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Dos grandes amigas

en Intercambios

Lara, mi mujer, y yo hemos decidido enviaros este relato en el que os contamos una experiencia que tuvimos hace aproximadamente dos meses. Era un sábado por la tarde en que me encontraba solo en casa leyendo un libro. Llamaron a la puerta y al abrir vi que era Sonia, una amiga de mi mujer a la que hacía bastante tiempo que no veía.

- Cuánto tiempo sin verte -le dije.

- Es que he salido de compras y he aprovechado que pasaba cerca para haceros una visita -me explicó- ¿Está tu mujercita en casa?

- Pues no -le respondí- Ha salido hará cosa de una hora, pero creo que no tardará en regresar. ¿Quieres esperarla?

- Sí, claro -me dijo entrando en casa- Quiero enseñarle unos modelitos que me he comprado y además... tengo que devolverle una cosa...

- ¿Ah, sí? -le dije invitándola a que se sentase en el sofá del comedor- ¿Y de qué se trata, si puede saberse?

- Claro que puedes saberlo, y tú mejor que nadie pues lo que me ha dejado es tuyo -me contestó sonriendo.

- ¿Cómo? -exclamé asombrado.

- Verás -empezó a decir- Hace cosa de un mes vine a visitaros. Tú no estabas, creo que fue la semana que te fuiste de viaje, y Lara me hizo pasar al comedor. Vi que estaba viendo una película en el vídeo y le pregunté cuál era. No me contestó, pero me enseñó la caja. En ella se veía a una guapa rubia acariciándole el paquete a un negro impresionante. El título creo que era algo así como 'Azúcar moreno'. Era una película porno, pero no era la única. Abrió el armarito de debajo de la tele y me enseñó una colección de más de cincuenta películas del mismo estilo. Me dijo que eran tuyas, que las comprabas para verlas con ella, pero que cuando no estabas le gustaba ponérselas y pensar que los de la película erais tú y ella. Yo nunca había visto ninguna, así que le pedí una y me la llevé a casa.

- Y ahora vienes a devolvérsela, ¿no? -le pregunté.

- No, que va -me respondió rápidamente- Esta es la octava que me deja.

- Así que te has aficionado a las películas porno -le dije ligeramente excitado ante aquella inesperada situación- ¿Te han gustado?

- Mucho -contestó- La verdad es que nunca había visto ninguna y en menos de un mes he visto ya diez.

- ¿Diez? -pregunté yo extrañado- Pero, ¿no habías dicho que esta era la octava que te dejaba?

- Sí... es que... -dudó unos instantes- También he visto un par con Lara.

A medida que avanzaba la conversación había empezado a fijarme en sus enormes tetas, que asomaban por el escote del provocativo vestido corto que llevaba. Al entrar y verla por detrás, me había fijado en que llevaba unas braguitas tipo tanga que dejaban libres sus bonitas nalgas, algo que inmediatamente me había puesto cachondo.

Seguimos charlando un rato de las películas que había visto con mi mujer. Yo no podía evitar imaginármela toda desnuda frente a mí. Creo que debió darse cuenta de lo que pasaba por mi cabeza, aunque no demostró importarle mucho, más bien al contrario. Cada vez describía con más pasión las escenas de las películas y noté que a medida que hablaba se excitaba más. De pronto, muy discretamente entreabrió las piernas dejando a la vista sus braguitas y el vello de su coño que le salía por los lados. Aquello era demasiado y mi verga empezó a ponerse dura de verdad. Tenía que hacer algo para que viese cómo la tenía y se me ocurrió la excusa perfecta.

- Hace calor, ¿no? Voy a por un refresco -le dije poniéndome de pie y deteniéndome unos instantes delante de ella.

Sonia se quedó mirando el bulto de mi pantalón sin disimular siquiera, e inmediatamente se levantó también. Acercándose lenta y sensualmente me agarró la verga que en aquel momento ya estaba en todo su esplendor y la sacó de su escondite.

- ¡Oh! -exclamó al verla.

