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LIDA.- Capítulo 1º

en Erotismo y Amor

L  I  D  A

 

CAPÍTULO  1

 

Hacia casi tres años y medio que Lida Ilianovna Selenkaia llegara a Yakust, con su título de médico odontólogo recién expedido por la Universidad de Moscú, un día de primavera de 1947, cuando empezaba el deshielo tras el largo y gélido invierno.

Cuando llegó nadie entendía que una mujer tan joven y bella eligiera esa especie de fin del mundo antes que una ciudad tan populosa como Moscú. Por

que Lida era joven, veinticinco años, y muy hermosa. Más bien alta, algo más de metro setenta, y muy bien proporcionada: Piernas largas y torneadas; busto y caderas firmes, desarrollados, pero sin exagerar. Lo justo para resultaratractiva sin caer en abundancias antiestéticas, una figura más próxima que lejana al ideal 90-60-90. Rostro ovalado que un día fuera de blancura casi níveay ahora con matices atezados, fruto de largas exposiciones a la intemperie, al sol, al viento y la nieve durante su reciente pasado bélico. Ojos azules demirar profundo y labios un tanto gruesos, sensuales, de un tono rojo natural

realzado por el tenue toque de pintalabios que solía usar. Cabello muy negro,antes largo que corto.

En seguida logró empleo en la clínica odontológica del Hospital, que recibió su demanda como una bendición, pues sus odontólogos no eran sino simples dentistas que apenas llegaban a poco más que sacamuelas y, en tales circunstancias, LidaIlianovna era un verdadero lujo.

Pero casi todo el mundo entendía que la muchacha debía estar algo loca o, al menos,ser en extremo excéntrica. Pues... ¿quién si no se abandonaría en un lugar como Yakust? Esta ciudad, la más fría de la tierra, es capital del inmenso e inhóspito territorio de Yakutia, en el extremo nororiental de Siberia, donde la

temperatura en pleno verano (Julio-Agosto), si bien a veces llega a 30º-35º, lo normal es que no rebase los 20º y el resto del año la media es de -40º, con

hasta -60º en Diciembre-Enero, entre 0º y -20º en Octubre, Noviembre, Febrero y Marzo; y en Septiembre, Abril, Mayo y Junio entre 0º y 10º. 

Y hoy, un día de septiembre de 1950, la mañana se le hizo eterna a la doctoraLida Ilianovna. Apenas pudo pasar su consulta con un mínimo de normalidad pues los nervios la dominaban. Todo el tiempo su mente estuvo ocupada por ese rostroque tan hondo se metiera en su alma. Cuando por fin acabó la consulta y la doctora pudo volver a sus dependencias privadas, anexas a su consulta en la Clínica de Odontología, se despojó de la bata blanca y, de una patada, lanzó los zapatos a un rincón. Se sirvió una taza de té y se sentó en el sofá con un cigarrillo en la boca. Su rostro denotaba una mezcla de preocupación e incertidumbre. De los primeros pacientes que esa mañana atendió fue un grupo de yacutos, esas gentes que nomadean continuamente por el territorio y a los que poco de lo que por allí sucede se les escapa. De entre su cháchara en yakuto entresacó que no lejos debía haber un campo de prisioneros alemanes.

Y de nuevo volvieron a su mente los recuerdos de siete años atrás: La guerra y su paso por la Compañía Baida; ese rostro tan querido que nunca olvidaría, el de su amado Helge Ursbach, el médico militar alemán que la cautivara aquella noche del verano de 1943, cuando le conoció en una destruida granja a orillas del Donetz.  Le recordaba con su pelo rubio, casi tan dorado como el trigo en sazón, su alegre sonrisa... ¡Donde estarás ahora, Helge querido! ¡Muerto o, en el mejor caso, prisionero! Que escaparas y estés en Alemania es muy difícil, pocos de los tuyos lo consiguieron.

