miprimita.com

Clases particulares

en Hetero: Primera vez

CLASES PARTICULARES

Esto sucedió hace algún tiempo, cuando yo tenía unos 13 o 14 años de edad. Aunque no era ni buen estudiante ni deportista, era bastante popular en el colegio. Todos me llamaban "pie grande" y la razón de ese apodo no era precisamente la talla de mi calzado.

Ya he dicho que no era demasiado bueno en los estudios. Por lo general siempre me quedaba castigado, y mis notas eran normalmente bajas, así que mis padres tomaron la decisión de ponerme una profesora particular. El primer día que llegó la señorita Alicia, que así era como se llamaba la profesora, fue un duro golpe para mí. Alta, delgada, de cabello castaño claro, recogido en un moño ridículo. De tez extremadamente blanca, casi cadavérica, y para completar llevaba unas gafas con montura de pasta que hacían que sus ojos parecieran un par de pequeños puntos. Vestía falda larga de color oscuro, chaqueta y blusa blanca, todo de corte muy conservador. Al verme nuestro primer día de clase lo primero que criticó fue el desorden en mi cuarto.

- Vaya porquería de cuarto -dijo casi histérica- O lo limpias o no entro a esa cuadra a darte clase.

Lo hice aunque de bastante mala gana. Cuando acabé nos dedicamos al estudio en sí. Al día siguiente volvió con la misma historia.

- Ordena tu cuarto y ponte a estudiar.

Así siguió la cosa durante una semana y continuábamos igual que el primer día de clase, como una especie de guerra fría entre ella y yo. Pero la segunda semana la señorita Alicia cambio de táctica.

- Tienes que estudiar -me dijo- ¿Sabes todos los sacrificios que están haciendo tus padres para que estudies?

Yo me quedé callado y ni siquiera le miré a la cara. Al ver que era inútil su acercamiento, se enfadó conmigo.

- A ver -me dijo de mala manera- ¿Qué es lo que más te gusta hacer?
- Pajas -le dije yo también de mala manera a ver si así me dejaba en paz.

Pero no fue así. Contrariamente a lo que yo pensaba, su tono de voz cambió, se hizo más amable.

- Ah, ¿sí? -dijo sonriendo- ¿Y cuántas te haces normalmente?
- Dos... -le contesté yo extrañado.
- ¿A la semana? -me preguntó.
- Al día -le corregí.

Al llegar a aquel punto de la conversación, decidió cambiar de tema. Se puso de pie se pasó el dorso de la mano por la frente.

- Ufff... -exclamó- Aquí dentro hace mucho calor. Me parece que me voy a quitar la chaqueta.

No la miré mientras lo hacía. Pero cuando se sentó a mi lado nuevamente para corregir mis deberes, giré la vista hacia ella y me quedé sorprendido. Cuatro de los botones de su blusa blanca se le habían abierto y ella no se había dado cuenta, lo que me permitía ver por primera vez sus blancas y redondas tetas. Como nunca había estado en tal situación, me comencé a excitar rápidamente y el bulto entre mis piernas comenzó a crecer. Por una parte no podía apartar los ojos de sus tetas, pero por otra intentaba disimular mi erección. De repente se distrajo y se le cayó el lápiz sobre mis piernas. Cuando lo fue a recoger, yo, automáticamente las abrí, lo que hizo que el lápiz cayera al suelo. Me iba a agachar a recogerlo cuando ella con rapidez se inclinó.

- Tranquilo, ya lo recojo yo -me dijo mientras se agachaba.

Yo obedecí, quedándome completamente quieto, con mis dos manos sobre el bulto de entre mis piernas tratando inútilmente de disimular la erección. Alargó la mano derecha para alcanzar el lápiz pero muy lentamente, rozando mi muslo con su brazo. Esto me excito aún más y comencé a sudar como un caballo. Ella agarró el lápiz con mucha delicadeza, y comenzó a subir su brazo rozando entre mis muslos lentamente. Al incorporarse se me quedó mirando.

- Ves como te dije que hacía un calor infernal -me dijo por fin- Estás sudando a mares. Será mejor que descansemos un rato. Date una ducha para refrescarte y luego continuamos con la clase.

Yo estaba alucinado y no hice ademán alguno de dirigirme a la ducha.

