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La primera vez de curro “el patas”

en Erotismo y Amor

LA PRIMERA VEZ DE CURRO “EL PATAS”

Curro es un chaval de entre dieciséis y diecisiete años, aunque más cercano a los diecisiete, y le llaman así por sus piernas, delgadas y largas; muy, muy largas, lo que hará de él, cuando acabe crecer, un mocetón francamente alto. Vive en uno den esos barrios deprimidos del cinturón de Madrid, pongamos Villaverde, Vicálvaro y demás

Huérfano  de padre y madre desde más que crío, vivía con un tío suyo, hermano de su padre; un tipo de lo más anodino, rechoncho, bajito… Poca, muy poquita cosa, cuya mujer, una verdadera arpía que muy a sus anchas le ponía cornilargo con un vecino, aspirante a “guaperas” y con su mijita de labia, que la trasteaba como quería y, además, le sacaba las perras que era una vida suya

Pero eso de que vivía con su tío, más bien es un decir, pues la arpía traía frito al pobre Curro con una mala baba que era de ver, con lo que ese “vivir” se reducía, más bien, a poder dormir en casa del tío en un camastro habilitado por la arpía en un cuarto que más bien era un cuchitril, pues el día Curro se lo pasaba haraganeando por la calle con una pandilla de amigotes, el “lupas”, por las gafas de culo de vaso que gastaba, el “Kojac”, por su cabeza rapada, el “rata”, por su jeta afilada, el “chirla”, dependiente de una pescadería; una cofradía licenciada, “cum laude”, en golfería, cuyos mayores desvelos, amén de darle a la “manita tonta” momento sí, momento también, que hasta concursos hacían sobre quién alcanzaba más lejos con sus primeros “disparos”, era andar por los billares y al “descuideo”, a la que saltara, por tiendas, supermercados y demás, cuyas rapiñas les proporcionaban las “perras” que gastaban en fumarse, amén de cigarrillos, algún “petardo” o “canuto” que otro y, si la cosa había resultado un tanto excelsa hasta alguna que otra “raya” se marcaban…

Esta era la tónica general de aquella ilustre “Archicofradía” de vagos y mangantes, aunque, justo será decirlo, el Curro era lo más “potable” de los “hermanos”, y de notar es que, en especial el “lupas”, aunque sin dejar atrás al “Kojac”, daban al Curro “sopas con honda” en materias golfas

En aquél rodal del barrio donde estos ilustres mancebos vivían, también habitaba Mabel, o Maribel o María Isabel, que de todas esas formas podía llamársela sin faltar a la verdad, pero usaremos la forma “Mabel” porque era por la que más le gustaba oírse llamar. Mabel era una chavala de veintitrés años más o menos, carita de Ángel de la Guarda, pelo rubio, aunque sin pasarse, que le llegaba hasta bastante más allá de los hombros pero sin alcanzarle la cintura, y un cuerpecito de buenorra que para qué las prisas.

Pues bien, esta Mabel traía a mal traer al pobre Curro… Pero es que, si Curro andaba encandilado con la fémina, a sus amigos les “molaba” más que “mazo”, aunque, y como en todo hay siempre sus clases, a ellos la cosa les daba en un plan bastante más grosero que a Curro, pues éste, digamos, era un tanto más espiritual que sus colegas, bastante más burdos que él todos ellos, llevándose la palma el ”lupas” aunque seguido a cortísima distancia por el “Kojac”

De la tal Mabel se sabía que un “maromo”, por nombre Mariano, más cuarentón que otra cosa, pues los treinta y ocho ni de coña ya los cumplía, y casado, además, por más señas, le ponía los “puntos” más que a sus anchas… En fin, que bien conocido era que se la “beneficiaba” a todo ruedo, pues ya se sabe, los tíos casados sólo van al “beneficio”, más bien sexual, aunque a la pobre choca la tuviera engolosinada prometiéndola por lo más prometible que se divorciaría de su mujer para casarse con ella, y la muy tonta se lo creía a pies juntillas aunque ni en broma pensara el muy cara en hacer tal cosa, que una cosa es un esplendoroso refocile extra-conyugal con una “nena” casi de bandera y otra muy distinta romper la vida conyugal, con el correspondiente riesgo de perder a sus hijos de sus entrañas, que una mujer abandonada por su marido, se las puede gastar mortales, y su santa esposa era de las de armas tomar… Luego poquitas bromas con “La Leona de Castilla”, que castellana, y vieja, era la tal “parienta”…

En fin, que la cosa es que el “trío de la Bencina”, Curro, el “lupas” y el “Kojac”, se pasaban las tardes siguiendo a Mabel y, en derivación, no pocas veces al Mariano, para ver qué percibían sus ojotos de los refociles de la pareja por cines, parques y demás… Lo malo era cuando la parejita se metía en el coche de él a hacer allí sus “guarrerías”… O cuando las tales las trasladaban a la casa de ella, cosa en que, casi invariablemente, finalizaban los magreos cinéfilos y de parque en parque de la pareja

Pero hete aquí que una noche ocurrió algo que significó una tremenda inflexión en la vida de Curro. Él, con los otros dos miembros del trío, el “lupas” y el “Kojac”, más la agregación del “rata” y el “chirla”, vamos, la “cofradía” en plenario, les dio por irse a la puerta de un puticlub de cierto renombre por el barrio y, más concretamente, el rodal del barrio que ellos habitaban, para intentar colarse dentro y ponerse tibios de visuales al “mujerío” por allí imperante

El tal puticlub era una sala más bien, digamos, que rebuscada, sin darse las luces indirectas del común en el género envolviendo el ambiente en íntima penumbra que no pocas veces era más que oscura; tampoco la cutrería de las odaliscas tras la barra o sentadas en altísimos taburetes o banquetas a su vera, a la caza y captura de clientes a quienes dar una alegría a su entrepierna… No; en ese puticlub todo era más glamuroso.

