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Vecinos amables y cariñosos.

en Sexo con maduras

Nunca hay que subestimar el poder de intuición de una mujer… Reconocen el juego incluso antes de jugar.

 

            La relación con Milena y Jairo, estaba claro, que se había afianzado, no como la de Camilo y familia que se había hecho más distante. Pero la relación que más se afianzo fue la relación con Andrés, era ya raro el día que no nos veíamos. Es más, al final me convenció y me apunte a su mismo gym, que sería más entretenido que el que tenía en donde yo vivía. El fin de semana que habíamos quedado tampoco pudo ser, su suegra había sido ingresada y no era plan. Sin que se me notara mucho, llevaba en algún momento la conversación a terrenos sexuales, quería saber más de su mujer. No hacía falta mucho, a él, que sabía que tenía una mujer diez, le gustaba fardar de ella.

            Muchas veces deseamos a la mujer de un amigo, de un vecino, imagino que, porque lo vemos un fruto prohibido, pero cuando conseguimos que ese deseo se cumpla, es lo más morboso que hay además de placentero, aunque sé que muchos no estarán de acuerdo. Al día siguiente me llamo Andrés para comer, quería pasar antes por mi trabajo para hablar de un negocio. Llego y me propuso el negocio, pero, aunque tenía buena pinta, tuve que declinar la oferta porque no era compatible con mi trabajo. Terminamos la reunión y nos fuimos a comer. Una vez en el restaurante vi que estaba Carolina esperándonos, no me había dicho nada, como siempre esta soberbia, me dejaba sin palabras.

            Con Carolina la relación también se afianzaba, pero más lentamente, también es que nos veíamos menos, que su marido y yo. Pero ya entre nosotros se producían miradas, cómplices, furtivas en algunas ocasiones, por lo menos yo lo percibía así, pero con eso de las señales que se reciben hay que estar muy seguros. A mitad de la comida Andrés dijo que me tenían que buscar una pareja y su mujer le dijo que seguro que las tenía a pares. Yo aproveche para decir que desde que estaba en su país no había tenido relaciones con nadie. Andrés dijo algo, que Carolina se puso hasta colorada y le llamo la atención, se levantó se disculpó y fue al aseo. Yo no pille bien lo que dijo y por eso le pregunte a Andrés, más o menos me vino a decir que había dicho que cuando me derramase que echaría algo parecido al yogurt. Carolina apareció con esa sonrisa embelesadora que me cautivaba, se sentó y como si no hubiese pasado nada.

             Pedí disculpas a Carolina porque no le había preguntado antes por su madre, me dio las gracias por preguntar por ella y me contó que había sido un pequeño cólico y que ya estaba en casa, aprovechando para decir que, si queríamos la comida del sábado o la cena, lo que mejor me viniese seguía en pie, siempre que me fiara de sus dotes culinarias. Andrés interrumpió para recordar que el vienes por la noche teníamos el cumpleaños de Laura una de las personas que conocí en casa de Milena. También me dijo que, si no me habían llamado, que lo harían para invitarme, porque le habían pedido el teléfono a él. Por eso descartamos lo de la comida y lo dejamos en una cena. Andrés ahora dirigiéndose a su mujer, le dijo, lo que tenéis que hacer es encontrarle una mujer, Carolina, poniendo mala cara le dijo que no volviese a lo mismo. Le dije a Andrés que no se empeñara, que lo que suele pasar es que te gusta siempre la que no te debe gustar y el muy “listo” como si hubiera descubierto la pólvora, dedujo que me gustaba alguna de las amigas de Milena y me recordó que todas estaban casadas, riéndose luego. Preguntándome a continuación que quien era, no sé porque, pero mi mirada se clavó en Carolina y me pareció que se dio cuenta, le dije que no desvariara. Se puso un poco pesadito hasta que su mujer le dijo que ya bastaba.

            Esa noche estuve fantaseando con Carolina y me ponía malísimo. Por un lado, me decía que no, pero por otro me decía que sí. Por la mañana me levante igual que cuando me había acostado con un empalme monumental. Por la tarde Andrés paso por mí para ir al gym, pero nos desviamos de la ruta y cuando le pregunte me dijo que íbamos a tomar una copa y charlar. Paramos junto a una cafetería que sestaba en una esquina y que me recordaba a un anuncio que había en España de una marca de café. Tenía una acogedora terraza y nos sentamos allí.

            En el camino me di cuenta que Andrés iba agustito, no sé lo que habría bebido ya ese día, pero se le notaba contento. La conversación era de lo más prosaica, hasta empezar a aburrirme, no se a donde quería llegar, yo soy más directo y el me parecía que buscaba algo. Derivando todo a una oferta de trabajo que le habían hecho, su indecisión en aceptar porque era la competencia y al trabajar su mujer en la misma empresa, no sabía qué hacer, no fuera a ser que la pudieran despedir. Mi respuesta fue muy sencilla, que tenía que valorar todo, incluido lo de su mujer. El trataba de auto convencerse de algo que no concretaba. Me conto la oferta económica y las condiciones de trabajo, pero en eso ya no me quise meter y la gran pregunta, le dije si lo había hablado con Carolina, moviendo la cabeza negativamente. Le explique que lo más coherente seria que lo hablara primero con ella. Le vi preocupado y cambié de tema de conversación. Y la nueva conversación fue sobre su mujer, yo solo provoque un poco, diciéndole…

-Si entiendo tu preocupación, porque a Carolina se la ve muy seria, estricta, conservadora.

