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Un cliente me usó como su juguete 2

en Gays

Hola a todos, lo primero, debo agradecer a todos los que leyeron la primera parte, muchas gracias, en serio, no me esperaba que tendría tantas visitas… Se supone que solo tendría un solo capítulo pero como algunos me lo habéis pedido, he decidido hacer segunda parte. También habrá una tercera y última la semana que viene. Siento la tardanza, pero es que he estado bastante ocupado últimamente, bueno, os dejo con el capítulo. Espero que disfrutéis.

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Un cliente me usó como su juguete 2

Comienza la verdadera pesadilla

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Un relato de El enterrador

 

Hola a todos, mi nombre es Marcos García y tengo 18 años. Anteayer tuve la experiencia más traumática de mi vida. Otro hombre me violó. Un cliente se dejó olvidado su reloj y al ir a devolvérselo, me quedé dormido en el parque, me ató y me violó. Lo peor no es el hecho de ser violado, que también, sino el hecho de que llegó un momento en el que empecé a disfrutarlo. Vosotros diréis, bueno… Sigue con tu vida, pasa página. Yo también pensaba lo mismo hasta que me enteré de que aquel chaval de 16 años que me violó llamado Héctor, sería mi nuevo compañero de trabajo.

 

Iba de camino al trabajo pensando en cómo afrontar todo esto. Podía denunciarlo… Pero el problema es que no tenía pruebas…. Podía huir del país… Pero no tenía dinero…¡Uuuugh! ¡¿Qué puedo hacer!? Nada. No había nada que pudiese hacer, así que volví a trabajar como cada día. Llegué al bar a eso de las 17:00 para empezar a trabajar. Esperaba que tuviera otro turno y no tuviera que encontrármelo pero… Me equivoqué.

 

-Ah, Marcos, supongo que ya lo conoces pero por si acaso te lo presento, este es Héctor, nuestro nuevo camarero-dijo mi jefe poniendo su mano sobre el hombro de aquel chaval.

 

Ante mí, estaba él. Su expresión era sonriente, pero sus ojos reflejaban la misma frialdad que en el momento en el que me estaba violando. Ahora estaba más elegante vestido de camarero, su cuerpo delgado congeniaba a la perfección con el traje de camarero. Su pelo, de punta, como el de los jóvenes actuales, brillaba por el uso de gomina. Él se acercó a mí sonriente y me dió la mano.

 

-La otra vez no pude presentarme adecuadamente, me llamo Héctor Gutiérrez, espero aprender mucho de ti-cuando dijo esto acercó su boca a mi oreja y me dijo-Mi novia vio lo que hicimos y me ha dejado. Como es tu culpa, me compensarás siendo mío cuándo y dónde yo quiera.

 

Se separó de mí y se fue a atender a los clientes. Mi expresión debía de ser un poema, pues parecía que aquel incidente se iba a repetir en bastantes ocasiones. Fui a la sala de empleados y me cambié de ropa. Me puse mi traje de camarero y salí a atender a los clientes forzando una sonrisa.

 

El día transcurrió normal, hasta las 22:00. A esa hora, solemos tener un descanso de media hora dos camareros, y los otros dos sirven las mesas y luego a las 22:30 se cambian los roles. Tuve la “suerte” de que me tocara el descanso con él.  Como ya os podéis imaginar, la tensión cortaba el aire. La habitación no era gran cosa, dos sofás con una mesa en medio, un baño al fondo y una ventana, cerrada en ese momento. Él estaba en un sofá y yo en otro. Mientras él se degustaba su perrito caliente (qué desafortunado…) yo me comía mi hamburguesa tranquilamente mirándola a ella y nada más.

 

Levanté la cabeza un segundo y allí estaba, esa mirada fría como el hielo y una sonrisa que podía significar cualquier cosa, excepto algo bueno. Rápidamente devolví mi vista a la hamburguesa, pero sentía su mirada clavada en mí. Se levantó y se sentó a mi lado, se ve que ya había terminado de comer. Reinaba el silencio. Yo no lo miraba pero notaba que él estaba ahí. Poco a poco empecé a notar su cuerpo cada vez más cerca del mío. Me odiaba a mi mismo, y sobre todo a mi polla, que empezaba a levantarse. Acercó su cara a mi oreja y empezó a susurrarme al oído:

 

-Si haces un solo ruido, te mato. No te resistas, sabes que te gusta-me dijo con aire chulesco aquel crío de tan solo 16 años.

 

Cuando quise darme cuenta empezó a chuparme el lóbulo de la oreja y a lamerme la misma. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. No había nada que pudiese hacer, aquel chaval era, aunque maś joven, más alto y fuerte que yo. Solo me quedaba rendirme una vez más. Entonces comenzó a bajar su mano a través de mi cuerpo hasta llegar a mi entrepierna. Metió su mano en mi pantalón y…

 

-¡Chicos! ¿Queréis algo más? ¿Os traigo algo de beber?-dijo Cristian, otro camarero.