La sala era más bien un inmenso disco-bar dotado de láser luminoso que la iluminaba tiñendo al personal de caprichoso colorido; música al último alarido de la moda del momento, movidita más bien…vamos, el famoso “pachangueo” al uso; miríadas de ninfas moviéndose por el local, provocando que el personal masculino que también por allí pululaba las invitara a bailar, socorrida forma para entablar el trato del carnal refocile…

Los cinco chavales, como se dice, estaban congregados frente a la puerta del local ansiosos por entrar, pero un tanto disuadidos por la ominosa figura del cancerbero puesto a esa puerta, un gigante que si no medía dos metros la noche sería dúa y el día noche, tocado de gorra de plato y luciendo gabán con aspiraciones de militar uniformidad

La cosa, desde luego, parecía pintar en bastos para la más adolescente que juvenil peña, detalle este puesto de manifiesto por el “lupas”, como indiscutido e indiscutible líder del grupo por su manifiesta osadía que pecaba más en cara de cemento que en otra cosa

  • Está visto que los cinco juntos no pasamos... Ese nos aventa como el viento a la paja
  • ¿Y qué podemos hacer (inquirió el “chirla”)
  • Intentar pasar de uno en uno… El que entre dentro y esté allí más tiempo, gana… Será el más macho de todos…
  • Vale, (respondieron todos)
  • ¿Y por delante quién va? (preguntó, de nuevo, el “chirla”)
  • Pues yo…(Respondió el “lupas”)

Y dicho y hecho, pues el “lupas· salió disparado hacia el soñado objetivo, llegándose allí con evidentes intenciones de entrar sin ser invitado, pero el portero se le echó encima al chaval: de lo que allí se habló, a la “vasca” (grupo de amigos, en argot), mucha idea no le llegó aunque sí algún que otro bocinazo que el portero le soltó al “lupas”, como si se creía que eso er un jardín de infancia o de que se fuera a tomar el biberón

El “lupa”, cual era en él connatural, se le quiso subir a las barbas, pero el gigante le alzó la mano en promesa de monumental guantazo y el “lupas” se acordó de aquello de “pies para qué os quiero”, con lo que salió de estampida de allí corriendo más que una liebre, con lo que la “peña” le recibió riendo a mandíbula batiente, ante su disgusto

Luego, el esforzado valiente en demostrar su “hombría”, o intentarlo, mejor dicho, fue el esforzado “Kojac”, que pareció jugársela al portero colándose en sus narices, pues llegó a traspasar la cortina que daba acceso al local, pero sucedió que el portero echó a correr tras él, con lo que más segundos que minutos después el “Kojac” reaparecía cogido de una oreja por el portero que, por finales, lo echó a la calle a pescozones

Seguidamente, y por unanimidad, la “vasca” decidió que a quien le tocaba demostrar la posesión de “cataplines” era al Curro, con lo que el mancebo, a paso más que lento, lentísimo, se dirigió a la puerta del “puticlub” más o menos con el mismo ánimo que los cristianos a las fieras en el circo de Nerón… Pero entonces ocurrió el milagro y el suceso que cambiaría, tiempo al tiempo, la vida del Curro: Que de pronto aparecieron también en la puerta dos ninfas de las que cada noche frecuentaban tal local, dándose la casualidad de que una de ellas era, precisamente, la más que deseada Mabel

Cuando las vio, poco más, poco menos, a su vera, el Curro, sin pensárselo dos veces, y en alarde de osadía se dirigió a ellas 

  • Señoritas, permítanme un momento (Ellas se volvieron hacia el chico que les hablaba) Verán; unos amigos y yo nos hemos jugado quién de nosotros es más macho; Aquél que logre entrar aquí, en este local, y permanezca dentro más tiempo… Yo no es que me crea más macho que ellos, ni mucho menos, pero sí que me gustaría quedar por encima de ellos… ¿Podrían hacerme el favor de pasarme dentro con ustedes? Sería un momento nada más, pues enseguida me saldría

Las dos chicas le miraron sonrientes; la franqueza y lo “lanzado” de aquél crío les hizo gracia… Con lo que lo metieron con ellas diciendo al portero

  • Enseguida te lo sacamos Pedro…

Y Curri entró en aquél antro de perdición en compañía de las dos ninfas, Mabel, que entonces supo Curro cómo se llamaba realmente la bella de sus entretelas, y su amiga y compañera, la Bego, Begoña por nombre completo. Y ya dentro, Curro bailó con las dos, pues con ellas estuvo todo el tiempo, y a más, a más, por la “cara”, bebió con ellas y se emborrachó él, que no ellas, hasta el culico… Pero eso fue después; después de mucho bailar, mucho hablar y mucho beber con las dos, pero más con Mabel que con la Bego

Mabel llevaba un conjunto en lamé (tejido brillante, imitando seda, normalmente labrado, lo que le puede hacer algo grueso) de blusa y pantalón. La blusa era cerrada al cuello en una tira ajustada a modo de gargantilla que abrochaba por detrás, justo debajo de la nuca, abrochando de nuevo por la cintura en dis franjas de tela más estrechas que otra cosa, con lo que quedaba al aire todo el centro de la espalda y los hombros desde muy adentro, desde el mismo borde lateral de ambos senos

El pantalón era de bajísima cinturilla que dejaba a la vista la barriguita de la muchacha, ombligo incluido, y por detrás hasta la misma rabadilla del culo, que su se descuida dela al aire, cuando menos, el principio de la rajita que separa ambos hemisferios del culete, acabando en mínima campana.

Bego, por su parte, llevaba vestido completo, de una pieza, con escotes delantero y trasero de impresión, tanto que por delante mostraba libremente la mitad casi de cada seno y falda abierta en ligero vuelo, acabando la prenda a tres cuatro dedos por encima de las rodillas. Ambos ternos los remataban y completaban sendos pares de zapatos, a juego con las prendas, de tacones inverosímiles por lo altos y finos que eran

Bailando, le preguntó Curro a Mabel                     

  • ¿Trabajas aquí?
  • No, no… Por las mañanas trabajo en un hospital y por las noches vengo aquí, a ganarme unas pesetas
  • ¿Y te pagan sólo por bailar?
  • ¡Pues Claro!

Eso respondió la bella a Curro, pero él rezongó entre para sí y a media y baja voz

  • ¡Eso no te lo crees ni tú!

Vamos, que desde entonces para Curro quedó más claro que el agua que la Mabel algún que otro “porte” también hacía, aunque sin poder llegar a calcular, ni siquiera a “ojo de buen cubero” poder calcular el “tonelaje” de dichos “portes”. Por finales también fumó lo suyo, otra cosa a la que en absoluto estaba acostumbrado… El Ángel Malo de Curro, aquella noche fue Bego, que continuamente le incitaba a beber más y más, y a fumar muchísimo más y más, con lo que la “melopea” final fue de alivio u órdago a la grande, que se dice en el mus, quedando el pobre, a la postre, hecho un guiñapo que en pie podía tenerse.