-Como se nota que no la conoces. Seria para nada, estricta tal vez, porque cuando se le mete algo en la cabeza, no cede y lo de conservadora me da la risa.

-Pues estaré equivocado, pero yo la veo así, hasta en su forma de vestir. Normalmente va muy tradicional.

-Pero eso es solo para trabajar. Pero te equivocas. Y tengo una mujer muy guapa. ¿Cómo la ves tú?

-Sí, se la ve guapa, tiene una cara dulce.

-Déjate de tonterías, contéstame como la ves, como hombre.

-Supongo que tiene buen tipo, pero ya te digo, viste tan conservadora que poco más puedo decir. (Ya la había visto vestida de otra forma y se veía que tenía un cuerpo de infarto, pero quería provocar)

-Como que supones… si es un monumento de mujer. (Algo disgustado)

-Si será así, no te lo discuto, pero yo hablo por lo que veo. Como que la veo muy seria.

-Mi esposa seria… si es muy alborotada, pura candela. (No sabía a qué se refería y él se quedó muy callado después de soltar eso)

            Nada más decir eso, que yo le quise preguntar lo que quería decir, le entraron las prisas por irnos. Al dejarme en mi casa me dijo que él me recogería el viernes por la noche para ir al cumpleaños y yo le dije que no se adelantara, que a mí nadie me había invitado. Después de cenar, fui a poner a cargar el móvil, cuando me di cuenta de que tenía varios mensajes y varias llamadas pendientes, lo había dejado en silencio y no me di cuenta. Entre ellas un mensaje en mi buzón de voz, que me decía que era Laura que me había llamado varias veces, que era para invitarme a su cumpleaños el viernes… también me lo mando por mensaje y le conteste que gracias y que allí estaría.

            Al día siguiente Andrés no me llamo para ir al gym y a mí se me hizo tarde, pensé en hacer un poco de ejercicio donde vivía y una sauna para relajarme. Cuando baje al gym de donde vivía, había tres mujeres y dos hombres, ya nos conocíamos de vista, pero poco más. No sé cómo se las apañaban, pero siempre que pasaba por el gym, era raro no verlas allí, ninguna cumplía ya los cuarenta, pero se las veía físicamente muy bien y con buen tipo, algo que no me extrañaba porque cuando coincidí con ellas, veía como el ejercicio que hacían, además de hacerlo bien, lo hacían con intensidad. Yo me puse a oír música con mis cascos y después de calentar me fui a una maquina multifunción a hacer ejercicios. No los podía escuchar, pero vi que se iban tres, quedándose una pareja. Él se fue a hacer ejercicio a la cinta de correr, pero que no se puso a correr, simplemente se puso a andar. Ella se puso en las maquinas que quedaba frente a mí, en concreto en la escaladora, que es una máquina que simula el subir de las escaleras, que tonifica y fortalece el culo.

            No quería mirar, pero es que la tenia de frente y ver el movimiento de ese culo, que era hermosote, en esas mallas moradas y cuando hacia algún leve giro, se podían ver sus tetas embutidas en ese top amarillo intenso, que dejaba parte de su tripa al aire, las tetas se movían al compás de su movimiento. No sabía si lo hacía con la intención de ponerme cachondo, pero lo conseguía por minutos. No era apto para cardiacos. Paro sus ejercicios y me sentí aliviado, se secó un poco el cuello con una toalla y de paso me miro, dándome un repaso muy discreto, como la sonrisa que me regalo. Mis “alteraciones” no terminaron, se puso en un banco de trabajo, para fortalecer muslos, glúteos… se recostó sobre su estómago y se puso a ejercitarse, si la visión de antes me puso cachondo, esta lo superaba, me entraban ganas de irme hacia ella y follarme ese culazo. Al terminar su nueva exhibición, volvió otra vez a la escaladora.

            Su marido seguía en la cinta andando y ella empezó con más ímpetu los nuevos movimientos, era para detenerla por alterar mis biorritmos. En un momento dado veo como ella da como un traspiés y sale de la máquina de forma aparatosa y como quejándose, me levanto de un bote y llego a sujetarla antes de que pudiera llegar su pareja. Hago que se tumbe y con su permiso le hago un pequeño masaje en su gemelo. Se alivia un poco, pero sigue quejándose. Su pareja se va y vuelve muy rápido con una bolsa de gel frio. Quejándose ella de toda la pierna en general, se llevaba la mano a la parte de atrás de su pierna. Le explico lo que le puede haber pasado. Ellos se me presentan, son matrimonio, él se llamaba José pasaba los 50 años y ella se llamaba Viviana y no llegaría a los 50 años. Por una indiscreción de él me entere que él tenía 55 y ella 49. Aunque ella no los aparentaba, estaba muy cuidada y una nueva indiscreción del marido, que dijo que a ella se le notaban menos por sus retoques. Para quitar hierro al asunto le dije que aparentaba bastantes menos y no tuve que mentir en eso, era la pura verdad.

