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La espia que me amo

en Grandes Relatos

La espía que me amó.

PRÓLOGO :

Soy Hans Shulz, natural de Colonia (Alemania Occidental), en cuya ciudad poseo un negocio de maquinaria agrícola. Tengo 32 años, mi estatura es de 1,84, intensamente rubio, ojos azules y físicamente bien dotado. Las mujeres dicen de mí que soy muy guapo, pues no soy yo precisamente el más indicado para realizar esa afirmación. La verdad es que nunca he tenido problemas con el sexo femenino. Estoy soltero y mi nivel de vida es medio/alto, o sea el dinero no me falta.

Por mi negocio, una vez al mes debo trasladarme a la Alemania Oriental, debido a que uno de mis mejores clientes es precisamente el Ministerio de Agricultura, con el cual tengo el compromiso de supervisar y reparar, en su caso, la maquinaria que ellos me compran. Por este motivo, en la frontera todo el mundo me conoce y respeta, sobre todo por las buenas amistades que poseo. Incluso cuando hay algún roce entre gobiernos (y suelen ser frecuentes casi siempre), me utilizan como intermediario para tratar de suavizar las relaciones.

La historia que nos ocupa se inicia en la primavera del año 1966, cuando en una sala de fiestas conocí a la más preciosa de las chicas. Se llamaba "Irina". 1,76 de estatura, unas medidas mareantes (106- 64-104), con tetas y caderas que parecen un poco exageradas pero no, dentro de su estatura esas medidas le quedaban perfectas. Era una real hembra, muy morena, con el pelo color negro azabache y unos ojos negros muy brillantes. Una verdadera pantera en todo el sentido de la palabra. Incluso sus movimientos eran felinos.

CAPÍTULO I : Irina.

Eran las 20 horas de un 12 de Mayo, Viernes. Después de unos días de intenso trabajo me apetecía divertirme, por lo cual me tracé rápidamente un plan. Primero me tomaría una buena cena en uno de mis restaurantes favoritos y luego me daría una vueltecita por una sala de fiestas, donde solían parar algunas de mis muchas amigas. 

En el restaurante había bastante gente, no obstante el camarero que me conocía como cliente habitual, rápidamente me consiguió una mesa en un lugar bastante discreto. En plena cena sentí como un hormigueo por todo el cuerpo, la sensación de que alguien te está mirando fijamente. Elevé la cabeza y discretamente lancé una mirada a mi alrededor. 

Mis ojos chocaron con unos brillantes ojos inténsamente negros. Estos estaban enmarcados en la cara mas bonita que hacía muchísimo tiempo no había visto. Era un rostro exótico con un pelo negro en semi-melena color azabache. Aquel rostro me impactó profundamente. Cuando nuestras miradas se cruzaron, ella frunció los labios haciendo un mohín, queriendo imitar una sonrisa, y rápidamente desvió la suya. Yo seguí mirándola bastante descaradamente, pero ella ya no volvió a dirigirme la mirada. 

Al finalizar la cena y al momento de pagar la cuenta, me percaté de que ella había desaparecido. Me quedé bastante decepcionado, pues mi intención era intentar un acercamiento. Encogiéndome de hombros distraídamente me dirigí andando a la sala de fiestas. Mi cuerpo pedía marcha, pero la imagen de aquel rostro estaba grabada a fuego en mi cerebro.

Entré en la disco y me dí una vuelta buscando a alguien conocido. Al no encontrar a nadie, me dirigí a la barra. De espaldas había una chica que, vista por atrás, tenía un culo y unas piernas despampanantes. Aparentemente parecía casi tan alta como yo. Si la parte delantera se correspondía a la trasera, aquello no era una mujer : era un monumento.

Me acerqué y me situé a un metro de ella, más o menos. Pero ella, como pareciendo intuir mi intención, me dio la espalda. Yo me moría por vele el rostro. De pronto, se giró con un cigarrillo en la mano pidiéndome fuego. Me quedé como un perfecto bobo. El cigarrillo que yo tenía entre los dedos se me cayó al suelo y no supe reaccionar. ¡Era la chica del restaurante!. De pronto, lanzó una risita cristalina...

- "¿Qué te pasa?, ¿es que nunca has visto a una mujer?".

- "¡Oh!, perdona... té vi antes en el restaurante y ahora me has sorprendido. Ruego me disculpes, reálmente esta actitud es más de un niño que no la de un adulto, pero debes coincidir conmigo que no todos los días se encuentra uno con una belleza semejante".

- "...Muchas gracias por el cumplido, pero no es para tanto".

La imagen que tenía delante era impresionante. En el restaurante solo le había visto la cara, luego la ví de espaldas y la visión era fenomenal. La parte frontal era mareante, tenía puesta una camisa blanca abotonada de forma tal que dejaba adivinar sus tremendos pechos. Además, se veía parte del sujetador negro que los cubría. El vientre era totálmente plano y sus caderas rotundas. Ella, mirándome con una sonrisa burlona, me dice...

- "¡Qué!... ¿has terminado el examen?".

- "Perdona, reálmente estoy tonto. ¿Quieres tomar una copa?".

- "No, prefiero bailar, ¿me acompañas?".

La cogí de la mano y nos dirigimos al centro de la pista. Esta estaba bastante concurrida y nos confundimos en medio de la gente. La tomé de la cintura, ella pasó sus brazos por atrás de mi cuello aproximando suavemente su cuerpo al mío. El perfume que emanaba era embriagador y el suave calor que su cuerpo emitía fue irresistible. Sin poder evitarlo, mi pene se disparó. La erección que tenía era brutal. Ella lo notó de inmediato, dio un respingo y se separó. Miró hacia abajo y lanzó otra de sus risitas.

- "¡Por Dios!, ¿solo con aproximar mi cuerpo al tuyo ya te has puesto así?".

Yo estaba avergonzado y más colorado que una grana. Aquella tia me desconcertaba absolutamente, era totálmente desinhibida y no se cortaba por nada. El dominio de sí misma y las situaciones para mí eran desconcertantes, no obstante me sobrepuse y traté de coger las riendas de la situación.

- "Mira nena, no todos los días tiene uno la suerte de tener un cuerpo como el tuyo entre los brazos, y mi amigo... ese de ahí abajo, siempre saluda con toda cortesía en cuanto huele algo tan fantástico como tú. Por cierto, no nos hemos presentado, mi nombre es Hans y estoy encantado de conocerte".

- "El mío es Irina y creo que hoy es mi día de suerte, creo haber dado con el macho que andaba buscando, pero no te equivoques...¡en el buen sentido de la palabra!".

