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Morbo, osadía y atrevimiento, 3 hermosas palabras

en Sexo con maduras

Cuando nos mueve la pasión, en la cama o en cualquier otro lugar, y cuando esa pasión es genuina, sale del corazón y de las tripas, la distancia entre lo que pensamos y lo que expresamos con palabras se acorta. La voz, envuelta de pasión, transmite fuerza y sentimiento. En la cama, también es importante decir lo que queramos, lo que nos gusta y lo que no, lo que deseamos, con qué fantaseamos, qué nos excita.

Nos sobran los apartados de nuestra vida en los que tenemos que contenernos, ser prudentes, pensarlo todo dos veces y andar con pies de plomo, porque si no ofendes al de la derecha aumentas las posibilidades de ofender al de la izquierda ante un descuido. El lenguaje de la intimidad vive cuando se siente libre, cuando peca sin miedo, cuando somos escritores con los sentidos abiertos.

 

Los días trascurrían y yo había decidido tomarme las cosas con más calma. Me refiero a la parte laboral. No quería que el trabajo me comiera todas las horas del día. Estaba además a disgusto, no por estar en Argentina, que era algo que lo disfrutaba. Era porque no se me estaban dando las facilidades por parte de la central para poder desarrollar el trabajo adecuadamente y eso me fastidiaba. Yo que había pensado que mi antecesor había sido como mínimo negligente en sus funciones, ahora ya me estaban entrando dudas. Me pasaba más tiempo hablando con la central para solucionar entuertos, que desarrollando los trabajos que teníamos que realizar. Algo que me desesperaba. Esa mañana decidí que cada departamento me hiera un informe sobre su área, estaba dispuesto a hacer un memorándum y enviarlo a la central.

        Mientras seguía con el trabajo habitual y en cuanto podía Ailen venía a verme con cualquier excusa. Me “reprochaba” que desde que me dedicaba a lo de ir a bailar, poco caso hacia al resto y me decía que a ella le apetecía mucho “bailar” diciéndolo con un tono de lo más picante y divertido. Me gustaba verla así, se la veía más hermosa, llena de deseo. Con su mismo tono le respondí que ya bailaríamos. A continuación, antes de irse me dijo que se iba a celebrar el cumpleaños de un compañero el siguiente sábado, que sería una comida con bastante gente de ahí, que sería bueno que fuese. Como no conocía bien a la gente, ya que esta vez me implique menos, acepte y como se le iba a hacer un regalo participé aportando lo que me correspondía.

            Seguía acudiendo a bailar, pero no había manera de pillar a Graciela sola, Claudia no nos dejaba a solas bajo ninguna circunstancia. Una de las tardes, me invitaron el sábado por la noche a un sitio donde ellas y más gente de la escuela iban a competir. Me lo pensé un poco y me dije que porque no. Dije que sí, el horario era compatible con la comida del cumpleaños. Sería un sábado completito. Llego el sábado, a mitad de mañana pasaron recogerme Leonardo y Ailen, me llamo la atención que me recogieran tan pronto y luego me sentí mal. Porque era un asado en el campo y todos los que iban llevaban algo de comida, yo había pensado que sería en un restaurante. Pedí disculpas y todos me disculparon, porque ellos mismos me decían que si alguien tenía la culpa eran ellos por no advertírmelo.

            Estaban casi todos y la mayoría acompañados por sus respectivas parejas. Entre toda la gente que había, tengo que reconocer que había mucha mujer interesante. Algunas las conocía de vista, porque trabajaban conmigo y otras eran parejas de alguien del trabajo. Entre estas estaban las dos seleccionadas por Ailen, Stella que cuando se acercó Ailen la saludo y me presentaron a su marido Pablo, de la misma edad y con cara de despistado, más que de despistado de no saber que hacia allí, algo en lo que coincidíamos. Conectamos muy bien y no me había equivocado, estaba tan perdido como yo. Mientras hablábamos yo d reojo no dejaba de ver a su mujer, que así vestida de forma informal, ganaba mucho más. Mientras miraba a Stella y a Ailen, se les acercaron dos mujeres una de ellas Laura y la otra no la conocía, pero estaba para parar un tren. Provoque el acercarme y cuando nos presentaron, me costó aguantarme la risa. Tuve que hacer verdaderos esfuerzos, porque Laura me presento a la otra mujer como su pareja, se llamaba Emilia de unos 38-40 años, voluptuosa y de la misma altura o un poco más que Laura. Ailen se dio cuenta de porque me sonreía y me puso cara extraña, pero para mis adentros me decía que había pinchado en hueso. Que no se la ligaría.

        En cuanto nos quedamos solos me dijo que no me riera tanto que me equivocaría y entonces ya no me aguante la risa. Ailen entonces me conto que no eran lesbianas, que eran bisexuales y que por lo que sabía de vez en cuando hacían cosas con hombres, que se lo había contado ella, cuando se enteró que ella iba a lugares swinger. Pero luego me vino a decir, que, aunque le había hecho insinuaciones, Laura no había entrado. Ailen me dijo de salir esa noche y le dije que era imposible, le explique el motivo y me dijo que pues a hacer la digestión después a otro sitio. Mientras decidíamos que hacer, le pregunte a Ailen por una mujer, con la que llevaba ya mucho tiempo cruzándonos las miradas y lo más interesante que ella me la aguantaba. Le indique que mujer era y le pregunte si trabaja con nosotros. Ahora la que se sonrió fue ella y me dijo que no, pero que la conocía era Zoe, morena de unos 45 años, 1,70 rellena de con formas muy voluptuosas, melena larga, llevaba una falda que se levantaba a la menor corriente de aire que había, se podían ver unos muslos muy deseables. Su marido si trabajaba con nosotros era un encargado de área se llamaba Mateo de 48 años, 1,75 y en plena forma.