            Mientras esperábamos que el gel le hiciera efecto, me bombardearon con preguntas de todo tipo, pero a la vez me contaban toda su vida. Como que tenían dos hijos y los tenían estudiando fuera. Me preguntaron si era médico, por todo lo que dije del dolor de su pierna y les dije que no, que únicamente sabia algunas cosas, porque yo había tenido varias lesiones, porque en mi época de estudiante trabaje en un gimnasio y también di masajes. Viviana se siguió quejando y decía que no podía pisar que le dolía mucho. Tonto no soy y no veía que ningún signo que me dijese que tenía un daño como el que ella refería, pero le seguí la corriente. José me dijo… “Nos acabamos de conocer y no quiero abusar, pero podías darle un masaje para ver si se le pasa el dolor, que lo mismo es un tirón” mi respuesta fue… “No me importaría dárselo, pero aquí no es el sitio adecuado, no hay donde poder tumbarse” él me dijo que subiera a su casa y allí si podría.  

            Ayudamos a Viviana entre los dos, porque decía que tenía como un calambre en la pierna que le llegaba hasta la nalga, desde abajo, que al pisar el dolor era insoportable. Llegamos a su casa y yo dije que iba por unas cosas a mi casa para dar en condiciones el masaje, que volvía enseguida y le dije a ella que se quitase las mallas, para poder darle mejor el masaje. Me di una ducha rápida, porque había sudado un poco, cogí un frasco de aceite de gaultería y otro de Aloe vera para masajes corporales. Subí y Viviana estaba sentada con una pierna en alto, apoyada sobre una mesa, con un cojín debajo, llevaba un albornoz. En un principio mi intención era echar unas gotas del aceite de gaultería en el de Aloe vera, para darle un masaje, ya que es un analgésico natural y se pone así, pero al verla en esa posición estaba seguro de que no le dolía nada. Les explique que era cada cosa, que eso le quitaría el dolor, lo único que cambie, fue decir que ya había mezclado las gotas.

            José me dijo que, si le ayudaba y le acompañe, de un cuarto saco una mesa de masaje desmontable de color marrón, que era la que usaban cuando venía una masajista de vez en cuando. La montamos donde estaba ella, le dije que se tumbara y la tuvimos que ayudar los dos. Para mí que todo era un paripé, lo que no sabía si tenía razón, si el marido estaba metido en el ajo. Tenía unas piernas preciosas y unos buenos muslos, muy potentes. Su marido me ofreció una copa y le dije que mejor un refresco bien frio. Se fue y trajo una cubitera con mucho hielo, me sirvió el refresco y le di un pequeño sorbo. Él se sentó en la prolongación de la camilla, viendo la cabeza de su mujer, porque la cara ella la tenía metida en el hueco que tiene la camilla para eso.

            Una vez que empecé el masaje de la pierna, me vino la imagen del día que se lo di a mi tía. Que buenos recuerdos. Mientras el marido no paraba de contarme a lo que se dedicaba y lo deportista que había sido de joven, yo seguía con mi masaje, como se suponía que el muslo también estaba afectado, pedí disculpas y levanté un poco el albornoz, lo suficiente para tener el muslo a mi disposición. Ya tenía claro que no le dolía nada, que todo era cuento, por lo que me decidí a saber hasta donde quería o querían llegar. Ya veía ese culazo prácticamente en su totalidad, como veía perfectamente que llevaba un tanga y el hilo metido entre sus dos nalgas. Una de mis manos la metí entre sus muslos y prácticamente roce sus labios vaginales, al no notar ninguna oposición por su parte, me eche un poco más de aceite y volví a pasar mi mano, pero esta vez el descaro fue total, le tocaba el coñito sin ningún tipo de miramientos.

            José me pregunto que como estaba la pierna y yo dije que se notaba la tensión, que ahora lo mismo le dolía un poco, pero que no sería mucho y sin más, metí dos de mis dedos dentro de su coñito, ella emitió un sonido y le dije con toda mi cara… “Disculpa si te hice daño” y ella con la misma cara me dijo… “No pasa nada” lo supiera o no su marido, me estaba resultando morboso y excitante. Le pedí que se diera la vuelta, ella con mucho cuidado de que no se le abriera el albornoz, se dio la vuelta. Ahora estaba mejor, sería mucho más “divertido” directamente me fui a masajear su muslo y volví a las andadas, la diferencia que mientras hablaba a su marido y le miraba, mis dedos tiraban del tanga para que se bajara un poco y tener libre el camino, ella muy disimulada ayudo. Viviana tenía los ojos cerrados, pero su cara me decía que estaba cachonda y que lo estaba disfrutando. Mis dedos entraban y salían de su coño con mucha facilidad, estaba ya muy mojada, aunque me costó, logre meter mi dedo pulgar en su culito, pero me costó no para que entrara, que entro muy bien, me costó por la posición.

