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Mi mujercita preñada y lactante

en Voyerismo

Mi mujercita de 18 años siguió manteniendo relaciones con mi hermano, mi padre y el cura. Todos estaban locos con lo sumisa que era haciendo todo lo que le pedían sin decir nunca que no aquella mujercita frágil con cara de niña y piel blanca.

Y claro, tuvo que pasar, mi mujer quedó preñada. No sabemos de quien pues cualquiera se la follaba incluso el cura. Yo como cornudo consentido me calentó la situación y supusimos que era mío.

En esas fechas mi mujer, impulsada por los pervertidos de mi padre y mi hermano, se hizo cada vez más exhibicionista. Empezó a cambiar de estilo de ropa, antes tan clásica, y ahora tan provocativa.

 Vestía minifaldas muy cortas enseñando sus delgadas y blancas piernas que tanto enervaban a los vecinos. Shorts cortísimos dejando ver sus nalguitas apetitosas. Camisetas muy ceñidas sin sujetador a través de la que se adivinaban claramente sus tetas en forma de peras marcando bien sus abultadas areolas, tops para enseñar su barriguita, etc. Cuando vestía de domingo para ir a la iglesia se ponía vestidos sedosos que se pegaban a su cuerpo con escotes amplios por donde se le podían ver las tetitas. Y conforme iba creciéndole la panza, tan resaltada con su delgadez, aumentaba el morbazo de su exhibicionismo. ¡Valiente niña más sumisa y desvergonzada!

Y yo incomprensiblemente disfrutaba de todo ello. Empecé a espiarla, me convertí en un voyeur de mi mujercita. Veía cómo mi padre hacía uso de ella metiendo su gordo nabo en sus cada vez dilatados agujeros, podía ver cómo mi hermano la enseñó a tragarse su larga polla metiéndosela en la garganta hasta los huevos.

Voy a contar dos episodios que espié en el mismo lugar:

Cuando estaba de ocho meses, preñada hasta las trancas con una panza enorme, mi hermano mayor la llevó a la capital a un parque grande en el que había un rincón frondoso con muchos árboles y matorrales donde era normal que las parejitas fuesen allí a pelar la pava.

Allí estaba yo escondido entre los arbustos meneándomela mientras veía a mi mujercita sentada en un banco con mi hermano. Llevaba puesto un vestido ceñido corto que marcaba su cuerpecito destacando escandalosamente su barrigón. Allí estaban los dos morreandose y la falda del vestido se le subía cada vez más la falda enseñando sus bragas.

Por los alrededores podía observar a otras parejas e incluso prostitutas follando con tíos, por lo que no llamaba mucho la atención mi mujercita salvo por su avanzado estado de gestación.

ANA: Ay Carlos, cómo me he puesto de caliente! Este lugar me pone muy cachonda.

CARLOS: por eso te he traído aquí putita. Toma trágate mi cipote!

Mi mujer se agachó y con facilidad se fue metiendo poco a poco el largo cipote de mi hermano en su boquita voluptuosa y jugosa. Como otras veces no paró hasta que con la lengua le lamía los cojones.

ANA: Carlos, te tengo que confesar un secreto. He citado aquí también al cura del pueblo. Se lo confesé y me obligó a que le invitara. No te preocupes que puedo con los dos.

CARLOS: Pero serás puta. Con el cura en el parque y conmigo. No tienes enmienda cuñada!. Mira cómo me has puesto el cipote. Venga métetelo en el culo hasta las tripas.

Mi hermano, con sus brazos forzudos le arrancó el tanga a mi mujer y cogiéndola por el culo la alzó hacia arriba. Ana abrió sus piernas y él la dejó caer sobre su ojete, sin lubricar ni nada le entró fácilmente el largo nabo a la joven preñada hasta el fondo.

Enseguida ella empezó a subir y bajar empalándose en la estaca de mi hermano. Muchas parejitas lo observaban con detenimiento, pero ella disfrutaba exhibiéndose. Desde yo estaba veía cómo del coñito de mi mujer caían gotas gruesas de flujos al suelo. Mi hermano se puso a sobarle las peras hinchadas por encima del vestido.

ANA: Carlos, bájame el vestido que se me va a llenar, ya me sale lechita de las tetitas.

