Yo no dije nada empecé a sacarla y ella protesto, antes de terminar de sacársela, se agacho y empezó con mucha timidez a comer el coñito de Laura. A la cual se la veía un poco cortada también.

          Pero cuando se empezó a oír gemir a Laura, Mili se puso a comerla el coño con frenesí, lo que llevo a que las dos gimieran bastante alto, pero de pronto Mili se subió un poco, con la cabeza en alto y era que se iba a correr, haciéndolo profusamente.

          Laura que apenas decía nada, por lo que me di cuenta se quedó apuntito. Le dije que se pusiese como Mili y a Mili como estaba antes Laura.

          Si a Mili me costó a Laura fue igual, pero se movía mejor que Mili. No hizo falta decirla nada, ella solita se agacho y por lo que pude observar, desde el primer momento fue una fiera. Hice una cosa que no hice con Mili, la follaba el culto a la vez y no decía nada, se dejaba hacer. Se corrieron prácticamente las dos a la vez. Yo la estaba dando unas buenas embestidas cuando se oyó un vehículo. Mili miro por la ventana y dijo que era el coche en el que se había ido el párroco.

          Me Sali rápidamente y mire. Efectivamente ya habían llegado. Tardaron mucho menos de lo que yo había pensado. Las mandé rápidamente a su habitación y yo me vestí. Sali al paso de ellos, que les extraño verme levantado. Diciéndoles que estaba vigilando y contándoles lo que paso al principio. Tanto Eugenia como el párroco, me felicitaron por ser tan responsable.

          Me contaron que al final no se hizo la representación y que por eso vinieron tan temprano. Nos fuimos a la planta de abajo porque querían hablar, yo hacía como si me costara bajar las escaleras por la rodilla, hacia el papelón de estar fastidiado, porque ya se me había ocurrido otra cosa.

          Estuvimos cerca de una hora hablando y luego nos fuimos para la cama. Cuando llegué a mi habitación y encender la luz, me encontré con una visitante. Imagine que era una de las dos zorritas y no me equivoque. Aunque la sorpresa me la lleve cuando vi que era Laura, la que parecía más tímida, más dulce.

          Cerré la puerta apagué la luz y no me lo pensé más. Le dije que tenía que ser rápido, no nos fueran a pillar. Después de estar acariciándonos un rato, nos pusimos a hacer un 69, que bien se le daba a Laura, mucho mejor que a Mili. Parecía una experta y más para su edad. Yo estaba loco por correrme y acabar. No quería seguir arriesgando. Me estire para buscar un condón y entonces ella me dijo…

- ¿Qué haces?

-Buscar un condón.

-No quiero condón, no hace falta, quiero sentir toda tu leche.

-De eso nada, no quiero embarazos ni problemas.

-Quien habla de embarazos. Quiero que me des por detrás.

- ¿Por detrás?

-Si, por el culo.

-Pero tú sabes que te va a doler y no tengo lubricante.

-Déjate de tonterías, lo primero que me desvirgaron fue eso y durante mucho tiempo.

          No hable más, ella se tumbó boca abajo y era vedad ese culo se tragaba todo. Según se la metía, de todas maneras, lo hacía despacio, ella se masturbaba y de vez en cuando culeaba para meterse más polla en su culo. Qué barbaridad como se movía la “modosita”. Yo ya estaba a punto, ella en voz baja me dijo que cuando estuviese a punto, que la avisase, que se quería correr conmigo a la vez y se paró de masturbar.

          Ya estaba muy cerca de correrme y la avise. Ella volvió a tocarse y a menear el culo con más fuerza. Cuando noto mi corrida, ella mordió la almohada y vaya manera de correrse, no era la de antes con su amiga. Ella se vistió y la acompañe hasta la puerta, abrí y me asome para ver que no había nadie, diciéndola que podía salir, pero antes de eso me dio un buen beso.

          Al día siguiente iniciamos el regreso con toda normalidad. Llegamos a Alicante y cada uno nos fuimos sin decir nada para sus respectivos domicilios. Yo nada más llegar a mi casa, llame a mi tía.

-Tiita del alma, necesito otro de tus favores.

-Ahora me es imposible hablar, en cuanto pueda te llamo.

          Más o menos a las dos horas o más, me llamo mi tía ya era de noche.

-Imposible llamarte antes, tenía gente en casa y cuando has dicho lo de “tiita”, sabía que era para hablar sin gente delante. ¿Me equivoco?

-No, no te equivocas.