 

En ese preciso instante, mi cerebro, que había pasado a un modo primario, volvió en sí. No podía enfrentarme a él pero tenía piernas para correr. Le saqué la mano de mi pantalón y corrí hasta la puerta. Cuando abrí me encontré a Cristian, que me miraba extrañado.

 

-¿Qué te pasa? ¿Por qué corres?-preguntó el chaval.

 

-No, por nada… Ya he terminado de comer, no hace falta que traigas nada-dije yo nervioso-Vuelvo al trabajo.

 

-Pero si todavía te quedan 10 minutos…-dijo Cristian extrañado.

 

-No, da igual, tómalos tú si quieres, yo prefiero estar activo-dije forzando una sonrisa.

 

-Si tú lo dices…. ¡Gracias!-dijo él sonriendo y entrando a la sala de empleados.

 

Ni siquiera miré atrás para ver la cara que tenía Héctor en aquel momento. Pero seguía sintiendo su mirada fría clavada en mí. Sabía que me estaba mirando… Y no creo que estuviese contento precisamente…

 

La suerte no estaba muy a mi favor ese día. Adivinad qué dos empleados tuvieron que quedarse a cerrar. Así es… Héctor y yo. Lo curioso fue, que, al quedarnos solos, él no mencionó nada acerca de nuestros “encuentros”. Muy sospechoso… Pero supuse que no debía darle mucha importancia porque ya estábamos a punto de irnos y no le daría tiempo a hacer nada. Antes de cerrar, tenía que ir a por las llaves al almacén, así que le dije que esperara en el comedor.

 

Llegué al almacén pensando en qué podía hacer con esta situación. Supongo que podría volver al pueblo a trabajar en el campo de mis padres… Eso tendré que hacer. Huir de aquí cuanto antes. Me acerqué al armario de las llaves, puse la clave: “Papas fritas” y se abrió. Cogí la llave de la puerta y comencé a notar un olor dulzón en la habitación. Rápidamente me quedé dormido.

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Aún recuerdo el día que me contrataron en el bar. Dejé el instituto a los 16 años. Ni siquiera hice el bachillerato. No es porque no quisiera, sino que no podía. Mi cabeza no daba para más… Siempre suspendía los exámenes uno tras otro. Obtuve la ESO por obligación. Qué necio era por aquel entonces… Mi plan era llegar a la ciudad para convertirme en un actor. Mas cuando llegué se rieron de mí de la manera más cruel posible… “Jamás serás un actor, actúas como el culo” “Patético” “Si quieres actuar, hazlo solo frente al espejo, ese que hay ahí, es el único que no llorará de dolor al verte”.

 

Volví a mi casa destrozado, pero un señor me paró por la calle, “Oye, chaval, ¿querrías trabajar en mi bar? Eres así guapete, así que atraerás a la clientela”. En aquel momento una sonrisa se dibujó en mi cara. Por fin podría tener un trabajo y no decepcionaría a mis padres. El único problema es que tuve que mudarme a otro pueblo, que es mi pueblo ahora. Pero desde que soy camarero soy feliz.

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Desperté en un sitio oscuro con paredes de piedra, la única luz que había era la luz de la luna, entraba por una pequeña ventana, que estaba encima de mí. Notaba como una brisa y también notaba algo en las manos y en los pies… ¡Aaaaaaah! ¡Estoy totalmente desnudo y encadenado de pies y manos a la pared! En aquel momento me acordé de todo… Solo hay una persona que ha podido secuestrarme…

 

-Vaya, vaya, al fin te despiertas…-dijo una voz que bajaba por unas escaleras.

 

-N-no puede ser…-decía yo no creyendo lo que estaba viendo-¡Jefe!

 

Mi jefe, la persona que más admiraba y a la que más cariño le tenía, me había secuestrado y me había encadenado. ¡Cómo era eso posible!

 

-Supongo que quieres una explicación-otra persona apareció de entre las sombras… Héctor.

 

Ante mí, se encontraban ellos dos, ¡¿qué significaba todo eso?! No comprendía la escena que se estaba desarrollando en aquella habitación. Esto era algo típico de Héctor, pero…¡¿del jefe?! ¿Qué relación tienen estos dos? Mi cabeza se encontraba exhausta, entre el trabajo, el encontronazo con Héctor y esta escena, sólo deseaba una cosa. ¡Salir de allí inmediatamente!

 

-Supongo que quiere una explicación, ¿no, papá?-dijo Héctor sonriendo y haciendo énfasis en la palabra “papá”.