-Los conocemos bastantes, porque salimos algunas veces a tomar alguna copa o a cenar.

- ¿Son también liberales?

-Jajaja… ya veo que te ha gustado.

- ¿Pero lo son o no lo son?

-Jajaja… es complicado darte una respuesta, pero a ver si así te aclaras algo. No y sí.

-Me lo has aclarado todo… jajaja…

-Que Mateo es bastante puritano y si le dices algo sobre el mundo liberal, se llega hasta congestionar y no exagero. En cambio, Zoe, es liberal siempre que puede, ya me entiendes.

-Supongo que lo mismo has tenido algo con ella y por eso…

-Que va y no me hubiera importado, pero no. Lo sé porque me ha contado algún escarceo que ha tenido, pero que han sido más que escarceos flash, porque Mateo está muy vigilante siempre, por eso tampoco quiere que trabaje.

-Se me ha ocurrido una idea genial.

-Cuéntame…

-Vamos todos a mi casa, le dices a Leonardo que se encargue del marido y ya que tú la tienes ganas también, nos encargamos nosotros de la mujer… ¿Qué te parece?

-Jajaja… a mí me parece muy bien, pero no creo que a Mateo le parezca bien. Aunque de mí se fía mucho, se podría intentar algo, pero tampoco sé si Zoe querrá.

-Lo que hay que hacer de momento es que nos presentemos.

        Ailen se fue y se hizo la encontradiza con la pareja en cuestión. Se reían, hablaban y se veía que había sintonía. Luego se les acerco Leonardo y todo continuaba igual, mientras yo hablaba con algunas personas sin quitarles el ojo. Vi cómo se acercaban a mí y fue Leonardo quien hizo las presentaciones. Mateo nervioso y muy correcto, Zoe y yo nos “taladramos” con nuestras miradas. Mientras hablaba con ellos, Ailen aparto a su marido y hablo con él, que una vez que Ailen le dijo lo que fuera, aunque yo imaginaba el que, Leonardo movió la cabeza de forma dubitativa. Como Mateo vio en mi total normalidad en el trato, se fue animando y me di cuenta de que tenía buena conversación. Zoe no hablaba, pero su mirada decía todo y más.

            Se volvieron a acercar Ailen y Leonardo, este último agarro por el brazo a Mateo y se disculparon, se fueron a hacer algo y nos quedamos solos los tres, Ailen, Zoe y yo. No sé si estaba preparado o no y me daba igual, una mujer se acercó y requirió a Ailen por un problema que había surgido, Ailen se marchó dejándonos a los dos solos. En ese momento estaba dispuesto a todo, no sabía cómo entrarla exactamente, si en plan discreto o como me pedía el cuerpo, que me decía que fuera muy directo y nada sutil. Pero pasaba lo que muchas veces, el momento y el lugar no eran los adecuados, porque, aunque era una reunión por un cumpleaños, eran gente del trabajo, me tocaba guardar la compostura. Ella empezó a hablar.

-Así que tú eres el famoso jefe que ha llegado. Tienes a todo el mundo expectante.

- ¿Famoso por qué?

-Porque dicen que eres un ogro, que hablas poco y has revolucionado el trabajo.

-No soy un ogro y lo único que he cambiado algunos hábitos en el funcionamiento diario. Solo eso. Una vez que se acostumbren… pero bueno, no he venido a hablar de trabajo.

-Mateo me ha contado, que eres muy directo en el trato y que contestas a todo claramente, igual que te gustan que te digan las cosas a la lacara. Que en las reuniones eres así.

-Es que dentro del respeto se puede decir de todo y es mejor ser claros para que no existan confusiones.

-En tu vida normal eres así también o solo en el trabajo.

-Soy así siempre. (Nuestras miradas cada vez decían más y eran más intensas, por lo menos yo lo percibía de esa manera)

-Pues ya que eres así cuéntame porque me llevas mirando todo el tiempo y no me digas que me equivoco o quieras tratarme como a una tarada.

-Pues te seré claro, desde que te he visto con tu marido he pensado, que eras mucho pollo para tan poco arroz… (Sonriéndola)

- ¿En tu país eso que quiere decir…?

-Que estas muy buena y que tú necesitas a alguien más que te folle, que seguro que tu marido no te da todo lo que tú necesitas. (Lo dije sin medias tintas, ahora a esperar su reacción)

-Vos sos un guanaco… ¿Cómo podéis decir esas cosas a una mujer? (Recuerdo perfectamente lo que me dijo. No sabía que quería decir guanaco, supuse lo que podía ser, golfo, sinvergüenza, cerdo, grosero… pero el tono de su voz y su cara no acompañaban a sus palabras)

-Supongo que no es nada bueno lo que me has dicho. Pero mantengo lo que he dicho, ahora mismo te llevaba a cualquier lugar y te follaba hasta hartarnos.

