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El diario online de Marcos García 4

en Gays

Y ya estamos de vuelta con la historia que menos éxito ha tenido. Creí que debía tomarme mi tiempo para pensar un argumento y asentar a los personajes, y así ha sido. Ahora sólo queda ver si a vosotros, mis queridos lectores, os gusta esta nueva etapa de la vida de Marcos. En caso de recibir una negativa, lo caso rápidamente con alguien y lo aparto de los diarios xD

 

Si queréis, podéis comentar a través de email a la dirección de correo: latumbadelenterrador@ gmail.com

 

o en twitter: @enterradorelato

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también me podéis comentar por wattpad:

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Diario de una adolescencia gay

_______________

Un relato del Enterrador

 

El diario online de Marcos García 4: Decepción online

 

A lo tonto, resultaba que ya llevaba manteniendo conversaciones por Internet con “Conejito amoroso” durante un mes. Normalmente, estaría de los nervios y deseando librarme de él, pero no era así, sino que me apetecía seguir hablando con él y saber más cosas de éste. Era cierto que era un tío pesado y completamente contrario a lo que yo entendía por “perfecto ideal”, pero aún así, había conseguido llamar mi atención. No era como los otros, él no me agobiaba pidiéndome fotos o que nos llamáramos por teléfono para oír mi voz, no, él era muy amable y atento. Él no era como el resto de la gente. La gente es muy exigente. Cuanto más avanzas, más exigen de ti. ¿Y qué pasa si te cuesta seguir avanzando? Que te empujan al vacío sin pensar en que igual puedes hacerte daño.

 

Yo soy muy inseguro y por ello me cuesta muchísimo embarcarme en una relación, aunque sea por Internet, así que una persona como él me parecía excelente. No tenía ningún tipo de presión y podía hablar con él de todo lo que quería, porque sabía escuchar y era atento. Era perfecto, absolutamente. Parecía una fantasía hecha realidad, un príncipe de los cuentos medievales que se hacía carne sólo para hablar conmigo por Internet. Además, él era mi única compañía en esas tardes de soledad que pasaba encerrado en casa frente al ordenador. Dicen que la soledad autoimpuesta no es dolorosa porque nace de la decisión de la persona, pero no es así, yo seguía deseando a alguien, aunque me hubiera autoimpuesto esa soledad.

 

Comenzó a comentar que le gustaría que hiciéramos juntos algo que él denominaba “una travesura”, un término que a mí me parecía algo infantil. Lo que él quería era que hiciéramos una de esas famosas llamadas de whatsapp para hacernos una paja mientras hablábamos. No fue muy insistente con la idea, con lo que yo no me sentí presionado y al cabo de un tiempo fui yo el que se lo pidió a él. Nunca había hecho algo así, pero la excitación por tener sexo telefónico y el aprecio que le estaba cogiendo a mi amigo online me dieron fuerzas para hacerlo.

 

Cuando llegó el día, mi cuerpo temblaba como un flan. No había podido pegar ojo en toda la noche, cosa que ya de todas formas era habitual, y me estuve preparando psicológicamente durante un par de horas. Me decía a mí mismo que no pasaba nada, que no era el primero que hacía algo así y que a nadie le había pasado nada por hacer eso.

 

Cogí el ordenador y me puso un mensaje diciendo que ya estaba listo, que le diera mi número. Así lo hice y recibí su llamada, pero no me atrevía a pulsar “descolgar” por miedo, por vergüenza y porque no me veía capaz. Respiré hondo y pulsé el botón verde, por lo que la llamada comenzó. Me llevé el móvil al oído y balbuceé nervioso:

 

-N-no digas na-nada. V-voy a empezar…

 

No hubo respuesta suya, pero podía oír su respiración, así que sabía que me había oído y que estaba cumpliendo con mi deseo. Me quité la camisa y me bajé pantalones y calzoncillos hasta las rodillas aún sentado en la silla del ordenador. Entonces, rodeando con la mano mi flácido pene, me puse a estimularlo para que se despertara. El hecho de oír su respiración y el morbo de la situación en la que estaba ayudaron bastante a que mi polla se animara y se levantara dispuesta a una sesión de onanismo bastante productiva.