            Ahora llego el momento de la verdad, me dediqué por completo a su clítoris, abrí con una mano sus labios, para con los dedos de la otra acariciar bien su clítoris, que, al estar embadurnados de aceite, resbalaban muy suavemente, viendo lo grande que tenía su clítoris, estaba todo fuera de su capuchón. Podía percibir como sus pies se estiraban, como se tensionaba y cuando vi que se mordía los labios, apretando mucho, quite bruscamente mis dedos de su coñito. Abriendo los ojos de forma desorbitada. Una vez que se tranquilizó volví a repetir todo de nuevo y cuando note que estaba a punto de correrse me pare nuevamente y le dije a José si me podía traer otro refresco, su mujer le pidió una copa para ella. Nada más irse, le dije… “Si jugamos, jugamos todos. No me gusta que jueguen conmigo” se lo dije como si supiera o diera por hecho que sabía que su marido estaba al corriente. Ella con voz baja me respondió… “Es que es lo que le gusta a él, hacerse el distraído…” mientras me toco mi paquete y yo le dije… “En tu mano estará, yo ya no sigo, si queréis algo más, tiene que ser todo” ella con cara de preocupación me dijo… “¿Cómo?” le dije… “Pues muy sencillo, haz lo que estabas haciendo hasta ahora, lo mismo, ser una buena puta, que tu marido lo vea” al regresar su marido, yo me limpiaba las manos del aceite y de lo que no era el aceite, el sorprendido me pregunto si ya había terminado, le dije que sí y me paso el refresco.

            Viviana se bajó de la camilla contrariada y miro a su marido, dijo que se iba a vestir. Mientras estaba con el marido, le dije un par de veces que lo mejor sería que me marchase, que ya se hacía tarde, lo decía por ver su reacción y el me trataba de convencer de que me quedara un poco más, por lo menos para despedirme de Viviana y yo me dejaba convencer. Su mujer tardaba en volver, llegue a pensar que seguro que se estaba haciendo una paja. Yo estaba de espaldas a la puerta y José me estaba diciendo algo, cuando sus palabras sonaron más lentas y su mirada perdida. Me gire para ver qué pasaba y era Viviana, que la única prenda que traía, era una toalla de enroscada a su cuerpo, de tal manera que si se agachara lo más mínimo se le vería todo. Con cara compungida nos dijo que había tardado porque le había dado un tirón que se le había cogido a la espalda también, por si yo le podía dar un masaje nuevamente. El marido hizo el papelón de hombre preocupado y yo me ofrecí de nuevo. Pero esta vez sería muy distinto, con marido o sin marido.

            Viviana se fue hacia la camilla se volvió a tumbar, con la gran diferencia que con esa toalla se le veía perfectamente todo sin hacer ningún esfuerzo, viendo claramente que no llevaba ropa interior. Yo creo que era un desafío tanto para mí como para su marido, lo mismo pensaban que para mí era la primera vez una situación de este tipo, pero que equivocados estaban y que sorpresa se iban a llevar. Volví a coger el frasco de aceite, me eché un chorro en una de las manos y mientras hablaba con José, me frotaba bien las manos para que se calentaran y para que viera bien que mis manos iban a sobar todo el cuerpo de su mujer. Como había dicho lo de dolor en la espalda, le dije que era necesario dejarla al aire y sin pedir permiso, tire de la toalla dejándosela solo tapando el culo y no del todo. Me puse a masajear su cuello y sus hombros de forma firme. Luego recorría su espalda, su columna exactamente hasta llegar al inicio de su culo, pero sin llegar a tocarlo. Después empecé a masajear sus costados, llegando a tocar con mis dedos los lados de sus tetas. Pase a estirar sus brazos y los masajeaba hasta llegar a sus manos, acariciando sensualmente sus dedos.

            Me fije en su marido que nos contemplaba de forma indescifrable. Los dos de algún modo estaban nerviosos y excitados, yo de momento está muy tranquilo. Procedí ahora a dedicarme a la zona lumbar y doble un poco más la toalla, lo hice ostensiblemente para que su marido no tuviera dudas. Quedo doblada de manera que se veía el principio de la rajita de su culazo. Mientras masajeaba su zona lumbar, también podía ver por la parte de bajo perfectamente su coñito, que no se le veía y un solo pelo por esa zona, sus labios eran gruesos muy lindos. Ahora iba a hacer lo que muchas mujeres me decían que era único, iba a masajear sus pies y sus piernas. Cuando empecé con uno de sus pies, José se levantó hablándome de lugares de España, lugares muy conocidos. Se fue acercando y yo le iba contestando, se puso bastante cerca de mí, comprobando la panorámica que tenia de su mujer. Pero no dijo nada. Ya había masajeado bien sus dos pies y las piernas de ellas quedaron más separadas, quedando una visión más que sugestiva, voluptuosa para mis ojos. Sin quitar mis ojos de allí, yo seguía hablando con José dando normalidad a lo que sucedía.