-Veo que los jóvenes en su país son…

-Ni son ni san. Tú estás pensando lo mismo y te he cortado porque veo que tu marido y Leonardo vienen para aquí. Escúchame un momento, hoy quiero follarte, va a estar en tu mano. Yo os invitare a mi casa a tomar algo, en ti está el venir, si dices que sí, ya lo tenemos claro y si dices que no… pues también lo tendremos claro.

        No contesto, pero nos miramos intensamente. Al momento llegaron los dos hombres y nos pusimos a charlar de nuevo. Escuchaba lo que decían, me limitaba a hacer gestos, pero mi cabeza estaba solo pensando en esa mujer, en ese cuerpazo. Llego Ailen y nada más hacerlo dije… “Yo me voy a marchar ya, pero me gustaría que vinieseis a mi casa a tomar una copa… ¿Venís?” Ailen dijo que ellos sí y Mateo, con cara apenada dijo… “Lo mismo otro día sí, hoy nos viene muy mal. Esta noche tenemos cena con un grupo de amigos…” yo dije que me pasaba lo mismo pero que sería solo un rato, pero qué bueno que lo dejaríamos para mejor ocasión. En ese momento intervino Zoe… “Vamos Mateo, seguro que nos da tiempo, una hora u hora y media si podemos, no vamos a hacer ese desplante…” Mateo rectifico enseguida y dijo que estaba bien.

            Llegamos a mi casa y lo primero que hice fue ponerles unas copas a todos. En menos de diez minutos, tenía a los dos maridos enfrascados muy animadamente en una conversación sobre problemas del trabajo. Ya que los otros dos temas con lo que más fácilmente se puede enredar en esos casos, son la política y el futbol. Como del futbol y la política argentina no tenía ni idea, solo me quedo ese tema. Ailen que fue muy lista dijo de ver la casa y yo disculpándome empecé a enseñárselas. Como era un dúplex, la primera planta se la enseñe muy rápida. Fuimos a la de arriba que eran donde estaban los dormitorios. Se los fui enseñando y Zoe me pregunto por algún baño, le dije que podía usar el de mi habitación que la acompañaba. Ailen dijo que iba a por las copas que las dejaron abajo.

        Nada más llegar al baño no perdí el tiempo ni ella tampoco. Nos morreamos desesperadamente y se dio la vuelta para apoyarse sobre el lavabo, no dijo nada más. Me desabroche el pantalón, saque mi polla toda tiesa y levante su falda, menudo culo tenía para follárselo sin parar. Ni le quite las bragas de encaje que llevaba, las separe y lleve mi polla a su coñito. Iba a ser un polvo rápido, pero seguro que muy bueno. Empecé a meterle mi polla suavemente, podía notar como entraba, estaba mojada, pero se notaba perfectamente y ella también, por los ruiditos que hacía. Estaba apoyada sobre sus manos y con la cabeza gacha, hasta que la levanto y entre dientes, con una mirada “furiosa” me dijo que le metiese toda la poronga, como supuse lo que era lo que quedaba por meter se lo metí de una sola embestida, diciendo ella un largo ¡SIIIIIII…! Pero a la vez conteniendo su voz para que no la oyesen. Le sacaba la polla casi del todo, para luego hacerle una penetración profunda, sacándole cada vez más gemidos. Me agache un poco y lleve mis manos a sus tetas, menudas dos tetas, aunque la blusa y el sujetador me molestaban, sentía que eran muy grandes y sus pezones igual, estaban durísimos. Era un placer para los dos el tocárselos.

        Estábamos en pleno apogeo de lujuria y placer, cuando se abrió la puerta y Ailen decía… “Serás turrona, tenía que llamar a Mateo…” ni se inmuto, solo giro su cabeza la miro un rato y volvió a ponerla como al principio. Le daba igual todo. Vi que Ailen tenía fuego en sus ojos, se la veía muy excitada. Aunque no se atrevía a hacer nada, estire un brazo y se acercó, nos fundimos en un apasionado beso. Luego lleve una de sus manos a la cabeza de Zoe y la acaricio con suavidad, le hice una seña para que tocara sus tetas y estuvo algo recelosa, pero al final se animó. Con un poco de miedo empezó a tocar una de sus tetas y al ver que no ponía pegas se animó, en ese momento justo Zoe miro y cuando vio que era ella, con tranquilidad le quito la mano. Yo que me di cuenta, pare de follarla, agarre su cabellera y tire hacia mí, se quejó un poco y le dije que si quería que siguiese que quería verlas a las dos.

        Ya no puso más pegas y Ailen desabrocho su blusa y le debía de tocar las tetas directamente, le decía que le encantaba como tenia los pezones de duros y sobre todo lo zorra que era. Zoe solo gemía y no decía nada más. De pronto empezó a mover su culo con más intensidad, yo como siempre que veo un culo tan bueno, me moje un dedo con saliva y me fui al culo, no protesto para nada, eso fue una buena indicación, me dijo que se venía, que fuera más fuerte y agarrando sus caderas, empecé a embestirla de forma rápida, pero como pedía más aun, al final ya la empotraba de una manera salvaje, como pocas veces hacía. Se corrió y se agarró a Ailen mientras lo hacía. Cuando se quedó quieta Ailen le dijo que se quitara que ahora le tocaba a ella. Lo único que Ailen me dijo que me sentara en el inodoro, que le gustaba más así.