 

Dejé escapar un gemido al acariciar mi piel desde el tronco a la punta del glande, cosa que pareció complacerlo, pues su respiración se agitó. Me lo imaginaba, al igual que yo, con la mano en la polla fantaseando con tomar mi cuerpo y eso hacía que me excitara aún más y aumentara el ritmo de la paja que me estaba haciendo. Como aliciente, llevé la mano que tenía libre hasta la parte inferior de mi polla y me puse a acariciarme las pelotas, lo cual hizo que un cosquilleo comenzara a subirme por el tronco del pene hacia arriba, provocándome un gran placer.

 

Mi respiración se iba agitando y el ansia de mi cuerpo por culminar fue aumentando. Por una parte mi cuerpo me pedía correrme, pero por otra parte estaba disfrutando de ese delicioso encuentro pecaminoso, así que esa contradicción en mi propia psique estaba haciendo que entrara en un estado de placer y disyuntiva, y que poco a poco fue perdiendo disyuntiva a favor del placer.  

 

De vez en cuando me quedaba en silencio para escuchar sus jadeos y que éstos me calentaran aún más. Me lo estaba tomando con calma, masajeando mis testículos con delicadeza y subiendo y bajando el prepucio con lentitud, pero cuando el líquido pre-seminal actuó de lubricante natural y mi miembro se llenó de una sensación electrizante que me proporcionaba un gozo sobrehumano, no pude evitar aumentar el ritmo.

 

Mi mente, ya alejada de todo raciocinio, se imaginaba a Conejito amoroso (joder, tenía un nombre demasiado poco erótico para la situación) empalándome con su enorme polla y destrozándome por dentro haciéndome suplicarle que me diera más y más fuerte, que me rellenara con todo su ser, que me hiciera suyo y nada más que suyo, que me marcara como una vulgar ramera que sólo buscaba satisfacción sexual.

 

Nunca lo había visto, ni siquiera una foto suya, y aún así, no era necesario, porque mi imaginación idealizaba su figura como tonificada y varonil. Mi propio cuerpo no pudo aguantar el poder de mis fantasías y me reclamó que le diera las atenciones pertinentes, así que aceleré el ritmo de la paja a velocidad frenética, lo que hizo que mis gemidos aumentaran en número y en tamaño.

 

Finalmente, sentí la base de mi polla caliente y supe que me corría, así que decidí anunciárselo a “Conejito amoroso”:

 

-¡Aaaah! ¡Me corro, me corro!

 

A continuación, me asusté porque ocurrió algo que no esperaba en absoluto. En lugar de recibir una respuesta con palabras, lo que escuché al otro lado de la línea fue una risa femenina. Me corrí sin poder evitarlo, llenando mi vientre con varios trallazos de semen mientras escuchaba cómo se burlaban de mí.

 

Mi cara palideció, pues creí que me había equivocado de número o algo. Sin embargo, inmediatamente caí en la cuenta de que yo no había sido el que había llamado, sino el que había recibido la llamada. ¿Qué significaba eso? Iba a hablar, pero no me salían las palabras. Estaba tan avergonzado que deseaba morirme ahí mismo.

 

-¡Pringado!-oí al teléfono-. ¡Que te he estado tomando el pelo!

 

-¿C-cómo?-atiné a decir.

 

-Por Dios, ¿de verdad creías que un tío tan majo, tan comprensivo, tan amable y tan perfecto existía y que además era un hetero amante del yaoi? ¡Ja!

 

Mi cuerpo temblaba, no sé si por miedo, rabia, desesperación o simplemente porque no sabía cómo reaccionar. Por poco se me cae el móvil de la mano y de hecho, siempre me preguntaré por qué no colgué ahí mismo, por qué me quedé para seguir escuchando a esa persona que quería hacerme daño.

