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El diario de aprendizaje de Rick Jones 6 y 6.5

en Gays

Y aquí estamos una vez más. Siento haberos dejado así la última vez, pero me temo que así es el mundo del espectáculo (no sé si esto es un espectáculo, pero bueno xD). Ya no os hago esperar más, que no quiero ser un demonio, así que aquí tenéis, el desenlace que tanto ansiáis.

 

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Diario de una adolescencia gay

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Un relato del Enterrador

 

El diario de aprendizaje de Rick Jones 6: Aprender a tener una primera cita

 

Peter se agachó ante mí sin ofrecer resistencia y con expresión solemne. Me quedé paralizado mirándole, creía que se iba a resistir, creía que me iba a gritar, e incluso creía que me iba a pegar, pero no lo hizo. Iba a hacer lo que le había dicho, iba a chuparme la polla. Sin mirarme a la cara me pidió que fuera yo el que estuviera contra la puerta, ya que él iba a estar agachado y no podría bloquearla. Me dijo que lo último que quería es que nadie nos pillara.

 

Aún incrédulo le hice caso y me apoyé contra la puerta de pie, él se colocó de rodillas ante mí y comenzó a desabrocharme el cinturón. Dios, no hacían falta preliminares para que mi polla se pusiera dura, estaba empalmado desde el momento en el que había dicho ese “está bien”. Estaba tan excitado y descolocado que hasta había olvidado el profundo cabreo que tenía unos segundos antes. ¿Tanto efecto tenía en mí ese cabrón? ¿Tanto efecto como para tranquilizarme con dos simples palabras?

 

En ningún momento alzó la mirada, se limitaba a mirar lo que estaba haciendo son expresión seria y sin decir una sola palabra. Me desabotonó el botón del pantalón y me bajó la cremallera despacio y con delicadeza. Después, bajó el pantalón hasta el suelo y se quedó mirando mis gallumbos.

 

Aquello no estaba bien. Un remolino de remordimiento estaba asolando mi mente, pero por otra parte mi polla me pedía a gritos que me olvidara de todo y le tapara la boca a pollazos. En realidad yo no quería hacerlo si para ello tenía que obligar a Peter. Yo quería hacerlo con él porque los dos quisiéramos, porque yo… porque yo… Pero… ¡¿qué cursiladas estoy diciendo?!

 

Colocó las manos en mis calzoncillos para bajármelos y justo antes de que lo hiciera puse mis manos sobre las suyas y lo detuve. Los dos permanecimos quietos, él no me miraba y tampoco se atrevía a hablar, así que decidí hacerlo yo:

 

-No lo hagas-murmuré.

 

-Si no lo hago les contarás a todos lo que realmente soy, ¿no? Un asqueroso maricón sediento de polla de profe de literatura.

 

Me quedé en silencio. Yo ya sabía que era un gilipollas, porque me conozco desde hace años, pero creo que en aquel momento hasta a mí mismo me dieron ganas de meterme de hostias. Joder, era un puto subnormal.

 

-No tengo todo el día, ¿sa…?

 

-Vayamos a cenar esta noche-solté de repente interrumpiéndole.

 

-¿Que qué?-exclamó sorprendido.

 

Le cogí de las manos y lo alcé para que se pusiera de pie. Luego, mientras me volvía a poner los pantalones me empecé a reír como un loco.

 

-¡Jajajajajaja! ¡No puedo creer que lo hayas hecho! ¡Sólo te tomaba el pelo!-mentí.

 

-¿Eh?

 

-Vamos, no soy un violador-sonreí-. ¿De verdad creías que iba en serio?

Tenía que arreglar eso como fuera. Solía soplármela que alguien me odiara, pero si se trataba de él no podía permitirlo, ¿que por qué? ¡Pues muy sencillo! ¡Porque era el único agujero potable de la puta ciudad!

 

-Gilipollas-masculló.

 

Al menos en algo estábamos de acuerdo. Me aguanté un suspiro de alivio para que no notara que había sido mentira lo que había dicho y continué con una sonrisa:

 

-Pero a cenar si vas a tener que venir.

 

Resopló y me dedicó una mirada de exasperación.

 

-¿Te apetece?-insistí.

 

-¿Acaso tengo otra opción?-preguntó cruzándose de brazos.

 

-Jeje. Creo que no.

 

-Al igual que Fausto, ahora debo pagar el castigo por mi pecado, amar a un profesor. NI que hubiera vendido el alma al diablo...-suspiró.

 

-¿Quién ese Fausto? Suena a nombre latino, ¿es amigo de Marcos?

 

-¿A dónde vamos a ir?-cambió de tema dándome por imposible.

 

-Es una sorpresa, así que tienes que darme tu dirección para que te pueda recoger. Ah, y tu número de móvil.

 

-¿Estás loco? ¿Porque iba yo a…?

 

-Sé lo que hiciste el último verano, aunque no fuera verano-acerqué mi cara a la suya.

 

Me echó una de sus famosas miradas asesinas y escribió en un papel los datos que necesitaba. Me guardé el papel en el bolsillo con una sonrisa triunfal y abrí la puerta del baño.

 

-¿Ya me puedo ir?-dijo molesto.

 

-Claro, cariñín. Te recogeré esta noche-sonreí juguetón.

 

Se fue con cara de pocos amigos y yo me dirigí a casa para prepararme. Quería estar guapo para impresionar a Peter, de modo que tendría que pedir consejo de moda a la única persona que conocía que estaba interesada en eso. Vaya mierda, otra vez tenía que hacer un pacto con el diablo…

 

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-¿Y qué saco yo con eso si puede saberse?-dijo con una sonrisa malvada en su rostro.

 

-Te dejaré la PSP siempre que quieras-respondí enfurruñado.