Y menos mal que, minutos antes de derrumbarse cual toro apuntillado, cuando todavía, bien que mal, podía tenerse en pie, empezó a decir aquello de “¡Hay Dios, y qué malo que me estoy poniendo”, con lo que Mabel, adivinando lo que se le venía encima, llamó a gritos a su amiga y entre ambas, aprisa y corriendo y, mayormente, en volandas, trasladaron al mancebo a los servicios librándose por la campana de recibir encima la vomitona, pues alcanzaron la taza del inodoro justo en el momento en que Curro empezaba a echar por su boca no hasta la primera papilla que le dieron, sino hasta la más primigenia teta que su señora mami “In illo témpore” le dispensara

Tan pronto como Curro “cambió la peseta” (en tiempos, vomitar) se sintió algo aliviado, pero despidiendo su aliento un aroma… Vamos; clavadito al de los “limones salvajes del Caribe”, como reza el anuncio televisivo, por lo que Mabel corrió a es            cape al guardarropa, que el local era tan “finolis” que hasta de tal dependencia disponía en el vestíbulo, regresando con el somero bolso de mano que antes depositara en semejante custodia, bolso del que por arte de birli birloque surgió un pequeño cepillo de dientes, de esos de estuche de viaje, y un tubo de dentífrico, con cuyo concurso el nauseabundo olor a tigre que el aliento de Curro exhalaba bajó en “tropecientos” enteros cuando menos…  

Pero, como antes se dice, la mejoría derivada de lo del “cambio de peseta”, duró lo que la alegría en casa de pobre… Es decir, menos que un suspiro, quedando por fin más desmadejado que otra cosa, con lo que a Mabel y a su amiga Bego no les quedó otra que sacarlo entre a rastras y en volandas del puticlub, para ya en la calle tomar un taxi hasta la casa de Mabel

Allí. Entre las dos lo desnudaron, excepción hecha del slip, y metieron en la cama de la titular del apartamento, pues tal era el piso donde Mabel vivía, con un solo dormitorio, salón, cocina y baño, sin siquiera cama mueble o sofá cama en el salón, y en el sofá que sí había en el salón le dio palo a la joven dejarlo… Por cierto, que cuando Curro quedó casi que en vergüenzas vivas, la Bego se relamió mirando ese jovencísimo cuerpo masculino, soltando

  • ¿Te imaginas tener dentro esa polla de dieciséis-diecisiete años?... ¡Virguerías lograría yo que me hiciera!
  • ¡Si serás burra Bego!... Pero… ¡Si es casi un niño!
  • Ya… Niño… Te apuesto lo que quieras a que el niño se la “casca” lo menos seis veces al día… ¡Hasta secarle la “fuente” lo ordeñaría yo!...
  • No sé por qué tienes que ensuciarlo siempre todo…
  • ¿Es que, acaso, podemos nosotras tener nada límpio?...

Cuando a la mañana siguiente Curro despertó ni idea tenía de dónde estaba… Para él, como cada mañana, en el camastro de la casa de su tío… Fue cuando se medio incorporó, volviendo el rostro ligeramente hacia su derecha, que la vio a Mabel dormida a su lado… Y de golpe empezó a casi recordar, pues de cómo había llegado a aquella cama, la verdad es que ni idea… Ni de la vomitona de la noche anterior tampoco… Apartó sábana y manta para verse a sí mismo…

Que tenía el torso desnudo lo constataba, pues a la vista estaba; que, por lo menos, también conservaba slip y calcetines, también, pero no le cabía en la cabeza que también le hubieran quitado los pantalones… Pero sí; sí que se los habían quitado… Y entonces, cuando echó un tanto hacia abajo sábana y manta, el cuerpo de Mabel quedó prácticamente a la vista… Así pudo apreciar que vestía un más que tenue y cortito camisón de un fuerte azul celeste cuyos tirantes eran dos someras cintas también azules, pero estas en un más pálido tono purísima

Uno de los tirantes, el del lado izquierdo de la muchacha, por ende el más cercano a él, se le había bajado hasta casi el codo del brazo, dejando al aire el correspondiente seno, de manera que el oscuro pezón, coronando una aureola un tanto grande, también de tono oscuro aunque más claro que el del pezón, quedaba a la vista… Por otra parte, el bajo del camisón estaba alzado hasta casi dejar ver el final de la braguita, esa parte que tapa lo más esencial del desnudo femenino, con lo que las piernas de la chica, sus gloriosos muslos, quedaban más que al descubierto, alegrando la vista del más adolescente que joven hombre…

Se extasió contemplándola a sus anchas durante breves minutos, hasta que subió sábana y manta, arropándose él y tapándola a ella. Se quedó vuelto hacia la mujer, encogido por la emoción de tener tan cerca semejante cuerpo femenino… Acercó su mano a aquél seno, a aquél hombro desnudo, no del todo cubiertos ambos por la ropa de cama… Llegó a casi rozar el pecho, pero se detuvo, tímido, cortado ante su propia osadía… Hasta que cobró el necesario valor y decisión para hacerlo

Entonces volvió a llevar su mano a la admirable teta de Mabel, acariciándola más que levemente con las simples yemas de sus dedos, rozándolas más que tocándolas… Y, desde luego, muerto de miedo ante la, para él, magnitud de lo que estaba haciendo… Sus dedos, luego subieron al hombro, acariciándolo también, pero lo mismo de levemente que antes hiciera con el seno… Seguidamente, algo más envalentonado, se atrevió a posar, casi más levemente aún que los dedos, los labios, besando tenuemente, primero los hombros… Luego el seno desnudo… A continuación, la atención de su mano fue para el bellísimo cabello de Mabel, acariciándolo lo mismo de ligeramente que antes hiciera con seno y hombro…

Pero entonces, Mabel se revolvió en la cama, volviéndose hacia el lado contrario al que él estaba, y Curro, más asustado que siete viejas juntas muertas de miedo, se giró también hacia la pared de su lado, simulando dormir plácidamente… La chica acabó de despertarse, ignorante a todo cuanto Curro hiciera, y se desperezó. Luego se volvió hacia él, despertándole, y Curro desempeñó a la perfección el papel de la persona que se acaba de despertar, sorprendido…

  • ¿Qué pasa, qué pasa?... ¿Dónde estoy?...

