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La enfermera

en Hetero: Primera vez

Yo tenía 13 años y nunca había tenido sexo con una mujer, pero ya sabía masturbarme y por cierto lo hacía muy a menudo. En esa época enfermé de hepatitis, creo que fue algo que comí lo que me hizo daño, el caso es que tuve que estar una semana internado en un hospital, además cuando saliera de ahí estaría otras tres semanas en casa en reposo absoluto. ¿Os lo podéis imaginar? El aburrimiento era infernal. Las primeras dos noches en el hospital fueron terribles, no había nada que hacer. Mis padres me llevaban revistas, las leía y releía una y otra vez.

La tercera noche, cuando todo el mundo ya estaba durmiendo, encendí la lamparita de noche y empecé a hojear algunas revistas. Mientras veía anuncios de lencería, combinaciones y medias me empecé a acariciar la verga hasta ponerla dura. Busqué algunas fotos donde salieran chicas en traje de baño o que enseñaran el cuerpo con ropa muy ajustada y... Ya sabes cómo es eso... Empecé a meneármela debajo de las sábanas.

En esas estaba cuando repentinamente llegó una enfermera, de unos 25 años aproximadamente, morena y delgada. Me encontró en plena masturbación. Yo me quedé boquiabierto, me moría de vergüenza, no podía ocultar el bulto que sobresalía entre mis piernas, pues como sabrás, cuando estás en un hospital te quitan toda la ropa y te ponen una delgada bata totalmente abierta por atrás. Ella sonrió y se acercó a darme mi medicina.

- ¿Te sientes bien esta noche? -me preguntó y yo solo pude mover la cabeza afirmativamente- Voy a tener que ponerte una inyección, órdenes del médico, así que date la vuelta, por favor.

Yo estaba extrañado, porque tenía entendido que el tratamiento no incluía ninguna inyección, pero la vergüenza de que me encontraran masturbándome me impidió poner objeción alguna. Hice lo que ella me pidió, giré sobre la cama, ella desabrochó la bata por detrás y me destapó el cuerpo completamente, algo mas raro aún pues las inyecciones se ponen en las nalgas, no había necesidad de descubrirme todo el cuerpo. Y lo que era peor, todavía tenía la verga tiesa. Ella tomó un algodón con alcohol y lo pasó por mis nalgas. Normalmente eso no cuesta más de cinco segundos, pero en esta ocasión le costó mucho más de lo normal. Me di cuenta de que no pasaba el algodón por donde la mayoría de las veces lo hacen, sino más bien lo pasaba por el centro de mis nalgas, rozando "sin querer" mis testículos. Dejó el algodón a un lado y empezó a acariciármelos descaradamente y creo que con la otra mano me acariciaba el culo. Yo me quedé inmóvil, no sabía qué hacer, temía que si me daba la vuelta ella se arrepentiría y se iría, así que hundí el rostro en la almohada y me dejé hacer. Ella siguió masajeando mis testículos y mi culo un buen rato, yo tenía la leche en la punta de la verga, esperando cualquier movimiento para explotar.

- Ahora, date la vuelta -me indicó, cosa que hice rápidamente.

Cogió mi polla erecta y, después de lamerla con la lengua unos segundos, la metió totalmente en su boca. Yo no entendía como era posible que le entrara toda, pero la verdad es que en ese momento no podía pensar muy bien, todos mis sentidos estaban enfocados a lo que sucedía ahí abajo. Yo me moría por tocarla, pero era muy tímido, no podía tomar la iniciativa de nada.

- Apaga la lamparita de noche -me pidió la enfermera.

Una vez que lo hice no veía nada. Ella se apartó de mí. Escuchaba movimiento y creo que algunos ligeros gemidos, me imaginé que se estaba quitando la ropa y que se masturbaba a mi lado. Mi vista empezó a acostumbrarse a la oscuridad y entonces comprobé que había acertado, ya estaba completamente desnuda y se acercaba a la cama. Se subió en ella y se sentó encima de mí, como si estuviera montando un caballo. Se introdujo mi verga en su coño. No tienes ni idea de qué maravillosa sensación. Todo por dentro estaba húmedo, parecía que tenía aceite por todos lados. Imagínate mi miembro penetrándola y sintiendo todo ese placer que yo experimentaba por primera vez. Como te imaginarás no aguanté mucho. A los pocos minutos de estarla penetrando, eyaculé como un loco. Todo mi cuerpo se convulsionaba y no pude evitar dar alguno que otro gritito. Ella sonrió, se acercó a mí y me abrazó mientras yo tenía mi orgasmo. Cuando terminé, ella se acercó más a mí y me empezó a besar en la boca, metiendo su lengua y buscando la mía. Seguía encima de mí y se empezó a masturbar mientras me besaba. Tuvo un fuerte orgasmo también, respirando rápida y ruidosamente. Cuando terminó, me dio un pequeño beso en la frente.

- Duérmete ya -me ordenó- Necesitas descansar...

Desde ese día me olvidé por completo de los dolores de la hepatitis, es más, no podía hacer otra cosa que pensar en ella. Nunca más la volví a ver, a pesar de que le dije a mis padres que me sentía todavía muy mal y me dejaron otra semana en el hospital.

tororojo12000@yahoo.es

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