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Modelo sexual

en Hetero: Infidelidad

Me llamo Jorge y tengo cerca de 30 años. Soy rubio, bastante alto, tengo los ojos azules y una piel muy blanca. Ah, lo olvidaba, tengo una polla de 18 cms.

Esta historia trata de mí y de Escarlata. Es una mujer preciosa, de mi misma edad, cabello oscuro, ojos azules, penetrantes y seductores, labios sugerentes, pechos perfectos, tiesos y abundantes, piernas bien torneadas y un culo que merecería un premio, duro y redondeado, muy sexy. Desde siempre había querido hacerle el amor a Escarlata. Nos conocíamos desde muy jóvenes pero, aunque habíamos disfrutado juntos de varias experiencias sexuales fabulosas, nunca habíamos llegado hasta el final.

En repetidas ocasiones, le había manifestado este deseo, pero nunca había resultado. Desde el mismo momento que me casé, dos años atrás, empecé a albergar la secreta fantasía de tener una amante. Su fuerte personalidad y su indudable atractivo físico, junto con el hecho de que desde siempre nos había unido una gran amistad, hacían de ella la candidata perfecta. El problema era que ella también estaba casada, lo que hacía prácticamente imposible lograr hacer realidad esa fantasía. Pero siempre que nos veíamos yo seguía insistiendo, de manera más o menos disimulada, pues de alguna manera seguía deseándola cada vez con más intensidad. Por un lado quería seguir manteniendo mi vida normal y no entrometerme en la de ella, pero continuaba pensando en lo bueno que sería reunirse, aunque fuese solamente una vez al año, para satisfacer juntos nuestras fantasías sexuales.

La última vez que nos habíamos visto había sido en un hotel en el que habíamos coincidido al estar los dos en viaje de negocios. Cenamos juntos y subimos a mi habitación con la excusa de charlar un rato. Jugamos a una versión suave del strip poker, pero de ahí no pasamos. Terminamos la velada bailando en la habitación y besándonos en un suave coqueteo de lenguas, lo que me dejó muy insatisfecho. Pero lo que yo no sabía entonces era que mi deseo se iba a convertir en realidad muy pronto.

La última vez que habíamos hablado, era verano, le dije que tenía que ir a Barcelona a una convención que se celebraría el marzo siguiente. Una vez me dijo que lo que más le excitaba eran las sorpresas y vaya si me sorprendió. Por lo visto, entre sus múltiples cualidades figuraba la de la memoria fotográfica pues, el primer día de la convención recibí una llamada suya diciéndome que casualmente también estaba en la ciudad y que le gustaría tomarse algo conmigo en una cafetería del centro que ambos conocíamos. Había recordado lo que le había dicho casi 9 meses antes, lo cual era un magnífico inicio.

Se presentó en la cafetería vistiendo una falda negra larga con un corte al lado y un escote bastante ajustado sin sujetador, lo que permitía observar sus pezones marcándose contra la tela de su blusa de una manera muy sensual. Para no resultar demasiado llamativa, vestía un abrigo a juego con la falda, pero que no podía evitar que, cuando se le abría un poco, dejase a la vista lo insinuantes, delicados y sensuales que eran sus pechos. Le hice una seña para que me viese y se acercó sonriendo.

- Hola, Jorge -me dijo, dándome dos besos- Si no te importa preferiría que fuésemos a algún sitio más íntimo. Mi marido ha venido conmigo y si nos ve juntos, ya sabes lo celoso que es. Me he conseguido deshacer de él pero no se ha quedado muy convencido, así que lo mejor será no correr riesgos. ¿Podemos ir a tu hotel.
- Claro, deja que pague la cuenta y nos vamos -le dije llamando al camarero.

Pagué rápidamente el café que me había tomado mientras la esperaba y cogimos un taxi que nos dejó en la puerta de mi hotel. Subimos a mi habitación, que por un extraño impulso premonitorio había pedido que fuese doble, y empezamos a charlar de cómo nos iba la vida.

Siempre nos gustaba charlar un poco antes de disfrutar de alguno de nuestros jueguecitos particulares. La última vez me había comentado lo excitante que sería posar para que el otro lo dibujase totalmente desnudo y se lo recordé.

- Es verdad, ya no me acordaba -me dijo contenta- Ya sabes lo mucho que me gusta dibujar y últimamente no he tenido tiempo para hacerlo. Además, desde hace unos meses tenía pensado contratar un modelo para que posase desnudo para mí y comprobar si aún tengo mano para el dibujo natural. Pero, esto es mucho mejor...

Se me acercó sonriendo y posó sus labios sobre los míos. Abrí suavemente la boca y su lengua pasó por entre mis labios para jugar con la mía.

- ¿Tienes ganas de que te dibuje ahora? -me dijo con una voz muy baja y sensual que hizo que se me erizase el pelo de todo el cuerpo.
- No se me ocurre nada mejor -dije, aunque sí se me ocurrían un par de cosas.

Me desnudé rápidamente y me tumbé de forma profesional sobre la cama. Ella comenzó a dibujarme, dándose cuenta enseguida con una sonrisa de que mi polla se encontraba en total erección. Así pasaron varios minutos, sin hablar, pero se notaba que ella se excitaba cada vez más al verme. Ahora sé que siempre había querido follar conmigo, aunque a su manera, en un ambiente que le excitase su parte más erótica y que por supuesto, nunca habíamos logrado... Hasta ese momento.

Pasado un rato, me levanté para ver cómo iba el dibujo.

- ¿Qué haces? -me dijo enfadada aunque sonreía- No puedes moverte.
- Vamos, solo quiero ver cómo va -le dije y me acerqué a ella.