Decía, mientras se frotaba los ojos, como acabado de despertarse

  • Venga, holgazán… Que ya es hora de levantarse… Y estás en mi casa… ¿Te acuerdas de mí?... Nos conocimos anoche… Nos pediste, a mi amiga Bego y a mí, que te pasáramos al “Aladino”… ¿Te acuerdas de eso?...
  • Claro que sí que me acuerdo… Pero de haber venido aquí, a su casa, la verdad que no me acuerdo…
  • No me extraña… ¡Menuda “melopea agarraste!... ¿Te acuerdas de haber vomitado en el “Aladino”?
  • No… Tampoco…

Mabel se levantó y subió la persiana de la ventana, dejando que la luz del sol inundara la habitación

  • Anda Curro; levántate y márchate a tu casa… Tus padres, seguro, estarán intranquilos por ti…

Curro se levantó y empezó a vestirse… Camiseta, camisa, pantalones y jersey, amén de calzarse los zapatos, mientras decía

  • Yo… Yo no tengo casa
  • ¿Qué no tienes casa?...
  • Bueno… Como si no la tuviera…
  • ¿Y tus padres?
  • No tengo… Murieron en un accidente… Ni los conocí, como aquél que dice… Vivo con un tío mío… Es viajante y apenas si para en casa… Su mujer no me quiere nada… Dice que me dan de comer por misericordia… Y a diario me lo recuerda…me lo pasa por la cara… Que mi tío es un idiota por tenerme recogido… Pero por caridad, que si no fuera tan tonto… Es una arpía… Una bruja…
  • Ya será menos… Seguramente que sí que te quiere…
  • No señorita… No me quiere… Nunca me abraza… Ni me besa… No quiere a nadie… Ni a mi tío, su marido… Le pone los cuernos en cuanto que él sale de viaje… La oigo cómo habla con su amante y le cita en casa tan pronto mi tío sale por la puerta… Entonces me echa de casa, diciendo que va a limpiar y que le estorbo… Me tiene entonces en la calle horas y horas… A mí, eso, que me mande a la calle, no me importa…No me gusta estar en su casa… Y menos, cuando mi tío no está… En realidad, me paso la vida en la calle… Haciendo el golfo, las más de las veces… De los días… Non los amigos… El “lupas”, el “Kojac”. El “rata”, el “chirla”…  Bien apedreando perros… Bien al descuido, por supermercados, tiendas… 
  • Entonces… ¿No trabajas?
  • No señorita… No trabajo… Ya le digo… Sólo hago el golfo… Todo; todo el día haciendo el golfo… Bueno, ya me voy… Gracias por todo señorita… Por ser tan buena conmigo…

Sí; así era Curro… Un chaval que nunca encontró cariño en la vida, pues sus padres murieron demasiado pronto para que él se enterara de que le querían… Y así creció, a la intemperie de la vida… ¡Cómo, pues, ser de otra forma distinta a la que era! Mabel le pasó un brazo por los hombros y empezó a andar con él, acompañándole hacia la puerta mientras le decía

  • Me alegro de haberte conocido Curro… Ya me harás otra visita, ¿verdad?... Ah, y no me hables de usted, ¿vale?... Al fin y al cabo, esta noche hemos dormido juntos ¿no?... Y eso, diría yo, que da confianza como para no hablarse de usted… ¿No te parece?...

Mabel rió alegre, risueña, con una risa franca, abierta, sin doblez ni, menos, hipocresía… La verdad es que Curro le había caído fenomenal desde un primer momento… Le vio tan franco y tan humilde a la vez… Tan joven y tan alegre, al propio tiempo… Sin maldad ninguna, pues el chaval, en verdad, era como un libro abierto… Sin pizca de malicia… Y entonces, cuando conocía su vida, se asombraba de que fuera así… Porque, claramente lo veía, que viviría como un golfete callejero, pero de golfo, ni el forro tenía…

Y esa fibra, más maternal que otra cosa que toda mujer tiene, se despertó en ella desde el principio, afirmándose más y más durante la precedente noche…

Llegaron hasta casi la puerta y Curro volvió a hablar

  • Si usted así lo quiere… Si me quiere dar esa confianza…
  • Pues claro, Curro… A ver; llámame Mabel a secas… Sin el señorita
  • Mabel…
  • ¿Ves qué fácil?... Repito, Curro… Me alegro mucho de haberte conocido… Y, espero qie no te olvides de mí, y alguna vez vengas a visitarme…

Habían llegado a la puerta y allí se detuvieron; y entonces, Mabel hizo lo que a Curro dejó bastante más desarmado de lo que ya estaba, pues ella se dignó de besarle en la mejilla… Y es que, sin ambages, ese era el primer beso que él recordaba haber recibido de nadie en su vida…

  • Muchas… Muchas gracias por ser tan buena conmigo, Mabel… No sé cómo agradecértelo… Y más aún, pues yo no lo merezco… No merezco que seas tan buena conmigo, porque yo soy, he sido un cerdo contigo… Anoche te mentí, cuando me dijiste que te resultaba familiar… Y me preguntaste si antes nos habíamos visto… Te dije que no; que era la primera vez en mi vida que te veía… Y eso es mentira…

Y, seguidamente, le contó cómo él y sus amigos, el “lupas” y el “Kojac”, la venían siguiendo desde hacía tiempo… Cómo la espiaban cuando estaba con ese hombre casado con el que ella se veía… Cómo les espiaban cuando se besaban, comiéndose la boca, cuando él le metía mano, ya en el cine, ya en el parque… Y cómo les seguían cuando ella lo llevaba a su casa, procurando que nadie los viera… Que se supiera su relación con tal hombre casado…

Luego le confesó lo que aquella mañana hizo… Cómo, realmente, se había despertado antes que ella… Cómo había abierto la cama, para verse él, en principio… Pero cómo, una vez la cama abierta, retiradas sábana y manta, también ella apareció ante su vista… Con aquél seno prácticamente al aire… Y sus piernas, sus muslos desnudos… Y la parte más inferior de su braguita a la vista… Y cómo se le traslucía la más íntima parte de su femenina anatomía… Oscura, con los pelitos escapándosele por los lados de la braguita…

Y cómo regresó a la cama, cubriéndose…cubriéndola… Pero no lo suficiente como para que el hombro y el seno quedaran a cubierto… Y cómo la acarició seno y hombro… Y cómo le besó ese hombro desnudo… Y la deliciosa sensación de que disfrutó al acariciarla… Al besarla… Al sentir la tibieza de su piel en las yemas de sus dedos… En los trémulos labios suyos de entonces… Y el tremendo sobresalto que sufrió al removerse ella, despertándose a continuación…

Mabel apenas si podía creer lo que estaba oyendo… Se sintió violada en su intimidad, y una rabia sorda, tremenda, le fue subiendo desde las entrañas hasta el pecho… Y, de un sonoro guantazo, le cruzó la cara a Curro 

  • ¡Largo; largo de aquí, sinvergüenza!… ¡Largo de mi casa, golfo redomado!... ¡Maldito seas mil veces!