- ¿A qué esperas para desnudarte y meterte en el baño? -me preguntó.
- A que salga usted de mi cuarto -le respondí.
- No hace falta -me dijo- Soy tu profesora y puedo quedarme aquí si quiero.

Lo dijo muy segura de sí misma así que, sin pensármelo dos veces empecé a quitarme los pantalones. De repente me acordé de que no llevaba ropa interior y me paré en seco.

- ¿Qué te pasa? -dijo- ¿No llevas calzoncillos? No te preocupes. A mí hay días que se me olvida ponerme las bragas... Como hoy, por ejemplo.

Al oír aquello aún me excite más. Le di la espalda y me bajé los pantalones sin mirarla. Mientras lo hacía se me acercó por la espalda y colocó sus manos en mi cintura.

- Levanta los brazos y te ayudaré a quitarte el suéter -me dijo con un tono de voz suave.

A medida que me iba subiendo el suéter, me pasaba sus calientes manos por la espalda, apretando su cuerpo al mío. Yo estaba realmente asustado ya que nunca había estado en una situación como esa. Lo más que había hecho había sido tener relaciones con la viuda de los cinco hijos, la Manuela, o como se le llama científicamente, masturbarme.

Una vez me hubo quitado el suéter, me senté para quitarme los zapatos y los pantalones al tiempo que trataba de ocultar la erección de mi miembro. Mientras hacía esto, la señorita Alicia se recogió la falda un poco dejando ver algo de sus blancos muslos, al tiempo que se agachaba frente a mí sin aparentemente prestarle atención a mi bulto. Me quitó uno de los zapatos y los calcetines, y terminó de quitarme los pantalones. Al terminar de hacerlo se incorporó, me cogió los brazos y tiró de ellos para hacer que me pusiese en pie. Sin ni siquiera inmutarse por la erección de mi polla, me dio media vuelta y me empujó en dirección al baño.

- Ve bañándote que ahora voy a enjabonarte la espalda -me dijo al tiempo que me daba una pequeña palmada al culo.

Entré al baño. Ahora me encontraba un poco más tranquilo. Me reía de los pensamientos que habían corrido por mi mente momentos antes. Ya había abierto la ducha y me encontraba bajo el agua cuando la oí entrar al baño. Mi miembro que se había ablandado algo se volvió a poner erecto. Yo estaba mirando por una pequeña ventana que había en el baño, dándole la espalda a la señorita Alicia. Ella tomó el jabón y una pequeña toalla con la que comenzó a frotarme la espalda, a la vez que me hablaba suavemente.

- Estás muy tenso -decía- Debes relajarte. Piensa en algo agradable.

Y lo hice, lo malo era que lo que yo pensaba me excitaba cada vez más. Mientras, intentaba tapar con mis dos manos mi "Pie Grande". En eso sentí que sus manos bajaban hasta mi culo. Se detuvieron allí un momento pero luego continuaron hasta mis piernas. Me las separó con suavidad y me enjabonó por todas partes. Me encontraba disfrutando de los masajes que me estaba dando en la parte posterior de mis muslos, cuando con suavidad volvió a pasar sus tibias manos entre mis nalgas. Al hacerlo volví a ponerme tenso. Nunca nadie desde que había dejado de ser un niño me había tocado esa zona. Ella se dio cuenta de mi malestar y bajó de nuevo el masaje al área de mis piernas. Estuvo así un rato y luego me tomó por los hombros y me dio la vuelta hacia ella. Yo bajé la mirada ya que me daba vergüenza el que me viera completamente desnudo y con mi miembro totalmente erecto.

- No deberías sentirte avergonzado -me dijo como si leyera mi mente- Al contrario. Deberías sentirte orgulloso de eso que tienes y en las condiciones en que está.

Mientras me hablaba, me apartó las manos del miembro y con las suyas comenzó a enjabonarlo con mucho cuidado. Yo me encontraba tan excitado que me corrí después de que ella lo manoseara unos instantes. Al hacerlo, me puse a llorar como un niño a causa de la vergüenza.

- No llores hombre -dijo para tranquilizarme- No tiene importancia que te haya pasado eso. Lo realmente importante es que hayas disfrutado.