-Así que cuéntame que pasa con tu “amiguita” Eugenia.

-Joder tía, pareces bruja.

-Jajaja, cuéntame golfo.

-Mira, quiero que la llames, que lo de la rodilla era peor y no me puedo mover, que mañana tendrás que buscar a alguien para que me ayude, porque tú no puedes por tu trabajo, pero para mañana no tienes a nadie y la pides que me venga a ayudar.

-Pero que narices te ha pasado en la rodilla.

-Una caída sin importancia, pero me he estado quejando todo el tiempo, así que colara. Me hice una herida, pero nada de importancia.

-Que “malo” y “retorcido” que eres…

-Quien fue a hablar, jajaja.

-Bueno lo hare, pero no le diré que vaya, si sale de ella bien, si no te aguantas.

-No seas así…

-Mira lo que voy a hacer, para que veas que lo intentare, llámame al fijo de casa y oirás lo que hablamos.

          Así lo hice llame al teléfono fijo de su casa y ella llamo a Eugenia por el móvil, conectando el altavoz de su móvil, para que yo pudiera oír la conversación. Yo oía los tonos de espera, que para mí fueron demasiados, no sé si por mi ansiedad.

-Hola Lucia, dime.

- ¿Cómo no me dijiste lo de mi sobrino?

- ¿El qué? (Pregunto extrañada)

-Que va a ser, lo de su rodilla.

-Si él decía que no era nada, se quejaba un poco, pero como no le dio importancia, pues…

-Pues ha ido a urgencias, le han inmovilizado la rodilla de momento, con un vendaje fuerte, ya que al tener la herida no pueden hacer otra cosa. Y no puede pisar bajo ninguna circunstancia, por lo menos de momento. Hasta que no terminen de hacerle todas las pruebas.

-Hija, me acabo de quedar helada. Buf, no sé qué decirte.

-Lo peor es que yo mañana no puedo faltar al trabajo, porque me es imposible. Y a estas horas no puedo buscar a nadie para que vaya a ayudarle. Me han dado unos teléfonos de personas que se dedican a ello. Pero unos no cogen la llamada y los que la cogen les es imposible. ¿No conocerás tu alguien de confianza?

-Pues no. Porque cuando mi suegro, al final tuve que ser yo el que lo lavara y esas cosas, porque no tuvimos suerte con las personas que contratamos.

-Es que tu fíjate, le he intentado ayudar a cambiarse y no ha habido manera. Ya no te digo para ayudarle a ducharse, se ha puesto… “Que como se iba a desnudar delante de su tía, que si estaba loca…”

-Pues es que sigo pensando y no se me ocurre nadie. Le preguntare a Pablo cuando venga y ya te digo algo.

-Muchas gracias Eugenia, eres una buena amiga.

          Bueno ya has oído, le preguntara a su marido, en cuanto me llame te diré algo. No te preocupes que, si dicen de alguien, les diré que hemos encontrado ya a alguien y luego mañana o pasado, que el traumatólogo ha dicho que no era lo que creían y ya está. Eso fue lo que me dijo mi tía. Aunque yo había esperado más de ella.

          Pensaba en la conversación y no veía ninguna posibilidad. No la note predispuesta. Pero esperaba que la astucia de mi tía al final hiciera su magia.

          Paso lo que quedaba de tarde, cené, puse la televisión y ya cerca de las doce de la noche, sonó mi teléfono, era mi tía.

-Sobrino, lo siento. Llevo un rato hablando con Eugenia y que ya hablo con su marido. Que no conocían a nadie y bla bla bla… mucho rollo.

- ¿Pero no ha insinuado nada?

-Lo único que me ha dicho, que espera que te mejores.

- ¿Solo eso?

-Solo eso.

-Joder, vaya chasco, yo esperaba que por lo menos hubiera dicho ya le llamare, que menos.

-Pues te quedaras con las ganas.Así que dime, ahora, ¿Qué hacemos?

-Pues que le vamos a hacer, lo que dijiste tu antes, una “cura” milagrosa y ya está. De todas maneras, aunque no ha salido como yo quería, muchísimas gracias.

-Menos mal, que creía que al final tendría yo la culpa.

-Sabes que no. Aunque algunas veces sea un poco “pesadito” sabes que no. Bueno, pues ya me puedo acostar, que estoy cansado y estaba esperando que me llamaras para poder hacerlo. Pues ya me dirás como hacemos lo de mi recuperación, ¿Esperamos un par de días?