 

Estaba en el cuarto de la enana para pedirle que me aconsejara en cuanto al estilismo del que haría gala en la cita. Su cuarto era cursi y empalagoso, todo pintado de rosa. Tenía una lámpara del techo que imitaba un paracaídas y en la que salía Minnie Mouse, una cama enorme con sábanas del más puro color blanco, un armario amarillo chillón a la derecha de ésta, una enorme tele de plasma en lo alta de la pared y un escritorio de Hello Kitty con fotos de la famosa gata.

 

Ella estaba tumbada en la cama bocabajo con las piernas apoyadas en el cabecero y mirándome con poco interés. Yo, por mi parte, estaba de pie ante ella mirándola con expresión molesta y deseando salir de allí. Siempre que entro allí me pasa lo mismo, me entran unas ganas tremendas de vomitar, y es porque las habitaciones de las chicas siempre huelen a perfume. Lo malo es que no es un olor discreto, sino uno muy fuerte que se te mete en las fosas nasales. Mi teoría es que hacen que el cuarto huela así para que cuando se tiren pedos (porque las tías se tiran pedos también aunque se empeñen en negarlo) no huela.

 

-No es suficiente-sentenció.

 

Chisté y le pregunté:

 

-¿Y qué más quieres?

 

-Quiero que lo traigas aquí-sonrió.

 

Se puso a mover las piernas como lo hacen las chicas cuando están tumbadas, lo cual, hacia arriba, era un poco ridículo.

 

-Está bien, pero hoy no.

 

-Qué aburrido eres… Pero vale, acepto-infló los mofletes-. Ay, qué harías sin mí, hermanito.

 

-Probablemente sería el presidente de los Estados Unidos de América.

 

-¿Tú? Pero si el año pasado te compró papá un hamster y te sentaste encima de él al día siguiente. La responsabilidad no es lo tuyo-se rió.

 

-¡No sabía que estaba ahí! ¡Además, no me lo recuerdes, que aún me persigue su fantasma!

 

-En fin, vamos a tu armario a ver de qué material disponemos.

 

Se levantó y fuimos juntos a mi cuarto. Al abrir la puerta miró el suelo y puso cara de asco. No sé de qué se sorprendía, a pesar de que le tenía prohibida la entrada, había entrado muchas veces, no era nuevo para ella.

 

-Vas a tener que llevarme en brazos.

 

-¡Ja!-exclamé.

 

-Tú mismo. Si no me llevas en brazos no entro, porque yo ese suelo no lo piso. Y si no entro, te quedas sin ir elegante a tu cita con ese chico.

 

La miré con odio y resoplé para después levantarla de las piernas y llevarla en brazos hasta mi armario.

 

-Qué guay, parezco una princesa-sonrió animada.

 

-¡Osea, que yo no puedo ser el presidente y tú sí puedes ser una princesa!

 

-¡Calla, asesino de hámsters!

 

-¡Que fue un accidente!

 

-Sí, sí, lo que tú digas-me dio la razón como a locos-. Ahora ya puedes bajarme.

 

La puse en el suelo y comenzó a examinar con detenimiento todo lo que tenía en el armario. Mi hermana era una lince para los temas de moda, todo lo contrario que yo que siempre me ponía la misma sudadera mugrosa todos los días. Cuando terminó de verlo todo asintió y me miró.

 

-Ahí sólo hay basura.

 

-¡Oye, que ésa es mi ropa!

 

-Pero no te preocupes, igual algo de la ropa de papá te sienta bien.

 

Qué remedio, tendría que ponerme uno de los atuendos de pijo que tenía papá. Lo único que esperaba era que no tuviera que ponerme uno de esos trajes de viejo para parecer un pingüino con artrosis.

 

-¡Aúpa!-alzó los brazos hacia mí.

 

-¿Aú… pa?-solté incrédulo.

 

-Esto… no… yo…-respondió sonrojada.

 

-Pffff…. ¡Jajajajajajajaja! ¿Qué tienes, 3 años?-me reí a todo volumen.

 

-¡Calla!

 

-Si querías que tu hermanito te llevara en brazos sólo tenías que decirlo-susurré sonriendo.

 

-Es que… tú solías cogerme cuando era pequeña y…

 

-¡Jajajajajajaja!

 

-¡Capullo!-gritó.

 

-Lo siento, no lo puedo evitar, jajajajaja.

 

-Tsk. ¡¿Sabes qué? Voy andando!

 

Se apartó de mi lado y caminando de puntillas para esquivar los restos orgánicos que había en el suelo, salió corriendo y fue al cuarto de mis padres.

 

Qué divertido, resulta que la enana quería que la cogiera en brazos como si fuera un bebé. Era una lástima que ese día tuviera prisa, si no, podría haberla estado chinchando con eso un buen rato.

 

Salí tras ella y me la encontré toda roja examinando la ropa de mi padre. Ni siquiera me miró cuando entré. Estaba muerta de vergüenza la muy gilipollas. Tuve que aguantarme la risa, porque es que era buenísimo.

 

-¿Dónde está la peque más bonita para su hermanito?-exclamé.

 

-¡Cierra la puta boca, anormal!-gritó toda roja.

 

-Te ha castigado Dios por chantajear a tu hermano, enana-saqué la lengua.

 

-B-bueno…-apartó la mirada para dirigirla de nuevo al armario de mis padres-. Empecemos.

 

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Le había mandado un mensaje a Peter para decirle que iría a recogerle a las diez a su casa, así que a la hora prevista fui allí. Vivía al otro lado de la ciudad, pero gracias a Dios mi padre me había dejado su coche. Aparqué y toqué el timbre, entonces un chico que parecía un poco más joven que nosotros me recibió.

 

-Ahí va, tú debes de ser Jones, ¿no?-exclamó sorprendido.

 

Era el mismo chico que había visto en la representación del otro día, uno de los que estaba entre el público. Supuse que sería su hermano.

 

-No estamos en la escuela, puedes llamarme Rick-sonreí.

 

-Tu cara me suena-me miró fijamente.

