miprimita.com

JUGANDO AL GATO Y AL RATÓN.-Capítulo 4

en Erotismo y Amor

JUGANDO AL GATO Y AL RATÓN

 

Capítulo 4

A las seis de la tarde, Rafael estaba en el patio de cuadrillas de la Maestranza, D. José en el burladero de Apoderados y “Nacional”, de paisano, en un tendido bajo de sombra, casi debajo del palco de la presidencia de la plaza.

Los clarines y timbales atronaron el espacio, llamando a las cuadrillas a la arena. El portón de cuadrillas abrió su doble puerta al redondel y la pareja de alguacilillos a caballo inició el paso hacia el palco de la presidencia para pedir permiso al presidente para que el festejo se iniciara. Cuando los alguacilillos iniciaron su paseo, las cuadrillas, con los “maestros” al frente empezaron a formar en la misma bocana del patio de cuadrillas. Andarían los alguacilillos un poco más allá del meridiano del ruedo, cuando en uno de los vomitorios que dan acceso al tendido bajo, a la altura de los asientos de barrera se formó un pequeño jaleo cuando una pareja rezagada accedía al tendido un tanto a deshora, en el último momento como aquel que dice. Se abrió camino por el ancho paseo que separa las localidades de tendido de las de barrera hasta llegar a dos asientos de barrera que quedaban unas cuatro o cinco hileras por debajo del asiento que “Nacional” ocupaba.

Y la preocupación que dominaba a “Nacional” llegó a extremos casi ilimitados cuando vio quienes formaban la pareja que se le acercaba. Eran Sol acompañada de su nuevo torero y novio: José Gallardo. Lo que le faltaría a Rafael para que la cosa acabara de cualquier manera.

Los alguaciles ya habían cumplimentado a la presidencia y se acercaban de vuelta a las cuadrillas. En nerviosismo entre las gentes del oro y la plata se incrementó: La cosa, desde luego, ya no tenía remedio y en breve el primer “patas negras” trotaría por la arena. Los caballos de los alguacilillos caracolearon cuando sus jinetes les obligaron a hacer un giro de 180º para de nuevo encarar la presidencia. Iniciaron su marcha los jinetes ataviados al estilo Austria de Felipe IV y las cuadrillas, con los tres espadas a su frente se pusieron en marcha tras los alguacilillos. El Despeje de Plaza el famoso “paseíllo” de las cuadrillas se estaba iniciando. Desde poco antes de llegar Rafael hasta la presidencia divisó a la pareja, Sol y Pepe Gallardo, pero a “Nacional” no le vio hasta estar ya debajo del palco presidencial y del propio banderillero. Se le acercó “Garabato”, a la espera de las órdenes del “maestro” respecto a quién quería que ostentara el capote de paseo hasta que la corrida terminara. Fue D. José el agraciado, que lo tomó como una petición de  árnica respecto a su decisión de dejarle a su suerte.

Transcurrió sin mucha novedad la lidia de los primeros cuatro toros, en la que Rafael tuvo una actuación que, con mucha benevolencia, podríamos calificar entre discreta y mala, pues en su primero, el segundo de la tarde, se limitó a ponerlo en suerte en varas, alguna que otra verónica medio aceptable en los quites y al trasteo cachetero en la muleta, sin otro objetivo que aliñarlo para entrar a matar, cosa que hizo como pudo, a paso de banderillas para dejar un feo pero práctico bajonazo que dio con el burel patas arriba en menos que canta un gallo. Y, como es de suponer, en los demás toros, los dos del primer espada, primero y cuarto, y el tercero del tercer espada, algún capotazo por la cara y porque eran sus respectivos turnos de quites que si no, ni eso.

Era innegable que estaba sin sitio, sin facultades, sobre todo después de una noche insomne y de pronunciados excesos de todo tipo; pero lo peor era atestiguar que estaba sin ganas, sin ilusión… y sin recursos. En fin, hecho el guiñapo que ya le pronosticara “Nacional”. Y claro, el público pidiendo que lo “Ajorcaran” (Ahorcaran) allí mismo. Y cuando no, lanzándole aquello tan bonito de “¡Cuidao “Macareno”! Que lo mismo, el toro se quita el cuerno, te lo tira y te llevas la corná”

Y la cosa no mejoró en lo que se llevaba de la lidia del quinto, su segundo toro, “Pajarito”, de Atanasio Fernández como sus hermanos anteriores, 467 kilos, negro mulato un tanto lucero, bragao, listón, corniabierto y pelín veleto, el tercio de varas y el entonces corriente de banderillas.