 

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La fusilera de la compañía“Baida” de francotiradores femeninos (1) del Ejército Rojo, Lida Ilianovna Selenkaia, conoció al teniente médico alemán Helge Ursbach la noche que rescataron a Schanna Ivanovna Babaieva, que desapareció seis días antes pero que la noche anterior comprobaron que estaba viva y en una granja asolada del lado alemán del Donetz.

La capitán Soia Alexandrovna Baida, jefe de la unidad, dispuso que el rescate lo realizara un comando de tres efectivos: Lida Ilianovna que estaría al mando,

Marianka Stepanovna Dudovskaia y Vanda Alexandrovna Miranskaia. 

El comando cruzó el río con el agua por la cintura y apoyado en una balsa que portaba los fusiles de precisión Moisin-Nagant 1891/30, las botas y pantalones

de campaña más los gruesos calcetines de lana. Al llegar a la orilla enemiga las chicas se calzaron los calcetines pero no los pantalones, para gozar de más agilidad, con lo que sólo les quedaban gorros y camisas militares para cubrir sus jóvenes y hermosos cuerpos.

El comando cubrió la aproximación al objetivo pegado al suelo, reptando silenciosamentesobre el terreno hasta alcanzar la entrada de la granja. El interior estaba iluminado y se escuchaba una voz de hombre que cantaba y el rasgueo de uninstrumento de cuerda. Asomándose con sumo cuidado por una ventana, Lida observó que dentro de la granja sólo parecía haber dos soldados alemanes y Schanna Ivanovna; de los dos alemanes uno, sentado en el suelo de espaldas a la puerta, cantaba y tocaba una mandolina y el otro inclinado ante Schana, con una jeringuilla en la mano e instrumental quirúrgico entre él y la prisionera, lo que indicó a Lida que era médico y se disponía a atender a la prisionera.

Tras recibir el comando toda esta información, con vistas al inminente asalto, las tres chicas se agolparon frente a la puerta listas a darle un empellón y

lanzarse al interior, con todos los músculos en tensión hasta incluso dolerles, aunque ahora ellas no sintieran el dolor ni el cansancio que la tensión les

provocaba, excitadas por la inminencia del combate. Luego, a una señal de Lida, las tres fusileras dieron el violento empujón y entraron disparando a

discreción.

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Schanna Ivanovna había estado muy nerviosa desde que empezó a anochecer, esperando lo que sabía iba a suceder tan pronto se hiciera noche cerrada; pero cuando las fusileras irrumpieron disparando tuvo una reacción inesperada: Dio un gran empujón al médico que la atendía haciéndole caer al suelo boca arriba y gritó “Fritz”. Pero el aviso llegó tarde pues, aunque el soldado que cantaba y tocabala mandolina se arrojó al suelo de inmediato, no pudo evitar que dos disparos le acertaran en la espalda, atravesando sus pulmones y lanzándole al suelo

entre convulsiones espasmódicas

A todo esto las chicas se habían protegido tras un destartalado carro, con las armas listas para disparar y escudriñando el entorno buscando más enemigos,

pero allí no parecía haber ninguno más. 

El alemán que parecía médico se levantó y alzó los brazos exhibiendo la jeringuilla en una mano, como diciendo: “No llevo armas”. Miró a Schanna que

llorando convulsivamente se tapaba la cara con las manos. Luego al soldado que yacía en el suelo y se dirigió a éste.

Almomento Lida se levantó y saliendo del modesto parapeto gritó:

  • ¡Stoi! (quieto)

El médico alemán se volvió lentamente hacia Lida, con los brazos algo abiertos, un poco en alto y mostrando la jeringuilla en su mano. La fusilera avanzó unos

pasos hacia el alemán y preguntó:

  • ¿Hay alguien más aquí? ¿Eres médico?

A ambas preguntas responde el alemán con movimientos de cabeza, negando a la primera y afirmando a la segunda. Luego el alemán habló:

  • ¿Hablas alemán?
  • Poco, muy poco
  • Mejor de todos modos. Así nos entenderemos algo
  • ¡Nunca me entenderé concriminales fascistas!