 

-¿P-por qué… has hecho esto?

 

-Aburrimiento-fue la única respuesta que recibí.

 

-¿A… burrimiento? ¡¿Es que eres retrasada mental o qué?!

 

-Vaya, qué mal genio. Al final va a ser verdad lo que decías, jaja-se burló.

 

-¡Serás hija de…!

 

-Shhh. Ese vocabulario.

 

-Todo este tiempo, todas estas conversaciones, todos esos momentos, ¿fueron mentira?

 

-Por supuesto. Pero vamos a ver, ¿cómo no sospechaste nada cuando no te pedía foto?

 

-Creía que no querías presionarme-solté abatido.

 

-¡Jajajajajaja!

 

-¡No te rías, so bruja!

 

-Que sepas que esto podía haberse acabado mucho antes si hubieras aceptado a su debido tiempo lo de la paja telefónica.

 

La maldije con todas mis fuerzas. En Internet había miles de personas así, que sólo quieren jugar un rato. Mienten y te utilizan como si nada. Lo sé porque yo era de esas personas.

 

-Pues nada, que gimes muy bien, ¿eh?

 

No sabía si avergonzarme, matarla o matarme a mí. Lo bueno es que seguramente sería de un pueblo perdido de por ahí y jamás tendría que encontrarme con ella. Lo malo era que esa cerda me había roto el corazón.

 

Colgó y me vestí presa de la vergüenza. Había sido engañado y humillado, y lo peor era que no había socavado la posibilidad de que podía estar mintiendo el tal “Conejito amoroso”. Lo veía tan sincero y agradable que tuve que creerlo. Supongo que como la perfección no existe, una parte de mí quiso creerse que sí que existía y por eso aceptó a ese usuario. Pero será mejor que tanto ustedes como yo aceptemos que no, los hombres así de perfectos no existen, porque la perfección es un cuento chino.

 

_________________________________________________________________________

 

Tras esta amarga experiencia, pasé varios días sumido en una profunda depresión. No quería comer, no quería salir de mi cuarto y tampoco quería dormir. Me regodeaba en mi tristeza sin ver más allá de ella, lo cual me parece tremendamente estúpido, pero era algo que no podía evitar. De todas formas, tampoco era raro en mí. Seguro que pasaría así un par de días o alguna semana y después volvería a la normalidad. Bueno, a decir verdad, mi normalidad es seguir odiándolo todo, sin embargo, era mejor cuando no era mediante pensamientos depresivos.

 

Para mi desgracia, no pude cumplir mi deseo de sumirme en mi propia complacencia porque una visita inesperada me obligó a volver a la realidad. El sábado, a eso de las 17 de la tarde, oí un ruido y me puse en alerta. He de decir que mi casa es muy grande, y esto lo digo sin querer presumir, aunque no entiendo por qué la gente dice que está mal presumir. Es decir, si tienes algo bueno, ¿por qué es malo contarlo? Yo creo que sólo está mal alardear cuando se presume de algo que no se tiene, pero cuando sí que se tiene, no hay por qué esconderlo.

 

El caso es que como la casa es tan grande, supuse que oír el ruido significaba que quienquiera que fuese, estaba cerca. Me pregunté si era el jardinero, Sam, pero no lo creía, porque se había cogido el día libre para ir la última película de Arnold Schw… Tardaría más en escribir su nombre que en vivir el resto de mi vida y creo que saben a quién me refiero. Al salir de mi cuarto y girarme a la izquierda en dirección al salón unos brazos me rodearon y en ese momento creía que me iban a secuestrar para llevarme a algún país de esos en conflicto para luchar por un Dios cuyo nombre pareciera más de peli Disney que de ídolo.

 

-¡Marcooooooooooooooooooos!

 

-¡La madre que me parió!

 

-¡Exacto!-exclamó mi madre animada.