 

-¡¿Papá?!-pregunté yo asombrado.

 

-Verás Marcos, déjame que te cuente una historia…-dijo el jefe antes de contarme su historia.

 

Hace ya 52 años que yo nací, ¿sabes? Yo nací… “Diferente”, ¿sabes? Yo nací como un “sucio maricón”, o así me llamaban mis compañeros de escuela. Hace 40 años las cosas no eran como ahora. Cuando me dí cuenta de que no era igual que los demás, a los 13 años, le pregunté al párroco de mi pueblo qué debía hacer, ¿y sabes lo que hizo? Me puso contra la pared y me metió la polla sin compasión. Me dijo que como contara algo, Dios me mataría. Con el paso de los años me di cuenta de que si quería seguir con vida, debía casarme con una mujer. Mis padres me buscaron una bonita esposa y me casé con ella. Tuvimos una vida sexual muy activa, y tuvimos a un hijo incluso, Héctor. Pero yo no era feliz. ¿Sabes por qué? ¡¿Sabes por qué?!

 

-Eh… ¿por qué era gay?-dije yo asustado.

 

-¡Exacto!-dijo el jefe y continuó con la historia.

 

Fui obligado por los tiempos a ser lo que no era. Tú no sabes lo frustrante que es levantarte al lado de una persona a la que no quieres. Y para colmo, mi hijo nació con el mismo problema que yo, ¿pero sabes qué? Su madre le prohibió salir con chicos. Dijo que eso era asqueroso. ¿Y sabes lo que hicimos? MATARLA. Desde entonces los dos somos libres. En ese momento me prometí a mi mismo y a mi hijo que lo mismo que yo fui obligado a ser algo que no era, obligaré a todos los chicos que pueda a ser lo que no son. Es ahí donde entras tú.

 

-P-pero...¿por qué?-pregunté yo desesperado.

 

-¿Por qué?-dijo el jefe antes de contar su plan.

 

Decidí montar un bar donde contratar jóvenes camareros... Y después de haberme ganado su confianza, secuestrarlos y convertirlos en maricones, juguetes sexuales para luego venderlos como esclavos sexuales. Eres un privilegiado. Tú serás el primero. Desde el momento en que te ví con aquella cara decaída por la calle, supe que tú serías el primero. Pero teníamos que esperar a que tuvieras 18…

 

-Espera… ¿Entonces… Lo de tu novia, lo del reloj perdido, lo del parque…? ¿Todo estaba preparado?-pregunté yo asustado.

 

-Aquella guarra quiere mi polla, así que fue fácil convencerla para que viniese a cenar. Al día siguiente, la mandé a la mierda. Y lo demás estaba preparado-dijo Héctor con sonrisa arrogante.

 

-¿Y cómo me dormisteis en el almacén?-pregunté yo curioso.

 

-Mi madre trabajaba en el hospital, y a mí me dejan entrar allí fácilmente, así que solo tuve que robar anestesia,jeje-dijo Héctor con su habilidad tono chulesco.

 

-Bueno, hijo, te lo dejo a ti, amaéstralo. Y bien, ¿eh? Que ya tenemos varios compradores interesados-dijo el jefe sonriendo y alejándose.

 

Los siguientes dos minutos estuvimos en silencio. Yo me estaba allí encadenado a la pared y él se acariciaba el paquete lascivamente por encima del pantalón mientras me mostraba su sonrisa de medio lado. Sus ojos fríos como el hielo, tenían un fuerte impacto sobre mí.

 

-Resistirse es inútil, te voy a empotrar y no hay nada que puedes hacer-dije él con sus ojos clavados en mí.

 

Yo sabía que no había nada que pudiera hacer, así que no hice nada. Incluso había una parte de mí que lo deseaba. Y no entiendo por qué. ¿Por qué deseaba a aquel chico que solo me veía como un agujero?

 

No tuve tiempo para pensarlo porque empezó a desencadenarme. Me bajó de la pared y me sonrió. Pero no era una sonrisa de amabilidad, más bien era una sonrisa de superioridad. Una sonrisa que proclamaba que yo era suyo, y que él podía hacer lo que quisiese conmigo. De repente, sacó de su bolsillo una especie de cadena-correa como la de los perros. Me encadenó el cuello y tiró de la cadena acercándome a él. Sin que yo me lo esperaba, me besó.

 

Sus labios se fundieron con los míos en un beso, pero no un beso cualquiera. Era un beso salvaje, que no escondía ningún sentimiento, su lengua se removía en mi boca de un lado a otro. Se mezclaba con la mía una y otra vez, me chupaba la lengua y me mordía el labio para marcarme como mercancía. En ese momento era suyo, él lo sabía y yo lo sabía.