 

Seguramente le sonaba porque me había visto en falda y con bragas. Ah, ¿no os lo he contado? Sí, Rooney me hizo ponerme bragas porque decía que eso dotaba a la obra de más verosimilitud. Hijo de puta…

 

-Me habrás visto por los pasillos alguna vez-respondí.

 

-¡Ah, claro! ¡Qué tonto! Debe de ser eso, jajaja-sonrió.

 

Era un chico bajito y con una cara muy aniñada, pero me recordaba a Peter en cierto modo, como si en esa mirada inocente se escondiera la de su hermano.

 

Cuando iba a pasar, Peter apareció tras él y apartó a su hermano delicadamente.

 

-Justin, te dije que no abrieras a desconocidos.

 

-Pero hermanito, es tu amigo, ¿no?-hizo pucheros el otro chico.

 

Así que se llamaba Justin. Me interesaba, después de todo iba a ser mi cuñado.

 

-¿Y si llega a ser un violador o algo peor?-frunció el ceño Peter.

 

Justin infló los mofletes y se cruzó de brazos molesto.

 

-Vaya, parece que alguien tiene complejo de hermano mayor-sonreí.

 

-Tú te callas-me soltó severamente Peter-. En fin, me voy. Volveré pronto, así que no te preocupes.

 

-No soy un bebé, hermanito. Sé cuidarme solo-añadió molesto.

 

-No le abras la puerta a nadie.

 

-Lo sé, lo sé-puso los ojos en blanco.

 

-Tranquilo, Justin, te lo devolveré con vida-le guiñé un ojo.

 

-A ver si puedes hacer que sea un poquito menos estirado, Rick-suspiró el muchacho.

 

Después de otro millón de explicaciones por parte de Peter a Justin a las que yo creo que el chico no prestó atención, ambos nos fuimos. Lo llevé hasta mi coche y le abrí la puerta como el caballero que era.

 

-Miedo me da subirme a un coche conducido por ti. ¿Seguro que no vas fumado?

 

-Bah, sólo un poco de éxtasis y algo de caballo, poca cosa-sonreí.

 

Se subió dándome por imposible y arranqué rumbo al refinado restaurante donde pensaba llevarle, el más exclusivo de la ciudad, donde sólo iba gente de primera categoría a comer comida de primera categoría.

 

-¿El… McDonald’s?-soltó al llegar.

 

-¡Así es! ¿A que mola?

 

-¡Qué cutrez!

 

-¿Y qué esperabas? Soy un adolescente, no puedo permitirme una comida en un restaurante pijo.

 

Entramos y vimos que había poca gente. Mejor, porque así sería una cita más íntima con más oportunidades de enamorarlo con mi labia. Le dije que se sentara, que yo iría a pedir, pero él se rehusó alegando que no era un niño pequeño, así que fuimos los dos juntos al mostrador.

 

Había cuatro colas, y nos metimos en la más corta hasta que una de las dependientas nos atendió.

 

-¿Qué desean?-sonrió la mujer.

 

-Las damas primero-empujé a Peter para que pidiera.

 

Me echó otra mirada asesina y comenzó a mirar los carteles del techo con muchas dudas.

 

-Oye, que es para hoy-le metí prisa.

 

-E-es… que…-se sonrojó-es la primera vez que vengo a uno de estos.

 

Suspiré y le señalé uno de los carteles recomendándole una hamburguesa estaba muy buena.

 

-Esa-señaló el cartel que le había dicho.

 

-Ah, la McRoyal deluxe. ¿Quiere el pan con gluten o sin gluten?

 

-¿Eh? Con gluten está bien.

 

-Bien, ¿y qué tipo de pan desea? ¿Pan de sésamo, mollete blanco, pan de sabores?

 

-P-pues… El pan de sésamo mismo-contestó nervioso.

 

-¿Y de qué tamaño? ¿Deluxe, extra deluxe, mediana, pequeña?

 

-Esto… esto… ¿Rick?

 

Me miró y yo estaba descojonándome pegado a la pared para que no lo notara.

 

-¡Maldito sátiro, ven aquí y ayúdame!

 

Intenté controlarme y volví a su lado. Era mi oportunidad para demostrarle que era un hombre seguro de sí mismo y muy masculino, un puro macho vamos, con la polla como la de un caballo.

 

-Mira, tía-me hice el chulo-, queremos…

 

-Huy, se acabó mi turno. Hasta luego, cocodrilo.

 

Me quedé ahí como un gilipollas con la palabra en la boca. Ahora era Peter el que se reía de mí.

 

-Qué fácil es reírse de los demás, ¿no te da vergüenza?-le recriminé.

 

-¿Quién ha empezado?-sonrió irónico.

 

Entonces apareció otro dependiente de la cocina. No podía creer quién era. Me quedé de piedra y creo que Peter también.

 

-Hola-sonrió-, ¿en qué puedo…? ¡Otras, vosotros!

 

-¿David?-le miré extrañado.

 

-Hola, Rick-respondió.

 

-¿Por qué no me habías dicho que trabajabas aquí?

 

-Es… complicado. Perdona, ¿vale? Sé que eres mi amigo y debería contarte estas cosas, pero…

 

-No sé si podré perdonarte-me hice la víctima.

 

-Os regalo el refresco.

 

-¡David, te quiero!-le abracé.

 

-Bueno, ahora que estáis tan acaramelados yo me voy…-sonrió Peter echando a andar.

 

Inmediatamente me giré hacia él y le agarré del brazo con una sonrisa.

 

-¿A dónde te crees que vas?

 

Suspiró y se acercó de nuevo a nosotros.

 

-En fin, queremos dos McRoyal Deluxe de tamaño deluxe, pan de sésamo, patatas medianas y para beber… eh…

 

-Coca-cola-prosiguió Peter.

 

-¡Eso!

 

-Muy bien. Ahora os lo traigo-sonrió David.