Lida Ilianovna avanzó otro paso hacia el alemán, con lo que quedó bajo la luz que iluminaba el lugar, manifestándose gloriosamente su espléndida belleza, su

ovalado rostro de azules ojos, su esbelto cuerpo con el triangulito negro del pubis apenas oculto por la sutil braga, las largas y bellas piernas desnudas....

Con esa especial intuición que toda mujer posee, Lida percibió la impresión que en el médico causaba su cuerpo, lo que hizo que en su mirada se agudizara la nota de crueldad que desde que irrumpiera en la granja mantenía. Pero pronto se suavizó, sustituida por un gesto que denotaba un punto de interés, mientras sus ojos se posaban fijos en el médico alemán.

Entonces el hombre desvió su atención de la mujer y fue girando hacia el soldado herido, por lo que Lida le gritó:

  • ¡Stoi! (y en alemán) Estate quieto.
  • Debo ayudar a mi camarada herido.
  • ¡Tú ya no ayudas a nadie aquí ni decides nada! ¡Agradece estar todavía vivo!
  • Tengo un deber que cumplir...  Tú haz lo que debas hacer

Lida vio cómo él le volvía la espalda y lentamente caminaba hacia el herido. Deseó dispararle por su arrogancia; de hecho presionó el gatillo de su arma hasta

llevarle al punto de disparo, pero ahí se paró y bajó el fusil. No supo porqué, pero no pudo disparar.

Y al bajar el arma Lida sintió un malestar especial. ¿Por qué no había disparado, a qué ese instante de duda? ¿Un momento de debilidad?

Enfadada consigo misma dio un puntapié a un cajón cercano, y fue a reunirse con las otras dos chicas que entonces rodeaban a Schanna, a la que preguntó al llegar a su lado.

  • ¿Puedes caminar? Bueno no contestes, no te fatigues; y nada de explicaciones, que ya habrá tiempo para todo.

Schanna Ivanovna no oyó lo que Lida le decía, pues le dijo anhelante.

  • ¿Os envía SoiaValentinovna?
  • No.. Somos voluntarias. Por ella te pudrirías aquí.
  • Se me repudia ¿verdad?
  • Schanninka, llevas aquí seis días y hasta anoche no diste señal de vida. Deberás explicar muchas cosas querida amiga.
  • Sí, pero Soia Valentinovna ya me ha juzgado..... y condenado.

Entoncesel alemán herido lanzó un sonoro estertor que retumbo como un rugido e hizo que Schanna rompiera de nuevo en llanto gritando:

  • ¡Matadle, matadle ya! ¡Que no sufra más, atajo de chapuceras!

Lida ordenó a Vanda y Marianka que se la llevaran fuera y la esperaran.

Entre las dos muchachas levantaron y sostuvieron a la llorosa Schanna para sacarla afuera, pero la chica se negó a irse; reuniendo las pocas fuerzas que le

quedaban anduvo lo suficiente hasta llegar al herido.

Le miró largamente y su rostro se dulcificó en un gesto de sentido afecto. El herido volvió entonces sus ojos hacia Schanna y Lida vio que esos ojos se

iluminaban de gozo al ver a la muchacha junto a él.

Luego, Schanna se apoyó en Marianka y dijo.

  • Vámonos ya...  ¿Le alcanzaste tú?
  • Un disparo mío y otro de Lida.
  • Siempre quisiste “cazar” al “toro”. Ahora ya lo tienes y podrás reclamarlo para tu Libreta de Aciertos. Yo os lo entregué.

El médico alemán estaba junto al herido y le había bastado una mirada para saberque su camarada tenía los pulmones perforados y sufría hemorragia interna: El silbido del aire al salir por las heridas del pecho y la espuma sanguinolentaque brotaba de su boca lo evidenciaban.

Lida se había acercado hasta él cuando sus compañeras se marcharon, y le preguntó:

  • ¿Puedes hacer todavía algo por él?
  • No... o más bien sí. Ayudarle a que muera tranquilo y sin dolor

El médico inyectó el anestésico que preparara para Schanna en el brazo del moribundo y dijo a Lida.