            Ahora me puse de lado a masajear sus gemelos lo hacía con detenimiento, sin prisas y José esta vez se pudo al otro costado de su mujer, apoyado en un mueble y con su copa en la mano, no estaba pegado a nosotros, pero veía perfectamente lo que sucedía. Me iba acercando porque ahora me empecé a dedicar a la parte posterior de sus muslos. Mis dedos no llegaban a su coñito, pero casi, quería que lo desease hasta no poder aguantarse, hasta que lo pidiera. De pronto se incorporó un poco y le pidió a su marido un cojín, que lo trajo a la velocidad del rayo, poniéndoselo debajo de su cabeza y girándola mirando a su marido. Yo no veía bien su cara, pero su marido pasaba de mirar mis manos, a mirar la cara de su mujer. Cuando empecé a masajear el otro muslo, me pegué más a ella, rozando mi polla con su muslo. Mis movimientos hicieron que mi polla fuera creciendo hasta llegar a su máximo. Viviana seguro que noto como crecía. Ella no se apartó y me dejo seguir rozándome. Ahora si mis dedos rozaban sus abultados labios, una y otra vez, debió de pensar que tenía algún obstáculo, porque abrió bastante más sus piernas, abriéndose un poco su coñito. Aproveche para acariciárselo llegando casi a meter algún dedo, pero sin llegar a hacerlo. Lo que le provoco algún carraspeo.

            Viviana estaba que se derretía y deseosa de que metiera como antes mis dedos dentro de su coñito, pero no iba a ser tan fácil para ella. Cuando ella estaba mejor, porque se lo notaba, sobre todo en su respiración y en sus leves movimientos, quité mis manos y di por finalizado el masaje en esa zona, por lo menos por el momento. Ahora me coloque en la parte de la cabeza, masajeando de nuevo su cuello y sus hombros, para luego ir a masajear a su espalda desde esa posición, de tal manera que la dureza de mi polla la sintiese ahora en su cabeza, para que supiera que si levantaba la cabeza se daría de bruces con ella, porque llevaba un pantalón de tipo chino y mi erección era más que visible, seguro que José ya la había visto, porque además no llevaba ropa interior, lo hice sospechando lo que iba a pasar. Estiraba mi cuerpo para que mis manos recorrieran toda la espalada, hasta meterse por debajo de la toalla y tocar descaradamente sus nalgas, separándolas y metiendo mis dedos pulgares entre sus cachetes. Viviana meneaba bien su culo, como quien no quiera la cosa. Ni ella ni el hacían nada, a excepción que él se volvió a mover quedando apartado, pero a los pies de su mujer. No podía ver bien lo que mis manos hacían, sobre todo mis dedos pulgares, pero lo que yo si me di cuenta que tenía un buen empalme.

            Ella puso sus manos debajo de su cabeza, ahora si se decidió, con el dedo meñique me acariciaba mi polla, lo pasaba suavemente por todo el largo de ella. Pero poco más se atrevía. Ahí estábamos tres adultos, dos de alguna manera metiéndonos mano de forma un tanto peculiar y el tercero que estaba empalmado, tratando de ocultar su empalme poniendo las manos cruzadas delante. Pensé que éramos imbéciles y que había que dar un impulso a la situación, o hacíamos algo o me iba a mi casa. Mire a su marido, luego quite la toalla dejando a su mujer desnuda totalmente sobre la camilla. Cogí el frasco del aceite y abriendo sus nalgas con una mano, deje caer un chorretón de aceite, para luego con mis manos pasárselo por todo su culo y con mis dedos meterle aceite dentro de su culo. Ese culito ya sabía de sobra lo que era tener un par de dedos dentro de él, además de la facilidad, la reacción de ella, que según follaba su culo, ahora con una mano acariciaba sin complejos mi polla. Su marido miraba apabullado lo que sucedía, pero quedándose mudo.

            Le di un cachecito en ese culazo, que era grande pero duro, bien levantado. Le dije que se diera la vuelta. Viendo por fin esas magnificas tetas, que intuía que eran operadas, pero más que el tamaño de ella, me dejo fascinado, el tamaño de sus pezones, eran de color café, pero como la falange de un dedo, impresionantes. Sus tetas eran mucho mejores que lo que mi calenturienta mente habían imaginado. Mire para abajo y tenía una pequeña franja de pelo en su pubis. Era de forma perfecta y no llegaba al inicio de su rajita. Verla así no dejaba lugar a dudas de que llevaba muchas horas de gimnasio encima. Ahora se hacía más llamativa esas caderas, lo que más destacaba en ella desde luego era ese inmenso culo, que hacía que sus caderas fueran más anchas. Deje caer un buen chorro de aceite sobre sus tetas, más concretamente sobre sus pezones. Al notar el aceite se removió un poco en la camilla. Empecé mi masaje sobre las tetas de forma lenta, tomándome mi tiempo, pero sin tocar sus pezones. Después de haber estado un buen tiempo masajeando sus tetas y su tripa, me fui con mis manos hacia sus pezones y esta vez, mis dedos pulgares los acariciaban, notando la dureza que tenían. Ahora los metía entre mis dedos y los apretaba como si mis dedos fueran unas tijeras, ella se mordía los labios, aguantaba aprontando los labios, no se le escapaba ni un gemido, ni un aliento, salvo que su respiración hacia que su pecho se levantase de manera importante.