Aquí, aclarar que cuando Rafael tomaba muleta y estoque de “Garabato” en su primero, , apareció a su lado “Nacional” que, había abandonado su asiento en el tendido y bajado al callejón, aunque hasta que le tuvo a su lado el “maestro” ni se enteró

  • “Encójate” -(Hazte el cojo)- Rafael y vete a la enfermería. Pretexta un calambre pero vete, por favor. No estás en condiciones de torear y el “patas negras” te puede mandar allí de verdad y a saber en qué condiciones…
  • Si quisiera irme a la enfermería no haría falta fingir nada: Con decir la verdad, que apenas puedo respirar sería suficiente para que el doctor Pedrós me dejara allí toda la tarde. Pero no quiero eso, quiero matar mis dos toros pues son los últimos de mi vida. Me voy a casa “Nacional”. Esta es la última tarde que me visto de torero y deseo acabarla sin trampas.

Sonaron los agudos clarines de caballería, propios de la Maestranza por aquello de haberlo sido antiguamente de Caballería, indicando que se acabaron las banderillas y debía empezar la faena de muleta. Rafael tomó los “trastos”, muleta y estoque, que “Garabato” le ofrecía; se desmonteró y avanzó tranquilo hacia la presidencia para pedir su venia. Llegó hasta el palco presidencial y cumplimentó a la presidencia como ordena el Reglamento. Entonces, cuando bajaba la montera tras alzarla al presidente, fue la única vez en toda la tarde que sus ojos se cruzaron con los de Sol. El cruce de miradas se mantuvo hasta que, por primera vez desde que se conocieran, fue Sol quien desvió sus ojos. A ciencia cierta Rafael no podría decir lo que aquellos ojos revelaron durante los breves segundos que estuvieron prendidos en los suyos. Desde luego, no aquella burla tan característica de otros tiempos, y menos rastro alguno de desprecio, desdén incluso. Diría que seriedad; sí, eso sólo, seriedad, pero seriedad sin acritud; tampoco afectividad, ni amistad siquiera. Sólo seriedad inocua, sin bien ni mal. ¿A qué pues haber sostenido una mirada que no causaba en ella sentimiento alguno? No tenía sentido

Bueno, la cosa es que respetado el Reglamento, Rafael se dirigió a donde “Nacional” y “Garabato” se encontraban y una vez allí…

  • “Nacional”, mi amigo y mentor durante toda mi vida de torero. A ti quiero brindarte la muerte de este toro, el más importante de mi vida pues es el último como sabes.

Un abrazo refrendó la entrega de la montera en manos de “Nacional”, y Rafael se dirigió al toro, a “Pajarito”.

La faena no fue sino más de lo mismo, pases de trasteo poco menos que por la cara del animal y la señora pitada que acompañó al trasteo. Llegó la hora definitiva, la de montar el estoque y ejecutar la estocada. Un verdadero y puro trámite llevaba in mente, unos minutos más, y todo acabado.

Pero entonces, cuando desplegaba ya la muleta ante “Pajarito” para ejecutar la última “suerte suprema” de su vida, Rafael pensó que “Pajarito” había sido un excelente toro bravo; embistió sin descanso y sin doblez, pronto y claro en su embestida, sin un extraño, sin un derrote, ni siquiera una cosa fea… No se merecía morir a traición, sino morir a ley: En corto y por derecho, sin salirse ni valerse de bajonazos u otras trampas. Pero igualmente razonó que también su carreara merecía un final así, una estocada a ley.

Luego volviendo sobre sus anteriores propósitos, levantó la muleta y haciéndola girar sobre sí misma la fue enrollando ligeramente, para después perfilarse y, montando el estoque para herir, se perfiló marcando los tiempos reglamentarios casi a la perfección, adelantó luego la muleta a “Pajarito” citándole al tiempo a grandes voces

  • ¡Hey toro!...¡Hey, hey torito”

En la Maestranza se había hecho el silencio a la espera de ver qué hacía “Macareno” tras tanto ritual. Los célebre “Silencios” de la Maestranza cuando presiente que va a ver algo nuevo, diferente…

“Pajarito” reculó un par de pasos, como tomando “carrerilla”, engalló la cabeza, alzándola retador para bajarla y subirla a continuación un par de veces, hasta que la dejó humillada metiéndola en la pezuña de su pata delantera derecha al tiempo que la pezuña lanzaba hacia atrás “paletadas” de arena y chinitas pétreas de albero. Un segundo después “Pajarito” para al final arrancarse a la muleta como un rayo, la cabeza a media altura que humilló cuando entró en el terreno del torero siguiendo el camino que la muleta cadenciosamente le indicaba.