Dicho esto y sin cortarse un pelo, me dio un ligero beso en la comisura de los labios volviendo a pegar su cuerpo al mío. En todo este tiempo mi amigo seguía en pie de guerra, en ningún momento perdió su vigor y ella por supuesto lo notó, pero esta vez en lugar de retirarse se pegó mas a él. Mi amigo, que tiene un olfato prodigioso, se las ingenió para situarse justo en medio de los muslos de aquella preciosidad.

El calor que percibía era sublime, Irina se movía de una forma terriblemente sensual y, debido a un tremendo esfuerzo de voluntad, evité correrme en los pantalones. Ella se dio cuenta y entonces separó su cuerpo del mío, me miró muy seria, luego miró su reloj y me susurró :

- "Tengo que marcharme, se me hizo muy tarde... tienes que disculparme".

- "¡Pero Irina!... ¿te puedo acompañar?".

- "No Hans, hoy no. Si me das tu número de teléfono, te llamo y saldremos otra noche, ¿vale?. Hoy es imposible, ¡lo siento!".

En cuanto le dí mi número de teléfono, Irina salió casi corriendo del local. Estaba tan desconcertado que cuando me quise dar cuenta, ya ella había desaparecido. Me quedé destrozado y de muy mal humor. No sabía que hacer. En ese momento alguien me tocó el hombro, me giré. Era mi amiga Elsa.

Elsa apareció justo cuando más la necesitaba, (Irina me había dejado frenético). Me dijo hola y seguidamente se abrazó a mí para comenzar a bailar. Al pegarse a mí, notó la potencia de mi instrumento (seguía manteniendo una erección monumental). Ella bajó discretamente su mano y lo abarcó en todo su diámetro.

- "¡Diablos!, ¿Quién te ha puesto así?. Tenía que estar muy buena para ponerte de esta forma, hacía tiempo que yo no te recordaba la picha tan dura. Esto hay que aprovecharlo... ¿qué te parece si nos vamos?".

Yo lo estaba necesitando a marchas forzadas y acepté de inmediato.

- "¿A dónde vamos?".

- "A mi apartamento, que queda más cerca. No quiero perder tiempo, esa barra tan dura que portas entre las piernas me ha puesto a mil".

Elsa, desde luego, no tenía punto de comparación con Irina. Era más bien bajita, y sus medidas rondarían los 86-63-92. Tenía los pechos pequeñitos, pero en compensación tenía unos pezones preciosos, que en cuanto los cogías con la boca costaba trabajo soltarlos. Sus caderas y culo estaban muy bien formados. Su coño era un pozo de placer, nunca estaba satisfecha, siempre pedía más y más. 

Salimos de la disco y nos dirigimos a su apartamento, que quedaba a unos cinco minutos de camino. Elsa vivía en un ático, a una altura de unos seis pisos. En cuanto entramos en el ascensor, bajó la cremallera de mi pantalón y le faltó tiempo para sacar mi polla fuera.

Sin pensarlo dos veces, se puso de rodillas y se la metió toda en la boca. De inmediato, mi amiga recuperó todo su vigor. Cuando el ascensor estaba llegando al ático, comencé a lanzar chorros de semen en su boca y cara.

- "Pues sí que estabas bueno, si no llego a ordeñarte ahora no sé que hubiera pasado. Cuando quieras me cuentas quien te excitó tanto, ¿de acuerdo?".

Entramos en el apartamento. Elsa se lo merecía todo, por lo cual tiernamente la atraje hacia mí y la besé con pasión, mientras mis manos acariciaban cada rincón de su cuerpo. Según nos dirigíamos a su habitación, nos desnudábamos mutuamente.

Elsa desnuda siempre me sorprendía. Tenía 32 años y sin embargo su cuerpo era como el de una chavala de 15 o 16. Su piel blanca y lisa, sus tetitas duras y redondas con los pezones puntiagudos, su vientre totálmente plano, sus caderitas y culo perfectamente formados, sus muslos entre los cuales alojaba una vagina ligeramente abultada con labios finos y lisos...

Su monte de venus tenía poco pelo, pero muy bien distribuido. En fin, Elsa desnuda era una muñeca que me ponía siempre a mil. Por supuesto, a ella mi cuerpo la enloquecía. Aparte de la buena estatura que tengo, soy bastante atlético, y mi amigo en todo su apogeo mide 19 por 4,5 centímetros.

Me empujó sobre la cama, e inmediatamente cogió mi polla con sus manos y boca, comenzando a realizar diabluras. Yo me retorcía de placer. Ella era divina acariciando y chupando. Su lengua giraba sobre el prepucio al igual que un molino de viento, mientras sus manos recorrían lentamente el tronco arriba-abajo. El placer que sentía era infinito. Tuve que cogerla de los pelos y retirarla, pues no quería correrme todavía. Si ella seguía no aguantaría mucho más. 

La cogí delicadamente y la deposité sobre la cama. La puse de espaldas a mí y comencé a acariciar con mi boca y lengua sus hombros, cuello, lóbulos de las orejas (a ella eso la enervaba), mientras mis manos en la parte delantera acariciaban suavemente sus tetas y pezones, su vientre, muslos y monte de venus en un ir y venir constante.

Elsa gemía y se retorcía de placer y ansiedad. Con su mano intentaba coger mi pene y yo se lo impedía tercamente, excitándola más y mas. Giré su cuerpo y, colocándome sobre ella, la besé apasionádamente. Luego, mi boca se dirigió golosa a sus puntiagudos pezones. Chupar de ellos era una verdadera delicia, pero ella quería más y con sus manos empujó mi cabeza hacia abajo. 

Mi lengua fue dibujando filigranas por su plano vientre mientras ella gemía dulcemente. Cuando alcancé su chochito, aquello era una laguna. Sus flujos salían al exterior, el aroma que desprendía era deliciosamente fuerte y penetrante. La punta del clítoris asomaba por la comisura de sus labios mayores y mi lengua comenzó a dar rápidas pasadas sobre aquella puntita.

Ella, entonces, flexionó sus rodillas y elevó el culo, abrió las piernas al máximo y con sus manos en mi cabeza, incrustó mi cara en todo su coño. Mi lengua comenzó a darle pasadas lentas y profundas de abajo a arriba y de arriba a abajo, hasta que cogió mi cabeza con las dos manos y me la situó sobre su clítoris. Era la señal. 

Se lo abarqué con los labios chupándolo y acariciándolo con la punta de la lengua. Ella, entonces, lanzó un gran grito y comenzó a convulsionarse. Su cuerpo temblaba como una vara movida por el viento. Cuando Elsa tenía un orgasmo de estas características era espectacular, y el que acababa de disfrutar había sido uno de los mejores, pero la cosa no había terminado ahí.

Yo estaba que me bebía los vientos. Mi amiga estaba a reventar. Me deslicé suavemente sobre ella acariciándola y esperando que se relajara (para eso solo tardó unos segundos). En cuanto notó mi polla cerca de su vagina, la cogió con su mano y la dirigió al centro de la misma. Empujé mis caderas y comenzó a deslizarse por aquel canal como cuchillo en mantequilla.

