Era ya bien entrada la tarde y Tweek, como cualquier otro niño de su edad, estaba viendo el show de Terrance y Philip. De vez en cuando tenía algún espasmo y gritaba, pero aquello no era nada fuera de lo normal. Su padre le llevó un café y Tweek le dio las gracias mientras volvía a sus dibujos. Era cierto que el dúo canadiense se había hecho viejo y que repetían sus chistes manidos. Sin embargo, le seguían pareciendo graciosos.
—Oye, Terrance, ¿qué le dijo el cura español al ginecólogo iraní?
—No lo sé, Philip. ¿Qué?
Y Philip cogió a su compañero del cuello con total parsimonia, lo llevó hasta su culo y se tiró un pedo en su cara. Después ambos empezaron a reírse sin control, y el pequeño Tweek con ellos.
No obstante, la risa no duró mucho, porque la emisión se cortó y apareció el noticiario. Un hombre con bigote y cara muy seria empezó a hablar.
—Últimas noticias: acaba de explotar una pedo-bomba en el corazón de Toronto, la capital de Canadá.
—¡OH, DIOS MÍO! —gritó Tweek tirándose de los pelos.
—Según nuestras fuentes, no hay ningún indicio del perpetrador o perpetradores del incidente. Pero tenemos un vídeo de momentos antes de la explosión grabado por una youtuber que pretendía criticar todas las tiendas de la ciudad para demostrar que eran, efectivamente, una mierda.
A continuación emitieron el vídeo. En él, un grupo de chicas se reían con sus bocas partidas y señalaban los vestidos de los escaparates llamándolos «muy poco cuadrados» o «demasiado elaborados» cuando una bomba fétida detona y todos saltan por los aires, pedorreados.
El joven Tweek no pudo reprimir su horror al ver claramente en las imágenes que el presidente de los Estados Unidos estaba allí presente y que pulsaba un detonador sacado de su bolsillo.
Presa del pánico, Tweek fue a buscar a su padre y le contó todo lo que había pasado.
—Ah, sí —respondió el hombre bebiendo tranquilamente su café—. Es terrible.
—¡¿QUÉ HACEMOS, PAPÁ?! ¡OH, DIOS, OH, JESUCRISTO! ¡NUESTRO PRESIDENTE SE DEDICA A PEDORREAR GENTE INOCENTE!
—Es terrible, sin duda —volvió a darle otro sorbo al café.
Era evidente que no iba a sacar mucho más de él, por lo que se fue a su habitación contrariado entre la indignación y el miedo. Allí revisó los tweets del presidente y se encontró con algunos del tipo:
«Sí, chusma blanca, yo he pedorreado Canadá. Sus programas de televisión son una cagada, nunca mejor dicho, y no quiero que esos cara-culo sigan jodiendo a nuestros hijos con sus mierdas. #Mi(P)edo».
«Al igual que me molestaría que me arrancaran un huevo, puesto que es inseparable del otro, me molesta que algunos de esos españoles campesinos y toreros quieran separarse de su país. Igual los apesto también. #Mi(P)edo».
«Ahora los australianos también aprueban que se casen los maricones. Parecían los únicos machotes que quedaban en el mundo, cazando canguros y esas mierdas. Pero ahora resulta que son unos maricas playeros que hacen surf sin camiseta para contonearse ante otros hombres. Creo que necesitan un oloroso castigo. #Mi(P)edo»
Tweek no durmió esa noche. Sin embargo, eso era lo habitual.
A la mañana siguiente, Craig fue a recogerlo para ir juntos al colegio, tal y como hacían siempre. En cuanto el recién llegado tocó en la puerta, Tweek la abrió temblando y gritó: «¡AAAAAAAAAGH!».
—Buenos días, cari —respondió Craig, que ya estaba acostumbrado a su comportamiento.
—¡¿BUENOS DÍAS?! ¡NO SON NADA BUENOS! ¡EL PRESIDENTE VA A MATARNOS A TODOS! ¡A TODOS, CRAIG!
—Tweek, ya te dije que Corea del Norte no va a hacernos nada.
—¡No es eso! ¡Ojalá fuera eso! ¿Viste lo que pasó ayer en Canadá?
—Sí, tío, menuda putada que nos cortaran el show de Terrance y Philip en la mejor parte.
—Me refiero a la noticia. ¡Lo de que miles de canadienses salieron por los aires!
—Ah, sí. Es terrible.
Tweek frunció el ceño.