Curro se marchó… Arrepentido… Avergonzado… Durante días, semanas incluso, no quiso ver a sus amigos… Aunque bueno; si hemos de ser fieles a lo que pasó, debemos decir que, prácticamente dejó de verlos “per in sécula seculorum”… Amén… Tampoco se quedaba en casa… ¡Cualquiera aguantaba a la zorra de la mujer de su tío un día entero!... Anduvo por ahí, lejos de todos… De todos cuantos conocía, sin saber bien qué hacer… ¡Entonces sí que apedreó perros a granel!...Y, es que, algo había de hacer…

Así fueron discurriendo sus días hasta que una tarde le dio por llamar a la puerta de Mabel, sin saber bien por qué lo hacía… Se dijo que debía de estar más que tonto, gilipollas, pues lo más seguro es que ella le soltara otra “galleta” nada más abrir la puerta y verle allí… Pero ocurrió que Mabel, al abrirle la puerta, no le arreó el esperado tortazo

  • ¡Hombre!... Con que eres tú… Anda pasa

Curro entró en el piso algo más que cortado y Mabel le llevó al salón donde le indicó que se sentara en uno de los sofás del tresillo; ella entonces iba a prepararse café y le dijo si él también quería; Curro no solía tomar café… realmente, salvo el café con leche del desayuno, nunca tomaba, pero dijo que sí, aunque pensando que mejor lo habría tomado con leche, pero ya se sabe… Los hombres toman café; café solo… Y hasta una copa… Luego él…

Pero, ya en la cocina y cuando preparaba la cafetera, Mabel pensó que a lo mejor, mejor sería que el chaval lo tomara con leche… E, incluso, algo para mojar… Y así se lo preguntó en voz alta

  • Curro, y ¿no preferirías el café con leche?
  • Pues si me lo pones… Pues sí… La verdad es que no tengo costumbre de tomar café solo
  • Y seguro que algo para mojar en el café tampoco te vendría tan mal… ¿Me equivoco?
  • No… No te equivocas… Sí me gusta tomarlo con unas galletas

Al poco, Mabel reaparecía con los dos cafés, ambos con leche, pues finalmente ella quiso compartir el café con el “pipiolillo”… Y junto a los cafés, unas cuantas magdalenas, la mar de apetitosas en su vista

  • ¿Te gustan las magdalenas, Curro?
  • Muchísimo… Pero apenas si las pruebo… La mujer de mi tío, por las mañanas café con leche…y gracias; y, aunque yo luego suelo volver a desayunar por mi cuenta, me conformo con unas galletas, pues para magdalenas no me llega…

En fin, que Mabel le dio en todo el gusto. También ella acabó por tomar alguna magdalena con su café… Entonces fue cuando le empezó a pedir disculpas

  • Curro, quiero pedirte perdón por lo del otro día… La verdad es que me pasé contigo setenta pueblos, pues tampoco era para tanto… Total, porque me acariciaras un poco… Tampoco es tan malo… Ya me imagino que para ti, a tus escasos diecisiete años, ver tan cerca…tan disponible…lo que viste, sería muy, pero que muy revolucionario… ¿Me perdonas, Curro?

Y cómo no la iba a perdonar el muchacho si, en su momento, aceptó la inesperada tarascada como lo más consecuente para con su indigno proceder… Y allí quedó zanjado el asunto del otro día, pues a partir de ahí siguió una tarde de animada conversación, por más que sobre temas anodinos, baladíes, inanes, pero que les provocaron risas sanas, alegres, desenfadadas… Sí, pasaron una buena tarde, hablando, eso sí, de tonterías y sandeces, pero estando casa uno la mar de a gusto con la compañía del otro…

Cenó allí Curro, en la casa de Mabel; lo hicieron pronto, a las nueve y poco de la noche, y a poco de cenar, sobre las diez y algo, ella le despidió, diciendo que tenía que arreglarse para ir al club, según ella, al puticlub según él… Y eso, pasar las tardes en casa de Mabel, cenando con ella las más noches, empezó a ser la tónica normal en la vida de Curro…

Claro que esa casi diaria rutina, del café con leche y las magdalenas u otro tipo de bollería, más la cena al final de la velada, tuvo también sus no tan infrecuentes alteraciones, pues tardes había, y no tan pocas, en que cuando él llegaba ella no estaba en casa. Entonces, él se quedaba por allí, movido por una extraña desazón que entonces le entraba, hasta que veía aparecer en lontananza el coche del “gachó” que muy a sus expensas se la “beneficiaba”, lo que significaba que Mabel había pasado la tarde con tal maromo… Y lo peor; que venían a rematar tal tarde en el dormitorio de ella…  

Pero es que también sucedió que, estando él en casa de ella, tan tranquilamente, de pronto sonaba el teléfono, ella lo cogía y al colgar le rogaba a Curro que se fuera porque su novio venía… Esto era lo corriente de cuando ella le pedía que, por favor, la dejara sola, que el “maromo” venía…a lo que venía… Pero es que también vez hubo que ella, tras colgar el teléfono, le decía, simplemente, que se marchara, sin explicitarle el motivo de su querencia de soledad… 

En fin, que lo que él se dijera la famosa noche del puticlub, cuando ella le aseguró que el dinero se lo daban sólo por bailar, que eso “ni ella se lo creía”, era una verdad, ante él, ya más clara que el agua… Y la cosa era que eso de tenerse que marchar por la querencia de ella de contractual soledad, cada día le causaba más daño… Cada día q       ue pasaba le dolía más, y más, y más… Y es que, cuando los “cuernos” aparecen duele, y a él, además, luego no le servían para comer, que hasta ahí podían llegar las cosas, que “vendiera la olla y, de todas formas, luego comiera de ella”(1)

A este respecto, a poco de que Curro estrenara sus diecisiete años, en una de esas tardes en que ella le pedía que se marchara ante la próxima “visita” del novio casado, Mabel le despidió en la puerta llamándole Currillo, a lo que él, al instante, y en la más cortante de las formas, repuso  