-Pues no lo sé, pero lo primero que tienes que hacer, es vendarte bien la rodilla, la pierna o lo que sea, porque mañana temprano la tendrás ahí.

- ¿QUEEEEEEEEE?

-Lo que has oído “pervertido”, que mañana va para allí.

-Cuenta, cuanta… como ha sido.

-Pues por lo que se ve, su marido le ha dicho que se deje de tonterías y que fuera ella. Quien mejor que ella. Pero como le dije que estabas refunfuñón, me ha dicho que será igual de dura o más que “La teniente O'Neil”

-Jajaja, muchas películas, ve esa.

 

-Sobri… te dejo que yo mañana madrugo. Ya me contaras como ha ido todo. Que no te tenga que llamar yo.

 

-No te preocupes, que te llamare.

 

          Fue terminar de hablar con mi tía y dar un salto del sillón. O me espabilaba o mañana todo sería un gran fracaso. Aunque ya eran más de las doce de la noche, me vestí. Tenía que ir a buscar una farmacia de guardia. Que además de comprar vendas, que yo sabía cuáles eran las adecuadas, lo más importante eran unas muletas.

 

          La primera farmacia que encontré no tuve problemas en adquirir todo lo necesario para el vendaje de la rodilla. Pero de muletas nadas, las que tenían se les había agotado. Pero el farmacéutico que fue muy amable, me dijo que esperase un momento. Al rato regreso dándome la dirección de dos farmacias que si tenían y que estaban de guardia. Como no sabía ir al lugar el hombre me lo medio explico y para allí que me fui.

         

          Lo que me faltaba, me perdí. Después de mucho preguntar por la zona, logré llegar hasta la farmacia donde conseguí las muletas. Fue una gran victoria para mí, regresa contentísimo para mi casa. Una vez allí me dispuse a vendar mi rodilla. Había comprado vendaje elástico, como para envolver una momia. La primera vez y después de muchos sudores, no logre que quedara a mi gusto, así que volví a repetirlo y me quedo perfecta. Ni un médico lo haría así. Ya era cuestión de esperar al día siguiente y ver como sucedían los acontecimientos.

         

          A la mañana siguiente a las ocho en punto me levante, me había puesto hasta una alarma. Desayuné tranquilamente y di los últimos retoques, a mi vendaje y a la casa. Como es lógico, no me duche, ni tan siquiera me peine. Tenía que “despertarme” ella.

 

          A las nueve de la mañana sonó el timbre de la puerta. Grite varias veces… “VOY, VOY… UN MOMENTO” tarde un poco en abrir, ahí estaba ella mirándome a mi apoyado en mis muletas, con cara de no haber dormido, bien, despeinado… en resumen recién levantado.

 

-Y tu ¿Qué haces aquí? (Dije como sorprendido)

 

- ¿Cómo que hago aquí? Vengo a ayudarte. 

 

- ¿Quién te lo ha dicho?

 

-Pues quien iba a ser, Lucia me lo conto y tanto Pablo como yo, pensamos que tenía que venir. He preferido llamar, aunque tu tía me dio las llaves de tu casa esta mañana.Ahora te preparare el desayuno y luego a asearte. ¿Qué desayunas?

 

-Cualquier cosa.

 

          Me fui a sentar y a poner la pierna en alto. Mientras la oía a ella trastear en la cocina. Salió con una bandeja con café para los dos y a mí me preparo también una tostada. Estuvimos hablando de cosas triviales y una vez que acabe de desayunar…

 

-Bueno Carlos, ahora hay que asearte.

 

-Pues no sé cómo, esperare a que mi tía encuentre a alguien que me ayude.

 

-Para eso estoy yo.

 

-Ni de coña, eso mismo me dijo mi tía y ya le dije que no.

 

-Vamos Carlos no seas chiquillo, se adulto. Entiendo que con tu tía te de corte y sobre todo reparos, pero conmigo no tiene que darte. Primero porque ya he atendido a otros hombres en situaciones parecidas. ¿O no te conto tu tía que yo estuve trabajando de auxiliar en una clínica, mientras estaba en la universidad?

 

-Pues no, no lo sabía.

 

-Ya como se suele decir, no me escandalizo. Además, el último fue a mi suegro cuando enfermo, un año seguido me toco asearle.

 

-De verdad te lo agradezco mucho, pero… no lo veo, me da mucho corte.

 

-Majo, que crees que a mí no me dará corte… pues claro. Pero en situaciones especiales… (Lo dijo con énfasis)

 

-Además, así vestida te pondrás perdida de agua.