 

Qué susto me había dado. Es mi madre y la quiero mucho, pero es cierto que es demasiado cariñosa y excesiva en sus actos. Me soltó y me giró para llenarme la cara de besos, los cuales eran para mí como una jarra de agua fría cada uno.

 

-¿Se puede saber por qué no me has dicho que venías? ¡¿Y si me llega a dar un infarto?!-grité indignado.

 

-Es que quería darte una sorpresa-me miró mal.

 

Suspiré y me encogí de hombros, ya que intentar razonar con esa mujer era prácticamente imposible.

 

-¿Y papá?

 

-Me dijo que no podía venir, que estaba ocupado con un rascacielos-respondió sonriendo, aunque no creo que fuera una cosa por la que sonreír.

 

Mi padre era un arquitecto muy respetado en España. Sin embargo, un día le vino una oferta desde Estados Unidos y la aceptó, de modo que los tres tuvimos que trasladarnos a esta freidora gigante. Mis madre, por otro lado, era cocinera, y cuando llegamos aquí alcanzó fama rápidamente porque aquí la comida mediterránea les parece muy exótica.

 

Me alegra mucho que mis padres tengan mucho éxito y tengan trabajos tan remunerados, pero eso también les obliga a andar de aquí para allá y no pueden estar en casa. No se lo reprocho, porque tengo una vida que muchos quisieran, no obstante, sí que me gustaría algo más de atención. O mejor dicho, me hubiera gustado, ya que a estas alturas de la vida me había acostumbrado tanto a la soledad que la presencia de mis padres me molestaba.

 

Me había vuelto huraño totalmente. Cuando venían, ya estaba deseando que se fueran para volver a mi cuarto a hacer lo que mejor se me daba, ligar por Internet. A veces me odiaba por ello, me odiaba porque pasaba de mis propios padres.

 

-Bueno, cariño, vístete que nos vamos a la playa-sonrió.

 

-¿A la playa?

 

¿A la playa? ¿Marcos García? Me temo que no. Odio la playa, y curiosamente, no es por culpa de este país, pues ya en España la odiaba. Son sitios abarrotados en los que no puedes escuchar tus propios pensamientos debido al atronador ruido que reina. Además, el agua nunca está limpia. Yo he llegado a encontrarme, aparte de lo típico, pañales y heces flotando; preservativos usados. ¡Uno me entró en la boca una vez y estuve preocupado nueve meses porque pensé me iba a quedar embarazado!

 

-Vamos, cariño, para una vez que vengo…-me hizo pucheros.

 

-¿Y no podemos estar en casa? Ya sabes que no me gusta salir.

 

-Eres más soso que una sopa sólo de agua-puso los ojos en blanco.

 

-¡Y el premio para el comentario más ingenioso es para….! Otra persona.

 

-O vienes a la playa o te desconecto el router y te quedas sin Internet.

 

-Iré-suspiré finalmente.

 

No me gustaba la idea, pero pensé que al menos me serviría para despejarme y dejar de pensar en que no se podía confiar en nadie y que sería desgraciado durante toda mi vida. Mi madre, a pesar de ser muy pesada, al menos tenía la ventaja de ser buena animando.

 

Se fue a prepararlo todo y yo me fui a ponerme el bañador, el cual, era de hacía un montón de años (de la última vez que fui a la playa).

 

-¡Mamá! ¡No pienso ponerme esto! ¡Tiene dibujos de Bob Esponja!

 

_________________________________________________________________________

 

Al final no tuve que llevar el dichoso bañador de Bob Esponja. Fuimos a una tienda y compramos uno nuevo. Aunque si mi madre no hubiera usado el antiguo como referencia para la talla seguramente la dependienta no me habría mirado con una mezcla de sorna y lástima y no me habría avergonzado. Le gusta a uno Bob Esponja durante su juventud y le pasa factura toda la vida… Pues que sepan que me gustaba porque critica el estilo de vida americano, ya que Bob Esponja trabaja en una hamburguesería bajo las órdenes de un jefe capitalista explotador.