  • Currillo no; CURRO…

A lo que ella, sonriendo amablemente, respondió

  • Tienes razón, Curro, que ya eres un hombre…

Él, sin más, se giró y echó a casi más correr que andar, escaleras abajo, mientras mascullaba entre dientes: “Un hombre, un hombre… Lo que soy es un cornudo… Y me quedo tan fresco, encima”…

Se dice que esta anécdota ocurrió a poco de cumplir el muchacho los diecisiete años. Pues bien, ese cumpleaños fue el mejor, hasta entonces, de toda su vida. La tarde de tal día, como de costumbre, Curro se presentó en la casa de Mabel… Y la sorpresa que se llevó fue la mejor cosa que hasta entonces le sucediera, pues la muchacha le recibió con una tarta, no grande, que para qué más de las dos o tres raciones que se comerían, las correspondientes diecisiete velas, que encendieron y Curro apagó de un soplo, más una botella de legítimo champán catalán puesta a enfriar en el cubo enfría botellas puesto junto a la mesita de centro donde tomaban café cada tarde y que esa tarde ocupaba la tarta.

Sí, fue el mejor cumpleaños de su vida… Incluso Mabel le besó, tiernamente, ambas mejillas, al felicitarle… A Curro se le saltaban las lágrimas y de milagro no soltó la barraquera… Y es que era la primera vez en su vida que, en tal fecha, se sentía querido… En que, en semejante día, sintió el cariño de alguien… Antes, tal día lo celebraba con sus amigos, que, sin duda alguna, le querían, pero con ellos era distinto… Ellos, a fin de cuentas, eran una pandilla de brutos… Brutos como él mismo era… ¡Qué diferencia con Mabel!... Con su dulzura… Su suavidad… Eso, lo de Mabel, sí que era sentirse querido…  

El tiempo fue pasando, y el diecisiete cumpleaños de Curro se fue quedando atrás, separándole de él días, semanas y meses, dos, casi tres, cuando un día el muchacho se dijo que ya estaba bien… ¿Por qué narices algún que otro hombre, amén del famoso Mariano, el “novio” de Mabel podían disfrutar de sus prometedores encantos y él no?... Ya; porque él no era el tal “novio” y no disponía de las tres mil del ala que la buenorra de la Mabel cobraba por un ratillo…

En fin, que otro día cualquiera, aprovechando que la “bruja pirulí” de la mujer de su tío había salido a ni se sabe dónde, el bueno Curro entró a saco en el dormitorio de sus tíos y, en particular, en la caja donde sabía que la “bruja” guardaba el dinero, tomando de allí las consabidas tres mil “cucas” y, ni corto ni perezoso, con tal tesoro en el bolsillo emprendió el camino de la casa del amor de sus amores dispuesto a perder su virginidad, de una vez por todas, en el ara de su imposible amor

Llegó a la ansiada puerta; llamó… Y ella le abrió, como tantas y tantas otras tardes… Pero la vio distinta… Diferente… Como ajada… Tristona… Con los ojos muy rojos y un tanto hundidos 

  • ¿Qué quieres Curro?... Abrevia, por favor… Esta tarde… Esta tarde estoy… Bueno… No quiero ver a nadie… Ni a ti siquiera…
  • Pero… Es que hoy vengo como cliente… ¿Son tres mil, verdad?... Tómalas… Como estas…

A Mabel le pareció que el mundo se le caía encima… No… Eso no se lo esperaba… Su rostro se ensombreció y dos lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas…

  • Con que vienes de cliente… Y con tres mil “pelas” por delante… ¡Pues muy bien!... Quieres “tirarte a una fulana, ¿no?... Pues macho, has venido al sitio exacto… (le quitó, de un golpe, las tres mil pesetas) Venga; a qué esperar… Vamos al dormitorio…

Curro se quedó parado. Entonces se dio cuenta de que eso no era lo que él quería

  • No, no… Esto no lo quiero… Así no… Perdona, Mabel… Perdóname, por favor… No… No sé bien lo que me pasó… Me volví loco al pretender comprar tu cariño… Y no… El cariño no se compra… No hay en el mundo dinero suficiente para comprarlo…  

Se dio la vuelta y se dirigió a paso rápido hacia la puerta… Pero a paso más rápido aún Mabel salió tras él

  • Espera, Curro… Espera…

Le alcanzó y le echó los brazos al cuello al tiempo que los femeninos labios buscaban la boca de Curro… Y aquella tarde el joven supo lo que era que una lengua de mujer entrara en su boca... la primera vez en su vida que saboreó la saliva de una mujer… La de Mabel… La primera vez en su vida que una lengua femenina le rebañaba la boca hasta casi las amígdalas… Por fin, ella separó su boca de la de él… Entonces la mano de ella con los billetes de a mil, entró en uno de los bolsillos del muchacho, dejándolos allí

  • Quiero que le devuelvas esto a quién se lo hayas quitado… Pero luego… Ahora ven conmigo…

Le tomó de la mano y, ahora sí, se lo llevó al dormitorio. Una vez allí, se empezó a desnudar hasta desprenderse de la última prenda sobre su cuerpo, las braguitas. Luego, llegándose junto a Curro, procedió a desnudarle a él hasta dejarle tal y como su señora madre le puso en este mundo traidor. Seguidamente, se subió a la cama, tendiéndose boca arriba, y tiró de Curro para que también él se tendiera junto a ella.

Como es de suponer, Curro no tenía ni idea de amar y satisfacer a una mujer, pero ella le guio, enseñándole cómo debía acariciarla… Cómo debía penetrarla… Cómo debía moverse entonces… Cómo “hacérselo”, en suma…

Cuando más hacia el medio día que por la mañana se despertó Curro, Mabel estaba despierta, mirándole… Curro llevó su mano al rostro de ella, acariciándolo

  • Buenos días, amor

Le dijo, y le acercó su cara para besarla; Mabel admitió la caricia, pero cuando él quiso acariciarle los senos, ella le detuvo

  • Escúchame Curro… Y no te enfades por lo que voy a decirte… Lo de anoche fue maravilloso… Me hiciste muy feliz, muy dichosa… Pero eso no volverá a repetirse… Curro quero que te vayas… Y nunca más vuelvas… Es lo mejor… Para ti y para mí
  • ¿Por qué?... Yo te quiero Mabel… Te quiero mucho… Muchísimo, Mabel… Quiero… Quiero casarme contigo… Que nos casemos…  Mira; en nada tendré dieciocho años… Y podré hacer lo que quiera… Casarme, sin  que nadie tenga que autorizármelo…
  • Ya… Casarnos… Tú, con dieciocho años, y yo, con veinticuatro… Estupenda pareja haríamos… Perfecta… Pero… ¿De qué viviríamos… Tú y yo?... ¿Del aire?... O… ¿Es que, de birli birloque, ahora resulta que tienes un empleo y un sueldo?... ¡Desciende a la tierra, Curro!... Lo de “Contigo, pan y cebolla”, sólo es válido entre poetas… Pero la vida es distinta… No es romántica, sino altamente prosaica… Y cada día hay que comer… Y vestir… Y pagar piso, y luz, y gas… Y un montón de cosas… Claro, que también, aparte de mi marido, podías ser mi chulo… El chulo de la puta de tu mujer… Vivir de mi coño follado por infinidad de hombres… ¿Tendrías hígados para “tragarte” eso?...