Sin más dilación empezó a mamármela, besándola toda, metiéndola y sacándola en su boca, gimiendo y gozando. Después de un rato ocupada en esta tarea, se detuvo y empezó a quitarse el vestido dejando al descubierto sus dos enormes tetas. Me acerqué rápidamente a ella y empecé a chupárselas, al tiempo que le metía dos dedos por su ya húmedo coño. Aquello la hizo estremecerse de placer.

- Mmmm, me encanta -gimió- Pero prefiero que me la metas. Vamos, métemela...

- Lo que tú digas -le dije- Inclínate hacia delante.

Me obedeció y se la metí como más me gusta, desde atrás. Nada más penetrarla, soltó un grito de placer y empezó a moverse al ritmo que marcaba mi polla entrando y saliendo de su coño.

- ¡Sí, sí! -gritaba- No pares... ¡Más, MÁS...! 

Atendiendo a su petición, le metí dos dedos por el culo y enseguida demostró lo mucho que le había gustado mi idea. Así estuvimos durante un buen rato, hasta que decidimos cambiar de posición. La subí a la mesa y separándole las piernas la penetré con vigor. Imprimí un poderoso ritmo hasta que conseguí que se corriese.

- No pares -me pidió- Pero cuando vayas a correrte, avísame que quiero que lo hagas en mi cara.

Aquello hizo que se la metiera todavía con más fuerza si cabe. No tardé mucho en llegar al borde del orgasmo, así que la avisé como me había pedido y sin perder tiempo se arrodilló ante mi verga. En cuestión de segundos le llené toda la cara de leche y ella ni se inmutó, recibiendo con mucho agrado aquella deliciosa lluvia blanca. Cuando salió el último chorro, me agarró la polla y empezó a exprimirla, extrayendo de ella hasta la última gota de aquel líquido que tanto le gustaba. !Fue el mejor orgasmo de mi vida!

- Me ha encantado -me dijo Sonia levantándose- Pero, ahora debemos vestirnos. Lara debe estar al llegar y no queremos que nos encuentre así.
Además, tengo que preparar el regalo que le he traído.

- ¿Un regalo? -pregunté empezando yo también a vestirme- No me habías dicho nada de eso.

- Es un secreto -dijo sonriendo y siguió vistiéndose.

Al poco, llegó mi mujer y se alegró mucho de ver a Sonia. Ésta seguía caliente y le dio un suave beso en la mejilla que me puso los pelos de punta.

- Lleva aquí casi una hora esperándote para devolverte lo que le dejaste el otro día -le dije con una ligera sonrisa.

Sonia sacó de su bolso la película y se la dio a Lara mirándome a mí. Mi mujer rió nerviosamente y la guardó debajo de la tele, junto a las demás.

- ¿Te apetece quedarte a comer con nosotros? -acertó a decir mi mujer para cambiar de tema.

- Claro que sí -aceptó Sonia de buen grado- Además, me voy a la cocina contigo para ayudarte a prepararla. Es lo menos que puedo hacer.

Al cabo de un rato, fui a la cocina a ver qué es lo que estaban haciendo aquellas dos. Me quedé mirándolas desde la puerta y me di cuenta de que a la mínima oportunidad Sonia le rozaba el culo o las tetas disimuladamente a Lara. Lo peor es que mi mujer se daba cuenta pero no decía nada... Y eso me ponía muy caliente. Regresé al comedor y minutos más tarde ellas también lo hicieron.

- Voy a ponerme algo más cómoda para comer -dijo mi mujer y se dirigió al dormitorio.
- Espera, que te acompaño -anunció Sonia, obsequiándome con una dulce sonrisa y siguiendo a continuación a su amiga. 

Naturalmente, las seguí, quedándome escondido tras la puerta que habían dejado entreabierta. Vi cómo Lara empezaba a desnudarse, mientras Sonia la miraba descaradamente sentada a la cama.

- Joder, siempre he envidiado tus tetas -le dijo- Son tan grandes y a la vez tan bonitas. Tu marido debe estar encantado con ellas.