 

Sonreí y me apoyé en el mostrador con chulería para impresionar a Peter.

 

-¿Qué te ha parecido, nene?

 

-Había un poco de ketchup en el mostrador. Te has manchado el codo.

 

-¿Qué? ¡Oh, mierda!-me aparté bruscamente.

 

Miré el estropicio y no me había manchado nada. Maldito hijo de puta…

 

-En fin-sonrió pérfidamente-, voy a ir buscando mesa, “nene”. Tú lleva las cosas, ya que parece que eres el macho alfa.

 

Se alejó de mí y yo me quedé esperando a que David trajera la puñetera comida.

 

Un poco después salió de la cocina con todo lo que habíamos pedido.

 

-¿Qué tal va? ¿Ya lo tienes loquito como tú decías?-se rió.

 

-Me falta poco. Es imposible resistirse a mis encantos, ya sabes-sonreí arrogantemente.

 

-¿Sabes, Rick? Admiro mucho esa confianza que tienes en ti mismo.

 

-Bueno, ¿qué puedo decir? Soy prácticamente perfecto en todos los sentidos.

 

Cogí las cosas y me despedí de David. Le dije que ya le contaría qué tal salió la cita el lunes en clase. En aquel momento no podía ser más feliz, era viernes por la noche, estaba en una hamburguesería y estaba con el aguje… eh… chico de mis sueños, ¿qué más podía pedir?

 

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-Parece que no eres tan hombre como parecía-levantó la vista del móvil al ver que venía.

 

El muy cabrón me veía cargado con tres putas bandejas y no se dignaba a levantarse para ayudarme. Pero no me rendí, le iba a demostrar que podía ser un tío responsable y ocuparme de todo. Dejé las bandejas en la mesa con cuidado y me senté enfrente suya.

 

-Bah, si esto para mí no es nada.

 

-Pues estás sudando-dijo mientras guardaba el móvil.

 

-Eso es por ti. Sudo de los nervios de estar contigo, amor mío-sonreí.

 

-Ya, ya-puso los ojos en blanco.

 

Cogimos las cosas y las empezamos a preparar para comer. La verdad es que adoraba esa especie de ritual antes de comer en McDonald’s cuando te preparas lo que vas a comer. Hace que tu hambre aumente por el olor de la comida que tienes delante y ese ansia te alimenta para después devorar con más ímpetu la comida.

 

-Oye-me llamó la atención-, ¿por qué te has puesto hoy así?

 

-¿Así cómo?

 

-Cuando estaba hablando con Brent y le has dado un puñetazo a la pared.

 

Se me había olvidado por completo. Qué gilipollas. ¿Cómo podía haberme olvidado de algo tan importante? El desconcierto de que me fuera a chupar la polla y la alegría por la cita habían borrado de mi mente el cabreo que tenía porque Peter había dejado el club de teatro. De repente se me hizo un nudo en la garganta.

 

-¿Por qué has dejado el club de teatro?

 

-No me cambies de tema-frunció el ceño.

 

-Responde y yo te responderé-le dije serio.

 

-Pues porque quiero dedicarme por completo a la poesía. El teatro me aburre.

 

-Tienes un futuro muy prometedor en el teatro. ¿Lo vas a tirar por la borda por la poesía? La poesía no le importa a nadie.

 

-No te importará a ti, que eres un paleto, pero a mí sí que me importa.

 

No entendía por qué, pero el buen humor que tenía estaba desapareciendo, se estaba convirtiendo poco a poco en rabia y en mucha ira, y no quería soltarla con Peter, necesitaba controlarme.

 

-Algo estás ocultando.

 

-Eso no es asunto tuyo, Jones.

 

-Sí, sí que lo es-le reprendí.

 

-No, no lo es. ¿Sabes lo que eres para mí? Un chantajista, nada más. Eres el tío que sabe que me gustaba el de literatura y que lo va a usar contra mí como no le haga caso. Eso eres para mí. No te emociones, porque no significas nada. Si estoy aquí es por eso, no porque me gustes ni porque siquiera me caigas bien. Es más, te odio. Te odio profundamente.

 

Repentinamente un sinfín de emociones empezaron a mezclarse en mi estómago. Miré la hamburguesa y me dieron arcadas, no podía comer. No sabía cómo iba a reaccionar, si iba a dar un puñetazo en la mesa, si ibas a arrancar a llorar o si me iba a poner a reír como un loco.

 

Él se puso a degustar su hamburguesa como si nada, ignorándome. Sonrió y comentó que era verdad que estaba muy rica, pero yo no supe qué decir, no sabía qué hacer.

 

-¿Por qué has dejado el club de teatro, Peter?

 

-No te consiento que me llames Peter, Jones. No hay ese grado de confianza entre nosotros. Para ti soy Wright-me miró fríamente-. Ademaś, ya te he respondido.

 

-Te vuelvo a preguntar porque sé que no has dicho la verdad.

 

No me entendía a mí mismo. No comprendía cómo podía hablarle con tranquilidad cuando en ese momento tenía más emociones reunidas en mi ser que las que había experimentado a lo largo de toda mi vida.

 

-Mira, quería dedicarme a la poesía, ya está. Fui a hablar con Brent para decírselo, por eso canceló la hora del club de teatro. Estuvimos hablando y aunque yo creía que me iba a alabar por interesarme por la poesía, lo único que hizo fue decirme que el teatro se me daba mejor.

 

-Cállate-murmuré apenas audiblemente.

 

-Qué idiota. Yo quería pasar más tiempo con él y él ni lo notó, ¿sabes lo que se siente cuando pasa eso?

 

Ja. Qué irónico que sea él quien me pregunte eso.

 

-Peter Wright-le eché una mirada fría-, ¿por qué dejaste el puñetero club de teatro?

 

-Me estás empezando a cabrear, Jones.

 

-Te estoy preguntando por qué dejaste el puto club, así que responde.