Rafael se había quedado quieto cuando adivinó que “Pajarito” estaba presto a embestirle como un tren, aguantando estoicamente la feroz embestida en la suerte de “Recibir” en vez de ir ligero al encuentro del animal en la suerte al “Volapié” o “Vuela pies”; en consecuencia logró herir a “Pajarito” en todo lo alto del morrillo, en pleno centro de las “Agujas” logrando que el estoque penetrara en “Pajarito” en el ángulo más idóneo, 50-60º. Esta es la ventaja de la suerte de “Recibir” sobre la del “Volapié”, que siempre resulta más certera pues siempre se está más cerca del toro cuando el brazo se va tras la espada; la desventaja, el peligro que entraña, incomparablemente superior, precisamente por eso, porque al toro hay que aguántalo lo indecible y el riesgo de cogida es muy alto. Otra ventaja, es la alta emotividad que despierta en el público ese acto de majeza, valor y serenidad, todo a un tiempo.

Una vez más, se hizo bueno lo que Rafael dijera a Sol aquella tarde en la finca, cuando lo de la vaca irascible: Que cuando estaba frente al toro, a gusto, en una especie de baile que convertía en danza de muerte, todo cuanto no fuera él mismo y su pareja de baile, el toro, desaparecía no sólo del ruedo, sino del Universo entero, volvió a cumplirse en esos momentos por lo que no fue consciente del alboroto que en los tendidos se formó cuando el estoque penetraba en la carne de “Pajarito”, con toda la plaza boca abajo en estruendosa ovación y el griterío de “Torero”, “Torero”, “Torero”. La belleza y emoción del estoconazo recibiendo, una estocada “como ni los más viejos del lugar recordaban” se había ganado por entero a ese público veleidoso que el taurino, que en un minuto hace que las “lanzas se truequen en cañas” cuando la belleza y emoción de lo que está viendo así lo imponen.

Pero no fue eso lo único que aquella tarde ante el bravo “Pajarito” sucedió: Por primera vez en su vida vivió la sensación de sentir claramente lo que sucedía en el interior de su pareja en ese baile mortal, transmitida por las yemas de los dedos que acariciaban el acero del estoque por su parte más alta, allá por donde se integraba con la empuñadura; era como si el estoque hubiera cobrado vida, integrándose en sí mismo, como si fuera una continuación vívida de su mano y su brazo. Así, percibió cómo el acero se introducía en aquel cuerpo centímetro a centímetro, segundo a segundo; cómo el acero se abría paso entre vísceras y órganos vitales de “Pajarito” en inexorable viaje rumbo al centro de su corazón; cómo el acero encontraba ese corazón y penetraba en él hasta partirlo por la mitad; cómo “Pajarito” moría en un instante a su mano, a la mano de Rafael, la alegría inmensa que tal muerte por un momento le causaba para un momento después sentir cómo la lamentaba, cómo la sufría cual sufriría la muerte del amigo más querido, pues desde que citara a “Pajarito” para matarle limpiamente, en acto de verdadera lealtad al empeñar conscientemente su propia integridad física con tal de no matarle a traición, sino cediendo a “Pajarito” la ventaja de poderse cobrar en sangre su propia muerte.

Pero no fue esa la única sensación que en esos supremos momentos de la vida y de la muerte experimentó el cerebro de Rafael transmitido por su sistema nervioso, sino que también supo cómo, casi al mismo tiempo que el acero hería a “Pajarito”, el asta del bravo burel hería su propia carne a la altura del bajo vientre. Porque Rafael, cuando “Pajarito” tomó la muleta humillando, no la había dirigido hacia su derecha para vaciarse al toro por ese lado dándole así salida hacia las afueras, sino que había dirigido la muleta, y tras ella las astas de “Pajarito”, hacia sí mismo, hacia sus muslos y bajo vientre para tener al burel un segundo más a su merced y asegurarse mejor el éxito de su última estocada, y ese segundo de más fue fatal para el torero, pues “Pajarito”, como buen toro de lidia, no desperdició la ocasión única que el torero le brindaba para hacer carne y sangre en él mismo.