 

Me hizo ponerme a cuatro patas y él se quedó de pie. Sin mediar palabra, sacó su rabo descomunal de su pantalón. Era tan grande y gordo, que las venas se le marcaban en la punta, era una polla de hombre, de un auténtico macho. Yo era mayor que él y aún así me iba a someter.

 

-¿A qué estás esperando? Chupa-dijo con un tono de voz autoritario.

 

Me acerqué a su polla a cuatro patas cual perro, porque ahora yo era eso, un simple perro. Iba engullendo su enorme pollón cuando, me lo introduce de golpe entero. Mis arcadas no tardaron en hacer acto de presencia, pero a él no le importaba. Es más, parece que le divertía, pues comenzó a follarme la boca a ritmo frenético. En el sótano, sólo se oían nuestros gemidos, aunque los míos ahogados por su enorme polla.

 

Sus brutales acometidas me dejaban sin respiración, pero repito que a él no le importaba, simplemente me miraba. Su rostro estaba serio, pero con sus fríos ojos, expresaba todo el poder que tenía sobre mí. Cuando se cansó tiró de la cadena y me dio la vuelta. Sacó del armario una especie de vibrador a pilas, así a ojo debía medir unos 20 cm. Me asusté, pero me asusté aún más cuando me dijo lo siguiente:

 

-¿Alguna vez has probado dos pollas a la vez en tu culo? Según dicen es una sensación increíble. No te preocupes, que enseguida lo sabrás-dijo él restregando el vibrador por la raja de mi culo.

 

Entonces, noté algo largo y frío en mi interior, efectivamente, se trataba del vibrador. Me penetró de una sola vez, por lo que emití un grito de dolor. Entonces me cogió de la cadena y me hizo girar la cabeza. Con su polla aún fuera del pantalón, se bajó los pantalones y los calzoncillos, para metérmelos en la boca. Después se quitó su camiseta. Pude ver esos pectorales recién formados que seguramente podrían levantar alguna que otra falda, sin embargo me prefería a mí.

 

-Ya deberías haberte acostumbrado a esos calzoncillos. Bueno… Es la hora de que veas las estrellas-dijo Héctor en tono burlesco.

 

Con el vibrador aún dentro, me metió su polla entera de una sola vez. Esta vez mi grito habría sido mucho mayor, pero al tener los calzoncillos en la boca solo pude articular un “arfg”.

 

-Ahora vas a empezar a sufrir, guarra-me dijo mi violador al oído en un susurro.

 

Sin piedad comenzó a ensartarme, con cada embestida que daba un dolor indescriptible nacía en mí. Sabía que suplicarle no serviría de nada, así que me callé como lo que era ahora, su puta.

 

Cuanto más fuerte me embestía, más me tiraba de la cadena. La mezcla entre el dolor que sentía en mi esfínter con el ahogamiento que me producía la cadena, no sé por qué, me estaba dando un gran placer.  Pero poco a poco, el dolor fue desapareciendo y mis gritos de dolor se convirtieron en gemidos de placer. Él lo notó y me quitó el calzoncillo de la boca.

 

-Quiero oírte gemir como la perra que eres-dijo Héctor tirando más fuerte de la cadena de mi cuello.

 

Mis gemidos aumentaron más y más. Él me penetraba ya fuera de sí. Nos habíamos convertido en animales, en bestias en celo, lo único que queríamos era más y más sexo. Cuando mi cuerpo estaba aproximándose al éxtasis absoluto él se corrió dentro de mí. Acto seguido, yo hice lo mismo en el suelo.

 

Nos quedamos así, gimiendo, un rato. Después sacó su polla ya flácida y el vibrador de mi culo. Me hocicó en el suelo y me dijo que limpiara mi semen. Saqué mi lengua tímidamente y lo limpié. Satisfecho, se vistió y me volvió a encadenar a la pared.

 

-Ha dio una sesión de entrenamiento muy buena. Pero esto es solo el principio, pronto empezaremos con lo más duro. Ahí te quedas-dijo mi secuestrador, y acto seguido se perdió en la oscuridad del sótano.

 

Allí me quedé yo, encadenado a la pared y completamente desnudo, había sido humillado de nuevo. Mi dignidad fue destruida hace tiempo. Ahora ya no era nada, nada más que un simple juguete.

 

 

 

CONTINUARÁ…

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Eso es todo por ahora. Empezaré a escribir la tercera y última parte, ya tengo una idea más o menos concreta. Pero antes de nada me gustaría saber vuestra opinión. ¿Os gustaría que el jefe también violara al protagonista? Si me pedís que sí, puede que el próximo capítulo sea más interesante… En fin, muchas gracias por leer.

 

OS SALUDA

 

EL ENTERRADOR

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