 

-¡¡¡PORQUE TÚ ERAS LA PUTA ESTRELLA!!!-gritó dando un golpe en la mesa.

 

Se hizo un silencio en el restaurante y todo el mundo se quedó mirándonos. Peter repentinamente se dio cuenta de la situación en la que estaba y se sonrojó. Entonces echó a correr y salió del restaurante. Yo me quedé unos segundos mirando la mesa con expresión seria.

 

-David-le llamé-, por favor prepárame lo que ha sobrado para llevar.

 

-A-ahora mismo-dijo sorprendido.

 

David me lo preparó todo y la gente murmuró acerca de nosotros, pero no le di importancia, porque como ya he dicho otras veces, no es la primera vez. David me preguntó qué había pasado, pero no tenía ganas de hablar, así que le dije que ya se lo contaría y me despedí de él llevándome las comida en una bolsa.

 

Eché a andar hacia el coche con paso pausado y lúgubre debido a que aún estaba un poco desanimado. Cuando llegué al coche mis sospechas se cumplieron, y gracias a Dios que así lo hicieron, Peter estaba apoyado al coche mirando el móvil todo rojo.

 

Pasé a su lado y ni me miró. Me coloqué a su lado y vi que estaba temblando, así que me quité la chaqueta y se la puse dándole un beso en la cabeza. Después abrí el coche.

 

-Vamos a casa.

 

-Q-que sepas que he venido aquí s-solamente porque mi ca-casa queda muy lejos.

 

-Ya-le dediqué una sonrisa triste.

 

Ambos entramos y me puse a conducir a su casa.

 

-¿Es que no piensas decir nada?-me miró nervioso.

 

-Lo siento. Soy un gilipollas que se ha aprovechado de tu debilidad y encima te ha arrebatado tu título en el teatro. Sólo soy una molestia.

 

-¿Eh?

 

-Te llevaré a casa. Ah, y no te preocupes, que yo me iré del club de teatro y me alejaré de ti para siempre.

 

-P-pero…

 

-Lo siento mucho, Wright-sonreí melancólicamente.

 

Se me quedó mirando todo el viaje, pero ninguno de los dos dijo nada. Luego, lo dejé en su casa y se despidió de mí, a lo que yo le respondí con otra sonrisa. Conduje hasta casa con la mente en blanco, dejé el coche en el garaje y entré. La enana me recibió efusivamente.

 

-¿Qué tal ha ido?-sonrió ampliamente-. ¿A que mi traje ha sido un éxito?

 

Le acaricié la cabeza y sonreí.

 

-Sí. Muchas gracias.

 

-¿Eh? ¿Rick?

 

Subí las escaleras y me fui a mi cuarto, dejándola en el salón.

 

-Te has… olvidado la chaqueta, Rick-murmuró para sí misma triste.

 

Dejé la bolsa con la comida encima de la mesa del escritorio y me tumbé en mi cama sin quitarme la ropa siquiera y sí, hice lo que todos estáis pensando, me puse a llorar. Ja, el pasota y gilipollas de Rick Jones estaba con la cabeza metida en las sábanas llorando como todo el nenaza que era. Era un gilipollas y ahora lo estaba pagando. Peter me odiaba, así que nada podía hacer yo ya, sólo llorar, llorar y preguntarme que por qué estaba llorando.

 

CONTINUARÁ…

 

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Jo, que yo quería mostrar a Rick como un adolescente carente de sentimientos y miradlo ahora xD Me parece que ha cobrado vida propia. Mención aparte tiene Peter, que también muestra cada vez más su personalidad, y aunque parezca retorcido y cruel, creo que tiene razón en lo que dice. En fin, estos personajes me hacen sentir, así que creo que escribiré sobre ellos mucho tiempo. Aunque el próximo capítulo de Rick y Peter tendrá que esperar, primero presentaré a la tercera pareja (no me matéis xD)

 

Bueno, para que no me matéis, aquí tenéis un extra que en principio iba a ser exclusivo de wattpad (al final os los estoy publicando todos aquí también xD)

 

OS SALUDA

 

EL ENTERRADOR

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El diario de aprendizaje de Rick Jones 6.5: Aprender a proteger a tu hermano/a menor

 

Aquel fue el fin de semana más largo de mi vida. Yo nunca había sido un llorica ni nada por el estilo, es más, la gente quejica y que se autocompadece siempre me ha parecido muy aburrida, pero no podía contenerme, no podía controlarme. Me pasé todo el finde metido en mi cuarto tumbado en la cama y escuchando una y otra vez la canción “Time after time” de Cyndi Lauper. Nunca me había gustado esa canción, creía que era estúpida y demasiado depresiva. Sin embargo, no podía parar de oírla.

 

No me había cambiado de ropa y tampoco salía de mi cuarto para nada, ni siquiera para comer. Curiosamente, nadie vino a molestarme. Supuse que a mis padres se la sudaba y que la enana estaría a lo suyo. No obstante, la situación no era como yo la imaginaba.

 

MIentras yo miraba al horizonte con la cara inundada de lágrimas, mi hermana y mis padres estaban en el salón almorzando.

 

-Lleva ya tres días encerrado-murmuró Maggie triste.

 

-¿Has dicho algo, cielo?-preguntó mi padre comiendo del plato.

 

-¿Eh? N-no, nada.

 

-Rick me tiene preocupada, creo que subiré a ver como anda-dijo mi madre.

 

-¡No!-gritó Maggie nerviosa-. Mamá, ya te dije que el viernes Rick cenó algo que no le sentó bien y ahora tiene diarrea explosiva. No quiere que se le moleste, así que es mejor dejarlo tranquilo.

 

-Ya, pero…

 

-No te preocupes, yo le estoy llevando la comida-sonrió la criaja-, y se está alimentando bien.

 

-Deja a tu madre que vaya, Maggie. Llevas desde el sábado negándole la posibilidad de ir. Es normal que esté preocupada-alegó mi padre.

