Hace poco, mi mujer pasó por el quirófano para una pequeña intervención quirúrgica, así que tuvimos que enfriar un poco nuestras relaciones sexuales. Al principio pensé que podría aguantar la abstinencia y sobrevivir con las pajas que ella me hacía cada noche. Pero, cada día que pasaba me sentía más y más caliente, casi como cuando era adolescente. Por suerte, encontré algo de satisfacción y alivio en los brazos de Nancy.
Tiene 20 años y es todo un espectáculo para mis hambrientos ojos. Como secretaria, puesto que ocupa en la empresa en la que trabajo, tengo que decir que es una de las mejores que conozco. Como compañera sexual, está por encima de la media. Siempre he sentido especial predilección por los culos y en eso Nancy me trae loco. Me encanta verla paseando ese impresionante culo por toda la oficina. Siempre lleva pantalones ajustados y cuando me fijo en las líneas de sus bragas no puedo evitar morderme el labio inferior. Una noche, quedamos en que me ayudaría a acabar un informe que tenía que entregar al día siguiente. Hablamos de todo un poco mientras trabajábamos y le conté lo de la recuperación de mi mujer. Cuando casualmente comenté el tema de mi abstinencia sexual, Nancy se mostró comprensiva y preocupada.
Se sonrojó un poco pero noté que mis palabras la habían excitado. Se acercó a mí, apretando su coño contra mi entrepierna.
- Entiendo perfectamente por lo que estás pasando -me dijo-
Por eso, no me importaría ayudarte acostándome contigo. Es más, me gustaría
hacerlo.
- ¿Con un hombre tan mayor como yo? -exclamé.
- No -dijo agarrándome la polla- Con un hombre tan atractivo como tú.
La rodeé con mis brazos y empezamos a besarnos. Su lengua penetró por entre mis labios y empezó a juguetear con la mía. No pasó mucho tiempo antes de que toda nuestra ropa quedase apilada en un montón junto a una de las paredes. Me detuve un momento para admirar su belleza casi celestial. Me senté entre sus piernas y, separando sus muslos, descendió hasta sentarse sobre mi polla, empalándose en ella. La chica estaba en su mejor momento, de su precioso y rosado coño brotaban dulces y sabrosas gotas de jugo. Empecé a comérselo y, por fin, logré que se corriese ruidosamente.
- Esta ha sido la primera vez que un hombre consigue que me corra solo comiéndome el coño -dijo Nancy, aún jadeando- Y ahora, ¿qué quieres que te haga? Dime qué sería lo que más placer te daría en este momento.
Me quedé atónito. Aquella diosa del placer se estaba ofreciendo para hacer cualquier cosa que yo quisiera. Pero yo solo quería hacer una cosa. Me acerqué a ella y toqué suavemente su culo, lo que la hizo estremecerse de placer.
- De acuerdo -susurró, colocándose a cuatro patas.
Su blanco culo era suave al tacto. Enterré mi cara entre
aquellos satinados cachetes y lubriqué su estrecha entrada, primero con la
lengua y luego con un dedo mojado con los jugos de su coño. Aquello la relajó e
hizo que su culo se abriese cada vez más. Nancy estaba caliente, lo notaba.
Mecía suavemente su culo contra mi cara y gemía con fuerza. Cuando la hinchada
cabeza de mi polla rozó su pequeño agujero, empezó a sollozar de placer. La
penetré lentamente para no hacerle daño. Cuando ya casi la tenía dentro del
todo, empecé a bombear dentro y fuera con un suave ritmo. Ella recibía mis
envites lanzando su culo con fuerza contra mí y animándome a que fuese más
rápido. Así lo hice, follando con fuerza aquel estrecho agujero, hasta que, por
fin, lo inundé con mi cálido semen. Después de descansar quince minutos, Nancy y
yo lo volvimos a hacer.