—¡FUE EL PRESIDENTE! ¡ÉL MISMO LO ADMITE EN SU TWITTER!
—No hagas caso de los que publica ese tío. Se pasa el día mintiendo y haciéndose el chulo.
—¡LO VI EN EL VÍDEO!
—Te lo habrás imaginado. Vamos, se pondría a toda la comunidad internacional en su contra.
Tweek volvió a gritar y Craig lo cogió de la mano para llevarlo a clase. Si no llega a hacerlo, habrían llegado tarde. Por el camino, escuchó pacientemente sus teorías conspiratorias y trató de no juzgarlo, preguntándole cómo se sentía por ello, o qué pensaba hacer: típicas respuestas comodín para contentar a tu pareja.
Durante el almuerzo, Tweek se fue a hablar con el director PC para avisarle de las calamidades que estaban ocurriendo, y Craig aprovechó para pedirle consejo amoroso a sus amigos. El primero en intervenir fue Cartman:
—Tío, a Tweek lo que le hace falta es un buen polvo. Necesita relajarse, porque está de lo más estresado. Da la sensación de que no lo cubres religiosamente, Craig.
—¿Que lo cubra religiosamente? Tenemos nueve años. Ni siquiera sé cómo coño se hace.
Kenny dijo algo inaudible y Cartman se rió, pero Craig sólo añadió que no pensaba hacer eso.
—No hagas caso a Cartman —sentenció Kyle—. No es el más indicado para hablar, teniendo en cuenta que le acaba de dejar su novia.
—¿Sí? Pues yo al menos no soy un judío.
—Por favor, esto ya está muy repetido…
—Tampoco deberías escuchar a Kyle —dijo Cartman—. Nunca ha tenido novia. Y es normal: nadie querría salir con un judío. Ni siquiera otro judío, porque ellos mejor que nadie saben lo malos que son.
—Yo estuve con Paris Hilton —dijo Butters orgulloso.
—Corrijo: tú fuiste la mascota de Paris Hilton, que es diferente —se rió Cartman.
—¡Tíos! ¡No me estáis ayudando!
—Es que n-n-nosotros no sabemos cómo van las relaciones ga-ga-gays —dijo Jimmy.
—Oye, ¿por qué no vas a ver a Big Gay Al? Él me ayudó mucho cuando supe lo de mi perro —sentenció Stan.
—Sí, el perro de Stan es maricón. ¿Os lo podéis creer? —se burló Cartman.
—Calla, gordo, que tú se la chupaste a Butters.
—¡Fue una broma! ¡Y fue gracioso!
Craig suspiró y les dio por imposibles. Un poco más tarde, en el pasillo, vio a Tweek de lejos. Estaba de espaldas y clamaba el nombre de Dios con todas sus fuerzas. Cuando Craig puso la mano en su hombro, éste se giró de un espasmo y aulló: «¡EL PRESIDENTE VIENE A MATARME!».
—Soy yo, cielo. ¿Qué tal te ha ido con el director?
—Oh, Craig. ¡Muy mal! Me ha dicho que discrimino al presidente por ser el presidente y que le atribuyo estereotipos negativos, como el de usar su poder para el mal.
—Bueno, ¿quieres venirte a mi casa a que juguemos a la play? Podemos pedir pizza y preparar café —sonrió Craig.
—¡NO PUEDO BAJAR LA GUARDIA! ¡¿Y SI EL PRESIDENTE PLANEA MATARME?! ¡OH, DIOS, CUALQUIERA PODRÍA SER UNO DE SUS HOMBRES! ¡INCLUSO TÚ! ¡AAAAAAAAAAAAGH!
Tweek empezó a convulsionar de un lado para otro y Craig repitió su nombre una y otra vez, tratando de tranquilizarle. Entonces cogió su mano y le miró a los ojos.
—Yo jamás haría nada que te hiciese daño. Quiero que estés tranquilo y que seas feliz, así que déjame ayudarte.
—¡NO SÉ EN QUIÉN PUEDO CONFIAR! ¡ES DEMASIADA PRESIÓN!
—Confía en mí, ¿vale? Llevamos ya mucho tiempo juntos, cari.
Aunque le dio mucha vergüenza y se sonrojó ligeramente, Craig llevó su mano al pelo alborotado de su novio y le regaló una caricia que refrenó los espasmos y los convirtió en temblores. Algún que otro grito seguía saliendo de los labios de Tweek, pero a él no le desagradaba eso. Al contrario, pensaba que era muy mono y que sería muuuuuuy feliz si pudiera estar siempre a su lado.