Fue una penetración lenta y suave, hasta que mis huevos hicieron contacto con su culo. Entonces, los dos iniciamos un movimiento coordinado de mete y saca, lento al principio pero incrementándose paulatinamente de modo que los dos nos fuimos acercando al unísono a la cumbre del placer supremo.

Mis embestidas comenzaron a ser profundas y firmes, cada vez más rápidas. Elsa había cruzado hacía rato sus piernas sobre mi espalda y su culo imitaba el movimiento de una bailarina turca. Yo seguía manteniendo firme al mismo tiempo mis embestidas.

De pronto, los dos comenzamos a gemir, ella me arañó la espalda y yo le mordí una de las tetas (gracias al cielo no nos hicimos daño). Mi semen inundó lo más profundo de sus entrañas, entre gritos de placer de ambos. El orgasmo fue monumental. Los dos quedamos rendidos y profundamente agradecidos el uno al otro. Este había sido uno de los mejores polvos de nuestras vidas y, curiosamente, en ningún momento pasó por mi cabeza el monumento de Irina. Seguro que Elsa me lo agradeció profundamente.

CAPÍTULO II : El encuentro.

Pasaron dos meses. Todos los Viernes, si nada me lo impedía, iba a cenar y luego a la disco con la idea fija de encontrar nuevamente a Irina. Tenía su imagen fija en mi cabeza y según pasaba el tiempo, mi desazón se incrementaba. Esperaba ansioso una llamada suya que nunca llegaba pero... una tarde de Viernes suena el teléfono...

- "¿Aló?".

- "¿Hans, eres tú?, soy Irina".

- "¡¡¡Por fin, Irina!!!, es un placer inmenso para mí oír tu voz. ¡Dime!".

- "¿Qué te parece si me invitas a cenar esta tarde?".

- "Por supuesto que sí. ¿Dónde nos vemos?".

- "En el restaurante donde nos vimos por primera vez, a las 20 horas. ¿Te parece bien?".

- "De acuerdo, a las 8 nos vemos. ¡Hasta luego, querida!".

Eran las 16,30. La tarde se me haría muy larga hasta las 20 horas, por lo cual procuré concentrarme en algún trabajo, con el fin de que pasara el tiempo lo más rápidamente posible. A las 18,30 no podía más. Me fui a casa y me encerré en el baño. Me sumergí en la bañera y después de un muy relajante baño, me rasuré cuidadosamente y me puse uno de mis mejores trajes. Estaba hecho un manojo de nervios al igual que un adolescente en su primera cita. 

A las 19,30 me dirigí al restaurante. Ella todavía no había llegado, por lo cual me puse de charla con uno de los camareros. De pronto, el camarero con el que estaba charlando se quedó callado y con la boca abierta. Giré la cabeza para ver que pasaba y allí estaba Irina, enfundada en un vaporoso vestido rojo de amplio vuelo abotonado al frente y sujeto a la cintura con un ancho cinturón de color negro. En los pies calzaba unos finos zapatos de aguja también de color rojo que realzaban enormemente su figura.

El escote era bastante amplio, mostrando una generosa porción de sus soberbias tetas, y en la parte inferior, a pesar de que el vestido bajaba un poco más de las rodillas, la posición del botón inferior permitía según caminaba ver una amplia porción de sus esbeltos muslos.

Se acercó a mí y, colgándose de mi cuello, me besó como si nos conociésemos de siempre (el camarero estaba alucinado, me miraba con verdadera envidia). La tomé de la cintura y nos dirigimos a nuestra mesa. Al retirarle la silla para que se sentara, no pude reprimir la tentación de besarla. Ella me correspondió plenamente. Me había enamorado locamente de ella. ¿Y ella?... ¿Me correspondía?. No lo sé, el tiempo lo diría.

Al finalizar la cena, nos dirigimos a la misma disco, nos sentamos en un rincón y volvimos a besarnos, ahora apasionadamente. La música que sonaba en ese momento era lenta y suave. Me pidió que la sacara a bailar. La tomé de la cintura y nos dirigimos a la pista. Allí nos abrazamos y comenzamos a bailar. En cuanto sus tetas rozaron mi pecho, mi amiga se disparó como un resorte. Enseguida ella la notó y al igual que la vez anterior, se separó riéndose...

- "Pero... ¿es que siempre te ocurre lo mismo?".

- "No soy yo, Irina, es mi amiga, que en cuanto te ha olido se ha alargado para poder saludarte mejor".

- "¡Ooooh!... ¡Pues tienes una amiga muy amable!. ¿Me permites?".

Sin pensárselo dos veces, la abarcó con su mano y comenzó a acariciarla sobre el pantalón.

- "Irina, si vas a hacer lo mismo que la vez anterior, más vale que lo dejes. No me agradaría que me dejaras otra vez plantado".

Pasó sus manos por detrás de mi cuello y se pegó totálmente a mí, susurrándome al oído :

- "No te preocupes, amor, esta vez no voy a salir corriendo como la vez anterior. Esta es la noche de nuestro encuentro.

Coloqué entonces mis dos manos sobre sus redondas y duras nalgas, y ella movió sus caderas para que "mi amiga" (que pronto sería "nuestra amiga"), se ajustara entre sus muslos. La holgura del vestido permitía que se alojara bastante bien entre ellos.

Después de un rato bailando de esa guisa y teniendo en cuenta la experiencia que había tenido anteriormente, decidimos regresar a la mesa. Nos abrazamos y nos besamos apasionadamente. De pronto, ella me pidió que la invitara a una copa en mi casa. Dí un salto como si me pincharan con alfileres. Acepté de inmediato, y cogidos de la mano como dos enamorados, nos dirigimos a mi casa.

La miraba, y ella sonreía felinamente, su sonrisa me parecía fría pero yo estaba enamorado y no me enteraba de nada. En cuanto entramos en casa, nos abrazamos y besamos. Solté el cinturón de su vestido, mientras ella me despojaba de la americana soltando los botones de mi camisa. Simultáneamente, yo soltaba los botones de su vestido dejando al descubierto un precioso cuerpo cubierto solamente por unas finas braguitas y sujetador de satén negro.

En mi vida había tenido entre mis manos un cuerpo tan hermoso. Ella soltó el cinturón de mi pantalón y bajó la cremallera. Con delicadeza, fue bajando al unísono pantalón y calzoncillos, lo suficiente para dejar mi enhiesto pene al descubierto. 

En cuanto lo vio, su cara expresó un gesto de satisfacción. Lo abarcó con su mano y lo acarició dulcemente, mientras yo acariciaba y besaba sus rotundos senos sobre su sujetador. Al mismo tiempo, mi mano derecha acariciaba su vientre y pubis sobre la braguita.