Así, lo mismo  que su cerebro sintiera y grabara el viaje del acero en el cuerpo de “Pajarito”, también registró con toda nitidez el viaje del asta dentro de su propia carne, centímetro a centímetro, segundo a segundo, en profunda dirección hacia adentro, hundiéndose con cierta hondura en su bajo vientre para seguidamente curvarse el viaje hacia arriba en perfecta intención “toruna” de desgarrar esa zona vital del organismo de Rafael. La “danza” mortal toro-torero, en este caso, parecía tener el tétrico final de la mutua muerte de ambos danzarines, uno a manos del otro o, tal vez mejor, uno en brazos del otro en interminable y erótica pasión cual modernos Otelo y Ofelia.

----------------------------

La Maestranza entera, puesta en pie, ovacionaba a “Macareno”, consagrándole al grito de “Torero”, “Torero”, “Torero”. Incluso se apreciaba buen número de pañuelos agitados al viento en visceral petición de la oreja para el torero. Y a la locura general no era ajena la señorita Sol que, para disgusto de Gallardo, también estaba puesta en pie, aplaudiendo a rabiar como en aquellos no tan lejanos tiempos en que seguía al que fuera su “novio oficial” hasta pocas horas antes.

Y, como el resto del público de la Maestranza, también la señorita Sol lanzó un grito de horror cuando vio al torero salir despedido por los aires corneado por “Pajarito”. El corazón le subió a la garganta en un momento, dejándola paralizada. Pero la guinda de su horror fue cuando le vio pasar justo por debajo de ella, por el callejón y en brazos de “Nacional”, D. José, Garabato, los banderilleros de la cuadrilla más los otros dos espadas, algún banderillero más y algún que otro monosabio o arenero. Rafael iba inconsciente, con el rostro más terroso que blanco y el cuerpo cubierto de sangre, sangre que se adivinaba salir a borbotones por el bajo vientre, a pesar de que tanto “Nacional” como D. José trataran de taponar la herida  con sus manos.

Además, estaba claro que las manos empapadas en sangre de “Nacional” y D. José, no sólo trataban de retener la mayor cantidad de sangre posible en el interior de Rafael, sino también parte de su paquete intestinal que pugnaba por salir de su natural cavidad abierta por el asta de “Pajarito”. Cuando ya el grupo había pasado de largo camino de la enfermería, Sol se dejó caer desmadejada en su asiento. Sentía el alma desgarrada por el más intenso dolor que jamás en su vida conociera, al tiempo que un increíble desaliento se apoderaba de ella. Sí, la señorita Sol estaba rota en ese momento, rota como nunca antes hubiera estado.

Aunque la plaza se empezaba a vaciar de espectadores, dirigiéndose bastantes de ellos a la enfermería en busca de noticias sobre Rafael, Sol y Gallardo permanecían en sus asientos. Ella, porque, literalmente, no era capaz de moverse bajo la rotura de alma que la embargaba, él porque no se quería apartar de la espléndida mujer que la suerte le acababa de deparar para su uso y disfrute.

Y lo que le faltaba a la “niña” Sol, para hacerla saltar sacándola del marasmo de sensaciones que era ella entonces fue lo que se le ocurrió comentar al presuntuoso de Pepe Gallardo   

  • ¡Pobre diablo! El mismo se ha inferido la cornada tontamente, pues ha dirigido al toro contra sí mismo. ¡No hizo la cruz (*) el muy imbécil! ¡Ha perdido el norte el muy cretino! Tiene tanto miedo que ha perdido los papeles hasta esos extremos el muy idiota.
  • ¿Sabes una cosa gilipuertas? ¡El es más torero y, sobre todo, más hombre que tú de aquí a Lima!

Y sin más, dejó a Gallardo compuesto y sin “novia”, pues a toda prisa se levantó y, por el vomitorio más cercano, se precipitó en busca de la enfermería.