            Nada más sentarme ella abrió sus piernas y se sentó sobre mi polla, estaba mucho más mojada que Zoe. Se desabrocho todo lo de arriba para que me pudiera comer sus tetas, se volvía loca. Mando a Zoe que se acercara y fue cuando pude ver las dos tetazas que tenía, grandes gordas y caídas, con unos buenos pezones. Fue segundos lo que tardo Ailen en meterse un pezón en la boca, Zoe no se lo esperaba, pero ponía cara de gustarle, llevé mi mano por debajo de su falda y empecé a tocar su clítoris. Cuando noto que otra mano, estaba también tocándola por detrás, Zoe abría las piernas para facilitarnos todo y acariciaba la cabeza de Ailen mientras le chupaba las tetas. Se puso justo de lado y ahora cada uno nos poníamos comer una teta, los gemidos de las dos iban en aumento, la primera que se corrió fue Zoe y Ailen estaba muy cerquita, ahora Zoe estaba libre del todo, porque estábamos ahora Ailen y yo como locos follando, de manera inesperada, Zoe me morreo y cuando empezó a oír que Ailen se empezaba a correr, se fue a la boca de ella y se dieron un morreo tremendo.

        Una vez que Ailen se corrió, se levantó para luego agacharse y hacerme una mamada tremenda, no tardando nada en correrme, ante la mirada de Zoe, cuando ya terminé de correrme, Ailen se levantó y morreó a Zoe, esta una vez que terminaron riéndose le dijo que se lo había tragado todo ella al final y la respuesta de Ailen fue decirle que, de eso nada, que yo era muy esplendido, nos reímos los tres. Les dije que yo me bajaba primero, pero antes de irme les dije… “Os aviso una cosa, si hay una próxima vez os follare el culo… es una promesa” ellas no dijeron nada y me fui para abajo. Al llegar Mateo me pregunto por las mujeres y les dije que se habían metido en el baño y ya cansado de esperar me he bajado, se rieron y me dijeron que ya sabíamos cómo son las mujeres…

        Cuando aparecieron las “regañaron” por dejarme esperando, ellas me pidieron disculpas y me dijeron que ya me compensarían. Las dos se miraban y se reían. Ailen le dijo a Zoe, que un día se tenían que ir de compras, luego a cenar y más tarde a tomar algo, pero sin hombres. Mateo no puso muy buena cara, pero como Leandro dijo que le parecía bien y yo dije que eso era bueno para las parejas, Mateo al final también las apoyo. Ya se iban a ir todos cuando Mateo miro por un ventanal y llamo a Leonardo para que viera las vistas, en esto Zoe con cara maliciosa me dijo en voz baja… “Ya puedes ir reservándote y preparándote, pero sobre todo compra mucho lubricante, que para ese amigo que tienes… Jajaja” las dos se rieron a la vez y cuando preguntaron los maridos de que se reían, ellas dijeron que cosas de mujeres, yo encogí los hombros y no paso de ahí la cosa. En la despedida de una forma un poco solemne, Mateo me dijo… “La próxima semana está invitado a cenar en mi casa y no valen disculpas, ah y vosotros también” Leonardo dijo que sin problemas y yo no sabía que decir, me sabia mal hacerles el feo y acepte. Pero antes de irse como querían ir al baño, les dije a ellas, pues comprar vosotras el lubricante porque os follare el culo allí. Yo sabía que con Ailen no había problema, pero la cara de Zoe fue de dudar, pero llena de excitación.

        La tarde había estado muy bien. Eran dos mujeres explosivas y con muchas ganas de pasarlo bien. Había sido corto o pequeño el momento, pero excitante y morboso como nada. Ya pensaba en las “maldades” a hacer en la próxima cena y mi polla se volvía a poner en canción. Entre eso y pensar en que esta noche vería otra vez a Graciela, hacían que mi cuerpo vibrara. Cené tranquilamente en casa y luego en un taxi me fui a la sala donde se celebraría el concurso de baile. Empecé bien la noche, porque me dijeron que estaba el aforo completo, que no podía entrar. Contacte con Santiago y consiguieron que entrara. Una vez que entramos nos costó llegar a la zona donde estaban. Graciela y Claudia estaban para comérselas. Estaban algo nerviosas y Graciela como si no hubiera pasado nada entre nosotros m presento a su marido Manuel, el cual me dio la mano como si me estuviera haciendo un favor.

        Me ignoro por completo y delante de mí, sin cortarse, le dio la bronca a su mujer por cómo iba vestida. Que iba vestida como casi todas las que iban a bailar, de una forma muy sensual y explosiva, pero era una indumentaria para ese momento, no para salir por la calle. Estuve muy cerquita de darle una colleja y decirle que se comportara, pero afortunadamente intervino Santiago y lo calmo, se lo llevo a otro lado y yo me quede con ellas. Además de con más gente de la escuela. Graciela le decía a Claudia que ya estaba harta de él, que cualquier día… Claudia no la dejo continuar, le dijo que se relajara, que pensara en el baile y en toda la gente, refiriéndose a su grupo, que estaban pendiente de ella. Había que tener cuidado porque había continuos empujones de la cantidad de gente que había. Graciela salía en tercer lugar después de dos parejas de su escuela. Se acercó a ellas para decirles algo, supongo que alguna indicación de última hora. Quedándome yo a solas con Claudia, bueno a solas no, que estábamos rodeados de gente.