 

-¡Que no! ¡Yo y sólo yo lo voy a cuidar!-gritó toda roja.

 

-Está bien-suspiró mi madre-, pero por favor dile que estoy preocupada y que si quiere yo le llevo al médico en un momento.

 

-V-vale.

 

Maggie realmente se estaba preocupando por mí. Sabía que yo no iba a querer comer, así que no me molestaba llevándome la comida, simplemente se deshacía de ella y además, mantenía a mis padres lejos para que pudiera estar tranquilo. Me pregunto cuándo comencé a ser un gilipollas con ella. Yo antes no era así, antes era muy cariñoso y un buen hermano mayor, pero en algún momento debí de volverme arisco.

 

¿Quizás fue…? Recuerdo una vez cuando yo tenía 10 años y ella tenía 7…

 

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Yo siempre estuve muy ilusionado con la idea de tener una hermana pequeña. Me parecía guay tener a alguien a quien tener que proteger del mundo, tener a una princesa de la que ser su caballero, así que pensaba ser siempre el guardián de mi hermana. Debido a eso, Maggie y yo siempre estuvimos muy unidos. Me la llevaba a todas partes y jugaba con ella.

 

A ella le encantaba que la cogiese en brazos y la llevara a cualquier parte. A mí también me gustaba hacerlo, porque me sentía como un fornido y valiente caballero que protege a su princesa. Yo había nacido aquí en Massachusetts, pero cuando tenía 5 años nos mudamos a Tennessee y vivimos allí durante 10 años, por lo que la mayor parte de mi vida la recuerdo allí.

 

El caso es que en Tennessee solía llevármela todos los días al parque para jugar.

 

-¿Nos vamos al parque, Maggie?-le ofrecí después de comer.

 

-¡Sí! ¡Vamos, vamos!-sonrió.

 

Siempre terminaba de comer antes que yo, cosa que hoy me irrita bastante, pero que en el pasado me hacía sentirme orgulloso de ella. Os juro que siempre ha sido una niña muy lista, podías hablar con ella de cualquier cosa de adultos que ella se coscaba enseguida y sabía seguir la conversación. Yo siempre había sido muy infantil y por eso me sorprendía que ella pudiera conversar con los adultos cuando yo era totalmente incapaz.

 

La cogí en brazos y me despedí de mamá para encaminarme al parque. La gente de la calle nos miraba raro, pero claro, nosotros ni nos enterábamos, porque íbamos perdidos en nuestro mundo de inocencia y diversión.

 

-Oye, hermanito, ¿es verdad que vas a repetir curso?-me dijo preocupada.

 

Nunca he sido bueno con los estudios, ni siquiera de pequeño, aunque más bien debería decir que nunca me he interesado en ellos. Eso sí es algo que nunca ha cambiado. Mis viejos siempre me estaban dando la tabarra sobre que estudiara y tal, pero yo era un crío inocente y no creía que hiciera falta.

 

Maggie estaba preocupada porque mis padres me amenazaron con que si no aprobaba el curso me meterían en un campamento de verano de esos de scouts en los que los monitores se meten en tu saco de dormir y te hacen cosas que sólo tienen permitido hacer los curas con los monaguillos.

 

-No. ¿Por?-mentí forzando una sonrisa.

 

Era listísima, por lo que mentirle no era una opción, ya que se coscaba enseguida y  encima te echaba la bronca porque no le gustaba que le mintieras.

 

-Es que he oído a mamá y a papá preguntar por un campamento llamado “Boys and adults get fun”-agachó la cabeza deprimida-. Y dicen que te van a llevar allí.

 

Dios santo, el nombre era horrible. Parecía gritar “traiga aquí a su hijo y saldrá hecho todo un hombre… que disfruta de ser violado por otros hombres”.

 

-Maggie, tu hermano es muy listo, ¿verdad?

 

-Sí, mi hermanito es el más listo de todos.

 

-Entonces no te preocupes, que no voy a repetir-sonreí-. Te lo prometo.

 

-No quiero que te vayas-me miró con cara de cordero degollado.

 

Se agarró fuerte a mi camisa y comenzó a llorar. Odiaba que hiciese eso, siempre que lo hacía me entraban ganas de llorar a mí también.

 

-Si… si tú te fueras, yo… yo… me sentiría muy sola.

 

-Eh-susurré mientras le acariciaba el pelo-, no voy a ir a ninguna parte.

 

Llegamos al parque y el resto de niños se nos quedó mirando. Me acerqué al banco y la dejé en el suelo para sentarme.

 

-Estoy un poco cansado, Maggie. ¿Por qué no te montas un rato en el tiovivo y yo te miro?

 

-¡Vale!

 

Metí la mano en el bolsillo y saqué un billete de 1 dolar que me había dado mamá un rato antes. Se lo puse a Maggie en la mano y le dije que se lo diese al dependiente. Ella me dio las gracias y luego un beso en la mejilla, después se alejó y yo me quedé descansando mientras la miraba.

 

Su sonrisa era la más radiante que había en el mundo. Esa niña era pura inocencia y eso a mí me maravillaba. Sólo el observar tan hermosa pureza hacía que me sintiera muy bien, por eso me encantaba pasar tiempo con ella. Le dio el dinero al tipo del tiovivo con una enorme sonrisa y yo sonreí también por ver lo hermoso que era aquello.

 

De repente, uno de los chicos del parque, Steve Grossberg, se acercó a mí y me miró con desprecio.

 

-Eres un puto pedófilo, tío.

 

-¿Qué?-le respondí sorprendido.

 

-Paseándote por ahí mientras sonaba a tu hermana pequeña… Qué asco me dáis.

 

-¿A-asco?

 

-Eres un cerdo incestuoso.

 

-¿Incensuoso? P-pero si yo no uso incienso.