Cuando llegó allí la puerta estaba atestada de gente y una pareja de la Policía Armada, aquellos famosos “Grises” del franquismo impedía el paso, cual eficaces Cancerberos, a toda persona que allí llegaba, en lo cual ella no fue ninguna excepción. La noticia circulaba por todo aquel ámbito, casi que de boca en boca: El maestro “Macareno” había sufrido un “cornalón” de caballo, casi treinta cm. de extensión, que casi le vacía el paquete intestinal. Hasta se decía que parte de los intestinos había quedado sembrado por la arena del redondel. Desde luego, se presagiaba estuviera en las últimas. Sol se tuvo que apoyar en la pared, pues creyó caer redonda al suelo cuando escuchó la noticia. Y no pasó mucho tiempo antes de que fuera reconocida por no pocos de aquellos curiosos. Desgraciadamente, la “marquesita putana” era muy conocida en Sevilla como para pasar desapercibida. Y pronto sintió sobre sí la morbosa mirada de todas aquellas gentes, pues su tormentosa relación con el “maestro” era bien conocida por todo el mundo. Aquel interés insano no le preocupó en absoluto en un principio, pues ya tenía bastante preocupación con las noticias que sobre Rafael discurrían; pero conforme pasaba el tiempo las miradas se hacían más y más insistentes y la empezaron a molestar un poco. Además, acabó por darse cuenta de que allí no hacía nada; no podría pasar al interior de la enfermería e, incluso si le dejaran alguna vez, a él no le podría ver, pues estaría en el quirófano de la enfermería. Así que pensó que mejor sería salir al exterior, a la calle. Allí también podría enterarse de lo que ocurría con Rafael y seguramente pasaría más desapercibida. Dicho y hecho: Minutos después estaba fuera, en la calle, acodada en la baranda que bordeaba al Guadalquivir fumando un cigarrillo ante la puerta principal de la Maestranza que poco después se vaciaba de morbosos y demás curiosos, a instancias de la Fuerza Pública que velaba porque la plaza pudiera cerrar sus puertas.

Apostada en las cercanías, Sol permaneció horas, alternando entre la puerta principal de la Maestranza y la de caballos, pendiente de lo que pudiera pasar con Rafael. Lo que tuvo algo más que claro fue que en la puerta principal no pasaría nada de interés, que cuanto tuviera que pasar pasaría en la puerta de caballos, por lo que Sol acabó por apastarse allí.

La noche se echaba encima. Las campanadas de las diez de la noche habían quedado y en breve sonarían las de las once, cuando se abrieron las hojas de la puerta de caballos de la Maestranza y de su interior surgió una pareja de motoristas de la Policía Armada adelantándose a una ambulancia, ululante cual ambas motos, más una caravana de dos-tres automóviles.

Nuevas noticias filtradas por las innumerables “Radio Macuto” que pululaban por los alrededores de la Maestranza: Al maestro “Macareno” sólo se le pudo hacer una cura de urgencia en la enfermería de la plaza: Limpiarle y desinfectarle la tremenda herida del bajo vientre, reponer en su sitio la parte del paquete intestinal que el asta de “Pajarito” había desalojado de su cavidad natural, cerrando en falso la abertura hecha. También cortarle la enorme hemorragia que sufría y practicarle unas transfusiones de sangre, reponiendo parte de la mucha perdida. Con una buena noticia, dentro de la mortal gravedad: No se había producido la tan temida hemorragia interna. Ahora era trasladado a una conocida clínica sevillana donde el doctor Pedrós le practicaría una complicada cirugía reparadora del intestino, cirugía que por la falta de medios en la enfermería de la Maestranza no se le podía practicar allí. De todas formas, una inquietante impresión dominaba aquí y allá: Mucho se temía que “Macareno” no saliera de esta. Incluso corría por corrillos y mentideros sevillanos el rumor que, según fuentes “muy bien informadas”, “Macareno” no pasaría de esa misma noche. Hasta un periódico “madrugador” ponía en la portada de su Especial Edición Nocturna el siguiente enunciado informativo: “COGIDA Y MUERTE DEL DIESTRO MACARENO”; aunque, a saber cuáles eran esas “Fuentes Comúnmente Bien Informadas”, pues del Equipo Médico del Dr. Pedrós lo único que había salido era lo de “Pronóstico Gravísimo”

De todas formas, lo cierto es que tan pronto como la señorita Sol supo dónde llevaban a Rafael salió disparada al aparcamiento donde dejara su deportivo biplaza, rojo como la sangre que viera surgir de Rafael, y a la mayor brevedad que pudo estaba en la oportuna clínica. La brevedad, la verdad, es que no fue muy tal que digamos, pues las calles sevillanas sufrían un desacostumbrado atasco circulatorio, entre peatones que, a granel, invadían el asfaltado y el inusual incremento de tráfico rodado, incremento agudizado casi por minutos. Todo ello al amor de la fatal noticia que había revolucionado a toda Sevilla, trascendido los límites taurinos de la ciudad para convertirse en primerísima noticia entre la sociedad sevillana en general.