        Una vez más me perdí, yo estaba medio recostado sobre un poyete y Claudia delante, por los movimientos de la gente ella no podía ver nada, le dije que se acercara dónde estaba yo, que había como un escalón y se subió. En el mismo momento que empezó a sonar la música, amparado por la oscuridad y por la gente que nos tapaba, empecé a acariciar sus piernas y fui subiendo mi mano. Ella con la típica mirada de no pude ser, se me quedo mirando y yo seguí subiendo mi mano. No decía nada, pero cruzo sus piernas, lo que me hacía más difícil acariciarla, pero no desistí. Seguí acariciando suavemente sus muslos hasta donde podía y ese culito tan pequeño, pero tan durito y bien formado. Quite mi mano porque vi que se acercaba Santiago, pero ella no se dio cuenta y cuando quite la mano, me miro y no dijo nada. Se me escapo una sonrisa, porque entonces ella descruzo las piernas, aunque las dejo juntas. Como vi que Santiago se quedó a un poco de distancia volví a mi ataque y empecé otra vez, primero a acariciar sus pantorrillas y volví a subir mi mano.

        Mi mano llego a la parte trasera de sus rodillas, seguía con las piernas juntas y cuando quise subir un poco más, ella junto más sus rodillas impidiéndome subir más, por lo que decidí dejarlo y justo cuando empecé a quitar mi mano, ella abrió un poquito más sus piernas, lo suficiente para que mi mano se moviera un poco más, pero no mucho más. La diferencia esta vez es que cuando subí más mi mano, ella abrió bien las piernas, pudiendo moverse mi mano con total libertad. Llegué hasta su entrepierna, lo malo que llevaba una ropa interior para bailar, costando más meterle mano, pero hice lo que pude y por cómo se movía no lo debía de estar haciendo nada mal. Vinieron a avisar de que se preparara que la tocaba. Bailaron ella y Santiago. Lo hicieron muy bien. Como lo hicieron los anteriores no lo sé porque no preste atención.

            La tensión se palpaba entre Graciela y Manuel, pero me di cuenta que eso venía de lejos, que no era nada nuevo. Santiago termino de bailar y lo primero que hizo fue coger una copa, luego preguntarme que como les vi y le dije la verdad, que me gustaron mucho. Aproveche que Manuel se fue a tomar otra copa, mientras las mujeres iban a cambiarse, para preguntarle por Manuel. Me conto que además de darle ataques de celos, la bebida no le ayudaba nada. Que cada día veía más cercano el que se separaran. Que Manuel era un buen hombre, pero que era difícil convivir con él. Se nos acercó Manuel y Santiago me dejo a solas con él. La conversación fue distinta a lo que yo me esperaba.

-Si te he ofendido antes, cuando nos han presentado discúlpame, compañero. (Lo vi abatido, que lo decía con sentimiento y me hizo gracia lo de compañero)

-No pasa nada, un mal día lo tiene cualquiera. (Le quite importancia y más cuando note que estaba con alguna copa de más, pero sin estar borracho, el punto ese en que la gente se hace declaraciones de amistad eterna…)

-No es cuestión del día, es que esta mujer me trae a mal traer.

-Pero… ¿Por qué? Lo mismo eres tú y no ella. Que lo digo sin conoceros.

-En eso me puedes ayudar porque eres neutral.

-Si puedo…

-Tú la has visto es una mina que esta bárbara. Siempre va llamando la atención, parece una culisuelta. (Me extrañaba que me dijese todo eso a mí, aunque algunas expresiones no las conocía, pero por el tono… que no nos conocíamos, la bebida le sentaba mal)

-Sin tratar de ofender. No lo puedes evitar, tu mujer siempre va muy discreta, siempre con pantalones, no enseña nada. Simplemente que en eso tienes razón, está muy bien y la van a mirar vaya como vaya. Cuanto antes lo aceptes mejor para ti y para ella. (Me miraba y no decía nada, me esperaba cualquier cosa)

-Entonces tu como nos ves. ¿Nos ves mal?

-Por lo que he visto esta noche, por lo que os habéis dicho, he podido apreciar que no ha sido algo puntual y que viene de atrás, que estáis más días así, que días normales. Al final si no pones remedio cada uno ira por su lado y se romperá.

- ¿Tu qué harías?

-No se trata de lo que yo haría, que soy muy malo dando consejos y por eso no los doy. Únicamente mira dentro de ti, mira donde fallas y por qué. Cuando lo descubras podrás poner solución a ¡TÚ! problema.

-No me hace falta… que yo lo sé perfectamente. (Muy serio)

-Pues si lo sabes… tú mismo. No se puede añadir nada más. (Sin tener ni idea que podía ser. Se acercaron en ese momento Graciela y Claudia, él les dijo en un tono seco si nos podían dejar solos un momento, la cara de Graciela fue de susto)

-Ves es que siempre quieren estar encima.