            Lo siguiente que hice fue agarrar y tirar de sus pezones hacia arriba, que, al estar tan embadurnados de aceite, resbalaban y se escapaban de mis dedos, lo que provocaba en ella mucha satisfacción, su cara lo decía todo. Con una mano tocaba su teta derecha y con la otra bajaba hasta su tripa y después de acariciarla un rato, lleve mi mano hacia su ingle, rozando con mis dedos sus labios nuevamente. Su marido se quedó en su lado izquierdo un poco más separado y vi como ella abrió los ojos al notar su presencia mirándolo, pero no se dijeron nada, fue cuando sentí como ella con su mano de recha, me tocaba mi polla. Lo hacía sin dejar de mirar al marido. Lo que me decidió a masajear directamente su coñito, primero metiendo mis dedos hasta el fondo dentro de su coñito y allí sí que ya no se aguantó, mirando a su marido se le escapo un… “Aaahhh…”  Viviana tenia habilidad con las manos, porque con una sola desabrocho mi pantalón, que cayó al suelo, quedando mi polla totalmente libre, ella la agarro y muy suavemente me empezó a hacer una paja, en un momento dado, soltó mi polla y se pasó su mano por sus tetas, haciendo que se le llenara de aceite, volviendo a coger mi polla, que ahora resbala su mano mucho mejor.

            Me entraban ganas de subirme a la camilla, pero además de verla pequeña, no sabía si al ser de madera aguantaría el peso y el trajín. Me fui hacia sus pies por lo que tuvo que soltar mi polla a regañadientes. Abrí un poco sus piernas, la agarre por los tobillos y la atraje hacia mí, levantando sus piernas y colocándolas sobre mis hombros, ahora me miraba intrigada, me agaché y me puse a comer ese coñito tan rico. Desde el primer momento que noto mi lengua en su clítoris y mis dedos haciendo el doble trabajo de follar su coñito, sin olvidarse de su culito, empezó a decir todo lo que se había callado hasta ese momento. Más que gemir chillaba, se retorcía que parecía que en cualquier momento se podría caer de la camilla. Cuando empezó a correrse fue tan animal, que casi me estrangula con sus musculados muslos, que bestia que fue. Me dijo que ya no se acordaba de haber acabado así, de esa manera nunca.

            Me levante y esperaba ver la cara de José, eso me indicaría lo que sucedería, pero estaba allí parado con su polla en la mano. Me acerque a ella y no se lo pensó empezó a hacerme una mamada. No sé si porque mi polla era más grande de lo que ella había probado, si porque su boca era más pequeña, porque no estaba acostumbrada a hacerlas o porque, pero la mamada no era su fuerte. Como pude me quité y fui hacia su coñito quería follármelo, pero ella no quería en la camilla ni en esa posición, se bajó de la camilla y yo pensaba que iríamos a una habitación, pero no, me llevo hacia una silla me hizo sentar y detrás se clavó ella mi polla. Si mamando dejaba que desear, follando era una locura desde el primer momento, se movía y estiraba las piernas, como queriéndose meter más y ya era imposible, se agarraba a mi cuello dejando se caer y sintiendo yo que mi polla entraba al máximo, que locura de mujer. Otra dela cosas fabulosas era agarrar ese culazo con mis dos manos y luego follárselo con mis dedos mientras follábamos. Fue acelerando sus movimientos y yo los de mis dedos, hasta que llegue a temer que la silla no aguantase eso meneos que le dábamos, hasta que ella empezó nuevamente a gritar de manera enloquecedora y morreándome haciéndome daño, mordiéndome los labios, aspirando con una furia inusitada mi lengua y se corrió.  

            Pero ahora llegaba el momento más deseado por mi desde que la vi haciendo esos ejercicios, donde su culo me “mareaba” con ese movimiento. Me levante la hice apoyarse en una mesa de tipo rustica, fuerte y de cara a su marido, no quería que se perdiera la cara de puta que ponía su mujer. No quería que olvidara como me follaba a su putita, sin necesidad de que se escondiese como un pajillero vulgar. Verla así con ese culo a mi disposición, me hacía relamerme los labios. Me acerque por detrás, agarre mi polla y se la pasaba por todo su coñito sin metérsela, ella se meneaba de tal manera que intentaba que le entrase, pero se equivocaba si creía que lo iba lograr. Se puso muy pesadita y no me pude aguantar, le di unos buenos azotes en sus dos nalgas, sonaban muy bien y ella protestaba, pero no por los azotes, me pedía que se la metiese. Se la fui metiendo muy despacio y si ella se echaba para atrás, yo me quitaba, hasta que se quedó quieta y volví a meterla con mucha suavidad. Cuando ya se la tenía metida toda, quedándome pegado a ella, le di otro azote y le dije que ahora si podía menear ese culo de puta que tenía, empezó a mover sus caderas y que bien lo hacía. Agarre su pelo y tire de él, de tal manera que no le quedó otra que levantar la cabeza y entonces le dije suavemente al oído… “Me encanta el coñito tan delicioso que tienes, así mojado y calentito, me gusta lo buena folladora que eres y más me gusta ese culazo que tienes, que pienso follármelo…” ella ahora ya estaba tan cachonda que rompió su silencio de toda la noche y me dijo… “Es todo tuyo, haz con mi chiquito lo que quieras, es todo tuyo…”