 

-¿Te haces pajas pensando en tu hermana? Espera, ¿tu hermana te hace pajas?

 

No entendía de qué hablaba ese niño, pero empezaba a sentirme mal, como si todo ese mundo de inocencia infantil fuese en realidad una vorágine de perversión y lujuria.

 

-Todo el pueblo comenta que violas a tu hermana. Destrozas su co…

 

-¡Ya basta!-grité.

 

-¿Qué vas a hacer? ¿Vas a pegarme?-sonrió.

 

-No. Y mucho menos delante de ella. ¡Soy su caballero y la debo defender, así que no quiero que veo lo feo de este mundo?

 

-Mmm… Lo feo de este mundo, ¿eh? ¿Te refieres a lo que le haces?

 

Lo miré totalmente cabreado. Ese crío feo, gordo y calvo me estaba poniendo de los nervioso. Estaba a punto de pegarle, pero no quería que Maggie viera eso, no quería marchitar su inocencia.

 

-¿Qué crees que pensaría tu hermana si le dijera que eres un puto salido que sólo va tras ella para olerle el…?

 

-Si te acercas a mi hermana te mato, ¿entiendes?-lo miré serio.

 

-Jajajajaja-se rió-. Tarde o temprano alguien lo hará como sigas con esa actitud. Alguien se acercará para decirle que lo que le haces es asqueroso, y todo porque eres un pervertido.

 

-No, nadie lo hará porque voy a dejar de comportarme así.

 

-¿En serio? Pues me alegro-sonrió malévolamente.

 

-Ahora lárgate-le miré fríamente.

 

-Ha sido un placer, Jones. Sólo te estaba avisando. Lo he hecho por tu bien.

 

El niño se apartó de mi lado y me quedé mirando a Maggie. Esa sonrisa, esa inocencia… no quería que desaparecieran. Si debía apartarme de esa luz para que ésta pudiera brillar, lo haría. No quería que nadie le dijera nada, que la molestasen jamás, así que no me quedaba otra que privarme de la flor más dulce que había tenido en la vida para que ésta no se marchitara.

 

Me saludó con la mano con una amplia sonrisa, pero yo no pude sonreír. Quería llorar, quería llorar porque ya no podía mirar, ya no podía ver cómo el Sol brillaba. Cuando terminó el trayecto del tiovivo corrió hacia mí.

 

-¿Me has visto, hermanito?

 

-Sí, muy guay-comenté desganado.

 

-¡Ahora quiero subir al…!

 

-No, nos vamos a casa-respondí serio.

 

-¿Eh? Pero…

 

-Este verano iré al campamento, Maggie.

 

-¿Qué? Pero si has prometido…

 

-Tienes que aprender a valerte sin mí-me levanté del banco sin mirarle a la cara.

 

-¡No! ¡No quiero que te vayas! ¡No! ¡No!

 

-¿Quieres no gritar?-la miré con expresión severa-. Estamos en un lugar público.

 

-Cógeme-alzó las manos.

 

-Ya eres mayorcita para ir andando-dije echando a andar-, enana.

 

Así que fue ahí, ¿eh? Ahí fue donde empecé a llamarla enana. Ahí fue donde perdí la inocencia y me convertí en el gilipollas que soy ahora.

 

Maggie se quedó atrás llorando amargamente, pero lo que ella no sabe y yo jamás olvidaré es que yo también estaba llorando, llorando por dentro, porque no podía mostrarle mi debilidad. Me decía a mí mismo que lo hacía por su bien, para que nadie cuchichease sobre ella, para que nadie la molestase jamás, pero el primero que la molesta soy yo.

 

Jamás me atrevería a decirlo en voz alta, pero al recordar esto me he dado cuenta de que la persona a la que más he querido siempre ha sido mi hermana pequeña. Sin embargo, ahora… ¿podría ser que…? Lo siento, Maggie. Lo siento mucho, tú siempre te preocupas por mí y yo únicamente te he traído problemas.

 

Gracias por todo. Te quiero, hermanita.

 

________________________________________________________________________

 

Extra: El diario de hermano pequeño de Justin Wright

 

A pesar de que ese tonto creyese que no podía cuidarme solo, ¡yo era muy capaz! En cuanto se fue de fiesta con su amiguito, me hice unas palomitas (¡y esta vez sin prenderle fuego al microondas!) y me puse a ver una peli que echaban en la tele. Era una peli muy chachi, “Iron man”. Jo, al verla me daba envidia, yo también quería ser un multimillonario atractivo y con todas las chicas que quisiera tener.

 

A decir verdad, mi hermano mayor, Peter, se cree que soy un bebé. Sólo tiene un año más que yo y me trata como si fuera su nieto recién nacido o algo así. No me deja salir de casa, no me dejaba traer visitas, ¡ni tampoco me dejaba abrir la puerta a desconocidos! Qué pesado, yo sabía cuidarme a mí mismo. Es verdad que a veces se metían conmigo en clase, pero nunca me habían pegado ni nada por el estilo, así que todo iba bien.

 

¿Cuándo cambió Peter? Debió de ser cuando lo de papá y mamá. Entendía que llevara mal aquello, pero no tenía que pagarlo conmigo. Antes era tan bueno y considerado conmigo... yo siempre lo admiraba. Era el mejor hermano mayor que se puede tener.

 

Cuando era pequeño y tenía pesadillas siempre iba a su cuarto. Recuerdo que una vez cuando yo tenía 7 años y él 8…

 

Había soñado que una especie de pulpo gigante me envolvía con sus tentáculos e intentaba profanarme con ellos, así que al despertar me dio mucho miedo quedarme solo por si el pulpo violador aparecía. Recorrí el pasillo y abrí un poco la puerta de su habitación para ver si estaba dormido. La luz estaba apagada, sin embargo, en la cama la sábana brillaba y estaba puesta en plan modo de campaña tapándole totalmente mientras él estaba de rodillas. Otra vez estaba con sus lecturas de medianoche.