En fin, que cerca de una después de poner en marcha su “deportivo”, Sol entraba en la gran sala de espera a la que se abría la puerta daba acceso a la zona de quirófanos de la clínica en cuestión. Tampoco había sido fácil superar los controles hasta llegar allí, pero aquí sí surtió efecto la popularidad de la “marquesita” en Sevilla.

En quien primero fijó su vista la señorita Sol cuando entró en la sala de espera fue en un grupo de cinco personas que parecía ser el centro de atención de otro grupo de gente formado a su alrededor: “Nacional”, “Garabato”, D. José y casi toda la cuadrilla de Rafael, amén de uno de los espadas que aquella tarde alternaran con “Macareno”. Ese grupo central lo conformaban tres mujeres y dos hombres: Una mujer un tanto mayor, pues si no estaba en la sexta década de su vida poco le faltaría y otras dos que no alcanzaban la treintena; los dos hombres casi que tampoco; en todo caso acabarían de estrenarla. Lo que parecía seguro era que ese grupo era la familia de Rafael, su madre y sus hermanos y cuñados.

Sol se sentó en un lado de la sala, sola, aislada de los demás ocupantes, percibiendo sobre sí las miradas cargadas de reproches de la concurrencia, cuando no de puro odio, como en el caso de “Nacional”. Curiosamente, los ojos que con menos aversión la miraban eran los de la madre de Rafael, la “señá Grabiela”, como jocosa y cariñosamente a veces la llamaba Rafael, o la “criada” como en una ocasión ella misma la dijera. Pues la “señá Grabiela” ni siquiera la miraba con simple desdén, sino más bien con evidente curiosidad.

Al fin, Sol se armó de valor y resueltamente fue hacia el grupo familiar, sorteando las miradas de odio de “Nacional” y las de desaprobación de “Garabato”, D. José… y ni se sabe cuántos más. Se llegó frente a la madre de Rafael y empezó 

  • Buenas noches señora. Soy…
  • Sé quién es usted señorita Sol; no se moleste en presentarse
  • Verá señora yo… yo…

Hasta allí llegó su entereza, pues entonces Sol se desmoronó ante aquella mujer que antes despreciara; ante ella se derrumbó, cayendo de rodillas y sumida en llanto

  • ¡Perdón doña Gabriela, perdón, perdón!... ¡Yo tengo la culpa, yo lo he provocado, yo le he causado la cornada y le he traído aquí!...
  • ¡Vamos señorita, levántese usted! ¡Cálmese usted, por favor!

La “señá Grabiela” se había levantado y trataba de alzar del suelo a la “señorita” Sol, sin conseguirlo, por lo que uno de los hombres del grupo, el hermano de Rafael, ayudó y puso en pie a la llorosa Sol.

La “señá Grabiela” miró atentamente a la mujer que tanto daño había hecho a su hijo; la que lo había destrozado hasta hacer de él un guiñapo; la que provocó esa especie de suicidio que fue la forma de entrar a matar de Rafael horas antes. Y lo que vio en esa mujer fue, de verdad, desolación. La señorita Sol, sin duda, estaba rota entonces; su desfallecimiento, sus lágrimas, su evidente dolor no tenían nada de fingidos; todo era real, auténtico…. Y eso era lo que no le cuadraba… ¿Por qué? ¿Por qué aquella mujer estaba así?... Pero… ¡Qué importaba el porqué! Para ella lo importante era que esa mujer, de verdad, estaba sufriendo por su hijo, sufriendo como ella misma sufría. Y eso la acercaba a ella misma, a la “señá Grabiela”, que ya no sentía nada negativo hacia la “señorita Sol”; antes bien, en esos momentos la apreciaba; casi podría decirse que la sentía como una nueva hija que acababa de surgirle sin saber cómo ni de dónde.

Las mujeres y el hermano sentaron a Sol entre ellos y la “mama” la tomó bajo sus brazos acogiéndola hasta con cariño para sorpresa de los presentes

  • Anda hija, no llores así. Reponte y tranquilízate. Todo está en manos de Dios y El proveerá, si así lo tiene a bien…
  • Es que… ¿Sabe doña Gabriela? Esta tarde, cuando le he visto pasar ante mí con la muerte en el rostro, en aquella horrible herida, me he convencido de algo que tenazmente llevo negando desde que le conocí: ¡Que le quiero, sí, le quiero! ¡Desesperadamente, con toda mi alma! ¡Que él es mi vida!... Y yo, precisamente yo, le he estado quitando a él su vida! ¡Y, ayer, fue más que la guinda, la puntilla! ¡Yo, precisamente yo, le voy a matar si es que no le he matado ya! ¿Cómo, cómo podré vivir yo si él se va? ¡No podré, no! ¡No podré!...