            Me fije en José que se pajeaba furiosamente mirándonos, no sabía si ya se había corrido alguna vez, pero su cara decía lo cachondo que estaba. Saqué mi polla de su coñito y la dirigí como ella decía a su chiquito, se la metí con decisión, sin parar, ese agujerito ya estaba muy usado, aun así, se notaba apretado para mi polla. Ahora me agarré bien a esas contundentes caderas y con fuerza empecé a embestirla, ella se recostó del todo sobre la mesa estirando los brazos y chillando del gusto que tenía. Los dos subimos el tono de lo que nos decíamos, yo no paraba de decirle lo bien que follaba lo zorra, puta, caliente… que era y ella me pedía más, que le diera con más brío, para terminar, gritando mientras se volvía a correr que sí que era mi puta, mi zorra, lo que yo quisiera, llenándole el culo de mi leche y su marido corriéndose al vernos, manchándose los pantalones por todos los sitios. Nosotros nos paramos, pero sin sacarle la polla de su culo y nos fijamos en su marido, que tenía manchado el pantalón más de lo que yo había visto, al igual que el suelo. Viviana con buen tono le dijo a su marido… “anda José ves a limpiarte y trae algo para limpiar el suelo” José se fue y nos dejó solos.

            Viviana entonces se quitó la polla del culo, se dio la vuelta, paso sus manos por su cuello, con una mirada cachonda y lasciva me dijo… “¿He sido lo buena puta que tu querías?” ahora el que sonreí fui yo contestándole… “Si, pero lo importante que sé que lo puedes ser más” nuevamente se sonrió y me dijo… “Para ser la primera vez, no te puedes quejar” y nos fundimos en un morboso muerdo. Me pensaba vestir e irme a mi casa a ducharme, cuando ella me dijo que, de eso nada, que me aseara en la suya y me fuera. Llego José con una fregona y se puso a limpiar donde había manchado y Viviana le indico también donde habíamos estado nosotros, porque también manchamos el suelo y le dijo que me iba a acompañar al baño. Una vez que entramos al baño, era totalmente distinto al que yo tenía donde vivía, era grande, pero lo que más me llamo la atención era el gran espejo, no lo puedo evitar. Mi cabeza empezó a funcionar de forma automática. Me dijo que me metiera en la ducha que mientras ella me daba una toalla limpia. Sin salir del baño abrió una puerta y saco la toalla. La dejo en una banqueta de baño y me dijo que no sabía lavarme, haciéndolo ella y entreteniéndose con mi polla, que no paro de “lavarla” hasta que la puso nuevamente dura. Le dije que las provocaciones se pagaban y ella con una voz provocadora me dijo… “no seas cabrón, que mi marido está esperando, que seguro que ya ha acabado…” y la muy zorra, se dio la vuelta dejándome ver su culo y se apoyó en el mueble del lavabo, como si se estuviese mirando algo del ojo.

            Me salí de la ducha y sin ni siquiera secarme, me puse detrás de ella y se la metí en su coñito, ella dio un gritito como si la hubiera pillado de sorpresa. Mientras la penetraba una y otra vez, me agarre bien a sus tetas y en especial a esos dos duros pezones, jugando con ellos, apretándolos y luego suavizando. Su cara era un poema, aguantaba como una jabata y lo recibía todo con mucho placer. Lo que me excito mucho, fue ver como se quedó solo apoyada con una mano y la otra se la llevo a su coñito acariciándose su clítoris de una forma brutal. No tardando nada en correrse y no se cortó nada cuando lo hizo, si el marido no sabía lo que estábamos haciendo, que me parecía imposible que no lo supiera, con los gritos de ella, se le quitarían las dudas. Ella se quitó y se agacho para hacerme una mamada, para acabar pronto me empecé yo a hacer una paja y ella se metía lo que era mi capullo, una de las veces que se quitó, muy seria me pidió que no acabase en su boca. Ahora entendía porque no la mamaba bien, estaba más preocupada en que no se corrieran en su boca, que en lo que tenía que hacer. Seguimos igual y cuando ya está a punto, le dije que siguiera ella un ratito, mientras yo, le acariciaba su cabeza, hasta que supe que me corría y la sujete bien, llenándola la boca, saliéndole parte de la corrida por la comisura de sus labios, al final no me hizo falta seguir sujetándole la cabeza y me la limpio bien, esa parte final fue mucho mejor que las mamadas que me hizo. Me dijo que me sabia distinto.

            Se fue a enjuagar la boca y le dije que no lo hiciera, que ahora le resultaría muy morboso besar a su marido, se rio y salió antes que yo del baño. La puerta se quedó abierta y yo escuchaba lo que se decían. El marido le hacía un falso reproche y ella le contaba que me había corrido en su boca, que se lo había tragado todo y el marido con voz excitada le decía que no la creía, se produjo un silencio y supe que se estaban besando, me apresure y los vi que se comían la boca de una forma muy intensa. Carraspeé y dije que me marchaba. Los dejaría pensando en lo que había pasado y no tenía todas conmigo de que el marido quisiera verme más, los próximos días se vería. Ella quiso a acompañarme a la puerta a despedirme y José le dijo que no, que iba el que estaba vestido. Me acompaño y en la misma puerta me dio la mano para despedirme, sin soltármela me dijo… “Ha sido fantástico, solo espero de tu discreción y de volver a pasar una velada con más tiempo” no me había esperado esa despedida y le conteste… “Soy muy discreto y si tu mujer quiere repetir, por mi encantado de la vida, pero mejor que lo habléis ahora con tranquilidad” ya me fui y sabía que por parte de Viviana no habría ningún problema.