Sin soltarnos y sin dejar de acariciarnos, nos dirigimos a mi habitación y ambos nos echamos sobre la cama. Le saqué el sujetador y me dediqué a chupar con verdadero deleite sus erectos pezones. Fuí bajando lentamente besando y acariciando su hermoso y plano vientre. Introduje mis dedos por el elástico de la braguita y la fui bajando lentamente.

Ante mí no quedó una vagina... aquello era una obra de arte. El monte de venus era muy poblado, pero estaba perfectamente depilado por los lados y parte superior. Su pelo era negro azabache, de hebras muy finas y suaves. Era una delicia deslizar los dedos entre ellos. Los labios de la vagina eran perfectamente uniformes y ligeramente abultados de piel lisa y suave. Ella abrió las piernas y estos se abrieron como una delicada flor, dejando asomar su ya excitado clítoris de un color rojo intenso. 

El perfume que emanaba era embriagador. Mi primera intención era comerme ya aquel manjar de dioses, pero mi instinto me dijo que tenía que seguir explorando, por lo cual proseguí mis caricias muslos abajo hasta alcanzar sus pies, los cuales me sorprendieron. Eran pequeños, duros y se veían resistentes. 

Fuí regresando muy lentamente con mis caricias hacia su vértice de placer. Cada centímetro de sus piernas me sorprendía. Los tobillos eran finos y fuertes, las pantorrillas eran perfectamente torneadas y duras como piedras, los muslos... preciosos, lisos y suaves, pero en cuanto los tensaba, recordaban los muslos de un atleta, tremendamente duros. Se notaba que su dueña hacía ejercicio asiduamente.

La piel interna de sus muslos era tan suave que mi lengua no se cansaba de acariciarlos. Ella se retorcía de placer porque simultáneamente, mi mano derecha no dejaba de acariciar su coñito. Uno de mis dedos frota suavemente su clítoris mientras otro explora la entrada de su preciosa gruta.

Cuando mi boca se aproximó a su vagina, ella felínamente se giró y con sus manos tomó mi pene. Comenzó a bajar y subir la piel muy delicadamente, mientras sus labios tomaron posesión del prepucio. Su lengua puntiaguda daba pequeños golpecitos sobre él, su mano derecha siguió pajeando mientras la izquierda arañaba y acariciaba suavemente mis bolas, que estaban duras como piedras y llenas a rebosar.

Cuando mis labios tomaron posesión de su clítoris, ella comenzó a mamar mi polla como un corderito. Los dos nos moríamos de placer, aquello era tocar el cielo con las manos. Aprisionó mi cabeza con sus muslos mientras su pelvis se agitaba de una forma desenfrenada... Al mismo tiempo, yo comencé a lanzar chorros de semen en el fondo de su garganta. Poco más y ambos nos ahogamos, yo por la presión de sus muslos y ella por la gran cantidad de semen que se tuvo que tragar. El orgasmo fue delicioso.

La tomé de los hombros y la atraje hacia mí. Con la sabana, limpié su cara que estaba toda chorreada de semen y la besé apasionadamente. Su boca todavía contenía restos de semen, el cual me supo delicioso. Nunca lo había probado y me excitó terriblemente. "Mi amiga" seguía como un hierro candente a pesar de haberme corrido hacía un momento.

Irina me miró sonriente, abrió sus piernas y ofreció su almejita a mi amiga, la cual tomó posesión de ella penetrándola suavemente. Cruzó sus piernas sobre mi espalda y comenzó a mover sus caderas cadenciosamente, susurrándome al oído que permaneciera quieto. Los músculos internos de ella comenzaron a realizar extraños movimientos. Reálmente, me estaba chupando la polla con la vagina. Era increible el placer que me estaba proporcionando. Pasados unos minutos, me susurró :

- "¡Muévete ahora, muévete fuerte!".

Imprimí entonces toda la fuerza de que era capaz a mi ariete. Ella se movía a una velocidad increíble, suspirando y rechinando los dientes. De pronto, lanzó un alarido que debió escucharse en la calle, cuando yo, no pudiendo aguantar más, comencé a lanzar chorros de esperma en el fondo de su útero. El orgasmo fue simultáneo y esplendoroso. Los dos sudábamos como condenados y estábamos exhaustos.

En cuanto descansamos un rato, decidimos darnos una ducha con el fin de refrescarnos. Al estar lavando su coñito, mi amiga comenzó a ponerse en pie de guerra. Ella lo lavaba amorosamente. Entonces, intenté metérselo nuevamente.

- "Espera, mi amor, lo anterior fue un aperitivo, ahora debes conocerme y conocer lo que me ha pasado. Por favor, prepara unas copas y deja que te cuente mi pequeña historia".

Yo, un poco desconcertado, preparé las copas. Nos sentamos y ella comenzó a hablar...

- "Mira Hans, mi nombre es Irina F...., soy periodista del New Y. Times, aunque soy natural de Colonia. Me quedé huérfana de padre y madre a los 10 años. Mis padres fallecieron en un accidente, y me criaron unos tíos en América. Allí estudié y allí es donde trabajo. Actuálmente, soy corresponsal para el extranjero de mi periódico, de ahí mi marcha precipitada cuando nos conocimos, y mi tardanza en ponerme en contacto contigo. 

Hasta aquí, la historia no tendría mayor importancia, de no ser que a la llegada, unos delincuentes me asaltaron y robaron todo el equipaje. Como puedes ver, no tengo ni bolso y no sé qué hacer para conseguir la documentación. Siempre mantuve mi nacionalidad alemana y mi documentación por supuesto es alemana, lo único que me queda es una vieja partida de nacimiento y tu número de teléfono, que por casualidad tenía guardado en un compartimento secreto que tengo en el cinturón".

- "¡Pero Irina!... Eso no es ningún problema, tengo muy buena amistad con el Comisario Jefe de la policía de Colonia. Mañana por la mañana le llamo por teléfono y verás como él lo arregla todo".

CAPÍTULO III : Laurent.

Volvimos a hacer el amor y luego nos quedamos profundamente dormidos. Desperté a las 10 de la mañana. Me acordé que debía llamar a mi amigo Laurent (Jefe de policía). Cogí el teléfono, marqué su número particular en la comisaría e inmediatamente se puso él.

- "¿Dígame?".

- "Laurent, soy Hans. Oye, necesito hablar contigo urgentemente. ¿Estás ocupado?".

- "¿Puedes venir dentro de dos horas?".

- "Por supuesto, a las 12 estaré ahí con una amiga".

- "Muy bien, hasta luego entonces".

Desperté a Irina, nos duchamos y todavía echamos un polvito rápido en la bañera. Luego desayunamos, y a continuación nos dirigimos a la comisaría. Laurent, al ver a Irina, se quedó patidifuso.