—C-craig…
Era tan delicado… Cualquier estímulo lo perturbaba y se sentía desamparado ante el mundo, pero él permanecería siempre a su lado. No le importaba que viera gnomos de los calzoncillos, conspiraciones coreanas o lo que fuera. Craig miró los labios de Tweek por un momento y éste se sonrojó, pero ninguno de los dos hizo nada. Después de todo, sólo tenían nueva años, de modo que les faltaba experiencia y arrojo, y aun así en esa edad besar es sólo jugar a besar.
—No pasa nada, cari. Estoy contigo.
—Gracias, Craig. Tú siempre consigues hacerme creer en mí mismo. Te… te…
—¿Me…?
—¡AAAAAAAAAGH! ¡SE ME HABÍA OLVIDADO! Tengo que contarte lo que acaba de pasar. HE VISTO EN TWITTER QUE HA HABIDO OTRA PEDO-BOMBA EN CHINA, Y EL PRESIDENTE HA TWITTEADO:
«También he sido yo esta vez. El otro día fui al súper y noté que todos los empleados me miraban como si yo fuera sospechoso. ¡Pero no era así! ¡Es que todos eran putos chinos! Esos jodidos arroceros nos están invadiendo, y no puede ser. Ya que siempre tienen cara de oler mierda, les he hecho oler mi bomba fétida. #Mi(P)edo».
—Vale, está claro que este tío es un racista de mierda.
—¡Y UN PSICÓPATA! ¡NO PARA DE MATAR GENTE! ¡DIOS! ¡JESUCRISTO!
—Es terrible.
—¡SÍ! ¡¿PERO QUÉ DIABLOS HACEMOS?!
—No hay pruebas, Tweek. Lo mejor que podemos hacer es seguir con nuestras vidas.
—¡¿SEGUIR CON NUESTRAS VIDAS?! ¡¿CÓMO PUEDES QUEDARTE TAN ANCHO?! ¡QUE ESTAMOS EN EL PUNTO DE MIRA! ¡QUE ESTE LOCO NOS PEDORREA A TODOS! ¡AAAAAAAGH!
—Tweek, no puedes detener tu vida sólo porque…
—¡TENGO MIEDO, CRAIG! ¡Y EL MIEDO ES LO NORMAL A ESTAS SITUACIONES! ¡¿POR QUÉ TODO EL MUNDO MIRA A OTRO LADO?! ¡¿CÓMO PUEDEN?!
—Tranquilízate. No podemos hacer nada.
—¡Y ESA IMPOTENCIA ES AÚN PEOR! ¡ME ESTÁ MATANDO! ¡AAAAAAAAGH! ¡AAAAAAAAGH!
—Así sólo conseguirás que te salga una hernia.
—¡QUE TE DEN, CRAIG! ¡TÚ NO ME ENTIENDES! ¡YO CREÍA QUE SÍ, PERO NO! ¡LOS NOVIOS DEBEN APOYARSE ENTRE SÍ! ¡NO DESMENTIR LO QUE LES DICE SU PAREJA!
—Tweek…
—¡Que te follen!
Craig frunció el ceño y le sacó el dedo.
—¡Que te follen a ti! Hala, pues haz lo que te dé la gana. Cuando estás así, te pones insoportable.
Ambos niños se fueron cada uno por su lado. Craig se pasó la tarde jugando al Assassin's Creed para desfogar todo el cabreo que tenía. No le funcionó del todo, pero al menos no pensaba en Tweek. Eso sí, cuando llegó la hora de Terrance y Philip quitó la consola para ver al dúo canadiense en acción.
En este episodio se estaban burlando del incidente de Canadá. Philip tenía un ano-bomba y quedó con Terrance en mitad de la calle para detonarla ante él mientras bostezaba. A otros muchos les habría parecido de muy mal gusto —de hecho, eso les pareció a muchos—, pero a Craig le hizo mucha gracia. Al menos hasta que el decorado del programa estalló con una pedo-bomba de verdad.
El noticiario apareció en la pantalla del televisor y Craig suspiró, pero se quedó a verlo por si volvían a poner sus dibujos. El hombre con bigote que daba las últimas horas apareció con su habitual cara de mala hostia y dijo:
—Doble atentado: los estudios Terrance & Philip han estallado en Canadá y una peluquería femenina en Orlando. Tenemos en directo a un niñito anónimo que dice saber quién es el culpable de estos atroces crímenes recientes. Buenas tardes, T.