  • Ahora sólo un par de minutos hasta que el cabo muera. Luego podéis matarme; no me importa y tampoco me asusta morir.

Lida no contestó, sólo se arrodilló junto al moribundo y con un poco de paja limpió la espuma sangrante de su boca. Las burbujas rojizas poco a poco dejaron de salir, hasta cesar pocos momentos después, al tiempo que su aliento se extinguía. Lida tomó el pulso al herido, y con su mano le cerró los párpados diciendo

  • Ha muerto. ¿Fue él quien capturó a mi camarada?
  • Sí. También quien la cuidó, alimentó y me llamó para atenderle una herida de fusil que amenazaba gangrena. Quien a veces la violó, pero el que nunca habría consentido entregarla a la SD.

Lida no respondió. El médico cubrió el rostro del muerto con su ensangrentada camisa y se levantó. También Lida se puso en pié, junto al médico, resultando ser casi tan alta como él.

El médico alemán volvió a mirar fijamente a la muchacha, preso en su endiablada belleza y dijo.

  • Me gustaría saber tu nombre
  • Soy Lida Ilianovna Selenkaia. (Por qué respondí, se preguntó)
  • Yo soy Helge Ursbach.
  • ¡Y a quién le importa eso!

Lida respondió así, hosca y secamente, pero Ursbach vio en sus ojos que hubiese preferido hablar de otra manera.

De inmediato Lida siguió hablando al médico.

  • ¿Y qué haces aquí, Helge Ursbach, en una graja destruida a orillas del Donetz y no en un hospital alemán? En este año yo habría terminadola carrera de Odontóloga, pero llegasteis vosotros sembrando muerte y destrucción y ya no pudo ser. Decidí matar en vez de curar, como era mi original deseo, y me convertí en francotiradora para mataros, para limpiar de fascistas la sagrada tierra rusa.

Ursbach no se dio por aludido en lo que decía la bella mujer que, sin siquiera él darse cuenta, tan hondo se estaba “colando” en su alma.

Y empezó a acercarse lentamente a la chica diciendo

  • ¡Larga vida a la colega de la medicina odontólogica!

Lida alzó el arma, apuntándole.

  • ¡Estate quieto! ¡No te acerques! ¡Quieto de inmediato! ¡Stoi!

Lavoz de Lida sonaba cortante, pero su tono era inseguro y las manos, el cuerpo le temblaban. Helge Ursbach siguió acercándose.

  • No me dispararás
  • ¡No estés tan seguro!
  • Tus ojos me están llamando; me dicen que vaya a ti

Por fin Helge Ursbach llegó junto a Lida Ilianovna y, con la misma tranquilidad conque se acercara, desvió el fusil de la mujer, le sujetó levemente las mejillas

con ambas manos y besó, con inefable dulzura, los labios fríos y rígidos de la fusilera.

Fue un beso largo, en el que el hombre sintió el calor de los labios de ella, el que transmitía la proximidad del cuerpo femenino, el aliento entrecortado de la

mujer que, escapando por la nariz, le rozaba y acariciaba las mejillas. Tambiénsintió la agitación del pecho de Lida, subiendo y bajando acompasadamente a la

caricia.

Al fin se separó de ella quedando quieto a su lado, como para saber su reacción.

Lida aferró firmemente contra sí el arma y con la mano libre propinó a Ursbach un sonoro bofetón que resonó como un pistoletazo.

  • ¡Cerdo fascista! ¿Quieres ser feliz, verdad? ¡Pues lo serás en el infierno, donde os enviaremos a todos vosotros!