 

- ¿Qué crees que traigo en la bolsa?

 

- ¿Y yo que se?

 

-Pues la indumentaria necesaria. ¿Dónde me puedo cambiar?

 

-Donde quieras, ves por el pasillo y donde más te guste.

 

          Ella cogió la bolsa y se fue a cambiar. Yo estaba que me frotaba las manos, estaba todo saliendo a pedir de boca, por lo menos por el momento. Enseguida apareció ella, con algo que era entre vestido y bata, no se definirlo bien. Le llegaba hasta las rodillas. Se le veían más las piernas que nunca.

 

          Me dijo que me levantara y para el baño. Yo seguía haciéndome el “duro”. Diciéndola que me dejara en el baño y yo ya me apañaba. Ella decía que, de eso nada, que ya sabía que bajo ninguna circunstancia podía apoyar la pierna en el suelo. Pero quise ser más puñetero y la dije… “Ahora que caigo, se me mojara todo el vendaje”, ella dijo que poca imaginación tienes, se fue y me dejo solo en el baño.

 

          Oí como me preguntaba… ¿Dónde tienes esparadrapo o cinta aislante? Para que no mirara donde no debía, fui rápidamente al salón y de un cajón saque esparadrapo, ella me dijo que no tenía que haber ido. La vi con bolsas de basura y unas tijeras de la cocina.

 

          Cubrió todo el vendaje con las bolsas para que no se mojara. Mientras lo hacía me queje un poco y ella muy dulcemente me pidió disculpas.

 

          Ya estábamos en la ducha, yo me hacia el remolón, el cortado. Por lo visto lo debía de hacer muy bien, ya que ella trataba de tranquilizarme, me decía que no pasaba nada…

 

          Me di la vuelta, dándole mi espalda a ella, simulando mi vergüenza y la dije que así me sentía mejor. Ella me ayudo a desvestirme primero de cintura para arriba y al final de cintura para abajo. Ahora si estaba cortado, mi nerviosismo era tal, que cosa rara en mí, no tenía una erección, para preocuparse.

 

          Ella con mucho cuidado trato de mojarme el pelo para lavarme primero la cabeza. Yo la dije que esperase y deje las muletas, apoyándome en l pared de la ducha con las dos manos y el pie sin tocar el suelo, a la pata coja.

 

          Una vez que acabo con la cabeza, cogió la esponja y me enjabono la espalda, me la restregó y la lavo bien, pero ahora venía lo interesante, ella me dijo que así era muy complicado lavarme por delante. Por lo que no me quedaba más remedio que darme la vuelta. Y así lo hice. Yo seguía sujetándome como podía, yo creo que ella se quedó más tranquila al ver, que no tenía una erección. Pero una vez que empezó a enjabonar, fue como si tuviera un muelle, algo que nunca me paso tan rápido, mi polla dio como un salto, poniéndose dura como un hierro.

 

          Si yo me lleve una sorpresa, a ella le paso lo mismo, cayéndose la esponja al suelo de la ducha. Cuando recupero su compostura…

 

-Eugenia, discúlpame, que vergüenza, no lo he podido evitar, que vergüenza… (Como podréis imaginar no me daba ninguna vergüenza)

 

-No pasa nada Carlos, son cosas que pasan. Pero no te preocupes.

 

-Ahora has descubierto mi “secreto”, lo que te decía…

 

-Ya veo que no exagerabas.

 

-Así seré virgen toda la vida.

 

-Tranquilo ya encontraras a alguien.

 

          Ella estaba como hipnotizada, me tocaba bien la polla y se entretenía con mis grandes huevos, lo hacía con mucha suavidad. Una de las veces me hizo daño y cuando se dio cuenta, se le escapo… “Discúlpame, es que son tan grandes… no quise hacerte daño” estaba totalmente colorada.

 

          Ya acabo de ducharme y con su ayuda salí de la ducha. Mientras me secaba, veía que no pasó nada en la ducha, yo había esperado que se rindiera a mis “encantos”, pero aguantó el tipo y no me dio pie para hacer nada.

 

          Tenía que hacer algo y vaya si lo hice. Se dio la vuelta para coger mi ropa limpia, que estaba colgada en una percha que había en la pared. No me lo pensé, me coloque detrás de ella y agarrándola por la cintura la lleve contra la pared, besándola el cuello y pegándome a ella bien.

