Jana tenía 15 años cuando se enamoró de la masturbación. Todo empezó en la bañera. Se estaba dando un baño de espuma, limpiando con esmero todas y cada una de las curvas y rincones de su cuerpo, hasta que, cuando llegó a su coño lo tocó de una forma que le gustó. Bajo el agua, cálida y espumosa, empezó a explorar sus labios externos con los dedos. La sensación era maravillosa. Jana colocó un dedo en la entrada de su virgen orificio y empujó. Se deslizó al interior con facilidad. Le gustó esa sensación así que empujó aún más, entrando más profundamente, explorando su cálida y tierna carne.
Casi sin darse cuenta, Jana se encontró metiendo y sacando el dedo de su coño a una velocidad cada vez mayor. De pronto, en la parte interna de sus muslos, en su vientre y en su pecho, comenzó a sentir unas sensaciones completamente desconocidas para ella hasta ese momento. Arqueó la espalda, sintiendo cómo una extraña presión se formaba en su joven coño. Su vagina vibró en una oleada de placer y su cuerpo se puso a temblar sin control. Era su primer orgasmo.
Steve pasó junto a Jana y le dio una palmada en el culo. Jana levantó la vista del montón de papeles que llevaba y Steve le guiñó un ojo. Era muy tarde, bastante más tarde de la hora a la que normalmente salían de la oficina, pero Jana era una completa adicta al trabajo. Le encantaba trabajar y nunca se cansaba de hacerlo, y Steve era exactamente igual. Se pasaban muchas noches revisando el papeleo atrasado de la empresa.
Jana pensaba que Steve era guapo, pero sabía que no era una buena idea enrollarse con alguien del trabajo. ¡Y menos aún con su jefe! De todos modos, no le importaba que intentase ligar con ella. Todas las mujeres de la oficina aguantaban sus pellizcos, bromas y sobeteos. Eso no era nuevo para Jana, en los 10 años que llevaba trabajando para Steve, no había pasado un solo día sin que la acosase sexualmente.
Jana dejó sobre su mesa los informes que llevaba y entró tranquilamente en la oficina de su jefe, apoyándose contra el marco de la puerta con un brazo en alto. Steve levantó la vista y al ver a Jana emitió el acostumbrado ronroneo con el que siempre la recibía. Ella, en lugar de dirigirle una mirada de disgusto como solía hacer siempre, se pasó la lengua sensualmente por los labios.
- Ohhh Stevey -le dijo con su voz más sexy- ¿Puedes ayudarme con una cosa?
Los ojos de Steve casi se le salen de sus orbitas. Se levantó como accionado por un resorte y rodeando la mesa se acercó a Jana.
- Claro, Jana... -le contestó, totalmente entregado- ¿En qué
puedo ayudarte?
- Mmm... No estoy segura... Ya pensaré en algo -respondió Jana mientras se
levantaba su falda negra.
Bajando la mano, cogió una de las de su jefe y la colocó sobre su húmeda entrepierna. No llevaba más que unos pantis.
- Ooooh, sí... Jana -dijo Steve acariciando su suave Monte de
Venus, sintiendo con sus dedos los gruesos labios vaginales.
- Mmmmm, esto es maravilloso -susurró Jana en su oído.
Se arrodilló y le bajó la bragueta a su jefe. Aquellos caros pantalones cayeron hasta sus tobillos. Los ojos de Steve estaban fijos en el techo, en una mirada ensoñadora. Jana no tuvo que buscar demasiado para encontrar su larga y gruesa polla. Steve gimió al sentir su miembro rodeado por aquellas dulces manos y luego entrando en la boca de su empleada. Jana empezó a chuparle la polla con ganas, prestando especial atención a aquel venoso tronco que tanto le gustaba lamer. Con la mano derecha cogió sus huevos y empezó a juguetear con ellos, al tiempo que le tocaba el ojete con la izquierda, todo ello sin dejar de empalar su garganta con aquella dura polla. Tras quince minutos chupando, lamiendo, gimiendo y jadeando, Jana sacó el pegajoso miembro de Steve de su boca.
De un manotazo casi animal, apartó todo el contenido de la mesa de roble de Steve. Se sentó en el borde de la mesa, separó sus largas piernas e hizo un agujero en la entrepierna de sus pantis desgarrando el tejido para mostrar a su jefe lo húmedo que estaba su coño.
- ¡Vamos Steve! Quiero tu caliente y dura polla dentro de mí, ¡¡¡AHORA MISMO!!! -suplicó Jana dirigiendo a Steve una traviesa sonrisa que solo podía significar una cosa.
Incluso desde la otra punta de su espacioso despacho, Steve pudo ver lo húmedo que estaba el coño de Jana, debajo de su tupido y castaño vello púbico. Su sexo estaba completamente abierto, mostrando sus labios internos. Steve no perdió más tiempo y enseguida tomó posición delante de ella.
- Oh, Jana, llevo esperando esto tanto tiempo... -dijo Steve
todavía casi sin creérselo.
- Fóllame STEVE, ¡FÓLLAME COMO UN ANIMAL! SOY TU PUTA, ¡¡¡FÓLLAME!!!
Al oír aquello, Steve empujó, introduciendo su gruesa y venosa polla en el cálido, húmedo y peludo agujero de Jana. Ambos gimieron con fuerza, sintiendo la presencia del otro. En un instante se encontraron follando como locos, Jana gritando con todas sus fuerzas y Steve gruñendo como un animal. Ella sentía los huevos de su jefe golpeando su culo tras cada poderosa embestida. Los sonidos que emitían eran maravillosos, ambos estaban cubiertos de sudor y el sonido de sus cuerpos chocando uno contra el otro podía escucharse desde dos despachos más allá. El coño de Jana estaba tan mojado que, debajo de ella, sobre la mesa de roble de doscientos mil dólares, empezó a formarse un charco con sus propios líquidos. Se sujetó con fuerza al borde de la mesa y agitó su cabellera.
- OHHH JODER, ME CORRO, ME CORRO... ¡¡¡FÓLLAME!!! ¡¡¡DIOS MÍO!!! -gritó Jana mientras las paredes de su empapado coño empezaban a vibrar.
Aquello fue demasiado para Steve: sentir el mojado coño de Jana estrecharse y cerrarse alrededor de su polla le llevó al límite. Se corrió con fuerza en su interior, enviando chorro tras chorro de cálido esperma a lo más profundo de su delicioso agujero. Ambos cayeron al suelo, abrazándose y uniendo sus lenguas en un beso sin fin, mientras sus sudorosos cuerpos resbalaban uno contra el otro. Pasaron toda aquella noche follando.
Desde entonces, todas las noches han sido iguales...