- "¡¿Cómo hiciste para ligarte a semejante bombón?!... ¡Joder!... ¡Esto es una mujer y no lo que yo tengo en casa!".

Irina, sonriente, le dio dos besos y le contestó...

- "Soy una mujer normal y corriente, Sr.Comisario, y perdone, no me ligó él a mí, yo le ligué a él. ¡Ah!, y mi nombre es Irina.

- "¡Bien!. Para tí no soy el Sr.Comisario, llámame Laurent. ¿Qué os trae por aquí?".

- "De entrada, debo presentar una denuncia", dijo Irina.

- "¿Una denuncia?. ¡Tú dirás!. Espera que llame a un funcionario para que tome nota".

Laurent regresó al poco rato con un Señor y pidió a Irina que hablara.

- "A pesar de ser natural de Colonia, me crié en los Estados Unidos de América. Soy corresponsal para el Extranjero. Ayer, mi avión aterrizó en Colonia a las 14 horas, tomé un taxi y éste, en un punto que no sabría describir, se salió de la autopista tomando un desvío. Antes de que pudiera reaccionar, paró y subieron dos hombres conminándome a que me estuviese quieta y callada (de ser así no me pasaría nada). A los pocos kilómetros, en la entrada de un pueblo, pararon y me ordenaron bajar, marchándose ellos con todas mis pertenencias. Desde ese pueblo conseguí que un amable hombre me trajera hasta la ciudad, y al llegar fue cuando llamé a Hans".

- "Irina, ¡eh!, ven conmigo", dijo Laurent.

Laurent nos condujo a una especie de almacén, y en un rincón ordenó a Irina que mirara para identificar algo de lo que allí había. Inmediatamente, Irina identificó su bolso en el cual solo había algunos papeles y objetos sin valor alguno, entre ellos una carta del periódico dirigida a ella y también una bolsa de viaje con objetos sin valor. Todo lo que tenía algún valor, incluida su documentación, había desaparecido. 

Irina se puso a llorar. La abracé tratando de consolarla. La mirada de Laurent era de que él también la abrazaría de lindo gusto. Nos condujo de vuelta al despacho y, tomando la vieja partida de nacimiento que portaba Irina, llamó a un funcionario para que inmediatamente le preparara una nueva documentación. Pidió el número de teléfono de su jefe en la redacción del periódico. 

En cuanto le pusieron con él, Laurent se presentó contándole lo que había ocurrido a su corresponsal, sugiriéndole que con la mayor brevedad posible, enviase la identificación, tarjetas de crédito y todo lo que su empleada pudiese necesitar. Quedaron en que el próximo Lunes a las 12 horas Irina podría recoger un sobre en el Consulado Americano con toda la documentación, así como las tarjetas de crédito. Sobre la misma hora, podría también recoger en comisaría su documentación como Alemana. 

Lo que Laurent desconocía totálmente, era que acababa de hablar con el jefe. Invité a Laurent a almorzar con nosotros. Aceptó encantado, solo por estar cerca de Irina, (se la comía con los ojos). Ella estaba radiante, y me pareció observar en su rostro como una sonrisa de triunfo. Yo suponía que sería por haber arreglado sus cosas sin mayores problemas.

Después de comer, Laurent se despidió y nosotros nos fuimos de compras, puesto que Irina solo tenía de ropa la que llevaba puesta. Recorrimos una serie de boutiques, donde Irina me dejó la tarjeta de crédito temblando y la cartera vacía, con la solemne promesa de devolvérmelo todo.

Después de las boutiques, vimos unas cuantas tiendas de lencería, y ahí me permitió a mí hacer algunas elecciones. En la última tienda, y después de hacer acopio de unas cuantas prendas, me permitieron entrar con ella en el probador con objeto de dar mi visto bueno. El probador era bastante amplio y tenía una especie de sillón en un rincón. 

Me pidió que le quitara el vestido. Mientras lo hacía, se dedicó a acariciar mi polla sobre el pantalón. Como se puede suponer, "nuestra amiga" se puso como una barra del mejor acero alemán (nunca mejor dicho). Irina, rápidamente, se agachó, me la sacó fuera y se puso a mamar como una condenada. 

Después de unos minutos, la icé, le quité las braguitas, la giré y la coloqué con el culo en pompa y las manos apoyadas en los brazos del sillón. En esa posición, apunté la cabezota de mi polla a su ya muy húmeda rajita, y comencé a introducírsela suavemente. Los dos acompasamos nuestros movimientos, y en unos minutos, tuvimos un glorioso orgasmo.

Obviamente, después de esto, Irina no se probó las braguitas. Volvió a vestirse y los dos salimos tan campantes y satisfechos. La empleada me miró sonriente y me guiñó un ojo, como diciendo... "¡qué bien te lo has pasado, eh!". 

CAPÍTULO IV : El viaje a Berlín.

Pasada una semana, yo tenía que trasladarme a la ciudad de Rostock, en la Alemania Oriental. Casuálmente, dos días antes, me llamó Irina para decirme que ese fin de semana tenía que trasladarse a Berlín Este para realizar un reportaje. Mi alegría fue inmensa, pues podíamos hacer el viaje juntos. Ella aceptó encantada.

El Domingo, bastante temprano, partimos hacia Berlín. Seguía notando algo raro en Irina, había algo en ella que bien visto, incluso podría resultar inquietante. No obstante, en los últimos días le notaba como más cariñosa, mientras que en los días anteriores mostró una actitud bastante fría. Ahora la notaba mas cálida y próxima a mí. De Colonia a Berlín hay unos 600 Kilómetros aproximadamente. Como he dicho antes, habíamos salido bastante temprano, pero al mismo tiempo, no teníamos prisa alguna, e Irina me propuso viajar por carreteras secundarias. 

Estábamos en pleno mes de Julio. El día era maravilloso. Irina estaba irresistible, vestía una faldita blanca plisada acompañada de una camisa también blanca, abotonada al frente y cuyos botones resistían milagrosamente la presión de sus duras tetas. Su cuerpo desprendía un aroma enervante. Por momentos, "mi amiga" palpitaba, sobre todo cuando ella, con muy mala intención, se movía en el asiento mostrándome sus muslos generosamente, o debido al calor (según ella), se soltaba un par de botones de la camisa para abanicarse. No sé si era más excitante ver la piel de sus tetas o el fino sujetador que las cubría. 

A mediodía, me propuso parar en un pueblo y comprar lo necesario para hacer una comida campestre. La idea me pareció fenomenal. Después de hacer la compra y recorrer unos diez kilómetros, vimos un camino secundario que conducía a un riachuelo. El lugar era sublime, el suelo estaba tapizado de una fina hierba, y el lugar casi rodeado de frondosos árboles.