Tras decir esto, se volvió violentamente y avanzó resuelta a la salida. Cuando llegó a la puerta la abrió, izo intención de salir... pero se quedó allí, indecisa;

volvió sus ojos a Helge Hursbach, arrodillado de nuevo junto al cabo muerto. Le miró un instante y lentamente volvió junto a él. Al llegar a su lado,

encañonándole, le obligó a levantarse. Entonces, mientras una mano le encañonaba la otra pasó tras la nuca, atrayendo hacia sí la cara del hombre y le besó en la boca con inaudita pasión. Con la lengua abrió los labios del alemán, introduciéndosela, mezclando ambas salivas, buscando la lengua de Ursbach para enlazarla en sublime caricia. Este beso fue muy largo, colaborando hombre y mujer, entregados uno al otro por un momento.

Al fin ella se apartó, empujándolo violentamente, casi derribándole al suelo. Y con ojos llameantes le espetó.

  • ¡Perro! ¡Cerdo fascista! ¡Cinco de tu banda morirán por esto!

Seguidamente, con paso rápido, pisando fuerte y con la cabeza muy alta se dirigió a la puerta y salió al exterior. Entonces divisó a sus compañeras, con Schanna, junto al río, tumbadas en la mullida superficie de hierba que alfombraba ambas riberas. Y fue a reunirse con ellas.

Desde que Lida volviera la espalda a Helge Ursbach puso toda su voluntad en no volver  la vista atrás, aunque intuía que los ojos del alemán la seguían desde que se apartara de él. Y en un momento, sin poderse contener, giró la mirada hacia la granja. La noche era obscura merced a la Luna Nueva y la luz que iluminaba el interior del edificio no alcanzaba a clarear suficientemente los contornos pero reconoció la masculina figura del hueco de la puerta, figura que ya jamás Lida olvidaría.

Sí, era la silueta de Helge  Ursbach que agitaba el brazo despidiéndola. A sus oídos llegaban, atenuadas por los ruidos nocturnos, sus palabras.

  • ¡Larga vida a la colega de la Medicina Odontológica!

Lida Ilianovna le miró y sus labios se abrieron en una sonrisa que daba a su rostro una peculiar expresión, mezcla de tristeza y ternura. Musitando quedamente, como si se hablara a sí misma, decía.

  • ¡Adiós Helge Hursbach, médico alemán, que te vaya bien... ! ¡No, que mueras bien, sin sufrir demasiado! Pues tú eres de los que la guerra no devuelve, los devora y aniquila. Fueron bellos momentos esos en que nos besamos, primero tú a mí, luego yo a ti. Pero nunca sabrás, Helge Ursbach, que esta fue la primera vez que puse mi boca, mi lengua en un beso.

    Tampoco sabrás que nunca te olvidaré pues el primer amor nunca se olvida. Y tú, Helge Ursbach, eres mi primer amor.

Y alzó un brazo despidiéndose de quien, sin duda, no volvería a ver.

En la siguiente noche, ya en campo soviético, Lida Ilianovna y su amiga Stella Antonovna Korolénskaia coincidieron en el mismo puesto avanzado de escuchas. En un momento de confidencialidad Lida dijo a su amiga lo sucedido el día anterior en la granja del Donetz.

  • Stella, ayer besé a unalemán.
  • ¡Te volviste loca!¡Cómo pudiste besar a un maldito fascista!
  • Es médico y un buen hombre; iba a operar a Schanna cuando entramos en la granja. No le puedo odiar Stella, le amo. No sé cómo ocurrió pero pasó. Creo que tan pronto le vi, ya dentro de la granja, me prendé de él. No puedo impedirlo, es más fuerte que yo. Es más, sé que no volveré a verle pero también sé que nunca le olvidaré y le querré mientras viva. Y lo grande es que... ¡Soy feliz, Stella, muy feliz! ¡He sabido lo que es amar por primera vez en mi vida! Y los besos que nos dimos los recordaré siempre, es lo más bello que he vivido

Stella Antonovna permaneció callada y muy seria mientras contemplaba atentamente a su amiga, hasta que sacudiendo su dorada melena le dijo.

  • No te envidio Lida; debe ser terrible amar así, sin esperanza... ¡Y a un enemigo, a un fascista! No Lida, no te envidio... ¡Si a mi me sucediera... me suicidaría!