 

          Ella estiro sus brazos para arriba y se quedó como si la estuvieran cacheando la policía. Levante un poco su ropa y puse mi polla entre sus piernas. Ella solo decía “Carlos, para por favor, esto es una locura, no está bien, estoy casada” pero no hacía nada por retirarse, lo que me hizo continuar.

 

          Lleve una mano a su culito, está más duro de lo que yo pensaba, daba gusto tocarlo. Llevaba unas bragas más grandes de las que había visto yo habitualmente. Trate de arrancárselas, no de bajárselas, lo intente varias veces y ella no decía nada más que la dejara. Al final después de varios intentos lo conseguí.

 

          Eran unas bragas blancas como con unos encajes, eran bonitas. Mi mano ya no se encontró con obstáculos, metí mis dedos y a ella se le escapo un suspiro, estaba mojada. No quería darla tiempo a arrepentirse, así que me flexioné un poco y dirigí mi polla a su coñito desde atrás y la embestí fuertemente, solo se oyó… “AAAAAHHHHHH…. Uuuhhhmmmmmm”, di varias embestidas y ella con voz suave me dijo… “Vamos mejor a la cama, no te vayas a hacer daño. Espérame allí que me aseo un poco y voy” 

 

          Seguí haciendo el paripé, tiempo tendría de contarle la verdad, cogí mis muletas y me fui a esperarla en la cama. Tenía la polla mojada de sus jugos, que bien olía, estaba con la polla ardiendo. Me tocaba con suavidad, estaba en la gloria, cuando de pronto oigo abrirse la puerta de la calle y a continuación un portazo.

 

          Me levanto corriendo y se había ido. Lo único que quedo de su presencia fueron las bragas. Maldije una y otra vez. Cuando me recupere del enfado llame a mi tía y la dije que no pasó nada, que no se dieron las circunstancias y ella me contesto que ya me lo había avisado, que era imposible con ella.

 

          A la una en punto de la tarde me llamó Eugenia.

 

- ¿Qué quieres? (Dije con un falso enfado)

 

-Sé que me entenderás, discúlpame, pero no se pude. Ya encontrarás alguien de tu edad y sin compromiso.

 

-Vale, si has llamado para eso, ya lo has dicho, hasta otro momento, adiós.

 

-Espera, espera, Carlos. Te llamaba también por si quieres que te suba algo para comer.

 

-Déjalo, ya me buscare yo la vida, no quiero que vengas para luego salir corriendo.

 

-No, de verdad, déjame que te suba algo para comer

 

-No, a partir de ¡YA! Si quieres entrar en mi casa… con mis condiciones. (Sonó tan chulo, tan dominante, que ya me arrepentí nada más pronunciar mis palabras)   

 

          Corte la llamada y seguía pensando que me había pasado un montón. Estaba dudando en llamarla y pedirla perdón, yo creía que era muy sumisa y podía ser que sí, pero lo mismo solo con su marido y yo me había excedido con una persona que, al fin y al cabo, había venido a ayudar.

 

          Sonó el timbre, una sola vez fue mi corto. Yo me acerque a la puerta y era Eugenia, con cara seria, mirada penetrante. Me hice a un lado, seguía con las muletas. Ella traía unas bolsas de comida preparada, pero no entraba, solo me dijo que entraría si me iba a comportar. Con la cabeza asentí y ella entro, dejo las cosas en la encimera de la cocina y yo mientras me fui a sentar al sillón. Cuando dejo todo en la cocina desde allí, con voz alta me hablo.

 

- ¿Quieres comer ahora o más tarde?

 

-Más tarde y gracias por molestarte en traer la comida.

 

-Espero que seas sincero. (Me dijo quedándose de pies y a distancia)

 

-Tú dirás…

 

- ¿Por qué todo esto? Y sobre todo ¿Por qué yo?

 

-Porque me gustaste desde el día que te vi y te deseé en ese mismo momento. Y porque tú, no lo puedo decir, porque me sería difícil buscar las palabras y si lo dijese como lo pienso… te enfadarías seguro.

 

-A estas alturas mas no puedo estar enfadada, puedes decir lo que quieres, no vas a empeorar las cosas, a lo mejor así te entiendo.

 

-Tu exiges que sea sincero y tienes razón la cosa mas no puede empeorar, pero espero que te apliques el cuento y cuando me contestes que seas sincera tú también.

 

-Tu di y yo ya veré. No puedo asegurarte nada.

 

-Tú lo has querido. ¿Por qué tú?... Porque creo que eres la tía más caliente, cachonda y puta que pueda existir. Que te gusta que te dominen y te follen duro. Que estas reprimida por no poder expresarte como tú quieres y hacer lo que te dé la gana, nada más que por preservar la imagen de tu marido. (Su cara se iba desencajando según me oía)

 

-Y si fuera así… ¿Qué?