Mi hermano le bajó el vestido y al sobarle las peras comprobó cómo salían chorritos de leche de vaquita.

CARLOS: joder, cuanta leche tienes!

ANA; pues cuando me corra, veras cuñado.

En eso que llegó el cura del pueblo y los pilló en plena faena. Mi mujercita que tenía el vestido enrolladlo encima de la panza que exhibía sin pudor.

CURA; vaya Ana, te pillo ocupada.

ANA: no se preocupe padre que mi cuñado es muy solidario, y sobre todo con la iglesia. No hace falta que espere, ¿no me ve el conejo abierto pidiendo comerse su zanahoria?.

CURA: pero pecadora, te puedo hacer daño en la barriga!

ANA: no se preocupe padre que a mi futuro bebé le gusta el meneo, ha salido a su madre. Métame su pito por Dios!

Mi mujercita con las piernas elevadas con las manos de mi hermano e hincada por el culo en su polla recibió el nabo del sacerdote que le entró en su mojadísimo y calentito chocho.  Mi hermano estiró una de sus flexible piernas llevándose un pié de Ana a la boca para chuparlo, y el cura la bombeaba con fuerza aplastando su barriga y morreandola.

Al poco la joven preñada empezó a gemir como una loca corriéndose y como advirtió sus pezones se convirtieron en dos fuentes de leche que no paraban de echar chorritos que pusieron chorreando el traje negro del cura. Hasta que no termino su largo orgasmo no dejó de expulsar leche sin tocarse las tetas.

A continuación los tíos le llenaron de semen el culo y el coño a mi preñada mujercita.

Pasó el tiempo y Ana tuvo un hermoso niño, sus tetitas estaban siempre a rebosar de leche la cual no solo le daba al niño sino también a sus amantes y a mí. Había que ver cómo ponía de leche el suelo del confesionario cada vez que se metía allí con el cura.

La otra experiencia que voy a contar sucedió cuando el niño tenía nueve meses y ella fue con mi padre al pediatra a la ciudad. Cuando terminaron a mi esposa se le antojó que mi padre la llevase de nuevo al parque en el que había estado con mi hermano.

Yo de nuevo los seguí y me escondí espiándolos. Iban con el bebé en un carrito. Mi mujer con una falda y una blusa. De nuevo había empezado a vestir clásico.

Se sentaron en un banco cuando el niño se quedó dormido. Mi padre enseguida le metió mano bajo la falda y empezó a darle lengua.

MI PADRE; que putita eres Ana. No llevas bragas y ya tienes el chocho mojado!

ANA; Si, es que este parque me trae muy buenos recuerdos

Mi mujer le sacó el gordo nabo de mi padre de la pernera meneándoselo. Después mi padre le abrió la camisa.

MI PADRE: sácate las tetas, dame leche vaquita.

ANA: menos mal que tengo mucha porque si no dejaríais a mi criatura sin comida.

Ana se sacó dos especies de esponjas que tenía dentro del sujetador para absorber la leche que le sale sola de sus peras hinchadas. Las estrujó echando mucha leche al suelo y le ofreció sus gordos chupetes al abuelo del niño.

Este se amorró a ellos como un bebé hambriento, lo que le daba tanto gusto a mi mujercita que hacía que se corriera como una fuente lanzando chorros de leche por todas partes.

Luego, cuando mi padre estaba harto de leche, se agachó y levantándole las bragas le comió el coño durante un rato. Pero en esos momentos se despertó el niño y se puso a llorar.

ANA: anda, se ha despertado. Es que le toca ya comer.

MI PADRE; pues a mí no me puedes dejar así que estoy a mil.

ANA; no te preocupes suegro, puedo hacer las dos cosas a la vez.

La zorrita de mi mujer cogió al bebé y se lo enchufó en una teta y simultáneamente, dándole la espalda a mi padre se hincó el tronco gordo en su ojete empezando a subir y bajar fallándoselo por el culo.

Mi padre la agarró con una mano el coño chorreante y con la otra la teta que quedaba libre. De esa forma la pervertida de mi mujer se corrió gritando de gusto, lanzando leche por las tetas y flujos por el chocho amamantando a nuestro bebé. Mi padre no la dejó tranquila hasta que dándole empellones le echó su leche en el culo.

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