—¡AAAAAAAGH! ¡LLÁMEME «NIÑO»! ¡NO DÉ PISTAS SOBRE MI IDENTIDAD!
Craig volvió a suspirar.
—Como para no reconocerte, Tweek…
—Vale, niño T—dijo el señor del noticiario—, cuéntanos.
—¡AAAAAGH! ¡BUENO, DA IGUAL! ¡EL PRESIDENTE ES EL CULPABLE DE TODOS ESTOS ACTOS TERRORISTAS! ¡NO HAY MÁS QUE LEER LOS DOS ÚLTIMOS TWEETS QUE HA POSTEADO!:
»”Ahora encima en el programa de retrasados cabezas-partidas están parodiando mi ataque. ¡Pues a ver si se ríen cuando les intoxique a pedo limpio! #Mi(P)edo”.
»“Unas putas llevan una peluquería femenina (nabos fuera) en la que dicen que ponen pelucas cuya falsedad no se nota; no como la del presidente. ¡MI PELO ES 100% MÍO! LA TÍA QUE QUIERA, QUE VENGA A WASHINGTON Y ME TIRE DE ÉL LO QUE QUIERA. Eso sí, también tendrá que tirarme del de los huevos haciéndome una mamada. Pero que conste que no soy machista; tengo secretaria y me la tiro, así que la hago feliz. #Mi(P)edo”.
»¡ALGUIEN DEBERÍA DETENER A ESE LUNÁTICO!
—Es terrible —asintió el presentador.
—¡¿OTRA VEZ CON LA PUTA FRASE DE SIEMPRE?! ¡QUE SÍ, QUE SÉ QUE ES TERRIBLE! ¡PERO NO PODEMOS LIMITARNOS A DECIR QUE LO ES, SINO QUE DEBEMOS HACER ALGO!
—No hay pruebas suficientes de que el presidente sea el culpable. Todos sabemos que dice muchas barbaridades en las redes sociales, chico.
—¡OH, DIOS! ¡¿NO SERÁ QUE USTED ESTÁ A SUS ÓRDENES! ¡JESÚS! ¡VAN A VENIR A POR MÍ!
—No podemos hacer nada, niño T.
—¡AAAAAAAAAAAAGH!
Craig apagó el televisor en silencio, y, serio como estaba, se dirigió a su cuarto. De un cajón cajones sacó uno de los dibujos que habían hecho las chicas asiáticas sobre ellos dos. Sonrió. Aquello le hizo tomar una decisión: iba a descubrir cómo ayudar a Tweek.
Esa misma tarde se dirigió a casa de Big Gay Al y tocó al timbre. El señor Esclavo le abrió y le saludó efusivamente, pues se acordaba de él de cuando daba clases con el señor Garrison. Resultaba que Big Gay Al había ido a una convención gay, pero él no le había acompañado porque arrastraba un desgarro anal desde hacía una semana y no estaba para que le metieran nada más.
—Bueno, supongo que tú me vales. Sabes que Tweek y yo estamos saliendo, ¿no?
—¡Jesucristo! ¡Por supuesto! Tenemos colgado un dibujo vuestro en la cocina, entre la foto en bolas de Brent Everett y la de Brent Corrigan.
—¿Quiénes?
—Eres un poco joven para saberlo. Pero lo sabrás pronto.
—Quisiera pedirte consejo. Tweek se pasa la vida estresado y no sé cómo relajarle. ¿Qué se hace para relajar a un gay?
—Eso es sencillo: sólo tienes que hallar la próstata.
—¿Próstata? ¿Qué es eso?
—¡Jesucristo! Quizás he hablado demasiado.
—Dime cómo puedo encontrarla, por favor.
—Tengo que echarme la pomada anal, Craig. Tienes que irte.
Más confuso de lo que entró, Craig salió de casa de Big Gay Al y con la poca información que tenía, fue a casa de Tweek. Cuando estuvo a un par de manzanas, vio a éste salir corriendo y a su madre en la puerta, como preocupada. Craig corrió tras él y preguntó a la madre qué pasaba. Ella le respondió de pasada que le había llevado un café y él le había dado una patada para después gritar: «¡¿Y SI ESTÁ ENVENENADO?!». Craig lo pilló y persiguió a su novio por todo South Park.