  

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El 4 de Julio de 1943 los alemanes lanzaron su última gran ofensiva en el Frente Ruso, la Ofensiva Ciudadela que en sus primeros embates alcanzó de lleno a la Compañía Baida, desplegada en primera línea, arrollándola en poco tiempo causándole fuertes bajas.

Y al atardecer del 7 de Julio de 1943 la compañía estaba desangrada por completo tras sostener el encarnizado combate de la Cabeza de Puente de Melechovo, junto al río Rosumnaia. De los 238 efectivos que tenía el 4 de Julio sólo quedaban 87 cuando pudo retirarse tras lograr detener el avance alemán hasta que varias unidades del sector, muy castigadas, se reorganizaran y pudieran volver al combate.

Al retirarse la Compañía fue a la aldea de Novo Slóboda para descansar y reorganizarse. La aldea estaba ocupada, casi a la par, entre alemanes y soviéticos.

Y fue en la aldea de Novo Slóboda donde Lida volvió a ver al teniente Helge Ursbach. Fue unos tres días después de la acción de Melechovo. Se habían producido una serie de encuentros entre ambas fuerzas, el último con fuego artillero de por medio, y Lida salió con la doctora de la Compañía a buscar heridos. Estaban en un huerto calcinado, uno de tantos que menudean entre las granjas destruidas y las casas de la aldea. Acababan de recoger a un joven soldado mal herido, cuando estalló en el cielo una bengala a cuya luz vieron un grupo de alemanes empeñados en la misma labor que ellas, buscar sus heridos bajo una enseña de Cruz Roja. Lida sintió que se le paralizaba el corazón cuando, en el oficial que mandaba el grupo alemán, reconoció a Helge Ursbach. La doctora soviética, Galina Ruslanovna Opalinskaia intentó ahuyentar la patrulla de alemanes, pero al no cejar Ursbach en su empeño de encontrar y rescatar a los heridos alemanes, la doctora rusa hizo disparar sobre uno de ellos y Ursbach cedió por el bien de su gente, aunque a él de poco le sirvió, pues Galina Ruslanovna dispuso que las acompañara, pese a las repetidas protestas de Lida, que golpeó con furia a la miliciana que mató al alemán desarmado. Pero Galina impuso su voluntad y Helge Ursbach fue llevado a la Compañía Baida, ahora al mando de la gran amiga de Lida, Stella Antonovna, tras caer en Melechovo sus mandos originales, la capitan Soia Valentinovna y el teniente Víctor Ivánovich Ugarov.

Cuando Galina Ruslanovna dispuso que el médico alemán quedara bajo su control adujo necesitarle paraoperar a una fusilera con un proyectil en el pulmón, incrustado entre las costillas muy cerca del corazón, con lo que la operación era muy complicada y esa ayuda sería inapreciable.

Y efectivamente dos días después Ursbach operó a la mujer herida con tal éxito que convenció a todos del acierto de Galina Ruslanovna con su decisión. A todos excepto al actual segundo jefe, el sargento Bairam Vadimovich Sibirzev que odiaba a muerte a todos los alemanes, médicos incluidos; ni tampoco a Lida, menos aún cuando en ese mismo día, tras la operación, Galina Ruslanovna no ocultó su intención de seducir al alemán, burlándose del amor que la muchacha sentía por él. “Eres muy poca cosa para mí, gatita. El no será tuyo, haré que me prefiera a mí” le había dicho.

Pasaron varios días. Ursbach dormía en uno de los dos camiones que conformaban la enfermería, con Lida al pié de su puerta como fiel perro guardián, vigilando todo lo que rodeaba al alemán con su arma a punto para incluso defenderle a tiro limpio tanto de Sibirzev como de Galina Ruslanovna. El alemán pasaba el tiempo ayudando en la enfermería, cuidando a las chicas heridas o enfermas, dando la comida a las que no podían valerse por sí mismas...... A la postre, era un enfermero forzado.