Entonces, la “señá Grabiela”, por primera vez desde que tuviera noticia de la tragedia de su hijo, estuvo convencida “supo” que Rafael pasaría de esa noche; y de muchas noches más. Que la hora de su hijo Rafael todavía no había llegado. Es más, que tardaría mucho, mucho tiempo en llegar. Decenas, muchas decenas de años: Cinco, seis… Quién sabe… Y de otra cosa estuvo también segura: Que cuando a él acudiera la hora final, no vendría en las astas de ningún toro, sino en cualquiera sabe qué forma natural; que sería el devenir normal de la naturaleza humana quien se la llevaría. Porque él la quería a ella y ella le quería a él, y el amor es capaz hasta de hacer milagros

Atrajo hacia ella la cabeza de Sol, acariciándole el cabello

  • No te preocupes hija; vivirás, vivirás años; muchos, muchos años. Y vivirás feliz y dichosa junto al hombre que tu amor ha elegido. Ya verás, Rafael saldrá de esta y vivirá. Vivirá, sí, vivirá muchos años… Muchos…  Y los vivirá contigo, los dos juntos, disfrutando los dos de vuestro amor. Y del fruto que vuestro amor genere, vuestros hijos, mis nuevos nietos, que de vez en cuando me traeréis a casa para que también yo disfrute de ellos. Pero la rosa de esa dicha futura también tendrá espinas pues, no te quepa duda, él seguirá en el toro hasta que Dios quiera y las espinas serán las tardes que toree, las tardes que las mujeres de su familia, tú, su hermana y su cuñada y yo, pasemos rezando ante los santos y vírgenes alumbrados por las decenas de lamparitas que arderán en lo alto del altar que cada tarde de corrida montaremos en el salón de mi casa.  Porque hija, estoy segura de que el amor puede hacer milagros. Por eso, tan pronto como podamos pasar a verle tú serás la primera que entre para decirle todo lo que me has dicho a mí; contarle cuánto le quieres, que sin él no podrás vivir y que tiene que hacer por vivir, por volver a ti. Estará sedado, sin conocimiento, pero sé que su subconsciente te escuchará y se lo transmitirá al cerebro sedado y éste a todas las fibras de su organismo para que respondan adecuadamente; para que peleen por la vida como gato panza arriba… Además, ¿No se sabe de casos, personas, que han “vuelto” tras estar clínicamente muertas? Pues eso…. Por qué no podrá “volver” también Rafael….

F I N    D E L    R E L A T O

 

NOTA AL TEXTO

“No hizo la cruz”= no se quitó al toro de encima al entrar a matar. Cuando al citarle a matar el toro entra en el terreno del torero éste, al tiempo que adelanta la mano derecha hacia el morrillo y clava allí el estoque, debe dirigir hacia su derecha la mano izquierda con la muleta tirando del toro, llevándole muy toreado para que dócilmente siga el camino que la muleta le marca y así vaciárselo hacia las afueras, quitándoselo así de encima. En esa secuencia, hay un momento en que ambos brazos se cruzan, el izquierdo por debajo del derecho formando una especie de cruz. Eso, cruzar así los brazos, es “Hacer la Cruz”. Pues, como dijera Fernando Gómez “El Gallo”, padre de Rafael Gómez Ortega “El Gallo” y José Gómez Ortega “Joselito el Gallo”, “Al que no hace la Cruz se lo lleva el Diablo”, queriendo decir que si no se hace correctamente, la cornada está servida

 

Mas de HANIBAL

Historia de un legionario.-

Los silencios de Michelle

Historia de un legionario

Historia de un legionario

Historia de un legionario

Historia de un legionario

EL MATRIMONIO DE D. PABLO MENESES. Nueva versión 3

EL MATRIMONIO DE D. PABLO MENESES. Nueva versión 2

EL MATRIMONIO DE D. PABLO MENESES. Nueva versión,

NINES. Capítulo 1

Nines. 2

Mi querida señorita

Mi “seño”, doña marta

Mi “seño”, doña marta (2)

A buen juez, mejor testigo

De la muy extraña forma en que fui padre

De cómo isabel vino a mi vida

Bajo el cielo de siberia

Bajo el cielo de siberia

Bajo el cielo de siberia (2)

Sorpresas te da la vida...