Asentí en silencio con la cabeza y ella cerró el agua. Me cogió de la mano y me llevó a la cama. Tomó una toalla y comenzó a secarme con calma, primero por la cabeza, secándome el pelo, luego siguió por la espalda, los brazos, el torso, la cintura y la cadera. Al llegar a este punto me había vuelto a excitar de tal forma que mi polla se había empalmado de nuevo. Cuando iba a volver a poner las manos encima para taparlo, ella las apartó con delicadeza, se arrodilló y comenzó a jugar con sus labios en mi miembro. Yo francamente no sabía qué hacer. Es verdad que había visto alguna que otra película porno, pero nunca pensé que eso me fuera a pasar a mí.

A medida que sus labios y su lengua jugaban con mi polla ella se iba despojando de la ropa. Se despasó el último botón de su blusa y se la quitó con calma. Como he dicho antes no llevaba sujetador. Sus senos eran perfectos como los de las estatuas griegas. Como decía mi abuelo, unos buenos pechos deben caber en una copa de champagne. Luego continuó con su larga falda, y en efecto no llevaba bragas. Tal y como yo estaba colocado no alcanzaba a ver su sexo. De repente me empujó con suavidad sobre la cama y me dejé caer.

Una vez en la cama continuó jugando con mi miembro en su boca. Lo chupaba, lo lamía, me lo mordisqueaba... Ya estaba a punto de correrme de nuevo cuando suspendió su juego con mi polla y se irguió sobre sus rodillas.

- Ahora tú me vas hacer lo mismo -me dijo.

En aquel momento pude ver su sexo. Lo que más me llamó la atención fue que lo tenía totalmente afeitado. A medida que acercaba mi rostro a su coño empecé a sentirme nervioso. Ella se dio cuenta y me cogió la cara con las dos manos.

- Voy a decirte lo que tienes que hacer -me explicó- Primero, cierra los ojos. Segundo, siéntelo en tu rostro y relájate. Tercero, dale rienda suelta a tu imaginación.

Hice lo que ella me decía con su suave voz. En el momento en que cerré los ojos sentí el calor de su coño. Poco a poco comencé a percibir su aroma. Al principio empecé a pasar tímidamente la cara por su sexo, pero a medida que entraba en contacto con su piel, iba sintiendo una cierta humedad. Mis labios habían entrado en contacto con los suyos. Mi lengua empezó a emerger, hasta que se encontró con su clítoris. Fue una sensación que jamás había tenido. Su sabor inundó mi boca provocándome una oleada de placer como nunca antes había sentido.

A medida que mi boca, mi lengua y mi nariz entraban en contacto con sus labios, su clítoris y parte de su vagina, la señorita Alicia movía sus caderas, al principio muy lentamente, pero a medida que saboreaba su sexo, los movimientos fueron haciéndose cada vez más largos y fuertes. De repente dio un tremendo grito de placer y cayó rendida sobre la cama. En cuanto se recuperó, se tendió a lo largo de la cama, me cogió una mano y me atrajo hacia ella.

- Ahora vas a tener una experiencia nueva y distinta a todo lo que hayas experimentado hasta ahora -me dijo entre susurros- Trata de recordar y de poner en práctica lo que te voy a decir cada vez que estés con una mujer. Si lo haces, siempre serás bien recordado y te volverán a buscar. Si por el contrario no me haces caso, te pueden dar de lado e incluso olvidarse de ti aunque seas un superdotado.

Intenté prestar el máximo de atención y grabar sus palabras en mi mente. Poco a poco la señorita Alicia me fue acomodando sobre su cuerpo. Yo me movía con torpeza pero aún así continuamos. Su mano fue acomodando mi miembro dentro de su coño. La sensación fue indescriptible. Me indicó cómo colocar mis brazos y mis piernas, a la vez que ella comenzaba a mover sus caderas con suavidad. Pasados unos segundos, vencí mi timidez y comencé a tomar velocidad a medida que la penetraba.

- Vas muy de prisa -me aconsejó- Si continuas así de rápido te vas a correr y yo no voy a disfrutar nada. Tómalo con calma. Mueve suavemente las caderas al compás de las mías y así los dos lo disfrutaremos más.

Al principio me costó concentrarme, pero luego fue fácil. El hecho era que los dos lo disfrutásemos a medida que mi polla entraba y salía de su sexo.

- Espera -me dijo de repente- Quiero cambiar de posición.