Pero, aunque Ursbach lo intentara más de una vez, Lida no consintió intimidad alguna entre ellos, ni el más inocente beso. Admitía amarle, pero oponía que el suyo era un amor imposible; ellos eran enemigos y debían odiarse, matarse mutuamente. Helge Ursbach la intentaba convencer que eso no era cierto, que ellos no eran más que un hombre y una mujer que se amaban y eso, lo único que importaba. Pero todo inútil ante Lida que le respondía.

  • Si Galina Ruslanovna sabe que me quieres tú no vives ni un segundo pues al instante te asesina.

Así llegó el día que se supo que en breve la compañía cambiaría de sector. Stella Antonovna afirmó a Lida que Ursbach quedaría libre allí, donde estaban, para que al marchar la compañía escapara con los suyos. Pero a Lida eso no le gustó. No es que dudara de Stella, no, la sabía honrada; pero no se fiaba de Sibirzev, que al mandar la retaguardia no dejaría con vida al alemán. Tampoco de Galina Ruslanovna que seguro intentaría llevárselo con ella. Si de verdad le amara casi se alegraría de ello, pues al menos salvaría su vida; pero sabía quepara ella él era sólo un capricho pasajero: Pronto se cansaría de él y acabaría

por matarle.

Luego tomó una determinación: Helge Ursbach debía huir antes de que la unidad abandone el lugar. Así que aquella misma noche, a pesar de la lluvia torrencial que caía, sacó a Helge de su camión y le condujo a una casa derruida donde le hizo cambiar su uniforme por una desastrosa vestimenta de obrero ruso a la que no faltaba nila indispensable gorra.

De esta guisa le sacó de la casa, defendiéndose incluso a patadas de los intentos del hombre por besarla y convencerla de que huyeran juntos. Le proponía esconderse en algún lugar hasta que ella se escabullera y huir juntos donde ella quisiera. No le importaba quedarse en la URSS si estaba con ella.

Y como él no consintiera huir sólo, Lida echó a correr huyendo de él; le despistó gracias a la cortina de agua y la oscuridad que les rodeaba. Se escondió en otra casa en ruinas, cerca del río, donde Ursbach ya no la encontró. Bañada en lágrimas Lida observó cómo su amado teniente la buscaba por un buen rato para finalmente, desorientado y abatido, coger “prestada” una bicicleta que, apoyada en una pared, milagrosamente se mantenía en pié. Ella le vio partir entre sollozos, con el corazón roto y musitando: “Corre, corre amor mío, no te detengas..” “¡Si en verdad existes, Dios de mis padres, ayúdale!

A la mañana siguiente, un día muy nuboso pero sin lluvia, sobre las once horas una de las chicas hizo un macabro descubrimiento: Tendida boca abajo en el fangoso barro que cubría las márgenes del casi arroyo que discurría al fondo de la parte soviética de Novo Slóvoda estaba el cuerpo sin vida de Galina Ruslanovna, ahogada en el mismo fango. Inmediatamente Sibirzev culpó al teniente Ursbach del hecho y cuando se atestiguó su ausencia a nadie le cupo duda alguna de que el sargento siberiano estaba en lo cierto. Se buscó al alemán pero sin resultado y dado que su captura no se comunicó a la superioridad oportuna se decidió que mejor no mover demasiado el asunto.

El día siguiente al que se descubriera el fatal incidente se inhumó a la nueva víctima de los fascistas en el cementerio de los héroes de la Compañía con honores militares. A Lida Ilianovna no se le conmovió ni un músculo de su rostro cuando disparó las salvas de ordenanza mientras rememoraba el momento de la mañana anterior, cuando muy temprano con su bota hundía el rostro de Galina en el fango de la orilla del río hasta asfixiarla. Había acusado a Lida de esconder al prisionero para sí misma  y exigía se lo entregara pues suyo era como trofeo de guerra. Incluso la agredió, agarrándola por el pelo sin piedad, para arrastrarla por el barro. Y Lida sintió tal rabia y odio hacia ella, que disfrutó salvajemente al darle muerte.