Mabel se había acercado más aún de lo que estaba a Curro, y con ternura… Con muchísima ternura le acariciaba el pelo, el rostro… Le besó en la mejilla… Quería que viera las cosas como eran, pero tratando de causarle el menor daño posible… Había cariño en ella… Mucho, mucho cariño… Pero un cariño que nada en absoluto tenía de erótico y todo de maternal…

  • Curro, despierta… Deja de soñar con imposibles… Vive la vida que te corresponde… La de tu edad… No queras quemar etapas en tu vida, que ya tendrás tiempo de ser, en verdad, adulto… Ya tendrás tiempo de pasar por problemas más que graves… Ábrete a las chicas que te corresponden, las de quince, dieciséis años… Diecisiete… Y deja la golfería… Aunque, realmente, no seas golfo… Deja de ir de vago por la vida… Búscate un empleo… El que mejor prefieras… Pero, sobre todo, olvídate de mí…

Curro acabó por irse de la casa de Mabel… Cabizbajo, triste, roto… Pero se fue. Mabel le acompañó hasta la puerta; allí volvió a besarle, esta vez en los labios, suave, leve, tiernamente… Con mucha, mucha ternura… Pero seguidamente, abrió la puerta y con suavidad, pero también con toda firmeza, le empujó hacia afuera, cerrando tras él la puerta cuando estuvo por fin fuera… Mabel quedó allí; junto a la puerta, con la espalda apoyada en ella… Sola… Sintiéndose sola… Más sola que nuca… Y vacía… Más vacía que nunca… Era como si algo muy importante, muy vital, acabara de rompérsele en lo más profundo de su ser… En el fondo de su alma…

La tarde anterior, cuando Curro llegó a su casa, prácticamente acababa de colgarle el teléfono al Mariano… A ese “novio” que cotidianamente casi le prometía que se casaría con ella, pero que nunca se separaba se su mujer. La había llamado él para decirle que su mujer estaba fuera y que él esa noche iría a pasarla con ella… Pero Mabel le dijo que no; que ya se había acostado bastante con él y que ni una sola vez más… Que estaba harta de sus engaños… De sus mentiras… Y de sus celos, de sus broncas… En fin, que le había mandado más lejos que las estrellas, cortando con él de una vez por todas

Pero cuando colgó no se sintió liberada… Mucho menos feliz… Su relación con Mariano comenzó como un remanso de paz y amor en su vida de prostituta, vida que odiaba con toda su alma… Él, desde el principio, le prometió que se divorciaría de su mujer para casarse con ella, y eso sería su rescate… Su acceso a una vida honorable… Su trueque de prostituta a respetable señora casada… Y eso, ese sueño, saltó en pedazos en el mismo momento en que colgó el teléfono… Se sintió entonces desvalida, más que insegura…

Era como despertar del sueño más hermoso para sumirse en la más dura de las realidades… Y quiso volver al sueño… Recuperarlo… Pero no podía ser, pues el dueño se había ido para nunca más regresar… Y la salida de Curro cuando llegó, tratándola de ramera, fue lo que le faltaba para pescar un cabreo monumental. Pero al momento, cuando le vio arrepentido… Cuando de nuevo vio en sus ojos lo que ya antes viera, amor y cariño, claro está que impregnado de cálido deseo, pues tonta sólo lo era con el Mariano, se dijo que por qué no

Por qué no mitigar lo que sentía en brazos de ese ser que, de verdad, la quería… Por qué no hacer el amor con él… O, simplemente, follar con él… Pero sucedió que no folló; que no follaron simplemente, sino que fue algo bastante más intenso lo que hubo entre Curro y ella… Sucedió que Mabel, por primera vez en su vida, se sintió en verdad amada… Amada y deseada por Curro, ese crío maravilloso al que ella de verdad apreciaba, mucho más que nuca se sintiera amada por Mariano… Pero también ella le amó a él como nunca amó al Mariano…

Así, cuando Curro se marchó supo que acababa de salir de su vida, y para nunca más volver el que, sin duda, podía haber sido el gran amor de su vida… Destino cruel el suyo… Pero eso era lo correcto… Lo que debía de ser… ¡Dónde iba ella con él, con Curro, un casi crío todavía!

Pero aquello fue un tremendo revulsivo para Mabel. Aquella noche, como siempre, volvió al puticlub, pero ya no era la misma… Quiso seguirlo siendo, pues a ver si no qué hacía ella, pero fue imposible… No soportaba las manos de ningún hombre sobre ella… Le daba un asco atroz, con solo sentirse estrechada por los tíos al bailar con ellos, estando más de una vez a punto de vomitar con nada más que eso, nada más que por sentir su aliento, su respiración en su cuello…

Y se tuvo que apartar de uno, el último con el que bailó por dinero, por sacarle consumiciones, pues de seguir bailando con él hasta le hubiera vomitado encima… Ello no obstante, aunque se separara del tío, tuvo que salir corriendo al servicio. Y allí echó por su boca lo que no está en los escritos… Su amiga Bego salió al momento tras ella y la atendió en la vomitona

  • ¿Qué te pasa, Mabel?... ¿Qué has cenado para armar esta?
  • Nada… No sé… Pero me encuentro mal…
  • ¿Te acompaño a tu casa?
  • No Bego; gracias, pero creo que ya llegaré yo sola… Tomaré un taxi
  • Sí; que te lo pidan en la barra… O Pedro, el portero…

Así que regresó a su casa y nunca más volvió por el puticlub… Nunca más volvió a acostarse con ningún cliente… Con algunos ahorros que tenía, no tantos de todas formas, pudo ir aguantando hasta encontrar empleo, cosa que por fin logró como dependienta en una tienda de modas del centro de Madrid

