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La chica de la limpieza

en Hetero: Infidelidad

Desde siempre el cuidado y limpieza de las oficinas donde trabajo había sido tarea de una empresa de limpieza profesional, pero un reajuste en el presupuesto obligó a suspender este servicio y contratar a alguna persona independiente que lo realizara. Un día apareció en la oficina una chica de la limpieza.

Debo reconocer que desde el principio me llamó la atención. Era morena, su cara denotaba menos edad de la que tenía, según supe después tenía 25 años pero no aparentaba más de 16 ó 17 años, delgada y con unas tetas más bien pequeñas, aunque con un buen culo y unas bonitas piernas. Tenía una cara preciosa, labios muy carnosos y unos ojos interesantes y coquetos.

Pasó un buen tiempo sin que cruzáramos más palabra que la del saludo por la mañana y la de la despedida por la tarde. Hice indagaciones y supe que estaba casada y tenía una hija. Se había tenido que poner a trabajar de chica de la limpieza por razones económicas, pues al ser de clase humilde apenas tenía estudios y no conseguía mejores trabajos. Nunca me dijo nada ni dio muestras de sentir algún interés por mí, así que me conformaba con disfrutar muy discretamente de su belleza cuando limpiaba mi despacho.

En cierta ocasión, tuve que ir a trabajar un sábado, día en el que solo acude el personal de limpieza y algún que otro empleado que tiene trabajo pendiente. Bueno, pues ese día me había tocado a mí porque tenía algunos trabajos urgentes que necesitaba entregar el lunes muy temprano. Aquel día, aparte de mí, estaba la chica de la limpieza y otros dos empleados. Después de trabajar cerca de dos horas, los otros dos empleados se despidieron, así que solo quedamos en la oficina la chica y yo. Creo que es momento de decir cómo se llama. Su nombre es Nora.

Yo continué trabajando y en un momento dado entró Nora a mi despacho con la intención de recoger la basura de las papeleras. En mi despacho, la papelera se encuentra justo debajo de mi escritorio, cerca de mis pies, por lo que tuvo que agacharse para recogerla. Ignoro si lo hizo con intención o fue un accidente, pero tocó levemente mi pierna.

No sé por qué pero eso bastó para excitarme rápidamente. Traté de disimular esa excitación, pero cuando tuvo que dejar la papelera en su sitio volvió a suceder lo mismo, me tocó nuevamente la pierna. Yo me quedé mirándola a los ojos para ver si podía adivinar algo en su rostro y noté que ella me devolvía la mirada, pero de una forma extraña. Nunca había notado en ella una mirada así, algo así como coqueta e incluso se podría decir que algo excitada también.

Rápidamente, mi mente empezó a analizar la situación: estábamos completamente solos, había notado algo de excitación en ella y yo también estaba excitado... La cosa estaba clara, así que decidí que trataría de sacar provecho de aquello. Total, no tenía nada que perder y a cambio podía ganar mucho.

Comencé a sacarle algo de conversación y le pregunté por su familia. Ella me comentó que su hija y ella estaban tristes porque su marido estaba fuera de la ciudad. Hacía ya un mes que se había ido y el trabajo que tenía no le dejaba regresar. Instintivamente pensé en lo sumamente caliente que debía estar, puesto que un mes sin hacer el amor es mucho tiempo, más aun para una chica tan joven como ella. Fue entonces cuando tuve la seguridad de que ambos podríamos calmar nuestro deseo sexual aquella mañana.

La invité a un refresco y le dije que se sentara un momento para descansar. Abrí las dos latas y le di una. Nora se sentó en el sillón que tengo en mi despacho, exactamente enfrente de mi mesa, y yo me quedé sentado en mi escritorio. Mientras terminábamos el refresco estuvimos charlando de cosas triviales. Yo me entretenía mirando su boca, sus ojos, sus piernas... Llevaba una falda que le llegaba hasta la rodilla, pero conforme iba pasando el rato a mí me parecía que iba subiéndose cada vez más, dejando a la vista más parte de sus piernas. Estábamos ya a punto de terminar el refresco, cuando de pronto abrió las piernas para acomodarse más en el sillón, con lo que me ofreció una excelente panorámica de sus braguitas color rosa.

Esto acabó de ponerme a punto, mi verga estaba ya completamente tiesa. Era una combinación de todo, pensar que estábamos solos, ella sin probar el sexo desde hacía un mes, ver sus braguitas, sus piernas, pensar que estaba casada... Todo tan excitante.

Le ofrecí otro refresco, pero a pesar de que se negó, tampoco se levantó para irse. Seguía allí sentada frente a mí y parecía que la falda iba subiendo cada vez más. Entonces decidí jugarme el todo por el todo y me levanté para sentarme junto a ella. Mientras me acercaba noté cómo clavaba sus ojos en el bulto que había en mi entrepierna y advertí que se ruborizaba un poco. Me senté lo más cerca que pude de ella y me excitó aun más el poder oler su piel y ver más de cerca aquella carita de adolescente.