            No hay nada como un buen polvo inesperado. Cuando llegue a mi casa tenía varias llamadas de Andrés y por la hora, que ya era muy tarde no le llame. Al día siguiente hablamos y le dije que si me habían invitado y quedamos que ellos me recogerían, a pesar de que yo le dije que no hacía falta. El viernes me marche antes del trabajo, para arreglarme con tranquilidad. Nos reunimos bastante gente y como siempre Carolina iba insuperable. Llevaba un buen escote y unos pantalones que parecían una segunda piel, dejando ver perfectamente sus fabulosas curvas. La cena trascurrió muy animada y algunos se pasaron un poco bebiendo, entre ellos Andrés, pero se mantenía bien. Al terminar la cena nos fuimos a bailar. Como me suele pasar bastante, cuando acudimos a bailar un grupo de gente, normalmente los hombres o directamente no bailan o se hacen de rogar. Aquí no era para menos, bailaron alguna canción lenta, pero las más numerosas que eran movidas, dejaban sus culos pegados a sus asientos.

            Yo sin embargo no pare de bailar con unas y con otras. Había una en especial Ana María, 1,65 y de unos 42 a 46 años, que se dejaba querer y se apretaba bien a mí, rozando bien su culo contra mi polla y no una sola vez. La tía no se cortaba a pesar de que su marido estaba presente, aunque no sé si desde donde estaba sentado nos podía ver. Volvimos al sitio y todos me decían que me iban a agotar, les dije y es verdad, que el bailar me relaja, entonces Andrés dijo pues baila con mi esposa, que así se relaja ella también, que a mí no me gusta bailar. Carolina protesto y le dijo que no bebiera más. Le decía eso, pero a ella se la veía que había tomado alguna de más, no para estar al mismo nivel que su marido, pero se le notaba. Yo le dije a Carolina que por mí no había problema en bailar, salvo que no quisiese bailar conmigo. Esto último lo dije para picarla y ella dijo que porque no, nos fuimos a bailar. Reconozco que me aproveché y me puse las botas con ella. Me logro ponerme cachondo perdido y tuvo que notar mi erección sin lugar a dudas. No volvimos a bailar, pero que buena que estaba. Paso una hora y los dos habían seguido bebiendo, no estaban para conducir hasta su casa, así que me ofrecí para que se quedaran en la mía, aunque ellos no querían, al final entre todos los convencieron. Fui conduciendo yo. Estaban los dos más que pasados. Les deje dos pijamas de los que llevaba siempre por cualquier imprevisto y que yo nunca usaba.

            A él lo llevamos a la cama entre los dos y como pedimos le colocamos el pijama. Mientras lo hicimos queriendo y sin querer rocé varias veces sus tetas, como me puse al sentirlas. Me salí de la habitación y regresé al salón, donde me puse un refresco y me senté a relajarme un momento antes de irme a dormir, porque pensé que la noche había terminado ya. Oí como se abría la puerta de la habitación y se cerraba, al ver a Carolina fue como una aparición. Venía con mi chaqueta de pijama puesta, que había arremangado las mangas porque le quedaban bastante grandes y no llevaba pantalón, la chaqueta le hacía de vestido. Verla a si me hizo empalmarme al segundo. Hablaba con un poco de dificultad, debido a la bebida. Me miro y me dijo si a ella no le ponía nada para beber y sin dejar que respondiera se fue a donde estaban las bebidas, sirviéndose un buen vaso de whisky. Bebiéndolo como si fuese agua y sentada de tal forma, que se le veía todo, porque sus piernas estaban medio abiertas. Notándosele también según se colocará, los pezones empitonados. Estaba en el momento ideal para hacer con ella lo que quisiera, pero nunca me gusto que una mujer en esa situación hiciera nada conmigo, no quería que luego dijese que no se había enterado, que abuse de su confianza. Resumiendo, que, aguantando mucho, le quite el vaso e hice que se fuera a dormir. Ella protesto bastante, pero al final logre llevarla a la cama. Nada más tumbarse se movió un par de veces y antes de apagar la luz, las tentaciones volvieron, porque se veía su culo totalmente, ya que llevaba un tanga y me costó mucho marcharme de la habitación.

            Yo me levanté pronto al día siguiente y como siempre fui a correr un poco. Cuando llegue ellos seguían dormidos. No sé cuál de los dos se despertaría antes, pero salieron los dos con cara de estar agotados. Me pidieron disculpas y me dijeron que se iban, que me esperaban esa noche y sin saber porque, les dije que mejor lo aplazábamos para otro día. A Andrés no le pareció bien pero no cedi.

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