 

-Déjame terminar de hablar. No me pasa nada en la pierna, engañe a mi tía y a ti, con la esperanza de que vinieras, no soy virgen en absoluto y ya he dicho todo lo que tenía que decir. Ahora si quieres… di lo que quieras o también te puedes marchar.

 

          Se quedó mirándome, no hablaba, solo miraba de forma extraña. No sabía ni podía intuir que quería decir mirando así. Me levante para que viera que no mentía, que mi pierna estaba perfectamente, quedándome apoyado con mi culo en la mesa. Su mirada seguía siendo penetrante y retadora, no sé cómo, pero de mi boca salieron las siguientes palabras… “Ven aquí”, lo dije con voz firme y autoritaria. Ella obedeció al instante y seguía mirándome a los ojos.

 

- ¿Sabes que tarde o temprano, esto sucedería, que follaríamos? (como no me contestaba, con voz más firme…) ¿te has quedado muda?

 

-No lo sé… (Su voz ya no era firme)

 

- ¿No sabes? ¿Qué es lo que no sabes? ¿Es que me he equivocado en lo que he dicho antes? Te estoy preguntando contesta…

 

-Que sí, que tal vez tengas la razón. En casi todo.

 

- ¿Cuántas veces le has puesto los cuernos a Pablo?

 

-Si yo no le he puesto los cuernos nunca, te lo juro.

 

-No te creo. Y si le contara lo del baño, que te la he metido, ¿Qué diría tu maridito?

 

-No serias capaz. No le digas nada a Pablo. Esto tiene que quedar aquí, por eso he vuelto. Hare lo que sea, lo que me pidas.

 

-Lo primero que se me ocurre es que te sueltes el pelo y te desnudes.

 

          Ella se soltó el pelo y su cara cambio con solo ese acto. Se la veía más guapa, más atractiva. Luego se fue desnudando poco a poco, le costó un poco, pero lo hizo. Era verdad lo que dijo mi tía, sus pezones parecían dos canicas grandes, estaban erectos. Y lo que se tapaba con las manos, su pubis, era una “selva” con tal cantidad de vello.

 

          Su mirada había cambiado, ahí fue cuando me di cuenta que además de estar excitada, estaba entregada, tenía tantas ganas como yo. “Pierdes mucho vestida, desnuda estas, imponente” le dije. Ella se sonrojo un poco. Me fui hacia ella, sus ojos reflejaron deseo, pero me puse detrás de ella.

 

          Desde detrás le acariciaba los hombros, los brazos, hasta que despacio mis manos se acercaban a sus tetas y los roce con mucha delicadeza, ya habría tiempo de ser más rudo. A Eugenia se le escapo un aaahhhh, cuando apreté sus dos pezones, según los apretaba se pusieron más grandes y duros. Era increíble semejante tamaño.

 

Ella no podía ver mi cara ni yo la suya. La mía era de satisfacción y lo poco que veía yo de ella, era como apretaba sus labios, para que no se le volviera a escapar ningún sonido.

 

          Ya se dejaba hacer. Ya no estaba tensa ni nerviosa. Se la notaba excitada, pero que mucho. Lo que si estaba era expectante, ya que no sabía lo que yo haría en cualquier momento. Mis palabras suaves, yo sabía que la estaban poniendo al máximo, de su calentura.

 

Note como se quedó sorprendida, cuando deje de tocarle los pezones.

 

- ¿Por qué has parado?

 

- ¿Qué quieres que siga tocándote las tetas?

 

-Si

 

-Pues pídelo.

 

-Tócame las tetas, por favor (Lo dijo prácticamente gimiendo)

 

          Ahora sí, cuando se las tocaba ella se derretía, y me acariciaba mi cabeza. Pase mi mano hacia delante y toque su coñito, estaba totalmente mojado. Cuando fui con un dedo para tocar su clítoris, me quedé tan impresionado por su tamaño, como con el de sus pezones. Ella solo dijo… “Aaaahhhhhhhh, oooohhhhh, uuuhhhmmmmmm”

 

          Luego mientras la mordisqueaba el cuello desde atrás, además de seguir tocando su coñito, con la otra mano tiraba con suavidad de los pelos de su pubis, cambia la intensidad según oía sus gemidos, estaba desbordada. Ya no era la Eugenia arrogante, estirada que conocía.