Coloqué en el suelo un par de ligeras mantas de viaje, y sobre ellas, lo que habíamos adquirido para comer. Irina, parsimoniosamente, comienza a desnudarse, mirándome con una sonrisa de zorra impresionante.

- "Pero, Irina... ¿Qué haces?. ¡Vamos a comer!".

- "¡Sí!, pero antes quiero darme un chapuzón en el río. ¿Por qué no te bañas tú también?".

- "Pues... me parece buena idea".

Cuando terminé de desnudarme, ya Irina estaba en el agua. Me sumergí, y con una mano, acaricié suavemente su vagina. Ella, que no me había visto, dio una especie de salto e, inmediatamente, se sumergió. Pasó un buen rato y, de pronto, sentí algo que rozaba suavemente la cabeza de mi miembro. En principio me asusté, pero luego, la sensación era muy agradable. 

Algo o alguien me la estaba chupando bajo el agua. No veía a Irina por ningún lado. Tenía que ser ella. Bajo el agua no se veía nada, debido a la proyección de la sombra de los árboles, pero... ¿Cómo podía aguantar tanto?. Solo de pensarlo me corrí, sin más. Salió Irina bajo el agua, como un cohete escupiendo agua y semen...

- "¡Por poco me ahogas, animal!".

- "Pero... ¿cómo puedes aguantar tanto tiempo bajo el agua?".

- "Practico natación y submarinismo en mis ratos libres".

Salimos del agua, y tal cual estábamos nos pusimos a comer. Bueno, más que comer, lo que hacíamos era jugar... y el juego era divertido. Ella cogía con una mano mi pito y con la otra colocaba un trozo de salchicha, se agachaba y... ¡Zas!, se la comía. Yo la colocaba haciendo equilibrios sobre uno de sus erectos pezones y procuraba tragarme la salchicha chupándoselo al mismo tiempo.

Pero lo mejor era tomar el vino de su coño directamente. Dejaba caer un chorro en el canalillo de sus tetas, y con mi lengua lo recogía en medio de su raja. ¡Aquello era divino!. La calentura que nos estaba entrando era descomunal, entonces ideamos una nueva forma para terminar la comida. Se sentó sobre mí y se introdujo la polla en el chocho. 

Yo la tenía abrazada por la cintura, y ella me daba de comer y beber todo esto acompañado de muy ligerísimos movimientos de su pelvis. Estaríamos en esta posición unos quince o veinte minutos, hasta que comenzaron a darme calambres en las piernas. Irina se levantó y comenzó a darme una serie de masajes con el fin de restablecer la circulación, pero la muy atrevida llevó sus masajes hasta el tronco de "mi amiga", la cual de inmediato recuperó el vigor perdido por los calambres.

Ella, golosa, comenzó a darle besitos y pequeñas lamidas por toda la cabeza. Cuando estaba a punto de correrme, se la retiré de la boca y empezó mi turno. Me apasionaba contemplar su hermoso rostro y comencé a besárselo absolutamente todo, su frente, sus ojos, la nariz, sus hermosas mejillas y, por fin, su apetitosa boca.

Nuestras lenguas se cruzaban entre sí. Ahora, yo se la chupaba a ella, y de inmediato me la chupaba ella a mí. Intercambiábamos nuestras salivas, que sabían a gloria, nos besamos con enorme pasión, y yo diría también que con mutuo amor (en mi vida quise tanto a una mujer). Seguí con mis besos por su cuello, orejas y hombros. Irina cerraba los ojos, ronroneando al igual que una gatita, disfrutando plenamente del placer que le estaba proporcionando.

Bajé con mi boca y manos a sus adorables pechos. Los pezones los tenía como dedales de gruesos y duros. Chupar de ellos era una delicia. Seguí bajando por su hermoso y duro vientre hasta que alcancé la verdadera fuente de placer, la cual me esperaba entreabierta y palpitante. El clítoris estaba en todo su apogeo, pidiéndome que lo chupara, y su conducto vaginal era un verdadero lago de flujos, de los cuales bebí glotonamente.

Cuando ella comenzó a sentir los primeros espasmos, me retiró de improviso la cabeza pidiéndome que la penetrara. Comencé a hacerlo con toda la suavidad del mundo. Los dos estábamos de acuerdo en que aquello había que disfrutarlo a tope, por lo cual casi no nos movíamos. La tenía penetrada totálmente, los dos disfrutábamos plenamente, acariciándonos mutuamente, besándonos y moviéndonos muy ligeramente.D

De pronto, Irina elevó sus caderas y cruzó sus piernas sobre mi espalda. Sus movimientos fueron en aumento y, simultáneamente, yo aumenté los míos, acompasándolos a los de ella. Al poco tiempo, lanzó un grito, yo lancé un sordo estertor y ambos tuvimos la más gloriosa de las corridas. 

Sonaron unos aplausos. Nosotros, sorprendidos, miramos hacia el lugar de donde provenían. Eran una pareja de policías a los cuales les había llamado la atención nuestro coche. Nos pidieron la documentación, y al ver que todo estaba en regla se marcharon, no sin antes y riéndose, nos desearan que siguiéramos disfrutando de nuestros gloriosos polvazos.

CAPÍTULO V : El final de una espía.

Llegamos a Berlín. En la parte Occidental, pasamos sin dificultad alguna. En la parte Oriental, se pararon detenidamente con Irina. No les hacía gracia la presencia de una reportera del New York Times. Ella, después de explicar con pelos y señales a un oficial el tipo de reportaje que le habían encomendado, le mostró las ordenes que le habían entregado en la redacción. Con esos papeles, el hecho de que yo la acompañara y toda su documentación en regla, (después de verla con lupa) nos facilitaron la entrada. Volví a observar la mirada fría y la felina sonrisa que mostraba Irina... y eso comenzó a intrigarme, pero no me atreví a decirle nada, porque no tenía elementos de juicio para poder hacerlo.

Nos dirigimos al hotel Berlín Palas (era sin lugar a dudas el mejor de la Alemania Oriental). Cogimos habitaciones independientes, debido a que no era muy conveniente que permaneciésemos juntos, según decisión de Irina. Por su experiencia como periodista, sabía que en los hoteles de la Alemania Oriental tenían escuchas en todas las habitaciones. No quería ser grabada y yo estaba de acuerdo con ella, aunque esa separación me dolía profundamente. Cenamos y nos acostamos temprano. Al siguiente día, yo tenía que dirigirme a Rostock y ella tenía que iniciar su reportaje.

Lunes. Salimos del hotel a las 9,30 de la mañana. Cogí mi coche y me dirigí a Rostock. Tardaría 3 días en regresar, por lo cual estaría de regreso el Miércoles sobre las 19 horas, lo que nos permitiría cenar juntos. Nos despedimos con un ligero beso e Irina se puso a caminar como una turista más. Quien se fijara bien se daría cuenta de que iba tensa, sus ojos escrutaban absolutamente todo lo que ocurría a su alrededor hasta que se convenció de que nadie la seguía ni vigilaba. 