Euterpe y tauro.-epílogo.

MEMORIAS DE UN SOLTERÓN.- Capítulo 1º

MEMORIAS DE UN SOLTERÓN.- Capítulo 2º

Un romance extraño.- capítulo iº

Un romance extraño.- capítulo iiº

LA PRIMA MERCHE. Capítulo 2º

LA PRIMA MERCHE. Capítulo 1º

El filtro de amor

La puta del barrio

CALLE MAYOR.- Capítulo 1º

CALLE MAYOR. Capítulo 2º

HISTORIA DE VERO. Capítulo 3º

HISTORIA DE VERO. Capítulo 2º

HISTORIA DE VERO. Capítulo 1º

Despedida

Poema amoroso

AMAR EN EL INVIERNO DE LA VIDA. Capítulo 1º

AMAR EN EL INVIERNO DE LA VIDA. Capítulo 2º

Cuento de d. alfonso el bueno” y la archiduquesa 3

Cuento de d. alfonso el bueno” y la archiduquesa 1

Cuento de d. alfonso el bueno” y la archiduquesa 2

AELA.- Capítulo 3º

ADELA.- Capítulo 2º

ADELA.- Capítulo 1º

Mal de amores...a mis años...

Canción

Un ramito de violetas

Desayunando

La buena educación

JUGANDO AL GATO Y EL RATÓN. Capítulo 3º

JUGANDO AL GATO Y EL RATÓN. Capítulo 4º

JUGANDO AL GATO Y EL RATÓN. Capítulo 2º

Jugando al gato y el ratón

La chica del parque

Historia de dos mujeres.- capítulo 4º

Historia de dos mujeres.- capítulo 3º

Historia de dos mujeres

Historia de dos mujeres.- capítulo 2º

¡ay, morita!

Euterpe y tauro

Pretty woman

Ángélica

La casa de las chivas

Mi amada prima

Nos habíamos odiado tanto

D o ñ a s o l e

Carmeli

J u n c a l

La segunda oportunidad.

La primera vez de curro “el patas”

El matrimonio de d. pablo meneses. capítulo 2º

El matrimonio de d. pablo meneses.- capítulo 3º

El matrimonio de d. pablo meneses. capítulo 1º

Pepita jimenez

Romance en caló

Romance en caló.- capítulo 2

Hanna müller.- capítulo 2º

Hanna müller.- capítulo iº

Don ismael y la madre de paco

El destino es caprichoso

El cabo fritz lange

Historia de un idiota

Porque te vi llorar

La tía tula

En busca de sus orígenes

Unos años en el infierno.- capítulo 1º

Unos años en el infierno.- capítulo ii

El patito feo

Cuando mario embarazó a claudia

Tio juan

Entre el infierno y el paraiso

Una historia de amor y chat

C a r m e l i.

Mi historia con gabi

RIBERAS DEL DONETZ.- Capítulo 3º y Ultimo

RIBERAS DEL DONETZ.- Capítulo 2

RIBERAS DEL DONETZ.- Capítulo 1

Primavera en otoño

ARRABALES DE LENINGRADO.- Capítulo 2

ARRABALES DE LENINGRADO.- Capítulo 1

JUGANDO AL GATO Y AL RATÓN.- Capítulo 3

JUGANDO AL GATO Y AL RATON.- Capítulo 2

JUGANDO AL GATO Y AL RATÓN.- Capítulo 1º

LA SEGUNDA OPORTUNIDAD.- Capítulo 2.-

La segunda oportunidad

LA SEGUNDA OPORTUNIDAD.- Capítulo 1

¿amar? ¿no amar?

UNA CRUZ EN SIBERIA.- Capítulo 4

UNA CRUZ EN SIBERIA.- Capítulo 3

UNA CRUZ EN SIBERIA.- Capítulo 1

UNA CRUZ EN SIBERIA.- Capìtulo 2

El futuro vino del pasado

¡Mi hermana, mi mujer, ufff!.- Epílogo. Versión 2

Madriles

La fuerza del amor

El reencuentro - Capítulo 4

El reencuentro - Capítulo 3

El reencuentro - Capítulo 1

El reencuentro - Capítulo 2

Gane a mi mujer en una apuesta

Mi hermana, mi mujer, ufff!.- autor onibatso

Mi hermana, mi esposa ¡Uff!.- Epílogo a cargo de

LIDA.- Capítulo 1º

LIDA.- Capítulo 3

L I D A . - Capítulo 2

LIDA.- Capítulo 4 y último