Pero desde entonces Lida dejó de ser la misma. Se tornó taciturna, huraña incluso, rehuyendo el contacto con sus camaradas. Permanecía como ida y nada la sacaba del marasmo en que se hundiera. Y es que cuando vio alejarse a  su amado Helge se le secó el alma. Cuando partía de patrulla a la “caza” de alemanes, participaba en asaltos a posiciones enemigas o en incursiones nocturnas en campo alemán, su pulso no temblaba al disparar, eliminando tantos

enemigos como antes. Pero ahora era distinto, pues no sentía el feroz gozo de antaño. Hasta sentía pena de aquellos pobres diablos; y cuando los enfocaba con la mira telescópica del arma mentalmente les pedía perdón al disparar. Pero era la guerra, y ella cumplía fielmente su deber para con la Patria.

Incluso multiplicó sus aciertos, pues se presentaba voluntaria a cuantas patrullas, asaltos oincursiones se proponían. En todos los casos pedía el puesto más peligroso y se acercaba al enemigo increíblemente. Sus camaradas celebraban y elogiaban elvalor de que hacía gala. Pero nadie sabía que eso no era valor sino deseos de morir; vivir no lo aguantaba, perdió el interés por la vida desde que viera partir a su amado Helge.

Los “palotes” en su Cartilla de Aciertos crecieron. En once meses escasos pasaron de 117 a casi 300. Pero ella odiaba esos “palotes”, pues cada uno de ellos representaba un camarada de Helge abatido de un disparo en la frente, exactamente sobre el nacimiento de la nariz entre ambas cejas

Pero los mandos militares no sabían eso y todos ellos, hasta el camarada Generalísimo Stalin, se deshacían en alabanzas que a Lida no agradaban ni importaban.

Fue hecha Heroína de la Unión Soviética y se le concedieron las más altas y codiciadas medallasmilitares.

NOTAS.-

(1)   Unas  2000  mujeres  pasaron a lo largo de la 2ª GM por las unidades de francotiradores Femeninos del Ejército Rojo de las que sobrevivieron a la guerra no más de 500. La francotiradora más famosa fue Luzmila Mijailovna Pavlichenko, que abatió 309 enemigos. Cada División de Infantería solía disponer de un batallón de francotiradores, masculinos o femeninos, que asignaba una compañía a cada regimiento de fusiles.

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Entre el infierno y el paraiso

Una historia de amor y chat

C a r m e l i.

Mi historia con gabi

RIBERAS DEL DONETZ.- Capítulo 3º y Ultimo

RIBERAS DEL DONETZ.- Capítulo 2

RIBERAS DEL DONETZ.- Capítulo 1

Primavera en otoño

ARRABALES DE LENINGRADO.- Capítulo 2

ARRABALES DE LENINGRADO.- Capítulo 1

JUGANDO AL GATO Y AL RATÓN.-Capítulo 4

JUGANDO AL GATO Y AL RATÓN.- Capítulo 1º

JUGANDO AL GATO Y AL RATÓN.- Capítulo 3

JUGANDO AL GATO Y AL RATON.- Capítulo 2

La segunda oportunidad

LA SEGUNDA OPORTUNIDAD.- Capítulo 2.-

LA SEGUNDA OPORTUNIDAD.- Capítulo 1

¿amar? ¿no amar?

UNA CRUZ EN SIBERIA.- Capítulo 4

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El futuro vino del pasado

¡Mi hermana, mi mujer, ufff!.- Epílogo. Versión 2

Madriles

La fuerza del amor

El reencuentro - Capítulo 4

El reencuentro - Capítulo 3

El reencuentro - Capítulo 2

El reencuentro - Capítulo 1

Gane a mi mujer en una apuesta

Mi hermana, mi mujer, ufff!.- autor onibatso

Mi hermana, mi esposa ¡Uff!.- Epílogo a cargo de

LIDA.- Capítulo 3

LIDA.- Capítulo 4 y último

L I D A . - Capítulo 2