Joanna disfrutó de nuestra última tarde juntos. Yo le había
asegurado que estaba dispuesto a tratar de cumplir todas sus deseos sexuales.
Aquella tarde, vestía una falda ajustada por debajo de la rodilla, con un
sensual corte a un lado, y una camisa corta que dejaba todo su vientre al aire.
Tenía unas tetas muy bien puestas, con unos pezones duros que se le notaban a
través de la camisa. Su ropa hacía juego con sus ojos azules y su cabello negro.
Llevaba los ojos bien maquillados y los labios pintados de un fuerte color rojo.
Trabajaba conmigo y me había pedido que fuese a su casa a arreglarle el
ordenador que últimamente le daba muchos problemas, un favor que había tenido
que hacer muy frecuentemente a más de un compañero. Su marido estaba de viaje y
mi mujer aquel fin de semana había ido a una convención.
Tomé asiente frente a su ordenador y mientras intentaba configurar el programa
que le daba problemas, se me acercó y apoyó sus tetas en mis hombros. Sentí
aquel dulce roce e inmediatamente mi polla se puso en total erección. El
pantalón no podía evitar que se me notase el bulto entre las piernas. Joanna se
dio cuenta y siguió apoyándome suavemente desde atrás las tetas en el cuello.
- Ya he acabado -anunció- Siéntate y prueba ahora a ver si todo va bien.
- No hace falta que te levantes -me dijo y se sentó encima de mí de cara a la
pantalla.
Al hacerlo acomodó su culo de forma que dejó su cálido sexo apoyado en el
tremendo bulto de mi pantalón que ansiaba salir de su encierro. Me acomodé en la
silla y le puse las manos en la cintura. Ella empezó a probar el programa,
meneando su culo sobre mi polla a cada momento. Por fin, no aguanté más e
introduciéndole una mano por debajo de la camisa comencé a acariciarle los
pezones. Ella se recostó sobre mi pecho y dándose un poco vuelta, me besó
introduciéndome la lengua en mi boca. Estaba muy caliente.
De pronto, sonó el timbre de la puerta.
- No te preocupes -me tranquilizó- Es Julia, la de contabilidad, que viene a
buscar unos disquetes.
Se puso delante de mí, me lamió los labios y me llevó al comedor. No podía
sospechar la sorpresa que me esperaba.
Oí cómo abría la puerta e instantes después apareció con Julia, una rubia de
unos 30 años también, alta, con una cintura muy delgada, unos vaqueros muy
ajustados y una estrecha camisa que a duras penas contenía unas tetas grandes y
redondeadas. Me excité al verla, era la primera vez que la veía fuera del
trabajo y nunca me había imaginado que estuviese tan buena. Inmediatamente notó
el bulto de mi pantalón y lo miró descaradamente.
- ¿Quieres quedarte a tomar un café con nosotros? -le ofreció Joanna.
- Claro, no tengo prisa -contestó- Así podré hablar un poco con Iván porque
apenas le conozco.
Joanna se fue a preparar los cafés, mientras Julia salía al balcón y se ponía a
observar la vista que había allí arriba. Se colocó de forma que pude admirar
aquel perfecto culo con los vaqueros metidos hasta el fondo de su entrepierna.
De repente, reapareció Joanna con dos cafés y me sorprendió observando
atentamente a su amiga.
- ¿Te gusta el culo de Julia? -me preguntó con tono pícaro.
- Está muy buena, sí -le respondí sin cortarme un pelo.
Joanna sonrió y se dirigió al balcón. Al llegar junto a su amiga, le puso una
mano en el culo y se giró hacia mí.
- ¿Sabes que Iván dice que tienes un culo precioso? -le dijo sin dejar de
acariciárselo- ¿Por qué no te quitas esos vaqueros?
Julia sin dudarlo, obedeció y tras quitarse los pantalones se me acercó. Me
abrió la bragueta del pantalón y arrodillándose se introdujo toda mi polla en la
boca. Joanna estaba excitadísima. Yo estaba sorprendido ante aquella inesperada
situación y en eso Joanna se me acercó también y comenzó a lamerme la boca con
su lengua. Se quitó la falda y se puso encima de mí. Julia empezó entonces a
alternar sus lametones entre mi polla y el coño de su amiga. Joanna se quitó la
camisa y aproveché para chupar sus perfectos pezones.
- ¿Te gustaría que le chupáramos las tetas a Julia los dos juntos? -me preguntó.
- Sería fabuloso -respondí entusiasmado.
Desvestimos por completo a Julia y comenzamos a chuparle las tetas entre los
dos. Nuestras lenguas se cruzaban al lamer sus excitados pezones. Joanna por su
parte me masturbaba con una mano mientras acercaba la otra a la boca de su amiga
para que se la chupara. De repente, la dueña de la casa se incorporó.
- No creéis que esto es algo incómodo -dijo- ¿Por qué no vamos a mi cuarto? Mi
cama es grande y podremos movernos más a gusto.
Julia y yo acogimos la idea con alegría, ya que aunque estábamos disfrutando
como locos, la situación era algo incómoda. Fuimos corriendo al cuarto de Joanna
para mantener la excitación del momento y nos lanzamos riendo sobre la cama.
Julia se puso inmediatamente a cuatro patas.
- Vamos, ¿a qué esperas? -exclamó Joanna- ¿No ves que quiere que se la metas en
el coño?
Naturalmente, no dudé un instante y poniéndome detrás de ella comencé a
introducir mi polla en su receptivo sexo. Metí la punta despacio, pero luego, al
ver lo húmeda que estaba empujé con fuerza, metiendo mi miembro hasta el fondo.
Joanna, que estaba excitadísima solo de vernos follando encima de su cama, abrió
el cajón de la mesita de noche y sacó un enorme consolador del que colgaba una
goma elástica. Expertamente, se lo ajustó a la altura del coño, como si fuese su
propia polla, y poniéndose delante de mí, comenzó a penetrar a su amiga por el
culo.
La situación era esta: Julia estaba a cuatro patas sobre la cama, yo tenía la
polla metida en su coño y me la estaba follando como si se fuese a acabar el
mundo, mientras que Joanna, encima de su amiga y con un consolador de goma
ajustado a su cintura, penetraba a su amiga por el culo, arqueando bien su
espalda para que yo pudiera meterle un par de dedos en el coño. ¿Podéis imaginar
algo más excitante? ¿No? Pues esperad a oír lo que pasó a continuación. Joanna
abrió otro cajón de la mesita de noche y de él sacó otro vibrador, posiblemente
más grande que el anterior.
- Métemelo por el culo, por favor -me pidió, excitada a más no poder.
Obedecí extasiado y empecé a penetrar con aquel enorme aparato el goloso culo de
Joanna, mientras mi propia polla taladraba la cálida cavidad de Julia. En
cuestión de segundos sincronizamos perfectamente nuestros movimientos,
consiguiendo un perfecto trío como nunca había visto. Así seguimos hasta que no
pude más, saqué mi polla, me puse enfrente de las dos y les llené de leche la
cara a ambas. Mientras, ellas alcanzaron su orgasmo, sin dejar de chuparme la
polla y de tragarse mi semen.
Pasamos el resto de la tarde follando sin parar y al acabar quedamos en
encontrarnos cada cierto tiempo para seguir experimentando fantasías sexuales.
Joanna y Julia cada vez me sorprendían más, nunca hubiera sospechado algo así de
ellas. Todavía recuerdo sus caras llenas de mi semen... ¡Y ellas gimiendo!