 

-Hermanito-susurré desde la puerta.

 

No hubo respuesta, de modo que inflé los mofletes porque creí que me estaba ignorando. Decidí jugarle una mala pasada por no prestarme atención. Me acerqué a él por detrás y susurré con voz fantasmagórica:

 

-No te des la vuelta, si te das la vuelta te corto las piernas.

 

-¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaagh!-pegó un salto-. ¡No me mates! ¡Por favor, no me mates! ¡Tengo miedo, tengo miedo!

 

Empecé a reírme y me tiré al suelo agarrándome la barriga de la risa mientras pataleaba. Entonces alzó la sábana, me alumbró con la linterna que tenía para leer y me echó una mirada asesina que pude vislumbrar en la oscuridad. Al moverse, la linterna se movió también y alumbró su cara, dándole un toque tétrico y perturbador.

 

-¡Aaaaaaagh!-esta vez me asusté yo-. ¡El monstruo de la cara de pizza!

 

-¡Oye! ¡¿Cómo que cara de pizza?!

 

-Ups, lo siento-dije volviendo a la realidad.

 

Suspiró y sonrió.

 

-¿Has vuelto a tener una pesadilla?

 

-Sí…-hice pucheros-. Un pulpo gigante me cogía con sus tentáculos…

 

-Eso te pasa por quedarte hasta las tantas viendo la sirenita.

 

-¿L-la sirenita? N-no, s-si yo e-estaba viendo Dragon Ball, que es mucho más masculino-mentí.

 

-Pero si te he oído cantando “parte de tu mundo” cuando he ido a por un vaso de leche-se rió.

 

-¡Mentira! ¡Esa peli es para niñas y yo soy un niño!

 

-A lo mejor eres uno de ésos que dicen ser una chica encerrada en el cuerpo de un chico.

 

-¡¿Q-qué?!-grité nervioso-. ¡¿Cómo se ha quedado encerrada una chica dentro de mí?! ¡Sácamela, sácamela!

 

Se echó a reír de nuevo y levantó la manta haciéndome una señal para que me metiera junto a él.

 

-Sólo te tomaba el pelo.

 

Inflé los mofletes de nuevo en señal de protesta, pero acabé por hacerle caso y me tumbé a su lado.

 

-¿Qué leías?-pregunté.

 

Mi hermano mayor siempre ha sido una persona muy culta. Desde que era pequeño le encanta la lectura, ¡y no sólo los libros con dibujitos, sino que también los libros solamente con letras!

 

-Estoy leyendo “Los juegos del hambre”. Es una novela nueva, pero seguro que se hace muy famosa y pronto le hacen una peli-sonrió.

 

-¿Y te gusta?

 

-Jajajaja. No.

 

-Pues si no te gusta, sacarán película, porque mira lo que te pasó con Harry Potter, no te gustaba e hicieron una saga cinematográfica.

 

Se leyó el primer libro de Harry Potter con 2 años, y al poco tiempo sacaron la película. Sí, con 2 años, mi hermano era muy listo.

 

-Es verdad-puso cara de asco sólo de recordar Harry Potter-. En fin, cuando lo termine te lo dejo a ver si te gusta.

 

-¿Tiene más de 100 páginas?-pregunté.

 

-Sí…

 

-Bufff… No es para mí.

 

De nuevo suspiró cansado y cerró el libro.

 

-Bueno, ya es tarde, vámonos a dormir-bostezó.

 

-Oye, hermanito. ¿Cuándo van a volver a casa papá y mamá?-pregunté algo triste.

 

Entonces él me revolvió el pelo y me regaló la mejor de sus sonrisas.

 

-Ya verás como vuelven pronto. Mientras tanto, yo te protegeré, ¿vale?

 

-G-gracias…-me sonrojé.

 

-Si tienes miedo en mitad de la noche, puedes abrazarte a mí, ¿vale, Justin?

 

-¡S-sí!

 

-Tengo… que mostrarme fuerte… por ti… porque eres lo único que tengo-farfulló.

 

-¿Has dicho algo?

 

-¿Eh? ¡Oh, n-nada! Sólo que te quiero, Justin-sonrió.

 

-¡Yo también te quiero, hermanito!-exclamé alegremente.

 

Al final yo no fui el que me abracé a él, sino que él me abrazó a sí mismo. Parece que era él quien más necesitaba un abrazo aquella noche.

 

-Nunca dejes solo a tu hermano mayor, ¿vale?-susurró.

 

-¡Pues claro que no! ¡Estaremos juntos para siempre!

 

-Nada me gustaría más-me dio un beso en la frente.

 

Al poco rato ambos nos quedamos dormidos.

 

________________________________________________________________________

 

Me había quedado frito viendo cómo el gran Tony Stark se enfrentaba a una especie de organización paramilitar presidida por el nieto secreto de Gadafi, pero el ruido de la puerta me despertó.

 

-¡Ahí va! ¿Ya estás aquí?-bostecé cogiendo palomitas-. ¿Qué tal la cita?

 

-No quiero hablar de eso-frunció el ceño.

 

-¿Y esa chaqueta? Parece la que llevaba tu amigo.

 

-¿Eh?-se miró la chaqueta-. Oh, mierda.

 

-¿Eso de darle la chaqueta a alguien no se hace con una chica?

 

-Pues no sé, “Arielo”. Dímelo tú, que eres experto en el tema.

 

-¡Oye!-inflé los mofletes.

 

-Me voy a dormir. ¿Han llamado papá y mamá?

 

-No. Será mejor que empieces a aceptar que ya no van a llamar más-dije levantándome para recogerlo todo.

 

No dijo nada más, simplemente subió las escaleras y desapareció.

 

-Me proteges a mí porque crees que soy débil, hermanito, pero el débil eres tú-murmuré-. Aunque supongo que ya te habrás dado cuenta.

 

FIN

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