Empecé a preguntarle sobre su marido y si le echaba de menos. Lógicamente, me dijo que sí, y continué la conversación por ahí, pero tratando de inclinarla hacia lo sexual, quería que me dijera si le echaba de menos sexualmente. Pasado un rato me confesó que no había tenido relaciones sexuales desde que él se había marchado. Mientras decía esto pasé mi brazo por detrás de su espalda y empecé a acariciarle la nuca y la oreja. A ella no pareció importarle, debió tomarlo como algo natural, teniendo en cuenta el tema del que estábamos hablando. Aunque la noté un poco apenada al hablar, también vi al mismo tiempo que se estaba excitando cada vez más.

Me decidí y sin previo aviso la besé en la boca. Durante un instante opuso algo de resistencia, pero después respondió encarecidamente a mi beso. Empezó a meterme la lengua en la boca y yo le respondí enseguida besando su cuello y su oreja, y metiendo mi lengua en ella. Inmediatamente, cuando la punta de mi lengua tocó lo más profundo de su oído, sentí cómo su cuerpo se arqueaba de placer. Nora estaba alcanzando su mayor grado de excitación. Nos volvimos a besar en la boca apasionadamente y comencé a desabrochar su blusa y a quitarle el sujetador. Ante mí aparecieron dos pequeñas tetas coronadas por sendos pezones oscuros, completamente excitados y duros. Al instante los chupé y los mamé, hasta que empezó a gemir cada vez con más y más fuerza.

Tomé su mano y la conduje hasta mi verga que seguía aprisionada en mis vaqueros. Al principio no hizo nada, pero después de un rato, cuando le solté la mano, comenzó a sobarla por encima del pantalón. Por fin se decidió a bajar la cremallera y sacó mi polla de su encierro. Me pareció notar que se sorprendía por el tamaño, pues puso cara de asombro. Acto seguido, me empezó a masturbar, pero yo le pedí que me la mamara. Noté que en su rostro se dibujaba la indecisión y al preguntarle si le pasaba algo me confesó que nunca se la había chupado a un hombre. Aquello me excitó todavía más, iba a desvirgar aquella boquita tan sensual. Tranquilizándola con mi sonrisa más cautivadora, tomé su cabeza con una mano y la obligué a que rodeara mi miembro con sus labios. Al principio lo hizo con miedo, pero enseguida fue tomando confianza y me la empezó a chupar con ganas. No fue una gran mamada, hay que recordar que era la primera que hacía, pero hizo un buen trabajo. Mientras ella chupaba sin cesar, yo ya le había quitado las bragas y empezaba a meterle un dedo en su húmeda raja. Sentí cómo se arqueaba cuando aceleré el movimiento de meter y sacar mi dedo en su coño, completamente mojado ya por sus jugos. De pronto, Nora empezó a gemir y a gritar. Evidentemente había tenido un orgasmo, pues enseguida sentí cómo mi dedo se mojaba más y más.

Ella seguía chupándome la polla y yo estaba a punto de correrme en su boca, pero aun no quería hacerlo, así que se la saqué. Tenía en mente otra cosa, metérsela en aquel coño tan estrecho y mojado.

La puse a cuatro patas y desde atrás, le metí la polla por el coño. Me sorprendió que, a pesar de estar casada, tuviese el coño tan estrecho. Ella debió notar mi sorpresa, pues sin yo decir nada me explicó que nunca le habían metido una verga tan grande como la mía y que le hacía un poco de daño. Para no hacerle más daño, empecé a metérsela poco a poco. Cuando la metí entera esperé a que se acostumbrase al tamaño de la polla que tenía dentro. Por fin vi que se relajaba y empecé a follármela con lentitud, pero aumentando la velocidad a cada nueva embestida. Luego cambiamos de posición y la senté en el escritorio. Esta vez, cuando se la volví a meter, empecé con un suave movimiento de mete-saca, mientras chupaba sus sabrosos pezones. Ella gemía mucho y su respiración era cada vez más agitada.

Volvimos a cambiar de posición y enseguida noté que me faltaba poco para correrme, aunque ella no dejaba de tener orgasmo tras orgasmo. La acosté boca arriba y la penetré en la posición tradicional del misionero. Metí sus piernas entre las mías y noté que su coño apretaba mi verga aun más que antes. Después de varias embestidas más, eyaculé abundantemente dejando su coño completamente inundado por mi semen.

A los 10 minutos de terminar, mientras todavía estábamos recuperándonos de lo que acabábamos de hacer, escuchamos que alguien llegaba. Nos vestimos rápidamente y disimulamos como si nada hubiera pasado. También encendí dos cigarrillos para disimular el olor característico que queda después de hacer el amor.

Después de ese día, y antes de que volviese su marido, volvimos a hacer el amor. Fueron otras 5 ocasiones pero eso os lo contaré otro día. Actualmente hablamos como meros compañeros de trabajo y ya no nos hemos vuelto a enrollar, pero no por eso he dejado de deleitarme con su dulce cara de adolescente y de admirar su precioso cuerpecito que una vez fue mío.

Ójala vuelva a tener la oportunidad de gozar con ese cuerpo y volver a meter mi verga en él. Espero con impaciencia que su marido tenga que volver a salir muy pronto de la ciudad...

tororojo12000@yahoo.es

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