 

-Tenía que haberte comprado el de Calamardo, el dibujo era grande y su nariz disimulaba la…

 

-¡Ni se te ocurra decirlo, mamá!

 

Llegamos a la playa y colocamos las cosas en la arena, cosa que a mí nunca me ha parecido muy seguro, porque cualquier chorizo puede venir y dejarte sin la maravillosa pelota que era la cabeza de Homer Simpson o la sombrilla con el logo de coca-cola. Vaya, qué americanos nos habíamos vueltos. Eso no me gusta.

 

Después de eso, me tumbé en la toalla y me puse las gafas de sol para poder recrearme en la vista de hermosos jovenzuelos que por allí pululaban sin que mi madre se diera cuenta. Sin embargo, poco duró mi tranquilidad, porque mi madre me dijo que me bañara. Ella no quería bañarse, pero quería obligarme a mí a hacerlo. Yo no tenía la menor intención de bañarme, entre otras cosas porque la playa estaba llena de gente, aunque he de decir que haber visto “Tiburón” de Spielberg me hacía tener serias dudas también.

 

-He venido aquí por ti, para que te lo pases bien, ¿y ahora no te quieres bañar?-se cruzó de brazos mi madre.

 

¿En serio? ¿Por mí? ¡Pero si yo le había dicho desde el principio que no quería ir! No entendía a esa mujer, no entendía a las madres y no entendía a las mujeres en general.

 

-¿Y si soy devorado por un enorme tiburón blanco sediento de sangre morena?-fruncí el ceño.

 

-Rezaré por tu alma.

 

-¡Que no me baño, leñe!

 

-¿Prefieres que me ponga a gritar que aún mojas la cama?

 

-¡Eso es mentira, ya hace por lo menos una semanaza que no lo hago!-me quejé.

 

Sonrió ante mi broma y me dijo que lo suyo iba en serio, cosa que me hizo sentir agobiado y cansado.

 

-A ver, mamá, si ahora voy ahí los pececillos empezarán a tocarme por debajo del agua y las medusas me picarán y las anguilas me electrocutarán y un cocodrilo o un tiburón me devorará-solté cansado.

 

-¿Cocodrilo en el mar?

 

-¡Es una mutación provocada por el exceso de semen que tiramos por el váter!

 

Me miró unos segundos horrorizada y cuando me di cuenta de lo que acaba de decir y admitir, no me quedó otro remedio que quitarme la camisa e ir al agua. Dios, no me gustaba para nada quitarme la camisa. No es que tuviera mal cuerpo, aunque es verdad que no era un cuerpo espectacular, pero es que me molestaba que la gente lo viera. No quería que nadie viera eso.

 

Me metí en el agua y nadé un poco a lo perrito para complacer a mi madre. Ella me hizo un par de fotos desde la arena y yo protesté gritando que no tenía 4 años. Durante el rato que nadé, me choqué con 7 ancianos de espalda peluda y canosa, 17 niños me intentaron bajar el pantalón, una señora me ofreció sexo y casi me trago otro condón, así que salí de muy mal humor.

 

Mi madre, al verme, me dio dinero y me dijo que fuera a comprarme un helado para animarme. No tenía ni idea de dónde podía comprar un helado, y no sabía si me apetecía, pero mi madre me mandó igualmente. A veces podía ser una egoísta. Yo mismo también lo era, así que la entendía, pero la odiaba un poco por ello.

 

Mientras caminaba por la arena perdido en mis pensamientos, vi a un grupo de niñas jugando al volleyball y pensé que hay muchas veces en las que los tópicos forman parte de la vida diaria. Iba a pasar de largo, pero de repente, una voz me resultó familiar.

 

-¡Toma, tonta! ¡Punto para nosotras! ¡Choca ésa, Stacey!-gritó una de las chicas.