Trató de esconder el dibujo sin demasiadas ganas y por fin conseguí que me lo diese. Nada más verlo me quedé asombrado de lo bien que estaba. Mejor aún, ¡era perfecto!

- ¿Qué pasa? ¿No te gusta? -me dijo algo triste- Ten en cuenta que aún está sin terminar y que...
- Es sencillamente perfecto -la corté- No sabía que fueses tan buena. Esto se merece una felicitación.

Aún totalmente desnudo, la abracé para felicitarla. En aquella postura no pude evitar comenzar a besarle el cuello, primero con los labios y luego con la lengua. Ella echó la cabeza hacia atrás sin mostrar el más mínimo desagrado por mi acción. Agarré su cintura con las manos y luego las subí suavemente hasta encontrarme con sus redondos pechos, perfectos y excitados. Seguí acariciándole los pezones con los dedos cada vez más intensamente. Ella disfrutaba, lo notaba. La desnudé lentamente y la llevé en brazos a la cama. Mi posición favorita es el 69 y, tras dejar a Escarlata tendida sobre la cama, me puse encima de ella adoptando dicha postura. A ella no pareció importarle, sobre todo porque sin dejar tiempo a que reaccionase comencé a lamerle el coño suavemente al principio y luego con mucha pasión. Al poco noté cómo empezaba ella también a masturbarme con las manos. Tras este primer contacto, se introdujo mi larga polla dentro de su boca y comenzó a chuparla como si fuese un helado. Siguió con los huevos y luego comenzó a lamerme el ojete sin dejar de masturbarme. Mientras lubricaba con saliva mi cerrado orificio, no dejaba de acariciarme el culo con pasión. Poco después sentí cómo introducía un dedo suavemente en mi ojete y volvía a chuparme la polla. Nunca había sentido nada parecido, nada tan fantástico y excitante a la vez. Aún no podía creer lo que estaba haciendo, por fin Escarlata era mía y de qué manera. Comencé yo también a lubricarle el ojete extendiendo con mis labios una mezcla de mi saliva y del flujo que salía de su coño. Aquello la excitó todavía más e incrementó la velocidad de los movimientos de su lengua sobre mi polla y de su dedo entrando y saliendo de mi culo. Instantes después tuvimos al mismo tiempo nuestro primer orgasmo juntos. Me corrí con fuerza sin saber si lo había hecho en su boca o no, pues siempre me había dicho que le daba impresión tragarse el semen. Pero noté que seguía succionando mientras mi polla expulsaba chorros y chorros de espesa leche. Se veía que estaba disfrutando como nunca y cuando acabé de correrme la noté aún más excitada que antes.

Seguimos luego besándonos suavemente en los labios. Escarlata se quedó de piedra cuando vio que se me había vuelto a poner dura en cuestión de segundos. Al ver las dimensiones que estaba alcanzando mi polla, vi que sonreía y que se mostraba aún más excitada. Se levantó rápidamente y sin abrir la boca se puso a cuatro patas. No hizo falta que me dijese nada, al verla en aquella posición, le metí la polla de una sola embestida en el coño. Estaba excitadísimo y quería que ella también lo estuviese, así que empecé a bombear lentamente, abrazando su pequeño cuerpo con mis brazos y acariciando con las manos aquellos suaves y erectos pezones, todo ello sin dejar de lamerle la espalda de arriba a abajo con la lengua. Estaba follando como nunca, sabía en todo momento lo que tenía que hacer para lograr el máximo disfrute de los dos. Le metía la polla hasta el fondo y luego la sacaba hasta la punta, para después volver a repetir toda la operación desde el principio. Ella estaba excitadísima, le encantaba sincronizar todos los movimientos de manera perfecta.

Le introdujo lentamente un dedo en el culo y noté con gran alegría que se dilataba perfectamente. Saqué rápidamente la polla de su coño y se la introduje lentamente en el culo. Noté que daba un pequeño respingo, pero enseguida empezó a gemir de nuevo. Gozaba tanto o más que antes y agarró una de las manos que acariciaba sus tetas y empezó a lamerme los dedos uno a uno, como si de pequeñas pollas se tratara. Se incorporó un poco, pero con cuidado de no dejar que saliese mi polla de su culo, y empezó a acompañar los movimientos de mis manos sobre sus pechos con las suyas. De esta manera tuvimos nuestro segundo orgasmo. ¡Solté toda mi leche en su culo y a ella le encantó!

Se dio la vuelta quedando boca arriba y empezó a besarme con la lengua, esta vez con mucha pasión. Sus manos rodearon mi cintura y comenzó a acariciarme el culo.

- Ponte a cuatro patas -me pidió.

¿Qué se disponía a hacer? La simple excitación de imaginar lo que vendría a continuación hizo que mi polla volviese a ponerse tiesa en cuestión de segundos. Hice lo que me pedía y me puse a cuatro patas sobre ella. Pasó una mano por su entrepierna y con la otra comenzó a acariciarme la polla. Estaba claro que pretendía disfrutar masturbándome con una mano mientras hacía lo propio con la otra en su clítoris. No pasaron muchos minutos antes de que me corriese por tercera vez, esta vez sobre sus tetas y su cara.

Aquella tarde perfecta, le confesé mi idea de quedar una vez al año para cumplir nuestras fantasías sexuales y a ella le encantó. Desde entonces, hemos quedado ya cuatro veces y cada vez ha sido mejor que la anterior. La última consistió en que, mientras yo le metía la polla por el coño, al mismo tiempo penetraba su culo con un consolador simulando una doble penetración. Pero esa es otra historia...

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