El tiempo fue pasando hasta transcurrir siete años, con ya treinta ella, una tarde o casi mejor noche, pues eran ya más de las nueve, o 21 horas, alguien llamó a  la puerta de su casa; salió a abrir y se quedó de piedra cuando ante ella apareció Curro. No podía dar crédito a lo que veía. Un Curro muy cambiado respecto a aquél que ella recordaba… Más alto y, sobre todo, con mucho más cuerpo… Le vio un hombre más fuerte que otra cosa, adivinándole bajo la informal camiseta de manga corta y vaqueros, unos músculos nada desdeñables… Y muy, muy  atezado

  • ¡Dios mío Curro!... ¡Eres tú!...
  • Sí; yo… ¿Puedo pasar?
  • ¡Claro!... ¡Claro!... Cómo no…

Mabel se hizo a un lado y Curro entró en su casa, avanzando resuelto hasta el salón

  • Veo que todo sigue prácticamente igual que antes… ¿Qué es de tu vida, Mabel?
  • Pues… Pues… De lo más anodina… De casa al trabajo y luego, vuelta a casa…

Curro la miró interrogador, y ella bajó la mirada

  • Sí Curro… Ahora trabajo… En una tienda de modas…
  • Pues sabes… también yo tengo ocupaciones… Y un sueldo fijo… Y unos extras… Soy… Soy militar… De la Armada Española… Marino… Sargento, exactamente… Y he venido por ti… Para llevarte conmigo… Para que seas mi mujer…mi esposa… Para siempre… Mientras viva… Mientras vivamos… Ante Dios y ante los hombres… Porque… ¿No te habrás casado, verdad?

Mabel no se podía creer que eso fuera cierto… ¡Él, hecho un hombre, allí, en su casa!... ¡Y diciéndole que había venido a por ella…Para llevársela con él…Para hacerla suya…Su mujer, su esposa!... No; Mabel no podía creer que todo eso, esa inmensa dicha, fuera cierta… Que no fuera un sueño… Temblaba como una hoja, y apenas si podía hablar de la tremenda emoción que sentía… No supo cómo fue, pero de pronto le sintió junto a ella, allí, delante… Se sintió enlazar por la cintura y al segundo ser estrechada en recio abrazo que la fundía al cuerpo de él como si Curro quisiera incrustarla en sí mismo, hasta hacer de los dos cuerpos uno solo… No supo cómo fue, pero de pronto también se vio a sí misma rodeando el cuello del ser amado con sus propios brazos… Y cómo su boca se abría, ansiosa, a la boca de él… A la lengua de él… Y cómo su propia lengua se hundía en la anhelada boca de Curro… Y, también, cómo los dientes de él mordisqueaban levemente los labios de ella… Y cómo los dientes de ella mordían mucho más que mordisqueaban los labios de él, hasta rasgar esa finísima piel labial… Y oyó cómo su voz decía dulcemente

  • No mi amor… No me he casado… Te esperaba Curro… Sin siquiera yo saberlo, te esperaba… Esperaba esto… Que vinieras a por mí… Para hacerme tuya… Para hacerme feliz, dichosa… Amor, no pierdas más tiempo… No perdamos más tiempo amor… Ya hemos esperado bastante… Hazme tuya ya… Llévame a la cama ya…

Sí… Eso decía… Todo eso sentía… Pero como si fuera un sueño… Una quimera… Una irrealidad ideal e idealizada… Y en ese dulce sueño se vio a sí misma cogida de la mano de Curro andando juntos los dos pasillo adelante hacia su dormitorio, mientras se besaban… Mientras se acariciaban… Mientras, frenéticos ambos, se quitaban la ropa, ella a él, él a ella… Y cómo también, mientras caminaban por el pasillo, él le acariciaba sus desnudos senos… Se los lamía… Se los besaba… Se los chupaba…

Y sintió, en esa especie de paraíso más onírico que otra cosa, porque tanta dicha era más propia de eso, un sueño maravilloso que de una tangible realidad… Porque la realidad es mucho más prosaica que los sueños… Pues en ese sueño dorado, se vió tendida en la cama, boca arriba y desnuda por completo… Y a él encima de ella… Todo él, ternura… Todo él, caricia… Y se sintió acariciada… Besada… Lamida… Toda ella, hasta el último centímetro cuadrado de su piel… Desde la punta del pelo hasta las puntas de sus dedos, con cumplida parada y fonda allá donde sus más ansiosos anhelos más le deseaban, hasta sentirse estremecer de pura dicha, de puro placer, escuchándose a sí misma primero gemir y jadear henchida de gozo para después clamar, gritar, aullar de inmenso, inenarrable, placer al sentirse venir en estruendoso orgasmo

Y luego, sintió cómo, en ese magno ensueño que la envolvía arrullándola todos sus sentidos, esa más que ansiada masculinidad entraba en su interior, invadiendo su femenina intimidad hasta llenarla por completo y liego la inmensa dicha del amor por fin realizado, satisfecho en toda su magna intensidad… Y el clamoroso orgasmo venido en múltiple cascada de venidas y más venidas, más consecutivas que otra cosa, hasta formar un todo uniforme que la llevó al Séptimo Paraíso de Eros y su gran señora, la diosa Venus-Afrodita-Astarté/Afrodita-Astarté-Venus

Desde ese día la convivencia entre ambos se asentó como norma básica de su existencia, para más-menos un mes después esa convivencia reafirmarse tras hacerse enteramente legal al unirse los dos en legítimo matrimonio…

¿Será necesario decir que, desde ese día, Mabel vivió arrullada por el amor de su marido?... Ella desconfiaba de la diferencia de edad, pensando que los seis años que ella le llevaba a él eran muchos, con lo que el tiempo obraría en su contra, enfriando el inicial entusiasmo de él por ella, pero se equivocó de medio a medio, pues el amor de Curro por su mujer fue en aumento según pasaba el tiempo, años, años y más años…

Aunque justo será añadir que al mantenimiento de tal enamoramiento ella no fue ajena en absoluto, dedicada a agradarle a él en cuerpo y alma, cuidándose para mantenerse joven y bella para él, más que apetecible a su libido, vertiente esta, la sexual, que cuidó al máximo… Y qué queréis; que al pobre Curro lo tuvo siempre comiendo en su mano, como el hombre más feliz del Universo Mundo…

FIN DEL RELATO

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