-No hombre, que no querían cotillear. Ahora seguro que sí, cuando las has dicho que nos dejen solos, se estarán preguntando de que hablas conmigo, un perfecto desconocido para ti.

-Pues que se jodan. Prefiero hablar contigo que has sido más directo que nadie y eso que quiero mucho a Santi es como mi hermano. Pero hay cosas que no se le pueden contar a un hermano.

-Venga tranquilo, vamos con los demás y a estar el resto de la noche bien.

-Espera que me queda algo por preguntarte.

-Pues pregunta, se directo y no perdamos el tiempo.

-Supongamos que tú tienes una esposa o una pareja, que esta estupenda, que sabes que no le das suficiente, que no llegas a satisfacerla del todo, que los hombres la miran con deseo… ¿Qué harías?

-Lo que yo haría no te gustaría oírlo, pero eso te lo tienes que contestar tu a ti mismo.

-Dime lo que sea y ya juzgare yo si me gusta o no me gusta.

-No hay problema, tampoco nos vamos a ver mucho más. Yo veo varias soluciones, dejarla y no amargarte con los celos. Asumir lo que dices si es verdad y dejarla que haga lo que quiera. Lo último ser más inteligente y dejarla, pero participando tú. Claro está siempre que aciertes en lo que tú crees de que le hace falta más, que lo mismo lo hablas con ella y te dice que estas equivocado. (Yo sabía que tenía razón, pero no se lo iba a decir)

-No me has ayudado nada y me has ayudado mucho. Porque todo eso lo había pensado yo ya y veo que no andaba equivocado.

        Me paso una mano por encima y nos fuimos a donde estaban los demás. Parecíamos auténticos compañeros como me dijo él. Todos miraban asombrados, mucho más cuando pidió perdón a todos y en especial a su mujer. Diciendo que no volvería a pasar. Santiago se vino a mi lado y me pregunto por lo que había pasado, me limite a decirle que algunas veces es bueno hablar con un extraño para aclararse uno mismo. Sin desvelar nada de lo que hablamos, entre otras cosas porque no sabía el pensamiento exacto de él. Mientras hablaba con Santiago su mujer nos miraba muy atentamente. Seguimos allí por un buen rato, estaba todo más distendido y bebían sin reparo. Les invite a mi casa, quería ver si la noche acababa como yo quería. Los cuatro aceptaron sin poner ninguna pega.

        Todos estábamos muy animados, sobre todo Santiago, Graciela y Manuel que se les notaba bastante pasados. Claudia y yo estábamos más normales. Puse música y después de servir unas copas, los maridos animaron para que bailaran sus mujeres y al final lo hicieron. Yo me aparte un poco de ellos, no quería que notaran el bulto de mi pantalón, porque las dos bailaban muy sugerentemente y de forma incomprensible e inesperada por sus caras, Manuel empezó a decir burradas a las dos mujeres y en especial a la suya. Al principio las pillo un poco descolocadas, pero como el siguió y Santiago también se animó, pues las dos mujeres se pusieron en sintonía.

        Aproveche la situación y me acerque a bailar con ellas, las dos se quedaron un poco paradas, pero al ver lo lanzado que iba se empezaron a dejar llevarse. Los maridos tocaban las palmas animaban y yo bien que me pegaba a ellas. Ellas dos y yo estábamos que bufábamos, se notaba perfectamente. En un movimiento raro que hizo Graciela dio un traspiés y no se cayó de milagro. Se llevó un buen susto y Claudia fue la que puso orden. Dijo que se había terminado la noche ya, ante las protestas de Manuel y Santiago. Para calmar los ánimos les dije que había habitaciones de sobra para que se quedaran, que no iba a consentir que se fueran en ese estado. Claudia decía que ella podía conducir, pero al final los convencí a todos. Siguieron bebiendo un poco más y al final les acompañe a sus habitaciones. No había salido la noche como yo pensaba, otra vez seria, por lo menos habíamos tendido, un buen puente para una fructífera amistad. A todos les deje pijamas míos, que les quedaban bastante grandes, pero por lo menos era algo.

        Estaba en mi cama tumbado, intranquilo y caliente, tenía una erección de caballo. Me tenía que hacer una paja a falta de algo mejor. Como la puerta estaba abierta, me levanté a cerrarla y cuando lo fui a hacer, vi una luz tenue que salía de una de las habitaciones. Me acerqué con mucho cuidado y vi a Claudia recostada sobre el cabecero de la cama, con una chaqueta mía de pijama color vino y las piernas recogidas. Estaba leyendo un libro, que debió coger de algún sitio, algo que no es extraño porque siempre ando rodeado de libros. Me hizo gracia porque tenía unas gafas puestas, haciéndole la cara graciosa y de intelectual. El ruido de la noche lo rompía su marido roncando.