Tras ignorar las miradas y los «Awww» de muchos de los habitantes del pueblo y algún que otro «Qué gays» de Cartman, Craig alcanzó a Tweek en el bosque, cuando éste último no pudo correr más.
—A-aaah… Aaaaah… ¡¿POR QUÉ ME PERSIGUES?! ¡QUIERES MATARME!
—No, Tweek, no quiero matarte.
—¡NO SÉ SI DEBO CREERTE! ¡PERO, EN CASO DE QUE LO HAGA, ¡¿Y SI ALGUNO DE LOS QUE NOS HA VISTO CORRER HASTA AQUÍ ES UN ESPÍA DEL PRESIDENTE?! ¡VEDRÁ Y ME MATARÁ! ¡AAAAAAAAGH!
Tweek sacó fuerzas de flaqueza y echó a correr de nuevo. Craig ya no sabía cómo razonar con él y, exhausto, se dejó caer junto a un árbol. Cerró los ojos durante un segundo para ordenar sus ideas y al abrirlos se encontró con una especie de castaña gigante ante sí.
—Soy la próstata, Craig.
—¡Próstata! ¡Te he encontrado! ¡Dime cómo puedo calmar a mi novio!
—Sólo tienes que escucharle, sin dar la solución al problema, para que llegue por sí mismo. A la gente le gusta eso: sentirse apoyada pero no mandada.
—Eso ya lo he intentado y no hay manera. Es muy cabezón.
—En ese caso, dile cómo solucionarías tú el problema y ofrécete a ayudarle en todo lo que sea necesario.
—Me gusta la idea —sonrió Craig.
Entonces la próstata desapareció y Tweek, que, según parece, había corrido en círculos; se presentó ante él. Craig no dijo nada. Sólo elevó la mano en dirección al chico y esperó. Tweek lo miró y después miró la mano. Aunque dudó un poco, se la dio. Así, volvieron juntos a casa de Tweek.
Allí, Craig le explicó lo que tenían que hacer. Tweek cerró su cuenta de facebook, twitter, instagram, myspace, pinterest y demás redes sociales.
—¿Pero qué pasa cuando vuelva a salir un atentado en la tele? —preguntó Tweek nervioso.
—Cambias de canal. Todo el mundo lo hace. Igual sale en muchos, pero seguro que no en todos.
—¿Y cómo voy a saber si la gente quiere matarme?
—No lo sabrás. Tendrás que confiar en ellos, como confiaste en mí en el bosque —dijo Craig algo sonrojado.
—Es que tú jamás me has traicionado…
—Ni la gente tampoco. Escucha, Tweek, tienes que volver a ver personas y no a posibles votantes del presidente. Puede que el director PC tuviera un poco de razón en lo que te dijo. Sencillamente no pienses en lo que podrían ser, sino en lo que tú ves en ellos.
—Craig, todo lo que veo en ti me gusta mucho —murmuró Tweek temblando.
—¿De verdad? A mí me pasa lo mismo contigo —Craig posó su mano en el hombro de su novio.
—Gracias por estar siempre a mi lado —sonrió Tweek.
—Oh. Si pudiera besarte ahora sería muuuuuuuuuy feliz.
—¡¿Q-qué?! ¡Oh, Dios! ¡Eso es demasiada presión!
—Sólo un poquito, cari. Un momento de nada.
—¡AAAAAAGH! ¡JESÚS!
Tweek se puso a convulsionar de nuevo y Craig entrecerró los ojos acercando su cara a la suya.
—Cuando estás así, te pones muy mono —susurró Craig.
Tweek cerró los ojos con fuerza, emitiendo aún algún que otro aullido, y Craig posó sus labios en sus temblorosas mejillas. Curiosamente, cuando lo hizo, Tweek fue capaz de abrir los ojos y mirar a Craig. Pero no supo qué decir.
Al día siguiente, una pedo-bomba estalló en la escuela elementaria de South Park. Los chicos de cuarto estaban en su aula, pero la bomba no esparció el aroma por ella debido al deficiente sistema de ventilación; sólo afectó a algunas clases. El señor Mackey entró a avisarles de que había sido un nuevo ataque terrorista y que habían encontrado el dispositivo colocado para atacar precisamente la clase de Tweek y compañía. Craig soltó:
—Es terrible.
Seguidamente miró a Tweek, que ya le estaba mirando, y ambos sonrieron justo cuando éste empezó a decir:
—Sí, terrible.