Estábamos todos en plena época de exámenes. Libros para arriba, libros para abajo. Aquello parecía un infierno. Aquella biblioteca parecía cualquier otra cosa excepto lo que su nombre hacía referencia. Subí al piso de arriba con la esperanza de encontrar un sitio para poder estudiar. Después de media hora, una plaza quedó vacante. Me senté y empecé a extender por la mesa todo mi material de estudio. Cuando ya me disponía a empezar, miré a la persona que tenía delante. Ella me miró y sonrió. Yo no le di la menor importancia.
Mientras me peleaba con las páginas del libro, noté como si una mirada me estuviera presionando. Levanté la vista y me di cuenta de que ella no dejaba de mirarme. Era preciosa. Me extrañó que no me hubiese fijado al sentarme. Tenía un pelo rubio largo que le llegaba por la mitad de la espalda y unos ojos castaños que harían perderse a cualquiera en ellos. Sus pechos eran pequeños pero firmes y sus pezones se podían distinguir tras su blusa blanca. Después de un breve tiempo mirándonos, ella rompió el silencio.
- Hola -dijo en voz baja- Te conozco de venir por aquí. Me llamo Isabel.
Yo le correspondí con mi nombre y empezamos a conversar sobre lo que estábamos estudiando. Deduje que era joven por sus libros que decían 3º BUP. En medio de la conversación, noté cómo su pierna se iba estirando y su pie hacía contacto con mi miembro viril. Este no tardó en reaccionar pese a la sorpresa que me había llevado. Ella me miró y sonrió.
- ¿Te molesta lo que te estoy haciendo? -me dijo al oído.
- ¡No! -exclamé yo- Ni hablar. No se te ocurra quitar tu pie de donde está.
Ella sonrió y siguió moviendo lentamente su pie. Cada vez estaba más excitado.
- Quiero que tú me hagas lo mismo -me pidió, cosa que no tardé en hacer.
Llevaba una falda con volantes y mi pie se fue abriendo camino entre sus piernas. Noté cómo se humedecían los dedos de mi pie, lo cual indicaba que ella también estaba excitada. La expresión de su cara iba cambiando a medida que yo iba recorriendo con mi dedo su clítoris. Podía verse que realmente estaba disfrutando. De repente apartó el pie.
- Sígueme -dijo simplemente y se levantó.
Entramos en el baño de aquella biblioteca y empezamos a besarnos. Ella bajó su mano hasta mi polla y la empezó a tocar por encima de mis pantalones. Los dos estábamos muy excitados. Sus pezones estaban duros y no pude resistirme a la tentación de desabrochar su blusa y empezar a comérselos. Su respiración se hizo más profunda. Mientras hacía esto, le desabroché la falda y noté cómo sus bragas estaban empapadas de flujo. Empecé a masturbarla y ella siguió rítmicamente con movimientos de cadera. Paré de comerle los duros pezones y se agachó para quitarme los pantalones. Mi verga salió disparada después de tanta opresión. Ella la miró, empezó a acariciarla y se la introdujo en la boca. Empezó a chuparla pausadamente mientras miraba mi cara de placer. Fue aumentando el ritmo mientras yo iba siguiendo el balanceo con mis manos en su cabeza. Estaba a punto de correrme y ella lo notó. No paró y descargué dentro de su boca. Ella me correspondió con un suspiro de placer.
Se levantó y se quitó sus bragas empapadas. Su vagina no paraba de emitir flujo al exterior. La cogí por la cintura y le di la vuelta. Ella se apoyó en el lavabo y la penetré por detrás. Soltó un gemido de placer. Mi pene entraba y salía, deslizándose por sus lubricados labios vaginales. A la vez que la penetraba, ella se masturbaba jugueteando con su clítoris. Nos podíamos ver reflejados en el espejo que teníamos delante mientras yo arremetía contra ella cada vez con más fuerza. Noté cómo estaba a punto de correrme por segunda vez. Ella estaba a punto de llegar al orgasmo y cuando gritó de placer, llegó el mío. La descarga fue impresionante.
Saqué mi pene y ella se dio la vuelta pidiéndome más. Se sentó en el lavabo, apoyó las manos detrás y abrió sus piernas. Su clítoris destacaba al igual que los abultados labios de su vagina. Me cogí la polla y la empecé a frotar contra su sexo. Ella gozaba con esos roces y en uno de esos momentos la volví a penetrar con tal fuerza que no le dio tiempo a jadear. Mientras la estaba penetrando, le cogí las tetas y las empecé a tocar con movimientos circulares. Sus pezones seguían duros desde el primer momento, lo cual hacía que mis manos se recrearan más aún. Ella llegó a su segundo orgasmo.
- Quiero que te corras en mi boca -me susurró.
Estaba a punto de correrme, así que saqué mi pene de su coño y se lo introduje entero en su boca. Descargué lo que me quedaba y ella lo lamió todo hasta dejarlo casi como estaba en un principio.
Nos pusimos la ropa y salimos de aquel baño en dirección a nuestros respectivos asientos. Allí seguían esparcidos los libros y apuntes. Nos sentamos y nos miramos. Ella recogió sus cosas y se levantó. Antes de irse me dio una nota en la que ponía:
"Ha sido lo mejor que me ha pasado en una biblioteca y la mejor forma de perder mi virginidad."
Salió por la puerta de aquel edificio dedicado al estudio y desapareció. Yo seguí yendo pero nunca más la volví a ver.