Entonces, apretó el paso y a tres o cuatro manzanas del hotel, tomó un taxi, ordenando al taxista que se dirigiera a una determinada dirección. En ese lugar existían las ruinas de un convento de estilo Gótico destruido durante la segunda guerra mundial y nunca reconstruido. Con su cámara, se dedicó a fotografiar las ruinas. Se le acercó un policía. Al ver su credencial de periodista (que Irina portaba en el pecho bien visible), se encogió de hombros y siguió su camino sin molestarla. 

Desde una ventana, alguien no perdía detalle de lo que ocurría en la calle, pendiente siempre de los movimientos de ella. Pasada una media hora, Irina se dirigió al edificio donde estaba la persona en la ventana, pulsó tres veces el timbre que correspondía precisamente a ese piso y, automáticamente, la puerta se abrió. 

Entró y se dirigió a los buzones. Sacó un llavín de su bolso, abrió uno de ellos, recogió un sobre y salió rápidamente. Ya en la calle, se dedicó a pasear tranquilamente y a tomar fotografías de lo que le parecía más interesante, procurando siempre no enfocar algo que pudiera ser comprometido. De esa forma, nadie la molestó. En el hotel, abrió el sobre y leyó las instrucciones que en él había. Se le indicaba que al siguiente día, a las 21 horas, recogiera en el mismo buzón lo que en él hubiese y leyese bien las instrucciones que contenía el sobre número 2.

Martes. Irina pasó el día, al igual que el anterior, tomando fotos. A las 20,30 se dirigió a la misma dirección. Pulsó el timbre, entró y recogió del buzón dos sobres. Uno de ellos tenía un número 2 rotulado. Guardó ambos sobres rápidamente y salió a la calle. Se puso a caminar normálmente, pero esta vez si observó que alguien la seguía.

De pronto, se produjo un accidente bastante aparatoso. Irina, aprovechando la confusión del momento, tomó un taxi y se dirigió al otro lado de la ciudad, repitiendo esa operación tres o cuatro veces más hasta que se convenció de que había despistado al o a los perseguidores. Entonces, regresó al hotel, abrió el sobre no rotulado y de su interior sacó dos pequeñas cajitas, las cuales contenían un minúsculo micro-chip. Una de las cajas tenía escrita la palabra "falso". Abrió el sobre número 2, eran las instrucciones de lo que tenía que hacer. Éstas decían :

En caso de que seas detectada, procura por todos los medios enviar a donde tu sabes el micro-chip bueno, quédate con el falso y trata como sea de despistar a quien te siga. Si te detienen, procura que encuentren el falso, pero que no les sea fácil. Si les despistas, regresa de inmediato a Colonia. Si no detectas nada raro y todo marcha normálmente, regresa tranquilamente con Hans. Procura que él no se entere de nada. Podría seguir siéndonos útil en el futuro. Saludos y suerte.

Miércoles. Irina se sentía inquieta, intuía que estaba vigilada. Aunque no notaba nada raro a su alrededor, lo aprendido en sus cinco duros años de aprendizaje en Langley (Virginia), y su ya larga experiencia a pesar de su edad, le decían que había sido detectada por el contraespionaje. En su habitación del hotel preparó un pequeñito paquete, el cual contenía el micro-chip bueno, y una nota dirigida a Hans. Introdujo todo en un pequeño sobre. 

A las 18,30 horas sonó el teléfono de su habitación. Era Hans, diciéndole que la esperaba en recepción para ir a cenar. Se puso un discreto pero muy elegante traje de chaqueta con unos finos zapatos de aguja, que realzaba soberbiamente su figura. Seguidamente, bajó a la recepción.

Hans, al verla, se quedó embobado. Cada vez la veía más hermosa, pero... ¿sería la última vez que la vería con vida?. Se besaron ligera y discretamente para, a continuación, ir a un buen restaurante que Hans conocía. Al salir a la calle, inmediatamente Irina notó la sensación de ser vigilados. El restaurante quedaba a unos diez minutos del hotel, por lo cual fueron andando.

En el trayecto, Irina descubrió a los dos hombres que les seguían, aunque muy discretamente. Al doblar una esquina, introdujo rápidamente en un bolsillo externo de la chaqueta de Hans el sobre que contenía el paquetito. Hans no se enteró. Entraron en el restaurante donde cenaron opíparamente. Irina estaba muy seria y aparentaba estar preocupada, estaba tensa. En un rincón, descubrió a los dos tipos que les seguían. Ella sabía quienes eran. Esas dos personas eran policías secretos de la STASI.

- "¿Te ocurre algo, Irina?. Te noto muy seria y preocupada".

- "No, no pasa nada, lo que ocurre es que mis superiores de la redacción me ordenaron realizar un reportaje especial y no puedo regresar todavía. Me tengo que quedar aquí una semana más, por lo cual, si todo marcha bien, la próxima semana nos veremos en Colonia. Te he puesto un sobre en el bolsillo derecho de tu chaqueta. ¡No lo toques ahora!. Si no regresara a Colonia en ese tiempo, abres el sobre y lees la nota. Hay también un paquetito. Éste lo entregas en el consulado".

- "Irina, ...me preocupas. ¿Pero qué ocurre?".

- "Te he dicho que no pasa nada, simplemente son gajes del oficio, el trabajo de los reporteros es así. Tú mañana por la mañana regresa a Colonia y no te preocupes por mí. No preguntes a nadie por mí. Cuando te levantes, yo ya no estaré en el hotel. Nos veremos en Colonia, ¿vale?".

Regresamos al hotel, y cada uno se dirigió a su respectiva habitación.Yo estaba muy cansado, y rapidamente me quedé profundamente dormido. A las diez de la mañana, después de desayunar, cogí el coche y me dirigí a la frontera. Allí me llamó enormemente la atención el registro al que me sometió la STASI, no obstante, a nadie se le ocurrió registrar la chaqueta que estaba sobre la bandeja trasera. Cuando les pareció oportuno, me dieron orden de continuar sin más explicaciones.

Irina, a las ocho de la mañana, salió de su habitación y se encaminó a la salida del hotel. A los pocos minutos notó la presencia de sus vigilantes. Dobló una esquina y, en un lateral de la calzada, estaba estacionado un taxi. Rápidamente penetró en él y le ordenó al taxista que arrancara a toda velocidad. Unos metros más atrás, dos coches negros salieron en su persecución. 

Irina se sabía perdida, pero tenía que ganar el suficiente tiempo para que pudiera cruzar Hans la frontera sin problemas, por lo cual y, conociendo a los hombres de la STASI, se subió la falda, apartó su braguita a un lado y se introdujo en el interior de su vagina el segundo micro-chip. 

