DOS AMIGAS DE CLASE
Hola, me llamo Carlos y voy a contaros una historia sobre
unas amigas, Diana y Alicia. Los tres íbamos a la misma clase y un día, al salir
del instituto Diana nos dijo si queríamos ir a su casa a ver la tele, pues
estaba sola porque sus padres habían salido. Diana era una chica preciosa, pelo
moreno y piel clara, ojos color miel, labios carnosos, unas tetas grandes y
duras, y un buen culo que daba ganas de comérselo. Tenía 16 años y según me
había dicho Alicia era virgen.
Por otro lado, Alicia, que también era muy guapa, era morena, tenía una boca
grande y sensual, piel siempre bronceada, un culo pequeño pero bien formado y
pocas tetas, aunque con unos pezones enormes que casi siempre se le adivinaban a
través de la ropa. Lo que más me gustaba de ella era que siempre tenía ganas de
sexo, le gustaba decir que había nacido para follar.
Diana llevaba puesta la falda del uniforme que le llegaba a unos tres dedos de
la rodilla, prenda que me daba un morbo increíble. Alicia estaba viendo la tele
en el comedor, mientras Diana y yo estábamos en su cuarto pues me había pedido
que fuese a ver fotos de sus vacaciones. En la mayoría aparecía en bikini y al
verla empezó a ponérseme dura la polla. Aunque intenté ocultarlo, Diana se dio
cuenta del bulto que se alzaba en mi pantalón. Pensaba que se escandalizaría o
por lo menos que se avergonzaría, pero en vez de eso, se me acercó más y apoyó
sus tetas sobre mi espalda. Yo sentí su acelerada respiración en mi cuello y
aquello acabó de ponerme cachondo. Me di la vuelta y sin más empezó a besarme
apasionadamente, a lo que yo respondí con besos no menos apasionados.
Comencé a quitarle la camisa del uniforme, bajo la cual llevaba un sujetador
blanco tras el cual se transparentaban sus duros pezones. Empecé a chupárselos
por encima y después, bajándole los tirantes del sujetador, directamente. Me
arrodillé y al meterme debajo de su falda vi sus pequeñas bragas blancas
empapadas. Las lamí suavemente con la boca y Diana se estremeció de placer.
Luego volví a ponerme de pie y me bajó la cremallera del pantalón. Yo acabé de
bajarme los pantalones junto con los calzoncillos, dejando mi dura verga lista
para lo que fuese. Diana se arrodilló y se tragó lentamente mi polla hasta la
garganta, agarrándome el culo para ayudarse en la penetración. Me senté en su
cama y ella prosiguió con su labor, chupándome deliciosamente la polla como si
llevase toda la vida haciéndolo. Alicia la había entrenado bien.
Tenía ganas de hacer algo por ella, así que la hice subirse a la cama y dándome
la vuelta, con mi miembro aún en su boca, le quité las bragas y comencé a
comerle aquel increíble y virgen coño de 16 años, formando un 69. Seguimos
mamando los dos hasta que comenzamos a tener espasmos. No quería correrme aún,
así que me dispuse a penetrarla. La puse en el borde de la cama y le abrí las
piernas. Intenté penetrarla, pero su coño, no habituado todavía a recibir algo
tan grande en su interior, no me dejó pasar, tan solo le metí la punta de la
polla. Me tumbé encima de ella y comencé a besarle las tetas, a lamer sus duros
y oscuros pezones que contrastaban con la suavidad y palidez de la piel que los
rodeaba. Al mordisquear uno de sus pezones ella instintivamente abrió más las
piernas, cosa que aproveché para penetrarla hasta los huevos.
Fue tal el gemido que pegó, que Alicia, que seguía viendo la tele en el comedor,
nos oyó. Al instante empecé a sentir cómo una lengua me lamía los huevos desde
detrás. Extrañado, giré la cabeza y me sorprendió ver detrás de mí a Alicia,
desnuda y agachada, comiéndome el culo y los huevos con ansia. Luego noté que
lamía la parte de mi polla que quedaba fuera del coño de Diana cada vez que la
sacaba, al tiempo que recorría con la lengua los labios mayores de su amiga y
acariciaba su culo que salía por debajo de la cama con las manos.
Tanta excitación hizo que me corriese dentro de Diana. Al acabar, saqué la polla
del coño de Diana y se la metí en la boca, mientras Alicia chupaba el semen que
salía del sexo de su amiga, todo ello sin dejar de jugar con su propia vagina.
No tardó mucho en llegar también ella al orgasmo. Los tres caímos de espaldas y
nos acostamos en la cama. Segundos después, noté que Alicia me estaba empezando
a masturbar de nuevo, consiguiendo una potente erección de mi polla en menos de
un minuto. Diana me acercó entonces su coño a la boca y yo comencé a comérselo.
La excitación que eso me causaba y la masturbación que me estaba propinando
Alicia, me hizo llegar de nuevo al borde del orgasmo, por lo que le dije a ésta
que se sentara sobre mi polla. Obediente, tomó mi miembro lentamente con sus
suaves manos sin dejar de masturbarme y se colocó mi glande en su coño.
Descendiendo, se lo introdujo hasta los huevos, mientras yo seguía saboreando el
dulce sexo de Diana.
Las dos amigas habían quedado una enfrente de la otra, así que Alicia aprovechó
para chuparle las tetas a Diana, mientras yo, entre sus piernas, le metía un
dedo en el coño y otro por el culo. Pronto comenzamos a movernos más rápido, lo
que hizo que pronto sintiese que me corría por segunda vez. De pronto, Diana se
levantó, desenterrándose mi polla de su interior y se acostó boca arriba sobre
la cama. Lo mismo hizo Alicia, pero colocándose a cuatro patas sobre ella, de
forma que sus cabezas encontraban cada una el coño de la otra formando un 69. Se
me ocurrió que yo también podía participar en aquello, así que poniéndome tras
Alicia penetré su pequeño pero firme culo. Ésta gimió, jugando con su lengua en
el clítoris de Diana, al mismo tiempo que acariciaba mis huevos con sus uñas,
pellizcándolos y mordiéndolos. Diana seguía a su vez comiéndole el coño a su
amiga. Fue tanta mi excitación al participar en aquella escena, que me corrí en
el culo de Alicia, casi al mismo tiempo que ellas hacían lo propio, excitadas
hasta el límite por su 69.
Después nos vestimos y el resto del día nos comportamos como si no hubiera
pasado nada. Días después le conté esta misma historia a un amigo y quedamos en
quedar un día con ellas a ver qué pasaba. Pero eso ya es otra historia...