Ella se colocó boca abajo y yo se la metí en el coño desde atrás. Así lo estuvimos haciendo durante un rato y cuando yo ya me estaba calentando más de lo que podía soportar, dejó de moverse.

- Métemela por el culo -me pidió- Pero antes lámeme el ojete para que tu polla entre con más facilidad.

Lo hice de inmediato, como un autómata. Cerré mi ojos y con mi lengua fui explorando entre sus nalgas hasta que encontré el centro de mi atención. A medida que le pasaba la lengua por entre sus nalgas, ella se movía con mayor ímpetu.

- ¡Ahora...! -me dijo- ¡Penétrame ahora...!

Ella se encontraba en un frenesí salvaje. La tomé por las caderas y la penetré de una sola embestida, sin compasión. Me di cuenta de que quizá me había pasado un poco y le había hecho daño ya que dio un grito que me pareció de dolor, pero lentamente fue moviendo su culito con mi polla dentro de ella. Tomó una de mis manos y la colocó entre sus piernas. Yo por instinto o por quién sabe qué comencé a sobarle el coño, hasta que con mis dedos agarré su clítoris. Cada vez que la penetraba yo disfrutaba más y más, y ella disfrutaba del mismo placer. De repente los dos llegamos al orgasmo. Bueno, la verdad es que ella ya había alcanzado varios orgasmos anteriormente. Me corrí dentro de su culo.

Cuando todo hubo terminado, entramos al baño y nos aseamos. Al salir nos vestimos y antes de que la señorita Alicia se retirara me indicó cuáles serían mis deberes de ahora en adelante. A partir de ese día hubo un cambio en lo más profundo de mi ser. Había encontrado algo que sí me motivaba a estudiar todos los días.

tororojo12000@yahoo.es

Mas de Vudu blanco

Yo tambien te odio

Enfermera en practicas

La subasta

Pequeño curso de fotografía erótica

Dos a la vez

Fantasía brasileña

Pequeño KAMA-SUTRA ilustrado

La cojita

Los domingos

La jefa de enfermeria

Cometas

Férmin Biela

Un fin de semana hace diez años

Una tarde en el cine

Miradas que lo dicen todo

Pasión en Nueva York

Mi amiga es una calentona

Lavando el coche

La espia que me amo

La sumisión de Ana

La ejecutiva

Invitado a una boda

La enfermera y el militar

En el metro

Graciela

El poder del recuerdo

En el amazonas

El aceite de Jojoba

De la piscina al cielo

Diversión humeda

Dos amigas de clase

Buscando a la mujer perfecta

A medianoche

Descubriendo la isla de Bali

El club de los suicidas sonrientes

Mini manual de sexo anal femenino

Deboradora de semen

Depilación íntima (2)

Depilación íntima

Las zonas erogenas de la mujer

Ducha helada

Tomando medidas

Secretaria

La chica de la limpieza

Ana

Curiosidad de padre (II)

Deseo anal

Casa de Verano

Curiosidad de padre (I)

Compañeros de clase

Dos chicas

Dos grandes amigas

Modelo sexual

El cumpleaños de Jaime

Sexo en la sauna

En el granero

Katia (2)

Obsesión

Partes intimas de cuerpo

Una rubia de 16 años

Estudios en el extranjero

Pepa

Katia (1)

Desafio

Ropa interior

Doctor, me pica aquí...

Ascensor tormentoso

Mi hijo, mi nuera... y yo

Algo más que amigos

La scouts

La mulata

Mama PornoStar (III)

Victoria

Adicta al semen

Al borde del extacis en Salamanca

Aeropuerto sexual

Adoración por las tetas

El ladrón

El nacimiento de una esclava sexual (IV - Final)

El nacimiento de una esclava sexual (III)

Gabriela

El malvado doctor Avery

El nacimiento de una esclava sexual (II)

Mi bebida favorita

Mama PornoStar (II)

El nacimiento de una esclava sexual (I)

La enfermera

Joana y Julia

Leche

Todavia Virgen

Travesuras en la oficina

Mi dolor de testículos

Secretaria para todo

Tammy bajo la lluvia

Trío con mi novia y su madre

Una pareja muy pervertida

Una buena maestra

Yo sola

Mama PornoStar (I)

Paloma y sus sueños

El amigo de mi primo

Lola y Manuel

La portuguesa