 

- ¿Por qué estas así de mojada, putita?

 

-No me llames así.

 

-Vamos puta, contéstame. ¿Por qué estás tan mojada?

 

-Porque va ser por ti… (lo dijo gimiendo)

 

-Te gusta que un jovencito como yo te de placer y te convierta en su putita… ¿Verdad?

 

-Aaaahhhhhhhh…. Siiiiiii… pero calla….

 

          La di la vuelta, me desnudé por completo y ahora al abrazarnos mi polla se encajó entre sus piernas. Yo no me movía, pero notaba como ella si lo hacía, delante a atrás, notando los dos perfectamente el recorrido de mi polla.

 

-Que putita que eres, me estas empapando toda mi polla. Estas mojadísima.

 

-Sí, siiiiiii… mucho (susurro, apenas con un hilo de voz)

 

-Pues eso no es muy bonito (se lo decía suavemente), tu marido trabajando y tu cachonda perdida. Eso solo lo hacen las que son muy zorras. (Pellizcándole los pezones mientras se lo decía)

 

-Oooohhhhh, SIIIIIII…. Tienes razón, soy muy… (Se quedó en silencio)

 

- ¿Muy qué?

 

-MUY PUTA (Intento besarme, pero me aparte)

 

          Ya la tenía donde quería, ya no había mascaras. Era ella, la que siempre se escondía. De pronto me dijo…

 

-Méteme los dedos en la vagina.

 

- ¿Vagina? Una zorra como tú no puede decir vagina.

 

-Vale, en mi coño, pero hazlo.

 

-Y ahora ¿Quién se va a comer mi polla?

 

          Ella se fue agachando y de cuclillas me empezó a chupar la polla. Veía como lo disfrutaba, como su lengua recorría toda la polla. Luego se la metía en la boca, en algunos momentos se le escapaban arcadas, de lo que se la metía.

 

          Yo miraba como lo hacía y ella paro un momento, agachada como estaba y con casi una voz de súplica me dijo…

 

-Por favor, Carlos, necesito que me folles… lo quiero.

 

-Así me gusta, que rápido aprendes.

 

          La ayudé a levantarse y le dije que fuéramos a la cama. La hice ir delante, su culo era estupendo, menudo cuerpazo ocultaba bajo esa ropa de señorona. No me pude contener y le di un buen azote en el culo mientras íbamos para la habitación. Me sorprendió girando la cabeza y sonriéndome de una manera “perversa” la agarre por la cintura ante esa sonrisa y le dije…

 

-Uy, zorrita, vas a hacer todo lo que te pida y todo lo que quiera, que bien lo vamos a pasar.

 

-Siiiiiii…. (Fue un sí muy morboso)

 

-Ya se ha acabado lo de mujer virtuosa, lo de no quiero por favor, estoy casada…

 

-jajaja… Ven (dijo cuándo se tumbó en la cama)

 

          Cuanto más duro la trataba, notaba que ella se excitaba más. Estaba claro que le gustaba ser tratada como una zorra, había dejado colgado el traje de señora seria y formal.

 

          Ella miraba mucho mi polla, algo pasaba, por lo que la pregunté, diciéndome ella… “Jamás creía que pudiera ser tan grande y me encanta así, depilada” me reí ante esa ocurrencia. Pero la dije que, si quería otra vez, quería su coñito más arreglado.

 

          Ella estaba tumbada boca arriba, me acerqué y le restregué el capullo por el clítoris. Ella no paraba de gemir. Ahora le pasaba la polla desde su clítoris hasta casi su culo, lo hacia una y otra vez. Ahora me levante de la cama y ella protesto.

 

          Abrí el armario y de un cajón, saqué unas correas y lubricante. La ate a la cama, de tal manera que no se pudiera mover, pero si coger la postura que deseáramos. La di la vuelta y quedo boca abajo. Continúe otra vez con el “juego” de pasarle la polla longitudinalmente, por su coño, pero sin metérsela, aunque estaba ya loco por clavársela.

 

          Ella movía su culo, echándolo hacia atrás, con la intención que uno de mis movimientos se la clavase. Llego hasta tal extremo su deseo, su calentura de ser follada, que me lo pedía a gritos.

 

          Pare de pasarle mi polla y me agache, comiéndola el coño y el culo. Con eso lo único que conseguí fue que su excitación fuera total. La metía los dedos en ele coño, ella se corrió, pero seguía pidiendo más y más. Lo que aproveché para follarla el culo también, cuando fue a hablar pensé que era para protestar, pero solo dijo… “¿Eso es lo que buscabas? Pues es tuyo también” su voz era de “locura” total.