En eso, a mi mujer se le enganchó la camisa con una presilla del sujetador y con el pretexto de ayudarla, Sonia empezó a acariciarle las tetas. Lara empezó a calentarse de forma descarada y dirigió una rápida mirada adonde yo estaba. Sabía que yo estaba allí y creo que eso la excitaba todavía más. Sucumbiendo por fin, se sentó en la cama y atrayendo a su amiga hacia sí, empezó a chuparle las tetas y el culo. Minutos después, intercambiaron posiciones y fue Sonia la que empezó a chuparle el coño a mi mujer. Como al parecer aquello no era suficiente para ninguna de las dos, se tumbaron en la cama y formaron un delicioso 69. Desde mi privilegiada posición veía cómo metían indistintamente la lengua y los dedos en sus respectivos coños, proporcionándose un placer sin límites, a juzgar por sus gemidos y jadeos. En el transcurso de los últimos minutos e incapaz de aguantar más, me había desnudado por completo y ahora las observaba desnudo y excitado desde la puerta.

- Vamos, no te quedes ahí parado como un pasmarote -me dijo Lara.

- ¿Es que no te apetece unirte a nosotras? -agregó Sonia a modo de invitación.

Naturalmente, no tuvieron que repetírmelo dos veces. Nada más acostarme en la cama, mi mujer empezó a chuparme la verga mientras su amiga se dedicaba a mis huevos. Así estuvieron durante unos minutos que a mí me parecieron horas, conduciéndome a un estado de excitación que ni siquiera soñaba que existiese. Me di cuenta de que si seguían un segundo más conseguirían que me corriese, así que las aparté suavemente de mi excitado sexo.

- Lara, túmbate y abre las piernas -le dije, sabiendo lo mucho que le gusta a mi mujer que le hablen así durante el sexo.

Inmediatamente se la metí en su ya empapado coño, entrando y saliendo completamente de su gruta en cada vaivén. Cada vez que sacaba la polla, Sonia me la agarraba y la besaba, dejándola seguir luego su camino hacia el interior de mi mujer. Luego decidió que ella también merecía algo de atención por lo que se sentó en la cara de Lara, que le propinó una increíble comida de coño que la dejó al borde del colapso. Una vez recuperada del orgasmo volvió a acercarse a mi polla.

- Quiero que me folles -me dijo con fuego en la mirada.

Miré a mi mujer buscando su aprobación y no dijo nada, tan solo se hizo a un lado, cosa que interpreté como un sí. Sonia se tumbó en la cama ocupando el lugar de Lara y se loa metí de un solo empellón. Empecé a follármela con pasión mientras mi mujer me besaba en los labios fuera de sí. Luego se acercó al sexo de su amiga, que estaba siendo taladrado sin piedad por mi dura polla, y empezó a agarrármela cada vez que entraba y salía de aquella dulce cavidad. Seguimos así los tres hasta que Sonia se corrió en un estremecedor orgasmo que la dejó totalmente exhausta. 

- Ahora me toca a mí -declaró Lara- Pero lo quiero por detrás.

Poniéndose a cuatro patas, la penetré arrancando un largo gemido de su garganta. Me la follé hasta hacerle alcanzar un orgasmo tan placentero que no pudo evitar pegar un grito de puro disfrute. Ahora las dos habían quedado satisfechas y solo faltaba yo. Así se lo hice saber.

- Creo que es mi turno -les dije poniéndome en pie- Pero quiero que me lo hagáis las dos a la vez... con la boca.

Sin rechistar se agacharon y empezaron a chuparme la polla por turnos, primero una, luego la otra, y vuelta a empezar. Con aquello y con todo lo que llevaba ya hecho aquella tarde, no tardé en correrme, llenando sus caras de cálida leche, repartiéndola a una y otra.

Una vez repuestos de tanto ajetreo y después de habernos dado una ducha reparadora, Sonia se vistió y anunció que se iba.

- Creo que ha sido suficiente por hoy -nos dijo y antes de irse añadió- Pero mañana nos volveremos a ver.

Aquella fue la última vez que la vimos. Al parecer, se cambió de casa, sin decir a donde iba. Una verdadera pena, ¿verdad...?

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