        De pronto miro hacia la puerta y me vio a mí, que iba con un pantalón de pijama nada más. Ni se inmuto, se quitó las gafas, se llevó una patilla a la boca y me miro. Luego con una mano me señalo a su marido y me hizo señas de que me fuera. Recordé lo que había pasado hacia poco rato y no quise irme. Me acerqué casi de puntillas, aunque si hubiera hecho ruido daba igual, ni un terremoto hubiera despertado a Santiago. Sin embargo, ella me miraba con pavor. Me puse a su costado, acaricié sus piernas y ella me quería apartar, pero no se atrevía a hacer ruido para que su marido no despertase. Ponía cara de “furia” y yo de “sinvergüenza” que en mi es de lo más natural, según dicen las malas lenguas. Cuando logre llegar a su coñito, me fue todo más fácil, no tenía nada debajo y cuando mis dedos rozaron sus labios, porque puso la mano para tratar de impedirlo, se me mojaron y bastante. Saque la mano y sin dejar de mirarla, me chupe los dos dedos que la rozaron, vi en sus ojos un brillo de calentura. La lujuria se estaba apoderando de ella.

            La mire más intensamente y volví a llevar mi mano a su coñito, agarre la suya y la quite, mis dedos recorrieron todo su coñito y ella solo cerro los ojos. Los abrió me miro y me hizo agacharme casi hasta tumbarme, como para esconderme y que su marido no me viera. Desde esa posición todo era mucho mejor, porque la gire y saque sus piernas prácticamente de la cama, las abrí y metí mi cabeza entre ellas. Cuando mi lengua que estuvo un rato por sus muslos y por los alrededores de su clítoris, lamio este último, se le escapo un gemido importante, moviéndose el marido, pero sin despertar y ella dio un respingo, pero, aunque se asustó no me quito ni cambio de postura, lo que hizo fue tranquilizar a su marido como si fuera un niño pequeño, diciéndole que no era nada que siguiera durmiendo. La situación era muy morbosa. Ella se estiro y apago la luz. Fue una pena que lo hiciera porque no podía ver su cara. Seguí comiéndome su coñita y mientras subí mis manos para tocar sus tetas, al darse cuenta ella lo que hizo fue desabrocharse del todo la chaqueta.

        Tenía unas tetas pequeñitas, pero bien duras, cambian de sobra en mis manos. Según empezó a pegar cada vez más su coñito contra mi boca supe que estaba cerquita de correrse. Empecé a follarla con mis dedos y no tardo en correrse en mi boca, fue todo un manjar. Le dije entre susurros que me había gustado mucho su corrida y ella se lanzó a taparme la boca con su pequeña mano. Me tumbé en el suelo y la atraje hacia mí. Quedando a horcajadas sobre mí. Se agacho del todo quedando sus tetas pegadas a mi pecho, llevo su boca a mi oreja y me dijo… “Estate callado, si vuelves a hablar… te maaaato…” y me mordisqueo la oreja y luego me morreo bien morreado. Según nos besábamos ella se apretaba contra mi dura polla y hacia movimientos muy precisos sobre ella, como si fuese un suave baile.

        Me mordía mis pezones, lo hacía con cierta agresividad, pero lo hacía muy bien. Cuando paro, acerco una de sus tetas para que se la comiera y cuando empecé a hacerlo, se llevó una mano para abajo soltó mi pantalón de pijama y agarrando mi polla, se la llevo a su rajita, meneándose de arriba abajo, sin metérsela, la empapo toda. Cuando ya está super cachonda se la llevo a la entrada de su coñito para metérsela y fue cuando decidí tomar la iniciativa nuevamente. No se la metí y eso la contrarió. “Forcejeamos” ella para que se la metiera y yo para no hacerlo, así estuvimos un ratito hasta que cuando menos se lo espero, se la metí sin contemplaciones y tal como me mordió la boca le tuvo que gustar. Era pequeña pero que bien follaba, se movía con mucho estilo y sabia como hacerlo para producir más placer. Supongo que el baile le ayudo mucho para tener tanto arte follando. Se agacho un poco se empezó a moverse más intensamente y se agarró a mis pelos. Yo agarre bien sus pezones, acariciándolos con distintos ritmos de intensidad y eso que se me da también, provoco en ella otra corrida fenomenal que provoco que yo me corriera de la misma forma, nos quedamos un buen rato quietos, ella sobre mí y si me descuido un poco se queda dormida, de lo relajada que se quedó. Me fui a mi habitación más “relajado” y dormí muy bien.

        Se me olvido correr las cortinas, los primeros rayos de sol entraron con fuerza por el ventanal y me despertaron. Me levante para cerrarlas cuando me llega un profundo olor a café, con lo cafetero que soy eso fue mi perdición, tal como estaba decidí bajar a tomar un café y subirme a dormir otro ratito. Llegue a la cocina y me encontré con Graciela tomando un café, nada más verme me dijo… “Buenos días, por decir algo, que me duele la cabeza… perdona que haya rebuscado en la cocina y por casualidad… ¿No tienes nada para este dolor de cabeza?, que las sienes me van a estallar” le dije que me fuera preparando una buena taza de café y que ahora le traía algo.

Regrese con un botecito de fragancia de menta de campo, relaja y tonifica de forma inmediata. Me bebí practicante de un sorbo el café. Me puse detrás de ella, que estaba sentada en una banqueta de la cocina, con las piernas cruzadas y solo con la chaqueta de pijama, al igual que Claudia la noche pasada. Le hice que descruzara las piernas, que se relajara lo más posible, diluí un par de gotas en un aceite portador, se lo puse en la nuca y se lo impregne con un suave masaje. Luego le puse en las sienes y aquí si me entretuve más dándole un masaje con mis dedos. Poco a poco fue apoyando su cabeza en mi abdomen, ronroneaba y solo emitía sonidos de estar muy a gusto.