 

          Su clítoris estaba al máximo, parecía una pollita enana, lo cogía estupendamente entre mis labios, sin hacer ningún esfuerzo y una vez que lo tuve así, la punta de mi lengua hizo estragos, los movimientos de ella eran tremendos, en algún momento, pensé en desatarla, no fuera a hacerse daño. “PEDAZO CABROOOON FOOOOOLLAME DE UNA MALDITA VEZ” lo dijo de tal manera que se tuvo que enterar todo el vecindario.

 

          No me lo pensé más, después de semejante chillido y agarrándola bien por las caderas y de frente a ella, se la clave sin más, hasta el fondo. Estaba tan mojada que entro como la seda. Lo único que se oyó fue… “AAAAHHHHHH, SIIIIIIIII, POR FINNNNN” la embestía de una manera brutal y ella me miraba con ojos de posesa, me agache y sin parar de embestirla la bese, la metí la lengua hasta el fondo de su garganta y ella me la absorbía, estábamos los dos fuera de sí.

 

          Se volvió a correr y se quedó un momento quieta y con voz de agotada me dijo… “Quítate un momento”, así lo hice, no sabía que pasaba, entonces ella se dio la vuelta y me dijo… “Por donde quieras, es tu premio” estaba claro que era toda una zorra.

 

          La volví a meter en su coño y ella se movía como si estuviéramos empezando de nuevo, su brío era total, echaba el culo para atrás de una forma bestial, le gustaba sentirla. Yo mientras tanto le iba lubricando el culito, la saque del coño y dirigí mi polla a ese culito tanto tiempo deseado por mí.

 

          Ella no se resintió en nada, se dejó hacer, no mostro ningún reparo ni miedo. Fue muy fácil y una vez que estaba toda la polla dentro, nos empezamos a mover nuevamente los dos de forma brutal, como si fuera el ultimo polvo de nuestra vida.

 

          Me corrí dentro de ella y seguí embistiéndola a tope, hasta que ella se corrió también. Aminoramos el ritmo y me recosté sobre ella, sacándosela al ratito y que dándonos los dos uno junto al otro. Ella me pidió que la soltase y lo hice. Nada más hacerlo se acercó a mí y me beso con dulzura, pero con mucho morbo, metiéndome su lengua, fue un beso largo y profundo. Nos quedamos en silencio los dos, mirándonos, me sonreí y entonces Eugenia me pregunto…

 

- ¿De qué te sonríes?

 

- ¿Qué pensarían si nos vieran así las del consejo? Y ya no digo ¿Qué diría tu marido’

 

-Jajaja, a más de una le daba un infarto. Y mi marido… lo mismo (Se quedó a medias en su contestación)

 

-Lo mismo ¿Qué?

 

-Nada, déjalo que algunas veces me pierde la boca.

 

-Creo que ya hay confianza para contarnos lo que sea. Creo yo.

 

-Pues que lo mismo no se disgustaba.

 

-Jajaja, no me digas que hacéis intercambios y esas cosas.

 

-Que va, tú estás loco.

 

- ¿Entonces? Porque te he entendido mal.

 

-Que antes de entrar en política, siempre estaba diciendo que le gustaría verme como…, bueno que le gustaría verme con otro hombre.

 

-Que quería ver cómo te follaban.

 

-Exacto. Pero se le paso, hasta que te vio y sus fantasías volvieron. Muy pesadito esta con eso. Yo no iba a venir a ayudarte, pero el insistió, es más, quería que me pusiese otra ropa más provocativa.

 

- ¿Piensas decirle algo?

 

-Ahora mismo, no sé, no tengo ni idea. Pero no creo. Aunque esta noche vendrá todo salido y me hará un interrogatorio.

 

          Miramos la hora y se nos había pasado el tiempo volando, se nos pasó hasta la comida, ella se fue rápida a la ducha, porque tenía que recoger en el colegio a sus hijos.

 

          Una vez que se vistió, no pasó como con las demás, antes de irse nos estuvimos besando con diez minutos, no queríamos separarnos. Ella riéndose dijo… “Me voy, que me pierdes” yo me reí también y le dije… “Solo una cosa, si se lo dices a tu marido me da igual, es tu problema. Pero si lo haces dímelo, no es por nada, es por saber lo que hay”, me volvió a besar y me dijo… “Sin problemas y ya nos veremos”

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