A los pocos metros, se cruzaron delante del taxi dos coches cerrándole el paso. Bajaron rápidamente dos policías. Violentamente, la sacaron del taxi introduciéndola en la parte trasera de uno de los coches negros, dirigiéndose inmediatamente a la sede de la STASI.

En la sala de interrogatorios, tres individuos procedieron a desnudarla parsimoniosamente. Según la iban desnudando, la manoseaban por todos lados. El más zafio de ellos, en cuanto le quitó el sujetador, dijo a los otros...

- "¡Joder!... ¡Qué tetas tiene la zorra esta!. Vamos a quitarle las bragas a ver que esconde bajo ellas".

Otro de los hombres, dijo :

- "Oye, ¡qué coño más lindo tiene!... ¡Mira que recortadito tiene el felpudillo!... esto es digno de admirar".

Mientras decía esas cosas, sus manos no paraban de hurgar en la vagina de Irina, la cual no podía hacer absolutamente nada. La habían esposado a una columna. Uno de ellos (el más bruto), le soltó un puñetazo en un pómulo y le exigió que  le dijera donde había ocultado el micro-chip. Ella quedó totálmente atontada. De pronto, el individuo que hurgaba en su coño llamó la atención al bruto...

- "¡Quieto, coño!, de esa forma no vamos a conseguir nada. Vamos a follarla los tres, uno detrás del otro... y ya verás como canta la guarra esta. Pero tú el último, que tienes la polla demasiado grande".

La soltaron de la columna y la esposaron con las piernas abiertas sobre una especie de diván. El que más hablaba de los tres rápidamente se colocó sobre ella y comenzó a introducir su polla en el seco coño de Irina. La polla que tenía el individuo era más bien pequeña, por lo que no le hacía demasiado daño. De todos modos, Irina, previendo daños mayores, cerró los ojos y se imaginó a Hans follándola amorosamente.

Su coño comenzó a mojarse. Mientras el bruto se afianzó de sus tetas, el otro individuo le abrió la boca e introdujo su polla hasta la garganta de Irina. El que tenía la polla en su boca soplaba como un toro, y el que la estaba follando, al ver a su compañero lo bien que lo pasaba, le pidió cambio de sitio, lo que el otro agradeció profundamente (quería correrse en el coño de la chica).

Se colocó sobre ella y se la clavó hasta las bolas. Tenía una polla muy bien proporcionada, e Irina, aun sin querer, comenzó a convulsionarse debido a un potente orgasmo. Mientras uno de los policías se corría en su boca y el otro en su coño, el bruto apartó a un lado a su compañero y sin compasión alguna, comenzó a introducir en el coño de Irina una especie de salchichón. 

Aquello era descomunal, tendría unos 26 centímetros de largo por 6 de diámetro. Ella lanzó un grito de dolor al ser perforada tan salvajemente. El bruto se reía, bombeando al mismo tiempo con todas sus fuerzas, hasta conseguir introducir totálmente aquella tremenda barra en el cuerpo de Irina. De pronto, el bruto se paró.

- "¿Qué coño pasa aquí?. ¡Aquí dentro hay algo que rasca la punta de mi polla!".

Sacó su rabo del interior de Irina y, sin miramiento alguno, se remangó y comenzó a introducir su mano en el interior de su coño. Irina se desmayó, el dolor era insufrible. El bruto, con la punta de sus dedos, encontró algo, pero no podía engancharlo, por lo cual gritó a los otros que le llevaran unas pinzas.

En cuanto se las entregaron, las introdujo en el coño de Irina, desgarrándola totálmente. Enganchó el objeto y lo extrajo triunfálmente. Era el micro-chip falso, aunque como lo había apretado excesivamente, lo había roto (nunca llegarían a saber si era el bueno o el falso). Irina tenía una tremenda hemorragia. Ellos, despectivamente, miraron hacia ella y la dejaron que se desangrara.

EPÍLOGO

Pasados unos cuatro días de estos hechos, en un bosque próximo a Colonia apareció el cadáver de una chica totálmente desnuda y con la vagina desgarrada. Cuando se personó en el lugar Laurent Meisse, inmediatamente reconoció a Irina. Sin perder un minuto, llamó por el celular a su amigo Hans.

- "¿Hans?. Soy Laurent. Dentro de dos horas, preséntate en la Morgue, te estaré esperando".

- "Pero... ¿Qué pasa, Laurent?".

- "Allí te lo diré, sé puntual".

Pasadas dos horas, Hans estaba ante las puertas de la Morgue, donde le esperaba su amigo Laurent.

- "¿Qué ocurre?. Me tienes sobre ascuas".

- "Tienes que reconocer un cadáver", dijo Laurent escuetamente.

Pasaron ambos al interior. Sobre una mesa, estaba depositado un cuerpo tapado con una sábana. Laurent apartó un poco la sábana, dejando al descubierto la cara de Irina. Hans lanzó un tremendo grito. Su rostro se volvió tan blanco como el de su querida Irina. A punto de desmayarse, Laurent, cogiéndole de la cintura, lo arrastró al exterior. Cuando Hans se calmó, Laurent le preguntó :

- "¿Sabes tú algo de esto, Hans?".

- "¡Y qué voy a saber...! ¡Espera!, eres mi amigo y voy a contarte algo..., quizá despeje alguna duda".

Hans, en pocas palabras, relató a su amigo lo acontecido en Berlín cuatro días antes, e inmediatamente Laurent le ordenó que le enseñara el sobre entregado por Irina. Hans sacó el sobre del bolsillo y se lo entregó a Laurent. Éste lo abrió, vio el contenido y después de leer la carta se la entregó a Hans para que la leyese. Ésta decía...

---- "Querido Hans : Si estás leyendo esto, quiere decir que probablemente esté muerta. He de confesarte que en principio te he utilizado, al igual que a tu amigo Laurent, al cual pido perdón desde estas líneas. 

Querido Hans, no soy reportera como te había dicho, soy una agente especial de la CIA. Me encomendaron una misión en la Alemania Oriental. Esta misión finalizará felizmente cuando tu entregues el paquetito que tienes en tus manos en el consulado de Estados Unidos. Es importantísimo para todos que así lo hagas.

Hans, quisiera que me recordaras por lo menos con un poquito de cariño. Yo por mi parte, he de confesarte que TÚ HAS SIDO EL ÚNICO HOMBRE AL QUE REÁLMENTE HE AMADO EN MI VIDA". ----

Yo lloraba como un niño pequeño, y Laurent estaba reálmente emocionado. Dándome un gran abrazo, me dijo :

- "Lo siento en el alma, amigo mío. Yo no sé absolutamente nada de esta historia, haz lo que tengas que hacer y que Irina descanse en paz".

tororojo12000@yahoo.es

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