 

Esa voz… No había duda, era la delincuente que me había tomado el pelo y se había estado burlando de mí.

 

-¡Sí! ¡Bien, bien!-le chocó la niña de su lado.

 

Me senté en una hamaca que había de uno de los restaurantes lo bastante cerca para escuchar sin ser descubierto. Quería saber algo sobre la chica que tanto daño me había hecho.

 

-Lisa, a ver si estás atenta al balón-suspiró una de las chicas del equipo contrario.

 

-Es que había un chaval buenorro delante de mis narices. ¡Es normal que me haya desconcentrado!-alegó la tal Lisa.

 

Estaban divididas en dos parejas y la pareja en la que iba mi acosadora estaba compuesta por ella y una niña pequeña de unos 7 u 8 años que al parecer se llamaba Stacey. En el otro equipo estaban la tal Lisa, que estaba mirando en todas direcciones a chicos guapos y una chica con gafas de nombre desconocido.

 

-¡Venga, que sacamos!-anunció mi acosadora particular.

 

Estuve observando un rato el partido y me pregunté a mí mismo sobre mi propia sexualidad. Sus cuerpos no parecían atraerme, sin embargo, no me sentía del todo seguro de ello. ¿Hay una línea definitoria que diga cuándo una persona posee una sexualidad u otra? No lo creía, pero era un hecho que los cuerpos masculinos me atraían. A veces pensaba que dudaba porque no quería aceptar mi homosexualidad, y otras veces me preguntaba a mí mismo si no era que lo que no quería aceptar era mi heterosexualidad porque ya tenía interiorizado que era gay.

 

Perdido en estos pensamientos, no me di cuenta de que la pelota venía hacia mí y ya fue demasiado tarde cuando quise reaccionar, pues me dio en la cabeza y me tiró de la hamaca a la arena. El tipo del restaurante, que llevaba un rato atravesándome con la mirada, se empezó a reír descontroladamente, y yo fruncí el ceño molesto. Entonces la chica que me había acosado, creadora de la figura de “Conejito amoroso”, vino hacia mí y se me quedó mirando aguantándose la risa.

 

-Perdona, ¿me devuelves la pelota? Siento lo de tu cabeza y eso.

 

-¡Deberíais tener más cuidado! ¡Por poco me abres la cabeza!

 

Se me quedó mirando pensativa y después señaló el suelo.

 

-Esto es arena, muchacho. Dudo que puede hacerte algún daño-se rió.

 

-¡Da igual! ¡No deberíais…!

 

-Espera, esa voz…

 

Mierda, me iba a descubrir…

 

-¿Vo’? No cé de qué me habla’.

 

-¡Azucarillo de las praderas!-gritó con los ojos como platos.

 

-¿Eh? ¿Qué dices?-me hice el tonto.

 

-¡Esto es genial! ¡Espera, que te voy a presentar a mis hermanas! ¡Seguro que les hará mucha gracia!

 

Me dijo eso y me cogió del brazo para que fuera con ella. Intenté zafarme de su agarre, pero aunque me avergüence decirlo, la muy condenada era más fuerte que yo. Le grité que me soltara, le pedí que me dejara ir, pero nada de eso funcionó. Cuando llegamos donde estaban sus hermanas, todas me miraron extrañadas y justo cuando mi captora iba a hablar, la pequeña gritó señalando al agua.

 

-¡Mirad, ya sale!

 

Miré a donde señalaba y mis ojos se abrieron como platos.

 

-¡Hermanito!-corrió la niña hacia el chico que salía del agua.

 

Éste la levantó y se la colocó en los hombros. Después se acercó a nosotros y me miró algo sorprendido.

 

-¿Marcos?

 

-No puede ser. David…

 

¿Por qué tenía que encontrármelo en todas partes? Dos palabras me vinieron a la mente cuando lo vi mojado y sin camiseta: ¡Vaya torso!

 

CONTINUARÁ…

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Gracias por leer.

OS SALUDA

EL ENTERRADOR

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