A continuación, me puse a darle el masaje en la nuca, cuello y hombros. Estaba totalmente entregada, ya no se quejaba de nada. Desabroche un botón de la chaqueta y así podía darle más directamente el masaje en los hombros, no puso ningún reparo. Mis manos fueron bajando hasta llegar a sus tetas y poder sentir como se terminaban de endurecer los pezones entre mis dedos. Masajeaba y acariciaba sus tetas, dejando que sus pezones se metieran entre mis dedos. Podía notar como su pecho se hinchaba al respirar de forma excitada. Hice que se levantara y que se apoyara sobre la isleta de la cocina, no le quite la chaqueta, me limite a subírsela y cogí otro tipo de aceite para masajear su espalda, pero que también me serviría de lubricante para lo que quería hacer. Antes de ponérselo y como llevaba una braguita minúscula para ese culazo. Pase los dedos por los costados de la braguita y se la baje con su total cooperación.

Ahora sí, deje caer un chorro de aceite en su espalda, sobre la columna. Fui masajeándola y haciendo que parte del aceite fuera hacia su rabadilla, para que luego se colara entre sus nalgas, lo que le provoco un respingo, porque estaba frio. Mis manos acariciaron sus nalgas su coñito y muy delicadamente su ano. Hasta que un dedo se fue introduciendo como quien no quiere la cosa en su culito. Ella que ahora tenía los brazos apoyados en la isleta y su cabeza sobre ellos, sin levantarla dijo… “Quieeeeto… que te veo venir…” pero no hizo ni dijo nada más. Ya tenía dos dedos dentro y había llenado su culito de aceite. No me hizo falta quitarme el pantalón, mi polla salió por la bragueta ella sola, ya que no tenía ningún obstáculo. Empecé a follármela por el coñito, que al estar tan mojadito entro bastante bien y con el movimiento que ella hacia entro mucho mejor.

Mientras eche un poco más de aceite y mis dedos entraban y salían sin complicación, era el momento que no podíamos perder el tiempo, que si se oía cualquier ruido nos quedaríamos a medias. Cuando saque mi polla, ella esta vez sí giro la cabeza, con voz suave y dulce me dijo… “No me trates a la marchanta… no seas el típico chamullero” (Dijo eso o algo similar, que no entendí mucho ni pregunte en ese momento) le dije que no se preocupara, que todo sería como a ella le gustase y volvió a su postura anterior. Ya no había más que decir, después de untar bien mi polla con el aceite, coloque la cabeza de mi polla en la entrada de su culito. Como siempre en estos casos y para que se relajase, solo metí la cabezota, quedándome parado y con un levísimo movimiento, pero sin meter nada más. Estaba claro de que no era su primera vez y se puso a mover su culazo. De esa manera poco a poco iba metiendo más, hasta que exclamo algo que podía ser una queja y al preguntarle si quería que fuese más despacio… me contesto… “Que va, tranquilo si no me ha dolido, es que se siente increíble, es algo fuera de serie, me gusta cómo se siente y lo caliente que tienes la tranca, no es normal… uufffff…. Que gozada, si en la concha se siente bien, no te digo así…”  

Al oír lo que dijo, fui metiendo lo que quedaba, que sería la mitad y ella me animo a que no parara. Luego me dijo que no me moviera, pensé que quería adaptarse, pero me dijo que ahora le tocaba a ella. Solo faltaba la música, porque el ritmo que imprimó a su culo era bestial, que manera de moverse, como lo disfrutaba y como me hacía disfrutar a mí. Su respiración se agitaba y yo sin moverme gozaba como se sentía y también de verla. Se oyó un leve ruido en la parte de arriba. Se paró y escuchamos como si alguien estuviera usando la ducha. No estaba dispuesto a quedarme a medias y empecé a follarme ese culito con pasión y “rabia”, Graciela susurrando me pedía más, me animaba a que llenara su culo con mi corrida, me empecé a correr y cuando ella noto mi leche en su culo, se tapó la boca con su brazo y se corrió con unos movimientos únicos y bestiales.

Se quitó rápido se puso las braguitas y yo con papel de cocina, limpie lo que había caído al suelo. Se sentó como si no pasara nada en un lado de la isla y yo en el contrario, nos pusimos café y empezamos a hablar de nuestros países. Quien bajara oiría la conversación. Y bajaron Santiago y Manuel. Santiago con cara de sueño y Manuel recién duchado. Se unieron a la conversación mientras tomaban café. Graciela dijo que se iba a asear y vestir, Santiago poco después dijo lo mismo y nos quedamos Manuel y yo solos. Donde Manuel cuando se aseguró de que estábamos solos, me dijo que mientras se duchaba había pensado en lo que hablamos por la noche y que le gustaría hablar más detenidamente conmigo, pero eso si a solas. Le di mi número de teléfono para que me llamara cuando quisiera. Así acabo ese fantástico fin de semana.

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